Sigamos en contacto

Nota

John Berger: ¿Dónde estamos?

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

El escritor inglés resume en esta poética y lúcida descripción la postal del mundo actual. Y la humillación que revelarse a este estado de las cosas produce: «La vergüenza nace cuando uno se ve obligado a protestar, a reclamar lo evidente: que gran parte del sufrimiento actual se podría aliviar o suprimir si se tomaran unas medidas realistas y relativamente sencillas «.

(por John Berger) Quiero decir algo, al menos, sobre el sufrimiento que existe hoy en el mundo.

La ideología del consumo, la más fuerte e invasiva del planeta, se propone convencernos de que el dolor es un accidente, algo contra lo que uno se puede vacunar. Ésta es la base lógica de su crueldad.

Todos sabemos, sin duda, que no hay vida sin dolor, y todos queremos olvidar este hecho, o relativizarlo. Todas las modalidades del mito de la Pérdida de la Edad de Oro, en la que no existía el dolor, no son más que una forma de relativizar el dolor que se sufre en la Tierra. Lo mismo que la invención de ese reino contiguo, el del sufrimiento como castigo, el Infierno. Y que el descubrimiento del sacrificio. Y después, mucho después, el del perdón, el más importante. Se podría decir que la filosofía empezó con una pregunta: ¿por qué hay sufrimiento? Sin embargo, hecha esta salvedad, el sufrimiento que se vive hoy carece, tal vez, de precedentes.

*

Escribo en la noche, aunque es de día. Un día de principios de octubre de 2002. El cielo azul ha brillado sobre París durante casi una semana. Cada día anochece un poco antes y cada día la puesta de sol es increíblemente hermosa. Tal vez próximamente las fuerzas militares estadounidenses lancen un ataque ‘preventivo’ contra Irak, a fin de que las grandes compañías petroleras norteamericanas puedan hacerse con unas reservas de crudo nuevas y supuestamente más seguras. Escribo en la noche de la vergüenza.

*

No me refiero a un sentimiento de culpa individual. Empiezo a entender que la vergüenza es un sentimiento que a la larga corroe toda capacidad de esperanza e impide mirar a lo lejos. Bajamos la vista, nos miramos los pies y pensamos sólo en el paso siguiente.

En todas partes, bajo muy distintas circunstancias, todo el mundo se hace las mismas preguntas: ¿dónde estamos? Es una pregunta histórica, no geográfica. ¿Qué estamos viviendo? ¿Adónde nos llevan? ¿Qué hemos perdido? ¿Cómo vamos a seguir adelante sin una visión del futuro medianamente plausible? ¿Por qué hemos perdido toda visión de lo que supera la duración de una vida?

Los expertos ricos responden: la globalización. La posmodernidad. La revolución en las comunicaciones. El liberalismo económico. Estos términos son tautológicos y evasivos. A la angustiada pregunta de ¿dónde estamos?, los expertos apenas murmuran: ¡En ningún sitio!

¿No sería mejor ver y declarar que estamos viviendo el caos más tiránico -por su poder de difusión- que haya existido nunca? No es fácil comprender la naturaleza de esa tiranía porque su estructura de poder (que abarca desde las 200 multinacionales más grandes hasta el Pentágono) es compacta y cerrada, pero difusa; dictatorial, pero anónima; ubicua, pero materialmente ilocalizable. Tiraniza desde un limbo exterior, y no sólo en los términos de las leyes fiscales sino también de la política, ya que no se somete más que a su propio control. Su objetivo es despojar al mundo entero de sus raíces. Su estrategia ideológica -comparada con la cual la de Bin Laden parece un cuento de hadas- es socavar lo que existe hasta que se derrumbe y convertir entonces las ruinas en su particular versión de lo virtual, un dominio, el virtual, cuya fuente de beneficios -y éste parece ser el credo de la tiranía- será inagotable. Suena estúpido. Pero las tiranías son estúpidas; y ésta está destruyendo la vida del planeta en el que opera. A todos los niveles.

Aparte de la ideología, su poder está basado en dos amenazas. La primera es la posibilidad de que el Estado con mayor fuerza militar del mundo se nos caiga encima desde el cielo. Se la podría denominar Amenaza B 52. La segunda la constituye la deuda, la bancarrota, y de ahí que, teniendo en cuenta cómo se establecen hoy en el mundo las relaciones de producción, se la pueda llamar Amenaza Cero.

*

La vergüenza nace cuando uno se ve obligado a protestar, a reclamar lo evidente: que gran parte del sufrimiento actual se podría aliviar o suprimir si se tomaran unas medidas realistas y relativamente sencillas (en algún lugar de nosotros mismos todos reconocemos la obligación, pero la obviamos por pura impotencia).

¿Se merece nadie ser condenado a una muerte segura sólo por no tener acceso a un tratamiento cuyo costo no llegaría a dos dólares diarios? Esto se preguntaba el pasado julio la directora de la Organización Mundial de la Salud. Hablaba de la epidemia de sida en África y otras partes del mundo, la cual se estima que causará la muerte de 68 millones de personas en los próximos dieciocho años. Estoy hablando del dolor de vivir en el mundo hoy.

La mayor parte de los análisis y los diagnósticos de lo que está sucediendo se hacen, lo que no deja de ser comprensible, en el marco de una disciplina concreta: la economía, la política, la sociología, la salud pública, la ecología, la defensa, la criminología, la educación, etcétera. En la realidad, en lo que se está viviendo de verdad, todos estos campos se unen en un campo único. Sucede que las personas sufren en sus vidas las consecuencias de unos males que están clasificados en categorías separadas, y los sufren de forma simultánea e inseparable.

Un ejemplo de ahora mismo: los kurdos que llegaron recientemente a Cherburgo, corriendo el riesgo de ser repatriados a Turquía al haberles denegado el Gobierno francés el asilo político, son pobres, ilegales, indeseables políticamente, carecen de un lugar al que ir y no son clientes de nadie, no tienen quien los proteja. Y sufren todo ello al mismo tiempo.

Es necesario tener una visión interdisciplinar de lo que está sucediendo, porque es necesario conectar esos ‘campos’ que institucionalmente se mantienen separados. Y toda visión que intente conectarlos será necesariamente política (en el sentido original de la palabra). La condición esencial para pensar en términos políticos a escala global es ver la unidad del sufrimiento innecesario que existe hoy en el mundo. Éste es el punto de partida.

*

Escribo en la noche, pero no sólo veo la tiranía. Si así fuera, probablemente me vencería el desánimo y no podría continuar. Veo a la gente durmiendo, revolviéndose en la cama, levantándose a beber, susurrando sus proyectos o sus miedos, haciendo el amor, rezando, cocinando mientras duerme el resto de la familia, en Bagdad, en Chicago. (Sí, claro que veo también a los cuatro mil luchadores kurdos que fueron gaseados -con el beneplácito de Estados Unidos- por Sadam Husein.) Veo trabajar a los pasteleros de Teherán, y veo a los pastores de Cerdeña, tenidos por bandoleros, durmiendo junto a sus rebaños. Veo a un hombre en pijama en el Friedrichshain de Berlín leyendo a Heidegger frente a una botella de cerveza, y tiene manos obreras; veo una patera de inmigrantes ilegales en las costas españolas, cerca de Cádiz; veo a una madre de Mali, llamada Aya, que significa Nacida en viernes, acunando a su bebé; veo las ruinas de Kabul y a un hombre volviendo a

casa, y sé que, pese al dolor, el ingenio de los supervivientes no se deja mermar. Es un ingenio que rebusca y recolecta energía, y estoy convencido de que la incesante astucia de este ingenio encierra un valor espiritual, algo semejante al Espíritu Santo. Estoy convencido, aunque no sepa por qué.

*

El siguiente paso es rechazar el discurso de la tiranía. Los términos que utiliza son basura. Democracia, Justicia, Derechos Humanos, Terrorismo son los términos recurrentes en los discursos interminables y repetitivos, en los comunicados, en las conferencias de prensa, en las amenazas. Y cada palabra en ese contexto significa lo opuesto al sentido que tuvo en algún momento. Se ha traficado con ellas y se han convertido en palabras clave del código secreto de las mismas bandas que se las han robado a la humanidad.

La democracia es una propuesta (que raramente llega a hacerse realidad) relativa al proceso de toma de decisiones. Lo que promete es que las decisiones políticas habrán de tomarse tras haber consultado a los gobernados y a la luz de la consulta. Su funcionamiento depende de que los gobernados estén adecuadamente informados de las cuestiones sometidas a decisión y de que quienes han de tomarla tengan la capacidad y la voluntad de escuchar y de tener en cuenta lo que han oído. No se debe confundir la democracia con la ‘libertad’ que proponen las opciones binarias, la publicación de las encuestas de opinión o el amontonamiento de los ciudadanos en cifras estadísticas, pues todo ello es precisamente el material empleado para guardar las apariencias.

Hoy las decisiones fundamentales, unas decisiones que son las responsables del sufrimiento innecesario que existe cada vez en mayor grado en el planeta, han sido y son tomadas unilateralmente, sin participación o consulta abierta.

¿Cuántos ciudadanos estadounidenses, por ejemplo, habrían dicho ‘Sí’ , de haber sido consultados, a la retirada de Bush del Acuerdo de Kioto, en el que se intentaba poner freno a las emisiones de dióxido de carbono que causan un efecto invernadero que ya ha empezado a provocar inundaciones desastrosas en muchas partes del planeta y que amenaza con causar aún mayores desastres en los próximos veinticinco años? Sospecho que una minoría, pese al poder de los medios de comunicación para encauzar la opinión.

*

Hace poco más de un siglo que Dvorak compuso su Sinfonía del Nuevo Mundo. Cuando la escribió, era director de un conservatorio de música de Nueva York, y la propia sinfonía le llevó a componer, ocho meses después y todavía en Nueva York, su sublime Concierto para Violoncelo. En la Sinfonía, las colinas que se pierden en el horizonte de su Bohemia natal se convierten en las promesas del Nuevo Mundo. No es grandilocuente, pero sí insistente y ruidosa, pues describe los anhelos de quienes carecen de poder, de aquellos a quienes se denomina erróneamente ‘pueblo llano’, de aquellos a quienes estaba destinada la Constitución estadounidense de 1787.

Pocas obras de arte que yo conozca expresan de una forma tan directa y, sin embargo, tan brusca (Dvorak era hijo de campesinos, y su padre soñaba con que se hiciera carnicero) las creencias que llevaron a una generación tras otra de inmigrantes a convertirse en ciudadanos estadounidenses.

Para Dvorak, la fuerza de esas creencias era inseparable de una ternura característica, de ese respeto por la vida que se ve por doquiera que se mire en la intimidad de los gobernados (a diferencia de los gobernantes). Y con este mismo espíritu fue recibida la Sinfonía cuando se interpretó por primera vez el 16 de diciembre de 1893 en el Carnegie Hall.

En una ocasión le pidieron a Dvorák su opinión sobre el futuro de la música norteamericana, y él recomendó a los compositores estadounidenses que escucharan la música de los indios y los negros. La Sinfonía del Nuevo Mundo expresa un optimismo sin fronteras, que, paradójicamente, es acogedor, pues gira en torno a la idea del hogar. Una paradoja utópica.

El poder del país que inspiró esas optimistas esperanzas ha caído hoy en las manos de una camarilla de fanáticos (que quieren limitarlo todo, salvo el poder del dinero), de ignorantes (que sólo reconocen la realidad de su poder armamentístico), de hipócritas (que en sus juicios éticos utilizan dos medidas, una para nosotros, otra para ellos) y de crueles maquinadores que proyectan los B52. ¿Cómo ha llegado a suceder esto? ¿Cómo han llegado a donde han llegado Bush, Murdoch, Cheney, Kristol, Rumsfeld etcétera… y Arturo Ui? La pregunta es retórica, pues no tiene una única respuesta; y es ociosa, pues por ahora ninguna respuesta podrá hacer ni la más mínima mella en su poder. Pero el hecho de que uno se la haga así en la noche revela la enormidad de lo que ha sucedido. Estamos escribiendo sobre el sufrimiento que existe hoy en el mundo.

El mecanismo político de la nueva tiranía, aunque para funcionar requiera una tecnología muy sofisticada, es tremendamente simple. Usurpar las palabras Democracia, Libertad, etcétera. Imponer por doquier, sin tener en cuenta los desastres que pueda provocar, el nuevo caos económico con el que se enriquecen unos empobreciendo a otros. Garantizar que todas las fronteras son de dirección única: abiertas a la tiranía y cerradas a los otros. Y eliminar toda oposición por el procedimiento de denominarla terrorista.

No, no he olvidado la pareja que se tiró unida desde una de las Torres Gemelas, en lugar de quemarse separados.

Existe un objeto que parece un juguete de fabricación barata -no llega a los cuatro dólares- y que también es indiscutiblemente terrorista. Se llama mina antipersona.

Es imposible saber a quiénes mutilarán o matarán estas minas, o cuándo lo harán. Hay más de cien millones esparcidas sobre la tierra o escondidas bajo ella. La mayoría de sus víctimas han sido y serán civiles.

La mina antipersona tiene la función de mutilar, más que matar. Su objetivo es crear tullidos, y la metralla que contiene -con este objetivo ha sido diseñada- prolongará el tratamiento médico de sus víctimas y lo hará más difícil. La mayoría de los supervivientes tiene que pasar por ocho o nueve operaciones. Ahora mismo, todos los meses mueren o quedan mutilados a causa de estas minas dos mil civiles.

El propio término antipersona es lingüísticamente asesino. No sólo incluye a todos los civiles, independientemente de la edad, sino que también parece referirse a unas acepciones de la palabra que hacen abstracción de la sangre, los miembros, el dolor, las amputaciones, la intimidad y el amor. Así es como estas dos palabras, unidas a un explosivo, se vuelven terroristas.

La nueva tiranía, al igual que otras también recientes, depende en gran medida de la violación sistemática del lenguaje. Juntos hemos de reclamar las palabras que nos han sido secuestradas y rechazar los nefastos eufemismos de la tiranía; si no lo hacemos, sólo nos quedará la palabra vergüenza.

Pero no es una tarea fácil, pues la mayor parte del discurso oficial es figurado, asociativo, vago, lleno de insinuaciones. Pocas cosas se dicen claramente. Los estrategas militares y económicos saben que los medios de comunicación juegan un papel crucial, no tanto en vencer a los enemigos actuales como en excluir y prevenir el amotinamiento, la protesta o la deserción. La manipulación de los medios de comunicación por parte de cualquier tiranía es un índice de su miedo. La actual vive atemorizada por la desesperación del mundo. Un temor tan profundo que el adjetivo desesperado -salvo cuando significa peligroso- no se utiliza apenas.

*

Sin dinero todas las necesidades cotidianas se convierten en un sufrimiento.

*

Quienes nos han hurtado el poder -y no todos ellos están en el Gobierno, de modo que cuentan con la continuidad de ese poder más allá de las elecciones presidenciales- nos quieren hacen creer que están salvando al mundo y ofreciendo a su población la posibilidad de convertirse en sus clientes y quedar bajo su protección. El consumidor es sagrado. Lo que no añaden es que los consumidores sólo importan porque generan beneficios, que es lo único que es verdaderamente sagrado. Y en este juego de manos se encuentra el quid de la cuestión.

La afirmación de que están salvando al mundo enmascara su perfecto conocimiento de que grandes zonas del mundo -la mayor parte del continente africano y una parte considerable de Suramérica- son irredimibles. En realidad, cualquier rincón del planeta que no pueda integrarse en su centro es irredimible. Ésta es la conclusión inevitable del dogma de que la única salvación es el dinero y de que el único futuro global es aquel en el que ponen sus prioridades, unas prioridades que, por más que quieran adornarlas con falsos nombres, no son ni más ni menos que sus beneficios.

Quienes tienen unas visiones del mundo que no coinciden con ésta o unas esperanzas distintas, junto con quienes no pueden comprar y quienes sobreviven día a día (aproximadamente unos 800 millones) son anticuadas reliquias de otra era, o, cuando resisten, ya sea pacíficamente o haciendo uso de las armas, terroristas. Son temidos como si anunciaran la muerte, como si fueran portadores de la enfermedad y la insurrección.

Cuando hayan sido ‘reducidos’ (una de sus palabras clave), el mundo estará unido, asume, en su ingenuidad, la tiranía. Necesita la fantasía de un final feliz. Una fantasía que, en realidad, será su perdición.

Toda forma de protesta contra esta tiranía es comprensible. El diálogo es imposible. Para poder vivir y morir como es debido, hemos de llamar a las cosas como es debido. Reclamemos las palabras que nos han robado.

*

Esto ha sido escrito en la noche. En la guerra, la oscuridad no está del lado de nadie; en el amor, la oscuridad nos confirma que estamos juntos.

Nota

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

Seguir leyendo

Nota

Orgullo

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Seguir leyendo

Nota

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

Seguir leyendo

Lo más leido

Anticopyright lavaca. Todas nuestras notas pueden ser reproducidas libremente. Agradecemos la mención de la fuente. ©2025 Agencia lavaca.org. Riobamba 143, Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina - Editor responsable: Cooperativa de Trabajo Lavaca ltda. Número de propiedad intelectual: 50682265 - [email protected] | Tel.: +54 9 11 2632-0383

Vistas el día de hoy: 37.013