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Mujeres y derechos laborales. La fuerza del trabajo

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Leyes que no se cumplen y derechos que faltan atraviesan toda la vida laboral de las mujeres: desde las empresas hasta los sindicatos, pasando por sus casas. Qué significa el 8M en ese ámbito. Por Sergio Ciancaglini con Lucas Pedulla.

Mujeres y derechos laborales. La fuerza del trabajo

El paro de mujeres no es solamente una cuestión salarial como la que reivindican los sindicatos. No es una lucha contra los despidos. Ni es un grito  contra la violencia, el machismo, los femicidios cotidianos, la discriminación, el uso, el abuso, el desprecio, la subordinación. Es todo eso, y es más.

El paro de mujeres –el segundo en la historia tras el del 19 de octubre de 2016- es el síntoma de salud frente a un mundo expulsivo, psicópata, empobrecedor. Un mundo  embrutecido a fuerza de racionalidad. Deforme, confuso, incierto, diseñado bajo la cultura del Hombre como dueño de todo lo humano.

Pero no es un paro glandular, de ovarios contra testículos. Lo que las mujeres que paran están proponiendo es otra concepción del mundo, de lo cotidiano, de la cultura, de las relaciones humanas, de la economía, del trabajo, de la democracia.

Lo hacen a través de una frase de una sencillez absolutamente compleja: “Vivas nos queremos”. Aparece la verdadera grieta, la definitiva: muerte/vida. Y la recuperación de la palabra. Una mujer sabia que se fue hace poco, Josefina Ludmer, escribió: “Una de las estrategias fundamentales de la dominación en la sociedad consiste en quitarle a los grupos sumergidos el lenguaje necesario para expresar su situación”.

Frente a la dominación, las mujeres recuperan el lenguaje para expresar su situación: no sólo las palabras, sino también el lenguaje que significa ponerse en acción. Hablan de paro, queriendo parar el mundo, no para bajarse de él sino para que el mundo funcione: es la batalla política, cultural, ética y práctica de esta época, al menos para quienes aspiren a que la vida sea posible.

Tal vez sea por eso que las mujeres al hablar más específicamente de lo que está ocurriendo en el mundo del trabajo, puedan decir cosas que parecen signos, senderos:

“La acumulación va en contra de la vida”.

“Estamos decididas a organizar y no a obedecer”.

“El capitalismo nos atraviesa a todos, pero en particular a las mujeres”.

La hipótesis: si el mundo actual está amasándose a base de precarización laboral, tercerización, muros, exclusiones, patriarcado, riqueza concentrada y pobreza generosamente repartida, la lógica y la visión de las mujeres –que tienen casi toda la Historia encima soportando tales desventuras- son las que también en el ámbito laboral, con más eficiencia, nos permiten leer el presente.

CEOs y camioneras

Solo la mitad de las mujeres participa en el mercado laboral formal, contra el 79% de los varones. Sin convertir a las estadísticas en una religión infalible, los números al menos ofrecen una idea del panorama.

Las diferencias salariales frente a los mismos empleos juegan contra las mujeres. A mayor capacitación, mayor diferencia: entre personal no calificado, la diferencia es del 29% y sube a más del 33% en empleos profesionales y técnicos. La brecha muestra una tendencia: el bajo salario femenino como variable de ajuste laboral, como precarización de todo el espectro del trabajo, lo cual indica una tendencia autodestructiva en los sindicatos que no perciben que defender el salario de las mujeres –igual remuneración por igual tarea- es clave a la no muy larga también para los varones. 

La brecha no es sólo obrera. Llega al 41% entre los CEO de las grandes empresas y corporaciones. Según los modales de estos tiempos, casi que tendrían que dar las gracias: sólo en el 7% de las corporaciones argentinas hay mujeres CEO.

En otro ámbito, Viviana Tolosa la tuvo igual de difícil: es camionera. Casada, dos hijos, trabaja hace más de 20 años en Transportes Furlong de Tortuguitas, Malvinas Argentinas. Es delegada y logró ser parte del consejo Directivo de la Federación Nacional de Trabajadores Camioneros: “Sé que no es común. Estar en el Consejo Directivo 10 años atrás era imposible, pero con el trabajo de cada día las chicas nos ganamos un lugar. Esto empezó a cambiar cuando se creó la Secretaría de la Mujer, a cargo de Laura Córdoba”. Cuenta que al comenzar su función como delegada gremial los varones no querían ni verla: “Se negaban hasta a hacer trámites conmigo sólo por ser mujer. Puro machismo. Al final se van acostumbrando”.    

Las chicas camioneras y Viviana sortearon todas las curvas, baches y acantilados, logrando que de cero se pase a 4 mujeres en la Federación de 45 integrantes. “En el gremio somos minoría, un 5% aproximadamente de 100.000 afiliados. Yo manejo camiones de transporte de autos cero kilómetro, y se va ganando cada vez más espacio. Pocas, pero activas”, dice tocando otra clave femenina de las últimas décadas, que va de la pasividad a la actividad.

Con ese espíritu lanzaron jornadas de salud para mujeres e hijas de camioneros y firmaron un convenio con la Universidad del Salvador para que encuentren salida laboral en los sanatorios del sindicato: “Todo pago. La idea es que la mujer tenga ganas de estudiar y trabajar. Todos los años hay promociones de chicas con salida laboral”.

Sobre el 8 de marzo: “Nosotras paramos. Vemos muchos problemas de violencia de maridos que les pegan a las compañeras. Y además están los problemas concretos del trabajo: una chica que conozco maneja un camión de descarga de mercaderías, con  su registro, pero su jefe no la dejaba sólo por ser mujer. Eso tiene una palabra: discriminación, que no queremos permitir. Somos cada vez más y cuando se para lo hacemos sentir: la organización del trabajo no es la misma un día sin compañeras. Las chicas quieren participar. Y entienden que hay una razón: esto hay que cambiarlo”.

Es también una batalla por la autoestima que va emergiendo por todas partes. Tras siglos de ser consideradas una subespecie y/o una raza inferior, las mujeres responden y generan percepciones como la que puede verse en la serie británica The Fall, como un cachetazo a la estupidez masculina de creerse más, con toda la tragedia que eso ha significado en la historia.

En la serie, un barbudo intrigado y resignado pregunta a su interlocutora: “¿Por qué las mujeres son más fuertes emocional y espiritualmente?”.

Ella contesta con naturalidad: “Porque la forma humana básica es femenina. Ser hombre es un defecto de nacimiento”.

La batalla de los sexos

En 2002, cuando el país seguía chamuscado por la crisis de las crisis, producida por políticos, economistas, CEOs y sindicalistas varones, habitantes del reino de las pesadillas reales, se sancionó la Ley 25674 de Cupo Sindical que postula que en gremios con más de un 30% de afiliadas mujeres, los cargos directivos estén también mínimamente compuestos por un 30% femenino. La medida impulsada por la entonces ministra de Trabajo Graciela Camaño fue ignorada en muchos casos, aunque se inició una tendencia: diversos sindicatos aceleraron la creación de secretarías de la Mujer o de Género para poner mujeres y, a veces, comenzaron a incluirlas además en los cargos menos relevantes de sus aparatos directivos. Ejemplos:

Hoy la CGT reunificada tiene un triunvirato masculino y de 37 cargos directivos sólo dos están en manos femeninas: Igualdad de Oportunidades y Género, y Salud.

En el sindicato de Sanidad nacional (compuesto por un 70% de mujeres) hay 4 cargos de 12; en el de Capital, 2 secretarías de 12.

Los sindicatos que forman las dos CTA tienen una tendencia históricamente más abierta a la participación femenina, pero las centrales se clavan en el límite.

En la CTA de los Trabajadores, sobre 44 cargos hay 14 mujeres, y en la Mesa Nacional de la CTA Autónoma, 7 de 22 (y un poster callejero que llama a la unidad de ambas centrales: todos hombres, rodeando a Yasky y Micheli). 

Alejandra Angriman es secretaria de igualdad de Oportunidades y Género de la CTA Autónoma, rescata los años de debates: “Hemos aprendido a convivir con distintas posturas, tanto en el sindicalismo como en el feminismo. Y se logró que las centrales sindicales se movilicen juntas. Primera vez en la historia que marchamos unidas por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y que el paro lo acompañan los dirigentes, que no es poca cosa. Se avanzó si se entiende que las centrales sindicales no tienen en cuenta la problemática de la mujer trabajadora. Para nosotras el tema no es sólo lo salarial, sino que se tomen todas nuestras reivindicaciones como parte del conjunto de las reivindicaciones de la clase trabajadora. De lo contrario, quedamos como una minoría, cuando somos el 52% de la población mundial”. 

Alejandra no se engaña: “Hemos hecho enormes avances, pero no quiere decir que el Estado y las patronales acepten nuestras demandas. Pero sí es evidente que las mujeres estamos decididas a organizar y no a obedecer. En ese sentido somos imparables. Y requiere saber cómo organizarnos no como una clase, sino como mujeres dentro de una clase. La tendencia a participar es muy fuerte y va a marcar una época porque nuestra cabeza es distinta. Y porque cuestionamos el modelo capitalista pero desde uan perspectiva distinta que la meramente económica: este modelo pone en el centro la acumulación económica, que va en contra de la vida. Nosotras ponemos en el centro del debate directamente la vida”.

¿Qué significa debatir la vida? “Discutir la sociedad de consumo, nuestro lugar en el planeta, el cuidado del medio ambiente, el acceso al agua y a la tierra. Es un tiempo para pensar nuevos colectivos. Y para entender que no sólo porque cambie el modelo de producción capitalista, van a cambiar las relaciones entre los seres humanos: hacía ahí vamos”.

Violencia y pulseras

El tránsito de Silvia Groesman va de haber sido instrumentadora quirúrgica, a fabricar ella misma pulseras y vinchas que vende, con la manta en el suelo, en la zona del Abasto. ¿Cómo se ve el mundo desde la vida de una mantera? “Somos trabajadoras que, si bien fuimos desalojadas del sistema, buscamos integrarnos de alguna manera, aunque sea de manera informal. Era instrumentadora quirúrgica, pero cuando tuve a mis hijas perdí el trabajo. Quise reincorporarme, pero no me daba la edad, o vaya a saber qué. Años dando vueltas, me becaron en el Hospital Italiano, pero seguía sin trabajo. Tardé en caer a la calle, pero una compañera en un curso de joyería me dijo que yo no tenía plata porque no quería. Fue fuerte. Yo creía que el trabajo sólo podía ser formal. Pero hace cinco años que estoy con esto”.

Dato mundial: el 60 por ciento de las mujeres trabajadoras en el planeta (casi 750 millones de mujeres) no se beneficia del derecho legal a la licencia de maternidad. En el caso argentino, las mujeres con empleos formales que no tienen hijos son el 54%, porcentaje que cae a menos del 40% al llegar la maternidad.

Hay otros temas muchas veces inexistentes en las agendas sindicales. Ejemplo: la obligación de las empresas de tener o pagar jardines maternales, promulgada en 1974, que las empresas desconocen y muchas mujeres conocen. O la jornada laboral reducida para permitir la lactancia materna, la igualdad salarial y otros derechos escritos que no se cumplen, como si se tratase de utopías irrealizables. Hasta que las mujeres los hacen cumplir.

Un contexto también silenciado: el gigantesco trabajo doméstico y de crianza gratuito  e invalorable, sin el cual las sociedades y las economías actuales serían impensables.

Silvia, la mantera: “Me pone feliz que la gente tenga creatividad para no quedarse en la miseria. Pero hay racismo y discriminación, con las mujeres, con los inmigrantes. Yo viví el desalojo en Caballito, hace dos años. Y desde entonces vi siempre el maltrato. El Estado maltrata con violencia institucional. ¿Cómo llamar al hecho de que no me permitan trabajar?”.

Sobre el paro: “En nuestro caso, una puede protestar trabajando. En mi situación, parar un día a veces implica no comer. Pero que las mujeres nos estemos moviendo es algo que me emociona”.

La gran diferencia

Muchos son los estudios producidos desde los ámbitos académicos para analizar la situación de las mujeres en el ámbito laboral, pero uno ha dedicado ese esfuerzo a radiografiar la situación de las propias academias. Publicado en 2011. Trabajar en la universidad: (des)igualdades de género por transformar fue realizado por Maite Rodigou Nocetti, Paola Blanes, Jacinta Burijovich y Alejandra Domínguez, con prólogo es de la entonces rectora de la Universidad Nacional de Córdoba, Silvia Carolina Scotto. Su impacto fue concreto.

La investigación se basó en una encuesta entre 711 docentes. 48,1% eran varones y 51,9% mujeres. Los temas: todos. Cargos, salarios, nombramientos, posiciones, pero también violencia, acosos y hasta quién se quedaba a cargo de los hijos mientras daban clases en la universidad. La postal que trazó el estudio fue contundente y en las recomendaciones quedó en claro que no había otra forma de cambiar drásticamente la discriminación sufrida por las profesoras mujeres sin una decidida política emanada desde el Consejo Superior. Es decir, desde arriba. La tradicional premisa feminista de que el brazo del poder tiene que ser más largo para alcanzar a aquellas que menos oportunidades de llegar tienen, se hizo realidad. Hoy  en el gobierno de la Universidad Nacional de Córdoba hay tantas rectoras como rectores. Ellas ocupan además 9 de 11 vicerrectorías. En total, en 17 cargos del gobierno de esa universidad están sentadas mujeres y en 11, hombres.

Para comprender lo que esas cifras representan, estas son algunas universidades nacionales que pueden servir de referencia:

Universidad de Buenos Aires: En el Consejo Superior, 37 cargos son ocupados por hombres y 10 por mujeres. En el claustro de Graduados, 8 varones y 2 mujeres. En el  de Profesores y el de Estudiantes la cifra es la misma: 9 y 1. Dato: el 60,9% del estudiantado son mujeres.

Universidad Nacional de Rosario: La proporción es de 17 hombres en el gobierno académico y 9 mujeres. En los principales puestos –rectorado, vicerrectorado, secretariado general, dirección administrativa y secretaría académica- no hay mujeres.

Universidad Nacional de San Martín: 32 hombres y 13 mujeres en el gobierno universitario. En los primeros 6 cargos de mayor jerarquía solo hay una mujer.

De mi abuela a mi hija   

Mónica Ingravidi es secretaria de Género de FOETRA (sindicato telefónico). “A veces hago un ejercicio. Cierro los ojos y veo a mi abuela tejiendo y dándole de comer a las gallinas. A mi madre ama de casa que quedó viuda joven y la tuvo que salir a pelear. Me veo como jefa de hogar, militando por mis derechos. Y veo a mi hija que dice que no quiere casarse ni tener hijos, sino viajar y estudiar. La pucha: un largo camino, y cada vez más fortalecidas diciendo basta de violencia en el hogar, institucional, obstétrica y todas las violencias naturalizadas. Ganar la calle es hacer ver todo lo que nos molesta, cada vez más”.

Mónica explica que el principal problema en el gremio no pasa por la brecha salarial sino por acceder a los lugares de decisión. “Nos cuesta más ocupar esos lugares, sobre todo a los sectores técnicos. Eso es por más de 2000 años de patriarcado en las espaldas. Por eso es muy raro ver a una mujer en una secretaría general o gremial. Por eso el cupo es importante. Una vez en un Encuentro de Mujeres algunas compañeras pedían que no haya cupo. Yo les decía: ‘si no ponemos el cupo del 30%, no existimos’”.

El efecto en la práctica: “Pudimos demostrar que no estamos en el sindicato sólo para discutir salarios sino para plantear un debate social. No sólo alrededor del trabajo sino también cuestiones como todas las discriminaciones que sufrimos, y terminar con la violencia machista”.

Sonia Alesso es un caso raro: secretaria general, de CTERA. “Es un marzo en el que la lucha de las mujeres resulta protagonista, con nuestras medidas de fuerza como docentes, la adhesión a la marcha por el trabajo y el paro internacional de mujeres. No se trata sólo de defensa del salario y de inclusión educativa, sino de plantear políticas concretas contra el patriarcado. Es una larga lucha en la Argentina, y también un signo de época: las grandes movilizaciones en Polonia, Hungría y Estados Unidos contra Trump son un ejemplo. Es un momento histórico especial, donde se ven grandes luchas de mujeres en todo el mundo, con una tradición de pelear por conquistas que van más allá de sus particularidades y diferencias. Eso es nuevo”.

Constitución & poder

Un texto de no ficción llamado Constitución Nacional Argentina incluye en su artículo 14 bis que “el trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador” entre otros derechos “igual remuneración por igual tarea”.

El escrito habla del “trabajador”, aunque se supone que en eso engloba también a las trabajadoras, lo que significa que la Constitución no se cumple en varias de sus aspiraciones, incluyendo la de igualdad salarial. Hablar de plata suele ser hablar de poder, pero la igualdad es además una ficción que se observa en lo referido a la toma de decisiones institucionales.

El Equipo Latinoamericano de Justicia y Género en 2011 publicó Sexo y poder ¿Quién manda en la Argentina? Se investigaron 13.627 cargos privados y públicos de máxima autoridad en 4.281 instituciones.

Panorama:

Las mujeres representan el 54% de los cargos en el Poder Judicial, pero sólo el 15% ocupa puestos de relevancia.

En los sindicatos sólo el 5% de las cúpulas dirigenciales son ocupadas por mujeres.

En el ámbito académico y científico, el 21% de los puestos de decisión recae en mujeres, contra la tendencia creciente a la participación de mujeres en esos ámbitos. Ejemplo: son casi 6.000 las becarias del Conicet contra casi 4.000 varones. Algo parecido se verifica en las becas posdoctorales. La Argentina además es de los países más avanzados del mundo con respecto a la participación femenina en la carrera de investigador: 52%.

El sector privado científico se define solo: son varones el 71 % de los contratados en ese ámbito que da más dinero y presuntamente poder.

En los medios de comunicación las mujeres llegan al 7,5% de los cargos directivos.

La participación en entidades empresarias y compañías se reduce al 6% en comisiones y 3% en cargos directivos. En las cámaras empresarias, 7 y 3%.

El 38% de las empresas argentinas no tienen ejecutivas mujeres. Cuanto mayor la empresa, menor la participación femenina.

En la conducción de la Academia Nacional de Medicina ganan los varones 6 a 1. En la de Historia, 5 a 2 y siempre en cargos menores.

En la Academia Nacional de Periodismo de 7 directivos la única mujer es vicepresidente 2º (Magdalena Ruiz Guiñazú).

Secretarias o protagonistas

María Galante, del Consejo Directivo de ATE calcula que las brechas salariales entre hombres y mujeres en el Estado rondan del 16 al 20%. “Ese no es nuestro único debate con los compañeros, sino también el de la violencia machista, porque como organización no escapamos a la violencia que se genera entre hombres y mujeres, y propiciamos que se pueda debatir el problema. Creo que ese es el punto a entender: el capitalismo no atraviesa a todos, pero en forma particular a las mujeres. Lo real es que cada vez más se ve a las mujeres defendiendo sus derechos y peleando por los que faltan”.

Nancy Ruiz integra la Comisión Gremial Interna del Banco Nación: “Mi sensación con el primer paro en octubre del año pasado fue de sorpresa por la participación. Me quedó la sensación de la corporeidad. Tus compañeras juntas, trabajadoras de tu gremio (La Bancaria), que es un gremio difícil, de clase media, relacionado con el sistema financiero como expresión máxima del sistema capitalista y machista. Ves eso en la calle, tomándonos de la mano y realmente ves que los cuerpos están haciendo un movimiento de cambio”.

La Asociación Argentina de Aeronavegantes tiene 4 mujeres de 11 integrantes de su Comisión Directiva: “El 70% de gremio son mujeres” informan Natalia Fontana, Mariana Figueira y Natalia Alejandro, que además están en la Comisión de Género. “Los sindicatos son en realidad ámbitos muy masculinos y masculinizantes. Muchas mujeres tienen que asemejarse al varón para lograr respeto y que la oigan. En general quedan relegadas, más en los lugares de decisión. Los hombres prefieren en estos casos a mujeres que se secretarizan, que les hacen el trabajo de ordenar lo que precisan. Esas son relaciones que hay que modificar para democratizar las conducciones sindicales”

Conducción

Carina Nicoletta es maquinista de la Línea A y secretaria de Género de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro, más conocida como Metrodelegados. “Ahora hay compañeras en tráfico, guardas, conductoras, pero para llegar a ese proceso hubo que llevar adelante un plan de lucha”. En total hay 782 mujeres en el sindicato (el 20 por ciento del total de los trabajadores) y 257 ocupan tareas de tráfico.

Nicoletta cuenta que la primera conductora llegó en 2003 a la Línea B. Desde hace un año ella conduce el ramal que une Plaza de Mayo y San Pedrito. “Las trabajadoras sólo estábamos en los sectores comerciales y teníamos la menor remuneración. Se abrían concursos y no nos permitían participar: ni nos daban la posibilidad de hacer una evaluación. Empezamos a poner en discusión esto en nosotras mismas porque también estamos atravesadas por esa cultura: era difícil que nos imagináramos ejerciendo ese trabajo. Se logró”.

La organización de las trabajadoras se dio en sincronía con la conformación del sindicato en plena década del 90. “Se conformó una Comisión de Mujeres, después armamos la Secretaría de Género. Los sindicatos son espacios atravesados por una cultura patriarcal y machista, comenzamos a discutir cómo relacionarnos. Y, además, discutir cómo utilizamos esas herramientas para construir relaciones más igualitarias: en paritarias incluimos la posibilidad de 10 días de licencia por violencia machista. También universalizamos la licencia por cuidado de hijos enfermos para que no sea sólo la mujer quien pueda hacer uso de ella”.

Hacer algo diferente

Las mujeres aeronavegantes señalan algo importante sobre el paro de mujeres: “No vemos a la mujer sólo en su relación laboral, sino también el despliegue de todo lo ligado a reproducir la vida. Muchos sindicatos y centrales no ven eso: toman el paro sólo en el sentido gremial. Nosotras hablamos de derechos, pero pensando también en un abanico de mujeres que no están en organizaciones: esas son la gran mayoría”.

Creen que hay algo que se está rompiendo. Natalia: “Es como el fin de algo que ya se vislumbra. No sabemos si lo vamos a ver nosotras o nuestras hijas o nietas, pero se nota que las estructuras patriarcales están oxidadas, y se van a caer en algún momento. Es una pelea que está también en lo micro: los modos de control y autocontrol, el qué dirán, el cómo me ven. Cada vez importa menos. Somos nosotras mismas las que estamos cambiando. Eso genera reacciones, pero también que nos acompañemos todas desde la fuerza. En este momento los individualismos y los egos van de la mano del patriarcado. Las mujeres podemos hacer algo diferente para no repetirlo. Y si lo logramos, eso es revolucionario”.

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