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El verdadero quilombo brasileño

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Suena extraño que en un país que se pretende gran potencia global, más de la mitad de la población sea pobre y haya seis millones de familias sin vivienda. El Movimiento Sin Techo busca organizarlos, ocupa predios abandonados y terrenos de la periferia para presionar al gobierno del estado de Bahía, gobernado por un miembro del Partido de los Trabajadores. Hasta allí viajó Raúl Zibechi.

En un claro del Quilombo de Escada, mientras reparte cervezas heladas, Pedro Cardoso asegura que “nuestro objetivo es construir comunidades del buen vivir”. Las palabras resbalan lánguidas, como para abrirse paso entre un calor pegajoso en un mar de casitas de madera, cartón, chapa y plástico, una mezcla que delata tanta pobreza como precariedad. En los deseos de Pedro convergen dos inspiraciones al parecer complementarias: las tradiciones de cultura negra y la teología de la liberación. Pedro comenzó a participar en la resistencia a la dictadura hacia 1979 en comunidades eclesiales de base, que se reunían frente al quilombo, en la gran zona favelada de Periperi donde vive hace tantos años. Ahora es uno de los coordinadores del Movimiento Sin Techo.
De origen bantú, el quilombo era el espacio donde se refugiaban los esclavos que huían de las plantaciones. Casi todos eran negros aunque había indios y hasta algunos blancos, quizá porque los quilombos eran espacios de libertad y resistencia a la opresión. El más célebre, el Quilombo de Palmares, sobrevivió durante más de un siglo (1600-1710) y se convirtió en emblema de la resistencia afrobrasileña que hoy reivindica los movimientos sociales.
Los 22 campamentos del Movimiento Sin Techo de Bahía (mstb) se encuentran en la periferia de Salvador o en municipios aledaños. Son casi cinco mil familias, incluyendo las 1.500 que ya consiguieron vivienda definitiva. Para llegar a Cidade de Plástico, el más emblemático de los asentamientos con 228 familias acampadas, hay que recorrer casi 20 kilómetros desde el Pelourinho, el centro histórico donde se amontonan turistas de todo el mundo.
En Salvador, considerada la capital del desempleo, la elección de Lula en 2002 “favoreció el nacimiento de movimientos sociales, pues se creía que habría menor represión policial”, apunta Pedro. El Movimiento Sin Techo de Salvador nació pocos meses después de que el líder metalúrgico se instalara en Planalto. La primera ocupación “impulsada por madres y mujeres”, alcanzó en pocos días las 700 personas. En los meses siguientes se les sumaron varios miles de familias, personas que viven bajo los puentes, que duermen en las playas, que viven de favor con otros familiares o que pagan alquileres demasiado elevados. Algunas familias que ocupaban inmuebles vacíos en el centro se fueron incorporando para presionar al gobierno municipal y al estatal. Desde el principio contaron con el apoyo de la Comisión de Justicia y Paz de la Arquidiócesis de Salvador.
En enero de 2005, cuando ya habían realizado unas 50 ocupaciones, convocaron al primer congreso. Se dotaron de reglas internas que, entre otras cosas, prohíben la venta de terrenos, la violencia doméstica y el tráfico de drogas, y de una estructura organizativa. Entre sus principios, destaca que se consideran herederos de las tradiciones de la resistencia negra del Nordeste brasileño, se referencian en líderes como Zumbí de Palmares y Zeferina, lideresa del Quilombo de Urubú, cerca de Salvador, y también en la Guerra de Canudos que inmortalizó el novelista Euclides da Cunha.
Las ocupaciones pueden ser de terrenos donde se acampa en “barracos” (construcciones precarias de plástico y madera) o de predios deshabitados. Mantienen ocupadas dos fábricas cerradas, además de edificios estatales en desuso, un club deportivo y varios edificios privados y municipales. Han registrado alrededor de 36 mil sin techo, lo que permite asegurar que el movimiento seguirá creciendo. Finalmente, las comunidades son las conquistas efectivas de viviendas que dan lugar a nuevos barrios, como Valeria, donde se construyeron 150 casas con apoyo estatal y ayuda mutua.
 
 
Tráfico vs. organización
Alrededor del 70 por ciento de los integrantes del mstb son mujeres, “el sector más dinámico del movimiento” según Ana, la mayor parte madres solteras. Casi todos son desempleados, recolectores de residuos sólidos, vendedores de diarios, limpiadoras y toda la gama de oficios que caracteriza la informalidad urbana. Según Pedro, el ingreso medio de los Sin Techo del movimiento son 300 reales por mes por familia (algo más de 150 dólares) y apenas un diez por ciento reciben Bolsa Familia, el más conocido plan social del gobierno.
“Cada cincuenta familias –explica Pedro– se forma una brigada de diez personas que es la encargada de administrar el campamento durante una semana, se encarga de la asegurar la higiene y la limpieza, de coordinar las asambleas y de resolver los conflictos menores. Para las tareas colectivas se hacen mutiroes (trabajo comunitario), pero en realidad no hemos conseguido que se formen brigadas en todos los campamentos”. La idea de las brigadas la copiaron de los Sin Tierra, el que inspira a todos los movimientos de base de Brasil y a una parte considerable de los de América Latina. Pero el trabajo urbano es mucho más complejo que el rural.
Unos kilómetros más y llegamos a un morro llamado Monte Sagrado, en cuya cima funciona el Quilombo do Paraíso. Parece otro mundo. A diferencia de Cidade de Plástico, donde los “barracos” están amontonados uno sobre otros junto a la bahía contaminada, aquí el campamento se alza sobre una hermosa vista que domina toda la bahía, las casas tienen mucho terreno y están separadas por diez y hasta veinte metros. El único punto en común es la infaltable cancha de fútbol que ocupa el centro del quilombo, territorio excluyente de los varones jóvenes.
Pedro explica las razones por las cuales aquí se están construyendo casi todas las viviendas con ladrillos, aunque el campamento es más reciente. “En los asentamientos más viejos no construyen esperando soluciones del gobierno, pero aquí una asamblea decidió construir porque están resabiados con las promesas incumplidas y no están dispuestos a esperar. Aquí hay buen terreno, aunque está más lejos del centro, y la gente sabe que el Estado hace casas de 32 metros cuadrados y ellos las van haciendo a su modo, de a poco pero con más espacios”.
Como en todos los campamentos, el agua y la luz se obtienen por conexiones ilegales, pero toleradas por las empresas. En algún momento la conversación se adentra por los sombríos vericuetos del tráfico de drogas. Pedro y Ana son francos y directos. “En todos los campamentos hay tráfico. En los predios es más difícil porque son espacios cerrados. Pero cuando la ocupación es abierta, como en los campamentos, el tráfico es una realidad”. Como tantos otros brasileños que trabajan en favelas y en barrios pobres, estiman que el principal problema, no obstante, es la Policía Militar, un cuerpo por demás corrupto y cruel.
Aseguran que el tráfico es un problema para el movimiento, porque fomenta la violencia, la presencia policial y desarticula las redes sociales. “El método que usamos –dice Pedro– consiste en hacer un pacto de convivencia. Les decimos que si trafican ponen a todos en riesgo porque la policía va a entrar al campamento. Pero ellos suelen tener relaciones muy fluidas con la policía. El pacto es que no hagan nada que pueda criminalizar al campamento, pero tenemos que hacerlo con cuidado porque ellos no dudan en eliminarte, hay que tratar de evitar situaciones de violencia. Hasta ahora no mataron a ningún líder como en otras ciudades”.
Ana explica que el tráfico fomenta el machismo y la violencia contra las mujeres, y recuerda el caso de una compañera, líder de un campamento, que tuvo que irse a Sao Paulo porque les hizo frente y casi la matan. Sin embargo, la relación de los traficantes con la comunidad es extraña. “Con ellos se cortan los robos porque no quieren que venga la policía ni que haya problemas que perjudiquen el tráfico y la comunidad sufre menos robos ahora que antes”, concluye Pedro casi exhausto.
 
 
Las Guerreras
«Los hombres me asediaban hasta que supieron que soy la compañera de Pedro”, escupe el rostro endurecido de Ana, incapaz de disimular el fastidio. Para la mujer negra y pobre, todas las opresiones se vuelven una. Ingresa al tema de género por una de las puertas más duras: la violencia de los traficantes contra las mujeres, para quienes son apenas objetos sexuales, y muy en particular contra las dirigentes que los enfrentan.
Construir organización y conciencia de género es casi una proeza en estas condiciones, en territorios donde no se aventuran ni los funcionarios estatales (menos aún diputados y concejales) ni los miembros de las ongs que piden fondos y salarios, para ayudar a los pobres. Ellas están solas para enfrentarse a los hombres armados, sean de la Policía Militar o del crimen organizado, diferencia que las más de las veces se reduce al uniforme.
Una de las mayores conquistas del movimiento es haber creado una organización de mujeres, las Guerreras Sin Techo, el 8 de marzo de 2005. Lo hicieron “para denunciar y combatir el racismo y el machismo existente dentro del mstb y en la sociedad”, porque descubrieron con dolor que en el movimiento sucedía lo mismo que fuera. Aunque las mujeres son el 70 por ciento de la organización, en la coordinación estatal había apenas un puñado. Hoy, con orgullo, dicen que en los niveles de dirección seis de cada diez son mujeres.
En un documento público señalan: “Sufrimos con la violencia doméstico-familiar, con la muerte de nuestros hijos negros que están siendo exterminados por la policía o en la guerra del narcotráfico. Sufrimos con la falta de libertad de nuestras hijas que están cada vez más presas en los barracos por la violencia sexual que ronda las ocupaciones”. En Cidade de Plástico los esfuerzos de las Sin Techo han fructificado en la construcción de un comedor cooperativo integrado por veinte personas mujeres que sirve todos los días más de cien platos a dos reales. “Guerreiras de Zeferina”, luce el mural a la entrada del único espacio del campamento que destaca por su limpieza, dice Ana con orgullo. “El movimiento ha conseguido visibilizar el papel de las mujeres, invisible en la cotidianeidad, al grado que son las que ocupan más cargos de responsabilidad”.
En 2008 también consiguieron poner en pie núcleos de formación que incluyen módulos de género. Tal vez el papel de las mujeres sea uno de los aspectos en el que la actividad de los Sin Techo tiene resultados más notables. Es cierto que si se las compara con los Sin Tierra, donde existe una fuerte tensión por la igualdad de género, aún tienen mucho camino por recorrer. Sin embargo, han configurado un espacio emancipatorio desde el cual disputan la hegemonía en la vida pública. “Se integran al trabajo colectivo de construcción de viviendas, a las cooperativas de autogestión, a los espacios de debate del movimiento y a las esferas públicas de discusión de las políticas sociales”.
 
 
Resistencia urbana
Seis años es muy poco tiempo para cualquier movimiento. Si miramos los campamentos como Cidade de Plástico y Escada, queda la sensación de que el cambio social desde los márgenes es casi imposible, por los traumas que provocan el hacinamiento, la miseria y las privaciones. Por el contrario, si observamos las hileras de casitas de la comunidad de Valencia, con dos habitaciones cada una, sala, cocina, baño y un terreno al fondo, donde las mujeres pusieron en pie una cooperativa de alimentos, retorna la esperanza.
Ana, sin embargo, desborda optimismo. Pese a su escaso salario como maestra, apenas 600 reales (poco más de 300 dólares), dedica casi todo su tiempo libre al movimiento. Se encarga de las relaciones con los colectivos urbanos de Brasil, una realidad que viene creciendo y que permitió hace un par de años fundar el Frente de Resistencia Urbana, donde confluyen 14 movimientos de una docena de ciudades. El Frente comenzó a tejerse en 2006 en un encuentro en Sao Paulo, en base a cuatro ejes: reforma urbana, derecho a la vivienda y al trabajo, y contra la criminalización de la pobreza.
Hace más de una década que los Sin Tierra vienen promoviendo la creación de movimientos urbanos, pero recién ahora parecen estar cuajando. Por los datos que aporta Ana, los movimientos urbanos tienen más sintonía con la cultura juvenil que con la sindical y los partidos de izquierda. Una presencia muy potente, además de los Sin Techo, es la del hip-hop y del movimiento negro, que le dan un perfil muy diferente al de los movimientos formales y estructurados: “Somos muy parecidos en las formas de trabajar, entre las que destaca que no hay lucha por la hegemonía”. La “alianza” entre los Sin Techo y los jóvenes hip hop fue algo natural, ya que conviven en las favelas, sufren acoso policial y comparten la misma rebeldía ante la pobreza y un sistema que los margina. Los Sin Techo consideran que el rap y el hip hop estimulan el cambio en los valores y prácticas sociales, culturales y comunitarias.
Ana sostiene que como el gobierno de Lula no hizo la reforma agraria y el campo está siendo copado por el agronegocio (soja y de caña de azúcar para biocombustibles), cada vez llegan más jóvenes a las ciudades. En un tiempo, es probable que los movimientos urbanos desplacen a los rurales como referencia del cambio social. Como los tiempos apremian, lanzaron la campaña “Mi casa, mi lucha” para denunciar la oleada de desalojos por la especulación inmobiliaria de cara al Mundial de Fútbol de 2014 y las Olimpiadas de 2016.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

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A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.

Por María del Carmen Varela

El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.

La propuesta reza:

El Teatro está Abierto: ENTRÁ.

La historia no se repite igual, pero rima.

El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.

La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.

Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».

El texto poético que acompaña el mitín:

Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada

Ayer fue incendio, hoy es apagón

Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito

Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva

Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital

En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.

Entrá porque es urgente

Entrá porque es ahora.

El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.

Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)

[email protected]

Instagram: @festivalentra

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