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El Pellegrini fue tomado durante 12 días cuestionando a dos preceptores: uno que golpeó a dos estudiantes, y el otro, acosador. En el Normal 1 el conflicto fue por la ropa. Cómo piensan chicas y chicos que no quieren ser cómplices. ▶ FRANCO CIANCAGLINI

Generación #NiUnaMás

Foto: Nacho Yuchark/lavaca

Son la generación del #NiUnaMenos, con hashtag y todo. Conviene empezar por valorar ese dato para poder entender a estas chicas y estos chicos que van a mil. Que no paran de hablar, de hacer y de organizarse. Que no creen en el silencio ni en la obediencia, más aun cuando se percibe que mucho de lo que aprendieron y aprendimos está mal o es viejo.

Y que muestran que muchas veces hay que dejarlos a ellos, a los más jóvenes, al frente de la clase.

Época

Tienen entre 16 y 19 años y cursan los últimos años del secundario en dos colegios públicos porteños  emblemáticos: el Carlos Pellegrini y el Normal 1. Algunos de ellos militan en el semillero de un partido político, otros no, pero todos forman parte del Centro de Estudiantes de sus colegios.

Y todos, además, encabezaron distintas acciones repudiando la violencia machista que se da puertas adentro de sus escuelas.

Construyeron propuestas. Salieron a defenderlas. Y cambiaron cosas que parecían imposibles.

La historia arranca hace poco, en 2013, según fechan los propios involucrados: “Ese año creamos la Comisión de Género en el Centro de Estudiantes, aunque hasta el año pasado no le dimos mucha bola”, confiesa Rocío, quinto año del Normal 1, que sintoniza aquel comienzo real con la marcha del Ni Una Menos que llenó la calles el 3 de junio de 2015.

Ofelia, León, Facundo y Victoria cursan los últimos años en el Carlos Pellegrini y también reconocen en ese día algo así como su propio 24 de marzo: “Marchamos 1.500 personas, una de las marchas más importantes del Pelle”, cuentan.

De eso se trata esta historia: jóvenes peleando por cuestiones similares en distintos lugares en el mismo momento.

Este.

Tipos en pollera

El colegio Carlos Pellegrini estuvo tomado este año durante doce días por los estudiantes y al momento de la entrevista aún seguía sin clases pero por un paro de los docentes, ocho días más.

Las causas de la toma estudiantil, a diferencia de las de otros años que se plantearon en relación a mejoras edilicias o cambios en el plan de estudios, tuvieron que ver exclusivamente con situaciones  de violencia machista y acoso:

“Un caso es el de un conflicto que arrancó en 2007, cuando en el marco de otra lucha, quien por entonces era preceptor golpeó a dos estudiantes. A esa misma persona, ahora, la quieren ascender como regente y nosotros entendemos que la escuela no puede premiar a un golpeador. Eso es violencia”, sintetiza Facundo, 17 años.

Camilo completa: “También nos estamos manifestando contra otro preceptor que el año pasado acorraló a una chica de 14 años en el pasillo, e intentó besarla”.

Ninguno de los estudiantes que participaron de la actual toma estaba en el colegio en 2007, cuando ocurrió el primer abuso. Pero el Pellegrini no tardaría en hacerles conocer el rostro y la voz del responsable:  Héctor Mastrogiovanni –el preceptor cuestionado- es quien les da la bienvenida a los chicos de primer año, según explican los propios estudiantes.

El relato sobre su ataque contra dos chicas en 2007 circuló de año en año y traspasó las camadas, de modo que Ofelia, León, Facundo y Victoria conocen en detalle qué pasó y quién es Mastrogiovanni, y le siguen el tranco de cerca. Por eso, ante la noticia de su ascenso, no tardaron en reaccionar y plantear la discusión como una cuestión no personal, sino institucional: “Vos no vas a estar acá siempre”, le dijeron los estudiantes al rector Leandro Rodríguez en una reunión presenciada por MU. “Entonces, si no hay una posición claro desde la institución, ¿cómo sabemos si mañana no va a pasar de nuevo?”

Finalmente, la movilización logró las dos cosas: frenar el ascenso del golpeador, y separar al preceptor acosador.

En el Normal 1, por su parte, la discusión se centra el Código de Vestimenta: “Durante el año pasado agudizaron la prohibición de entrar con polleras”, relata Franco, de cuarto año.

Rocío, de quinto: “Entonces llevamos la discusión al rectorado, con la idea de cambiar ese Código. De ese debate resultó un acta que decía que la norma iba a ser más flexible con las compañeras, y se las iba a dejar entrar”.

El pacto no fue cumplido por las autoridades escolares: “Un día dejaron entrar a una chica sí y a otra no con la misma pollera. Era absurdo”.

Frente a esa arbitrariedad, el Centro de Estudiantes se reunió un viernes. Y el lunes siguiente todos fueron de polleras.

En total: 150 personas con polleras, incluidos los varones.

Medios

«Después de tantos años, empezamos a hacernos la siguiente pregunta: ¿por qué?”, explica Rocío en lo que podría ser una síntesis de estas historias. Con esa pregunta, filosófica e inocente a la vez, no construyeron respuestas sino una conversación que persiste: “Lo groso que logró el Ni Una Menos es que esas cosas ahora se puedan hablar. Hace mucho tiempo que los Códigos de Vestimenta existen en los colegios y son súper retrógrados. Pero ahora se desnaturalizó todo más todavía. Que toda la comunidad educativa se ponga en pollera en apoyo a las chicas, es un cambio colectivo muy grande”, analiza León, del Pellegrini, en relación a sus colegas del Normal.

La pollera no es un elemento más en la discusión por la violencia machista: su paradigma, agitado por los medios, simboliza el típico “te la buscaste” como justificación ante un abuso.

Los chicos recuerdan algunos titulares: “Cuando vemos casos horrorosos de chicas de nuestra edad que desaparecen y tienen los finales más horribles, los medios titulan culpando a la mujer: ‘Fue a bailar, estaba vestida así o asá, se juntaba con tal o con cual’”. Victoria, del Pelle, sobre la otra parte de los medios: “Y por otro lado hay programas donde todo el tiempo muestran el culo. Pero a la escuela no podés ir en pollera. Te reprimen”.

Rocío: “Nunca se enseña al hombre a no cosificar a la mujer: siempre se enseña a la mujer a cuidarse. Pero somos completamente libres de vestirnos como queremos y el colegio debe defender esa libertad, no censurarla”.

Límites

Los chicos cuentan que la prohibición se aplicaba de manera arbitraria. “Si les caías mal o no les gustaba lo que tenías puesto, no te dejaban pasar”, resume Franco. El límite concreto estaba borroneado, ya que en el caso del Código de Vestimenta del Normal el texto hablaba de una “ropa adecuada” y no especificaba prendas que sí o prendas que no. El encargado de decidir eso, como en un cuento de Kafka o en la entrada de un boliche, era el Colegio.

Ofelia, presidenta del Centro de Estudiantes del Pellegrini, menciona una paradoja: “En la coordinadora está la discusión de no tener un código de vestimenta, o tener un código de vestimenta que permita todo”. Sobre la cuestión del largo de la pollera, opina Franco: “No se puede generalizar porque no hay dos cuerpos iguales. Una pollera que a una le queda corta, a la otra le queda larga”.

Los estudiantes del Normal, al proponer el cambio del Código, tuvieron que enfrentar esta contradicción: “Nos parecía muy estricto poner esto sí, esto no”, dice Rocío. “Pero al fin y al cabo la palabra se diluye, y si no tenemos algo que nos respalde, ellos siguen decidiendo. Entonces este año dijimos: vamos a poner las polleras dentro de lo que se puede. Y pusimos todo: musculosas, polleras, medibachas”.

Los chicos de Pelle plantean que ellos no se tienen que encargar de poner los límites sino de abrirlos: “Lo importante es primero avanzar contra lo que vemos claramente que está mal. El límite es lo que no queremos”.

Autoridad

«Las autoridades no soportan que les lleves la contra”, dice Juan Bautista cuando se les pregunta por la reacción de las autoridades ante los reclamos. Los chicos dibujan, entonces, una pirámide: profesores, preceptores, psicopedagogos, vicedirectoras y, arriba de todo, el rector. En el caso del Pellegrini también existe un más allá: los gremios, encargados principales de proteger a los preceptores violentos.

En el Normal describen, sin asombro, que la cadena machista tiene hombres en las dos puntas de la pirámide, y mujeres en el medio: psicopedagogas y vicedirectoras. Ellas eran, en lo formal, las encargadas de recibir las denuncias: “Eso es lo peor”, plantea Rocío: “¿Por qué no me entendés, si sos mujer?”. Las respuestas que les daban a las chicas:

“Estás en el ámbito escolar”.

“No es lo mismo una persona adulta que ustedes, que son chicas”.

“Lo que te pasa puede ser provocado por cómo venís vestida”.

“Claro”, dice Rocío. “Te largan el discurso del cuidado y pensás: tienen razón. Pero después te das cuenta de que no”.

¿Cuándo te das cuenta? “Cuando te mienten. Cuando hicimos la marcha de las polleras nos dijeron: no hace falta esta medida, se puede debatir esto. ¡Pero lo veníamos debatiendo desde hacía un año y nadie nos hacía caso!”.

Otra muestra de estilo se nota cuando las llamadas autoridades utilizan la amenaza: “Te van con esto de que te van a meter una sanción, sobre todo para asustar a los más chicos”.

Franco ilustra: “Por ejemplo, te ponen media falta por defender a una chica a la que no dejan pasar”.

Juan Bautista, del Normal: “Es lógico que los estudiantes no se queden callados si los afecta una decisión arbitraria de una autoridad. No tienen por qué quedarse callados, ni tener miedo de luchar por lo que les corresponde”.

Desde el Pellegrini suman: “Antes, las autoridades tenían la potestad de pegarle a un estudiante y no pasaba nada. O un profesor podía hacer pasar al frente a una estudiante para mirarle el culo. Pero ahora hay mucha más conciencia. Está aceptado que todo eso es violencia”.

León: “Estamos atentos a todo. A que un preceptor levante la voz en el aula, o un profesor haga un comentario desubicado. No hay que dejarlo pasar”.

Victoria: “Con el ascenso del preceptor a regente, el mensaje que bajaba el Pellegrini era que si te maltrataban por tu condición de mujer, tenías que seguir así, no pasaba nada. A las mujeres el colegio les estaba enseñando a callarse. Y a los hombres, que si intentaban dar un beso, acosar o golpear, los iban a premiar”.

Juan: “Se escucha mucho el ‘se empieza en casa’ pero también hay que concientizar en otros ámbitos. El colegio tiene que decirles a los pibes cuáles son sus derechos para que sean libres, no para decirles cómo se tienen que vestir”.

Franco: “Es cierto que la escuela es como una segunda casa. Me dan ganas de ir al colegio porque veo a mis amigos, me divierto y estoy en reuniones donde se habla de cosas interesantes. Así que el lugar donde discutir estas cosas es ahí”.

Y plantea además otra cuestión: “La escuela da la oportunidad de corregir y mejorar lo que uno aprende en casa. Lo que me enseñan mis viejos. A mi madre, por ejemplo, no la dejaban salir por ser mujer; mi abuelo era el hombre de la casa y el que daba las órdenes. Y yo creo que el colegio es el lugar donde darte cuenta si eso está bien o no. Más que matemática o lengua, uno se forma en valores”.

Poder

Rocío, del Normal: “Llegar a esta discusión es producto de la organización del Centro de Estudiantes. Antes se tomaban cuestiones de género, pero quedaban ahí, y los problemas se repetían. Este año nos empezamos a poner más duros con estos temas, para que nos presten atención”.

Ofelia, del Pellegrini: “Problemas hay un millón y no se puede luchar por todos, lastimosamente. Ahora nos acosa el tema del boleto educativo con el aumento del transporte, lo caras que son las fotocopias, lo caro que está todo. Pero lo principal es dar el espacio para debatir. Tener reuniones de delegados, asambleas masivas. Una de las razones por las que ganamos la lucha fue porque la toma duró 12 días y nunca bajó la cantidad de gente. Eso es lo bueno de la organización: no que se implante una idea, sino que una asamblea masiva respalde las medidas que votó. Así nos manejamos, intentando que las discusiones se den entre todos”.

Facundo aporta otra lección de estos días: “No tratamos de implantar ideas. Siempre se debatió en asambleas, desde la base. Porque si tenés a cinco pibes que saben que pasa algo, pero la gente no conoce el caso, vas a tomar el colegio y vas a estar vos solo diciendo: ‘qué luchador que soy’. Creo que podemos instalar temas, pero en nuestra calidad de estudiantes, y si nuestros compañeros los sienten como propios. Que la agenda la marquen ellos”.

Futuro en presente

Rocío: “No sé si la frase cliché de ‘somos el futuro’ es cierta. Pero quizá tenemos la oportunidad de hacer algo ahora para que ese futuro sea distinto. Yo estoy en 5° año, después me iré de este colegio. El cambio del Código de Vestimenta no va a regir más para mí, pero sí para las generaciones que sigan yendo al Normal. Entonces este es el momento, mi momento, nuestro momento. Si no solucionamos ahora las cosas, todo lo  que criticamos va a seguir ocurriendo”.

Franco: “Si nosotros no tomamos la iniciativa, ¿quién lo va a hacer? Las personas que tienen el poder para cambiar algo no lo hacen, porque ese poder lo usan para otras cosas. Entonces, ¿quién va a estar luchando por estas cuestiones? Nosotros. Y cuando nos vayamos, serán los pibes que vienen atrás”.

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A 10 años del 3J: quién grita hoy contra los femicidios, el ajuste y la crueldad

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El aniversario del grito masivo encuentra dos escenarios muy diferentes: con actividades y movilizaciones que cada año suman más participación en las provincias y con una convocatoria en CABA que posterga un día el Ni Una Menos para sumarse al reclamo de las y los jubilados.

Las cifras de víctimas de femicidios siguen siendo tan alarmantes como las que despertaron el Ni Una Menos hace una década, cuando el asesinato de Chiara Páez, la adolescente santafesina de 14 años, impulsó la primera convocatoria el 3 de junio de 2015. Sin embargo, mientras el gobierno de Javier Milei desmantela programas, recorta presupuestos destinados a prevenir las violencias, niega los crímenes por motivos de género, busca derogar la figura de femicidio y hasta “celebra” en redes sociales que supuestamente “bajaron los homicidios de mujeres” la convocatoria de este año marca un síntoma.

En la Ciudad de Buenos Aires, las asambleas, las organizaciones políticas y sindicales nucleadas en la asamblea Ni Una Menos decidieron cambiar la fecha de la movilización al Congreso de la Nación para el miércoles 4 de junio, para unirse a las y los jubilados que reclaman desde hace meses contra el ajuste y la crueldad libertaria. En el resto del país, se mantiene el 3 de junio como fecha de encuentro y marchas. Ese día, también habrá acciones puntuales en territorio.

A 10 años del 3J: quién grita hoy contra los femicidios, el ajuste y la crueldad

Familias Víctimas de Femicidios en una de sus acciones el 3J de 2023.

3J federal

Las Familias de Víctimas de Femicidios y Desapariciones –que llegarán con mucho esfuerzo desde diferentes puntos de la Argentina– realizarán el 3 de junio una asamblea abierta a las 12, en Plaza de Mayo, donde compartirán sus testimonios, sus difíciles caminos en busca de justicia y se abrazarán en el grito de “Ni una Más”. Al terminar el encuentro, caminarán hasta el Congreso de la Nación para sumarse a la actividad que organiza Atravesadxs por el Femicidio, otra de las organizaciones que reúne a familiares de víctimas. Este año, Atravesadxs realizará una intervención fotográfica sobre la plaza entre las 9 y las 17.

La socióloga Marisa Fournier, integrante de la colectiva Conurbanas Transfeministas, cuenta que en las asambleas que realizaron en el oeste y noroeste bonaerense para definir las acciones para esta fecha apareció el cansancio, pero también la fuerza. “Entonces nos preguntamos: ¿cómo insuflamos la energía militante feminista y la creatividad?”, sintetiza.

En este contexto creían que era necesario hacer algo el propio 3 de junio y en el territorio, más allá de que la movilización este convocada para el 4, porque “el año pasado muchas decidieron no apostar a lo territorial y la marcha de CABA fue muy flaca”. En ese sentido, explica: “Nos parece muy saludable y estratégico enlazar con esta resistencia histórica que están llevando adelante nuestros viejos y nuestras viejas”.

También veían conveniente salir de la declamación o la denuncia y pensar en algo que reconforte y genere más red.

“Decidimos no hacer marchas locales ni documento, y realizar una intervención para el 3J en San Miguel, uno de los municipios más hostiles en políticas de género”, explica Fournier. La propuesta es fruto de una articulación entre Conurbanas, la cooperativa Frida Kahlo, Acción Territorial Rebelde (ATR), La Colmena y trabajadoras de organizaciones territoriales. Se realizará en la plaza principal, frente a la Municipalidad. Habrá fuego en forma de velas o antorchas, y se va a recuperar una intervención que creó Sandra Posadino, llamada PREnDAs, en la que cada prenda representará la forma en que fue cometido el femicidio. “Este 3 de junio, recuperamos el arte y la performatividad como parte de nuestros lenguajes”, asegura Fournier.

En Córdoba, también se están organizando actividades para conmemorar el 3J, incluyendo la marcha en la ciudad y acciones puntuales en otras localidades para “recordar a las que nos faltan en el territorio”.

María Eugenia Marengo, integrante del Movimiento Plurinacional Disidente y Feminista de Capilla del Monte, reconoce que “está difícil, cuesta salir”, por eso pensaron en una modalidad de encuentro que dé lugar a la palabra y a compartir lo que se está sintiendo. “La idea es recordar estos 10 años, colocar afiches con una especie de cartografía de las luchas y abrazarnos en tiempos difíciles”, cuenta sobre la actividad que harán junto con la Asamblea Multisectorial Punilla Norte y el Movimiento Popular La Dignidad. La “mateada transfeminista” comienza a las 15, en Alem 767, Barrio Balumba, Capilla del Monte.

Bajo el lema “No hay nada que festejar”, en Mendoza llaman a marchar a las 18 en el KM 0 de la ciudad capital, en San Martín y Garibaldi. “A una década de aquella primera marcha que marcó nuestras vidas, nos volvemos a reunir para hacer memoria, abrazarnos y exigir justicia”, dicen en la convocatoria. Piden llevar vestimenta negra y flores para armar un gran altar para las víctimas de la violencia machista.

La integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto en Salta, Sofía Fernández, cuenta que entre las consignas de este 3J está “el pedido de aparición con vida de las 13 mujeres desaparecidas que tiene la provincia”. Reclamarán a la Justicia por las malas actuaciones en los casos de violencia desde las 9.30 en la Ciudad Judicial y también exigirán la suspensión de jueces y juezas denunciados por violencia que hoy siguen ejerciendo en esos fueros. Luego, el encuentro será en la Plaza 9 de Julio desde las 16, donde habrá intervenciones artísticas, talleres, radio abierta, un ritual a la Pachamama, para marchar a las 18.

En Jujuy, la convocatoria recuerda que solo en mayo la provincia tuvo tres mujeres víctimas de femicidio –Angelina González, Paola Vargas y Tamara Fierro– y llaman a concentrarse en la Plaza Belgrano a las 17.

En Santa Fe, mujeres y disidencias se reunirán en la Plaza del Soldado a las 17 bajo la consigna “Ni un derecho menos”, mientras que en Rosario la convocatoria de la Asamblea Lesbotrasfeminista Rosario y ATE, entre otros grupos, es a las 17, en la plaza 25 de Mayo, desde donde se movilizarán hacia la plaza San Martín para leer el documento conjunto.

Y en Tucumán, desde las 17 en Plaza Irigoyen, habrá intervenciones artísticas y radio abierta; luego se marchará a Plaza Independencia.

4J en la Ciudad

Una de las cosas que se repiten es la necesidad de recuperar la potencia y representatividad que supo tener la convocatoria del 3J en la ciudad de Buenos Aires. Por esa razón las organizaciones políticas, gremios y sindicatos convocaron a  movilizarse el miércoles en lugar del martes 3. “Tenemos que volver a la calle, generar asambleas plurales, recuperar la vitalidad de un movimiento que puede articular”, asegura Clarisa Gamberra, secretaria de Género y Diversidad de ATE Nacional, quien destaca que “la agenda urgente es la del trabajo. Sufrimos una violencia inédita: más precarias, más pobres, trabajando más horas, perseguidas y endeudadas”.

En el mismo sentido, Patricia González, secretaria de Género e Igualdad de Oportunidades de AEFIP MDN, remarcó: “Este año llamamos a movilizar el 4, pero las seccionales adhieren según la convocatoria de cada provincia”.

Y agregó algo que señalaron muchas: “Hay cansancio, el año pasado la convocatoria fue baja y generó frustración”.

Femicidios en la mira  

En lo que va de 2025, el Observatorio Lucía Pérez registró 116 femicidios y transfemicidios, y en 2024, contabilizó 317 casos. Los datos recientes de la Oficina de la Mujer (OM) de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, basados en el Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina, son algo más bajos: 247 víctimas letales de violencia de género. Un número similar al que dieron en 2023, cuando hubo 250 víctimas, y se mantiene dentro del promedio histórico desde 2017.

¿Bajaron los femicidios como intenta instalar el Gobierno? En este sentido, organizaciones de familias de víctimas advierten que detrás de las estadísticas oficiales hay casos que no son tenidos en cuenta porque no tienen esa carátula y, al cambiar esa figura legal por otras –como abandono de persona, violación agravada o abuso sexual seguido de muerte–, los casos dejan de ser contabilizados.

Un ejemplo es el caso de Lucía Pérez. Para Casación hubo abuso sexual, pero no femicidio, por lo que ordena imponer una nueva pena para Matías Farías, sin esa carátula. “Usan la causa de mi hija para eliminar la figura de femicidio”, denunció Marta Montero, su madre, luego de que la Cámara cambiara la calificación inicial.

Hay otros casos similares relacionados con asesinatos en el contexto de narcocriminalidad o femicidios territoriales. Por nombrar solo algunos:

  • a Luna Ortiz la drogaron, la alcoholizaron y la trasladaron en un raid donde fue intercambiada como mercancía. Un día después, encontraron su cuerpo sin vida. La causa se caratuló como “homicidio imprudente”.
  • Carla Soggiu apareció muerta tras activar el botón antipánico, que no funcionó. Para la Justicia, murió ahogada.
  • Luana Ludueña fue asesinada por Diego Concha, quien fue condenado por abuso sexual seguido de homicidio, pero sin el agravante por violencia de género.
  • En el caso de Griselda Blanco, el empresario acusado fue condenado por homicidio, pero sin la carátula de femicidio.

El método que aplica el gobierno en cada lugar donde pasa su “motosierra” es el mismo: primero, ningunear y desprestigiar, para luego, desmantelar. Negar los femicidios o decir que bajaron ayuda a justificar el ajuste y el cierre de programas.

El 3 y el 4 de junio se vienen dos días de abrazo colectivo frente a la avanzada antiderechos y a quienes buscan instalar que las feministas y transfeministas ya no tienen agenda o que “se pasaron tres pueblos”.

“¿De qué están hablando?”, se enoja la socióloga Marisa Fournier. “Esto es parte de la avanzada derechista y la reacción conservadora. Por eso, enlazar luchas es fundamental y estratégico”, asegura la integrante de la colectiva Conurbanas y pide: “Hay que fortalecer esa red que somos y que siempre fuimos”.

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Caso Lucía Pérez: matar al femicidio

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La audiencia realizada en Mar del Plata para determinar la pena de Matías Farías por el crimen de Lucía Pérez reveló las contradicciones de un sistema judicial que lleva nueve años sin resolver el caso. El tribunal enfrenta el desafío de aplicar una condena bajo un delito que según Casación pasó a ser un «acceso carnal agravado», mientras la querella insiste en que se trata de un femicidio. La definición del abogado Juan Pablo Gallego: «Lo que hizo Casación fue matar el femicidio de Lucía, y eso es lo que tratamos de impedir en todas las instancias posibles». Los cruces entre la defensa y la acusación que dejan al descubierto las tensiones en torno a la violencia machista y la impunidad.

Por Claudia Acuña (Desde Mar del Plata) (En la imagen de portada, los padres de la menor asesinada junto a Familiares de Víctimas de Femicidio y de la Campaña Somos Lucía).

La audiencia de admisión de pruebas para establecer la pena que le corresponde a Matías Farías por el crimen de Lucía Pérez tuvo características tan inauditas como lo es esta nueva etapa de la intervención del Poder Judicial. El presidente del tribunal, Javier Riquert, tuvo que dar explicaciones para que se comprendiera lo incomprensible de este nuevo proceso judicial, que ya lleva nueve años (el femicidio ocurrió el 9 de octubre de 2016) y ha sufrido tres sentencias diferentes y un juicio anulado.

Caso Lucía Pérez: matar al femicidio

El tribunal: el presidente Javier Riquert en el centro, Federico Cecchi y Paula Soulé. No pueden juzgar por femicidio por orden de Casación. La querella sigue denominando al crimen de Lucía como un femicidio.

Riquert explicó que el Tribunal de Casación —responsable de cambiar el delito por el que fue juzgado Farías, de femicidio a acceso carnal agravado— ordenó que se realizara esta instancia judicial de «cesura», dedicada exclusivamente a determinar la pena, que en este caso puede oscilar entre 8 y 20 años de prisión. Para definir cuánto corresponde dentro de ese rango, el tribunal —integrado por jueces de tres fueros distintos: Riquert, Federico Cecchi y Paula Soulé— debe analizar atenuantes y agravantes.

Caso Lucía Pérez: matar al femicidio

En primera fila escuchan Marta Montero y Guillermo Pérez, los padres de Lucía, junto a su otro hijo, Matías. El abogado de la familia es Juan Pablo Gallego (en el centro de la imagen) con el fiscal Carlos Russo a su izquierda.

Por ello, tanto la acusación —representada por la querella de la familia de Lucía, a cargo del doctor Juan Pablo Gallego, y el fiscal Carlos Russo— como la defensa oficial de la doctora Laura Solari, presentaron sus solicitudes de prueba. Riquert también aclaró que era necesario cumplir con este requisito para que las apelaciones presentadas pudieran ser evaluadas y resueltas. En síntesis: se trataba de un trámite imprescindible para que las objeciones a este nuevo fallo prosperaran. Sin embargo, todo indica que lo que se inicia con este capítulo no será un mero formalismo.

Lo que siguió fue una puja por el control del relato de lo ocurrido. Acostumbrada a dominar las audiencias con su estilo incisivo, la doctora Solari intentó impugnar todas las pruebas solicitadas por la querella, que incluían una inspección ocular en la escena del crimen, la declaración de testigos clave del segundo juicio y el testimonio de una posible víctima de Farías, quien —ante la noticia del nuevo fallo— había expresado en redes sociales su temor por su posible liberación. El doctor Gallego, por su parte, destacó la contradicción de que la defensora se opusiera a la inspección ocular pero solicitara como prueba las fotos de la inspección realizada por el tribunal que había condenado a Farías por femicidio y a prisión perpetua. La paradoja la resolvió la secretaria del tribunal: no había registros fotográficos ni videos de aquella diligencia en el expediente.

Caso Lucía Pérez: matar al femicidio

De azul, la abogada de Farías, Laura Solari: la puja por el control del relato del crimen de Lucía Pérez.

Tras varios cruces infructuosos para la defensa, el presidente del tribunal esbozó el posible rumbo: tres jornadas de debate, en las que se presentarían pruebas, se visitaría la escena del crimen y se daría a conocer el monto de la condena. La fecha se anunciaría en los próximos días, junto con la resolución sobre la admisión de las pruebas solicitadas.

En el ambiente quedó flotando el anticipo de lo que se debatirá: por un lado, el negacionismo de la violencia de género; por el otro, la insistencia en que el crimen de Lucía fue un femicidio, aunque este tribunal no pueda reconocerlo por orden de Casación. «Aunque los jueces vean un femicidio, no pueden juzgarlo», declaró Gallego a las puertas del tribunal marplatense. «Lo que hizo Casación fue matar el femicidio de Lucía, y eso es lo que tratamos de impedir en todas las instancias posibles».

Caso Lucía Pérez: matar al femicidio

Familiares de Víctimas de Femicidios con integrantes de la Campaña Somos Lucía, escuchan lo que les explica el abogado de la familia Juan Pablo Gallego: «Lo que hizo Casación fue matar el femicidio de Lucía, y eso es lo que tratamos de impedir en todas las instancias posibles».

Mientras el abogado hablaba ante el grupo de Familias Víctimas de Femicidios e integrantes de la Campaña Somos Lucía —que acompañaban a la familia en la calle soportando el viento helado y la lluvia—, un grito inesperado irrumpió: «Yo compartí la cárcel con ese monstruo, y la pasé muy mal». La voz, quebrada, pertenecía a un joven de jeans y campera negra, que la lanzó con paso apresurado antes de ingresar al edificio donde, se supone, se imparte justicia.

Caso Lucía Pérez: matar al femicidio

El acompañamiento en la calle pese al frío marplatense y judicial.

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El abrazo y la espera: habrá tres nuevas audiencias.

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El crimen de la periodista Griselda Blanco: cómo negar un femicidio

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El femicidio de la periodista correntina Griselda Blanco fue víctima del Poder Judicial: en un juicio abreviado condenaron a su asesino por homicidio simple, sin considerar la brutalidad de su asesinato ni investigar las conexiones de su crimen con sus denuncias periodísticas. “Estamos tan tristes que no podemos ni hablar”, dirá Fabián, el hijo mayor de Griselda. Cuenta que el acuerdo se selló entre la fiscal y la defensa del asesino y que ellos simplemente fueron notificados del acuerdo. “Llegamos a esta etapa con pruebas perdidas y la constante amenaza de que si íbamos a un juicio oral se iban a dedicar a ensuciar la memoria de mi madre. Realmente es imposible luchar contra este sistema: es como andar contra el viento. Perdimos toda esperanza”.

Griselda fue asesinada en su casa de Curuzú Cuatiá en 2023. El viernes el juez Martín José Vega, titular del Juzgado de Garantías de Curuzú Cuatiá, avaló el acuerdo y de esa manera Darío Alfredo Ricardo Holzweissig deberá cumplir la pena por el delito de homicidio simple: 12 años y 6 meses de prisión, no de cumplimiento efectivo por no reconocerse en este fallo el componente de violencia de género. El acuerdo fue alcanzado entre la defensa del imputado y el Ministerio Público Fiscal, representado por Clara Belén Arrúa, titular de la Unidad Fiscal.

En la última emisión de su programa en Facebook Griselda había acusado al comisario  Walter Maciel por seguir en su puesto de policía pese a que una oficial lo había denunciado por abuso sexual. Maciel está ahora detenido por encubrimiento en el caso de Loan Peña, el niño desaparecido en Corrientes hace casi un año. Dijo Griselda en su último programa y día de vida: “Diana Yardín es policía. Es de Curuzú Cuatiá, pero se encontraba ejerciendo su labor en Monte Caseros. Nadie se solidarizó con Diana. Todos encubren a este individuo: comisario Maciel. Aún no lo apartaron de la fuerza como hicieron con ella”, sostuvo la periodista asesinada.

Y continuó: “Solo pedimos justicia. Que intervengan los fiscales, por favor. No podemos tener un violador en la fuerza”. La denuncia del abuso había sido radicada en la justicia en 2019 por la oficial y también incluiría presuntas amenazas y maniobras de encubrimiento, delito por el que ahora está detenido el comisario en el caso del pequeño desaparecido.

Al informar sobre el escandaloso cierre del caso el diario Norte sintetizó: “Griselda Blanco era una periodista incisiva, una co­municadora social que utili­zaba su voz para denunciar injusticias y dar voz a quie­nes no la tenían. Su asesi­nato no solo fue un crimen contra una persona, sino también un ataque a la li­bertad de prensa. La forma en que la Justicia abordó su caso tiene un eco profundo en la sociedad, especialmen­te para el libre ejercicio del perio­dismo”.

El crimen de la periodista Griselda Blanco: cómo negar un femicidio

Fotos Sebastián Smok para lavaca.

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