#NiUnaMás
Buscando la salida. Violencia machista: qué hacemos más allá del escrache

Foto: Lina Etchesuri.

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¿Cómo construimos relaciones no violentas? ¿Cómo le exigimos a las instituciones garantías para no sufrir abusos? De los colegios al consultorio, pasando por Tribunales, qué estamos haciendo y qué falta para constuir un futuro mejor. ▶ ANABELLA ARRASCAETA Y LUCÍA AÍTA
Si tuviésemos que ponerle un comienzo a esta nota sería darle play a un video en el que una mujer cuenta el abuso que sufrió por parte de un cantante de una banda de rock. O podría ser contar lo que vivió Calu Rivero, que insiste en revelar que un galán de telenovelas se propasó con sus besos y no escuchó el “no”. O quizá convevendría recordar a la serie de actrices de Hollywood que denunciaron al productor de cine más poderoso.
La catarata no se quedó en el rock ni en la actuación, y las mujeres pudimos gritar que sufrimos distintas formas de acoso en distintos ámbitos. Familia, poesía, periodismo, academias, stand up y fútbol: no hay afuera. Todas pasaron a ser potenciales escenas del crimen posibles de ser examinadas con lupa.
Pero, ¿qué miramos? La violencia machista.
¿Cómo lo hacemos? Como podemos.
Solas o en forma colectiva. De manera virtual o en modo de denuncia institucional. Es cierto: quizá todavía no se encontró la forma prolija y acabada para sacar la mugre y los dolores atragantados de abajo de la alfombra.
También es cierto: las mujeres “ya no nos callamos” más no es un hashtag, sino un hecho.
Desde el primer Ni Una Menos gritamos “basta” y desde entonces el silencio sobre el abuso y la violencia machista ya no es una opción. Y eso se festeja.
En este contexto, resulta necesario hacer el camino inverso. Desarmar el ovillo de Ariadna que nos llevó hasta el laberinto y encontrarnos con el Minotauro. Preguntarnos una y mil veces por los orígenes de esa violencia, y desnudarla. Insistir en cuestionar cómo hacemos mujeres y hombres heterosexuales para relacionarnos de ahora en más sin ese velo de poderes entre nosotros.
Preguntarnos, lisa y llanamente:
¿Y ahora qué? ¿Cómo seguimos?
La semilla
Durante las jornadas que trataban la interrupción voluntaria del embarazo, Ofelia Fernández se paró frente a diputados y diputadas, muchos de los cuales suelen mirarse el ombligo, y les dio una lección: “Una sociedad más justa no la voy a conseguir hablando de mí misma: la voy a construir militando la libertad de los otros y las otras”. Tiene 18 años y es la ex presidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Carlos Pellegrini. Ahora estudia sociología y actuación, y es parte de la Generación Verde que conquista derechos en las calles. Ofelia traza una línea con la mirada puesta en los colegios secundarios, que habla de cómo se llegó hasta acá: el 3 de junio de 2015, cuando parimos un grito para denunciar la violencia machista: ni una menos. “Esa movilización nos ordena. La palabra patriarcado sale en ese momento”, dice. Desde entonces, cuenta Ofelia, se comenzaron a profundizar las discusiones en los colegios: “2016 fue un año para detectar comportamientos institucionales machistas. Fue pensar: ¿qué lugar pueden cumplir las instituciones a partir de que vemos que estas problemáticas se dan en todos colegios con la misma forma?”. Año siguiente: “Para el 2017 el feminismo era algo totalmente transversal. Nos dimos cuenta de que teníamos que entendernos como parte del impulso para apropiarnos de ese colectivo y generar en eso no una identidad de defensa, sino una que quiera construir una alternativa”.
El lobo disfrazado
El “basta” mueve emociones y sentimientos nuevos que no sabemos analizar ni reconocer. Susana Inés García, psicóloga gestáltica de trayectoria, atiende tanto mujeres denunciantes como hombres denunciados. Su mirada: “Llamo abusador al que abusó de sus privilegios”. García cuenta que en el último tiempo empezó a recibir más consultas de hombres: “Algunos varones se reconocen al llegar a la consulta con miedo. Ahora, al leer sus conductas del pasado con otros ojos pueden ver cómo abusaron de sus privilegios. Nosotras hace milenios que tenemos miedo, pensaba, qué bien que nos tengan miedo ellos, que hacían cosas considerándose inimputables”, dice y desarma alguno de los motivos por los que las denuncias suelen ser anónimas: “Una chica hace una denuncia anónima porque, aunque sea cierto lo que dice, si no tiene pruebas le puede venir una denuncia a ella por injurias o daños y perjuicios. El tema es que muchas veces a partir de esa denuncia anónima aparecen dos, tres, cuatro casos. Si hay varias denuncias, aunque sigan reclamando su inocencia, tienen que hacerse cargo: hay cinco chicas que están muy enojadas con vos. Yo no sé si es exacto lo que dicen o es una versión de lo que ocurrió, pero esas chicas están muy enojadas y son varias. ¿No te hace ruido? ¿Qué pasó?”.
Ante esa pregunta en un ámbito tan íntimo como la terapia, Susana cuenta que los hombres tienen dos caminos: plantearse querer cambiar en serio, o disfrazarse de cordero. “Cuando reciben una denuncia algunos sinceramente entran en shock y piden ayuda porque quieren cambiar. Y hay otros que lo único que quieren es encontrar un lenguaje correcto para no perder su prestigio y seguir laburando. No quieren cambiar: quieren encontrar cuál es la forma correcta de mostrarse para que eso que pasó no tenga tanto impacto sobre sus carreras”. Agrega: “Lo más peligroso es que hay tipos que son el lobo disfrazado. Es el lobo disfrazado de progre, de trosko, de políticamente correcto o de varón feminista. Esos son los más peligrosos. Es muy fuerte pero están los dos y hay que aprender a reconocerlos porque uno quiere cambiar, y el otro es peligroso, no quiere cambiar: quiere encontrar el disfraz apropiado y en el fondo y a la larga sigue siendo el mismo”.
Campo de batalla
Marlene Wayar también habla de peligro, pero ella no ve bosques ni lobos: nombra al patriarcado como campo de batalla. Marlene es psicológa social, activista e intelectual travesti; la encontramos para charlar tras abrir las puertas de una oficina donde trabaja para la inclusión laboral y promoción de derechos de travestis y trans. Marlene ceba mate bien dulce, pero su mirada está lejos de ser edulcorada: “Es un mundo de mierda el que hemos construido y venimos sosteniendo y reproduciendo y arengando en términos de relaciones. Y no es sólo el macho. Son los machos pero también somos todas las femineidades que les sostenemos eso”. Marlene enseña la necesaria autocrítica: “Lo digo consciente de que es el macho mi objeto de deseo. Y que tengo que andar intuyendo quién es macho y quien solo tiene apariencia masculina. Es terrible y es un campo de batalla. Lo digo porque tengo una amiga, Diana Sacayán, que le abrió la puerta a un macho que la saludó con un beso y después la asesinó. Entonces estoy en un campo de batalla en el que el diálogo propuesto siempre es heterosexual, patriarcal y capitalista. Siempre es colonizador y extractivista. Pero hay que entender que eso lo sostenemos entre dos: el vínculo va y viene. Las travas tratamos de ser traidoras a esa propuesta de cómo deben ser esos vínculos. Las mujeres, no siempre”.
La fantasía
¿Cómo salimos de ese campo de batalla? Susana sugiere una propuesta desde la psicología: “En las mujeres es fundamental destrabar la fantasía, poder ver con quién realmente estamos. Porque de acuerdo a con quién estoy es lo que se puede esperar. Siempre hay un nivel de fantasía; siempre nos proyectamos a un más allá porque estamos vivos y nos gusta imaginarnos que la vida sigue. Pero una cosa es cuando yo me imagino viva e imagino la vida de una relación, y otra cosa es imaginarla como a mí se me ocurre que sea. Es intentar controlar lo incontrolable”.
Susana pone el ejemplo de cuando alguien dibuja qué tipo de relación quiere antes de encontrar a otra persona: “Cómo voy a saber qué quiero con alguien que no sé ni quién es. Para mí la cosa es: menos límites autoimpuestos y menos fantasía, así las relaciones se manifiestan y vamos viendo hasta dónde nos llevan con cuidado y respeto. También para no ubicarnos en un lugar en el que le damos demasiado poder al hombre, que se siente abrumado porque no puede responder a eso”.
No es no
En el movimiento estudiantil, la oleada feminista generó tres espacios: No es no, Mujeres empoderadas y Varones Antipatriarcales. Explica Ofelia: “No es No es un grupo de pibas de muchos colegios que reciben denuncias de casos de violencia de género entre estudiantes. Ese espacio posibilitó que las pibas puedan denunciar violencias que antes eran naturales. Pero una vez que eso está logrado, ¿qué pasa con el victimario? ¿Se lo margina?”.
Sigue Ofelia: “En los secundarios hay casos y casos. Hay un caso de un pibe que en 2014 le insistió a una piba en una fiesta y la piba terminó cediendo: eso es abuso. Pero creo que la labor de esa denuncia es más bien registrar esta conducta es abusiva, más que decir que es un abusador serial. El pibe tiene que tomar registro de eso, trabajarlo, pero no podés hacer que toda esa gente sea descartable porque hay algo que te va a faltar para construir esa alternativa con la que soñás. Estas conductas ya no aparecen, en algunos casos por esta absorción y en otros casos por el miedo a ser denunciados. No es lo ideal decir: ‘Me voy a rescatar porque están estas pibas que no te dejan pasar una’. Pero vas a darte cuenta de que no es que te están hinchando las pelotas, es que simplemente se busca un terreno más ameno, una manera de relacionarnos que nos permita al fin y al cabo muchas más cosas. Que no te dejen pasar por encima de alguien es que se te empiece a permitir generar algo con alguien, y eso es mucho más interesante”.
Tres palabras
Otra punta sobre cómo comenzar a construir algo distinto la explica Marlene Wayar, según un aprendizaje de Narcóticos Anónimos: “Desde la experiencia de los que han logrado dejar de ser adictos, las claves son la honestidad, la buena voluntad y la receptividad. Con esto alcanza y estamos bien. Soy honesta cada vez que me veo a mí misma y me puedo expresar ante los demás. Me pregunto qué hago yo con lo que sucede y me reconozco en eso. Y soy honesta con lo que veo en los demás. Absolutamente receptiva es escuchar las experiencias y las sugerencias que me hagan otros. Y poner buena voluntad para saber entender las limitaciones de los otros, para poder pedir ayuda cuando necesite, dejarme acompañar y ayudar a los demás”. Marlene reconoce que la tarea no es fácil, pero que sostener esos elementos permite salir de cualquier círculo vicioso. Y agrega: “Las relaciones heterosexuales muchas veces son o se convierten en esa forma de violencia”.
El pater romano
Si los escraches comienzan cuando no hay justicia, otro paso es acercar la lupa hacia allí, el sistema judicial. Cristina Monserrat Hendrickse, abogada trans que ganó batallas contra corporaciones mineras en el sur del país, hoy también defiende mujeres en litigios con sus ex parejas violentas. Cristina, muy didácticamente, dibuja un iceberg en el pizarrón, y nos dice sin vueltas: “La violencia contra las mujeres es una imposición del Estado de Derecho. El trato de las mujeres en el derecho tiene históricamente una forma abiertamente discriminatoria. Lo que nos asiste hoy es el derecho romano. El derecho romano fue impuesto por el Imperio Romano, en el que la idea de pater es muy fuerte. Y mezclada con la tradición judeocristiana con orden de lapidar a las putas, es un combo letal. La patria del derecho español se proyecta al derecho argentino. Eso nos trae un derecho en el que la mujer casada no podía administrar sus bienes sola, por ejemplo. La responsabilidad sobre los hijos tampoco era compartida: se llamaba patria potestad porque la tenía el padre. Había diferencia en la infidelidad: si la mujer tocaba con una puntita al hombre ya era declarada infiel, mientras que el hombre solo lo era si mantenía a una mujer fuera de su casa. Hasta que no vino el voto femenino no se podía ni elegir ni ser elegida. No había derechos políticos ni civiles para las mujeres”.
Cristina dibuja el agua por la mitad al Iceberg. En la punta del bloque de hielo pone las carátulas de las causas entre parejas: hostigamiento, tenencia, cuota alimentaria.
Y en la base del iceberg bajo el agua escribe una sola palabra: emociones.
Así continúa la lección.
La atención y los vínculos
Cristina narra qué y cómo se disputan las parejas en momentos de la instancia judicial de divorcio, contando un caso sin dar nombres: “Se reclaman violencia. Se pelean por custodia. Ella le pone un juicio por violencia y él retruca con custodia exclusiva porque es puta o no lava los platos bien. Ella denuncia hostigamiento, que es una contravención. Se pelean por alimentos. Todo este paquete es del que viven los abogados y las abogadas de familia. Y todo el sistema judicial se concentra únicamente en esto”, dice Cristina y señala la palabra emociones escrita en el pizarrón, mientras agrega: “En realidad lo que ellos quieren y sienten y ni lo saben racionalmente, son emociones. Debajo de toda esa disputa lo que hay es emoción. O frustraciones. Amores u odios que a veces se juntan o se parecen. Venganzas que se nos cruzan en las relaciones afectivas y eso a veces hace mover lo otro”.
Así Cristina explica que lo que se necesita es trabajar para desvincularse sanamente, o aprender a vincularse como padres separados: “Lo que hay que hacer es una terapia porque nos podemos pasar años discutiendo entre impedimento de contacto y bienes. O quién es el malo y quién la buena. Pero si ya no se vinculan más como pareja tienen que vincularse como papás. El sistema judicial en lugar de tratar de educar o atajar al violento para que reaprenda a vincularse deja a la mujer haciendo un esfuerzo terrible aunque sea para poder llegar a lo judicial. Y esos sentimientos que no se trabajan son muerte: hay por lo menos una mujer asesinada por día”.
Las instituciones
Las denuncias en los colegios tienen dos actores: hombres y mujeres. “Todo este fenómeno terminó invisibilizando la capacidad de las instituciones de cambiar esas dinámicas”, dice Ofelia. ¿Qué pasa con la escuela? “Están como aventajándose de la situación, obvio que la ven, no son boludos, pero es su posibilidad de no ser el enemigo. Ven una guerra interna y dicen: por primera vez no me tengo que preocupar si me toman la escuela, hoy no soy el enemigo. Ellos tienen que darse cuenta de que tienen que darle un lugar institucional a eso que está dando vueltas por todas partes y que no se puede parar de escuchar”.
Entonces, llega el momento en que las instituciones deben escuchar y aprender, tal como lo tuvieron que hacer los diputados cuando Ofelia les habló. “Construimos nuestro propio procedimiento, funcionó más menos, pero lo estuvimos implementando y actuando en base a esto. Ahora les toca a ustedes aprender de esta experiencia y hacerse responsables de que esa experiencia se la estamos dando nosotros, los que supuestamente venimos a aprender”. Una clave para que los directivos los escuchen es empezar a generar comunidad. “Es algo que venimos discutiendo hace poco: poder contagiar esto a nivel comunidad educativa. Lo que estamos pensando son unas jornadas de discusión con docentes y no docentes para enfrentarnos con quienes tienen que hacerse cargo de esas situaciones. La única manera de generarles voluntad es modificar la correlación de fuerzas: no tenés opción, no te estoy preguntando, te estoy exigiendo que tomes las riendas del asunto y tiene que ser así. ¿Quién soy? Todo esto: una comunidad educativa, organizada, que viene dando la discusión”.
Redes y colectivos
¿Cuál sería una salida posible? Cristina sueña una red tejida por mujeres de distintas disciplinas. “Se necesita en esa red contar con abogada, psicóloga, trabajadora social, coordinadora, y que las mismas chicas que salen del circulo de violencia y quieran, se capaciten y puedan ser acompañantes a las que siguen. Tienen que ser como células para que se expanda.
Otra forma material de hacer red es la salida colectiva. Para Ofelia ese es el punto de partida hacia un nuevo horizonte: “El feminismo representa el movimiento de mayor alcance que tenemos nacionalmente, hoy es el más importante, y a la vez tiene características únicas. Tiene otra dinámica porque cambiaron mucho los vínculos entre mujeres. Las mujeres eran obligatoriamente competitivas, una amenaza, y ahora se generó un vínculo de hermanas. Eso genera mucha facilidad para elaborar colectivos y ahí empieza todo: en poder colectivizar esto, en generar espacios de diálogos. Partir de verse como colectivo para empezar individualmente a construir otra cosa cambia el ambiente y así, también la realidad va cambiando”.
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38º Encuentro Plurinacional: el regreso

Por Claudia Acuña
Fotos Line Bankel
A las doce de la noche parte el micro que nos trae de regreso a Buenos Aires con el grupo de mujeres que lucen imborrables sonrisas y cachetes decorados con purpurina. La noche es para soñar y la mañana para compartir la transmisión de la asamblea que decide en qué ciudad se realizará el próximo encuentro: Córdoba.
Con el festejo llega la ceremonia que preparó la Comisión de Mística.
Estamos todas sentadas en el piso superior del micro mientras una voz encantadora nos cuenta el cuento La cabeza en la bolsa, mientras recorre el angosto pasillo mostrando las ilustraciones que dan vida a esta historia que escribió Marjorie Pouchet: la de una chica rabiosamente tímida que siempre sale a la calle con una bolsa en la cabeza, hasta que un día, regado por sus lágrimas, crece allí un jardín. ¿Qué hará entonces con esa timidez y con esas flores?
Consultar a una amiga.
Algunas compartirán en voz alta lo que ese cuento les resuena; otras sus lágrimas.
Luego, las organizadoras de la colecta para el viaje nos darán dos regalos. Cada una recibirá así una de las serigrafías creadas por el grupo de arte Vivas Nos Queremos y un pedido: que sean expuestas en lugares colectivos. El otro regalo está guardado en un sobre hecho a mano con papel reciclado. Contiene stickers, calcomanías y un papel amarillo donde nos piden que escribamos un deseo que acompañe a nuestras amigas de viaje hasta el próximo Encuentro. Una cajita de cartón recoge los mensajes y de allí cada una extraerá el suyo.
El mío:
“Seguí tus sueños, abrazá tu intuición, aferrate a tus compañeras: todo es posible”. Llegamos.

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38° Encuentro Plurinacional: Qué momento

El 38° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Travestis, Trans, Lesbianas, Intersex y No Binaries terminó este domingo con una movilización de 20 cuadras por la costanera correntina. Más de 90 mil personas participaron de estas jornadas que se vivieron una vez más como un hecho histórico y más aún ante el contexto libertario: «Qué momento/ qué momento/ a pesar de todo, les hicimos el Encuentro». Voces de distintas generaciones, desde las que fueron por primera vez a las más experimentadas, que participaron de talleres y de conversaciones para pensar y hacer otro feminismo para enfrentar al fascismo. Las canciones, las estrategias, y las opciones para el año que viene: ¿Córdoba o CABA?
Por Claudia Acuña. Fotos de Line Bankel para lavaca.org
Enviadas especiales a Corrientes.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
¿Cuánto son veinte cuadras de feminismo? ¿Y si esas veinte cuadras corresponden a la costanera correntina? ¿Y si se mueven durante dos horas gritando “señor, señora, no sea indiferente, nos robaron a Loan en la cara de la gente”?
A las siete y pocos minutos, la marcha de cierre del 38º Encuentro Plurinacional de Mujeres, Travestis, Trans, Lesbianas, Intersex y No Binaries partió de un parque con color emblemático: Poncho Verde. Apenas dos cuadras después ya hacía llorar a una señora asomada a la ventana y agitar los brazos a su vecina, tres pisos más arriba, mientras una tercera se atrevía a aplaudir. La multitud se detuvo para saludarlas y, con ese abrazo a distancia, la marcha se sintió bendecida.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Los cálculos aritméticos dictan que se agotaron todas las plazas de alojamiento en Corrientes Capital, que la demanda desbordó hacia ciudades vecinas como Resistencia y Paso de los Libres, y que eso significa que al menos 70 mil personas llegaron a este Encuentro. Las cuentas por espacio ocupado en el asfalto correntino elevan esa cifra a 90 mil. Cualquiera haya sido la cantidad, lo que sin duda representa en este contexto lo sintetiza una palabra: demasiado. Ese fue el sentimiento que aderezó desde la apertura hasta este final, que hizo llorar a las organizadoras y cantar una y otra vez el hit de este Encuentro: “Qué momento/ qué momento/ a pesar de todo/ les hicimos el Encuentro”.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Mientras un grupo de chicas de San Luis se pinta la bandera palestina en los cachetes, me cuentan que participaron del taller de antiimperialismo y de otro sobre el trabajo sexual. Dicen con seguridad que el desafío ahora es poder transmitirles a las “más jóvenes” por qué vale la pena organizarse y pelear por mantener derechos que costaron tanto conseguir y seguir batallando por otros que todavía están pendientes. “Las jóvenes tienen que ser el futuro del feminismo y es nuestra tarea que así sea”.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
La que habla se llama Lucía y tiene apenas 22 años. Sus amigas completan: para ellas fue el primero, pero no será el único. No les llamó la atención que existiera cierta tensión entre los aparatos políticos –“lo vemos siempre”– y hasta consideran que “está bien que se debata con pasión sobre temas importantes, como la reforma laboral, porque lo importante es hablar”, aunque sin duda sería mejor que también las escuchen.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Otro grupo de chicas tucumanas –primerizas también– dirá que les interesó el taller de educación y que aprendieron mucho escuchando a mujeres de todas las edades intercambiando experiencias y opiniones. “No es habitual que podamos conversar con diferentes generaciones y todas en un plano de igualdad: no había quien se presentara como si supiera más o fuera más importante”. Otra dirá que rescató que los talleres no cerraran con conclusiones o recetas sobre lo que hay que hacer. Eran personas compartiendo preguntas y eso es lo que se llevan. Les pregunto cuáles, como ejemplo. Dirá otra: “En el taller de violencia digital alguien planteó que se nota que los varones fascistas están muy activos en las redes y sin duda organizados. Entonces se preguntó: pero ¿dónde están nuestros varones? ¿Por qué ellos consideran que si nos atacan a las mujeres no es su problema? Otra chica planteó su duda: ¿tenemos que hablarles a los varones fachos? Y si así fuera, ¿qué tendríamos que decirles? Nos dejó pensando”.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Durante el recorrido de esta marcha alegre y sin sobresaltos se cruzaron algunas amenazas que llevaron a la práctica y la resolución al paso de algunas respuestas a estas preguntas. Dos opciones:
Opción No te Tenemos Miedo: cantarles “tiemblan los machistas/ América Latina va a ser toda feminista”.
Opción Defendemos lo Irrefutable: gritar “¿Dónde está Loan?”.
La inteligencia es colectiva.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Mañana habrá que resolver también colectivamente la tensión interna que se encarna en la elección de la próxima sede del Encuentro: CABA o Córdoba. Hay quienes temen que en CABA monopolice el tema la prisión y proscripción de Cristina Kirchner. Otras plantean que es hora de un Cordobazo feminista. Ambas cantaron hoy sus preferencias (“que sea en CABA”, gritaban las Mumalá correntinas; “paso a paso se viene otro Cordobazo”, agitaban las cordobesas), pero la marea entera coincidía en lo importante: el poder de estar juntas sigue intacto.
La pregunta que dejó a todas pensando es qué hacer con eso.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org


Fotos: Line Bankel/lavaca.org

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Oraciones, entre la cruz y la raya: un ritual para presentar el nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez

Este domingo 16 de noviembre presentamos el nuevo libro del Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez, editado por lavaca, con una perfomance conmovedora: Oraciones, entre la cruz y la raya fue una obra de teatro danza basada en los ejes teóricos de Femicidios, narcotráfico y Estado. La puesta transformó en lenguaje poético, corporal y musical una realidad que duele y mata, de la mano de talentosas artistas.

Familias sobrevivientes de femicidios, con el libro del cual son parte: el nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez.
Oraciones, entre la cruz y la raya: así se llamó la presentación performática del nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez editado por lavaca y titulado Femicidios, narcotráfico y Estado.
La obra de teatro y danza indagó en los mecanismos que operan sobre los cuerpos y los territorios desde una dramaturgia que combinó texto, movimiento y música. El resultado fue una experiencia que funcionó tanto como obra artística como herramienta para hacer sentir, colectivamente, de qué hablamos cuando hablamos de femicidios.
La obra fue ideada y escrita por Claudia Acuña, también responsable de la dirección general del Observatorio Lucía Pérez. En escena, Oraciones desplegó el trabajo de las intérpretes Julieta Costa, Lola Domínguez Hayes, Lucía Harismendy, Pia Leone, Luca y Juana Torras, quienes construyeron una trama sensible entre la fragilidad y la fortaleza. La música en vivo, a cargo de Santiago Torricelli en piano, aportó un pulso emocional que atravesó toda la pieza.



El diseño sonoro siguió de la mano de Pía Leone, junto con la operación técnica de Teo Escobar y Lucas Pedulla. Y el diseño gráfico estuvo a cargo de Jonatan Ramborger (autor, también, de la tapa del libro) y Julie August.
La puesta en escena fue realizada por Julieta Costa, mientras que la dirección coreográfica estuvo a cargo de la reconocida directora y coreógrafa Carla Rímola.
Oraciones dejó en quienes asistieron la certeza de que el arte no sólo puede denunciar lo que duele, sino también abrir caminos para imaginar otras formas de vida y de cuidado.
Y también, otras formas de presentar un libro.



El Observatorio y su libro
El Observatorio Lucía Pérez es una herramienta de análisis, debate y acción creada por lavaca.org con el objetivo de profundizar el trabajo sobre formas de prevención y erradicación de la violencia patriarcal.
Cada día un equipo conformado por Claudia Acuña, Amalia Etchesuri, Anabella Arrascaeta y Pablo Lozano actualiza 12 padrones de manera autogestiva, datos que sumados al seguimiento de lo publicado en medios de todo el país son luego chequeados y precisados con fuentes judiciales y periodísticas. Se trata del único registro público del país, lo cual quiere decir que pueden consultarse las fuentes de cada dato.
Cada mes el Observatorio realiza un resumen de este diagnóstico junto a víctimas y familias sobrevivientes de femicidios. El resultado es el informe mensual que se difunde a través de organizaciones sociales y referentes de la política y la cultura que intenta pensar, más allá de las cifras, la radiografía social y política de esta violencia.


Femicidios, narcotráfico y Estado reúne ahora y por primera vez los distintos informes, investigaciones y acciones del Observatorio Lucía Pérez. Es un material que indaga a través de la articulación de textos teóricos y reportajes periodísticos las vinculaciones entre lo narco, la violencia machista, los femicidios y el rol del Estado en la trama de la impunidad.
Todo eso quedó plasmado en esta presentación-ritual colectivo para empezar a sanar una realidad que duele, y organizar la realidad que viene: aquella que queremos, deseamos y nos merecemos.
Si querés el libro escribinos al teléfono que figura en este link, y suscribite para apoyar todo lo que hacemos:

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