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Operación masacre

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Melina Romero fue asesinada brutalmente cuando cumplía 17 años. Su cuerpo fue hallado en un basural por mujeres de un movimiento social. La muerte se convirtió en rating y en construcción de la imagen de una chica sin rumbo. Lo mediático, lo machista, las drogas, el sexo, la umbanda, la violencia, el rol de la justicia, las formas de abuso y exclusión sobre las chicas y chicos que aquí cuentan cómo piensan y sienten el presente.

Era el mejor de los tiempos,
era el peor de los tiempos,
la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas;
la primavera de la esperanza y el invierno
de la desesperación.
Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada.
Historia de dos Ciudades, de Charles Dickens (novela, 1859), citada en la serie House of Cards y ahora en Mu.

Operación masacre

Veo esos ojos, la sonrisa, el peinado; la veo caminar como un fantasma azulado en las imágenes de las cámaras de seguridad: todo lo vemos, todo lo sabemos, y no vemos ni sabemos nada. No logro entender que se destruya a golpes a una chica de 17 años recién cumplidos. Es como descifrar signos sin ser sabio competente. Que se la viole y se la siga golpeando. Y se la vuelva a violar, y a golpear. Cada golpe, cada patada, cada sometimiento, sobre un cuerpo ya inerme hasta dejarla sin sonrisa, sin mirada, sin peinado.

Y que luego se descarte el cuerpo en un basural, envuelto en bolsas de residuos, en posición fetal, en una descomposición que alimenta la proliferación de microbios, hinchándose, hasta que lo encuentran unas mujeres en José León Suárez. Y empiezan a aparecer en las pantallas policías, fiscales, abogados, luego familiares y amigos aullando de dolor, velatorios, autopsias, testigos, imágenes únicas y revelaciones exclusivas para alimentar empresas audiovisuales y gráficas, que tantas veces son una hinchazón que descompone lo que estaba vivo, otra forma de proliferación microbiana.

Frente a estos casos confieso un sentimiento raro, que no es producto ni de la solidaridad ni de la compasión. Tampoco es indignación, curiosidad o escándalo moral, ni siquiera conciencia debidamente concientizada: es asfixia. Y por haber elegido este oficio incierto, ante la asfixia que no permite pensar –y no sé si sentir- tal vez convenga aplicar lo que recetaban antiguos maestros: ponerse en movimiento, salir, conversar, investigar, preguntar, sorprenderse, revolver en busca de eso que algunos llaman respuestas en la frontera entre la luz y las tinieblas.

Operación masacre

El ágora adolescente

Las risas revolotean en la pequeña plaza Martín Coronado, conurbano bonaerense, junto a la estación de la línea Urquiza. Es el gran punto de encuentro de adolescentes, antes o después de ir a las escuelas de los alrededores. Es la plaza en la que Melina Romero pasaba muchas tardes compartiendo horas, palabras, sueños, formas de ver el mundo.

Una parejita se besa golosamente, una chica corre a un chico, un grupo ríe, otros tres están escuchando a un amigo con la capucha del buzo puesta, que arma un rap con los ojos en el piso, el cuerpo como un diapasón, y las manos diseñando una historia en el aire. Edades entre 14 y 18 años.

Primero miran fijo, con una mezcla de curiosidad y desconfianza felina. Ven que estamos fotografiando a sus ancianos profesores (de 35 años promedio) que escribieron una carta asombrosa sobre el rol de los medios de comunicación en el crimen de su alumna. El grupo se va acercando a las baldosas que pintaron los hermanos de la chica asesinada, con aerosol negro:

“Tocar el sueño que no es realidad. Hermana descansa en paz, que nos veremos allá. Melina…”

Parados ante esas frases, consulto a los chicos. ¿Qué piensan de lo que pasó?

Paola: “Es una injusticia. Es una mierda”.

Leandro: “Nadie tenía derecho a matarla”.

Paola: “Era re copada, re buena persona, siempre estaba contenta. Cuando la veías, te sacaba una sonrisa. Te hacía la segunda”.

La segunda es acompañar, como la segunda voz de una melodía que uno jamás podría cantar solo.

Leandro no sólo rapea. “Soy famosito” explica. Su actividad en Facebook y el reparto de invitaciones para los boliches lo han convertido en esa categoría de adolescentes que han ganado notoriedad, amigos y fans virtuales. Relata Leandro: “Melina se quedaba alentándonos cuando hacíamos rap. ‘Bien ahí amigo’, nos decía. Si había algún problema entre dos chicos, los separaba. No le gustaban los quilombos. A mí me decía chupetín de brea. Y yo le decía pelolindo. Nunca vi una mujer con ese pelo: de un lado cortito, como un hombre, pero se dejaba una mecha rubia increíble, y se reía, y jodíamos con eso”.

¿Por qué creen que alguien, o algunos, pueden matar a una persona como Melina? Javier, gorro de lana sin visera, busca palabras con las manos. “Puede ser una cuestión, también, como ser… un hombre… usted discúlpeme las palabras que uso… como quien diría vulgarmente, el tipo quiere coger. Pero ella no. Al no poder, seguramente la habrán golpeado hasta matarla”.

Paola: “Se creen más hombres así”. Cuentan que en la plaza nunca permiten que un varón le pegue a una mujer. Uno de los chicos plantea una solución paradójica. “A un hombre que le pega a una mujer, sinceramente, hay que partirle una botella en la cabeza y tirarlo en un baldío”.

Leandro, que además de amasar rap compone medialunas y bizcochos en una panadería todas las noches, utiliza una palabra que no apareció en ninguna de las crónicas sobre el asesinato de Melina: “Tenés que estar mal de la cabeza para hacerle eso a una piba”. Levanta la cabeza y dice: “Son psicópatas”.

Psicópatas.

En la plaza de Martín Coronado, un grupo de chiquilines deja así propuesto un concepto que acaso explique mucho más que el crimen de una chica de pelo lindo asesinada cuando se le ocurrió decir no.

Operación masacre

La plaza de Martín Coronado

Retrato de la mala persona

Psicópata es el término técnico para referirse a lo que usualmente se llama mala persona, o cosas peores. Representa una característica antisocial de la personalidad. Implica una disociación con las emociones y sentimientos, el no registro de los demás, salvo para utilizarlos o someterlos. También la imposibilidad de ponerse en el lugar del otro. La indiferencia frente al dolor ajeno. La capacidad de ejercer la crueldad. La falta de culpa, no en un sentido cristiano, sino en la comprensión del daño al otro, junto a la capacidad extrema de desplazar toda culpa hacia los demás. El egocentrismo patológico. El abuso sexual, político, laboral, moral, burocrático. La perversión. No hay relación, sino consumo o uso del otro: el fin justifica los medios. La psicopatía implica la falta de afecto o empatía, pero la necesidad de agradar y seducir para poder vampirizar lo que lo rodea. La sexualidad robótica. La nula intención de reparar el daño causado, salvo para fingir si está en riesgo su poder sobre el otro o la satisfacción de sus deseos. La manipulación, el control, la aniquilación del otro -de su cuerpo, o de su voluntad, su autoestima, su autonomía- porque la psicopatía siempre es un asunto de poder.

Se puede pensar en personas, en acciones y en tiempos psicópatas.

Zorras y rating

Melina Romero cumplió 17 años el 23 de agosto, y esa noche fue al boliche Chankanab, en San Martín. No volvió a su casa de Martín Coronado. Su familia hizo la denuncia dos días después. Sus amigos y compañeros de la escuela repartieron volantes con la foto de Melina en las plazas, en canchas de fútbol (como la de Chacarita Juniors en San Martín); la reclamaban por Facebook, donde Javier, por ejemplo, escribió: “Che pelotuda aparecé que todos están preguntando por vos”.  Alejandro, uno de sus hermanos, escribió también, textualmente: “Dónde cuerno estás loka de mieerda venite para casa porqe mama ta preocupada”.

Ana, su madre, organizó marchas y panfleteadas con amigos y compañeros de escuela de Melina. La persistencia familiar despabiló la investigación judicial, se organizaron rastrillajes policiales, se reactivó la noticia, y las fotos de esa niña sonriente entusiasmaron a algunos editores de noticieros y diarios, tres semanas después de la desaparición.

Clarín tituló el 13 de septiembre, cuando todavía la familia no tenía noticias aún sobre Melina: “Una fanática de los boliches, que abandonó la secundaria”. La nota comenzaba: “La vida de Melina Romero, 17 años, no tiene rumbo”, frase que confirma, en papel prensa, la teoría del famosito Leandro sobre los psicópatas. El resto tiene el mismo tono, para crear una imagen negativa sin hablar sobre lo central: estaba desaparecida. 

“¿Por qué escribieron eso? ¿Quiénes se creen que son? ¿La conocían?”, pregunta con absoluta lógica Nico, 16 años, en referencia a los empleados del diario. Juan, 17, supone: “A lo mejor no tienen hijos”. Candela, 15: “Dijeron que era como una puta. Es una gran mentira. ¿Les gustaría que les digan a ellos que son putas o zorras?”. 

Soledad: “Y suponete que una chica se acuesta con chicos. ¿Es puta por eso? Y si una mujer es prostituta, ¿está bien que la maten?”. Los 16 años de Soledad, ya le permitieron entender cómo funciona en estas extrañas comarcas una frase: “algo habrá hecho”.    

Los noticieros y programas especiales compitieron durante horas y días mostrando las imágenes, prejuicios, insinuaciones, chismes y lo que en general resultó una violación mediática de la que Melina tampoco pudo defenderse. La aglomeración de personas maquilladas en cámara para opinar sobre quienes no pueden responderles, aporta también a la teoría de Leandro.

El cuerpo apareció el 23 de septiembre en los basurales de José León Suárez.

¿Noticias?

Los femicidios son una nueva operación masacre. Un detenido, una testigo clave, muchas noticias sobre sexo, drogas, fiestas, umbanda, para alimentar el rating geriátrico de la televisión abierta, dispositivo cada vez más ajeno a los jóvenes.

Candela, estirando el lado largo de su cabello: “Yo digo: cuando una mujer dice no, es no. Pero entonces le dan pastillas, le dan la jarra loca (mezcla de alcohol y drogas de venta legal como el clonazepam, marca Rivotril), la violan, la matan, y encima le echan la culpa a ella. No entiendo. Miro lo que pasa, y da miedo”. 

Que hable la escuela

Cuando Melina Romero aún estaba desaparecida, nueve de sus profesoras y profesores escribieron una carta urgente, conmovedora. Cuentan en ella que Melina siempre se destacó por tener un carácter decidido, por ser muy sociable y extrovertida. Aclaran: “El motivo de esta nota no es hacer una descripción de cómo era Melina, ya que eso no cambiaría el hecho de que esté desaparecida ni la responsabilidad de un sistema social causante de su desaparición, como el de tantas otras mujeres, que hacen las cifras del horror”.

Recuerdan: una mujer asesinada cada 30 horas en 2013 en Argentina.

Completan: “La relevancia del caso de Melina, tiene que ver con que es mujer y de una familia humilde. Se la condena por ello. La nota misógina, machista y miserable que sale en Clarín, da cuenta de lo que decimos”.

Párrafo sobre la prensa oficialista: “De la misma manera la consideran los medios que se rasgan las vestiduras de ser ‘objetivos y afectos a la ley’ como el oficialista C5N. El silencio objetivista y para nada condenatorio de parte de la TV Pública, deja que ese ‘sentido común’ crezca, y se vea como normal que las mujeres desaparezcan, o las maten. Y más normal, si es humilde”. 

Lucas López es profesor de Literatura, y Facundo Pilarche dicta los talleres de la Escuela Técnica 2 de Ciudad Jardín. Cuentan frente a un café con leche: “Desde la educación vemos que los mismos chicos reproducen esas ideas espantosas que presentan los medios: acusan a la víctima. Se notó mucho la diferencia con el tratamiento del caso de Ángeles Rawson, por la condición socioeconómica. Los pibes pobres no son vistos de la misma manera que los de otro sector social”.

Ángeles fue asesinada el año pasado, depositado también su cuerpo en los basurales de José León Suárez.

Lucas: “Los medios tienen una pretensión de inocencia brutal. Es violencia”.

Operación masacre

El abogado y el pai

El abogado de la familia de Melina es Marcelo Biondi, que responde a todos los moldes mediáticos. Su página de Internet lo muestra rodeado de micrófonos de movileros. En Twitter avisa a sus seguidoras (las bionditas) horarios y programas en los que participará y envía mensajes tipo:

“BUENAS NOCHES BIONDITAS QUE TERMINEN UN LINDO DIA Y COMIENCEN LA SEMANA C/MCHA LUZ Y BENDIC”.

Traje y camisa negra, corbata ídem con franjas grises, peinado con gel que rompe la ley de gravedad, sostiene ante Mu: “Tenemos una testigo principal, creíble, de 17 años”. En todos los medios se la nombra como Melody. “A Melina la golpearon, agredieron de puño y patadas, abusaron sexualmente y después la siguieron golpeando hasta provocarle la muerte. La testigo señala a Joel Fernández (Chavito), Elías Fernández (Narigón), Toto (16, menor de edad) y a un señor César, que tuvo que ver -según el testimonio- con el modo en que se deshicieron del cuerpo”.

César de Xangó es el nombre del pai umbanda que resultó detenido, tras brindar una conferencia de prensa con su propio abogado mediático. El templo ofrece, en sus volantes: “Ayuda espiritual. Destrabes. Buzios. Abre Caminos. Uniones. Limpiezas”. El eslogan del Reyno Africanista es inolvidable: “Ni buenos ni malos. Eficientes”. 

El abogado Biondi, que ofrece “experiencia, trayectoria y profesionalismo” planea sobre lo mediático: “Reconozco que intervengo en causas con repercusión. Sé que tengo fans en las redes sociales, y lo respeto. No soy hipócrita: me gusta hacer notas y participar en los medios”.

¿La notoriedad termina siendo una estrategia para que las causas sean visibles y avancen? “La repercusión de una causa es buena para todas las partes. Para el damnificado, por la visibilidad y porque crece la disposición política, judicial, policial mucho más que si no hay repercusión”.

Sobre el tratamiento a la imagen de Melina: “Ella viene de un origen humilde. En casos de familias más adineradas, se las trata de otro modo. Pero pibes de clase alta también participan en reuniones con alcohol y drogas, y pueden intentar someter sexualmente a una señorita presente. Es un tema general”.

Biondi aclara que no cobra de la familia de Melina, sino de un conocido mutuo. “Y apenas si alcanzará para viáticos. Me habían llamado para defender a uno de los acusados, pero en ese momento la familia de Melina me planteó que yo fuese su abogado. Les ofrecían estudios con un marketing muy importante. Me pareció valorable que me eligieran, tal vez no tengo tanto marketing, pero sí seriedad y formación”.

¿La presión mediática puede provocar que se busque la apariencia de avances en las causas, cosa que termina en la detención de los llamados perejiles?  “La repercusión excesiva a veces lleva a cometer desprolijidades. No es el caso de Melina. En la causa de Ángeles Rawson no tengo dudas que la presión llevó a cometer errores que violan garantías de cualquier imputado”.

Biondi fue abogado del caso Ángeles junto a Miguel Ángel Pierri. Defendían a Jorge Mangieri, el portero procesado por ese crimen. Este año los programas y revistas de la farándula revelaron que Pierri se separó de su mujer, Karina Ranni, al descubrir que ella había comenzado una relación sentimental con su socio, el propio Biondi, quien salió a plantear que ante una situación de violencia familiar que vivía Karina, él tuvo que elegir “entre dos amigos”.

Una cosa llevó a la otra.

La sociedad se disolvió.

Biondi y Ranni explicaron todo ante Chiche Gelblung. Pierri apareció en la revista Gente con su nueva novia, una policía 20 años menor: “Me enamoró más que ninguna”.

Biondi mira de reojo los celulares que suenan a su alrededor: “De mi vida privada no hablo más. Ya dijimos nuestra verdad”.

Luego, coordina su participación en el programa de Santo Biassati, para revelar en qué punto está el caso Melina.     

Foco y medios

Cuando logró reponerse del asesinato de su hija, Adoración Gutiérrez hizo algo extraño: estudió Derecho. Empezó a los 48, se recibió a los 54, y hoy es de las personas que acompañan, desde el Centro de Protección a las Víctimas de la provincia de Buenos Aires, a otras mujeres que pasan por lo mismo: por ejemplo a Ana María, la mamá de Melina.

“Yo era contadora. Cuando fue lo de mi hija, María Laura, quería justicia. Otras mamás han hecho oenegés o marchas, que desde ya comparto y acompaño, pero no me nació eso, sino buscar desde las propias leyes”.

Su hija fue secuestrada en el año 2000. Según el portal Infojus fue llevada a la fuerza, golpeada y drogada. “Luego llamaron a su familia pidiendo 30.000 pesos de rescate. Intentaron descuartizarla en vida pero no pudieron y la trasladaron a un basural de Gonnet. Finalmente la acuchillaron, la rociaron con nafta, la quemaron viva y siguieron llamando para exigir el dinero del rescate”. Dos mujeres fueron condenadas a perpetua, pero Adoración aún espera el juicio de quien considera el autor ideológico del crimen: el médico peruano Wilfredo Chipeiquén.    

“Nuestro trabajo hoy es acompañar a las familias, yo como abogada, una asistente social y un psicólogo. El tratamiento del caso de Melina es la re victimización de la víctima, con saña. Ella simplemente no quiso ser obligada a tener sexo grupal. Y por eso la mataron. Pero los medios desvían el foco cuando son sectores vulnerables. Lo vemos todo el tiempo”. 

Paradoja: lo mediático, aunque escandaloso, hace visible el caso y tal vez que avance. “Es mi bronca todos los días con el Poder Judicial. No digo todos, porque hay excelentes fiscales que se comprometen con lo que hacen. Pero muchos otros hacen simple papeleo de expedientes”.

Dora, como la llaman sus amigos, reconoce que “hay una cultura machista de los jueces, que no cambian la mentalidad aunque cambien las leyes. Después de lo de Wanda Taddei hubo muchos casos de mujeres quemadas y a veces  muertas por sus parejas. Acompañé a varias familias. Pero salvo el caso de Wanda, casi ninguno tuvo condena”.

Y a todo eso hay que agregarle otra dictadura moderna: “La burocracia es tremenda, y es una forma de violencia. Todo el tiempo veo que el Poder Judicial es capaz de ejercer esa violencia”.   

¿Quién encontró a Melina?

Las vecinas cuchicheaban preocupadas durante una reunión del Frente de Mujeres del Movimiento Evita, en San Martín. El encuentro tenía dos temas principales: la cooperativa textil que sostienen con el programa Ellas hacen, integrada por mujeres que sufren situaciones de violencia doméstica, y las acciones en la calle para denunciar y repudiar la desaparición de Melina Romero. Ornella Tinnirello, referente zonal del Frente, miraba de reojo a las dos mujeres. Al finalizar la reunión se acercaron. “Encontramos a Melina”, le dijeron.

El movimiento se hizo cargo de la situación. Uno de sus integrantes permaneció en la zona señalada hasta que llegaran los funcionarios judiciales, y finalmente se confirmó que había más que cuchicheos en las palabras de las mujeres, consideradas desde ese momento testigos protegidas.

¿Cómo se ve el tema de la violencia contra las mujeres desde barrios y villas que rodean los basurales del CEAMSE?

Eli: “Aquí vienen desde mujeres que las insultan en la casa, hasta chicas, como la que vino el otro día: prácticamente la desmayaron a golpes. Lo que pasa es que las mujeres llevan una cuestión cultural: hoy me golpeó, mañana capaz que mejora. Las mujeres cambian cuando la violencia va hacia los hijos”.

Diana cuenta que “sufría el problema”, se separó, y ahora volvió. “Pero ahora todo está bien. ¿Qué cambió? “Cambié yo. Le quité el poder que él tenía sobre mí. Entendí que no me podía tratar así, y lo tuvo que entender él”. Diana logró lo crucial frente a las acciones psicopáticas: poner límites.

Romina: “Siempre está el fondo machista de tomar a la mujer como objeto. Mirá Tinelli, el show, las minas en bolas, y él cortándoles la pollerita”.

Eli: “El tema es poseer. Al costo que sea. Y controlar a la persona. El hombre que es agresor no quiere que la mujer tenga independencia”.

Romina: “Lo principal aquí es cuando las mujeres vienen y después de un tiempo empiezan a levantar la cabeza, a ver a la compañera que tienen al lado”.

Diana: “Y recuperar la autoestima. Porque la violencia de género no es sólo el golpe, es el menosprecio”.

¿Y qué se hace frente a eso?

Eli: “Escuchamos a la mujer, después vemos qué quiere hacer. La decisión es de ella. La acompañamos hasta donde haya que llegar”. 

¿Hay más violencia contra las mujeres?

Romina: “Para mí se habla más, se sabe más. Es como la interrupción del embarazo. El año pasado yo lo hice. Y ahí supe que mi mamá había abortado, mi tía había abortado, y mi abuela había abortado: tardé 38 años en enterarme. Y si estos temas ahora se hablan también es porque hemos ganado espacio”.

Ornella: “En los piquetes en el 2000 las compañeras discutían con los varones del movimiento para que en las mercaderías que daba el Estado hubiera toallitas higiénicas. Hoy a este gobierno le reconocemos que estamos en un escalón distinto en cosas que representan cambios subjetivos”.

Diana lo ve en otra cuestión: “A los asesinatos de mujeres antes les decían ‘crímenes pasionales’. Ahora sabemos que es violencia de género”.

Ornella: “Hablamos con la fiscal del caso Melina, María Fernanda Billone, y nos contó cuánto trabajo hay que hacer dentro del propio Poder Judicial para que se entienda el problema y se caratulen estos casos como violencia de género. O sea que la matan por ser mujer. No es un crimen como cualquier otro”.

Ornella no es muy mediática: tuvo que huir de un móvil de América que quería entrevistarla, y recibió 16 llamados. “Me apretaban. Yo les decía que no nos interesa darle contenido a medios sin contenido, porque le quitamos sentido a todo lo que estamos haciendo”.

La productora no podía creerlo, pero ni siquiera logró convencer a Ornella cuando jugó su carta ganadora: “Mirá que es para el programa de Guillermo Andino”.

Cómo superar el miedo

Las chicas del centro comunitario CreSer conocían a Melina y plantean algo que también puede ser una clave. “Estar en Facebook, ser promotora, ir con esos tipos, todo para mí es para hacerte ver, que te presten atención”, dice Geraldine.

Hacerse ver en un mundo que no te presta ni la atención.

Sofi: “Yo me saqué una foto con Melina. Era tranquila, re buena, me convidó gaseosa. Después de lo que pasó me da escalofrío”.

Una de las chicas cuenta que su padre le pegaba a su madre, pero eso ya no sucede. ¿Mejoró la relación? “No, se separaron”.

Varias reconocen violencia entre sus padres.

Les gusta un conjunto: One direction.

Geraldine juega al fútbol.

Corina tiene diabetes y debe quedarse en casa.

El colegio no le envía tareas y puede perder el año. Dicen que les molesta salir de sus casas y que haya gente drogándose en la puerta. “No se aguanta el olor, más que nada”.

¿Qué hacer frente a la violencia?

“Aprender a boxear” dice una.

“Pero si son 3 o 4 como le pasó a Melina, te van a matar igual”.

Se ríen y salen todas corriendo.

En la plaza Martín Coronado varios de los chicos me cuentan que no van a los boliches. “No es nuestro estilo. Lo nuestro es el rap, el hip hop: cosas argentinas”. Javier pide la palabra: “En el rap lo que se cultiva es el respeto a la otra persona”. Nico y Juan lo miran como aprobando lo bien que salió la frase.

Pastillas y Facebook

¿Qué habría que hacer para parar la violencia como la que mató a Melina? Uno dice: “Más seguridad en general. Por ejemplo, al que roba, quemarle las manos”. “Nooo” le gritan los otros.

Nico: “No sirve, aunque haya seguridad te van a cagar violando y choreando igual”.

Matías: “La policía no hace nada”.

Otro agrega: “En Pablo Podestá, por una luca y media, los policías dejaron ir a unos que se habían afanado un auto”.

Leandro: “Los policía acá son para reírse. Nos molestan a nosotros, pero a los chorros nunca los agarran”.

Improvisan un rap ante el grabador. Algunas frases que son crónica de estos tiempos:

“Entré a Facebook, le puse inicio y después me di cuenta que desaparece una mujer. No le pasé cabida, después vi que era mi amiga Melina. Preguntamos qué onda. Capaz que anda por ahí y después salió esa noticia mala. Nos pusimos muy mal, hicimos marcha, y la gorra nos quiso sacar. Pero no nos rendimos, algunas cosas te pueden matar y siempre están a tu lado. Y yo ahora le canto este rap para Melina que estás en el cielo como un Jesucristo. Cómo me gustaría ir con un cohete y decirle que la amo, y que la exrtraño, que siempre va a estar. La pelolindo la voy a recordar. Hey”.

Juan cuenta que Toto, el menor detenido por el crimen, vive cerca de su casa: “Nunca me cayó bien. Me mandó la solicitud de Facebook apenas desapareció Melina, y nunca la acepté. Mi hermana sí”.

Florencia ríe: “Era un plagoso (pesado) me hablaba todo el día y yo no le contestaba”.

¿Cómo se explican lo que pasó?

“Las pastillas que le ponen en la jarra loca” dice Javier. “Hay Rivotril, Clonazepam, hay de 10, de 5, de 2. La mezcla te pierde la mente, te puede llevar a la violencia”. 

Diego Capusotto y Pedro Saborido describieron en su programa ese fenómeno como Robotril: “Lo que no te da la vida te lo da la industria farmacéutica”.

A estas cuestiones se refiere la testigo cuando cuenta que el grupo formado por Chavito, Toto y Narigón quería “enfiestar” a Melina, para obligarla sin esfuerzo al sexo grupal. O sea: se toman pastillas para envalentonarse, y se suministran pastillas a la chica para que quede indefensa y someterla. El cerebro joven de Melina no estaba tan fusilado, se resistió, y la mataron. “Pero la culpa no es de la droga” dice Juan. “Si puteás a una mujer estás puteando a tu hermana, a tu vieja, a tu abuela. Y si le pegás y matás a una mujer es porque ya lo tenés en la cabeza”.

En otro grupo una chica vuelve con el argumento de la policía. A su lado le responden: “Me da miedo la policía. El otro día se paró uno adelante mío y decían ‘vení linda, que te llevamos; dale rubia, vení que somos buenos’”. La que cuenta el episodio tiene 13 años.

Una tercer amiga, también de 13, cuenta: “Yo vivo en un barrio privado, y el otro día me siguieron unos viejos: ‘vení amorcito, somos todos vecinos’, pero yo corro rápido y me escapé”.

Replay: 13 años, barrio privado.

Rap del basural

Repaso las cosas que he ido escuchando. Las mujeres del Movimiento Evita dicen: “Es lógico tener miedo, pero lo que hay que hacer es cuidarse, porque con miedo no arreglás nada: te quedás encerrada en tu casa. Te cuidás cuando no estás sóla, cuando te juntás, hablás, levantás la cabeza. Cuando le parás el carro al que te quiere pasar por encima. Cuando te empoderás. Para nosotras eso es la militancia: hacer talleres, cooperativas, tener proyectos, hacer política”.

En la plaza Martín Coronado dicen:

“No hay que salir solas, sino en grupo, con amigas y amigos. No tomar las jarras de los boliches. Saber con quién estás. No darle bola al que te da desconfianza. Ser confiados, pero no ser confianzudos. Cuidarnos entre nosotros”.

En lugar de protecciones externas, parecen hablar de una autogestión del cuidado.

Las mujeres del Evita lo entienden como militancia política. En la plaza suena a una militancia de la amistad.

Todo sirve.

El saludo de moda es “cuidate”, y tal vez haya que tomárselo en serio.

El grupo rapero vuelve a improvisar.

“No quiero estar triste, hablar de Melina, mejor hablemos de Argentina. Vengo de un barrio llamado Podestá. Los que mandan hablan por hablar. No saben qué pasa, lo que es vivir en una villa. No saben lo que es ganarse la vida, o comer siempre la misma comida. Ya no podemos aguantar el dolor de vivir entre la espada y la pared”.

No sé hacer rap.

Tampoco sé qué palabras habría que entramar con acciones para que el mundo no sea para estas chicas y chicos una tiniebla en el basural.

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Arte contra la impunidad femicida

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«Hoy, en el día del cumpleaños de nuestra hija, nos enteramos por los medios de una nueva injusticia. Es otra violencia institucional más que sufre nuestra familia y el tercer fallo que pretenden imponer a un mismo crimen: el femicidio. Hoy inauguramos El cuarto de Lucía, arte contra la violencia femicida. Durante mucho tiempo estuvimos preparando este momento. Queremos invitarlos a que nos acompañen. El camino de conseguir justicia es demasiado largo. Gracias por estar. Familia de Lucía Pérez».

Con ese comunicado Marta Montero y Guillermo Pérez, los padres de Lucía, respondieron desde Mar del Plata al fallo del Tribunal de Casación Penal que, el día en el que Lucia cumpliría 25 años, dieron a conocer (sin informar a la familia ni a sus abogados) su decisión de revocar el fallo por femicidio contra Matías Farias, dejándolo solo en el marco del abuso sexual.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

«Es el Estado narco cubriéndose» dijo Guillermo Pérez a lavaca. La referencia: los imputados son probadamente narcos que vendían droga a menores en la puerta de la escuela a la que concurría Lucía. Pero al anular el delito de femicidio, la pena de perpetua se reduce de manera drástica. Todo esto, debería pasar por la decisión final de la Corte provincial.

«Es una provocación para afectar a la familia, el día del cumpleaños de su hija» sostuvo Gustavo Melmann, el padre de otra joven asesinada, Natalia, hace 24 años.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Sobreponiéndose a la sorpresa, la familia inauguró en Mar del Plata El Cuarto de Lucía, visitado por cientos de personas que quisieron conocerlo, interiorizándose con la situación general de violencia contra las mujeres. «No nos van a hacer callar» dijo Marta.

Así, la noche del viernes se llenó de arte para reencontrar lo que Marta llamo «luz»: capacidad para recordar a Lucía y a miles de mujeres asesinadas, y seguir transitando todos los caminos contra la impunidad. Participaron 20 grupos de música y danza.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Marta diálogó con lavaca.

–¿Por qué se inaugura hoy la Casa de Lucía?
–Porque hoy es el día que nació hace 25 años; a esta hora estaba con contracciones; ella nació a las 20. Fue tan lindo como padres; teníamos a Matías y tener una hija fue re lindo. Por eso hoy estamos festejando la luz, que es ella; la luz en la cual está ella. El festejo de hoy es la luz de Lucía.
Presentamos el cuarto de Lucía, donde vamos a trabajar desde todos los sentidos; todo lo que nos atraviesa como mujeres, como madres, como víctimas. El cuarto va a estar para eso. Se ha transformado en una obra de arte en donde trabajamos, hacemos los informes, donde ponemos el foco en lo mal que hace las cosas la Justicia.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

–Hoy recibieron justamente una noticia de la Justicia con una nueva medida de impunidad.
–Sí, como ya estamos acostumbrados, y es triste decir eso porque después de 8 años deberíamos tener una condena como corresponde, y no seguir luchando de esta manera.Se le pierde el respeto totalmente a la vida del ser humano que se ha ido y a las familias que quedamos. Pero seguiremos trabajando y no bajaremos los brazos. Hoy más que nunca este lugar debe ser de abrazo de amor, de contención por todo esto que nos pasa también.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

–¿Por qué creen que recibieron la noticia hoy?
–Porque la Justicia es perversa. Es tan grande la perversión que tienen, que también eligen con quién hacerlo. Porque también hay que acallar a estas víctimas, pero estas víctimas no se van a callar jamás. Jamás. Entonces, estoy segura que lo hacen para destruirnos, pero lejos de eso, estamos cada vez con más fortaleza, con más lucha y ayudándonos entre todos.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Guillermo Pérez agregó:

“En estos momentos tan crueles que estamos pasando no hay que dejar de hacer cosas humanas. Tenemos que hablar de las cosas que podemos hacer juntos”.

Marta: «Hay una industria judicial, donde te siguen haciendo ir para atrás, mientras la gente como nosotros tiene que seguir trabajando y pagando abogados, buscando justicia y que no haya impunidad. Por eso también es algo perverso lo que nos siguen haciendo».

El Cuarto de Lucía podrá ser visitado como parte de la actividad marplatense de la Campaña Somos Lucía, que incluye entre otras cosas, cursos, talleres, encuentros, y seminarios de capacitación a personal judicial.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Arte contra la impunidad femicida

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#NiUnaMás

Otoño Uriarte: cuando el tiempo que pasa es la verdad que huye

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Por Dolores Reyes y Camila Vautier. Este miércoles 5 a las 13.30 se conocerá la sentencia sobre el crimen de Otoño Uriarte en Cipolleti, Río Negro.Una vez más, una chica hermosa y bienamada descartada entre ramas y restos de basura” escriben Dolores y Camila sobre el caso de la menor asesinada en 2006: tenía 16 años.

Dolores Reyes es una de las más relevantes escritoras argentinas del momento y una mujer capaz de entender como pocas estos tiempos tormentosos. Fue además perseguida por el oficialismo y sus trolls por su tremendo y maravilloso libro Cometierra. Camila Vautier se define como periodista feminista, socorrista y sureña.

Ambas han trabajado juntas este artículo para lavaca. Los detalles de lo que pasó. La movilización y los testimonios. Los niveles de impunidad que suman en muchos casos más años que los que tenía la víctima. La expectativa sobre el tribunal (María Florencia Caruso Martin, Amorina Liliana Sánchez Merlo y Juan Pedro Puntel) y la posibilidad de lograr un bien siempre esquivo: justicia.   

Otoño Uriarte: cuando el tiempo que pasa es la verdad que huye

Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda.

Pasaron 18 navidades sin Otoño Uriarte

18 cumpleaños sin Otoño

18 años se cerraron sin Otoño e infinitos están por comenzar

18 años de impunidad es mucho tiempo, demasiado, y una constante que abruma: En nuestro país la impunidad es más larga que la vida de nuestras chicas muertas: 17 años Melina Romero, 9 años Nair Mustafá, 16 Lucía Pérez. La injusticia eterna para todas ellas se ha convertido en nuestra gran vergüenza nacional.

En la sala 6 de la Oficina Judicial de Cipolletti, el calor es agobiante. Son las 9:40 de la mañana del 26 de diciembre de 2024 y la audiencia lleva cuarenta minutos de demora por la ausencia de uno de los acusados. En esa sala se están por escuchar los alegatos finales del proceso judicial que debía sacar a la luz la verdad sobre el femicidio de Otoño Uriarte, desaparecida la noche del 23 de octubre de 2006 en Fernández Oro, hallada sin vida seis meses más tarde en el desarenador de un canal de riego. Una vez más, una chica hermosa y bienamada descartada entre ramas y restos de basura.

Otoño Uriarte: cuando el tiempo que pasa es la verdad que huye

Roberto Uriarte, el padre de Otoño, frente al Tribunal que este miércoles dictará sentencia sobre el crimen de la menor asesinada. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda

La tensión en el aire se siente al respirar. De un lado, espera sentado Roberto Uriarte, el papá de Otoño. Con su remera negra y el pelo largo y canoso, parece haberse vuelto un experto de la espera. Ya hace tiempo que no cree en la justicia, en ese poder judicial al que denuncia como parte del “entramado de complicidad y encubrimiento que hubo en estos 18 años”. Pero ahora en sus ojos hay un dejo de tristeza todavía más profundo: la verdad, esa esperanza última que es tanto su derecho como el de su hija, amenaza también diluirse.

Aun así, se aferrará a ella hasta el final y se lo verá siempre presente, exclamando ante quien preste un micrófono o un oído, que todos están esperando la verdad para Otoño, porque justicia sería que ella continuase entre los suyos invenciblemente viva.

Las audiencias son tan largas, densas y dolorosas que en cada una de ellas el tiempo parece detenerse. En la sala declararon los testigos –varios de ellos bajo amenazas–, los vecinos que la vieron por última vez, las amigas que estuvieron con ella el último día, su familia, los expertos, los peritos, el médico forense.

Otoño Uriarte: cuando el tiempo que pasa es la verdad que huye

Algunos de los acusados. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda

Algunos, pocos, policías. Como el comisario ahora retirado Ives Vallejos, jefe de la comisaría local en ese entonces, quien, pese a la relevancia del caso, dijo casi no recordar prácticamente nada de él. Vallejos no pudo explicar cómo supo la vestimenta que llevaba Otoño el día de su desaparición para describirla al detalle en el radiograma emitido minutos después de que el padre realizara la exposición policial. El papá de Otoño no se lo había dicho porque ese día se había ido a trabajar temprano, sin siquiera ver a su hija. 

O el actual ministro de Seguridad y Justicia de Río Negro, Daniel Jara, quien declaró luego de que Roberto Uriarte fuera a pedirle personalmente, durante el acto por el día de la Policía, que se presentara a declarar de manera presencial y no por escrito, como iba a hacerlo, amparado en una acordada del Superior Tribunal de Justicia. Jara encabezó la comisión policial investigadora del caso y sostuvo que “la evidencia siempre apuntó a los acusados como responsables del crimen”.

Otoño Uriarte: cuando el tiempo que pasa es la verdad que huye

También desfilaron por el juicio los cuatro imputados que se dijeron inocentes o se echaron culpas entre ellos e incluso hacia la cúpula policial, sombríos, llegando tarde o quedándose dormidos en pleno juicio. La abogada de la familia Uriarte, que hizo lo imposible por juntar testigos y pruebas, presentando los elementos que posibilitaron este juicio por Otoño un día antes de que el caso prescribiera para siempre,  y los abogados defensores, algunos ya con historial de representar acusados por violencia de género, con sus trajes y su indiferencia como escudo.

Afuera, en las puertas del juzgado, el amor y el deseo de que este feminicidio brutal se esclarezca de una vez juntaba a las amigas de Otoño, a sus hermanas, a su familia, a sus profesoras de la escuela. Se pasaban el mate en ronda mientras empapelaban las paredes con la cara de Otoño, con los ojos de Otoño, con las ilustraciones de Otoño que llevan casi dos décadas pidiendo verdad. También se pasaban consejos para soportar. La injusticia multiplica el daño y para todas ellas el juicio fue revivir todo eso que desde hace 18 años habían tratado de guardar muy adentro, hecho una bolita detrás del corazón, para de alguna manera poder seguir con sus vidas. Pero abajo de las montañas de bronca y de la tristeza que se vuelve insoportable, Otoño hecha carne en sus cuerpos sigue ahí. Algunas tomaban té de valeriana, tilo.  Otras llegaron hasta el clonazepam. Soportar es difícil y Otoño vuelve hasta hecha pesadillas.

Otoño Uriarte: cuando el tiempo que pasa es la verdad que huye

La abogada de la familia Gabriela Prokopiw. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda

En la sala a Roberto lo sigue Gabriela Prokopiw, abogada querellante, y en el otro extremo, la fiscal Teresa Giuffrida. Enfrente, con los rostros entre las manos, los cuatro acusados de secuestrar, ultrajar y torturar a Otoño hasta su muerte, parecen hacer envejecido por portar una maldad infinita, que niega no ya la vida a sus víctimas, sino el simple derecho a la verdad.

La audiencia de alegatos finales es la última oportunidad de la acusación para demostrar la responsabilidad penal de los cuatro: Néstor Ricardo Cau, su hermano José Iram Jaffri, Maximiliano Lagos y Germán Ángel Antilaf, como coautores de la “privación ilegítima de la libertad agravada por la duración, participación de más de tres personas, por ser la víctima menor y por el resultado muerte”, de Otoño Uriarte. No feminicidio porque en 2006 esa figura no existía en el Código Penal argentino –se incorporó recién en el 2012– y, además, porque la escasez de pruebas contundentes impediría una condena bajo esa calificación legal. Sólo hay indicios, dirá la fiscal.  

Y la justicia, una vez más, se nos escapa.

En ocho horas el juicio por Otoño llegará a su fin, Un proceso que parece no juzgar solo a sus asesinos, sino desdoblarse sobre sí mismo para demostrar cómo funciona en nuestro país la justicia para las mujeres.

O cómo no funciona…

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Otoño tenía 16 años cuando fue desaparecida mientras volvía a su casa en la zona de chacras de Fernández Oro, un pequeño pueblo del Alto Valle de Río Negro que en ese entonces no tenía más de 6.000 habitantes y en el que sus vecinos decían conocerse “todos con todos”. 

Tras su desaparición, gran parte de la comunidad se movilizó para encontrarla. Marcharon todos los días durante seis meses, empapelaron el pueblo y las ciudades cercanas con un cartel que decía “se busca” y la cara de una Otoño sonriente, desbordante de posibilidades de futuro, absolutamente viva. Rastrillaron cada chacra, cada pastizal y cada descampado. Dieron vuelta cielo y tierra en busca de cualquier indicio que les dijera que esa pesadilla no podía ser cierta, que Otoño tenía que volver.

En la parroquia del padre Pancho se organizaba la logística y se reunían a rezar. El polideportivo del pueblo era el punto de encuentro tras la jornada de búsqueda para escuchar el parte policial. “Sin novedad”, era la respuesta. “Sin novedad”, como se repite un mantra indiferente que adora a algún dios que hace tiempo nos ha abandonado.

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La fiscal Teresa Giuffrida viste un blazer color crema y una pollera tubo, es la primera en hablar. “El paso del tiempo conspira para que tengamos detalles certeros de todo lo que ocurrió en este hecho entre el 23 de octubre de 2006, que es cuando desaparece Otoño, hasta el 24 de abril de 2007 que es cuando se encuentran sus restos”. Así comienza su alegato y continúa: “Pero más allá de que no podamos tener todo por acreditado, detalles certeros de lo que ha ocurrido, hemos podido acreditar circunstancias que permiten establecer la responsabilidad penal de cada uno de los imputados que ha llegado a este juicio”.

Algo importante, dice: “El día 23 de octubre de 2006, cuando Otoño sale de su casa para ir a la escuela, no pasaba por su cabeza que no iba a regresar”.

Otoño Uriarte: cuando el tiempo que pasa es la verdad que huye

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Ese lunes Otoño se sentó donde lo hacía siempre: sobre la ventana, tercera fila de su aula, la primera que se ve al entrar. Había salido de su casa temprano, había dejado a su hermano menor en la parada del colectivo,  se había encontrado con su amiga Leire –quien la esperaba para ir juntas a la escuela–, había dejado la bicicleta en lo de su compañera Ercilia para seguir caminando rumbo al CEM 14, donde cursaba el tercer año de secundaria.

Después se quedó contraturno a la clase informática, fue a educación física, asistió a la clase de voley y a eso de las nueve de la noche pasadas, se encontró con Federico Saavedra en la Plaza María Elena Walsh. Caminaron juntos por la avenida Cipolletti, llegaron hasta la rotonda y siguieron por la ciclovía paralela al ferrocarril.

“Cruza la vereda. La veo cruzar de una vereda a la otra y seguir caminando como a una cortada a la calle Libertad. No veo si ella sigue o dobla. En la pista había chicos jugando a la pelota, se viene la pelota a los pies de mi marido. Me doy vuelta riéndome. Camino para atrás, levanto la cabeza y veo a una persona. Iba cruzando el puente. Es lo último que veo: ella caminando con su colita alta” declaró Silvina Troncoso, una de las últimas personas en verla desde la pista de atletismo.

Esa noche, Federico Saavedra volvió a su casa, pero Otoño nunca regresó.

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Desde un principio, se pensó que la desaparición podía estar ligada a la trata de personas para la explotación sexual. El 9 de abril de 2007 esa conjetura cobró fuerzas cuando el diario Río Negro publicó unas escuchas telefónicas, halladas en el marco de la investigación por el paradero de Otoño, que dejaban al descubierto la connivencia entre efectivos policiales de la Comisaría 8° de Choele Choel y proxenetas.

Recién en ese momento la jueza a cargo del caso, María del Carmen García García, tomó la decisión de cambiar la carátula de la causa de “averiguación de paradero” a “privación ilegítima de la libertad”, una medida que era reclamada desde siempre por la familia.

Otoño Uriarte: cuando el tiempo que pasa es la verdad que huye

En ese momento comenzaron a llegar llamadas anónimas que indicaban haber visto a Otoño en prostíbulos de distintos puntos del país. Dijeron que estaba en la Triple Frontera, en Posadas, Concordia, Córdoba, Tucumán, Córdoba. El 24 de abril de 2007, día que el cuerpo de Otoño fue hallado sin vida dentro del canal de El Treinta, en Cipolletti, Roberto Uriarte se encontraba en Santa Cruz siguiendo una de estas pistas. Hay quienes dudan de que ese llamado, que resultó contener información falsa, haya sido una casualidad.

El subjefe de la Policía de Río Negro en ese entonces era Víctor Ángel “Tito” Cufré, quien fue el primero en declarar ante los medios estar “convencido de que Otoño se fue de su casa por su propia voluntad”. Cuatro años después, el gobernador Saiz lo ascendió a secretario de Seguridad y Justicia de la Provincia. Actualmente, Cufré se encuentra con prisión domiciliaria por las muertes de Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco, de 29 y 16 años respectivamente, ocurridas durante la represión policial del 17 de junio de 2010 en Bariloche, tras el asesinato, también en manos de la Policía, de Diego Bonefoi.

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En este juicio, no se juzgó ningún tipo de complicidad, mal desempeño o responsabilidades de policías y funcionarios judiciales sino que se focalizó únicamente en los cuatro imputados. Para ampliar responsabilidades habría que esperar a un segundo juicio y el cansancio de los 18 años se hace sentir.

Mientras tanto, los restos de Otoño, finalmente en manos de quienes la amaban, volverán a las montañas, las playas y los lugares que ella conoció y supo querer, libres de las sombra putrefacta de sus asesinos y libres también de la impunidad exasperante de una justicia lenta e inficaz: [1] de más de veinte feminicidios en Cipolletti solo el de Agustina Fernández obtuvo una condena ejemplar.

Otoño Uriarte: cuando el tiempo que pasa es la verdad que huye

“No hay prueba directa pero sí hay indicios”, dijo la fiscal. “Y el valor que se le tiene que dar, pido que sea el que dice el Superior Tribunal de Justicia: los indicios, de manera concatenada y ordenados entre sí en base a los principios de la lógica, la experiencia y el sentido común permiten afirmar responsabilidad penal. No debe haber un análisis de los indicios por separado, el análisis es global”.

¿Cuáles son esos indicios? “Primero, el acoso, los imputados la estaban acosando”, aseguró la querellante Gabriela Prokopiw. Luego, la desaparición de la bicicleta de la casa de Ercilia y posterior aparición en casa de los hermanos Cau-Jafri, las pericias odorológicas que indicaron la presencia de olor de Cau, Jaffri y Lagos en el nylon hallado en cercanías a la usina donde fue encontrado el cuerpo, la presencia de perfil genético de Jaffri en la bombacha de Otoño. La declaración de Héctor Candia, ex amigo y compadre de Maximiliano Lagos, quien contó que este en una cena le confesó “que su tío el Cacha Pelada y su tía la Turca le habían pagado para ir a buscar a Otoño a un lugar especificado y que él la había llevado a la casa de unos hermanos, que ahí la habían tenido a la chica forzada unos días hasta que el Cacha Pelada le dijo que tenía que deshacerse de ella porque se le había complicado todo”. El nombre real del “Cacha Pelada” es Luis Miguel Ayala, uno de los narcotraficantes más conocidos de Allen, asesinado en 2011.

Otoño Uriarte: cuando el tiempo que pasa es la verdad que huye

Roberto Uriarte durante el juicio. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda

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A las seis de la tarde de un día extenso hasta la crueldad, en las puertas de la Oficina Judicial de Cipolletti, se descuelgan las banderas en donde la imagen de Otoño se reproduce como un mantra. Familiares y amistades se abrazan, se consuelan, se dan fuerzas para el día siguiente. En las paredes quedará el rastro de estos días de espera y lucha. Ahora, la suerte está en manos de los jueces María Florencia Caruso Martin, Amorina Liliana Sánchez Merlo y Juan Pedro Puntel.

El 5 de febrero a las 13:30 darán su veredicto y en él, quizás resida la última oportunidad de que la justicia salve para sí misma algunas migajas de credibilidad.

Para los imputados esperamos la cárcel que los aleje de las calles y de las otras pibas.

Para Otoño, memoria viva en los corazones y las paredes de Fernández Oro, su verdad. 


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Actualidad

Una marcha que hace Historia

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Por Claudia Acuña y María del Carmen Varela

Hay algo de revolución en este día que hará Historia y es una de las clásicas, que deja al mismo tiempo perplejas a las bibliotecas, sacude las cabezas, cuestiona a la política partidaria y enciende los sentimientos sociales. Es, además, de aquellas alegres y rabiosas, pero sobre todo, poética. Es lógico: si hay alguien a quien atribuirle la primera puntada que hizo posible esta jornada imposible es a una bordadora de esas bellas artes. Susy Shock fue quien comenzó a señalar el horizonte de esta utopía con precisión: un frente antifascista. Lo repitió tanto y en tantos lados y durante tanto tiempo, que cuando llegó el momento de escoger una palabra para esta convocatoria brotó ese término, como una flor que nace con el riego de los tiempos urgentes.

Una marcha que hace Historia

A las trabajadoras sexuales de Constitución, en general, y en la voz de Georgina Orellano en particular –a quien días antes vimos azotada por las botas policiales– les debemos la  puntada que  la unió con la siguiente: antirracista.

Una marcha que hace Historia

Susy Shock . Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.

A las travas históricas, el coraje y la memoria, que sonó como advertencia o como reto y que sintetizó la voz disonante expresada por Marlene Wayar: “Estamos cansadas de luchar porque sus manos son débiles”. 

El reloj, en cambio, lo marcaron las infancias y adolescencias: el sufrimiento concreto con el que castigaron sus vidas esas palabras crueles infringidas desde lo más alto del poder institucional.

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Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.

Dirá hoy la actriz trans Flor de la V: “Ese es el límite. Desde que asumió este gobierno hace un año y meses, no paran de agredirnos, de decirnos cosas horribles sobre nuestras identidades y lo que sucedió en Davos fue la gota que rebalsó el vaso. Hasta ahí llegamos. Tenemos una ley de género que deben respetar y una de matrimonio igualitario que no pueden ignorar. La verdad es que hace décadas que nos bancamos el maltrato y el desprecio de una sociedad, pero hoy con leyes que nos reconocen, no lo vamos a permitir más”.

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Flor de la V Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.

Juana y Agos, de El Teje –una organización autogestiva dedicada al cuidado de las infancias trans y no binarias– lo sintetizan así: “Había que decir basta para demostrar que la calle nos pertenece, que la palabra libertad nos pertenece, por sobre todas las cosas, para demostrar que las personas a quienes no quieren dejarnos existir somos aquellas que más unimos a esta sociedad”.

Poetas, putas, travas, infancias, adolescencias y juventudes trans y no binarias, las más empobrecidas, las más castigadas, las últimas de la fila se pusieron al frente y convocaron a mover este mundo horrible al que nos quieren condenar.

Lo siguiente fue la marea que emerge, brava y colorida, para desafiar las violencias. Ese tesoro social que tiene la Argentina y que nadie, nada, nunca, puede ni predecir ni controlar.

Una vez más el Nunca Más.

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Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.

El plan

Otra vez Juana: “Este ataque es parte de un plan económico que impone quién accede al capital y quién no, quién accede al trabajo y quién no, quiénes acceden a qué tipo de trabajo y quiénes no. Quiénes tienen que hacerlo en la prostitución, quiénes tienen que empobrecerse para que unos pocos puedan tener mucho acceso al capital”.

Agos: “Para frenar el fascismo y estos discursos de odio poner el cuerpo es una estrategia eficaz, por eso estamos todes acá, pero formar parte de El Teje me hizo darme cuenta de que una buena forma de enfrentarlo es parar la bola, escuchar y bajar el ego”.

Una marcha que hace Historia

Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.

Juana: “Y armar red. Lo que propone el fascismo, lo propone desde la individualidad. Si logramos combatir este plan económico que nos obliga a tener dos, tres trabajos que nos sostengan, es a partir de preguntarle a la persona que tenemos al lado –no importa si es de nuestra comunidad o no– cómo  estás, qué necesitas, en qué te puedo ayudar”.

En la calle, los obreros de la UOCRA saludan eufóricamente a las columnas y los bancarios sacuden abanicos con los colores de la diversidad. Los jubilados y jubiladas bailan. Las parejas con canas sostienen carteles hechos con cartón que proclaman “Basta de fascismo” y un joven alza su cartulina escrita con marcador azul para recordar: “El pedófilo no era gay: era tu diputado”, en referencia a Germán Kiczka, el legislador de la oficialista La Libertad Avanza, cuya causa por abuso infantil fue elevada a juicio el 21 de enero.

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Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.

El balcón es para dos estrellas, María Becerra y Lali Espósito, que saludan a la multitud mientras le cantan “¿Quiénes son?”, una complicidad espontánea y profunda, que sólo se comprende con el resto de la letra:

“Yo tiro flores, bebé.

No tengo tiempo pa`nada,

menos para atajar tu agresividad”.

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Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.

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