CABA
El planeta soja
Una vuelta por el campo según Expo Agro. Nuestro enviado especial, Darío Aranda, recorrió el escenario donde monta su marketing el agronegocio. Clarín y La Nación son los dueños del tinglado. Las corporaciones exponen allí ideología, marketing y estrategias. Y el Estado, también.El stand de la automotriz Audi es uno de los más grandes de la muestra. Llamativo: es la única empresa de vehículos presente que no cuenta con camionetas, sólo autos de alta gama. El más económico: Audi A5, 65.000 dólares, 282.000 pesos. Enfrente, la empresa de salud privada OSDE, la más grande del país, exclusiva, salud para pocos. Al lado, paradoja del destino, el stand de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores. Los trabajadores del campo, de los peores pagos y donde se registran los más altos porcentaje de trabajo en negro, sin derechos laborales.
Así es Expoagro, “la gran muestra del campo”.
Bienvenida. La puerta de ingreso es enorme: un arco de diez metros de alto y veinte de ancho. Color blanco, verde y naranja -distintivos de la muestra- y el eslogan: “Encuentro, trabajo y negocios. Una muestra agropecuaria a cielo abierto de vanguardia mundial”. A ambos lados, largas filas de mástiles y banderas, insignias del ejército guardián: estandartes rojos y blancos para Clarín, azules y blancos para La Nación, pilares mediáticos del modelo y dueños de la feria.
Al traspasar la entrada, una suerte de barrio. Amplias calles de tierra, con 40 manzanas y en lugar de casas, amplios stands. En el centro, las automotrices, maquinarias y de servicios. A la izquierda, locales de comida -con precios de Puerto Madero-, en el margen final, las semilleras y los campos experimentales. En el extremo derecho, la sala de prensa y los medios de comunicación del sector.
El sol de marzo cae caliente sobre Junín y no hay un solo árbol en donde buscar refugio. Imagen perfecta del agronegocio, que necesita campo arrasado. Según la propia Secretaría de Ambiente, entre 2002 y 2006, se desmontaron a razón de 32 canchas de fútbol por hora.
Expoagro, sin árboles: no hay metáfora.
Agromedios. La carpa blanca está repleta. Diez metros por diez. Dividida al medio por vidrios que hacen de sala de conferencias, con pantalla gigante, estrado y una treintena de sillas. Habla un “especialista en mercados a futuro” y los periodistas toman nota. Del otro lado del vidrio, en lo que queda de sala de prensa, se amontonan colegas con anotador en mano, cámaras de televisión y reporteros gráficos.
“¿MU? ¿Es un medio especializado en ganadería?”, pregunta la encargada de acreditación.
-No: al modelo agropecuario en general, respondo sincero.
En la sala de prensa distribuyen los periódicos Tranquera y TodoAgro, que cuentan las bondades del modelo y están saturados de publicidad de empresas del sector.
Shopping. Los organizadores precisan que Expoagro cuenta con 500 stands. Sobre la calle principal, el primero es de Ford. Todas las camionetas, insumo de trabajo en el campo, son el bien más admirado. Un joven sub 30, de camisa celeste, jean y alpargatas, se sube a la nueva Ranger (doble tracción, obvio), lo más cercano a una nave espacial con cuatro ruedas. El padre lo observa desde abajo, por la ventanilla del acompañante.
-¿Qué te parece? (pregunta papá)
-Un fierro -resume el hijo, que aprueba la compra.
El vendedor, de unos 50 años, sonríe.
Venta fácil.
“Somos de Carlos Casares. Siempre venimos. Hay mucha gente, a pesar de que no son tiempos buenos y encima el gobierno no ayuda”, se presenta Andrés y pide disculpas por no dar el apellido (da a entender que es por la “inseguridad”).
Durante todo el día se repetirán tres tópicos: lo “mal” que está el “campo”, las críticas al gobierno y el ocultar cuántas hectáreas tienen. Pueblos indígenas y campesinos cuentan con orgullo cuánta tierra trabajan. Todo lo contrario a los productores del modelo. Luego del quinto entrevistado que rechazó dar respuesta, al periodista le cae la ficha: con tres datos -lugar, cultivo y cantidad de hectáreas- se puede estimar qué tipo de productor es y, lo que más incómoda, qué montos de dinero maneja.
Monstruo. “MAP II 3500 MD”. Pulverizadora marca Pla, más conocida en el campo como “mosquito”, un enorme tractor amarillo de 3,75 metros de alto con dos brazos que abarcan 28 metros de largo. Tiene un tanque de 3.500 litros de agroquímicos, llamado “remedio” por los agrónomos y “agrotóxico” por las poblaciones que padecen las fumigaciones. Costo: 535.000 pesos. Un matrimonio joven observa la máquina. Él se anima y sube. Mira a su alrededor y baja con una sonrisa: “Es un monstruo. ¿Te imaginás?”, le pregunta a la esposa, como quien propone cambiar de televisor.
Estado. La carpa tiene 15 metros de ancho por treinta de largo. Es el lugar donde el gobierno es más visible: el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el espacio oficial que mejor imagen tiene entre los productores, las empresas y los periodistas del sector. Con más de 50 años, y bajo un discurso de neutralidad técnica, el INTA fue el espacio de entrada y consolidación del actual modelo de agronegocios.
Una sala hace de librería. Variadas producciones técnicas, investigaciones de las más específicas. En la decena de mesas no sobresale ni un título referido a campesinos o “agricultura familiar”, como el discurso tecnócrata rebautizó a la base de la pirámide rural.
“Como en todas las ediciones anteriores, el INTA está presente porque es un evento importante para el sector y además hay muchos productores, que es con quien el INTA quiere estar”, explica Lisandro Arrasqui, del INTA de Justiniano Posee (Córdoba). En diez minutos nombrará no menos de quince veces la palabra INTA. Con 29 años y 4 que trabajando en la institución, ya tiene la camiseta puesta de manera literal: una chomba azul francia con el logo en letras rojas, pero también en lo conceptual.
“Hacemos hincapié en el agregado de valor en origen. Que un productor primario de grano de soja, maíz, girasol o trigo que hoy lo entrega al puerto de Rosario, pueda transforma ese grano en molienda, alimento balanceado, sólo por darte un ejemplo”, señala, en sintonía con el Plan Estratégico Agroalimentario (PEA), planificado por el gobierno y las provincias para aumentar un 60 por ciento la producción granaria para 2020, corrimientos de frontera agropecuaria mediante.
“La clave es asociarse, porque sino los más pequeños van a desaparecer y también los pequeños pueblos. Si se asocian, incluso se pueden desarrollar plantas de biodiesel, bioetanol, podemos transformar los granos en energía”, celebra el técnico del INTA.
Pregunto: ¿No es contradictorio destinar granos, tierra, agua, para hacer combustible para vehículos?
Cambia la predisposición del hasta hace momentos amable intiano. “Para nada. Está probado a nivel mundial y también aquí que es falso eso de que ‘se transforma la comida de humanos en comida para autos. Ese discurso proviene de los mismos que se oponen a la biotecnología y no se pueden negar a eso. Un ejemplo impresionante: en el país, mediante la biotecnología, se dio vida a la ternera Rosita, que puede generar leche materna”.
Ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de Córdoba, rubio alto, ojos claros, descarta que el PEA traiga consecuencias ambientales. “Habrá una expansión sobre algunas zonas, pero son lugares improductivos, y habrá una mejora en el rendimiento de los cultivos”, explica, aunque no puede precisar las zonas “improductivas”.
El agronegocio y los gobiernos, suelen considerar improductivas las zonas habitadas, y trabajadas, por campesinos e indígenas. Cuando en realidad son regiones con otro tipo de producción. A los ojos de campesinos e indígenas, el monte es muy productivo: de ahí obtienen alimentos y remedios. “El monte es la farmacia y el supermercado”, es una frase que recorre las regiones que aún escapan a los agronegocios.
Futuro. El espacio de Monsanto es imponente. Asemeja una gran nave blanca y gris. Reciben chicas imitación Barbie, altas, rubias, delgadas, sonrientes.
En el mostrador de “Agricultura sustentable” hay un joven con folletería sobre ecología y cuidado ambiental. MU pregunta, grabador en mano, respecto a las políticas “sustentables” de Monsanto. El joven sonríe, pide que no lo comprometamos y explica que todo está explicado en el folleto. Entrega también un anotador de papel reciclado con un eslogan: “Producir más. Conservar más. Mejorar la calidad de vida”. Folleto mediante, Monsanto deja de ser una empresa de semillas y agroquímicos y se transforma en una oenegé ambiental.
El sol sacude y la hábil Monsanto ofrece en sus salones aire acondicionado, música y amplios sillones donde refugiarse. Se asemeja más a un VIP de la Costanera porteña.
Un grupo de sub 25 descansa desparramado en los amplios sillones blancos. El periodista pregunta de dónde son y qué hacen en Expoagro. Sonríen como adolescentes y se pasan la respuesta unos a otros. Están casi uniformados: chombas, jeans amplios gastados, zapatillas o alpargatas, sombra de barba y peinados prolijamente despeinados. Podrían protagonizar una serie para adolescentes de Cris Morena: Casi Ángeles. “Somos de Agronomía de la Universidad de La Plata. Vinimos en cole con la Facu”, explica Luciano Moyle, de Rauch. Todos son de pueblos-ciudades de Buenos Aires. Todos estudian agronomía. Y todos están fascinados con lo visto. “La ciencia y los fierros”, resumen. Traducido: la biotecnología (semillas, agroquímicos) y las maquinarías agrícolas.
En octubre de 2011 se realizó en la Facultad de Agronomía de La Plata el congreso número 23 de la Federación de Estudiantes de Agronomía y Afines (FAEA). Allí denunciaron al modelo agropecuario actual, los desmontes, desalojos, contaminación y consecuencias sanitarias por los agrotóxicos. Y apuntaron al rol cómplice de la universidad pública. “Son sectores minoritarios, son los zurdos, no entienden nada”, advierte Gastón Schur, también de Agronomía de La Plata. Todos sonríen. Moyle pone paños fríos: “Pensamos distinto. Nada más. Nosotros entendemos que el campo es esto. Ellos no. El futuro dirá quién se equivocó”.
Modelos. Para todos los gustos. Rubias estilo Nicole Neumann, la preferidas de las semilleras y automotrices. Morochas esbeltas como Pocahontas en las de maquinarias y de insumos locales. Algunas de jean y remera ajustada, otras con uniforme de las empresas e incluso con bombachas de gaucho y sombrero de ala ancha. Cobran entre 200 y 400 pesos por día, según cuál sea la tercerizada que las trajo a Junín.
“Poné que soy la Mirta Legrand de Junín”, solicita pícara, sonriente. Tiene 39, cabello corto y uniforme de pantalón gris y camisa azul. Limpia los baños químicos que están detrás de la sala de prensa. “Disculpá los nervios, es mi primera entrevista”, avisa y larga otra carcajada. Vive a trece cuadras de la feria, llega a las 8, se va a las 19. “De sol a sol, como los de la Sociedad Rural”, compara irónica. Cuenta que votó “a Cristina”, que ya es abuela y que sus nietos “tienen la asignación universal”. Que ese derecho le generó una pequeña complicación con las empresas de empleo temporal de la muestra: “Muchas vecinas tienen la asignación y no pudieron venir”.
¿Cuánto le pagan?
Abre la mano, la levanta hasta la altura de la cara y guarda el dedo pulgar. Silencio de segundos. Y remata: “Cuarenta pesos por día”.
Trece horas de trabajo. 3,1 pesos la hora.
La reina. El 56% de la superficie sembrada de Argentina contiene soja: la mitad de la producción granaria. A pesar de eso, no tiene un rol protagónico en Expoagro. Está presente, claro, pero no en la proporción que ocupa ni en hectáreas ni en las arcas públicas: 16.000 millones de dólares, a cifras de 2009.
“Esto que ves acá es la nueva tecnología”, invita Juan Manuel Bello, ingeniero agrónomo de semillera Don Mario, una de las empresas líderes del sector. Se refiere a una pecera de vidrio, de un metro de alto y dos de largo, dividida al medio. De un lado, la soja transgénica que se utiliza en la actualidad (llamada “RR”), tallos quebrados, hojas rotas y con agujeros de vaya a saber qué bicho. A su lado, la nueva soja “RR2 BT”, impecable, verde oscura: pareciera de plástico, artificial. “La idea es que se pueda comparar a simple vista”, explica.
¿Por qué aún no se utiliza en el país?
“Acá la comercializaremos cuando se logre consenso en toda la cadena: desde producción hasta exportación.
Pero ¿por qué no hay consenso?
“Monsanto es el propietario, el dueño del gen, que está protegido por patente. Y, como es lógico, el dueño del gen debe contar con el consenso para comercializar y asegurarse la propiedad intelectual”.
El representante de Don Mario-Monsanto no quiere pronunciar la palabra incómoda. “Consenso” significa que los productores locales acepten pagar regalías.
Grises. En Expoagro están presentes muchos de los ganadores del actual modelo de agronegocios, pero sería simplista afirmar que concurren sólo los ganadores. A poco de dejar la feria del “campo”, una rareza: dos gauchos de bombacha, bota, boina, camisa a cuadros. Dos adultos y un adolescente, el único de remera y alpargatas. Miran un Audi A5.
¿Qué les parece “la Expo”?
“Poca gente, poco interés de venta y poco de compra también. Muchos miran autos, pero pocos las herramientas”, critica el hombre alto, fornido, voz gruesa. Menea la cabeza en signo de desaprobación: “Está complicada la cosa. El sector no se encuentra en un buen momento y no hay políticas claras, no hay seguridad”.
El que habla es Guillermo Boeghin, de la vecina Chacabuco, también plena pampa húmeda, 32 años, aunque aparenta al menos diez más. Tiene 80 hectáreas. En 60 hace agricultura y en el resto ganadería. Entiende que el gobierno no tiene proyecto a futuro para el campo. Y lo ve claro en la ganadería y lechería, donde asegura que las políticas oficiales complican la vida del productor. Marca la mala racha desde 2005, “cuando Kirchner intervino los mercados, nos hizo liquidar los animales y los tambos comenzaron a caer”.
Lo interrumpe su amigo, Sebastian Sofía, 37 años, alto y delgado, también de Chacabuco, 150 hectáreas cercanas al río Salado. “Yo trato de producir en el campo para una buena vida para mí y mis hijos, pero se complica porque hay una persecución impositiva tan grande que se hace imposible. Meten a los grandes con los más chicos en la misma bolsa, y eso es injusto”, reclama.
Los entrevistados se retroalimentan. Es una catarsis ante el grabador. Boeghin retoma la palabra: “No te confundas. Esto que está acá no es el campo, esta ostentación que está acá no es lo que vemos en nuestras casas. Yo trabajo todos los días, de lunes a lunes, y ni en pedo me puedo comprar este bicho (señala el Audi A5)”, explica. Reconoce que está parado en un patrimonio de “dos palos” (dos millones de pesos), pero “ni con el mejor crédito llego a un tractor nuevo”. Desmitifican a los pooles de siembra: “¿Qué tiene de malo juntarse con otros, arrendar y ganar plata? Bien por quién puede, mal por quien nos trata a todos de la misma manera y mucho peor por quiénes deben controlar a los pooles y no lo hacen”, sienta postura Sebastian Sofía, ya envalentonado.
La charla avanza y está claro que no son kirchneristas. Se identifican como “dirigentes de base” de Carbap y cuestionan a Federación Agraria y Coninagro por acercarse al gobierno. “Las bases queremos estar unidas, más allá de los dirigentes. No nos negamos a aportar para el país, pagar impuestos, que diferenciemos entre grandes y pequeños. Sino es injusto”.
Ambos hacen ganadería y soja; recuerda que hacían trigo y maíz, pero ya no. “Todo te lleva para la soja, necesitás menos capital y menos insumos”, aclara Boeghin, el más robusto, que se encoge de hombros y vuelve a la carga: “Ellos (por el gobierno) dicen que no quieren la sojización, pero es mentira, al gobierno le sirve que el campo se inunde de soja porque van a tener más entrada de dinero”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

- Revista MuHace 3 semanas
Mu 205: Hay futuro
- CABAHace 2 semanas
Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”
- #NiUnaMásHace 2 semanas
Femicidios en julio: la noticia es el horror
- ActualidadHace 2 semanas
Mendoza movilizada: sábado de caravanazo contra la minera San Jorge
- ActualidadHace 3 semanas
Mapuches en Neuquén: 10.000 personas movilizadas contra la represión y en apoyo a las comunidades originarias