Mu200
Las Insurgentas
Las mujeres del grupo Jubilados/as Insurgentes. En tiempos desmovilizados y aturdidos, estas mujeres se movilizan permanentemente. Después de una de sus marchas semanales ante el Congreso, se reunieron en MU para charlar sobre sus vidas y la actualidad. Desde ejecutivas hasta empleadas domésticas, se organizan para enfrentar juntas un presente de ninguneo y maltrato. Los antídotos para los cachetazos de la realidad y del patriarcado. La práctica de hablar y de escucharse para compartir acciones y sueños. Por Franco Ciancaglini.

Gloria se confiesa: “Una vez las vi en la calle y pensé: esta es mi franja etaria”.
Sus compañeras y compinches estallan en risas ante esa mujer de 69 años. “Después me puse a buscarlas en algún local, como si fueran de un partido político. Hasta que entendí que no, que el lugar donde encontrarlas es la calle”.
Patricia, 62, cuenta que “cuando empezó a avanzar Milei, decidí con una amiga ir los jueves a la ronda de las Madres: nos la pasábamos llorando”. Se refiere así al clima que las propias Madres se encargaron de sacudir, como se relató en esta propia revista: “Llorar acá, no”.
Patricia: “En una de las rondas vi la bandera roja de Jubilados/as insurgentes, estaban con Norita Cortiñas. Pensé: estos están donde yo quiero estar. Así las conocí”.
Patricia se empezó a mover, esta vez yendo a las concentraciones que ya son ritual desde hace años: las protagonizadas frente al Anexo del Congreso por diferentes organizaciones entre las que se encuentra Jubilados/as Insurgentes.
Zulema, una de las pioneras, le cuenta a Patricia: “Cuando vos te acercaste empezaba el boom, a principios de año, después de que la Gendarmería nos pegara y empezara a venir cada vez más gente”. Sonríe, es tranquila, baja de estatura (pero que se cuide la Gendarmería), y hoy marchó disfrazada de medicamento con una especie de chaleco que armó con cajas de cartón.
Patricia: “Me acuerdo de otra señora que se sumó a las marchas; un día estábamos frente a la policía y me dice: ‘Ay, me olvidé de tomar la pastilla’. Le digo: ¿qué pastilla? ‘El anti arrítmico’. ¡Casi me muero!”.
Las mujeres vuelven a reír: gajes del oficio de ser jubilada en conflicto. Es miércoles y eso significa que, hasta hace un rato, se pasaron el día rodeadas por la policía, peleando por las pastillas. Estuvieron primero en una movilización frente el PAMI contra el recorte de medicamentos que empuja las jubilaciones a la indigencia. Después, lo de todos los miércoles: marcha alrededor del Congreso.
Más tarde celebran religiosamente una asamblea, porque así todas y todos pueden hablar y pueden también escucharse después del ajetreo: “Yo estoy orgullosa de estar en un grupo donde se abre nuestra mirada a quien piensa distinto”, sigue Zulema, que participa en el grupo desde hace 3 años, en relación a aquello que las une: cada una viene de distintos lados.
“Los partidos tienen una mirada más homogénea, mas verticalista. La otra vez hicimos una actividad y decían: tenemos que preguntar… Nosotras no: nuestro presente es para sembrar lo que consideremos que sea necesario. A veces es tan amplio que no lo podemos abarcar. Pero sabemos que tenemos esa libertad: todo lo que se nos ocurra lo podemos plantear. Nadie nos dice lo que tenemos que hacer”. Y lo que parece que tienen que hacer no es quedarse viendo las cosas por TV, redes o radio, sino poniendo el cuerpo y participando.
Mientras el país se asombra por la falta de reacción frente al ajuste y el empobrecimiento generados por el gobierno, el grupo Jubilados/as Insurgentes sigue en lo suyo, crece y muestra dónde es posible encontrarse.
Dentro de JI, estas mujeres representan la voz de una generación atravesada por dictadura, neoliberalismo y este después. Personas que siguen cultivando los mismos ideales que cuando eran jóvenes. Ellas –que según el lugar común pueden ser consideradas la voz de la experiencia–expresan valores que casi siempre se atribuyen a la juventud: ganas, coraje, rebeldía, humor. Y son protagonistas de un conflicto crucial de estos tiempos desterrando la idea de que la lucha es un sacrificio que hay que cumplir con el ceño fruncido.
La cabeza giratoria
Hoy son varias las que se sientan a conversar, las que se suman después y las que pasan haciendo comentarios: Zulema, Patricia, Alicia, Cristina, Celia y Ana, y otras que no llegan a identificarse, porque son muchas más que van y vienen, organizando, imaginando cómo seguir, acompañándose.
Varias todavía trabajan para complementar ingresos, y entre los oficios que les permitieron jubilarse hay de todo: dos empleadas telefónicas, una ejecutiva de una empresa alemana, una empleada doméstica (que continúa trabajando de lo mismo), una chofer de personas con discapacidad, historias que muestran la transversalidad de este grupo.
Ana, la conductora, se jubiló hace poco y cuenta cosas de la vida: “En mi familia éramos como 11 en dos piezas, con un solo baño. Vivíamos en Villa Martelli. A los 9 años yo llevaba las cuentas y organizaba las compras. Ahí tuve mi primer encontronazo con mi viejo, que era alcohólico. Siempre a la noche nos daban sopa de ‘alverjas’”. La niña se rebeló: “Un día dije que no, que no quería más esa sopa. Primero porque yo hacía los mandados, quería poder comprar otra cosa. Y después por el vino, le dije ‘¿no hay un día que te prives de comprar vino para que nosotros podamos comer otra cosa?’. Fue lo último que alcancé a decir. Primero porque me dio vuelta la cara de un cachetazo, la cabeza me quedó giratoria. Mi viejo era marmolero… Y segundo porque ese mismo día lo llamó a mi tío para que me pusieran en un colegio pupila. Le dijo: ‘esta ya vino mal de fábrica’. Tuve suerte: fue muy bueno que me manden a esa escuela porque las docentes eran divinas, ¡eran socialistas!
La historia pasó del llanto, a la risa.
-¿Y tu mamá?– le preguntan.
“Mi mamá acompañaba. Los golpes que recibía ella no se los vi a nadie en la vida. Él le pegaba y se alcoholizaba, pero ella era la que se hacía cargo de todo lo de la casa y además trabajaba dos turnos en una fábrica” cuenta Ana, que vive en Padua, acomodándose el mechón violeta que luce sobre su pelo blanco.
Amordazar mujeres
Gloria, por su parte, se crio en el medio del monte chaqueño, en una localidad llamada Nueva Francia: “Veníamos con el mandato de que teníamos que casarnos, tener hijos, y debernos a la casa, al hombre… ese tipo de cosas. Fuimos aceptando y normalizando que nosotras éramos un objeto más que una persona. Hoy, con toda una vida, nos damos cuenta de que esta sigue siendo una sociedad machista. Y a mi edad sentirme tan avasallada con los políticos… con la imagen de Milei, que me genera un repudio y me retrotrae a los tiempos de mi juventud, porque arrasan con cosas conquistadas que han costado mucho. Y nos tratan como objetos, no como personas. Por eso se nos juntan tantas cosas”.
Patricia: “Yo empecé a laburar de joven, tengo una pareja hace 40 años, pero no nos casamos; tenemos una hija. Desde lo profesional me empecé a formar en temáticas feministas, y también por historias que una vive. Más que hablar de machismo yo tomo mucho la idea de la sociedad patriarcal que se articula con el sistema que intentamos modificar, que la estructura del capitalismo. El patriarcado es funcional al capitalismo y no es casual cómo hay tantos temas que hoy desde el gobierno van en ese sentido, que apuntan a cuál es el rol de la mujer”.
Un ejemplo que las toca de cerca, según Zulema: “Los trabajos no pagos. Muchísimas cosas que hacen las mujeres son un apoyo para el capitalismo. Si no estuviera eso, el trabajador debería tener un comedor, una lavandería en la fábrica, una guardería. Todo eso lo termina haciendo la mujer. Y le ponen ‘por amor’ y encima gratis. Y para colmo después, cuando se tiene que jubilar le dicen: ‘ah pero ella no hizo aportes, no trabajó, fue ama de casa nomás’”.
Patricia recoge el guante: “Ese trabajo tiene que ver con el cuidado del otro, de la prole, de las personas mayores. Socialmente eso es un plus que tenemos nosotras, en el hecho de cuidar al que no puede reclamar hoy por lo que le corresponde en una sociedad que cada vez se va haciendo más individualista, menos empática”.
Zulema se quedó pensando: “Estos gobiernos de derecha, muy totalitarios, quieren amordazar a la mujer como un objetivo principal, parecería. Como si la mujer fuera la cadena principal y a partir de eso puede sujetar a todo el resto”.
Conflictos abuelísticos
Celia habla de su experiencia: “Trabajo en el servicio doméstico. Me crie en el medio del monte de Santiago del Estero (en Nueva Francia), donde no tenés acceso a nada. Pero era la oveja negra de mi familia, y fui la mejor alumna hasta 6º grado. Después no pude seguir estudiando. Pero una patrona me hizo empezar a leer cada vez más. Por eso me gusta leer de todo. Y también me involucro con todo: con mi familia, con mis vecinos, con la municipalidad. Donde puedo, estoy. Y así fue como me involucré con ustedes. Bueno, no las quiero aburrir”.
-¡Seguí! – la animan todas. Sonríe: “Soy madre soltera, abuela soltera y bis abuela soltera: las tres cosas. Así que yo no tuve ni necesité una figura de varón para que me mantenga, ni me compre nada. Me puse al hombro a hijos, nietos. Nunca hubo presencia de un masculino en mi casa”.
La conversación salta a un nuevo mandato, después de haberse despojado de tantos: el mandato de ser abuelas.
Acuerdan como si estuviesen en asamblea, en dos palabras: que es hermoso y terrible a la vez.
Cristina: “Todas las veces que pueda cuido a mis nietos. Pero los días que yo tengo para mí, no. Primero que me preguntan. Así lo disfruto, porque si lo hago por obligación, no está bueno”.
¿Y qué pasa si les dicen de cuidar a sus nietos un miércoles a las 15:30?
El coro informa:
-¡¡¡Ni locas!!!
El whatsapp de Zulema
Las y los jubilados fueron las personas más empobrecidas durante este año de Milei: el recorte en jubilaciones y pensiones constituye alrededor del 25% del ajuste en las cuentas nacionales. Además se vetó la ley de movilidad jubilatoria, pese a que las mejoras de los haberes que proponía eran mínimas. Sobre llovido, mojado: las insurgentes revelan que el próximo 23 de marzo vence la moratoria jubilatoria y que el gobierno anunció que quienes no lleguen a los 30 años de aportes pasarán a cobrar una pensión y no una jubilación.
Escribió Zulema por WhatsApp: “Más allá de los ribetes que tenga ese debate en el Congreso, nosotros como JI, estamos en contra de que los y las trabajadoras deban volver a pagar algo que ya aportaron con su trabajo (ya sea como ama de casa o de manera precarizada), y los empresarios lo robaron, al igual que el Estado en su doble función de empleador y responsable de controlar. En este caso vemos que la más perjudicada es la mujer ya que 9 de cada 10 no podrán jubilarse. Para el caso de los hombres esta cifra es de 7 de cada 10”.
Pese a estas noticias y realidades que golpean en sus bolsillos, en su presente y su futuro, estas mujeres no se bajonean. Hay algo en la posibilidad de encontrarse y apoyarse que parece ser un antídoto para atravesar los momentos más amenazantes.
“Nunca me voy a poner a llorar o a quejarme si me fue mal”, reflexiona Ana, la receptora de aquel cachetazo tan alcohólico y tan patriarcal. “Siempre hago plan A, plan B, plan C. Siempre hay salida. A veces estamos cansadas, pero no tristes”.
Alicia: “Nosotras no nos bajoneamos nunca. Somos hijas de batallas duras”.
Celia, 76, sintetiza: “Vivimos la represión militar”.
Zulema mueve las manos y las ideas: “Nosotros somos de la época de los 70 y eso nos atravesó. En los 70 la conciencia social se metía por los poros. Todo el mundo sabía que había que hacer algo, que había que cambiar la sociedad. No se discutía eso. Para mí fue algo maravilloso porque es algo que te queda para siempre, que lo tenés en el cuerpo y el alma. Te marca el análisis que hacés de la realidad. Cuando hay tanta gente que toma otras opciones, uno piensa y mira a los más humildes, a los más necesitados: siempre es mirar para ese lado. Eso ahora a los jóvenes les falta, hay un pequeño eslabón en la cadena de la conciencia que no tienen. Y creo que eso es lo que nos ha conectado entre nosotras, como jubiladas, por haberlo vivido. Hay un camino común; y ahora sentimos la responsabilidad por las nuevas generaciones de qué sociedad les dejamos. Y a la vez sentimos que nos corresponde hacer esto. Nos están empujando al precipicio y sabemos que a los otros les va a pasar lo mismo: como hemos luchado antes, estamos luchando ahora”.
Tik Tok insurgente
¿Y la juventud? Ana siente que cada vez está más cerca del conflicto de las jubilaciones: “La juventud está viéndonos, acompañando y aprendiendo de la lucha de los jubilados. Yo veo que hay cada vez más gente joven ayudándonos y no es poco, porque nosotros tenemos nuestro carácter”. Es la principal impulsora de unir a Jubiladas Insurgentes con la juventud, con sentido político y también con argumentos como: “¡Alguien nos tiene que hacer los flyers!”. Revela que hasta están haciendo un casting para abrir el Tik Tok de Jubilados/as Insurgentes.
Patricia retoma el guante: “Yo empecé a militar en el alfonsisimo, me decían la troska de alfonsinismo. ¡Fue la profecía autocumplida! Nos dijeron generación perdida, hijos del proceso… y la mayoría de mis compañeros de militancia de esa época, fueron cambiando. Siento que se fueron aburguesando… otros se fueron de país. Nosotras acá estamos”.
Ana: “En realidad, eso es lo importante. Seguimos en pie y esa es la enseñanza: que todos lo van a poder lograr. Nosotras nos vamos a ir en algún momento, y les estamos marcando el camino. ¿Se dan cuenta? Hay que transmitir eso: que no hay que dejarse oprimir, que esa es la insurgencia y la rebeldía. Ese es el legado de las Madres”.
Zulema: “El ejemplo no es la palabra, es la acción. Estamos luchando, protestando, visibilizando, no nos achicamos frente a la policía. Nuestro manual es larguísimo, nuestra lucha no tiene fin: lo que tenemos que hacer es ponernos en movimiento, y no dejar pasar las cosas que nos duelen o le duelen al otro. Y estar juntas”.
De pronto se hace el silencio. Se miran. Escucharon historias que tal vez el clamor de las represiones y de la realidad nunca les habían permitido compartir.
Y entonces Alicia, solo 81, remata un sentimiento común que vuelve a encender esta historia que recién empieza:
-Aunque estemos grandes, nosotras también tenemos sueños y tenemos tenemos esperanzas.
Ésta nota se hizo gracias a lxs socixs digitales..
La suscripción digital de lavaca te permite acceder de forma prioritaria a todas las notas de la Mu, a otros contenidos y a descuentos en libros, cursos y talleres que dictamos en lavaca. Todo desde 1500 pesos. Si te interesa asociarte, podés hacerlo desde éste link.

[/wcm_nonmember]
Mu200
Furia travesti: radiografía de un colectivo bajo asedio
Mujeres travesti trans repasan en esta charla cómo viven el retiro del Estado de sus vidas y cómo está la calle. De la Ley de Cupo a los canales de atención, los discursos de odio y la violencia sobre los cuerpos. La prostitución y el rol policial. Cómo se organiza para “no dejárselas tan fácil” este colectivo ninguneado que reclama que se cumplan las leyes. Por Francisco Pandolfi.

Mu200
Radiografía del despojo: informe 2024 del Observatorio Lucía Pérez
No son cifras: son vidas destrozadas por la violencia patriarcal. En momentos en los cuales el gobierno desmantela las políticas de prevención y ataca los derechos conseguidos, este informe pretende visibilizar lo que nos pasa y lo que falta para combatir estas violencias. Son datos de 2024 y también de la última década para poner en contexto la larga deuda que tiene el Estado argentino. El impacto de la ausencia de programas y acompañamiento a las víctimas. Cuáles son las razones del proyecto político que sostienen estas violencias que año tras año se incrementan. El agravante: el Estado dejó de procesar datos y para cumplir con su obligación solo dio a conocer un listado que compila delitos producidos en los últimos veinte años. Texto: Claudia Acuña. Procesamiento de datos: Sebastián Andrade.
(más…)Mu200
Haciendo justicia
Desde hace más de cuatro años Susana y Daniel Basaldúa viajan de Buenos Aires a Córdoba para buscar justicia por el crimen de su hija Cecilia. El caso desnudó la trama de complicidad policial y fiscal que contamina la investigación de los femicidios producidos en el valle de Punilla. Lo que se sabe, lo que se sospecha y lo que enseñan los viajes de esta familia. Por Claudia Acuña.

- Revista MuHace 7 minutos
Mu 205: Hay futuro
- ArtesHace 3 semanas
Vieron eso!?: magia en podcast, en vivo, y la insolente frivolidad
- #NiUnaMásHace 4 semanas
Acto trans por más democracia
- Derechos HumanosHace 3 semanas
#140: otro nieto recuperado
- Derechos HumanosHace 1 semana
Nueve relatores de Naciones Unidas ante “el grave deterioro de las libertades fundamentales” en Argentina