Nota
El mono liso
El científico Miguel Benasayag brindó una charla en MU en la que, a partir del cruce de múltiples disciplinas, analizó un fenómeno complejo e inquietante: la modificación del cerebro humano a partir de la técnica colonizada por las corporaciones. ¿Cómo escapar a nuestro achatamiento? Este miércoles habrá otro encuentro en lavaca.
Si alguien llega, se sienta frente a un nutrido grupo de personas, toma un micrófono y cuenta que un estudio de Google, a partir de un año de análisis de la tarjeta de crédito de un individuo, determinó con un 85 por ciento de certeza que ese individuo se va a separar de su pareja en el plazo de los próximos tres años, ¿que hacés?
Opción A: salís corriendo asustado.
Opción B: salís corriendo asustado a tirar tu tarjeta de crédito.
Opción C: salís corriendo asustado a tirar tu tarjeta de crédito y a tratar de explicarle a tu pareja que ese hombre, Google está loco y que vos la amás.
Opción D: te quedás a escuchar.
Si aún dudás, el hombre agrega algo más. “Las matemáticas que utilizaron para hacer eso son matemáticas básicas, de primero inferior. No es que tengan algo genial”, tranquiliza. “Pasa que el ser humano está mecanizándose y transformándose en algo previsible. Previsible para el mercado, para la gobernabilidad. Ese es el ejemplo que hemos tomado de Google”.
Si todavía no saliste corriendo, bienvenido y bienvenida. El hombre es Miguel Benasayag.
Ya no somos originales
Miguel Benasayag, científico y exmilitante del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo, una de las organizaciones políticas guerrilleras de la década del setenta en Argentina), cruza una multiplicidad de disciplinas (medicina, psiquiatría, antropología, epistemología, filosofía y neurofisio-patología) para analizar un tema inquietante: cómo el cerebro de la especie humana está siendo modificado por la técnica colonizada por las corporaciones. En una charla en lavaca, y siguiendo con el ejemplo del estudio Google, señaló: “Había un matemático que ya había abordado esto para comprender el cambio cultural, social y científico que está pasando en el mundo. Decía que lo que está pasando es que estamos pasando de un mundo de la comprensión (como un proceso interno y complejo) a lo predecible”.
¿Cómo es que esto está ocurriendo?
Que Perico no se muera
Para tomar familiaridad con el individuo que, según Google a partir del análisis de su tarjeta de crédito, tiene un 85 por ciento de probabilidad de separarse de su pareja, Benasayag lo bautizó Perico. “Me ocupé de eso porque quería saber qué es lo que estaba pasando”, apuntó. “Resulta que Perico, en principio, funcionaba de acuerdo a una estructura orgánica; esto quiere decir que tenía una base de imprevisibilidad intrínseca”. O sea, no podría establecerse , de ninguna manera, cómo Perico iba a obrar en su vida.
¿Qué es lo que ocurrió para que Perico, un ser complejo y tan vivo, haya sido dislocado, como una pieza de relojería, para determinar cuál podría llegar a ser su funcionamiento social? Benasayag sostuvo que, esa estructura orgánica que otorgaba imprevisibilidad al sujeto, se dislocó. Un ejemplo: es como pasar algo líquido por un colador. En ese sentido, entonces, las estructuras sólidas podrán ser separadas.
“Yo no puedo prever lo que Perico va a hacer, pero si lo disocio en módulos, como yo los recorté, pasan a ser previsibles”, explicó. “Y no es porque la matemática sea compleja, sino que hay una práctica, que es social, que me permite frente a una unidad orgánica dislocada, prever. ¿Qué es lo que no puedo prever? Justamente lo que no pasa por el colador”. Por eso, en el estudio de Google, hay un margen del 15 por ciento.
¿Qué debe ocurrir para que una persona sea 100 por ciento predecible? Benasayag sintetizó: “La persona tendría que tener la amabilidad de morirse”.
Perico y la raíz cuadrada
“Lo que era fantástico de este estudio era que no había una genial utilización de la matemática, sino que lo que estaba pasando era que había que comprender cuáles eran las prácticas sociales cotidianas que, en la praxis, estaban dislocando a los hombres y mujeres a tal punto que, efectivamente, estuvieran fisicalizando lo orgánico”, se sorprendió el científico. “Entonces, si ahora puedo aplicar modelos de análisis a lo vivo, es porque lo vivo se comporta cada vez menos como un ser vivo y cada vez más de manera mecánica”.
Stop. Despacio. Lo que Benasayag explicó es una cuestión que, en neuropsicología, se llama “delegación de funciones”. ¿Un ejemplo? “Si yo enseño a alguien hacer una raíz cuadrada, hay una estructura neural que se está formando en la cabeza de ese alguien que está aprendiendo a hacer la raíz cuadrada”, describió. “Hay una estructura cerebral que esculpe el cerebro de una manera. Después, si esa persona se olvida cómo hacer una raíz cuadrada, esa estructura queda para otro tipo de situaciones complejas”.
El científico subrayó dónde es que aparece el problema. “Si yo, en vez de enseñarle a alguien la raíz cuadrada, le enseño qué botón hay que apretar para hacerla, esa estructura no solamente no se hace, sino que hay una colonización: yo delego esa función en el aparato. Poco a poco, mi cerebro va perdiendo niveles de complejidad, y se forma una especie de plasticidad que hace que, efectivamente, en ningún caso vaya a desarrollar la misma estructura de cerebro. Y, segundamente, hay una incorporación cada vez mayor de un funcionamiento on/off”.
Los dioses modernos
Las prácticas sociales dislocadas y el cerebro humano como un proceso histórico en el que deviene cada vez más liso, son consecuencias de la conexión del ser humano con las nuevas tecnologías y la forma de relacionarse con ellas. “Nuestra sociedad pasa a producir órganos sin cuerpo. Es una cosificación total”, expresó Benasayag. “Y todo eso pasa en nombre de dos principios fundamentales: divertimiento y facilidad. Son dos pilares en nuestra época: hay que divertirse y hay que facilitarse la vida”.
El científico destacó que la juventud sub 20 ya nació en ese proceso de hibridación. “Claro que no es como los films de ciencia ficción, en los que te sale un cuerno de la frente, sino que estás conectado”, explicó. “Hay una dependencia de esa comunicación, que no es de transmisión, sino que es estructurada y performativa. Por eso, hay que estudiar eso y estar atentos a cómo emergen formar de reorganización de lo orgánico a partir de la hibridación.”
Es decir, lo importante en esta nueva era es cómo se construyen, dentro de este proceso, espacios de resistencia con una fuerte raigambre en lo colectivo, y no en lo individual. “Hay que descubrir para qué nacimos”, señaló. “La potencia de actuar tiene que ver con el coraje de ver lo que está pasando. Nosotros tenemos que tener la pasión alegre de actuar aceptando el estado de caos del mundo. Hay que aceptar un nivel de conflictividad, no resoluble, porque cada vez que pensamos nuestra sociedad en términos de solución –de acuerdo a nuestras cabezas hegelianas, marxistas-, estamos pensando una cartografía que no se corresponde con el mundo actual”.
Y agregó: “La potencia de actuar tiene que ser con un buen diagnóstico de lo que está pasando. Pero hay que ponerse en amistad con la negatividad. Cuando uno acepta que hay niveles de caos, empiezan a aparecer niveles de autoregulación. No se trata de atacar la tecnociencia, sino de recolonizarla para la vida”.
Estética y creación
A lo largo de la charla, Benasayag mencionó una y otra vez la importancia de la noción de la estética y la forma como una estrategia de vehiculizar los contenidos que rompan con la lógica de colonización de subjetividades que, como describió el científico, está llevando al ser humano a un estado cada vez más mecánico y previsible. “Hay mucho pensamiento crítico, mucha denuncia del horror neoliberal, pero ese pensamiento solo no logra subvertir nada”, criticó. “Tengo un amigo campesino francés, muy radical, un líder, que en cuanto se hizo conocido, las grandes editoriales lo publicaron porque vende. No solamente no tuvo que hacer libro con mimeógrafo, sino que lo publicaban porque hay un gran público que le interesa saber cómo somos una mierda”.
A lo que Benasayag se refirió fue a su preocupación de que, en esta época, no exploten ni emerjan estéticas alternativas. “La cuestión de las formas es fundamental, en el sentido de formas estructurantes que posibilitan otro modo de relación de vida”, definió, y puso como ejemplo el trabajo que está realizando junto a un grupo de teatro. “El arte es muy importante porque tiene otra inmediatez. Lo que el arte muestra, yo lo comprendo sin la necesidad de ser mediatizado por un estudio conceptual”, manifestó. “Cuando yo trato de explicarle a alguien lo que me apasiona, me cuesta. ¿Cuál es el desafío? Pensando las formas, el acceso sería inmediato”.
Núcleos de vida
Por esa razón, y través de estos mecanismos bajo los cuales puede pensarse la creación de espacios de resistencia, Benasayag intima a disputarle la racionalidad al poder. “Hay que crear lugares donde se producen saberes profundos, complejos, intensivos. Eso es lo que, desde el punto de vista social, defendemos”, indicó. “Hay que encontrar en nuestra vida algo más potente y deseable que lo que es fácil y placentero. Eso es un punto de resistencia y de oscuridad total para el sistema. Estamos tratando de reconstruir núcleos de vida”.
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


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Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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