Sigamos en contacto

#NiUnaMás

Mujeres del oeste: Feminismo de barrio

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Desde hace 20 años libran la batalla contra la violencia machista en el conurbano. Qué ven desde esa trinchera: los cambios, las necesidades y las estrategias sociales creadas para dar respuesta a pesar de la indiferencia estatal. Por Anabella Arrascaeta.

Mujeres del oeste: Feminismo de barrio

Los cuerpos están transpirados, la sensación térmica superó ampliamente los 40 grados y aunque las suelas queman sobre el asfalto cuatro mujeres caminan para recibir a otras mujeres. Son integrantes de Mujeres al Oeste, una organización feminista del oeste del conurbano bonaerense que en el primer piso de la Sociedad de Fomento La Salita, en Castelar, todos los miércoles se sientan a escuchar.

Mujeres escuchando a mujeres. 

La semilla de Mujeres al Oeste fue, en 1995, el programa de radio Aquelarre al Oeste, en una FM comunitaria del gran Buenos Aires. Durante siete temporadas se sostuvieron frente al micrófono hasta que en el año 2002 la época las empujó a asumir la necesidad de expandirse hacia un espacio físico propio. Abrieron las puertas en Morón y así las sostuvieron hasta diciembre del año pasado. En momentos en que el encuentro es más urgente y vital el actual panorama económico no les permitió renovar el alquiler, y el año que acaba de arrancar las vuelve a poner, como ellas mismas relatan en un folleto, a la intemperie.

Así están ahora estas mujeres del oeste: como todas, en la calle.

Escuchar la violencia

Mujeres al Oeste desde hace más de veinte años trabaja fundamentalmente sobre tres ejes muy concretos

Salud sexual y reproductiva: incluye una militancia incansable por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Zulema Palma, médica especialista en ginecología e integrante de Mujeres al Oeste, definió cómo trabajan en una entrevista con MU: “En la formación médica en las universidades, de grado y postgrado,  falta todo lo que tiene que ver con violencia contra las mujeres, con sexualidades y con derechos. Una de las claves es cómo trabajamos con los médicos y médicas para que se relacionen con el aborto desde otro lugar que no sea la moral: comprender cómo se forman, cómo se deforman, cómo se rehabilitan y cómo cumplen con sus obligaciones a conciencia. Los médicos no toman el aborto como un problema de salud. Lo juzgan moralmente, desde una perspectiva estrecha y muy personal. Enseguida hablan de objeción de conciencia, cuando muchas veces no lo es. Me han dicho: ´No estoy de acuerdo con el aborto porque no estoy de acuerdo con que las mujeres aborten´. Eso no es objeción de conciencia: ese es un argumento político. Eso es decir: ´Yo tengo el conocimiento, pero como no quiero que las mujeres aborten, si tuviste una complicación no te atiendo´.”

Atención y prevención de la violencia contra las mujeres: espacio que Adelina, trabajadora social que desde hace un año integra la organización, define como el área de “interacción y llegada constante a la comunidad, el servicio directo que prestamos”. En ese contacto hay mujeres formadas en diversas disciplinas como médicas, psicólogas sociales, abogadas y trabajadoras sociales, entre otras, que tienen la “convicción de que las mujeres que sufren violencia en su vida cotidiana precisan de un espacio y un tiempo donde, con respeto y sin juzgarlas, se las acompañe en la tarea de reconstruir su autoestima, su salud física y emocional y sus derechos como personas”, explica uno de los folletos del espacio.

Aprendieron así qué pueden garantizar como organización y qué no: por eso deciden no trabajar en la emergencia. Si reciben un llamado telefónico de una mujer en situación de emergencia le pasan la información y recursos que comprueban disponibles e intermedian la derivación a otros espacios. “Pero en general las que llegan al llamado telefónico son mujeres que comienzan a tener un registro de la situación que viven”, explica Cristina, psicóloga social que junto a otras compañeras se encarga de recibir a las mujeres en un primer encuentro que se coordina después de la llamada. “Lo que hacemos es, a través del relato de la mujer que viene a solicitar contención e información, es ir desarmando estereotipos”. ¿Qué estereotipos? “Los estereotipos del patriarcado que dicen que el violento es violento porque se droga, porque es alcohólico, porque está enfermo, porque sufrió violencia. Los vamos desarmando porque en realidad son justificaciones: el único responsable de la violencia es el agresor que la ejerce”.

Mitos y realidades

En el primer piso de La Salita de Castelar, sobre la mesa y junto al mate, hay un tríptico de papel que anuncia: Mitos y realidades sobre la violencia contra las mujeres. Es una de las herramientas que elaboraron  en base a la experiencia de todos estos años de trabajo acumulado y que reparten en escuelas, organizaciones sociales y centros vecinales donde ofrecen charlas y talleres. Son aportes para desnaturalizar la violencia que señalan, por ejemplo:

Mito: La violencia contra las mujeres, cuando sucede al interior de la familia, es un problema de ámbito privado, y por ende, nadie debe meterse.

Realidad: Considerar la vida familiar como “ámbito privado” invisibiliza la magnitud del problema y perpetua la violencia. Las mujeres maltratadas sienten que traicionan a su pareja y a su “familia” cuando cuentan a alguien lo que les pasa o cuando piden ayuda, porque hacen público lo que consideran privado. Por otro lado, reducir la violencia contra las mujeres al ámbito privado impide que la sociedad en su conjunto se haga cargo del problema.

Mito: Los casos de violencia contra las mujeres al interior de la familia no representan un problema de gran magnitud.

Realidad: En Argentina en 1 de cada 5 parejas hay violencia. En  el 42% de los casos de mujeres asesinadas, el crimen lo realiza su pareja. El 37% de las mujeres golpeadas por sus esposos lleva 20 años o más soportando abusos de este tipo. Según datos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires el 54% de las mujeres golpeadas son agredidas por sus maridos o parejas. El 30% denuncia que el maltrato se prolongó más de 11 años. Si bien estas son cifras contundentes, representan solo la punta del iceberg.

Mito: La violencia contra las mujeres es un problema de las clases sociales más pobres.

Realidad: Según datos oficiales de la Dirección de Políticas de Género de la Provincia de Buenos Aires un 70% de las denuncias recibidas por violencia familiar son de clase media.

Mito: Las mujeres golpeadas se quedan porque les gusta que les peguen.

Realidad: A ninguna mujer le gusta ser golpeada ni humillada. Esta es una interpretación simplista, propia de una sociedad patriarcal y machista que considera a las mujeres “culpables de todo lo que les pasa”.

Mito: Los hombres violentos son enfermos o adictos y por eso golpean a las mujeres.

Realidad: Tratar a los violentos como enfermos justifica su violencia, principalmente cuando el problema llega a la justicia. Golpear es un delito que tiene un responsable: el golpeador.

Mito: Las mujeres son maltratadas y/o golpeadas porque se lo merecen.

Realidad: Nadie tiene derecho a ejercer violencia sobre otra persona. Pensar que las mujeres “merecen” el maltrato y/o los golpes es culparlas por la violencia que sufren. Este es el argumento que utilizan los victimarios para justificar su violencia, de tal manera que las victimas sientan que hicieron algo que los “provocó”. Repetirlo socialmente es una forma de trasladar la culpa del victimario a la víctima, impidiendo que ésa última reconozca la violencia que padece.

Lo que se ve cuando se mira

¿Qué se ve cuando analizan las entrevistas con víctimas de violencia que mantuvieron en los últimos años? Cristina aporta: “Pudimos ver que la violencia se está dando en parejas con menos años de convivencia. La mujer lo detecta antes. Ya no vemos esos casos de 10, 15 años de padecer violencia, son muy pocos. Las que más nos consultan son mujeres jóvenes, con hijos pequeños”.      

Adelina suma: “La parte negativa de ese indicador es la intensidad: los ciclos de la violencia suelen ser más cortos, más breves, entonces la intensidad de la agresión tiende a acumularse más rápido, por ahí se llega a escalas mucho más violentas en menos tiempo. El ciclo se da más acelerado y por eso mismo la mujer lo detecta más rápido”.

Otro foco en el que ponen la mirada es en las adolescentes. Cristina: “Vemos mucho el tema de la violencia informática, en las redes sociales, hackear cuentas, el escrache, formas de hostigamiento, de amenaza. También mucho noviazgo violento en la adolescencia”.

Adelina analiza: “La lógica del violento sigue siendo la misma; hay un trabajo muy minucioso en la denigración de la mujer, en aislarla. Va destrozando poco a poco lo que es la autonomía y la autoestima de la mujer. Ese es el objetivo. Todo lo que va apareciendo en el camino son medios para alcanzar ese objetivo y las redes sociales resultan ser un medio bastante viable para la reproducción y efectos que quieren lograr”.

Cristina advierte otra arista para mirar: “El violento, a medida que la mujer va teniendo estrategias para salir de esa violencia, lo que hace es generar nuevas formas  cada vez más violentas. Ahora, por ejemplo,  el homicidio es vinculado, mata al entorno familiar, es lo que empezamos a ver como nuevo. Esa es la respuesta del patriarcado”.

Graciela explica: “Vemos que con esta impunidad que tienen no les importa ni la perimetral ni nada. Hemos escuchado mensajes que le dicen: ‘Sabés que me importa tres carajos que tengas la perimetral’. Por otro lado vemos lo que llamamos depredadores sociales. Se da cuando si en algún punto una mujer pudo, a través de todo su proceso, ponerle un corte, él va a buscar otra mujer y va a seguir en la misma”. Por eso las Mujeres al Oeste creen necesaria la pregunta ¿Qué hacemos con los varones violentos?

Saben que la respuesta es social y por eso trabajan para llevar sus folletos a escuelas y espacios mixtos, del que participan adolescentes varones.

Trabajo fino

Graciela es psicóloga social, desde hace cuatro años integra Mujeres al Oeste y coordina los grupos los miércoles a la tarde en La Salita de Castelar. “Trabajamos los mandatos, los roles, la desnaturalización de la violencia, el poder verse como sujeto porque el violento las puso en un lugar de objetivación, de objeto, a merced de lo que él quería y decía. Si bien no es un grupo terapéutico, todo grupo funciona terapéuticamente en el hecho de poder ver al otro. Como están en distintos procesos hay un juego de identificación. Nuestro rol es ser co-pensantes de ellas: nunca decimos lo que tienen que hacer”.

Lo definen como un espacio de empoderamiento. Cristina agrega desde su experiencia: “Lo que creemos que es un pilar en el espacio grupal es que las mujeres se ven reflejadas en otras. Van viendo los distintos procesos de cada una porque no todas entran al espacio grupal con el mismo proceso. Al escuchar a las demás ven que lo que les pasa a ellas no les pasa a ellas solas. El violento lo que hace, durante mucho tiempo, es intimidarlas, un trabajo muy sutil que corta la capacidad de acción y de pensamiento a las mujeres. Es quitarles toda capacidad de toma de decisiones, más allá de las profesiones y clase social. Es un trabajo muy fino el que hay que ir haciendo para que estas mujeres recuperen su identidad”.

Los grupos, que son abiertos, tienen como objetivo que las mujeres puedan construir un proyecto propio. “Al mejorar su calidad de vida, porque empieza a aparecer la voz de la mujer que estuvo tapada por la voz del violento, empiezan a poder construir un nuevo proyecto de vida, a retomar estudios, actividades, trabajos. Cuando llega ese momento, ellas solas se dan el ´alta´ del espacio grupal: la idea del espacio es esa”

Camino al 8M

Adelina es contundente: “Todas tenemos el trabajo, por más feministas que seamos, de deconstruir, de revisarnos a nosotras mismas y a nuestros propios mandatos. Cada una tiene que hacerlo a nivel individual y también a nivel grupal, por eso nos juntamos en organizaciones como la nuestra”

Graciela remarca el termómetro de realidad que se tiene desde la geografía femenina: “Nos hicieron creer eso del sexo débil,  pero en estos momentos demostramos que somos más fuertes que nunca. Tenemos muchos ejemplos históricos que demuestran que en las mayores crisis hemos tenido que salir, empezando por las Madres y las Abuelas. Creo que de alguna manera somos portavoz de la realidad”.

Como síntesis, deja en claro: “Si hay que decir que estamos en contra de algo es en contra de la cultura patriarcal”

La noticia esperanzadora es que algo nuevo está naciendo. “Lo personal es político se está haciendo carne. Lo estamos pudiendo poner en el escenario público”, dice Adelina.

Hacia las calles y desde el oeste del conurbano así van al 8 de marzo.

#NiUnaMás

La tesis del gran bonete

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

¿Cómo informar sobre femicidios? ¿Quién sabe cómo hacerlo? Una polémica tesis promocionada por Rita Segato desliza la responsabilidad del Estado a los medios, en momentos en los que el gobierno pretende derogar la figura legal de femicidio. Las falacias y generalizaciones que construyen una orden de silencio. 

Por Claudia Acuña

Las periodistas somos responsables de los femicidios. Mientras tipeo esta frase me invade un sentimiento que solo explica el clásico «no sé si reírme o llorar”.  Desde que la escuché pòr primera vez en el año 2020, de boca del entonces gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, hasta ahora, que la repite una integrante del movimiento transfeminista del Valle de Punilla, en Córdoba, han pasado varios años, pero aquella primera vez y esta última tienen un contexto en común: esas provincias habían sufrido en poco tiempo una serie de femicidios que sembraron protestas sociales importantes. En el caso de Jujuy, estaban todas sus rutas cortadas con adolescentes que sostenían cartulinas escritas a mano exigiendo justicia, mientras las fuerzas de seguridad disparaban gases para dispersarlas. En esta ocasión, en Punilla la movilización también fue masiva.

Lo que cambió, y no es poco, es otro contexto: en estos momentos el Estado argentino intenta imponer la derogación de la figura jurídica de femicidio.

Otro cambio: el ex gobernador Morales, por entonces interesado en que no se difundan las protestas –que por cierto fueron las primeras que azotaron su gobierno– citó a Rita Segato como autora de la tesis que responsabiliza a los medios de comunicación de sembrar femicidios, ya que al informar sobre ellos los contagiaba. En plena pandemia de coronavirus esa palabra significaba meter el dedo en una herida social. Investigué entonces de qué galera había sacado Morales ese argumento: había escuchado a Segato en una capacitación que la académica le dio a su gabinete, por zoom y en el marco de un programa financiado por ONU Mujeres. Cuatro años después ya tenemos un libro que lo justifica, con prólogo de Segato y suscripto por su alumna, la brasileña Daniela Gontijo. Tuve la oportunidad de conocerla en La Paz, Bolivia, cuando intenté conversar con ella sobre su tesis. Le pregunté si sabía que la Organización Mundial de la Salud había comunicado su autocrítica por solicitar a los medios que no informen sobre suicidios, un argumento que en su tesis es basal para extenderlo a los femicidios. Sigo esperando su respuesta.

La principal diferencia, sin embargo, es que ahora esa frase es repetida por una comunicadora y activista que ha participado de la organización de la protesta en el Valle de Punilla. Está preocupada, angustiada diría, por su rol. Y lo que es peor, insegura. Es ella, entonces, quien motiva esta nota, que escribo con hartazgo.

Las raíces de la información

¿Cómo se informa “bien” un femicidio? ¿De eso se trata este debate? No. Y por varios motivos. El primero es el primero: el término femicidio tiene una larga y dolorosa historia política y social. Resumo: la palabra encuentra sus orígenes en la expresión feminicide, “desarrollada inicialmente en el área de los estudios de género y la sociología por Diana Rusell y Jane Caputi a principios de la década de los 90 (…) concepto que surge con una intención política: desvelar el sustrato sexista o misógino de estos crímenes que permanece oculto cuando se hace referencia a ellos a través de palabras neutras como homicidio o asesinato” (Toledo 2009: pp23-24).

Tal como advirtió la antropóloga Marcela Lagarde al aplicarlo a la situación desesperada de Ciudad de Juárez, México, “femicidio no es solo una palabra: es toda una teoría”. ¿Qué teoría sostiene la palabra femicidio? La responsabilidad del Estado en estos crímenes. Explica Lagarde: “Son crímenes que no responden a una problemática derivada de la mal llamada violencia doméstica o intrafamiliar, sino que es parte de una problemática mucho más grave y compleja. La conexión entre el género y la clase social en los femicidios de Ciudad Juárez es clara: sus torturadores y asesinos actuaban porque querían y porque podían hacerlo, amparados por unas estructuras sociales y gubernamentales que propiciaban la impunidad de sus actos.” Esto decimos cuando decimos “femicidio”: lo sistémico de lo biográfico.

Esta concepción teórica y política aplicada a Ciudad de Juárez tuvo su consecuencia jurídica cuando el Estado de México fue condenado por la Corte Interamericana con el fallo conocido como Campo Algodonero. De ahí derivan todas y cada una de las herramientas legales que cada país latinoamericano fue obligado a adoptar para prevenir, erradicar y hacer justicia por la violencia que sufrimos mujeres, travestis, trans y diversidades sexuales.

¿Cómo señalar entonces en cada femicidio la responsabilidad estatal que lo propicia? De eso se trata este debate. La respuesta, digámoslo rápido y fácil, es el territorio.

Como marco teórico a esta territorialización de la información sobre la violencia femicida propongo leer Capitalismo Gore, de Sayak Valencia, escritora, filósofa y artista performática mexicana. Es su tesis doctoral de la Universidad Complutense de Madrid y, por eso mismo, es interesante conocer su origen porque leída hoy resuena como una respuesta contundente a esta otra tesis: “Originalmente la iba a hacer sobre epistemología feminista. Para mí era muy importante revisar cómo se producen ciertos grados de verdad o ciertas ficciones políticas que encumbran el conocimiento como algo que parece incuestionable si está mediado por el sello cientificista”. En eso estaba, entonces, cuando en un alto en sus estudios viajó a visitar a su familia a su Tijuana natal y en el camino que la llevaba del aeropuerto a su casa vio desde el auto y a la vera de la autopista un cadáver descuartizado. Así decidió cambiar el tema de su tesis y así nació un término –Capitalimo Gore– para  denominar aquello que la había sacudido: “el capitalismo gore sería la forma material de explotación que va atravesada de colonialismo, machismo, sexismo, crimen organizado, y corrupción”, sintetiza en una entrevista que le realizaron diez años después de la primera publicación.

Dirá también en esa entrevista Sayak Valencia: “El pensamiento es siempre contextual y si tratamos de hacer universalizaciones tajantes de ese pensamiento ya estaremos cayendo en una tentación solipsista, al considerar que tenemos las verdades absolutas sobre fenómenos que no serían explicables de manera sencilla en primera instancia. La necropolítica, la biopolítica y el uso de la violencia se dan de manera contextual porque su intensidad depende de los países, las condiciones económicas, lo gubernamental, lo social, lo cultural, en suma, dependiendo de la regionalización del mundo. No es igual de explícita la violencia racista contra ciertas poblaciones en territorios indígenas en México y la violencia racista que se da en Estados Unidos contra la población afro, que otro tipo de violencias como el negar servicios de salud a las poblaciones trans o a crear condiciones hostiles que provocan violencia y que terminan en una especie de necroadministración, o como dice Ariadna Estévez, en una administración del sufrimiento para que ciertas poblaciones sean dejadas de lado y mueran en ese apartamiento de lo social”. Esta última frase resuena especialmente en la actualidad y en la lucha de cada miércoles de las y los jubilados.

Reitera Sayak: “Creo que hay que seguir pensando lo biopolítico y lo necropolítico de manera contextual”.

¿Cuál es entonces el contexto en el que debemos fijar la atención ante cada femicidio y, mucho más, ante su reiteración producida en pocos días? El territorio. En el Jujuy gobernado por Gerardo Morales, en el Valle de Punilla azotado por la sistemática impunidad de los femicidios que allí se padecen, en las tramas de complicidad policial y judicial que han sembrado el terreno propicio para que la mimesis suceda, una y otra vez, sin sanción, ni contención ni reparación, que es finalmente aquello que expresa el grito de justicia que sin descanso nos hace oír el movimiento transfeminista organizado que también habita esas tierras, porque ya sabemos: donde hay criminalidad organizada en este país también hay resistencia.

En estos contextos, las órdenes de silencio no solo son peligrosas: suenan cómplices.

Emitirlas en nombre del saber es, además, perverso.

¿Quién sabe y quién no sabe informar sobre la violencia femicida? ¿De eso se trata este debate? No. Lo que tenemos que discutir es quién tiene autoridad sobre el saber. Y el saber es saber hacer resistencia a estas violencias.

¿Cuáles son las fuentes de información adecuadas, especialmente en tiempos en los que el poder se vuelve opaco e inaccesible? La narcocriminalidad ha impuesto esa barrera a la verdad del poder. Su privilegiada posición de economía “en negro” e “informal” ni siquiera nos permite conocer las cifras con las que maneja el mundo, en general, desde cada territorio en particular, pero sí alcanza para reconocer que aquello que llamamos ultraderecha tiene entre sus patrocinadores estos oscuros capitales que la promueven. ¿Hay entonces una relación entre la motosierra que destroza los pocos programas de contención de víctimas de violencia, la iniciativa de la administración Milei de erradicar la figura jurídica de femicidio y la manifiesta violencia misógina de la narcocriminalidad? Es pregunta.

También sabemos que eso que llamamos Academia, aquí en Latinoamérica, no ha producido investigaciones, estudios y publicaciones que relacionen la violencia femicida con el crecimiento de la narcocriminalidad, que en los territorios siempre tiene la forma de narcomenudeo porque esa es la lógica de gestión del negocio. Sí ha producido, y lo sigue haciendo, mucho análisis sobre los medios de comunicación que, en tiempos de redes virtuales, agigantan el rol de los formatos clásicos, en una operación que produce una restauración por repetición de marcos desactualizados –descontextualizando alcances de tiradas y audiencias, por ejemplo– y, a la vez, deslizan el eje del debate central: del Estado hacia los medios.

Ante cada femicidio hablemos del Estado. Narremos por ejemplo, el marco social-económico que afectó a víctimas y victimarios, nombremos los crímenes impunes sucedidos en ese territorio, los antecedentes de los fiscales encargados de investigar esos femicidios, los servicios y programas desmantelados en esa zona para prevenir y contener violencias, los funcionarios denunciados por violencia sexual, la cantidad de denuncias realizadas y cómo fueron atendidas, etcs y etcs.

Hablemos incluso de aquello que la política etiqueta como “inseguridad”, palabra detrás de la cual se esconden las tramas de complicidad policial-judicial (eso es el Estado) que alientan y sostienen las violencias.

Luego, si nos sobra tiempo, charlamos sobre el rol de los medios en la producción y reproducción de los femicidios.

Recién entonces, diré lo que puedo aportar al respecto, tras más de treinta años de informar, investigar y reflexionar sobre el tema y compilar información sobre casi 6.000 femicidios producidos en este país:

  1. Cuando era editora del principal diario de la Argentina recibí la recomendación de la Organización Mundial de la Salud sobre el peligro de informar sobre casos de suicidios, ya que provocaban contagio: resumo así la larga instrucción que señalaba ese peligro. En aquel momento el director del diario era Roberto Guareschi y encontré en él un aliado para imponer esa orden de silencio. Me pareció adecuada. Creí ser responsable de aplicarla y controlar que se lleve adelante, no solo en ese diario: enseñé a mis estudiantes a no informar. Cuando veinte años después leí la autocrítica de la OMS, admitiendo el contundente fracaso de esa restricción, aprendí la lección: en el periodismo el silencio nunca es opción. Tampoco lo es para una víctima de violencia.
  2. Cuando vi la tapa de un diario de México con la foto a toda página de una mujer colgada de un árbol, con la cabeza encapuchada, desnuda y con la leche maternal emanando todavía de su cuerpo destrozado comprendí aquello que escribió Sayek Valencia sobre la espectacularidad de la violencia: los medios completaban el trabajo de los sicarios. Ellos mataban a una mujer, los medios amenazaban a todo el resto. Estamos en Argentina, muy lejos de esa horrorosa maquinaria mediática de reproducción de la violencia. Estamos, además, en un oficio de periodistas profesionales, organizadas, formadas, muchas de ellas orgullosamente feministas y en gran parte, abrazadas a los movimientos sociales que las sostienen más que los medios donde trabajan en condiciones precarizadas, injustas, brutales. Ellas no lo son. Y es todo un esfuerzo no dejarse impregnar por la decadencia de la producción de noticias que hoy padecemos.
  3. Por último, hago mía las palabras de Helen Álvarez, la periodista boliviana integrante de Mujeres Creando, cuando en una mesa de debate con la autora de la Tesis del Gran Bonete, refutó: “No pienso dedicar un minuto de mi vida a discutir cómo mejorar medios comerciales, porque puede que logres que se escriba allí sobre un femicidio tal como pretendes que está bien, pero cuando das vuelta la página te vas a encontrar con un reportaje al jugador de fútbol que hizo el gol de la semana, sin mencionar que fue acusado de violación la anterior, y en la sección Economía, la noticia del ministro anunciando recortes de los programas sociales”. Como siempre, hay que contextualizar la frase: Helen fue la editora de la sección Economía del principal diario de Bolivia y es la mamá de Andrea, víctima de femicidio. Helen sabe.
  4. Por último, una noticia que nos da una pista sobre por dónde ir: en qué anda Sayek Valencia ahora. “Actualmente me encuentro investigando algo que denomino política post mortem, que son los agenciamientos prácticos que vienen de las personas que han sobrevivido a acontecimientos traumáticos y violentos. Es decir, son las prácticas, agenciamientos y acciones puestas en marcha por personas que han sufrido el asesinato, el femicidio o la desaparición de alguien que aman y que a partir de ese acontecimiento violento se han organizado para exigir justicia. Política post mortem sería esta forma de agenciamiento político que viene después de la masacre, después del trauma, después de la muerte de un ser querido, y que sigue luchando por esos muertos a través de las resistencias, de las búsquedas y de la dignificación del reclamo de justicia social”.
Seguir leyendo

Nota

57 femicidios en el año, infancias huérfanas cada dos días: Informe mensual del Observatorio Lucía Pérez

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Según datos del Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez, hubo 26 femicidios durante febrero, contabilizando un total de 57 en los dos primeros meses del año. Estos crímenes dejan, a la vez, un saldo de 35 infancias huérfanas. Si bien existe una ley que obliga al Estado a brindarles una protección integral económica, de acompañamiento y de acceso a la salud, desde que asumió la actual gestión no se otorgó ninguna: la Ley Brisa no se cumple. Los otros indicadores de la violencia patriarcal de este 2025: 43 intentos de femicidio, 15 desaparecidas, 595 funcionarios denunciados.

El cuerpo de Carolina Ríos, 43 años, fue encontrado por una de sus diez hijas. Maite y Carolina, las mayores, le pidieron luego a la prensa que difundiera este mensaje : “Necesitamos ayuda para poder criar, vestir y mandar a nuestros hermanitos a la escuela. Hoy estamos destruidas, y hacemos todo lo posible para seguir adelante y no quebrarnos ante nuestros hermanos menores». 

Tres días antes asesinaban a Ailén Oggero, de 32 años, delante de sus hijos de 11  y 4 años. El mayor fue quien avisó del crimen a los vecinos. 

A Otilia Cubilla Jara, de 65 años, también la encontró asesinada su propio hijo. 

Estos son solo tres de los 26 femicidios y travesticidios que ocurrieron durante febrero. 

Una síntesis de la violencia que marca los dos primeros meses del año:

Toda la información sobre cada uno de estos casos está disponible en la web del Observatorio Lucía Pérez, el primero y único autogestionado y público.

Una herramienta de información, análisis, debate y acción creada por nuestra cooperativa. 

www.observatorioluciaperez.org

Seguir leyendo

#NiUnaMás

Arte contra la impunidad femicida

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

«Hoy, en el día del cumpleaños de nuestra hija, nos enteramos por los medios de una nueva injusticia. Es otra violencia institucional más que sufre nuestra familia y el tercer fallo que pretenden imponer a un mismo crimen: el femicidio. Hoy inauguramos El cuarto de Lucía, arte contra la violencia femicida. Durante mucho tiempo estuvimos preparando este momento. Queremos invitarlos a que nos acompañen. El camino de conseguir justicia es demasiado largo. Gracias por estar. Familia de Lucía Pérez».

Con ese comunicado Marta Montero y Guillermo Pérez, los padres de Lucía, respondieron desde Mar del Plata al fallo del Tribunal de Casación Penal que, el día en el que Lucia cumpliría 25 años, dieron a conocer (sin informar a la familia ni a sus abogados) su decisión de revocar el fallo por femicidio contra Matías Farias, dejándolo solo en el marco del abuso sexual.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

«Es el Estado narco cubriéndose» dijo Guillermo Pérez a lavaca. La referencia: los imputados son probadamente narcos que vendían droga a menores en la puerta de la escuela a la que concurría Lucía. Pero al anular el delito de femicidio, la pena de perpetua se reduce de manera drástica. Todo esto, debería pasar por la decisión final de la Corte provincial.

«Es una provocación para afectar a la familia, el día del cumpleaños de su hija» sostuvo Gustavo Melmann, el padre de otra joven asesinada, Natalia, hace 24 años.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Sobreponiéndose a la sorpresa, la familia inauguró en Mar del Plata El Cuarto de Lucía, visitado por cientos de personas que quisieron conocerlo, interiorizándose con la situación general de violencia contra las mujeres. «No nos van a hacer callar» dijo Marta.

Así, la noche del viernes se llenó de arte para reencontrar lo que Marta llamo «luz»: capacidad para recordar a Lucía y a miles de mujeres asesinadas, y seguir transitando todos los caminos contra la impunidad. Participaron 20 grupos de música y danza.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Marta diálogó con lavaca.

–¿Por qué se inaugura hoy la Casa de Lucía?
–Porque hoy es el día que nació hace 25 años; a esta hora estaba con contracciones; ella nació a las 20. Fue tan lindo como padres; teníamos a Matías y tener una hija fue re lindo. Por eso hoy estamos festejando la luz, que es ella; la luz en la cual está ella. El festejo de hoy es la luz de Lucía.
Presentamos el cuarto de Lucía, donde vamos a trabajar desde todos los sentidos; todo lo que nos atraviesa como mujeres, como madres, como víctimas. El cuarto va a estar para eso. Se ha transformado en una obra de arte en donde trabajamos, hacemos los informes, donde ponemos el foco en lo mal que hace las cosas la Justicia.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

–Hoy recibieron justamente una noticia de la Justicia con una nueva medida de impunidad.
–Sí, como ya estamos acostumbrados, y es triste decir eso porque después de 8 años deberíamos tener una condena como corresponde, y no seguir luchando de esta manera.Se le pierde el respeto totalmente a la vida del ser humano que se ha ido y a las familias que quedamos. Pero seguiremos trabajando y no bajaremos los brazos. Hoy más que nunca este lugar debe ser de abrazo de amor, de contención por todo esto que nos pasa también.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

–¿Por qué creen que recibieron la noticia hoy?
–Porque la Justicia es perversa. Es tan grande la perversión que tienen, que también eligen con quién hacerlo. Porque también hay que acallar a estas víctimas, pero estas víctimas no se van a callar jamás. Jamás. Entonces, estoy segura que lo hacen para destruirnos, pero lejos de eso, estamos cada vez con más fortaleza, con más lucha y ayudándonos entre todos.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Guillermo Pérez agregó:

“En estos momentos tan crueles que estamos pasando no hay que dejar de hacer cosas humanas. Tenemos que hablar de las cosas que podemos hacer juntos”.

Marta: «Hay una industria judicial, donde te siguen haciendo ir para atrás, mientras la gente como nosotros tiene que seguir trabajando y pagando abogados, buscando justicia y que no haya impunidad. Por eso también es algo perverso lo que nos siguen haciendo».

El Cuarto de Lucía podrá ser visitado como parte de la actividad marplatense de la Campaña Somos Lucía, que incluye entre otras cosas, cursos, talleres, encuentros, y seminarios de capacitación a personal judicial.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Arte contra la impunidad femicida

Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.

Seguir leyendo

Lo más leido

Anticopyright lavaca. Todas nuestras notas pueden ser reproducidas libremente. Agradecemos la mención de la fuente.