CABA
El verdadero quilombo brasileño
Suena extraño que en un país que se pretende gran potencia global, más de la mitad de la población sea pobre y haya seis millones de familias sin vivienda. El Movimiento Sin Techo busca organizarlos, ocupa predios abandonados y terrenos de la periferia para presionar al gobierno del estado de Bahía, gobernado por un miembro del Partido de los Trabajadores. Hasta allí viajó Raúl Zibechi.
En un claro del Quilombo de Escada, mientras reparte cervezas heladas, Pedro Cardoso asegura que “nuestro objetivo es construir comunidades del buen vivir”. Las palabras resbalan lánguidas, como para abrirse paso entre un calor pegajoso en un mar de casitas de madera, cartón, chapa y plástico, una mezcla que delata tanta pobreza como precariedad. En los deseos de Pedro convergen dos inspiraciones al parecer complementarias: las tradiciones de cultura negra y la teología de la liberación. Pedro comenzó a participar en la resistencia a la dictadura hacia 1979 en comunidades eclesiales de base, que se reunían frente al quilombo, en la gran zona favelada de Periperi donde vive hace tantos años. Ahora es uno de los coordinadores del Movimiento Sin Techo.
De origen bantú, el quilombo era el espacio donde se refugiaban los esclavos que huían de las plantaciones. Casi todos eran negros aunque había indios y hasta algunos blancos, quizá porque los quilombos eran espacios de libertad y resistencia a la opresión. El más célebre, el Quilombo de Palmares, sobrevivió durante más de un siglo (1600-1710) y se convirtió en emblema de la resistencia afrobrasileña que hoy reivindica los movimientos sociales.
Los 22 campamentos del Movimiento Sin Techo de Bahía (mstb) se encuentran en la periferia de Salvador o en municipios aledaños. Son casi cinco mil familias, incluyendo las 1.500 que ya consiguieron vivienda definitiva. Para llegar a Cidade de Plástico, el más emblemático de los asentamientos con 228 familias acampadas, hay que recorrer casi 20 kilómetros desde el Pelourinho, el centro histórico donde se amontonan turistas de todo el mundo.
En Salvador, considerada la capital del desempleo, la elección de Lula en 2002 “favoreció el nacimiento de movimientos sociales, pues se creía que habría menor represión policial”, apunta Pedro. El Movimiento Sin Techo de Salvador nació pocos meses después de que el líder metalúrgico se instalara en Planalto. La primera ocupación “impulsada por madres y mujeres”, alcanzó en pocos días las 700 personas. En los meses siguientes se les sumaron varios miles de familias, personas que viven bajo los puentes, que duermen en las playas, que viven de favor con otros familiares o que pagan alquileres demasiado elevados. Algunas familias que ocupaban inmuebles vacíos en el centro se fueron incorporando para presionar al gobierno municipal y al estatal. Desde el principio contaron con el apoyo de la Comisión de Justicia y Paz de la Arquidiócesis de Salvador.
En enero de 2005, cuando ya habían realizado unas 50 ocupaciones, convocaron al primer congreso. Se dotaron de reglas internas que, entre otras cosas, prohíben la venta de terrenos, la violencia doméstica y el tráfico de drogas, y de una estructura organizativa. Entre sus principios, destaca que se consideran herederos de las tradiciones de la resistencia negra del Nordeste brasileño, se referencian en líderes como Zumbí de Palmares y Zeferina, lideresa del Quilombo de Urubú, cerca de Salvador, y también en la Guerra de Canudos que inmortalizó el novelista Euclides da Cunha.
Las ocupaciones pueden ser de terrenos donde se acampa en “barracos” (construcciones precarias de plástico y madera) o de predios deshabitados. Mantienen ocupadas dos fábricas cerradas, además de edificios estatales en desuso, un club deportivo y varios edificios privados y municipales. Han registrado alrededor de 36 mil sin techo, lo que permite asegurar que el movimiento seguirá creciendo. Finalmente, las comunidades son las conquistas efectivas de viviendas que dan lugar a nuevos barrios, como Valeria, donde se construyeron 150 casas con apoyo estatal y ayuda mutua.
Tráfico vs. organización
Alrededor del 70 por ciento de los integrantes del mstb son mujeres, “el sector más dinámico del movimiento” según Ana, la mayor parte madres solteras. Casi todos son desempleados, recolectores de residuos sólidos, vendedores de diarios, limpiadoras y toda la gama de oficios que caracteriza la informalidad urbana. Según Pedro, el ingreso medio de los Sin Techo del movimiento son 300 reales por mes por familia (algo más de 150 dólares) y apenas un diez por ciento reciben Bolsa Familia, el más conocido plan social del gobierno.
“Cada cincuenta familias –explica Pedro– se forma una brigada de diez personas que es la encargada de administrar el campamento durante una semana, se encarga de la asegurar la higiene y la limpieza, de coordinar las asambleas y de resolver los conflictos menores. Para las tareas colectivas se hacen mutiroes (trabajo comunitario), pero en realidad no hemos conseguido que se formen brigadas en todos los campamentos”. La idea de las brigadas la copiaron de los Sin Tierra, el que inspira a todos los movimientos de base de Brasil y a una parte considerable de los de América Latina. Pero el trabajo urbano es mucho más complejo que el rural.
Unos kilómetros más y llegamos a un morro llamado Monte Sagrado, en cuya cima funciona el Quilombo do Paraíso. Parece otro mundo. A diferencia de Cidade de Plástico, donde los “barracos” están amontonados uno sobre otros junto a la bahía contaminada, aquí el campamento se alza sobre una hermosa vista que domina toda la bahía, las casas tienen mucho terreno y están separadas por diez y hasta veinte metros. El único punto en común es la infaltable cancha de fútbol que ocupa el centro del quilombo, territorio excluyente de los varones jóvenes.
Pedro explica las razones por las cuales aquí se están construyendo casi todas las viviendas con ladrillos, aunque el campamento es más reciente. “En los asentamientos más viejos no construyen esperando soluciones del gobierno, pero aquí una asamblea decidió construir porque están resabiados con las promesas incumplidas y no están dispuestos a esperar. Aquí hay buen terreno, aunque está más lejos del centro, y la gente sabe que el Estado hace casas de 32 metros cuadrados y ellos las van haciendo a su modo, de a poco pero con más espacios”.
Como en todos los campamentos, el agua y la luz se obtienen por conexiones ilegales, pero toleradas por las empresas. En algún momento la conversación se adentra por los sombríos vericuetos del tráfico de drogas. Pedro y Ana son francos y directos. “En todos los campamentos hay tráfico. En los predios es más difícil porque son espacios cerrados. Pero cuando la ocupación es abierta, como en los campamentos, el tráfico es una realidad”. Como tantos otros brasileños que trabajan en favelas y en barrios pobres, estiman que el principal problema, no obstante, es la Policía Militar, un cuerpo por demás corrupto y cruel.
Aseguran que el tráfico es un problema para el movimiento, porque fomenta la violencia, la presencia policial y desarticula las redes sociales. “El método que usamos –dice Pedro– consiste en hacer un pacto de convivencia. Les decimos que si trafican ponen a todos en riesgo porque la policía va a entrar al campamento. Pero ellos suelen tener relaciones muy fluidas con la policía. El pacto es que no hagan nada que pueda criminalizar al campamento, pero tenemos que hacerlo con cuidado porque ellos no dudan en eliminarte, hay que tratar de evitar situaciones de violencia. Hasta ahora no mataron a ningún líder como en otras ciudades”.
Ana explica que el tráfico fomenta el machismo y la violencia contra las mujeres, y recuerda el caso de una compañera, líder de un campamento, que tuvo que irse a Sao Paulo porque les hizo frente y casi la matan. Sin embargo, la relación de los traficantes con la comunidad es extraña. “Con ellos se cortan los robos porque no quieren que venga la policía ni que haya problemas que perjudiquen el tráfico y la comunidad sufre menos robos ahora que antes”, concluye Pedro casi exhausto.
Las Guerreras
«Los hombres me asediaban hasta que supieron que soy la compañera de Pedro”, escupe el rostro endurecido de Ana, incapaz de disimular el fastidio. Para la mujer negra y pobre, todas las opresiones se vuelven una. Ingresa al tema de género por una de las puertas más duras: la violencia de los traficantes contra las mujeres, para quienes son apenas objetos sexuales, y muy en particular contra las dirigentes que los enfrentan.
Construir organización y conciencia de género es casi una proeza en estas condiciones, en territorios donde no se aventuran ni los funcionarios estatales (menos aún diputados y concejales) ni los miembros de las ongs que piden fondos y salarios, para ayudar a los pobres. Ellas están solas para enfrentarse a los hombres armados, sean de la Policía Militar o del crimen organizado, diferencia que las más de las veces se reduce al uniforme.
Una de las mayores conquistas del movimiento es haber creado una organización de mujeres, las Guerreras Sin Techo, el 8 de marzo de 2005. Lo hicieron “para denunciar y combatir el racismo y el machismo existente dentro del mstb y en la sociedad”, porque descubrieron con dolor que en el movimiento sucedía lo mismo que fuera. Aunque las mujeres son el 70 por ciento de la organización, en la coordinación estatal había apenas un puñado. Hoy, con orgullo, dicen que en los niveles de dirección seis de cada diez son mujeres.
En un documento público señalan: “Sufrimos con la violencia doméstico-familiar, con la muerte de nuestros hijos negros que están siendo exterminados por la policía o en la guerra del narcotráfico. Sufrimos con la falta de libertad de nuestras hijas que están cada vez más presas en los barracos por la violencia sexual que ronda las ocupaciones”. En Cidade de Plástico los esfuerzos de las Sin Techo han fructificado en la construcción de un comedor cooperativo integrado por veinte personas mujeres que sirve todos los días más de cien platos a dos reales. “Guerreiras de Zeferina”, luce el mural a la entrada del único espacio del campamento que destaca por su limpieza, dice Ana con orgullo. “El movimiento ha conseguido visibilizar el papel de las mujeres, invisible en la cotidianeidad, al grado que son las que ocupan más cargos de responsabilidad”.
En 2008 también consiguieron poner en pie núcleos de formación que incluyen módulos de género. Tal vez el papel de las mujeres sea uno de los aspectos en el que la actividad de los Sin Techo tiene resultados más notables. Es cierto que si se las compara con los Sin Tierra, donde existe una fuerte tensión por la igualdad de género, aún tienen mucho camino por recorrer. Sin embargo, han configurado un espacio emancipatorio desde el cual disputan la hegemonía en la vida pública. “Se integran al trabajo colectivo de construcción de viviendas, a las cooperativas de autogestión, a los espacios de debate del movimiento y a las esferas públicas de discusión de las políticas sociales”.
Resistencia urbana
Seis años es muy poco tiempo para cualquier movimiento. Si miramos los campamentos como Cidade de Plástico y Escada, queda la sensación de que el cambio social desde los márgenes es casi imposible, por los traumas que provocan el hacinamiento, la miseria y las privaciones. Por el contrario, si observamos las hileras de casitas de la comunidad de Valencia, con dos habitaciones cada una, sala, cocina, baño y un terreno al fondo, donde las mujeres pusieron en pie una cooperativa de alimentos, retorna la esperanza.
Ana, sin embargo, desborda optimismo. Pese a su escaso salario como maestra, apenas 600 reales (poco más de 300 dólares), dedica casi todo su tiempo libre al movimiento. Se encarga de las relaciones con los colectivos urbanos de Brasil, una realidad que viene creciendo y que permitió hace un par de años fundar el Frente de Resistencia Urbana, donde confluyen 14 movimientos de una docena de ciudades. El Frente comenzó a tejerse en 2006 en un encuentro en Sao Paulo, en base a cuatro ejes: reforma urbana, derecho a la vivienda y al trabajo, y contra la criminalización de la pobreza.
Hace más de una década que los Sin Tierra vienen promoviendo la creación de movimientos urbanos, pero recién ahora parecen estar cuajando. Por los datos que aporta Ana, los movimientos urbanos tienen más sintonía con la cultura juvenil que con la sindical y los partidos de izquierda. Una presencia muy potente, además de los Sin Techo, es la del hip-hop y del movimiento negro, que le dan un perfil muy diferente al de los movimientos formales y estructurados: “Somos muy parecidos en las formas de trabajar, entre las que destaca que no hay lucha por la hegemonía”. La “alianza” entre los Sin Techo y los jóvenes hip hop fue algo natural, ya que conviven en las favelas, sufren acoso policial y comparten la misma rebeldía ante la pobreza y un sistema que los margina. Los Sin Techo consideran que el rap y el hip hop estimulan el cambio en los valores y prácticas sociales, culturales y comunitarias.
Ana sostiene que como el gobierno de Lula no hizo la reforma agraria y el campo está siendo copado por el agronegocio (soja y de caña de azúcar para biocombustibles), cada vez llegan más jóvenes a las ciudades. En un tiempo, es probable que los movimientos urbanos desplacen a los rurales como referencia del cambio social. Como los tiempos apremian, lanzaron la campaña “Mi casa, mi lucha” para denunciar la oleada de desalojos por la especulación inmobiliaria de cara al Mundial de Fútbol de 2014 y las Olimpiadas de 2016.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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