#NiUnaMás
Melina: Un caso, otra impunidad
Ana María, madre de Melina Romero, una más que exige Ni una menos.
A dos horas del centro porteño, colectivo y tren, Estación Martín Coronado, caminando unas cuadras, en un barrio de chalets bonitos, el auto arriba de la vereda, abuelos cortando el pasto o manguereando el jardín, y los chicos de uniforme saliendo del colegio, vivió Melina Romero, 17 años recién cumplidos, y aún viven su madre Ana María y dos de sus hermanos, los mellizos Gustavo y Alejandro, que están por cumplir también 17 años.
La casa está custodiada las 24 horas por dos policías en un patrullero, y por Sasha y Tohr, dos perros que ladran del otro lado de la reja. Desde afuera se llega a escuchar el rumor de la tevé de adentro, donde está Ana María, que sale ante los ladridos e intenta callar a las bestias. Sin éxito, saluda, agarra una pala, la levanta en dirección a los perros, que huyen para adentro de la casa. “Psicología moderna”, define. Cierra la puerta de un empujón y la virgencita que cuelga del picaporte se sacude.
Melina salió de esta casa alrededor de las 21:30 del sábado 23 de septiembre de 2014. Ese día era su cumpleaños. No volvió más. Estuvo desaparecida durante un mes. Finalmente, su cuerpo fue encontrado en la orilla de un arroyo, adentro de dos bolsas negras.
Lo que pasó antes, durante y después fue objeto de otra práctica machista: el manoseo mediático. Hablaron de alcohol con pastillas, adicción al boliche, brujería umbanda, sexo precoz, pero nunca “lo que pasó” es lo que pasa: Melina se había negado a ser abusada sexualmente. Y por eso la mataron.
“No se puede creer como a alguien tan hermoso como Melina lo transformaron en un monstruo”, dice su madre Ana María sobre el estado del cuerpo, quizá una síntesis de la fragilidad de estas vidas y la brutalidad de sus muertes.
Según la investigación policial los tres sospechosos eran conocidos de Melina, y también de su madre: “Lo que más me cuesta creer es que estuvieron acá, en mi casa, tomando mate”.
Los amigos, los conocidos, los novios, los esposos, los amantes, los padres, los hijos, los padrastros, los tíos, los ex.
Los.
Una de las lecciones que da el asesinato de Melina señala que el verdugo no es un hombre de sobre todo escondido detrás de un arbusto: está al lado nuestro, adentro de nuestra casa. Ana: “Vos de pronto te cruzás con una persona por la calle que te parece lo más normal posible, pero es un psicópata capaz de matar a una mujer. ¿Cómo le sacás una radiografía urgente?”
Le digo que no sé.
“Yo tampoco. Y no creo que se pueda saber. Pero una vez que matan, que podés investigar y evaluarlos, no pueden seguir libres”.
Contexto: no hay ningún detenido por el crimen de Melina Romero.
Ana y Melina eran las dos mujeres de una familia con tres hermanos menores y un padre intermitente: “La primer nena que tuve. Y la última”.
La oportunidad de recordarla no pone a Ana María especialmente triste, como mujer de barrio, madre soltera y con carácter que es: de algún lado salió el “no” de Melina.
Ana elige recordarla sonriendo: “Lo único que no compartíamos era la ropa. Hablábamos muchísimo, éramos muy abiertas, yo la escuchaba mucho ya que tuve que hacer de mamá y de papá”, cuenta.
¿Qué charlaban? “Chismes, boludeces… Yo siempre le decía: ‘Mirá, Melina, cada casa es un mundo’”.
Ana María es creyente: “Todos los días le pido a Dios fuerzas para seguir. Porque no soy un robot que está programado”. La lucha la cuenta de ese modo: día a día. “A veces me levanto y no tengo ganas de vivir. Pero si bajo los brazos siento que le estoy fallando no sólo a mi hija, sino a todas las chicas asesinadas”.
El jueves 12 de marzo el caso de Daiana García renovó la agenda mediática de femicidios. Del caso de Melina al caso de Daiana, hubo más de 130 Melinas, de Daianas, no televisadas. “Son todas chicas jóvenes de 20 años para abajo, en general. Me parece que es una locura, no sé lo que está pasando. Pero tenemos que hacer algo de verdad, no hacer prensa solamente”, dice Ana María.
Dice también que los medios la trataron “bien”, en agradecimiento a la amplificación que hicieron del caso, que permitió mantener la atención del juzgado y la policía durante un tiempo. Pero: “De mi hija también se publicaron muchas cosas… Entre tantas, que lo que le pasó le pasó por zorra”. Ana hace una pausa. Recuerda el título de una nota de Clarín: “Una fanática de los boliches que abandonó la secundaria”. Respira. “Se me trabó el estómago cuando lo leí. No puedo creer que exista esa gente. Si no es madre o padre el que publicó eso, algún día lo va a ser”.
El abogado de la familia, Marcelo Biondi, denunció el tratamiento que hicieron los medios del caso, asegurando que las familias humildes tenían un trato discriminatorio. Ana María tiene otra teoría: “Lo hacen porque no tienen nada mejor que hacer”.
Pasada la bronca, tomó la siguiente postura para leer (y digerir) medios, versiones y rumores: “Lo tomo como de quien viene”.
Ana vuelve a poner las cosas en contexto: “Melina tenía 16 años, ella iba a matiné. Matine es a la tarde”. Es verdad que era promotora de un boliche, pero es mentira que frecuentaba las madrugadas de la mano del sexo y el alcohol. “Melina era impresionante –recuerda-. Había dejado la secundaria el año pasado y me prometió volver. La pasión de ella eran los animales. Desde que tenía 5 años me dijo que iba a ser veterinaria”.
Los sueños de Melina se truncaron en el camino, el día que cumplía 17 años y empezaba a hacerse cargo de hacerlos realidad. “Ya era una mujer”, dice su madre.
¿Qué tienen en común el caso de Melina y el de otras mujeres asesinadas por hombres? Ana: “Puede ser un problema de machismo, puede ser un problema de enfermos mentales. Se habló mucho de la violencia de género, del femicidio… Sea lo que sea, puedo llegar a entenderlo, pero no justificarlo”.
Otra lección de la víctima: buscar la respuesta no es buscar la solución.
Vivir del problema, tampoco: “Las oenegés y los programas para víctimas se me acercaron, primero en el velatorio de mi hija. Les agradezco la ayuda, pero tengo que tratar de seguir, no usando a la gente como un bastón para apoyarme, porque cada uno tiene su vida. Aparte, no creo ser la única persona que necesite eso”.
Pasada la oleada de medios, oenegés y solidaridades, ¿se sintió sola?
“Sola estuve siempre”.
Ana María está literalmente sola en su casa, acompañada por alguna charla ocasional de vecina a vecina, hasta que llegan sus hijos del colegio.
El 3 de junio marchará junto a su abogado para exigir políticas públicas que amparen a las mujeres abusadas. La bandera que ella levanta, en ese marco, es la del fin de la impunidad: “Si me dan a elegir entre perdonar y hacer justicia, yo elijo hacer justicia. Porque mi herida no se cierra jamás, hay imágenes que de por vida no me voy a borrar: el reconocimiento en la morgue, la autopsia, cuando me entregaron el cuerpo de mi hija”.
Para Ana María la marcha del 3 significa “hacer algo de verdad”: salir de la casa, pisar la calle, romper el silencio, visibilizar. Y empezar a condenar: “Tiene mas éxito la justicia social que la justicia propiamente dicha. La justicia dejó libres a los acusados por falta de méritos, pero ellos ya no son vistos de la misma manera en el barrio”.
Y de nuevo pone las cosas en su contexto: “Haga lo que haga, a mi hija no me la devuelve nadie. Pero cuando se haga justicia yo sé que Melina va a descansar en paz”.
#NiUnaMás
Adiós a Claudia Rodríguez: la Trans andina que propuso politizar el amor

Referente del movimiento trans latinoamericano, activista, poeta, escritora y tanto más, escribió sobre su infancia, la militancia trans, la vida sexual y se autoproclamó Miss Sida en 2007. Claudia Falleció este 29 de Noviembre. Su pelea incluyó al pueblo mapuche, la educación pública, los sin techo, y planteó siempre una filosa crítica al neoliberalismo, que quita posibilidades de vida y las transforma solo en posibilidad de consumo. En uno de sus viajes a la Argentina compartió con la revista MU sus ideas sobre el orgasmo, el feminismo sin resentimiento, la creación, y por qué hay que politizar el amor. Un modo de homenajearla, de recordarla, y a la vez de volver a estar en contacto con un pensamiento y una acción que dejan una sensible huella cultural, artística y política.
Por María del Carmen Varela
Foto: Lina Etchesuri
#NiUnaMás
38º Encuentro Plurinacional: el regreso

Por Claudia Acuña
Fotos Line Bankel
A las doce de la noche parte el micro que nos trae de regreso a Buenos Aires con el grupo de mujeres que lucen imborrables sonrisas y cachetes decorados con purpurina. La noche es para soñar y la mañana para compartir la transmisión de la asamblea que decide en qué ciudad se realizará el próximo encuentro: Córdoba.
Con el festejo llega la ceremonia que preparó la Comisión de Mística.
Estamos todas sentadas en el piso superior del micro mientras una voz encantadora nos cuenta el cuento La cabeza en la bolsa, mientras recorre el angosto pasillo mostrando las ilustraciones que dan vida a esta historia que escribió Marjorie Pouchet: la de una chica rabiosamente tímida que siempre sale a la calle con una bolsa en la cabeza, hasta que un día, regado por sus lágrimas, crece allí un jardín. ¿Qué hará entonces con esa timidez y con esas flores?
Consultar a una amiga.
Algunas compartirán en voz alta lo que ese cuento les resuena; otras sus lágrimas.
Luego, las organizadoras de la colecta para el viaje nos darán dos regalos. Cada una recibirá así una de las serigrafías creadas por el grupo de arte Vivas Nos Queremos y un pedido: que sean expuestas en lugares colectivos. El otro regalo está guardado en un sobre hecho a mano con papel reciclado. Contiene stickers, calcomanías y un papel amarillo donde nos piden que escribamos un deseo que acompañe a nuestras amigas de viaje hasta el próximo Encuentro. Una cajita de cartón recoge los mensajes y de allí cada una extraerá el suyo.
El mío:
“Seguí tus sueños, abrazá tu intuición, aferrate a tus compañeras: todo es posible”. Llegamos.

#NiUnaMás
38° Encuentro Plurinacional: Qué momento

El 38° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Travestis, Trans, Lesbianas, Intersex y No Binaries terminó este domingo con una movilización de 20 cuadras por la costanera correntina. Más de 90 mil personas participaron de estas jornadas que se vivieron una vez más como un hecho histórico y más aún ante el contexto libertario: «Qué momento/ qué momento/ a pesar de todo, les hicimos el Encuentro». Voces de distintas generaciones, desde las que fueron por primera vez a las más experimentadas, que participaron de talleres y de conversaciones para pensar y hacer otro feminismo para enfrentar al fascismo. Las canciones, las estrategias, y las opciones para el año que viene: ¿Córdoba o CABA?
Por Claudia Acuña. Fotos de Line Bankel para lavaca.org
Enviadas especiales a Corrientes.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
¿Cuánto son veinte cuadras de feminismo? ¿Y si esas veinte cuadras corresponden a la costanera correntina? ¿Y si se mueven durante dos horas gritando “señor, señora, no sea indiferente, nos robaron a Loan en la cara de la gente”?
A las siete y pocos minutos, la marcha de cierre del 38º Encuentro Plurinacional de Mujeres, Travestis, Trans, Lesbianas, Intersex y No Binaries partió de un parque con color emblemático: Poncho Verde. Apenas dos cuadras después ya hacía llorar a una señora asomada a la ventana y agitar los brazos a su vecina, tres pisos más arriba, mientras una tercera se atrevía a aplaudir. La multitud se detuvo para saludarlas y, con ese abrazo a distancia, la marcha se sintió bendecida.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Los cálculos aritméticos dictan que se agotaron todas las plazas de alojamiento en Corrientes Capital, que la demanda desbordó hacia ciudades vecinas como Resistencia y Paso de los Libres, y que eso significa que al menos 70 mil personas llegaron a este Encuentro. Las cuentas por espacio ocupado en el asfalto correntino elevan esa cifra a 90 mil. Cualquiera haya sido la cantidad, lo que sin duda representa en este contexto lo sintetiza una palabra: demasiado. Ese fue el sentimiento que aderezó desde la apertura hasta este final, que hizo llorar a las organizadoras y cantar una y otra vez el hit de este Encuentro: “Qué momento/ qué momento/ a pesar de todo/ les hicimos el Encuentro”.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Mientras un grupo de chicas de San Luis se pinta la bandera palestina en los cachetes, me cuentan que participaron del taller de antiimperialismo y de otro sobre el trabajo sexual. Dicen con seguridad que el desafío ahora es poder transmitirles a las “más jóvenes” por qué vale la pena organizarse y pelear por mantener derechos que costaron tanto conseguir y seguir batallando por otros que todavía están pendientes. “Las jóvenes tienen que ser el futuro del feminismo y es nuestra tarea que así sea”.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
La que habla se llama Lucía y tiene apenas 22 años. Sus amigas completan: para ellas fue el primero, pero no será el único. No les llamó la atención que existiera cierta tensión entre los aparatos políticos –“lo vemos siempre”– y hasta consideran que “está bien que se debata con pasión sobre temas importantes, como la reforma laboral, porque lo importante es hablar”, aunque sin duda sería mejor que también las escuchen.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Otro grupo de chicas tucumanas –primerizas también– dirá que les interesó el taller de educación y que aprendieron mucho escuchando a mujeres de todas las edades intercambiando experiencias y opiniones. “No es habitual que podamos conversar con diferentes generaciones y todas en un plano de igualdad: no había quien se presentara como si supiera más o fuera más importante”. Otra dirá que rescató que los talleres no cerraran con conclusiones o recetas sobre lo que hay que hacer. Eran personas compartiendo preguntas y eso es lo que se llevan. Les pregunto cuáles, como ejemplo. Dirá otra: “En el taller de violencia digital alguien planteó que se nota que los varones fascistas están muy activos en las redes y sin duda organizados. Entonces se preguntó: pero ¿dónde están nuestros varones? ¿Por qué ellos consideran que si nos atacan a las mujeres no es su problema? Otra chica planteó su duda: ¿tenemos que hablarles a los varones fachos? Y si así fuera, ¿qué tendríamos que decirles? Nos dejó pensando”.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Durante el recorrido de esta marcha alegre y sin sobresaltos se cruzaron algunas amenazas que llevaron a la práctica y la resolución al paso de algunas respuestas a estas preguntas. Dos opciones:
Opción No te Tenemos Miedo: cantarles “tiemblan los machistas/ América Latina va a ser toda feminista”.
Opción Defendemos lo Irrefutable: gritar “¿Dónde está Loan?”.
La inteligencia es colectiva.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Mañana habrá que resolver también colectivamente la tensión interna que se encarna en la elección de la próxima sede del Encuentro: CABA o Córdoba. Hay quienes temen que en CABA monopolice el tema la prisión y proscripción de Cristina Kirchner. Otras plantean que es hora de un Cordobazo feminista. Ambas cantaron hoy sus preferencias (“que sea en CABA”, gritaban las Mumalá correntinas; “paso a paso se viene otro Cordobazo”, agitaban las cordobesas), pero la marea entera coincidía en lo importante: el poder de estar juntas sigue intacto.
La pregunta que dejó a todas pensando es qué hacer con eso.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org


Fotos: Line Bankel/lavaca.org

Fotos: Line Bankel/lavaca.org

Fotos: Line Bankel/lavaca.org

Fotos: Line Bankel/lavaca.org

Revista MuHace 6 díasMu 209: Una de terror

ActualidadHace 1 semanaExtractivismo en Mendoza: movilización y rechazo ante la legislatura por el intento de votación del proyecto San Jorge

NotaHace 57 minutosEncuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

#NiUnaMásHace 2 díasAdiós a Claudia Rodríguez: la Trans andina que propuso politizar el amor

Mu207Hace 3 semanasRedes, IA, violencia, imaginación: Cora Gamarnik, las imágenes y los modos de ver



























