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Sin pelos: Emilio Pérsico

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“No estamos a la altura”, reconoce Emilio Pérsico, referente del Movimiento Evita. La comparación de los piqueteros con el sindicalismo-empresario. El progresismo que se “comió” los recursos naturales sin cambiar estructuras. Los planes que no dieron poder a la gente y desorganizaron a la sociedad. Imágenes sobre droga y delito. Las mujeres en los barrios frente a hombres destruidos. El peronismo como papa frita y el modelo Milei. Un hombre que se compara a sí mismo con un dinosaurio habla sobre lo que fracasó, y lo que puede estar viniendo. Por Francisco Pandolfi.

Sin pelos: Emilio Pérsico
Emilio Pérsico. Foto: Lina Etchesuri

Emilio Pérsico tiene 68 años y hace cuatro cumplió sus bodas de oro como militante: del catolicismo en la adolescencia, a las FAR y Montoneros en los setenta. Desde Quebracho para la resistencia menemista, hasta esta entrevista en el barrio porteño de Constitución, en el local del Movimiento Evita, del que es uno de sus fundadores y su secretario general. En la sala donde se charla durante dos horas y media, hay un cuadro que contiene once dni falsos, que usó para escapar a las garras de la última dictadura cívico militar. “Debía andar bien rasurado, clandestino”, dice, antes de que se prenda el grabador. Ahora (desde hace tiempo) mantiene su barba blanca, robusta, cada vez más larga, como símbolo de una lucha que perdura, dirá. 

¿Dónde y cómo están las organizaciones sociales hoy?

El Movimiento Evita constantemente entra en crisis para crecer porque esta democracia liberal te hace crecer verticalmente. Esto se traduce en que cada dirigente tiene su propio partido y que es difícil encontrar a dos dirigentes en una misma construcción partidaria; en el PJ eso hace tiempo dejó de pasar. En los últimos 20 años, las organizaciones intentamos resolver el problema de nuestros compañeros con los microemprendimientos y todo ese entretenimiento, y administrando recursos del Estado. Eso es una primera característica, que no es buena. La segunda lo represento con un ejemplo: antes de que fuera presidente, llevamos a Lula a Rosario a una charla por el aniversario del Che. Dijo: “No sé qué pasa, llegamos hablando de revolución y ahora los compañeros hablan cada vez más de reforma y cada vez pelean menos”. Creo que nos pasó eso mismo. Igual que ocurrió con el sindicalismo cuando Onganía y Levingston les dieron las obras sociales y transformaron a los sindicalistas en empresarios. La democracia liberal es una democracia muy competitiva, los lugares son pocos y terminás peleando por el concejal suplente. No estamos a la altura de la circunstancia; no estamos dando las peleas necesarias.

Siguiendo ese razonamiento, ¿el kirchnerismo transformó a los piqueteros en funcionarios?

Los gobiernos progresistas en América Latina tuvieron una cuestión heroica, que fue pararse sobre la lucha de los pueblos. En Argentina empezó con Néstor, a quien ni lo votamos. Previo a esa elección hicimos un afiche que decía: “Gane quien gane, pierde la Argentina”, pero en su primer discurso nos metió adentro. Nos dijo: “Muchachos, esta es la oportunidad que venimos buscando hace 20 años, aprovechémosla”. Después de sus palabras, que fueron magistrales, volví a mi casa y les dije a mis hijos que dejaba de trabajar, que se hicieran cargo del campo que teníamos en La Plata, donde hacíamos producción hortícola y un tambo. En cuanto al modelo progresista, mientras que a Perón lo echaron cuando quiso poner un impuesto del 5% al petróleo, nosotros construimos un proceso sacándole un 35% de la renta al petróleo y a los cereales, sin ir a una guerra. Ese dinero se lo destinó centralmente a los sectores medios y humildes. ¿Cuál fue el resultado? Nos comimos el Orinoco en Venezuela, el Amazonas en Brasil, el gas de Bolivia, el Chaco Boreal en Argentina, y eso no resolvió el problema del modelo. Las estructuras económicas del país no cambiaron demasiado o cambiaron para peor en muchos casos, como el haber subsidiado a la clase media desde la energía; o hasta las tarjetitas azules que repartíamos a troche y moche para cualquier cosa; o en vez de formalizar a los trabajadores en negro –más del 50%– para después darles la jubilación, directamente les dimos la plata. Así, la economía no resistió. Hicimos el progresismo que pudimos en medio de una ofensiva capitalista tremenda y va a quedar en la memoria de los humildes, pero no se transformó desde la raíz, como sí lo hizo el peronismo, el Estado de Bienestar europeo o el socialismo real.

¿Qué tendría que haber sucedido?

Los trabajadores en ese momento no teníamos otro modelo alternativo y estábamos peor, así que gracias a Dios que tuvimos ese progresismo. Bah, gracias a Dios no, gracias a toda esa lucha dimos. Cuando fue el primer aniversario del asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, ya con Néstor en el gobierno, él me mandó a llamar. Me recibió junto al de la SIDE, que era sociólogo y quería saber qué carajo pasaba en la calle. Me preguntó qué estábamos pidiendo. Le dije “planes sociales y comida”. Y me respondió: “Emilio, cuando en el 73 llenamos la Plaza como ahora ustedes, lo hicimos por la liberación, contra el capitalismo, por el socialismo nacional. ¿Están llenando la plaza pidiéndome planes sociales y comida? ¿Tan bajo cayó el Movimiento Popular? Yo no tengo la lapicera para eso, sino para construir otro país”. Y era cierto. Los trabajadores no planteábamos un modelo alternativo. Sin embargo, con el paso de los años, lo central terminaron siendo los planes.

¿Por qué?

El trabajo y la producción organizan, el subsidio desorganiza. Es un problema dónde se puso el eje de los recursos y hay que hacer autocrítica. Cuando llegamos al gobierno en 2003, el 35% del comercio estaba en manos extranjeras o de grandes corporaciones; cuando nos fuimos, el 65%. Hoy cinco compañías cerealeras tienen el 80% del mercado, que antes absorbían 80 empresas. En relación a los planes, las organizaciones sociales, los humildes, no fuimos los inventores, sino las víctimas de ese proceso. Hoy se nos pone como victimarios, pero los planes fueron hechos por el Banco Mundial.

¿Por qué en ningún gobierno se los pudo transformar y solo los incrementaron?

Porque los gobiernos utilizaron el subsidio como herramienta de transferencia de recursos, cuando el salario es la herramienta de distribución del ingreso.

¿Por qué? 

Por varios motivos. Uno fue que los trabajadores deben ser protagonistas del proceso y eso no sucedió en ningún gobierno. Fuimos los iniciadores, prendimos la mecha, pero no fuimos protagonistas de ese proceso, esa es la primera cuestión. El viejo modelo peronista no estaba presente. Cuando Perón llegó al gobierno tenía el 25% de los trabajadores en blanco. En un año lo llevó al 80% y la pobreza nunca llegó a dos dígitos mientras él vivió. Ese peronismo fue revolucionario por eso. Nosotros no le dimos ese poder al trabajador, sino un plan que no le dio poder y que además desorganizó a la sociedad. El sistema capitalista resolvió muchos de los problemas históricos con este modelo de marginación. A nosotros nos tiraron los subsidios como forma de fragmentación para sacarnos de la calles y que no nos movamos, pero lo utilizamos como forma de organización. Sin embargo, y acá el otro motivo del porqué no pudimos construir otra cosa: los trabajadores tampoco estábamos a la altura de ser los protagonistas, porque nunca tuvimos un modelo alternativo, un programa, un norte. Este capitalismo es peor que el otro, entonces al principio nosotros quisimos entrar al capitalismo. Estábamos afuera del sistema y queríamos entrar al plato, pero después nos dimos cuenta que no había para todos. Que teníamos que matarnos entre nosotros. Ahí empezó la clase trabajadora a decir: “¿Qué hacemos? ¿Qué modelos alternativos creamos?”. Entonces inventaron su propio trabajo, donde no había trabajo; donde había basura y los cartoneros lo transformaron en trabajo. En el campo pasó lo mismo, empezó a crecer la agricultura autosuficiente en pos del abastecimiento local.

En la gestión de Alberto Fernández fuiste secretario de Economía Social en el Ministerio de Desarrollo, ¿por qué no pudiste transformar la política del plan?

Lo primero que le dije al presidente fue que quería que no entregáramos más planes y primero resolver el trabajo de esas 500 mil personas, para luego ir por el resto. Pero la crisis social y la política hicieron que cada vez haya más y más planes. Fue nuestra única respuesta, no dimos soluciones de fondo.

Eso no sucedió. ¿Pensaste en renunciar?

Muchos compañeros del Evita plantearon que me tenía que ir. Fue una discusión fuerte.

¿Por qué te quedaste?

Porque definimos a estos gobiernos progresistas como procesos de acumulación. No como un sueño, ni como nuestro gobierno, sino como uno transitorio para acumular la mayor cantidad de fuerza posible. Y ese era un lugar donde podíamos hacerlo.

¿Hubo cierta desmovilización de las organizaciones cercanas al gobierno de Alberto Fernández y que en varios casos sus dirigentes eran parte del gobierno? 

¿Desmovilización? En el gobierno de Alberto hubo muchas movilizaciones. En la pandemia las organizaciones se rompieron el orto muy fuertemente. Y después de la pandemia tuvimos movilizaciones todos los días en la calle. Quizá no atacamos el problema de fondo y quisimos resolver los conflictos sociales con planes sociales. Ni la represión, que se agudiza más, ni el plan social resuelve el conflicto.

¿Hacés alguna autocrítica, individual y de las organizaciones, sobre los recursos que tuvieron a disposición?

Sí, no pudimos construir mayor poder y una organización popular más sólida. Los movimientos seguimos pensando en qué nos equivocamos. Una organización puede asimilar los recursos mínimos necesarios para crecer, pero cuando le inyectás más, no tenés la capacidad de administrarlos con la misma eficiencia. Aparte de eso, insisto en que hasta el Puente Pueyrredón (2002, asesinato de Kosteki y Santillán) las organizaciones teníamos una voluntad de lucha clara para derrotar al neoliberalismo, pero después no tuvimos un objetivo. Lo mismo pasó en los setenta, que tras derrotar al Partido Militar tampoco tuvimos claro qué hacer. Entonces derrotamos al modelo neoliberal que estaba produciendo un genocidio social en los barrios, pero al vencerlo no tuvimos una estrategia. Esta es la autocrítica de fondo y cuestionadora.

¿Cuánto aprendizaje y autocrítica hubo de la dirigencia que integró el gobierno de Fernández?

El aprendizaje está en el pueblo que no te acompañó en las elecciones. En cuanto a la dirigencia política, no está a la altura de las ideas necesarias para este presente. Sí lo veo en sectores militantes, en los humildes, en cierto sector sindical, en algunos empresarios e intelectuales, pero no en la política, que es lo más atrasado siempre porque se guía por otros valores, por el costo-beneficio. Si Milei es liberal, ¿por qué no libera el dólar? Porque no le conviene políticamente. Ya es parte de la casta, toma las decisiones que más le convienen ya no al país, sino para ganar las elecciones este año. Esto que hace Milei lo hacen todos.

Para él, uno de sus enemigos son las organizaciones sociales. 

No hay que propiciar el temor. Ellos lo que quieren es que crezca el terror. Nosotros no lo hagamos crecer. Si las compañeras no tienen miedo, no hay que tener miedo. Y nosotros no lo inflemos. Creo que es una cuestión de tiempo, digamos, ¿no? Le vamos a encontrar la vuelta mientras si exista la organización.

¿Podés ir un poquito más allá cuando decís que es una cuestión de tiempo?

En todo proceso vos tenés un tiempo. Todos los gobiernos, hasta el gobierno de la Rúa, recién al segundo año, casi el tercero empezó a tener la resistencia fuerte. Y era un gobierno de lo más débil. Entonces creo que este gobierno va a generar las condiciones de un país cada vez más injusto, más desigual, y mientras eso exista… Nosotros decíamos siembran injusticia, nacerán Montoneros; antes siembran injusticia, nacerán piqueteros; ahora te digo: siembren injusticia y nacerán organizaciones sociales. La gente se va a organizar para defenderse y nosotros mantenemos la estructura casi intacta; perdimos un barrio, dos barrios pero están todos los compañeros de la organización en general. Algunas organizaciones se siguen dividiendo, todo esto por este liberalismo que vivimos, y cuando se meten en la política empiezan a pelearse si Pedro o Juan. De eso tenemos que aprender.

¿Cómo están hoy los barrios más empobrecidos?

Estamos muy mal. El sector más vulnerado está hecho pelota, destruido. Con un Estado ausente desde hace mucho, porque el ordenador social es el trabajo, la dignidad y eso se lo han robado a los compañeros. A la niñez y adolescencia la veo muy desprotegida porque la familia se hizo añicos. Creció muchísimo el robo de celular, el tráfico de droga y la prostitución, porque la pobreza no se resuelve con una mejor política social. Con una curita no cortás la hemorragia. Y con el subsidio tampoco, por más que se lo des a todas las familias del barrio. Tenemos una militancia de mayoría mujeres, porque el hombre piantó: está en la cárcel o destruido. Mujeres que están haciendo malabares para que sus hijos no salgan a robar, porque se plantean para qué trabajar todo el día, si afanando dos celulares por semana ganan más. Antes los pibes podían decir: “Voy a estudiar para progresar”. Hoy dicen: “¿Para qué si soy del 25% que va a seguir siendo pobre?”. Esta ideología lleva a hacer cosas horribles.

¿El peronismo se desterritorializó?

El peronismo no existe más en los términos de origen. Cuando de pibe alguien pintaba una VP (Perón Vuelve), significaba que quería pelear contra los milicos y la oligarquía. Hoy se pinta una VP y se cree que querés ser concejal. El peronismo es solo una herramienta electoral, es la papa frita que acompaña a la hamburguesa: vos ganás el territorio y sos peronista. Te eligen gobernador y sos el presidente del PJ provincial. El viejo peronismo solo queda en algunos sindicatos y en las organizaciones sociales. Ahí está el germen del próximo movimiento de masas.

¿Con qué contenido, con qué agenda debería pelear ese peronismo?

Hace diez años planteamos la idea de la economía popular, que es la economía de lo que queda fuera. Pero hay muchas otras, como la del buen vivir, que pone el foco en los pueblos originarios; la de ir en contra del consumismo; apuntar al abastecimiento local en los pueblos; así como la necesidad de volver al campo.

¿La lucha contra los extractivismos entra en esa agenda?

Eso es un entretenimiento del capitalismo.

Lo que acabás de plantear como nuevas ideas tiene que ver, directa o indirectamente, con eso.

Sé que soy muy chicanero al decir eso, pero como tengo poco tiempo no quiero que lo perdamos con pelotudeces. Está bien que pensemos en soberanía, palabra contraria a integración. La integración que busca este capitalismo es al mercado mundial. Ellos buscan empresas globales y nosotros debemos apuntar a empresas nacionales y al abastecimiento local. Sin embargo, hay que tener en cuenta que cada 11 puntos del PBI mundial, solo uno viene de la producción y la materia prima, y 10 vienen de la no producción, de esas empresas que llaman unicornio –tomándonos el pelo porque el unicornio no existe–, que valen fortunas a partir de una decisión política de integrar una bolsa de valores. En segundos, se crea un valor extraordinario, incomparable para el sistema productivo. Con la plusvalía que un empresario le saque a un trabajador nunca va a tener ese nivel de acumulación. Entonces, ese es el problema del capitalismo hoy.

¿Qué es lo que debería volver y lo que no?

Se está terminando una etapa iniciada en diciembre de 2001 con el “que se vayan todos”. Después de la crisis, la democracia se organizó en base al kirchnerismo, al macrismo y algunas cosas en el medio que surgieron de ese proceso, como la Lilita (Carrió). Tras el gobierno de Alberto, el sistema político explotó, porque ni Macri ni nosotros dimos respuestas; estamos viendo la cola de ese satélite, que ya pasó. Antes de morirse, el Gallego Álvarez, un viejo peronista, me dijo: “Emilio, la historia es un serrucho, ascendente o descendente, pero no es una calesita. Lo que pasó, no pasa de vuelta”. No podría volver a gobernar un Macri, ni tampoco un gobierno progresista distribucionista. Eso ya fracasó, y además no están dadas las circunstancias internacionales para que vuelva algo parecido. Lo que suceda en el futuro deberá tener un mayor desarrollo. Van a surgir nuevas cosas y trataremos que sean más cerca de lo que soñamos. La clase trabajadora está empezando a construir un modelo alternativo, hay que leerlo nada más. Yo soy un dinosaurio atrasado y todas las luchas que dimos anteriormente no se pueden trasladar a esta generación, porque hay nuevas cosas y nuevas peleas que van comiendo al capitalismo. Eso es lo que creo que va a pasar.

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