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Una despedida a Fidel Castro, por Pablo Marchetti
Desde que tengo uso de razón soy ateo. Un ateo militante, intransigente, convencidísimo. Dios nunca fue para mí un problema o un dilema: siempre lo consideré un personaje de ficción bastante ridículo, cuya existencia creía obra de gente con grandes problemas afectivos. Digo esto para entender qué significaron en mi vida mis dos experiencias místicas. Obviamente, ninguna tuvo que ver con Dios o con alguna de las religiones tradicionales. Pero sí tuvieron que ver con personas que son objeto de veneración. Y no sólo entendí por qué existía esa veneración, sino que además me vi envuelto en esa adoración, como protagonista, como fiel, como portador de esa fe.
La primera vez fue en la cancha de River, en 1995, la primera vez que vinieron los Rolling Stones. Nunca fui un gran fan de los Stones. Todo bien, me encantan, son una banda del recontra carajo, pero no fui ni soy fan. Pero cedí a la historia y a la insistencia de mis amigos y conocidos que, aunque muchos tampoco eran fans, repetían como la muletilla: “¿Cómo no vas a ir a ver a los Stones?” Cuando entré a River, al campo, me quedé algo lejos del escenario. Pero cuando comenzó el show sentí que había un imán que me llevaba hasta donde estaban tocando. Terminé pegado a la valla, en cueros, revoleando la remera y agitando los brazos, como queriendo tocar a Keith Richards, como si ello fuera a darme quién sabe qué energía.
Mi segunda experiencia mística fue en mayo de 2003, cuando vino Fidel Castro. Crecí en un hogar de padre y madre marxistas-leninistas y Fidel siempre fue la figura política más importante en mi historia personal. Mi educación política y sentimental siempre giró en torno a la Revolución Cubana y al incuestionable liderazgo de Fidel Castro. Pero cuando descubrí el rock, el surrealismo, el hippiesmo, el punk y el anarquismo, aquellos cimientos comenzaron a tambalear. Y Fidel pasó a tener fisuras, a ser un ser humano, alguien a quien criticar y mucho. Siempre tuve claro, eso sí, que sin Fidel las cosas hubieran sido peor. Pero pasada esa instancia, empezaban las críticas, muchas veces feroces, aunque siempre afectivas, como pasa con esos familiares adorables que a veces nos dan vergüenza ajena por las boludeces que dicen.
Cuando llegué a la avenida Figueroa Alcorta, frente a la Facultad de Derecho, empezó a aparecer aquellos viejos postulados de mi infancia, los recuerdos familiares de Fidel. Y cuando el Comandante arrancó con el discurso, volví a sentir ese deseo de estar delante de todo, de verlo, de tocarlo, de admirarlo con la profundidad y la veneración de la que sólo los fieles son capaces. Fidel habló con maestría durante dos horas cuarenta minutos, en un discurso que, cuando terminó, me pareció corto. Después me enteré de que efectivamente había sido corto para las cuatro horas que podían durar históricamente sus discursos.
Fidel habló de todo: el rumbo del socialismo, la necesidad de entender los tiempos y los procesos de cada país, lo ridículo que sería en la actualidad intentar exportar el modelo cubano, la fertilización asistida y el peligro de la ingesta de ron durante el embarazo. Dicho así, parece un chiste. Pero es verdad: no sólo habló de todo eso, sino que lo hizo con una lógica impecable. Y con una lucidez inédita en la historia política universal, sin tener un solo ayuda memoria a mano. Era imposible no caer rendido a la fascinación por ese personaje legendario, invencible y, todo parecía indicar, inmortal. Porque Fidel parecía inmortal. Parecía. El problema es que se murió.
¿Qué es exactamente lo que se muere con la muerte de Fidel? “El siglo XX”, dicen algunos. “Una época”, dicen otros, en la misma línea. Puede ser, algo de todo eso hay. El problema es que todo eso suena más a eslogan que a análisis concreto, real. No debería extrañarnos esta tendencia al eslogan, a la consigna efectista y sin contenido. Vivimos en un mundo donde las redes sociales no sólo produjeron banalización, sino también algo mucho peor: bananización. Si hay algo que trató de combatir Fidel Castro fue la idea de la dictadura bananera que se había instalado en América Central como único destino posible. Resulta paradójica que hoy esa idea de dictadura bananera pueda aplicarse al bananeo, a querer ser siempre el más banana, que es la razón de ser de la gente en Twitter.
Hoy la muerte de Fidel hizo explotar como nunca el bananeo twittero. Y esto, dicho así, sin contexto, es una buena razón para volverse ferviente partidario de Fidel. Suele ocurrir: cuando una persona cosecha amores y odios, pero todos los odios provienen de personas que vos también odiás, es muy probable que termines enamorándote de ella. De modo que no es para entusiasmarse pensando que la muerte de Fidel marca el fin de esta lógica. Es otro tipo de fin de época el que se avecina.
La primera cuestión que muere con la muerte de Fidel es la idea de revolución. Una idea que, tras la instalación del capitalismo global como vencedor caliente de la Guerra Fría, sabíamos que agonizaba. Tal vez la única esperanza de que las cosas fueran diferentes estaba puesta en el hecho de tener a Fidel Castro con vida. Pero, ¿es posible, hoy, una revolución? Y más aún: ¿estuvo bien pensar que una revolución era posible? En suma: ¿qué es lo que implica realmente hacer una revolución?
La revolución implica un cambio de arriba hacia abajo. Algo que se impone desde un aparato estatal con todo el autoritarismo que esto puede tener, aún cuando se hace en nombre de los intereses más nobles. Pero, ¿con qué se reemplaza la idea de revolución? Este es el dilema con Fidel: puede estar muy bien que se mueran algunas cosas olvidables o condenables. Pero lo que viene en su reemplazo no parece ser gran cosa.
Con Fidel se muere la idea de vanguardia. De vanguardia política, básicamente. Pero en general, toda idea de vanguardia. Esto no significa que sea el fin de la representación: seguimos necesitando poner nuestras miserias, nuestros miedos, nuestras frustraciones, en alguna figura que encarne aquello que no podemos o no queremos ser. Esa es la clave de la figura de Fidel. No es una persona que se arroga nuestra representación, sino que es alguien a quien le exigimos que nos represente. Para que, cuando no nos gusta algo, poder acusarlo sin hacernos cargo ni un poco de lo que nos pasa. Y él asume ese lugar, claro.
Sin vanguardia y sin revoluciones, el futuro no parece ser muy venturoso. Y no porque las vanguardias y las revoluciones fueran gran cosa. Hay una idea mesiánica y autoritaria en todo eso. Implica pensar en que el ser humano necesita ser dirigido por un montón de gente iluminada. Es decir, naturalizar la existencia de dos tipos de personas: quienes mandan y quienes acatan. Y eso es perverso y violento. Pero es imposible desconocer en las ideas de vanguardia y de revolución la intención de cambiar radicalmente las cosas. Y no está mal que alguien nos recuerde, siempre, que la injusticia es tan grande que si no aplicamos un shock para intentar tener igualdad social, poco y nada es lo que se puede hacer para que la situación social, política y cultural sea distinta. Y Fidel representaba eso.
Sería muy fácil hablar hoy de burocracia, de favores políticos, de falta de libertad de expresión, de beneficios para quienes acatan órdenes. En suma, empezar a enumerar errores. Algunos de ellos, bochornosos, totalmente repudiables. Por otra parte, todas cosas que existen en todos los regímenes políticos del mundo. Pero antes deberíamos preguntarnos hasta qué punto no somos nosotros quienes permitimos que exista todo eso. Sin contar los muchos cambios que Fidel fue teniendo a lo largo de los años, ni el hecho de tener que lidiar con la política real y no con los ideales que supuestamente representaba.
Hay un hermoso poema de Juan Gelman dedicado a Fidel Castro. Se llama Fidel, fue publicado en 1962 en el libro Gotán y comienza así:
 
dirán exactamente de Fidel
gran conductor el que incendió la historia etcétera
pero el pueblo lo llama el caballo y es cierto
 
Gelman nos recuerda que a Fidel lo llamaban “el caballo”. Si pensamos que durante muchos años a una presidenta argentina se la llamó “yegua”, la analogía no podía ser más directa. Fidel fue el yeguo de la política latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX, el tipo odiado, el tipo al que le anunciaron montones de veces la muerte, el hombre contra quien atentaron montones de veces y el chabón a quien le celebraron la muerte. Algo perfectamente normal en alguien que hizo una revolución, la única revolución socialista en la historia de América latina.
Fidel expropió bancos y empresas, les quitó todo tipo de beneficios a las clases acomodadas, produjo un cambio de estructuras en todo Cuba. Es lógico que, frente a esto, las respuestas sólo fueran de amor o de odio. No se trató de una batalla en el terreno de lo simbólico, ni de lo representativo: fue una discusión real sobre el poder y la propiedad. Por eso Fidel fue yeguo, pero un yeguo real, con una grieta real, con una división real y justificada en la sociedad, a causa de sus medidas. Por eso el odio puede ser detestable, repugnante y repudiable, pero nunca injustificable.
La muerte de Fidel implica también el fin de una izquierda autoritaria, machista y homofóbica. Y, sobre todo, de una izquierda patriarcal y paternalista. Por supuesto que todo esto debe ser contextualizado y hasta algunas cosas pueden ser justificadas o, al menos, entendidas, si se las explica desde una realidad social que contenía todas estas cuestiones. Pero también es cierto que la izquierda está obligada (si se asume como tal, si realmente lo es) a advertir que estas supuestas costumbres de época son cosas impuestas desde una construcción de poder.
¿Cómo se hace para entender, hoy, que un tipo que mandó a fusilar a homosexuales, que propuso aislar a los gays cubanos para que no “contagien” al resto, que censuró y persiguió a opositores bajo la ambigua acusación de “traición a la patria”, es también un símbolo universal de rebeldía? Sí, todo eso era Fidel. No se trata aquí de hablar de “personaje con luces y sombras” o “controversial” o “contradictorio”. Todas las personas del mundo somos eso. Es lógico que también lo sean los gobernantes y demás personas que toman grandes decisiones colectivas.
No es una controversia: es una grandísima paradoja. Y peor aún: es una grandísima paradoja que debemos asumir como real y como parte de un mismo sistema de valores al que se le dio un nombre pomposo pero cierto: revolución. Esa revolución que hoy ya no es posible, que no es viable, y que probablemente nunca lo haya sido. Pero eso no quita que haya sido bueno intentarlo. Una cosa es no creer en la revolución ni en la vanguardia. Y otra muy distinta es pensar que eso deba ser la excusa para dejar las cosas como están.
Me enteré de la muerte de Fidel en la madrugada del sábado 26 de noviembre. Eran casi las cuatro de la mañana y me iba a acostar. Llego a la cama y la veo a Victoria, mi mujer, mirando el celular con los ojos llenos de lágrimas. Un tipo de lágrimas que aprendí a conocer bien: lo que en casa llamamos “momento Garage Olimpo”, en referencia a la película que cuenta la historia de un bebé apropiado durante la última dictadura cívico-religioso-militar, que está basada en la historia personal de Viki, el secuestro y desaparición de su madre y su nacimiento en la ESMA.
Cuando Viki llora con esas lágrimas es porque está removiendo los momentos más oscuros de su vida, que coinciden con los momentos más oscuros de la historia argentina reciente.
-¿Qué te pasa, mi amor? –le pregunté, sin entender bien qué pasaba.
Viki sollozó un rato. Estaba desconsolada. Hasta que al final habló.
-Se murió Fidel –dijo y estalló en un llanto.
La abracé, la besé en la frente y no dije nada. Comprendí que entre todas las cosas que se morían con ese hombre, estaba una parte esencial del amor de la mujer que amo. De su forma de entender el amor. Porque se puede ser consciente de que las cosas no pueden ser como pensábamos, que hay que inventar todo de nuevo, que la revolución y la vanguardia no eran como creíamos que eran. Pero es imposible arrancar el amor por un hombre o con la idea que encarna un hombre.
No se trata tanto de la revolución, la vanguardia, ni la izquierda dogmatica y machista. El amor se construye en la posibilidad de hacer una trinchera, de plantarse frente al poder real, de creer que es posible intentar que las cosas sean más justas. Con la muerte de Fidel se muere una idea de política. O tal vez la cosa sea algo peor: se muere la idea de política. De política verdadera, de aquella que se permite cambiarlo todo. Por eso entiendo a quien llora a Fidel. Por eso estoy enamorado de alguien que llora a Fidel.
Con todas mis dudas, con todas mis contradicciones, con todo mi nihilismo y mi desencanto ácrata, no puedo dejar de conmoverme por este viejito brillante, último representante de una ilusión política que celebro aunque no siempre comparta. Pero, sobre todo, sé que está bien aferrarse a esos pequeños arrebatos de fe, por más pequeños y fugaces que sean. Y tal vez, el hecho de que los Rolling Stones hayan tocado en Cuba fue una primera señal. Hasta que llegó la otra señal, la definitiva. De otro modo no se entiende cómo es que se murió un tipo que, como todo el mundo sabía, era, es y será inmortal.
A no alarmarse: no se murió Fidel. Apenas se murió el mundo tal como lo conocíamos. No parece ser una noticia tan mala, después de todo.
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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