CABA
Clase de encierro
La segunda parada del Parque Temático de la Pobreza es en la Unidad 48 de este complejo penitenciario donde se abrió un centro universitario cuyas clases comparten presos y guardiacárceles. Y donde se puede aprender qué es realmente la libertad.En el centro de la prisión, Mosquito asocia con libertad a los fantasmas, la antropología y la flor de loto. “A este lugar le decían la cárcel fantasma, porque en los papeles había 1.200 presos, pero en realidad no había nadie. Y se robaban los desayunos, la ropa, los remedios, todo el presupuesto. Ahora pudimos hacer un centro universitario, con una carrera. Hoy la clase va a ser de Antropología. ¿Sabés cómo es esto? Como la flor de loto, que nace en el barro y en la basura”.
Mosquito ha sido profesional de la salidera bancaria en el ámbito local y también el europeo, con trayectoria más reciente en el rubro piratería del asfalto. El mundo está protegido de quienes ahora estamos aquí adentro por un alambrado de campo de concentración, estilo Guantánamo. Se supone que los guardias nos vigilan desde las garitas, pero estamos al sol, jaula a cielo abierto. Apuntes:
La flor de loto efectivamente logra nacer en las ciénagas y el fango.
Esta cárcel, la Unidad 48 del complejo penitenciario Zona Norte ubicada en José León Suárez, partido de San Martín, está literalmente construida sobre la basura y se la llamó cárcel fantasma por las razones detalladas por Mosquito.
Ya normalizada en 2007, con presos menos fantasmales, se descubrió que beber el agua que mana de estos basurales es un asunto peligroso. Por eso traían bidones de agua.
Ernesto Lalo Paret, ex cartonero y vecino del barrio, conoce a varios de los huéspedes de la cárcel. Integra la Cooperativa Unidos por el Calzado (cuc) de San Martín, fábrica recuperada por los trabajadores, y también el Centro Comunitario 8 de Mayo que tiene una planta de reciclado de basura. Pensó que los bidones podían ser reciclados. No servían.
Los presos le plantearon otra idea: ¿por qué no armar una biblioteca? Lalo empezó a ver de dónde sacar libros, se conectó con Carlos Ruta, rector de la Universidad de San Martín (unsam), y lo llevó a conocer la cárcel.
La circulación ansiosa del mate regó otra pregunta: ¿por qué no armar un centro universitario? El rector movió los hilos necesarios, los presos pusieron toda la presión de su entusiasmo, la necesidad de hacer olvidar la cárcel fantasma tal vez colaboró. Propuesta insólita: la unsam planteó que los guardiacárceles que quisieran podrían estudiar junto a los presos.
Hoy se dicta la Licenciatura en Sociología en una construcción ubicada en el medio de ese complejo penal gigantesco. El centro de estudiantes se llama Azucena Villaflor, homenaje a la fundadora de Madres de Plaza de Mayo. Hay 24 detenidos y 9 guardiacárceles como alumnos. Del otro lado de la casa, varios jóvenes presos están haciendo lo que jamás pudieron: aprender a trabajar. En este caso, cómo armar los velcros (“los abrojos”, me dice Pablo) de las zapatillas de cuc.
De ese modo, a partir de unos bidones vacíos y unas imaginaciones llenas, viejos vecinos que quedaron parados de lados diferentes de la reja inventaron un medio de transporte con nombre de flor, para navegar y salir de la basura.
Desaparecido en la basura
La cárcel forma parte de una recorrida propuesta por Lalo, que él y Lorena Pastoriza (del Asentamiento 8 de Mayo) llaman el Parque Temático de la Pobreza. La humorada de Lalo y Lorena sobre el Parque Temático suena a un signo de fuerza, y de no victimización. Integran el parque, como se relata en la anterior mu, el asentamiento construido sobre un basural clandestino, del que los ocupantes tuvieron que echar ratas y punteros duhaldistas para poder instalarse junto a un lago de basura en el que los chicos juegan a matar ratas con hondas, mientras los patos comen lo que encuentran. Más allá están las cordilleras de basura del ceamse donde cientos de personas van diariamente a hurgar y rescatar todo lo imaginable para vivir, comer y vender. Allí Diego Duarte, 15 años, trataba un día de 2004 de esconderse entre los desperdicios de un policía que quería echarlo. El policía señaló el lugar al conductor de la retroexcavadora del ceamse. Obediencia ciega. Toneladas de basura cayeron sobre Diego: jamás se pudo encontrar el cuerpo. Otro desaparecido sub 20 en la tierra de los derechos humanos, y acaso un símbolo de lo que propone la modernidad con respecto a los jóvenes pobres.
Pero en el barrio hay además centros comunitarios, de madres, plantas de reciclado de basura, está cuc, la ex Gatic fabricante de Adidas, que cuadruplicó la cantidad de trabajadores originales, tienen un jardín de infantes en la planta, un centro cultural, puentes de trabajo con las villas y asentamientos de la zona, y hasta con la cárcel. cuc también es flor de loto.
Lalo ha tenido una historia fuera de lo “normal”: fue niño ciruja, desocupado, precarizado. Aclara: “No chorié. Mi hemano sí, y estuvo en cana. Mi sobrino está preso. Todos los amigos de mi hermano están muertos por chorros, los mató la policía. Yo pensé: hay que hacer otra”. Fue armando su vida con esa especie de forma divertida y desafiante de pensar las cosas. “¿Y qué vas a hacer, si las respuestas que te trajeron no te sirven más?”
En ese universo está la cárcel.
Mosquito se llama Oscar, Tito también, Mula es Alfredo, pero casi nadie lo sabe. La identidad no se hace sólo con el DNI. Son del grupo veterano, entre 40 y 50 años. Mosquito: “Le pusimos Azucena Villaflor al centro, vos dirás que aquí no hay tortura física pero hay tortura psicológica, peor que la golpiza. Estamos acá charlando y ahí enfrente están los buzones”. Son las cárceles de castigo, donde apenas una ranura es el contacto con el exterior. “Sabemos que hay compañeros sufriendo, no pueden salir de la caja”. Tito pregunta: “¿Qué puede pensar una persona encerrada todo el día? Maldades nomás. Los tienen hacinados ahí. No son peligrosos. Son como nosotros”.
El Mula: “A uno lo ven como a un bicho enjaulado. Pero somos personas muchas veces en manos de jueces que se creen dioses. Le dije a una jueza que me tenía que dejar libre por el artículo 18 de la Constitución, hasta tener una sentencia. Me contestó: ‘Me cago en la Constitución’ y me hizo sacar del juzgado” (omito el nombre, para evitar que Su Señoría ejerza su diarrea también sobre esta publicación).
Mula tiene 16 tatuajes: “Los nombres de mis 5 hijos, mi nieto, mi señora Patricia”. Tito contabiliza 14, empezando por el de Nueva Chicago: “Mis hijos, mujeres que tuve, la cruz, y el santo chorro”. Se trata del dibujito de la viejísima serie El Santo, con Roger Moore: “Yo soy de esa época, Simon Templar”. Mosquito agrega: “Bonanza, y Ladrón sin destino”. Mula: “Y Mike Torello”. Tito, que no deja escapar una, le dice entre risotadas: “Ése lo nombrás porque a vos te gusta la cana”.
Sinfonía en Re
Lula está aquí por robo calificado por el uso de armas sin fecha de juicio: “Soy reincidente, antes tuve robo, piratería del asfalto, pero me puse a estudiar, y es como que me colgué del último vagón del tren que se me estaba yendo. No sé quién me va a dar trabajo, por los antecedentes. Es distinto hablar de reinserción que lograrla, pero estoy feliz con lo que hacemos acá”.
Tito está por tentativa de robo, tercera reincidencia. ¿Por qué te pasó esto? “La droga. Lo hablé mucho con la psicóloga. Mi viejo me había dejado un buen oficio, de carnicero. Aparece la cocaína, gastás lo que no tenés, te endeudás, robás, no podés parar. En mi barrio éramos muchos pibes en el 83. Debemos quedar 3 ó 4 vivos. Los demás murieron por el hiv y el pinche (hace el gesto de inyectarse), otros cayeron por robar. Terminás acá o en un cajón”.
Mula: “Yo me drogué unos 25 años, me pasaba 10 ó 12 días sin dormir por la cocaína. Mucha plata”. Tito: “Pero no nacés delincuente, te hacés de grande”. Mula: “Y también dime con quién andas, te diré quién eres. Hay pibes que andan con zapatillas de 6 gambas, que consiguieron robando. El que labura no se la puede comprar. Igual yo digo: cada uno es dueño de sus actos”.
El presidente del Centro Azucena Villaflor es Gustavo, o Cebolla. En una pared han pintado la imagen de El Eternauta, y hay nombres como los del propio Oesterheld, Rodolfo Walsh y el padre Carlos Mugica. “Azucena es el símbolo de alguien que deja todo por los derechos y la justicia social. Acá pelear por los derechos es romper la lógica del encierro”.
La noticia de la instalación del Centro Universitario ocurrió el día en que estaban jugando un partido de fútbol con la Unión Obrera Metalúrgica (uom-San Martín). “Somos muchos de San Martín, entonces que venga la universidad, la uom, cuc, es como una utopía. El apoyo que encontramos en el rector Ruta, en el profesor Gonzalo Nogueira y en Lalo fue enorme. Cuando las personas se ponen de acuerdo se pueden lograr muchas cosas, si uno lo hace con humildad”. Hay 480 detenidos en la Unidad. El Correntino (Marcelo) dice: “Ahora estamos alfabetizando a grupos cada vez más grandes. Qué es un verbo, una sílaba, empezar a leer y a escribir”. Lalo luego me cuenta: “Te conmueve ver cómo estos muchachos les enseñan a otros compañeros; tipos pesados, pero vieras el respeto”.
Cebolla: “Con eso rompés la psicosis del sistema, que en el fondo nunca hace nada para ayudarte”. Mosquito acuerda: “Hay que humanizar, porque todo lo otro es la Sinfonía en Re: resocializar, regenerar. Primero humanicemos, socialicemos, generemos. Después si no te salió mandate todos los re que quieras”.
Cebolla está acusado de homicidio. Me habla con una mezcla de tensión y sinceridad: “Más allá de lo injusto, cada uno sabe lo que hizo”. ¿Te sentís una víctima? “No, suena un poco cobarde. Sí siento la falta grave que pudo cometer uno, yo daría la vida por la persona; creo que ningún razonamiento está en matar a alguien. Leímos a Hobbes. El hombre es lobo del hombre. Pero yo separo al lobo del hombre. Aquí queremos darle un sentido a las cosas, pagar algo que uno hizo mal en la vida y tratar de decir al compañero que el camino no es la faca, no es la violencia ni la maldad”.
Me habla de otro encierro: “Mi madre, por ejemplo, se encerró en su medicación, en su habitación, en su televisor. Piensa que la inseguridad se arregla con una reja en la ventana, pero ésa es la cárcel psicológica de las personas. La gente así está más afectada que nosotros. Yo acá soy libre cuando leo un libro, cuando escribo, cuando hacemos cosas con mis compañeros. No somos lo que muestran los programas de televisión”. Le pido que me lea algo que haya escrito:
“Encuentro en mi interior una soledad, un largo camino de obstáculos que día a día voy superando a través de la luz que ilumina una pequeña ranura allá a lo lejos…”.
Se acerca Emiliano (El Tano, 24 años): “Estar acá me hizo pensar en la pregunta ‘¿por qué?’ Es una pregunta molesta. De chico te contestan: ‘porque yo lo digo’. Pensé: ¿por qué a la pobreza se le da de comer? Le das de comer sin educar, y no sirve. Y si educás sin dar trabajo ni comida, tampoco. Siempre te tienen agarrado”. El Tano cayó por el robo de una caja fuerte. “Mi mamá murió epiléptica al lado mío, cuando yo tenía 5 años. Crecés sólo, la calle. Yo insultaba a Dios. No es justificación. Hoy aquello que me pasó es mi fuerza para salir adelante”.
Me cruzo con el profesor que está dictando Antropología. Para presentarse sólo dice Héctor (o sea: abstemio del clásico autobombo). ¿Cuál es la diferencia entre los alumnos de la cárcel y los de la universidad? “Acá leen. Allá cuesta mucho. Acá hay un gran entusiasmo. Se sienten responsables y saben que de ellos depende que esto funcione. Estando acá me olvido de que es una cárcel. Me choca cuando salgo, y ellos se quedan”. ¿Qué se puede esperar? “El sentido de esto lo vamos a construir entre todos. Al final sabremos qué pudimos construir. Mientras tanto lo único seguro es que esto vale la pena”.
La cárcel tiene sus panópticos, las garitas desde las que se vigila todo, interconectadas por pasillos a unos 5 metros de altura por los que circulan los guardianes. Mosquito: “El otro día un guardián me chifla y me saluda. No estoy acostumbrado. Pero era éste”. Señala a un hombre musculoso que sale de la clase de Antropología, Eduardo, uno de los guardiacárceles que al entrar aquí se convierte, al menos en teoría, en compañero de los presos. “Yo estudiaba Trabajo Social en La Matanza, pero cuando supe que podía hacer Sociología acá ni lo pensé”. Se habla de situaciones de maltrato, violencia hacia los detenidos. ¿Algo que declarar? “Si se habla es porque ocurre, pero no estoy de acuerdo con usar la violencia. Ya están castigados por estar aquí. Pegarle a un tipo esposado es un acto de cobardía”.
Mosquito estudió Derecho la anterior vez que estuvo detenido. “Pero preferí seguir siendo ladrón antes que abogado. Esos roban almas. Que me perdonen algunos buenos abogados que hay, pero el mundo sería mejor sin esa profesión”. La explicación sobre su propia situación: “Yo también pensé en vivir bien. Tener todo lo que hay. Cuando era pibe parecía que había dos opciones: estudiar o trabajar. Hoy las dos son inalcanzables para una cantidad de chicos. Pero a la vez te meten desde lo mediático: tenés que ser, que tener. Un cuentito que nos cabe a todos. Por eso hay que armar algo distinto, para no ser los desaparecidos de hoy”.
Armando abrojos
Uno de los salones de este espacio universitario está dedicado a un taller instalado por cuc como capacitación para algunos presos en el armado de zapatillas, lo cual puede derivar en formas futuras de empleo e ingresos para ellos. Pablo, 24 años, no tiene apodo. “Si no tenés nada, el medio para tener plata es el robo. Yo empecé a los 14 y no salís. Pero después si pensás bien, cada uno es grande y hace lo que quiere con su vida. Si querés, cambiás”.
Maxi tiene 22. “Para mí fue la necesidad, a los 13 empecé con la droga en La Cava y la delincuencia. Quería tener algo. Estoy desde los 18 años. Tengo una nena de 4 años y mi señora de 20”. ¿Se puede salir de la droga? “Sí, está en uno. Yo hace como un año que no me drogo”. Está preso hace cuatro años, pero no se droga hace uno. ¿En la cárcel se puede consumir droga? Maxi se ríe por mi inocencia: “Acá se consigue todo lo que está en la calle”. Mi presencia en la cárcel provocó un rato de sano esparcimiento y risas, ante preguntas tales como: ¿Y la policía no sabe?
En el Pabellón 7 hay 16 celdas para dos personas que al menos están abiertas, los presos pueden estar en contacto. “Los otros pabellones son el infierno” dice Cebolla. “Pensá que, además de la locura del encierro, actualmente hay un muerto cada tres días en las cárceles”.
Ahora hay tres lugares libres, y los presos están tratando de sacar gente de las otras tumbas para traerlos aquí. “Cuando viene un pibe se le dice: no fierro, no faca, no violencia física, no pastillas. Las pastillas te hacen perder”. Las pastillas son los psicofármacos que cunden en los botiquines de la gente “libre”.
En cada habitación hay dos camas, un bañito, algún pequeño televisor; se mezclan estampas del Gauchito Gil y San La Muerte con el Che, la Virgen de San Nicolás, la de Luján, chicas poco vírgenes en tanga (¿andarán presos de imágenes irreales de mujeres?), y la frase de Brecht: “Hay quienes luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”.
Lalo cree que todo lo que estoy viendo es la demostración de que en Argentina se judicializa a la pobreza. Mosquito cree que la cárcel “es el ámbito madre de todos los movimientos de podredumbre social”. Tito: “Acá se arman las bandas, los contactos. Vos manejás, vos sabés apretar, otro sabe computación, ya hicimos una organización”. “Es la universidad del delito”, remata Mosquito, que sugiere lisa y llanamente abolir las cárceles. Mientras uno va masticando semejante idea, conviene saber que las prácticas universitarias en Villa Devoto demostraron que el promedio de 30% o más de reincidencia delictiva, baja a menos del 3 % en quienes pasan por esas experiencias. Es algo técnico, sin Sinfonía en Re: el estudio y el trabajo son mejores humanizadores que el castigo.
El Ruso se llama Hernán, tiene 30 años, hace ocho que está preso, es uno de los únicos rubios del pabellón, técnico en automotores, inventor de las antenas de televisión que usan en el pabellón. Asegura que de algún modo cayó preso por buscar la libertad: “Es que hay un sistema donde usted tiene que alimentar a su familia, sale a trabajar, hace cosas, vuelve a su casa, y va pasando el tiempo sin disfrutar la vida, sino tratando de sobrevivir o ganar plata”. El Ruso no deja de sonreírme: “¿Quién decide sobre su vida? La vida no es normal, hay que luchar contra un sistema que no quiere que pienses y no quiere que cambies. Las personas tienen miedo a los cambios, aunque sean buenos. Hay que afrontar ese miedo, y aprender a salir adelante”.
La salida de la cárcel siempre es una frontera de ruidos de puertas metálicas cerrándose detrás de uno, una pesadez difícil de explicar, y la cabeza revuelta con esas charlas sobre la libertad, la violencia, el afuera y el adentro.
Es casi de noche, Lalo se acuerda de contarme que uno de los que ya salió, ahora está capacitando a cirujas para armar una cooperativa de reparación de computadoras. Más que ilusiones, Lalo busca hechos: “No se sabe qué puede pasar, todo es muy nuevo. Estas cosas que surgen inconcientemente son las mejores”. La inconciencia se refiere a algo que nació más de las ganas que de la planificación. Flor de loto: hacer sobre la marcha.
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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