Mu13
Los ego-service
Trabajan sobre el ser y sus resistencias, basados en una teoría que nació en la academia, llegó a las empresas, mutó en marketing y se reprodujo en cursos rápidos y caros. Así, ya se entrenó en nuestro país un ejército calculado en 2.000 coaches que tienen como objetivo primordial conseguir resultados. Qué dicen y qué hacen.
La directora de una de las carreras de Coaching Transformacional-Modelo Ontológico, Lidia Muradep, propone hacer un ejercicio, para que yo entienda. Como coach que es, explica que todos tenemos dos tipos de conversaciones. “La conversación pública –que tenés con los demás– y tu propia conversación privada, interior, el rollo, que es lo que vas pensando acerca de lo que yo digo”. Hace gestos circulares alrededor de la cabeza, que representarían los citados rollos.
Lidia me explica que la idea del coach (se pronuncia couch) se tomó del deporte, es el entrenador de un equipo (conversación interior:… “Basile es el coach de la Selección, D’Elía es el coach de…”) pero el concepto cambió de contenido al trasladarse a la vida personal y empresarial. Ya no se trata de un entrenador, sino de alguien que sin ser exactamente un consejero, un psicólogo, un consultor, un maestro o un acompañante terapéutico, es capaz de “coachear” (couchear) a una persona o a un grupo laboral. Conversa sobre los problemas, los detecta, y busca en conjunto posibles soluciones. Según el programa de la escuela, al hacerlo se ayuda a la persona o al grupo a llegar a metas como “lograr una nueva modalidad de ser”, “diseñar un futuro poderoso” y “obtener resultados extraordinarios”, entre muchas otras. El programa de Coaching Transformacional– Modelo Ontológico otorga un título que permite salir a coachear profesionalmente tras un curso de nueve meses, una vez por semana. A cambio hay que abonar 5.000 pesos más IVA, a pagar en cuotas.
Pero lo que ahora Lidia quiere demostrarme es que el Ser tiene tres dominios que determinan nuestra forma de observar al mundo: el lenguaje, la emocionalidad (aquí entra la conversación interior) y la postura corporal. “Por ejemplo, si uno cambia la conversación privada, cambia la emoción que es la que produce pensamiento, y cambia la corporalidad. Si yo creo que mi jefe es un mal tipo, mis palabras y hasta mi corporalidad van a estar actuando según ese juicio. Pero si cambio el juicio, y digo ‘mi jefe es un tipo con cosas positivas’, transformo la conversación interna y hasta el modo corporal cuando estoy con él”. Se trata de lograr nuevas habilidades conversacionales que influyan en lo emocional y la postura corporal y “que detecten y disuelvan los obstáculos que interfieren en el desarrollo personal” (el mío, el de mi jefe, o el de quien contrate al coach).
El ejercicio que me propone para comenzar a alcanzar estos objetivos consiste en lo siguiente: me pide que agache la cabeza y deje caer los hombros: “Sentí tu conversación; (silencio, con voz más grave) sentila, ¿qué te dice?”. Es cierto: creía que sólo estaba pensando en lo ridículo de este momento, pero en realidad me estoy preguntando cómo podré hacer todas las cosas que tengo que hacer en tan poco tiempo. “Ahora sentate bien derecho, con los hombros hacia atrás, la cabeza arriba, mirando de frente, respirá hondo, y sentí ahora tu nueva conversación interna. ¿Sentís el cambio?”. Veo que detrás suyo hay un cuadro que representa cuatro laberintos. Adentro de uno me parece ver una especie de pajarraco. Lidia me coachea.
–¿Cuál es tu conversación ahora?
–Miraba el cuadro y pensaba lo mismo que antes.
–Pero en general, al cambiar la postura cambia el pensamiento, la conversación interna, y también se cambia el estado emocional– me dice, mientras mi rollo interno gira en falso, cual pajarraco en el laberinto.
Frente a esa rebeldía, me plantea una opción que en estos tiempos resulta casi irresistible: “Poner límite a la confusión y encontrar un nuevo sentido a la vida”.
Biografía del coaching
Fernando Sáenz Ford, 32 años, es coach y organizador de los dos Congresos de coaching que hubo hasta ahora en la Argentina. Describe tres líneas de la especialidad:
La pragmática o norteamericana, que tuvo como inspirador a Thomas Leonard, creador de la entidad internacional que agrupa a los coaches. Se centra en los resultados.
La europea humanista, preocupada más por el proceso que por los resultados en sí, y volcada a la autoestima y la autoconfianza.
La latinoamericana o de coaching ontológico, que trabaja más en la estructura de la persona que en la acción. Se inspiró sobre todo en las ideas del biólogo chileno Humberto Maturana y de Fernando Flores, ex ministro de Economía de Salvador Allende y actual senador. Otros chilenos como el filósofo Rafael Echeverría y el abogado y especialista en teoría del lenguaje, Julio Olalla, amasaron luego esta combinación entre coaching y ontología.
La línea pragmática es sencilla. Se contrata al coach para ayudar a una persona a obtener un resultado y eso es lo que mide radicalmente el éxito, más que el modo en que se logra. Bajar de peso, ascender en el trabajo, o lo que sea. (Mirada irónica sobre el tema: en la serie norteamericana Nip/Tuck una madre contrata una coach para su hijo adolescente, reprobado en Francés. La coach –inquietante morocha– hace un rápido diagnóstico en la primera sesión y le dice al chico: “Si aprobás, te la chupo”. El chico se saca un diez y todos felices, él especialmente. Luego se descubrirá que la coach es una travesti, pero en todo caso hay que ver la serie).
Orden y obediencia
La variante ontológica transita otros caminos. Maturana es un científico que analizó los sistemas vivos desde nuevas perspectivas, a partir de la idea de los seres como mecanismos autoorganizados. Para entender la experiencia humana pone el foco en lo emocional y en las relaciones. Así escribió tratados como Biología del conocimiento y Biología del amor que se fundamentan en la noción de que la cultura es una “red de conversaciones”, y que la realidad debe ser estudiada desde una posición “ontológica” y no desde un supuesto racionalismo ubicado fuera y más allá del ser. En Ontología de la conversación, Maturana cuestiona que los sistemas laborales y los sistemas en general jerárquicos y de poder sean “sistemas sociales”, ya que se fundamentan en procesos de autonegación -negación del otro- y aceptación del sometimiento en una dinámica de orden y obediencia. Este tipo de razonamiento abona las teorías sobre las revoluciones sociales como fruto de revoluciones culturales. Maturana considera, de paso, que el capitalismo representa la vigencia de la política del chimpancé (en su libro Formación humana y capacitación), es decir, de aquella carga genética común de los humanos con los chimpancés, caracterizada por valores como apropiación, competencia, desconfianza, control, sometimiento, dominación del otro, y la lógica de la guerra. Una etapa previa al ingreso a la dimensión humana de la convivencia y la colaboración. (Y así Maturana es citado por uno de los creadores de la Teología de la Liberación, Leonardo Boff, como un modo de defender las ideas de un nuevo tipo de socialismo).
Fernando Flores es todo un personaje en Chile. Fue uno de los más jóvenes ministros de Salvador Allende, quedó como detenido político de Augusto Pinochet hasta que Amnesty International logró que la dictadura lo liberase. Según relata Sáenz Ford, durante esa permanencia en la cárcel Flores pudo recibir visitas y clases de Maturana, tomó sus ideas sobre ontología del lenguaje y luego, ya exiliado en Estados Unidos, aplicó todos estos conceptos a las estrategias sobre gerenciamiento y eficiencia empresaria. Maturana siempre cuenta que tuvo el hobby de la magia y el ilusionismo. Pero el verdadero acto de magia fue el de Flores, al absorber las ideas sobre el ser y la socialidad, y convertirlas en herramientas de “liderazgo empresario”, llamando “coaches” a quienes trabajaban con él. Hoy Flores se presenta como “empresario y emprendedor”, es senador chileno, mezcla en su jerga eficientismo con patriotismo, se convirtió en consultor internacional de empresas, y a la vez renunció al Partido por la Democracia (ppd) que lo llevó a la senaduría. Los acusa de corruptos.
Sin embargo, los que sistematizaron la expresión coach fueron el filósofo Rafael Echeverría y el abogado y doctor en filosofía del lenguaje Julio Olalla, ambos también chilenos, formados con Flores en estas artes. Echeverría escribió Ontología del lenguaje, biblia coaching donde suma ideas de Heidegger, Foucault, Víctor Frankl, Nietzche, Wittgenstein, entre muchos otros, aunque parece poco probable que los actuales estudiantes criollos lean concienzudamente a estos señores, y sí a los libros (como El arte de soplar brasas, de Leonardo Wolk) y páginas de Internet sobre coaching que los citan junto a rejuntes de proverbios hindúes y frases de Lao-Tsé, Bill Gates, o Marcel Proust.
La versión argentina
Los primeros libros sobre coaching ontológico que recorrieron la Argentina fueron escritos por Jorge y Esteban Pinotti, quienes luego fueron denunciados por cámaras ocultas de Canal 13, debido a los talleres de coaching organizados por Argentina Works, que suponían virtuales lavados de cerebro y terminaron con personas hospitalizadas por brotes psicóticos a partir de ejercicios supuestamente “movilizadores” basados en insultos, humillaciones, acoso y coerción. Los chimpancés de Maturana merecen una reivindicación.
El actual coaching ontológico está buscando profesionalizarse y remontar aquellas imágenes que lo emparentaron no con el lenguaje y la eficiencia, sino con la manipulación y hasta las sectas. Sáenz Ford tiene una mirada más neutral: “Eso no es coaching ontológico. Pero no los critico. Cada uno hace lo suyo”.
El propio Esteban Pinotti es un ejemplo de cómo las ideas de la ontología se traducen en coaching. Decididamente volcado al coaching ontológico (y no al coercitivo de las cámaras ocultas), escribe en la página española de Microsoft artículos como Metanoia del management (“metanoia” significa “cambiar la mente” pero en este caso se utiliza como “reelaboración”; y “management” es el manejo de las empresas). Sostiene Pinotti: “El management histórico está orientado al control, el orden y la obediencia. En el estado actual del mercado, esta orientación es poco efectiva y trae como consecuencia que las personas sean convertidas en objetos, medidas y usadas. Mediante un profundo proceso, el coaching propone descubrir acciones que le dan poder a las personas para contribuir más plena y productivamente con la misión de la empresa, alineándola con su misión personal, desdibujando así los efectos del sistema de control”.
El coaching sería entonces una herramienta contraria a la obediencia y la cosificación de las personas, según se publica en Microsoft. Una idea diferente es la que expresan investigadores como el norteamericano Brian Holmes: “La izquierda ha demostrado gran debilidad a la hora de entender la clave del proceso de producción capitalista. Éste no sólo entraña inventos tecnológicos, sino también técnicas para formar la lealtad y la perseverancia de las personas”.
Entonces, ¿el coaching es una opción frente a los sistemas de obediencia, o la metanoia del control?
¿Qué es un coach?
Lo que resulta evidente es que algo no está funcionando bien. Rodolfo Laduz, presidente de la Asociación Argentina de Profesionales de Coaching: “Los niveles de angustia e insatisfacción con los que uno se encuentra en el ámbito de las empresas y de las personas, son enormes”. La idea permite entender algunas definiciones de la actividad:
“A partir de la observación de las acciones del coachado y sobre la base de un conjunto de habilidades conversacionales, el coach facilita el camino hacia un nuevo aprendizaje detectando los obstáculos o limitaciones que interfieren en la concreción de los resultados propuestos, inadvertidos hasta ese momento por el coacheado. Lo hace a través de la indagación y de “desafíos” a los preconceptos que el coacheado presenta en su discurso”.
“Las entrevistas individuales de coaching tienen el objetivo de detectar y disolver los obstáculos que interfieren en su desarrollo personal, permitiendo obtener mejores rendimientos tanto a nivel personal, como laboral, profesional u organizacional”.
“En tiempos de grandes cambios es preciso actuar. Es el momento de diseñar el futuro, de decidir qué tipo de vida queremos tener, y hacer que suceda”.
“El coach no es un maestro que enseña la mejor técnica para lograr un objetivo. Formula preguntas y acompaña a las personas a descubrir sus propias respuestas sin copiar las del maestro”.
“No es un consultor ya que no da a su cliente un asesoramiento de experto en un campo determinado. Trabaja en un sistema constituido por las conversaciones, los estados de ánimo y el cuerpo”.
Cuánto cuesta ser coacheado
En la Argentina hay unos 300 socios registrados en la Asociación Argentina de Profesionales de Coaching, aunque Laduz calcula que existen más de 2.000 coaches ejerciendo actualmente, además de decenas de empresas que, así como antes hablaban de “consultoría”, ahora asesoran en coaching. Un coach personal puede cobrar desde 100 a 300 pesos por conversación de una hora con el coachee (couchí, el que lo contrata). La cifra puede ascender según el coach, o la cuenta corriente del coachee. Para el coaching empresarial, las cifras pueden oscilar entre 5.000 y 60.000 dólares, según la intensidad del trabajo, su extensión, o los logros propuestos. Además, en muchas ocasiones se cobran directamente porcentajes del aumento de rentabilidad que se consiga para la empresa.
La preparación para ser coach es un tema sinuoso. “Hoy, lamentablemente, cualquiera es coach” reconoce un ex gerente de una empresa informática que se hizo coach. “Hacés un cursito, te dan un certificado y con eso salís a coachear sin problema”.
Hay unos 25 cursos, cuyo requisito primordial suele ser pagarlos. Los más serios implican de un año a dos, muchas veces con actividades outdoor (cuando pregunto –ontología del lenguaje– por qué dicen outdoor en lugar de aire libre, nadie me sabe responder). Los outdoors implican viajes y salidas para hacer kajak, por ejemplo (acaso experimentando cómo remar para el mismo lado) o actividades recreativas que permitan reflexionar sobre la relación con los demás.
En muchos institutos no se pide ni el título secundario. Es diferente en el icp (Instituto de Capacitación Profesional), que otorga título reconocido por el Ministerio de Educación tras un curso de dos años o los masters en la universidades privadas de Belgrano y Salvador, donde hay que tener alguna carrera de grado hecha. En cualquier caso todos los egresados “certifican” como coaches y pueden empezar a trabajar.
Freud, ¿el gran coach?
Sáenz Ford reconoce: “Hubo gente que sin formarse empezó a usar la palabra coach y te ofrecen entrenamientos donde supuestamente cambiar tu vida en un fin de semana. Eso no tiene nada que ver con coaching”. ¿Son casos como los de varias empresas que reúnen a personal jerárquico y arman juegos como alzar entre todos a un gerente gordo, para demostrar capacidad de trabajo en equipo? “No, eso es team building (construcción de equipo), que yo también hago. Me refería a actividades muy agresivas y provocativas, los entrenamientos vivenciales. El coaching es lo contrario, se hace desde un lugar amoroso y de respeto por el otro, y se crea un espacio para que el otro revise su estructura de interpretación del mundo”.
¿Eso no es algo parecido a la psicología o al psicoanálisis? Sáenz Ford (que dirige la consultora Sincro) viene de los estudios en Administración de Empresas. ¿El coaching no se mete con temas demasiado profundos y ontológicos ya que estamos, para gente no excesivamente preparada? “Los temas delicados aparecen, sobre todo en el coaching life, el coach personal sobre la vida del coachee. Pero el coaching no es psicología ni psicoterapia. No trabaja una interpretación de la psiquis ni de la historia de la persona, sino que trabaja sobre las conductas del presente hacia el futuro. El coach no puede prometer solucionar una enfermedad, porque ése no es nuestro experteese (competencia)”.
Pero una persona puede llegar con un problema de sobrepeso, por ejemplo, y eso puede estar implicando un conflicto profundo que lo origina.
No diagnosticamos enfermedades. El coach va a trabajar para lograr un resultado que el coachee esté planteando. Digamos: uno va a entender que alguien tiene un problema psicológico, desde una mirada psicológica. Pero el coaching no tiene esa mirada. No considera que la persona sea enferma. Un psiquiatra medica a la persona, un psicólogo va a analizar la psiquis, los conflictos previos. En cambio un coach va a observar cuáles son las conversaciones, la corporalidad y las emociones que la persona está viviendo. Partimos de otra mirada. Para nosotros la persona no está determinada por su historia, sino por las acciones que realiza en el presente.
Sin embargo, las conversaciones y las emociones van a estar influenciadas por el pasado.
Pero nosotros no trabajamos la relación pasado-presente sino futuro-presente. No nos importa por qué hacés algo, sino para qué. Si una persona quiere adelgazar equis cantidad de kilos, trabajaré para que lo logre. El coaching trabaja mucho en aprender a decir ‘no’, así que eso lo podemos hacer. No pensamos en la enfermedad. Y si notamos algo raro, nos declaramos incompetentes y lo derivamos.
Quizás ésa sea una clave: para muchos que consideran que hablar con un psicoterapeuta es sinónimo de enfermedad, el coach aparece como una figura más puntual y práctica, además de estar un tanto de moda.
Claudio Margules, flamante coach, narra otro caso: “Vino a verme un señor que tenía problemas de agresividad en la calle. Le tocaban bocina, le cerraban el auto, y se ponía violento. Conversando descubrí que había tenido toda una historia durante la dictadura. Creo que fui muy hábil para no meterme en eso y tratar de solucionar su problema de agresividad en la calle, que era su objetivo”. (Se recomienda conducir con prudencia, y evitar bocinazos a represores que no hayan hecho coaching).
Humanizar a la empresa
Sáenz Ford confirma el mal ambiente que se vive en las empresas. “Las personas no se movilizan por la zanahoria y el palo, el premio y el castigo, sino cuando funciona una causa común y un consenso”. ¿Cuál es la tendencia actual? “Tomar a las personas como objetos manipulables. Nuestro trabajo es humanizar esos espacios”.
¿Humanizarlo no puede ser un simulacro en empresas que siguen siendo piramidales y jerárquicas?
Se puede usar la pantalla de lo ‘humanizado’ para manipular todavía más a la gente. Nuestro primer trabajo consiste en ver si el coachee está realmente comprometido con el cambio. Si no es así, al menos en mi caso, me retiro. Eso no quiere decir que no entienda el aspecto estratégico: el negocio tiene que funcionar para que todos trabajen. No nos contratan para cambiar una mentalidad, ni para cambiar al mundo, ni siquiera el modelo de empresa, sino para lograr resultados.
Rodolfo Laduz (director además del Centro de Consultoría Organizacional) cree que el coaching puede tener efectos especiales en las Pymes: “Ahí el dueño está con el cuerpo puesto en lo que pasa, y le va la vida en que haya bienestar entre los que trabajan con él”. Cree que el país ha tenido demasiados empresarios ricos en empresas pobres y que ese modelo ya no funciona. “Se pueden lograr cambios si se instalan nuevos modos de ver los problemas de relaciones en una empresa. Si en el trabajo me van a seguir tratando como una cosa, eso nunca va a funcionar bien. La gente hace ‘como si’, hace una resistencia”.
¿Y eso qué provoca?
Se pierde la rentabilidad.
Acerca de las verdades
En la charla con Lidia, que dirige la Escuela Argentina de Programación Neurolingüística y Coaching, surgió nuevamente la cuestión.
¿El coaching es un modo de aceitar la máquina empresarial?
Mi amor: la empresa ¿qué es? Personas. Hace tiempo que trabajo con varias para mejorar eso que vos me traés: Techint, Arcor, Clarín, Telecom. Me parece que es una historia tuya. Es un juicio. No es la verdad.
No es un juicio: es un dato. Conozco a muchas personas que trabajan en esas empresas en un ambiente que no tiene nada que ver con lo que usted dice.
Pero hay gente que trabaja comprometida y contenta. Te puedo dar los números de teléfono de varios gerentes de personal para que lo compruebes. ¿Sabés qué? Yo te haría un coaching a vos.
¿Cómo sería?
Te propondría que empieces a dejar que tu juicio se mueva y hables con gente a la que le encanta estar en esas empresas. Lo tuyo es un punto de vista. No una verdad.
¿Y lo suyo?
(Sonriendo) Entonces tendríamos que construir una conversación que vaya más allá de lo que decís vos, y de lo que digo yo.
Semejante tarea queda a partir de aquí a cargo de cada lectora y cada lector, según la ontología de sus rollos internos.
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Un winner
Empresario modelo del modelo. Es presidente de una de las cinco empresas que lidera el ranking de exportaciones y legislador oficialista. Controla un pueblo, al sur de la provincia de Córdoba, en el que para vivir hay que someterse a una investigación policial. Compañero de Domingo Cavallo, financió su lanzamiento político. Camarada de Roberto Lavagna, obtuvo beneficios millonarios durante su gestión. Fue el candidato que impuso Kichner para saldar la interna cordobesa y el ejemplo que citó Cristina para evocar la figura del empresario nacional. Su empresa bate récords de ganancias, pero recibe subsidios, reintegros, compensaciones y desgravaciones del Estado. Un ejemplo de cómo lo viejo y lo nuevo crean ese fenómeno llamado “agronegocio” que sembró la crisis actual.
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Las rutas de Toty
Fue el protagonista del primer piquete bonaerense y el único que rechazó los planes sociales. Armó microemprendimientos, talleres de filosofía, desfiló en la pasarela y llegó a la Cámara de Diputados de la mano de Elisa Carrió. En estos días, volvió al piquete junto a los productores agropecuarios. Cómo explica este trayecto.
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Usar la memoria
Su nueva novela lleva un título inquietante: A quien corresponda. Un relato protagonizado por los usos que el discurso oficial hace de los setenta y que expone, a borbotones, todas las especulaciones que pueden hacerse sobre la memoria, la venganza y la fe perdida. Su intención, dice, es recuperar qué nos pasó y porqué.
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