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El largo camino por la verdad y la justicia: 3 años de la desaparición de los 43 de Ayotzinapa
A tres años de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, la movilización que reclamó justicia fue dedicada a las víctimas de los tres sismos que azotaron a México durante septiembre. Los familiares de los estudiantes apuntaron las cuatro pistas de investigación que están estancadas. Y remarcaron la hipótesis de la desaparición vinculada a la cuestión narco. Quién busca a los 43, por Eliana Gilet desde Ciudad de México.
Fotos de Ernesto Álvarez
En la marcha que conmemoró los tres años de la desaparición forzada de los normalistas, las consignas se mezclaban. Además de las organizaciones de izquierda y estudiantiles que acompañan al comité de padres de los 43 desde hace tiempo, se sumaron personas afectadas por el sismo del 19 de septiembre y gente solidaria que colaboró en la extenuante semana que pasó.

Mujer camina durante la manifestación por los tres años de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la escuela Normal de Ayotzinapa. La marcha fue dedicada a las personas fallecidas por el sismo del pasado 19 de septiembre, y las personas desaparecidas en la catástrofe.
Foto: Ernesto Álvarez
El comité de padres de los 43 decidió que “donaría” esta acción global (que es como se llama a la convocatoria que lanzan el 26 de cada mes, a movilizarse en todo rincón del mundo que se desee) para las víctimas de los tres sismos que han asolado la República mexicana durante septiembre: el 7, el 19 y el sábado 23, que terminó por destruir lo que quedaba en pie en el sur del país, en Oaxaca sobre todo, en la región del Istmo de Tehuantepec.
La marcha fue en silencio desde el Ángel de la Independencia hasta el llamado Anti-monumento, que es un “+43” grandote, que desde abril de 2015 ocupa el cruce de las avenidas Bucareli y Reforma. Cuando la cabecera de la marcha llegó a ese punto, un grito resonó desde el estrado:
-“¡Porque vivos se los llevaron!”.
-“¡Vivos los queremos!” – respondió la multitud.
Las pistas
Cristina Bautista Salvador, la madre de Benjamín Asencio Bautista uno de los normalistas que continúan desaparecido, tomó el micrófono y dijo unas palabras en su lengua originaria. Agradeció a los presentes, «porque si se han logrado avances, ha sido por la lucha de los padres y del pueblo de México», dijo. Y siguió: “El gobierno no protege nuestros derechos, nuestras tierras, nuestra agua, y es importante para nosotros defenderlos, porque es luchar por la vida de nuestros hijos. Este caso no puede quedar en la impunidad, aunque el gobierno apueste al paso del tiempo y a nuestro cansancio.”
Cristina Bautista dijo que el gobierno los pone contra la pared estancando las líneas de investigación del caso, que son cuatro:
– La participación del Ejército, que también estuvo presente en Iguala la noche en que se llevaron a los normalistas. Ningún militar ha declarado en la causa y se sabe, indicó Cristina Bautista, que ellos tomaron fotos, videos y elaboraron documentos sobre su accionar, que no han aparecido aún. El Ejército manejó además el C4 esa noche, que es el centro de video vigilancia, que monitoreó todo el tiempo los movimientos de los estudiantes, lo que descarta una versión inicial que decía que los atacaron por confundirlos con sicarios de una banda de narcos llamada “Los Rojos”.
– El rol de la policía de Huitzuco, que es una localidad vecina a Iguala, en donde un testigo señaló que al menos 25 de los estudiantes fueron llevados, luego de su secuestro en el centro de Iguala. Vale recordar que fueron los policías los que se llevaron a los estudiantes. En un momento, se señaló sólo a la corporación policial de Iguala, pero luego se supo también que participaron agentes de Huitzuco, de Cocula, policías federales, soldados del 27 batallón de infantería de Iguala, policía militar y del servicio de inteligencia, según demostró el segundo informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que trabajó hasta abril de 2016 en el caso, enviados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Bandera mexicana durante la manifestación a tres años de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la escuela Normal de Ayotzinapa. La marcha fue dedicada a las personas fallecidas y desaparecidas en el sismo del martes 19 de septiembre.
– La pista de los teléfonos celulares de los estudiantes, que fueron utilizados después del 26 de setiembre de 2014. En la primera versión que dio el Estado mexicano sobre los normalistas, que fue falseada por el GIEI y por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), dijo que todos los pibes y sus pertenencias habían sido incinerados en el basurero de Cocula. Esa versión ya se descartó ampliamente, un año atrás.
– El motivo de la agresión hacia los estudiantes que fue planteada por el GIEI, que tiene que ver con el trasiego clandestino de droga en camiones de pasajeros, siguiendo una ruta que nace en Iguala y termina en Chicago, Estados Unidos.
Qué se sabe
Para entender este punto, hay que repasar los hechos: un grupo de más de cien normalistas estaban tomando colectivos de transporte, sobre la ruta, para trasladar a sus compañeros a la Ciudad de México el 2 de octubre, día en que se conmemora la masacre de 1968. Esto es algo que los normalistas hacen desde hace décadas y está tan extendido y aceptado que las empresas de transporte indican a sus choferes que se queden viviendo en la Normal mientras los jóvenes usan el transporte. Son los mismos chóferes de las empresas los que los manejan. Eventualmente los devuelven, liberándolos en una estación de transporte y toman otras unidades cuando precisan y así. No usan armas, no usan la fuerza. Suben, se presentan y se los llevan.
El 26 de Setiembre de 2014, un grupo de jóvenes hizo esto, pero el chofer les dijo que le permitieran llevar al pasaje que traía hasta Iguala. Los normalistas aceptaron. En vez de dejarlos sobre la ruta, antes de ingresar a la ciudad, el chofer los metió en la terminal de autobuses de Iguala. Los estudiantes pensaron que era buena idea llevarse una de las unidades que estaba estacionada en la terminal y así hicieron. El ataque policial comenzó una vez que salieron de la terminal: acabó con 43 estudiantes desaparecidos (los que entran sentados en un ómnibus de estos); y otros seis ejecutados extrajudicialmente: tres estudiantes de Ayotzinapa y tres personas (entre ellas, un menor de edad) que se encontraron azarosamente en medio de las varias balaceras de la policía, además de al menos 40 heridos, uno de ellos es un estudiante que sigue en estado vegetativo tras recibir una bala en la cabeza en la primera emboscada policial.

Foto: Ernesto Álvarez
La hipótesis narco
Según la hipótesis de los expertos internacionales para explicar por qué tanto exceso y coordinación represiva, los estudiantes habrían interferido, sin saberlo, en un sistema de distribución – protegido institucionalmente – de cocaína y heroína, que las saca de Iguala y las lleva a Estados Unidos.
De las 129 personas que han sido detenidas por el caso Ayotzinapa, ninguna está acusada por el delito de desaparición forzada. Se les acusa de “secuestro”, una figura penal que convenientemente deja de lado la responsabilidad del Estado mexicano en lo sucedido, a pesar de que buena parte de los detenidos también eran policías en actividad. “La procuraduría se niega a corregir las irregularidades en su investigación. El Estado no profundiza ni dilucida estas 4 líneas, que son el último reducto de esperanza que tenemos. No hay resultados concretos porque ellos se han negado a avanzar”, dijo Cristina Bautista al terminar la marcha. “El gobierno mantiene un pacto de impunidad que ha hecho desangrar más la herida causada por la desaparición”
Todo cambió en México el 26 de setiembre de 2014. No hay un colectivo de familiares, o madre de un desaparecido que no diga que fue a partir de Ayotzinapa, y la búsqueda de esos 43 padres, que decidieron que ya no esperarían más para buscar a los suyos. La misma lección pareció replicar en las calles desde el sismo. Las familias, los vecinos y la gente solidaria tuvieron que movilizarse para impedir que las búsquedas de sobrevivientes se detengan, hasta que no concluyan de manera exhaustiva.
«Vivos o muertos no somos desechos», decían las pancartas con las que se manifestaron las familias de un edificio sobre la Avenida Álvaro Obregón, en la colonia Roma, el domingo 24 por la noche, para exigir que continúen las tareas de búsqueda.
Si la gente no busca y reclama por los suyos, el Estado no lo hará.
Y eso fue algo que Ayotzinapa les enseñó.

Foto: Ernesto Álvarez
Nota
Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
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Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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