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Colombia dijo No: un Estado débil, dos países fuertes
Raúl Zibechi analiza la derrota del proceso de paz en el referendo del domingo 2 de octubre. Las razones del No, las diferencias entre el campo y la ciudad, la sombra derechista de Uribe y el factor religioso y militar. Apuntes para pensar «un país dividido en dos mitades que no se reconocen, ni lo harán».
La dos Colombias que chocaron el domingo 2 de octubre encarnan dos mundos que se desconfían y se temen. Una realidad que antecede, con mucho, el posicionamiento ideológico que es posterior y viene a justificar distancias culturales sobre las que toman forma las diferencias políticas. Esos dos mundos pudieron más que las largas negociaciones entre gobierno y FARC en La Habana, sobrevolaron el macizo apoyo internacional a la firma de la paz, y desbarataron el más serio y firme intento por superar una guerra de 52 años.
No fue suficiente la promesa de la presidenta del FMI, Christine Lagarde, de abrir una línea de crédito especial para Colombia por 11.000 millones de dólares, ni su apoyo irrestricto al proceso de paz con su presencia en Cartagena: “Vemos el proceso de paz como un impulso al desarrollo, la atracción de inversión extranjera directa adicional, más confianza en el país, más seguridad y mayor certidumbre para aquellos que buscan invertir bien su dinero alrededor del mundo” (Semana, 26 de setiembre de 2016).
El Sí tenía todo a su favor, desde el gobierno y la oposición de izquierda moderada, agrupada en el Polo Democrático, hasta los gobiernos de la región y los organismos financieros internacionales. La relación de fuerzas era tan grande, que todos creyeron a las encuestas que pronosticaban hasta un 60 por ciento de votos favorables. Entre los que apostaron al No, destaca el Centro Democrático de Álvaro Uribe, ex presidente y ex aliado del actual presidente Juan Manuel Santos, que puede considerarse el principal vencedor del fracaso gubernamental.
Empero, no debería verse a Uribe como el hacedor de la derrota del Sí. Por el contrario, la habilidad del ex presidente consistió en captar la bronca y el rencor de la mitad de los colombianos con las FARC. Antipatía que su gobierno (2002-2010) contribuyó como pocos a potenciar, aliado con las fuerzas armadas y una parte sustancial del empresariado, en particular del ganadero, pero también los paramilitares y narcotraficantes.
Explicar la sorpresa
Una parte considerable de los análisis sobre el estrecho resultado del referendo enfatizaron en cuestiones puntuales vinculadas a los aciertos y errores de campaña. “Mientras la campaña del No siguió en forma unificada las directrices del uribismo, la del Sí resultó dispersa”, sostiene uno de los periódicos más prestigiosos (El Espectador, 4 de octubre de 2016). Alude a la multiplicidad de apoyos que recibió el Sí, desde el gobierno y grupos conservadores hasta el centro-izquierda y los verdes, pasando por los diversos movimientos sociales. El argumento señala que si todos los que apoyaban la paz hubieran hecho una campaña unificada, los resultados hubieran sido distintos.
Entre los argumentos menos sólidos, apareció el que atribuye al huracán Matthew en la costa Caribe, la abstención de más de cien mil votantes en la región más favorable a la paz. Las mismas premisas defienden quienes se quejan de la baja participación, ya que la abstención trepó al 63 por ciento. Debe recordarse que las elecciones en Colombia desde siempre se caracterizaron por la baja participación. En todo caso, deberían pensarse las razones por las cuales la clase política tiene tan esmirriada credibilidad.
La publicación La Silla Vacía (nombre que hace referencia a la ausencia de Manuel Marulanda en El Caguán, en las negociaciones de paz de los 90), una de las más sólidas en el análisis de la política colombiana, salió al paso con cinco razones que explicarían el fracaso del Sí. La primera consiste en haber subestimado el rechazo de la población a las FARC, que Uribe supo capitalizar al lanzar la consigna de que el Sí es tanto como decir “Ser Pillo Paga”, ya que es contrario a que los guerrilleros no reciban duras condenas. Durante la campaña desplegó anuncios simulando “Timochenko presidente”, quizá el más efectivo al hacer pensar que el dirigente de las FARC sería el próximo gobernante.
La segunda razón sería haber subestimado el rechazo a Santos en la población. En efecto, el gobierno tiene menos del 30 por ciento de aprobación, por lo que el presidente “se convirtió desde un inicio en un lastre para el plebiscito” (lasillavacia.com, 3 de octubre de 2016). Luego destaca que los partidarios del No tuvieron la habilidad de no oponerse a la paz, sino apostar por “un mejor acuerdo”. Incluso Ingrid Bentancourt, ex prisionera de la guerrilla, aseguró su apoyo al Sí “aunque en mi caso no habrá justicia” (Semana, 24 de setiembre de 2016).
La publicación achaca a las FARC y al gobierno actitudes de soberbia. Éste al mostrar la paz como algo irreversible y por una frase de Santos al ser consultado sobre si la pregunta a refrendar era la idónea: “El presidente tiene la facultad de redactar la pregunta que le dé la gana”. Un estilo caudillista y autoritario que muchos sintieron que pretendía llevarse al país por delante.
La guerrilla no se quedó atrás, y mostró “todo menos humildad”, en particular en el discurso de Timochenko en Cartagena donde “salió al escenario como una estrella de rock” y no se atrevió a pedir perdón de frente, mostrando “superioridad moral”. En efecto, los dirigentes de la guerrilla actuaron reafirmando sus posiciones y nunca entendieron que se trataba de conquistar la voluntad de esa otra mitad del país que sólo los conoce a través de la publicidad negativa de sus enemigos.
Por último, se alude al proverbial conservadurismo de los colombianos, católicos y homofóbicos. La ministra de Educación, Gina Parody, puso en circulación cartillas de educación sexual que provocaron debates que polarizaron al país, con multitudinarias marchas contra el gobierno. Uribe hizo llamados para rescatar la “familia tradicional”, mientras el procurador Alejandro Ordóñez aseguró que los acuerdos de La Habana pretendían cambiar instituciones sagradas como el matrimonio. El gobierno no pudo convencer a la iglesia católica, en una reunión con varios cientos de pastores cristianos, de que las denuncias no eran verdaderas, pero “no muchos le creyeron” (Semana, 2 de octubre de 2016).
Campo y ciudad
Lo cierto es que la sociedad colombiana vive, desde hace décadas, una profunda y creciente polarización que seguramente tenga su punto de partida en el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, que marcó el inicio de una guerra civil entre liberales y conservadores que crea las condiciones para el nacimiento de las FARC en los años 60. Pero esa guerra no afectó a todos los colombianos por igual, sino en primer lugar a los pobladores rurales.
El Grupo de Memoria Histórica denuncia que el conflicto ha causado la muerte de 220.000 personas entre 1958 y 2012, de las cuales más del 80 por ciento son civiles que fueron las principales víctimas del conflicto. En paralelo, el Registro Único de Víctimas dice que hasta marzo de 2013 hubo 25 mil desaparecidos y casi seis millones de desplazados en un país de 48 millones de habitantes. Unos y otros provienen de las áreas rurales que votaron mayoritariamente por la paz, como Chocó, Cauca, Guaviare, Nariño, Caquetá, Vaupés, Meta y Putumayo, donde el Sí se impuso con cierta holgura. Por eso se dice que las víctimas de la guerra votaron afirmativo.
Por el contrario, en las grandes ciudades y zonas urbanas triunfó el No. Como señala la periodista Constanza Vieira, “Colombia exhibió su peculiar trastorno de doble personalidad, que hace que se hable de dos Colombias: la más desarrollada, predominante en los Andes, votó mayoritariamente No. El país de la periferia, con menor densidad de población, lo hizo por el Sí, junto con Bogotá, de unos ocho millones de habitantes” (IPS, 3 de octubre de 2016).
Lo interesante, y verdaderamente complejo, es que el país “moderno” le da la espalda a la paz y se alía con el ultraderechista Uribe. Salvo en Bogotá, que ha experimentado un proceso de democratización, con dos décadas de gobiernos municipales progresistas, lo que no inhibe que alguno de los alcaldes haya sido procesado por corrupción.
Las razones de este supuesto desfasaje entre modernidad y actitud política conservadora habría que buscarlas, básicamente, en dos cuestiones. La primera se relaciona con los escenarios de la guerra. Para los citadinos, el conflicto es algo que sucede lejos de su vida cotidiana, entre contendientes con los que no tienen el menor contacto. Esta población no sólo no sufre la guerra, sino que se entera por los medios siempre controlados por la alianza entre un Estado militarista y empresarios amigos de los militares.
Sin embargo, en las ciudades se respira prosperidad, por un lado, y pobreza en el otro extremo. Pero en un país como Colombia una y otra no se miran, menos aún interaccionan. Los seis de cada diez colombianos que no votan suelen reclutarse entre la mitad más pobre de la población, lo que explica el peso pequeño de una izquierda que, además, hace rato está desconectada de la realidad.
La segunda cuestión se relaciona con el peso creciente de las “iglesias de garaje”, que proliferaron a tal punto en los últimos 20 años que el gobierno pretendió controlarlas a través de un registro que contabiliza 5.071 iglesias no católicas anotadas ante el Ministerio del Interior (Caracol, 17 de enero de 2014). Cada día se presentan tres iglesias nuevas, además de las que funcionan de forma “ilegal”.
En su inmensa mayoría son pequeños templos evangélicos o pentecostales a los que acuden decenas de personas. Probablemente tengan una incidencia similar a las iglesias pentecostales en Brasil, que cuentan con poderosos medios de comunicación, grandes templos y una numerosa bancada de diputados y senadores. Pero en Colombia el fenómeno no cuenta con estudios que permitan conocer la cantidad de fieles, ni sus características. Sabemos que los ingresos de esas iglesias informales eran, hace apenas tres años, de 10 mil millones de pesos, mientras el presupuesto estatal para educación era de apenas 1,2 mil millones (dinero.com, 24 de abril de 2013).
El factor militar
Fuera de dudas, el universo religioso juega un papel relevante en la consolidación del conservadurismo. Esas miles de iglesias se mostraron reacias al acuerdo de paz. Una de las escasas investigaciones académicas sobre estas iglesias, realizada por el periodista Ricardo Sarmiento, divide las iglesias en tres categorías: las iglesias locales o “iglesias de garaje”, casi siempre pentecostales con una sede única y que sólo influencian a personas de las cercanías en donde están instalada, que se estima en unas 50 personas en promedio; las que tienen varias sedes en Bogotá y en diferentes regiones del país; y las “megaiglesias” que pertenecen a congregaciones internacionales.
Este universo en expansión geométrica tiene una poderosa influencia en el comportamiento de los sectores populares. Las pequeñas “iglesias de garaje” están en barrios periféricos, funcionan en casas de familia y a diferencia de las grandes congregaciones, “este protestantismo informal crece sin necesidad del apoyo económico foráneo”, como sostiene el trabajo del sociólogo William Beltrán. Agrega que este tipo de organización religiosa puede considerase como “una forma de resistencia social” de los más pobres, que participan en movimientos religiosos porque “propician espacios de organización comunitaria para los pobres, desplazados y marginados que encuentran en el seno de la comunidad la posibilidad de reestructurar el sentido de su existencia y su identidad”.
Los pobres encontraron un refugio entre los pentecostales, que avivan el fuego conservador de sus culturas ancestrales. El otro refugio son las fuerzas armadas, donde los más jóvenes –y a menudo rebeldes- quieren desembarcar para darle un sentido a sus vidas y un ingreso seguro. Ambos hechos, constatables en cualquier recorrido por las ciudades colombianas, muestran la brutal distancia existencial y política de la izquierda con lo que debería ser, y alguna vez fue, su base social.
Queda un elemento que colocó sobre la mesa el periodista Héctor Abad Faciolince, partidario del Sí. En Colombia hay unos dos mil militares presos, por condenas que tienen que ver con el conflicto armado, por violaciones a los derechos humanos, entre otros delitos.
Finaliza su artículo, escrito bastante antes del referendo, con un párrafo lúcido y complejo: “Si el presidente Santos de verdad quiere hacer la paz con todo el país, debe ofrecerles a los militares, y a Uribe, y a los intereses y miedos que él representa, un trato que los cobije. Me temo que aquí seguirá la guerra si algunos militares y civiles reciben más penas y vergüenzas que la guerrilla. Si Santos define un trato especial para militares y civiles implicados en el conflicto (y sólo él tiene el poder de hacerlo), creo que hasta el Centro Democrático votaría por el Sí en el plebiscito. Aquí hay cierta derecha que no descansará hasta no ver presa o muerta a la cúpula guerrillera; y cierta izquierda que no estará contenta hasta no ver preso a Uribe y a sus amigos. A esa izquierda y a esa derecha hay que desarmarlas con un perdón especial” (El Espectador, 30 de julio de 2016).
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La Estela: tierra guaraní en escena

Las actrices Casandra Velázquez e Ivana Zacharski crearon un unipersonal sobre una niña litoraleña que descubre aventuras al amparo del monte misionero. El calor agobiante, la siesta obligatoria, los árboles de yerba mate y las leyendas de ese territorio se cruzan con la inspiración de Clarice Lispector como punto de partida.
Por María del Carmen Varela
A la hora de la siesta el pueblo entra en una pausa obligatoria barnizada por un calor agobiante. Ni el sueño ni el sofoco detienen a la niña, que abandona su cama con sigilo y logra escapar al amparo del monte. Encuentra en la intemperie el abrigo que no es costumbre en su casa. Cada día la espera una aventura distinta, aunque no siempre hay juego y risas. Rebelde, divertida, decidida, busca compañía para sus andanzas y si no la encuentra, transita en soledad. La salvación a cielo abierto, la naturaleza como sostén y una fascinación: “La Estela”.
La actriz y bailarina Casandra Velázquez y la actriz y directora de teatro Ivana Zacharski dieron luz a esta niña litoraleña sumergida en la vastedad de un paisaje indómito y deslumbrada por Estela, la joven esquiva con mirada de pantera. Ivana y Casandra se conocieron a sus 18 años tomando clases de actuación con Pompeyo Audivert en el Teatro Estudio El Cuervo, poco tiempo después de que cada una viniera a estudiar teatro a la Capital. Casandra nació en Rosario y creció en Venado Tuerto (Santa Fe), Ivana es de Apóstoles, Misiones, donde se desarrolla esta historia que juntas llevaron a escena. Este universo, recorrido por Ivana, de tierras guaraníes surcadas por árboles de yerba mate y leyendas de peligros a la hora de la siesta, fue la inspiración para La Estela.
Ivana tenía ganas de dirigir un unipersonal y eligió a su amiga Casandra para actuarlo. El punto de partida fue un cuento de Clarice Lispector: La relación de la cosa. Casandra: “Los primeros encuentros fueron sin texto, nos acercamos a la obra desde el cuerpo, la respiración y la carne. En los primeros ensayos bailé un montón, unas danzas extrañas, medio butohkas, transpire, canté, corrí, toqué el bajo. Ivana empezó a escribir y yo a probar y actuar todos esos textos e hipótesis, el insomnio estaba presente, la obsesión con el tiempo, los fantasmas del futuro, algo vinculado a la materialidad del agua y el devenir del río. Aparecieron unos cuentos protagonizados por distintas niñas en paisajes litoraleños. Nuestro personaje de ese momento: una mujer en medio del insomnio, se contaba esos cuentos a ella misma para poder dormir”.

Foto: Gentileza La Estela.
Después de que Ivana hiciera un taller de escritura con Santiago Loza y Andrés Gallina, la historia fue tomando fuerza. Cuenta Casandra que algo se abrió y comenzó a aparecer la trama: “La obra apareció y nos empezó a hablar. Nos metimos adentro de esos cuentos, de esos paisajes y de esas niñas y dejamos de lado todo lo demás. Apareció algo muy mágico entre nosotras, algo de eso que las obras permiten, que es crear un universo común, descubrir conexiones y relaciones nuevas. Sentía que la obra estaba apareciendo y tenía voz propia, apareció el cuerpo de la obra y una forma de narrar”. Casandra recorre el escenario y su fuerza expresiva invita a adentrarse en la historia de esta niña llena de vitalidad y asombro. La vemos en su habitación, presa del calor de la tarde, en busca de libertad y juego, invocando protección divina cuando algo se le escapa de las manos, trabajando en el puesto rutero, pateando una pelota, como se patea a la injusticia, hipnotizada al descubrir la mirada felina de “la Estela”.
El entusiasmo de la juventud, las tragedias inesperadas, las súplicas, el goce de la novedad caben en ese cuerpo palpitante de sueños. Ivana y Casandra apelaron a sus propias vivencias para hilar la narración. Casandra: “Las dos pasamos nuestras infancias y adolescencias medio punkis en distintos paisajes litoraleños, lejos de esta ciudad, sus ritmos y velocidades. Había algo de ese universo común, de elegir siendo muy chicas irnos de las ciudades donde crecimos, que empezó a operar, casi telepáticamente. El ejercicio de revisitar esos paisajes y poblarlos de ficción fue fascinante, mirar el mundo con ojos de infancia nos abrió mucho permiso y nos devolvió mucha vitalidad, nos permitió vincularnos con la violencia, el dolor y la crudeza de crecer desde un lugar de mucho delirio y mucho juego. La obra es bastante impune en ese sentido, el relato no pide permiso, ni da explicaciones, sólo sucede. Justicia poética, decimos, un conjuro de liberación”.
Al cabo de dias de ensayo, la voz de la niña litoraleña comenzó a asomar y Casandra hizo un trabajo específico con la coach vocal Mariana García Guerreiro. El actor Iván Moschner también se sumó a pulir el fluir de la voz. Escuchar radios misioneras, discos y entrevistas a Ramón Ayala y otrxs artistas misionerxs colaboró con esa tarea. La niña que sube el escalón hacia la adolescencia, la que se enfrenta al monte y sus amenazas, se abre paso en la oscuridad con la lumbre de su irreverencia. Salvar y ser salvada, desafiar la imposición de la siesta, para correr a soñar despierta.
La Estela
El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA
Sábados a las 18 hs, hasta el 27 de septiembre
@laestela.obra
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Litio: nace un nuevo documental

Este viernes 29 de agosto se presentará un nuevo contenido de Cooperativa de trabajo lavaca: Litio. Un documental dirigido junto a Patricio Escobar que refleja la lucha de las comunidades originarias y el paralelismo entre la reforma (in)constitucional de Jujuy, como experimento hacia la Ley Bases votada a nivel nacional.
“Te cuento esta historia, si me prometés hacer algo. ¿Dale?”.
Así arranca el documental Litio, una historia de saqueo y resistencias, que continúa…
Un documental independiente y autogestivo de cooperativa lavaca y dirigido en conjunto con Patricio Escobar, que traza un hilo conductor entre la reforma (in)constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Este proyecto tiene algunas particularidades: por un lado, no se trata de una única pieza audiovisual, sino de varias. Una más larga, de 22 minutos; y otras más cortas, de menos de 6 minutos. Por otro lado, se propone un documental en construcción permanente, al que se le irán agregando nuevas piezas de una cadena extractivista que parece no tener fin. Para esto, creamos una página web (que también estrenaremos el viernes 29) en la que iremos agregando los nuevos eslabones que surjan a futuro relacionados al oro blanco.
LITIO muestra cómo viven las comunidades de la puna jujeña en la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, y a la par, zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. Dato insoslayable: para obtener un kilo de carbonato de litio se utilizan hasta dos millones de litros de agua. Las imágenes se entrelazan con los ostentosos congresos mineros, la represión policial a las manifestaciones por la reforma (in)constitucional y la resistencia de un pueblo que no otorga la licencia social a la explotación minera.
“¿Cuánto cuesta, cuánto vale… nuestra Pacha?”, cantan las comunidades originarias. Esa bandera hecha canción – y esa pregunta- se construye a través de distintas entrevistas a las comunidades Santuario de Tres Pozos, Lipán, El Moreno, Tres Morros, Potrero de la Puna, así como a otros actores. También evidencia el silencio de las autoridades, que no quisieron hacer declaraciones públicas. “Todas las Salinas están cuadriculadas de pedimentos mineros. Allí viven las comunidades y debajo, en el subsuelo, están las minas”, cuenta Alicia Chalabe, abogada de las comunidades.
El documental plantea una premisa: la reforma (in)constitucional de Jujuy en 2023 impuesta por el entonces gobernador Gerardo Morales –a merced de la explotación del litio, ya que modificó el régimen de agua, de tierras fiscales y de la propiedad privada, y ratificó la propiedad exclusiva de la provincia sobre los recursos naturales, entre los que incluye el subsuelo y el mineral de litio– fue el experimento que sirvió de antesala a la Ley Bases aprobada en 2024. Esta profundizó no sólo la matriz extractivista mediante enormes beneficios fiscales a empresas mineras, petroleras y del agronegocio, sino también las relaciones carnales con Estados Unidos y particularmente con Elon Musk, dueño de la empresa Tesla que construye autos eléctricos, para lo cual el litio es fundamental.
LITIO termina con tres palabras, y se erige como punto de partida:
“Esta historia continuará
¿Dale?”.
Te invitamos a seguir construyendo esta historia, este viernes 29 de agosto a las 20, en MU Trinchera (Riobamba 143, CABA).

CABA
Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?
Por María del Carmen Varela
Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?
La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.
Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.
¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.
Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.
En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.
Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.
NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA
Miércoles 30 de julio, 21 hs
Próximas funciones: los viernes de octubre

