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Mujeres del oeste: Feminismo de barrio

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Desde hace 20 años libran la batalla contra la violencia machista en el conurbano. Qué ven desde esa trinchera: los cambios, las necesidades y las estrategias sociales creadas para dar respuesta a pesar de la indiferencia estatal. Por Anabella Arrascaeta.

Mujeres del oeste: Feminismo de barrio

Los cuerpos están transpirados, la sensación térmica superó ampliamente los 40 grados y aunque las suelas queman sobre el asfalto cuatro mujeres caminan para recibir a otras mujeres. Son integrantes de Mujeres al Oeste, una organización feminista del oeste del conurbano bonaerense que en el primer piso de la Sociedad de Fomento La Salita, en Castelar, todos los miércoles se sientan a escuchar.

Mujeres escuchando a mujeres. 

La semilla de Mujeres al Oeste fue, en 1995, el programa de radio Aquelarre al Oeste, en una FM comunitaria del gran Buenos Aires. Durante siete temporadas se sostuvieron frente al micrófono hasta que en el año 2002 la época las empujó a asumir la necesidad de expandirse hacia un espacio físico propio. Abrieron las puertas en Morón y así las sostuvieron hasta diciembre del año pasado. En momentos en que el encuentro es más urgente y vital el actual panorama económico no les permitió renovar el alquiler, y el año que acaba de arrancar las vuelve a poner, como ellas mismas relatan en un folleto, a la intemperie.

Así están ahora estas mujeres del oeste: como todas, en la calle.

Escuchar la violencia

Mujeres al Oeste desde hace más de veinte años trabaja fundamentalmente sobre tres ejes muy concretos

Salud sexual y reproductiva: incluye una militancia incansable por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Zulema Palma, médica especialista en ginecología e integrante de Mujeres al Oeste, definió cómo trabajan en una entrevista con MU: “En la formación médica en las universidades, de grado y postgrado,  falta todo lo que tiene que ver con violencia contra las mujeres, con sexualidades y con derechos. Una de las claves es cómo trabajamos con los médicos y médicas para que se relacionen con el aborto desde otro lugar que no sea la moral: comprender cómo se forman, cómo se deforman, cómo se rehabilitan y cómo cumplen con sus obligaciones a conciencia. Los médicos no toman el aborto como un problema de salud. Lo juzgan moralmente, desde una perspectiva estrecha y muy personal. Enseguida hablan de objeción de conciencia, cuando muchas veces no lo es. Me han dicho: ´No estoy de acuerdo con el aborto porque no estoy de acuerdo con que las mujeres aborten´. Eso no es objeción de conciencia: ese es un argumento político. Eso es decir: ´Yo tengo el conocimiento, pero como no quiero que las mujeres aborten, si tuviste una complicación no te atiendo´.”

Atención y prevención de la violencia contra las mujeres: espacio que Adelina, trabajadora social que desde hace un año integra la organización, define como el área de “interacción y llegada constante a la comunidad, el servicio directo que prestamos”. En ese contacto hay mujeres formadas en diversas disciplinas como médicas, psicólogas sociales, abogadas y trabajadoras sociales, entre otras, que tienen la “convicción de que las mujeres que sufren violencia en su vida cotidiana precisan de un espacio y un tiempo donde, con respeto y sin juzgarlas, se las acompañe en la tarea de reconstruir su autoestima, su salud física y emocional y sus derechos como personas”, explica uno de los folletos del espacio.

Aprendieron así qué pueden garantizar como organización y qué no: por eso deciden no trabajar en la emergencia. Si reciben un llamado telefónico de una mujer en situación de emergencia le pasan la información y recursos que comprueban disponibles e intermedian la derivación a otros espacios. “Pero en general las que llegan al llamado telefónico son mujeres que comienzan a tener un registro de la situación que viven”, explica Cristina, psicóloga social que junto a otras compañeras se encarga de recibir a las mujeres en un primer encuentro que se coordina después de la llamada. “Lo que hacemos es, a través del relato de la mujer que viene a solicitar contención e información, es ir desarmando estereotipos”. ¿Qué estereotipos? “Los estereotipos del patriarcado que dicen que el violento es violento porque se droga, porque es alcohólico, porque está enfermo, porque sufrió violencia. Los vamos desarmando porque en realidad son justificaciones: el único responsable de la violencia es el agresor que la ejerce”.

Mitos y realidades

En el primer piso de La Salita de Castelar, sobre la mesa y junto al mate, hay un tríptico de papel que anuncia: Mitos y realidades sobre la violencia contra las mujeres. Es una de las herramientas que elaboraron  en base a la experiencia de todos estos años de trabajo acumulado y que reparten en escuelas, organizaciones sociales y centros vecinales donde ofrecen charlas y talleres. Son aportes para desnaturalizar la violencia que señalan, por ejemplo:

Mito: La violencia contra las mujeres, cuando sucede al interior de la familia, es un problema de ámbito privado, y por ende, nadie debe meterse.

Realidad: Considerar la vida familiar como “ámbito privado” invisibiliza la magnitud del problema y perpetua la violencia. Las mujeres maltratadas sienten que traicionan a su pareja y a su “familia” cuando cuentan a alguien lo que les pasa o cuando piden ayuda, porque hacen público lo que consideran privado. Por otro lado, reducir la violencia contra las mujeres al ámbito privado impide que la sociedad en su conjunto se haga cargo del problema.

Mito: Los casos de violencia contra las mujeres al interior de la familia no representan un problema de gran magnitud.

Realidad: En Argentina en 1 de cada 5 parejas hay violencia. En  el 42% de los casos de mujeres asesinadas, el crimen lo realiza su pareja. El 37% de las mujeres golpeadas por sus esposos lleva 20 años o más soportando abusos de este tipo. Según datos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires el 54% de las mujeres golpeadas son agredidas por sus maridos o parejas. El 30% denuncia que el maltrato se prolongó más de 11 años. Si bien estas son cifras contundentes, representan solo la punta del iceberg.

Mito: La violencia contra las mujeres es un problema de las clases sociales más pobres.

Realidad: Según datos oficiales de la Dirección de Políticas de Género de la Provincia de Buenos Aires un 70% de las denuncias recibidas por violencia familiar son de clase media.

Mito: Las mujeres golpeadas se quedan porque les gusta que les peguen.

Realidad: A ninguna mujer le gusta ser golpeada ni humillada. Esta es una interpretación simplista, propia de una sociedad patriarcal y machista que considera a las mujeres “culpables de todo lo que les pasa”.

Mito: Los hombres violentos son enfermos o adictos y por eso golpean a las mujeres.

Realidad: Tratar a los violentos como enfermos justifica su violencia, principalmente cuando el problema llega a la justicia. Golpear es un delito que tiene un responsable: el golpeador.

Mito: Las mujeres son maltratadas y/o golpeadas porque se lo merecen.

Realidad: Nadie tiene derecho a ejercer violencia sobre otra persona. Pensar que las mujeres “merecen” el maltrato y/o los golpes es culparlas por la violencia que sufren. Este es el argumento que utilizan los victimarios para justificar su violencia, de tal manera que las victimas sientan que hicieron algo que los “provocó”. Repetirlo socialmente es una forma de trasladar la culpa del victimario a la víctima, impidiendo que ésa última reconozca la violencia que padece.

Lo que se ve cuando se mira

¿Qué se ve cuando analizan las entrevistas con víctimas de violencia que mantuvieron en los últimos años? Cristina aporta: “Pudimos ver que la violencia se está dando en parejas con menos años de convivencia. La mujer lo detecta antes. Ya no vemos esos casos de 10, 15 años de padecer violencia, son muy pocos. Las que más nos consultan son mujeres jóvenes, con hijos pequeños”.      

Adelina suma: “La parte negativa de ese indicador es la intensidad: los ciclos de la violencia suelen ser más cortos, más breves, entonces la intensidad de la agresión tiende a acumularse más rápido, por ahí se llega a escalas mucho más violentas en menos tiempo. El ciclo se da más acelerado y por eso mismo la mujer lo detecta más rápido”.

Otro foco en el que ponen la mirada es en las adolescentes. Cristina: “Vemos mucho el tema de la violencia informática, en las redes sociales, hackear cuentas, el escrache, formas de hostigamiento, de amenaza. También mucho noviazgo violento en la adolescencia”.

Adelina analiza: “La lógica del violento sigue siendo la misma; hay un trabajo muy minucioso en la denigración de la mujer, en aislarla. Va destrozando poco a poco lo que es la autonomía y la autoestima de la mujer. Ese es el objetivo. Todo lo que va apareciendo en el camino son medios para alcanzar ese objetivo y las redes sociales resultan ser un medio bastante viable para la reproducción y efectos que quieren lograr”.

Cristina advierte otra arista para mirar: “El violento, a medida que la mujer va teniendo estrategias para salir de esa violencia, lo que hace es generar nuevas formas  cada vez más violentas. Ahora, por ejemplo,  el homicidio es vinculado, mata al entorno familiar, es lo que empezamos a ver como nuevo. Esa es la respuesta del patriarcado”.

Graciela explica: “Vemos que con esta impunidad que tienen no les importa ni la perimetral ni nada. Hemos escuchado mensajes que le dicen: ‘Sabés que me importa tres carajos que tengas la perimetral’. Por otro lado vemos lo que llamamos depredadores sociales. Se da cuando si en algún punto una mujer pudo, a través de todo su proceso, ponerle un corte, él va a buscar otra mujer y va a seguir en la misma”. Por eso las Mujeres al Oeste creen necesaria la pregunta ¿Qué hacemos con los varones violentos?

Saben que la respuesta es social y por eso trabajan para llevar sus folletos a escuelas y espacios mixtos, del que participan adolescentes varones.

Trabajo fino

Graciela es psicóloga social, desde hace cuatro años integra Mujeres al Oeste y coordina los grupos los miércoles a la tarde en La Salita de Castelar. “Trabajamos los mandatos, los roles, la desnaturalización de la violencia, el poder verse como sujeto porque el violento las puso en un lugar de objetivación, de objeto, a merced de lo que él quería y decía. Si bien no es un grupo terapéutico, todo grupo funciona terapéuticamente en el hecho de poder ver al otro. Como están en distintos procesos hay un juego de identificación. Nuestro rol es ser co-pensantes de ellas: nunca decimos lo que tienen que hacer”.

Lo definen como un espacio de empoderamiento. Cristina agrega desde su experiencia: “Lo que creemos que es un pilar en el espacio grupal es que las mujeres se ven reflejadas en otras. Van viendo los distintos procesos de cada una porque no todas entran al espacio grupal con el mismo proceso. Al escuchar a las demás ven que lo que les pasa a ellas no les pasa a ellas solas. El violento lo que hace, durante mucho tiempo, es intimidarlas, un trabajo muy sutil que corta la capacidad de acción y de pensamiento a las mujeres. Es quitarles toda capacidad de toma de decisiones, más allá de las profesiones y clase social. Es un trabajo muy fino el que hay que ir haciendo para que estas mujeres recuperen su identidad”.

Los grupos, que son abiertos, tienen como objetivo que las mujeres puedan construir un proyecto propio. “Al mejorar su calidad de vida, porque empieza a aparecer la voz de la mujer que estuvo tapada por la voz del violento, empiezan a poder construir un nuevo proyecto de vida, a retomar estudios, actividades, trabajos. Cuando llega ese momento, ellas solas se dan el ´alta´ del espacio grupal: la idea del espacio es esa”

Camino al 8M

Adelina es contundente: “Todas tenemos el trabajo, por más feministas que seamos, de deconstruir, de revisarnos a nosotras mismas y a nuestros propios mandatos. Cada una tiene que hacerlo a nivel individual y también a nivel grupal, por eso nos juntamos en organizaciones como la nuestra”

Graciela remarca el termómetro de realidad que se tiene desde la geografía femenina: “Nos hicieron creer eso del sexo débil,  pero en estos momentos demostramos que somos más fuertes que nunca. Tenemos muchos ejemplos históricos que demuestran que en las mayores crisis hemos tenido que salir, empezando por las Madres y las Abuelas. Creo que de alguna manera somos portavoz de la realidad”.

Como síntesis, deja en claro: “Si hay que decir que estamos en contra de algo es en contra de la cultura patriarcal”

La noticia esperanzadora es que algo nuevo está naciendo. “Lo personal es político se está haciendo carne. Lo estamos pudiendo poner en el escenario público”, dice Adelina.

Hacia las calles y desde el oeste del conurbano así van al 8 de marzo.

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Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

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Por el Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez

Todas las administraciones del Estado se han adjudicado falsamente la baja de femicidios y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich acaba de rendirle tributo a esta tradición. Pero las cifras del Observatorio Lucía Pérez, construidas a partir de casos judiciales, denuncias y relevamientos provinciales, demuestran una realidad diferente.

Antes de los números, una aclaración: el 2023 fue el primer año en que el Estado nacional publicó estadísticas criminales sin clasificar. Lo hizo con un archivo Excel desordenado que abarcaba una década, sin distinguir delitos ni consolidar provincias. Algunas jurisdicciones directamente no informaron datos en categorías sensibles, como violaciones. Así, la ciudadanía no puede verificar ni auditar los números oficiales.

En ese vacío, las declaraciones de Bullrich remiten a una lógica conocida: la de la inflación. Como con los precios, la diferencia entre los números oficiales y la vida real se amplía cuando se manipula o se oculta información.

Por eso, este Observatorio público y autogestionado carga 12 padrones de manera diaria. Para realizar un seguimiento estructural de la violencia machista, y también para controlar el rol del Estado.

A diferencia de los 178 registrados que mencionó la ministra, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 217 femicidios y travesticidios en lo que va del 2025. Estos son las cifras que pueden verse y verificarse, ya que el OLP es un padrón público:

Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

Otro dato que se oculta es el que representan los femicidios cometidos y sufridos por integrantes de fuerzas de seguridad, que están bajo la responsabilidad de la ministra.

En 2025, el primer femicidio del año fue el de una mujer policía asesinada con su arma reglamentaria (Guadalupe Mena). Y el último, ocurrido apenas el 26, también: Daiana Raquel Da Rosa.

Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.

Armas reglamentarias, vínculos jerárquicos y falta de sanción disciplinaria conforman una trama donde la violencia institucional se reproduce dentro y fuera de las comisarías. ¿Y Bullrich?

Más preguntas que emergen: ¿cómo se mide el porcentaje de crueldad? Los “narcofemicidios” de Lara, Brenda y Morena muestran una violencia cada vez más planificada y asociada a redes delictivas con complicidad del Estado.

Otra cifra invisibilizada en este crimen social que es un femicidio es la de las infancias huérfanas. En lo que va de 2025, el Observatorio registra 139 infancias huérfanas por femicidios. En todo 2024 fueron 173. Y detrás de cada una hay un Estado que sigue sin garantizar la Ley Brisa, que establece una reparación económica y acompañamiento a hijas e hijos de víctimas de femicidio.

Mientras la violencia machista sigue cobrando vidas, multiplicando huérfanos y exponiendo la precariedad institucional, el Estado tergiversa y oculta.

La pregunta es: ¿por qué?

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Un mes sin Brenda, Lara y Morena: lo que se sabe de la trama narcofemicida

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Este lunes se está cumpliendo un mes del triple narcofemicidio. La causa que investiga el asesinato de Brenda (20), Morena (20) y Lara (15) tiene nueve personas detenidas y tres prófugas. Una de ellas es Alex Ydone Castillo, acusado de ser el dueño de los 30 kilos de cocaína que habrían sido robados, posible móvil de los brutales asesinatos. 


Lo increíble: Castillo estaba preso pero fue excarcelado “por razones humanitarias” durante la pandemia del coronavirus, según lo reveló el periodista de Infobae Federico Fahsbender. En su artículo se detalla que Ydone Castillo había sido detenido en Argentina por una circular roja de Interpol –emitida desde Perú, su país de origen– por “un movimiento de 51 kilos de cocaína”. Fue la Sala II de Casación la que lo excarceló. Desde que quedó en libertad, el gobierno peruano tampoco envió en los plazos pertinentes el pedido formal de extradición. Y siguió libre.

Los otros dos prófugos de la causa del triple narcofemicidio son David González Huamani (“El loco David” o “El Tarta”, por tartamudo) y Manuel Valverde, tío de Tony Janzen Valverde, alias “Pequeño J”, que está detenido en Perú a la espera de un juicio de extradición. 

Los narcos robados

A Huamani, Celeste Magalí Guerrero (una de las detenidas que mayor información aportó) lo reconoció dentro de su casa del barrio Villa Vatteone. Fue una de las personas reconocida por tener guantes de látex. Huamani también aparece en la declaración de Víctor Sotacuro, detenido en Villazón, frontera con Bolivia, acusado de manejar el auto de apoyo a la Chevrolet Tracker blanca que levantó a las chicas en las calles de Ciudad Evita el 19 de septiembre. Sotacuro dijo que fue Huamani quien lo contrató para hacer los viajes de esa noche y que le pidió que le llevara ropa para cambiarse. Sotacuro declaró que lo fue a buscar a Varela y lo llevó hasta la 1-11-14, en el Bajo Flores, y dijo que Huamani estaba sucio de barro, al igual que otros dos hombres que se subieron a su auto. La mamá de Morena lo señaló como el que maneja la droga en Las Antenas, un barrio de Lomas del Mirador, y en la Palito, en San Justo, dos localidades de La Matanza. 

Según una de las hipótesis de la investigación, los prófugos Castillo, Huamani y Valverde integran la organización cuya droga había sido robada. Sobre ellos pesan órdenes de captura internacional. Esa línea también busca a otros tres sospechosos, todavía no identificados, pero que en el expediente aparecen como “NN Paco”, “NN Nero”, y el “canoso de la Glock”, en referencia al arma que llevaba un hombre que Guerrero ubicó en su casa, bajándose de la camioneta con Pequeño J, en las calles Río Samborombón y Chañar. 

Quiénes están en prisión

Hasta el momento las nueve personas detenidas son:

  • Daniela Ibarra (19) y Maximiliano Parra (18), quienes encontraron limpiando con lavandina la casa de Varela.
  • Celeste Magalí Guerrero (28) que alquilaba la casa. Su declaración aportó múltiples detalles que la justicia debe corroborar. Por un lado, explicó la estructura del clan, con jerarquías divididas en “Abuelos”, “Papás”, “Tíos”, “Pequeños” y “Mulos”, según el orden de importancia en la organización. Según su declaración, Pequeño J, que era presentado como el líder de una banda narco transnacional, en realidad tenía un rol menor, aunque lo ubicó en la escena del crimen. También declaró cómo esa noche fueron a comprar artículos de limpieza y bidones de nafta. 
  • Miguel Villanueva Silva (25), pareja de Guerrero. A ambos los detuvieron en un hotel alojamiento. Ella declaró que, al llegar a la casa de madrugada, lo vio con la mano ensangrentada y, según dijo, le confesó que había matado a una de las chicas al intentar escaparse. Un kiosquero del barrio de Florencio Varela dijo que Silva había ido a comprar con otro chico y que le dejó una mancha de sangre en la reja del comercio, que su mujer terminó limpiando. 
  • Ariel Giménez (29), uno de los acusados de cavar la fosa en la casa. 
  • Víctor Lázaro Sotacuro (41). Al principio se creía que solo era remisero pero, según Guerrero, tiene un lugar importante en la estructura. El hombre declaró que nunca estuvo en la escena, que no era el dueño de la droga robada, que tampoco era el jefe de la banda y que su apodo no era “El Duro”, como había dicho Guerrero. De todas formas, según La Nación, Sotacuro pagaba las cocheras en las que se estacionaban los cuatro vehículos de la banda: la Chevrolet Tracker blanca (que fue incendiada), el Volkswagen Fox blanco que manejó, un Renault 19 gris y un Chevrolet Cruze negro. Sus abogados pidieron un careo con Guerrero por supuestas “contradicciones”. 
  • Florencia Ibáñez (30), sobrina de Sotacuro, acompañante en el Volkswagen Fox, fue detenida luego de salir de los estudios de A24, donde defendió a su tío y dijo que habían pasado por el recorrido de la Tracker de casualidad. El fiscal Arribas dijo que Ibáñez reconoció que el móvil de los femicidios había sido un robo de un cargamento de droga que pertenecía a su pareja, el prófugo Alex Ydone Castillo.
  • Tony Janzen Valverde, alias “Pequeño J”, 20 años. Guerrero lo ubicó en su casa con Sotacuro y el “canoso de la Glock”. También dijo que Pequeño J había llamado a Villanueva para pedirle la casa para una fiesta. Está detenido en el penal de Cañete, en Perú, a la espera de la extradición. La declaración de Guerrero lo rebajó en la estructura: hoy está acusado de organizar dealers. Según la investigación, el abuelo y el papá de Valverde también se dedicaban al negocio narco. Su padre fue asesinado. Una cámara de seguridad ubicó a “Pequeño J” el 6 de septiembre a la salida de un pool de Flores con Lara y otra joven. 
  • Matías Ozorio (28), ladero de Pequeño J. Su historia es increíble y grafica una época: el periodista Carlos Burgueño contó que el joven tenía un trabajo en relación de dependencia en el Hospital Italiano –obra social, aportes, vacaciones, aguinaldo–, lugar del que se hizo echar, según sus familiares, para cobrar una indemnización que invirtió en el mundo cripto. Entre sus apuestas estuvo $Libra, bendecida por el presidente Javier Milei, cuyo desplome hizo a Ozorio perder todo y pedir un préstamo a un transa. Ya no se despegó de lo narco. Según Guerrero, fue una de las tres personas que cavó los pozos en la casa de Varela. Como Pequeño J, fue detenido en Perú. Guerrero también declaró que Ozorio le traía cocaína en 100 o 120 envoltorios que ella vendía a un valor de $10.000 cada uno. 

Vínculo de confianza

Según publicó La Nación, el fiscal Carlos Arribas describió: “Tras producirse la referida sustracción cuyos autores fueran presumiblemente allegados o conocidos las víctimas, fue que mediante maniobras de engaño, y ardides y aprovechándose de su especial condición de vulnerabilidad, integrantes de la organización mencionada precedentemente, en su mayoría de sexo masculino, lograron establecer un vínculo de confianza con las tres jóvenes, por lo que el 19 de septiembre de 2025, a las 21.29, consiguieron las jóvenes abordaran una Chevrolet Tracker blanca con dominio que había sido robado, en la que viajaban al menos tres personas. El vehículo contaba con el apoyo de un Volkswagen Fox blanco en el que circulaban al menos otras dos personas de la organización y de Chevrolet Cruze negro”. 

Según las publicaciones, todavía no está claro quiénes integran el grupo que habría robado el cargamento de cocaína. Pero la descripción de la estructura hace presumir que la causa está próxima a pasar a la órbita de la Justicia Federal.

Ya pasó un mes. 

Las familias de Brenda, Lara y Morena siguen exigiendo justicia. 

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Transfemicidio en Neuquén: reclaman justicia por Azul, la trabajadora estatal por la que se declararon dos días de duelo

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Por Evangelina Bucari

Fotos: Carlos Luna @un_chino.of

Azul Mía Natasha Semeñenko soñaba con “ser Azul del todo”. Había iniciado su hormonización, esperaba turno para realizarse una cirugía de modificación corporal y, como escribió su compañera de trabajo y amiga Ivana Meske, “buscó amor en todas sus formas”. “No tuvo una ley de identidad de género que la protegiera en su infancia –recordó–; fue excluida, juzgada, maltratada. Aun así, siempre tejió redes: trabajamos con ella el cambio de DNI, buscó apoyo en el sistema de salud y batalló por operarse. ‘Voy a ser Azul cuando me operen’, solía decir”. No logró cumplir ese sueño porque fue asesinada. A dos días del hallazgo de su cuerpo, la lloran y despiden en el Cementerio Central de la ciudad de Neuquén.

Transfemicidio en Neuquén: reclaman justicia por Azul, la trabajadora estatal por la que se declararon dos días de duelo

El 25 de septiembre, día de su cumpleaños 49, Azul dejó de responder mensajes. Sus compañeras de trabajo se preocuparon y la buscaron; el Estado no lo hizo tan rápido. Si bien les tomaron la denuncia, la Policía recién publicó la búsqueda el 30, cinco días después. Tras marchas y movilizaciones junto al movimiento trans y feminista para visibilizar su desaparición, tres semanas más tarde, el 15 de octubre a la noche, el Ministerio Público Fiscal neuquino informó la identificación de un cuerpo hallado en un canal de Valentina Norte: era ella, había sido víctima de un transfemicidio. De acuerdo con la autopsia preliminar, sufrió heridas punzocortantes en tórax y brazos y fracturas en la cara. La investigación está ahora a cargo de la fiscal Guadalupe Inaudi.

La vida de Azul no había sido fácil. Como muchas otras chicas trans, su camino estuvo atravesado por diferentes formas de discriminación, violencias y vulneraciones: estaba alejada de su entorno familiar, con quienes no tenía contacto; tiempo atrás había tenido que ejercer el trabajo sexual como forma de subsistencia y, en algún momento, había caído en consumos problemáticos. Por eso, cuando en 2017 entró a trabajar en la Subsecretaría de Niñez y Adolescencia como maestranza, ese espacio y sus compañeras se transformaron en su familia elegida junto a sus amigas trans que la acompañaban en su proceso. Con el cambio de gobierno en 2023, había sido trasladada de área y actualmente trabajaba como auxiliar en el Centro de Atención a las Víctimas de Violencia de Género.

Transfemicidio en Neuquén: reclaman justicia por Azul, la trabajadora estatal por la que se declararon dos días de duelo

La bandera en la marcha.

Apenas conocida la noticia del transfemicidio, el 16 de octubre hubo una gran marcha y abrazo colectivo. Durante la manifestación, se sumó Marcos, el hermano de Azul, que compartió el dolor de la familia pese a estar distanciados y su pedido de que el caso no quede impune.

En ese encuentro llegó el desahogo y se multiplicaron los recuerdos de quienes compartían los días con ella y la describieron: atenta con todos, llevando siempre “un matecito o café caliente”, preguntando todo el tiempo si alguien necesitaba algo o haciéndose cargo de cubrir tareas si alguien faltaba; una mujer tímida pero alegre, que personalizó su rinconcito en la oficina y que ahora nadie se anima a tocar. “Escuchar los relatos muestra cómo para Azul el trabajo fue un lugar de pertenencia. Fueron las compañeras quienes tomaron la búsqueda desde el primer día”, destacó Mariana Sarin, secretaria de Género de la CTA Autónoma provincial y delegada de ATE.

Transfemicidio en Neuquén: reclaman justicia por Azul, la trabajadora estatal por la que se declararon dos días de duelo

La presencia mapuche en el acto por Azul.

Cecilia Vacarezza era compañera de Azul desde sus inicios y se habían reencontrado este año en la Dirección Provincial de Protección Integral de las Violencias. La recuerda llegando en bicicleta y siendo de las últimas en irse: “Era querida por todas y todos. Luchó por su identidad, estaba feliz porque podía ser ella misma. Nos arrebataron su vida de una forma brutal”, contó entre sollozos por mensajes de WhatsApp. Muchas no podían ni hablar.

“El primer día que llegó estaba tímida. Le pregunté cómo quería que la llamara y me dijo ‘Azul’. Desde entonces se fue ganando su lugar, con su libertad, su alegría y su forma única de ser”, escribió en redes Rosana Arévalo, otra compañera de trabajo. “Voy a extrañar que camine por los pasillos cantando en inglés –continúo–, que me diga ‘Amore, ¿te traigo algo?’, que me escriba para pedirme ayuda o que me cuente que ya atendió a todos. Voy a extrañar sus stickers, sus audios, su risa pilla, sus mensajes”.

Transfemicidio en Neuquén: reclaman justicia por Azul, la trabajadora estatal por la que se declararon dos días de duelo

Las voces de ternura y afecto se replican. Carolina Guajardo, exsubsecretaria de Niñez y Adolescencia, fue su jefa: “En su aspecto se notaban las marcas de una vida dura, pero en su actitud siempre fue amorosa y muy atenta”, recuerda. Rememora las charlas que tenían, los consejos que pedía, su deseo de ser “realmente Azul” y lo leal que era. Repite la anécdota del cafecito, y cree que era así porque estaba muy agradecida después de una “vida que le había sido vulnerada millones de veces”.

La violencia avanza

El asesinato de Azul se inscribe en una violencia persistente: desde enero, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 213 femicidios y transfemicidios. La estadística no alcanza para decir quién era, pero explica el miedo y la bronca que se tradujeron en calle. “Somos parte de una marea que dice basta. El Estado es responsable de garantizar la vida y la seguridad de todas”, dice Vacarezza con angustia. 

Para quienes reclaman justicia y piden que haya más prevención, la decisión del Gobierno provincial de declarar dos días de duelo en memoria de Azul y disponer banderas a media asta en edificios públicos “no reemplaza la política pública”. “El Gobierno provincial decretó dos días de duelo, pero nadie se comunicó con la familia durante la búsqueda: es un parche en medio de la campaña”, cuestionó Guajardo, que además es parte de la colectiva feminista La Revuelta.

Transfemicidio en Neuquén: reclaman justicia por Azul, la trabajadora estatal por la que se declararon dos días de duelo

Por su parte, Sarin apuntó al sistema judicial “machista y patriarcal” y a la necesidad de “exigir justicia en la calle”. “Desde las organizaciones denunciamos que la política de odio hacia mujeres y diversidades del gobierno de Milei mata; el desmantelamiento de los servicios de asistencia también mata”, afirmó la referente de la CTA y detalló que Azul es la tercera víctima reconocida de asesinato por violencia de género en la provincia, pero que “hay otras muertes violentas catalogadas como suicidios” y que siguen reclamando por Luciana Muñoz, desaparecida hace 15 meses.

Transfemicidio en Neuquén: reclaman justicia por Azul, la trabajadora estatal por la que se declararon dos días de duelo

Para la secretaria de Género de la CTA Autónoma neuquina, el transfemicidio de Azul ocurre en una provincia donde a igual que a nivel nacional “las políticas de género fueron vaciadas y el clima de odio se traduce en retrocesos concretos”.

Sarin también advirtió sobre el avance de grupos conservadores evangelistas en Neuquén. Uno de los ejemplos que dio es el de la candidata que encabeza la lista de senadores libertarios por la provincia, Nadia Márquez, hoy diputada nacional con protagonismo en la Cámara Baja. Su padre, un pastor evangélico, fue uno de los pocos que recibió fondos de ayuda alimentaria desde el Ministerio de Capital Humano nacional. «Ellos hacen política para volver a encerrar a las mujeres en la casa, para volver a meter a niñas y niños bajo la égida de la familia y que no tengan derechos garantizados por el Estado. Entendieron que el movimiento de mujeres y diversidades, con su cuestionamiento al orden patriarcal, era un riesgo para su poder político y económico, y decidieron ir contra nosotras”, aseguró la dirigenta.

Transfemicidio en Neuquén: reclaman justicia por Azul, la trabajadora estatal por la que se declararon dos días de duelo

También alertó sobre otros grupos antifemnistas como la organización Padres de Río Negro y Neuquén, “que obtuvo declaración de interés legislativo”. Explicó que son padres que promueve la idea de que los niños son ‘rehenes’ de sus madres» y detalló que «instalaron un tráiler frente al Juzgado de Familia, justo donde las mujeres deben presentarse a denunciar. Lo llenaron de carteles y banderas: para ir a denunciar, hay que pasar por el medio de eso”.

“Trabajo en la 148 y veo a diario casos que no encuentran respuesta; a veces el botón antipánico no funciona o no hay. Decimos ‘riesgo de femicidio’, pero ¿qué significa si no se actúa?”, interpeló Guajardo.

Hasta ahora no se sabe qué pasó. La última conexión del celular de Azul se ubicó en la zona del río Neuquén; su cuerpo fue hallado envuelto y atado, en avanzado estado de descomposición. El paso de los días borra pruebas. Por eso, queda una certeza entre quienes la quisieron: la pelea es por memoria y justicia y se convocó para una gran movilización para el 21 de octubre para pedir por el esclarecimiento del crimen. “Vamos a seguir, ya tenemos comprada la vereda de la Ciudad Judicial”, concluyó Sarin.

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