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Entrevista con Francisco Ferrara: El campo en movimiento
«Nunca antes como ahora, el sistema avanzó tanto sobre la vida y por eso es necesario generar respuestas», así explica el resurgimiento de los movimientos campesinos Francisco Ferrara, autor de Los de la Tierra. De las Ligas Agrarias a los movimientos campesinos, el libro que Tinta Limón lanzará en marzo. Autor de una obra clásica que en los 70 visibilizó la organización política de los pequeños productores, el psicólogo social recorrió ahora las agrupaciones rurales y descubrió cómo se organizan, qué reclaman y cómo se relacionan con el poder. El pragmatismo, la defensa del medio ambiente y el mandar obedeciendo. De los revolucionarios armados de los 70 a los funcionarios kirchneristas de hoy, las organizaciones del campo son analizadas en esta entrevista con lavaca.
Lo que en su momento iba a ser una reedición, se convirtió en un nuevo trabajo de investigación: Los de la Tierra. De las Ligas Agrarias a los movimientos campesinos. Así se llama, el nuevo libro del psicólogo social Francisco Ferrara que editará en marzo el sello Tinta Limón.
Desde hace tiempo que Ferrara estaba tentado en volver a publicar Qué son las ligas agrarias: historia y documentos de las organizaciones campesinas del Nordeste argentino, un libro clásico agotado que el había escrito en 1973, después de haber estado preso tres años por tomar la Facultad de Filosofía y Letras durante la dictadura de Juan Carlos Onganía. Pero habían pasado más de 30 años y la fotografía ya no era la misma.
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Ferrara siempre hizo de la investigación una militancia. Cada vez que pudo renegó del academicismo meramente observador, un modelo que considera arcaico y burocrático. ´´Yo pensaba de maneras más viva. Sé la comodidad que supone interpretar los hechos a la distancia, sentado en una biblioteca, pero en ese pasaje se pierden las vivencias de los humanos. Una cosa es la realidad y otro un cuadro sinóptico´´, sentencia.
Con ese espíritu recorrió y se mezcló con los nuevos movimientos campesinos, que comparten las formas cooperativas de producción, comercialización y preservación de sus semillas orgánicas, entre otras cosas como la lucha por la propiedad de la tierra y la defensa del medioambiente y los recursos naturales.
El resultado es un libro de dos partes. En la primera se reproduce aquél mítico trabajo de los 70, donde el autor hurga en los orígenes de las agrupaciones campesinas de Formosa, Chaco, Corrientes y Misiones. En la segunda, en cambio, descubre las nuevas formas de organización que aparecen como reacción a los embates de una dictadura atroz y de un neoliberalismo que arrasó con el pequeño productor.
– Tras el terrorismo de Estado y el neoliberalismo, ¿qué sobrevivió de las ligas agrarias?
– Las ligas fueron un proceso de masas increíble, eran miles y miles en esos campos. Había multitudes en el interior del Chaco, de Formosa, de Misiones, que organizaban marchas, grandes concentraciones y lograron llamar mucho la atención. Pero, a la vez, no dejaron de pasar por las mismas cuestiones que marcaron a fuego todos esos años. En el interior de las ligas, incluso, se expresó de manera muy viva la discusión sobre la toma del poder, sobre si el camino era la lucha armada o no. Y algunos núcleos importantes decidieron tomar esa vía, entonces el grado de exposición de estos movimientos fue muy alto. Las ligas fueron seriamente golpeadas, diezmadas.
– Pero las ligas agrarias no nacieron mirando el poder como un lugar a tomar.
– No, las ligas nacieron como un trabajo misional del Movimiento Rural de la Acción Católica. Fue un trabajo de estructuras de la Iglesia que venían con la impronta de Medellín, un evento importante del Consejo Episcopal Latinoamericano, y con la fuerza del tercermundismo. Es interesante ver el tránsito de esos jóvenes católicos, que arrancan con una posición evangelizadora, misionera y como al calor de su participación y su relación con los movimientos campesinos comienzan a aparecer en ellos un montón de cuestiones políticas que ni imaginaban.
– También hubo un factor económico en el surgimiento de estos movimientos.
– En aquellos tiempos uno de los ejes de su lucha era pelear por el precio de sus producciones: algodón, yerba, té, tabaco. Porque siempre eran perjudicados por los monopolios que acopiaban e imponían las reglas de juego. En ese contexto, los jóvenes de la Acción Católica se acercaron para evangelizar y realizar trabajo social de alfabetización, cuidados sanitarios, etcétera. Pero terminaron definiendo en sus documentos, allá por los 70, a la lucha de masas como la sistematización de la experiencia china. Después de todo, eran los ejes que se debatían también en la vida política, sindical y de los otros movimientos sociales. Y, como decía, también había que zanjar la división de la lucha armada. En el libro de los 70 yo fijaba posición, decía que ese camino iba para mal. Yo planteaba la opción de lo que se llamaba la autodefensa de masas, un método que va despegando acciones al compás de las posibilidades del sector y no por la decisión de un grupo que se despega. Cuando te despegas de la masa se reduce tu fuerza. Como pasó en muchos movimientos, la gente que componía la base quedó inerme, fue barrida y desaparecida. Encima, en el medio del campo la impunidad es mucho mayor. Cuando matan a un tipo en el monte, nadie se entera.
-¿Costó mucho reponerse de la represión?
– Fueron años terribles, donde la gente no quería hablar, encontrarse ni mirarse. Hubo un desmantelamiento muy fuerte de todo lo que había sido aquella organización fervorosa y reivindicativa. En un punto, la recomposición sindical fue mucho más fácil porque el movimiento obrero tenía una historia y una tradición institucional que no tenían las ligas agrarias, que eran movimientos relativamente nuevos. Una de las criticas que se hace hoy la gente del Movimiento Agrario Misionero es que en aquella pelea por los precios, terminaban por incluir a un solo tipo de campesino, que eran aquellos que tenían producción, pequeña tierra y posibilidad de pelear un precio. Los que estaban por debajo de eso, como el que producía para el autoconsumo, quedaba afuera. Ahora están más atentos y abiertos, platean cosas que eluden ese tipo de dicotomías. El tema ya no pasa tanto por los precios sino por un conjunto de cosas que afectan a la tenencia de la tierra, a la biodiversidad, a la expansión en el campo del modelo capitalista a gran escala. Los años 90 también fueron terribles para el campo, así como uno puede medir el desastre por la tasa de desocupación urbana, en el campo puede mirase a través de la tasa de expulsión de sus habitantes y por las conversiones de pequeñas parcelas en unidades mayores, en función de las necesidades del capitalismo.
-¿Por qué empiezan a resurgir los movimientos campesinos?
– El sistema genera las condiciones de su contrapartida. Nunca como ahora el sistema avanzó sobre la vida, envenenando el aire, la tierra, los ríos, abusando de los agroquímicos. Nunca se conoció una agresión tan intensa, nunca se conoció tal grado de concentración de la tierra, nunca se estableció un grado de monocultivo tan fuerte como el que se impone con el modelo sojero. Son cosas nuevas, que están arrinconando la vida. Entonces es necesario dar respuestas. Sería torpe luchar por el precio sin dar pelea por el medioambiente, el agua, la tierra, que están asociados a lo vital, a la posibilidad de susbsistencia.
-¿Qué herramientas tomaron estos nuevos movimientos de las viejas ligas agrarias?
– Una cosa que es propia de esos sectores es su modo de organización. En la militancia, la vida se juega mucho más que en el área urbana, porque viven en colonias, porque hacer un encuentro implica compartir todo un día en el que se come el asado, se cocina, se charla, se toma mate. En la metrópolis vas a militar un par de horas y te volvés a tu casa. No hay una cosa tan intensa de confluencia, donde los chicos dan vueltas mientras la señora mata un pollo. La vida y la actividad política forman un todo y eso se da igual que antes. Es una característica que ves en el MOCASE de Santiago del Estero, en APENOC de Córdoba, en la Red Puna de Jujuy, el ACOCAL de Salta, en el Cinturón de Huertas del Gran Buenos Aires, en la Unión de Trabajadores Sin Tierra de Mendoza.
– ¿Y qué cambió?
– Hay pilas de cosas que han cambiado y que le proponen a estos movimientos un abanico de respuestas y de posibilidades de trabajo. La cuestión del precio cambió por la de la comercialización, por ejemplo. Si el Movimiento Agrario Misionero vende sus yerbas en los canales del sistema, se lo chupan. Hay dos grandes cuellos de botella, uno es en el acopio de los molinos yerbateros y otro en la venta en los grandes supermercados: pasar por uno o por otro implica desaparecer o entregar tu producción. Entonces, crearon sus propio sistema de distribución. Detectaron en Buenos Aires unos tres mil compradores personales, después trabajan con distintos grupos en las universidades. Y así lograron vender por fuera de los supermercados. Otro ejemplo: los cabriteros de Córdoba, que se dieron cuenta de que cuando venían a comprarles los cabritos, se les llevaban los mejores y eso implicaba una selección genética. Cada vez se empobrecían más sus majadas. Hacen un esfuerzo vital para evitar eso, un trabajo bárbaro de concietización, porque es mucho más fácil venderle a un fulano que viene con la camioneta que hacer reuniones, armar stocks colectivos, realizar trabajos determinados.
-¿Qué potencia tienen hoy estos movimientos?
– Hay que ver cómo se la mide. Numéricamente no son muy importantes. Sin embargo, lo son porque son la única alternativa real al modelo. No hay otros, en ese sentido son muy importante. Están siendo testimonios del rostro más devastador del capitalismo. Ahí está el fenómeno de las ferias francas misioneras, otra forma de comercialización que crearon, donde ponen en contacto al productor con el vendedor. Y ahí se dan cosas interesantes que exceden el hecho mismo de la comercialización. En Posadas, por ejemplo, vienen a vender productores de otros pueblitos, y resulta que se encuentran con sus antiguos vecinos que se fueron a vivir a la ciudad. Es un trama vital, ahora se están planteando cómo puede intensificarse eso, cómo armar un lugar donde compradores y vendedores puedan comunicarse mejor. Hoy la impronta es distinta, es la necesidad de defender la vida. Este diálogo entre compradores y vendedores antes hubiera sido impensable, para ellos hubiera sido una boludez.
– ¿Considera este cambio como una evolución de los movimientos o como un retroceso, debido a que la realidad los arrinconó tanto que los obligó a comenzar desde bien abajo?
– La realidad les propone esos temas y ellos comienzan a responder. Se da una cosa mixta, evolucionaron de una manera tal que son capaces de encarar cosas como la comercialización o el trato entre vendedores y compradores porque el sistema hizo necesarias ese tipo de respuestas.
– ¿Hoy ya no se plantean la toma del poder?
– El poder hoy no es un tema en la medida que era entonces. Está claro que para ellos poder es llegar a una oficina del Estado para que les den un préstamo o para que los atiendan. Pero no está planteado como objetivo a alcanzar para lograr la mejoría social. Hubo intentos de armar frentes con movimientos de desocupados, pero los resultados no fueron buenos. Siguen siendo organizaciones más bien reivindicativas que otra cosa. Ahora tal vez habría que hacer una salvedad, que es el efecto que está teniendo el gobierno cuando pretende incorporar a estos movimientos.
– ¿Cómo responden ante estas situaciones?
– El Movimiento Campesino Indígena aceptó la dirección del Programa Social Agropecuario. Ellos dicen que no se van a dejar joder pero empiezan a estar en una pulseada que antes no se imaginaban. Hay que ver que son capaces de conseguir. Ellos argumentan que les permite desarrollarse en una determinada cantidad de lugares que de otra manera no podrían. El Movimiento Agrario Misionero, por ejemplo, apoyó a Rovira, el candidato oficial que buscaba la reelección indefinida. Hablando con los tipos del movimiento te dicen que había tanta mierda de un lado como del otro, que era tan malo Rovira como los Puerta o Macri que se escondían debajo de la sotana de Piña. En rigor no había una opción ideológica pura y clara, entonces respondieron según sus intereses y necesidades y podía ser que el oficialismo le financiara un gran secadero. Entonces, con los ojos cerrados apoyaron a Kirchner-Rovira. Es crudo.
– ¿Qué implica este nuevo pragmatismo?
– Al no tener en estos movimientos un fuerte peso la definición política-partidaria, la política pasó a ser algo menos rígido y se mueven en torno a situaciones que se configuran de una u otra manera y van viendo.
– ¿ Por qué se da la paradoja que los movimientos no se plantean el acceso al poder y el poder los va a buscar para integrarlos al gobierno?
– Este gobierno no tiene nada, por eso copta. No tiene un partido detrás. Lo que tiene es lo que pudo conseguir a través de la coptación o de los negocios políticos. Para el gobierno es fundamental enganchar distintos tipos de movimientos, no tiene otro capital político
– ¿Y qué pueden brindarle los movimientos campesinos al gobierno?
– Apoyo en una elección diciendo votemos a este hijo de puta porque si viene el otro hijo de puta perdemos lo que tenemos..
– ¿Los dirigentes campesinos que asumen en la función pública, lo hacen a título personal o en representación de sus organizaciones?
– Lo han discutido intensamente y ponen al movimiento como garantes.
– ¿A partir de este tipo de relaciones con el Estado hubo retracciones y pérdida de radicalidad en estos movimientos?
– Todavía es bastante reciente para sacar conclusiones. Pero ojo, porque algunos movimientos de trabajadores desocupados, como Barrios de Pie, que tiene a Jorge Ceballos en un cargo de la tercera línea del gobierno, ha crecido mucho. Hay tipos muy lúcidos que dicen que esto va mientras vaya así, que cuando se empiece a poner jodido se van a la mierda. Yo tuve que hacer un tránsito para poder entender estas cosas, tuve que cambiar mi cabeza. ¿El riesgo es cierta cosa de despolitización? Depende, no creo. Uno tiene que ser fiel a la defensa de los valores sociales que luchan contra la explotación, contra la prepotencia del ejercicio del poder. Eso es lo que quiero tener claro todo el tiempo.
– ¿La lógica de formar parte del Estado para ver qué beneficios se obtenían cómo se pensaba en los 70?
– Era una lógicaposible en el 73, a través del cambio político. Antes había una dictadura militar y era imposible hacer nada con cualquier gobierno. Pero sí se apostaba al cambio político con el camporismo, con el peronismo revolucionario que permitiría un acceso a los espacios del poder. En definitiva, la relación con el poder es un problema constante, vos lo resolvés y lo vas gestionando en función de la realidad que te toca. En este momento no hay una relativa debilidad en las alternativas superadoras del kirchnerismo y eso le da un espacio al gobierno en el que se mueve muy bien.
– ¿Son homogénos los nuevos movimientos campesinos?
– No, algunos sectores son mas pobres que otros. Hay improntas en los movimientos Está la Unión Sin Tierra de Mendoza y hay otroas agrupaciones donde predominan los chacareros, que tienen cinco, diez, doce hectáreas. En Salta, donde el poder latifundista está imbricado en el poder político, los integrantes del movimiento están en la lona. En Córdoba y Misiones, en cambio, se da una integración mixta.
– ¿A pesar de esas improntas disímiles el patrón de organización es similar?
– Todos funcionan mediante la horizontalidad, con todas las dificultades que eso tiene. La horizontalidad exige que uno sea capaz de hacerse cargo. Por lo general uno ve la tarea de los capanga, de los caciques, pero no ve que uno finalmente los promueve. Si queremos horizontalidad nos tenemos que hacer cargo de nosotros, si nos distraemos de eso, generamos las condiciones para que fulano o mengano se conviertan en los dirigentes. El eje de autonomía y horizontalidad llegó a niveles interesantes desde el 2001. Creo que todavía son tiempos breves para darle verdadera dimensión.
– ¿Cómo se conjuga esa política horizontal y no delegativa con la unción de dirigentes en funcionarios de un gobierno?
– Ese es un buen modelo para debatir. Si este compañero que asume un cargo es capaz de sostener su disposición a discutir asambleariamente lo que esta haciendo y si los compañeros son capaces de discutir lo que hace el compañero-funcionario sería un modelo interesante a debatir. Sería, si se quiere, el mandar obedeciendo del zapatismo.
– ¿Y se da ese debate?
– Está planteado así, pero todavía es muy reciente para ver el funcionamiento. Pero no se trataría de rendir cuentas al gobierno, sino al propio movimiento.
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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La Ley del Cáncer: avanza un proyecto que permite fumigaciones con agrotóxicos a 10 metros de viviendas

Una Ley Nacional que proviene del sector del agronegocio avanza en la Cámara de Diputados, impulsada por la UCR y la Coalición Cívica. Se trata de la norma que regula, entre otras cosas, la aplicación de agrotóxicos. El punto clave de este proyecto legislativo figura en el artículo 9, donde se establecen distancias mínimas para fumigar desde los 10 metros para aplicaciones terrestres y con drones, y 45 metros para aplicaciones aéreas. La primera reunión informativa contó solo con oradores promotores de la iniciativa y solo dos voces críticas; crónica de esa reunión y la opinión del médico Damián Verzeñassi, la enfermera del Garrahan Meche Méndez, el abogado Marcos Filardi y Sabrina Ortíz, vecina fumigada y abogada que acaba de presentar un escrito para convocar a audiencias públicas y foros de debate para evitar que se apruebe esta Ley que prioriza el negocio a la salud social y medioambiental. FRANCISCO PANDOLFI
Esta semana se presentó en la Cámara de Diputados el proyecto de ley nacional “de presupuestos mínimos de protección ambiental para la aplicación de productos fitosanitarios”. Es decir, de agrotóxicos.
El proyecto fue escrito por la Red de Buenas Prácticas Agrícolas, integrada por más de 80 instituciones públicas y privadas vinculadas con el agronegocio, y dentro del recinto encabezan la iniciativa los diputados Atilio Benedetti (UCR – Entre Ríos), presidente de la Comisión de Agricultura en la Cámara de Diputados, y Maximiliano Ferraro (Coalición Cívica). La nueva norma ya cuenta con el acompañamiento de 32 legisladores, entre un abanico variopinto que engloba a La Libertad Avanza, Unión por la Patria, UCR, PRO, Coalición Cívica, Encuentro Federal, entre otros partidos.
El punto clave de este proyecto legislativo figura en el artículo 9, donde se establecen distancias mínimas para fumigar desde los 10 metros para aplicaciones terrestres y con drones, y 45 metros para aplicaciones aéreas.

Exposiciones sin consenso
El martes pasado se llevó a cabo una primera reunión informativa en la cual las y los oradores sólo fueron personas, organismos y corporaciones a favor de la iniciativa.
En la comisión conjunta realizada entre Agricultura y Ganadería y Recursos Naturales y Conservación de Ambiente Humano hubo entidades gubernamentales, de productores, de ingenieros agrónomos, de acopiadores, de empresas de tecnología agropecuaria y ONG a favor de la ley. Maximiliano Ferraro expresó que “el proyecto no tiene una mirada sectorial”. Y que “nace de un diálogo. Un diálogo y consenso, que podemos ampliar”.
Sin embargo, se dijo, no hubo invitaciones a voces disonantes.
Las únicas dos ponencias que no se alinearon al lobby de la producción con plaguicidas fueron el diputado Juan Carlos Giordano (Izquierda Socialista – FIT Unidad) y su par Blanca Osuna (Unión por la Patria). Dijo Giordano: “Deben darle espacio a quienes estamos en contra de esta ley. Hay una lista de un montón de organizaciones que quieren venir a exponer las barbaridades que ocurren por el uso de agrotóxicos. Fumigar a 10 metros de ninguna manera puede ser una buena práctica agropecuaria”. Dijo Osuna: “Es indispensable escuchar voces de otros sectores, estamos en falta si no. Los expertos científicos deben estar acá, están ausentes en este proyecto. Primero debe estar la salud, luego la producción”.
La evidencia del modelo
Tras el encuentro del martes, distintos actores se manifestaron en contra del proyecto. Damián Verzeñassi es médico generalista y es el director del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario, desde donde se hicieron desde 2010 a 2019 más de 40 campamentos sanitarios en diversos pueblos de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba para relevar puerta a puerta la situación de la salud en localidades fumigadas. ¿Qué demostraron esos resultados? Que en las comunidades rurales se multiplicaban los trastornos endócrinos, los abortos espontáneos, las malformaciones y el cáncer. Opina Damián: “Si se aprueba esta ley permitiría que se fumigue a 10 metros con productos que pueden generar cáncer de mama, cáncer de tiroides, alteraciones endocrinas en las glándulas, disminución de la capacidad de nuestro sistema inmunológico de defendernos. Por ejemplo, el herbicida atrazina está prohibido en 37 países, pero en Argentina está autorizada. Este tipo de cosas avala la ley que quieren aprobar”.
Sin embargo, el diputado por la Libertad Avanza Pablo Ansaloni, que proviene de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) dijo en la reunión informativa: “Desde nuestra actividad, que la vengo ejerciendo durante 30 años, manipulamos el cereal y estamos en contacto todos los días con el fitosanitario. Podemos dar fe que no tenemos ningún enfermo”.
Meche Méndez es enfermera de Cuidados Paliativos del Hospital Garrahan y desde hace años viene dando una pelea (casi en soledad) para que exista una historia clínica ambiental que pueda demostrar la relación de los agrotóxicos con las enfermedades. Le dice a lavaca: “El sistema de salud sigue sin considerar el daño, en muchos casos irreparable, que los tóxicos utilizados desde hace décadas en el modelo extractivo están produciendo en el ambiente, los territorios y por ende en los cuerpos de quienes los habitamos, atendiendo los síntomas y/o la enfermedad una vez producida, pero sin asociarlo cómo posibles causa”.
Sobre el proyecto de ley, analiza Méndez: “Sólo puedo compartir mi absoluto rechazo. Ya está comprobadísimo por la ciencia sin conflicto de interés que la deriva (movimiento de plaguicidas en el aire) no tiene control, que los venenos enferman y matan. Necesitamos medidas aún más protectoras de las que tenemos actualmente y sobre todo dejar de usar esos tóxicos. Hago un llamado urgente a los profesionales de la salud, a las sociedades científicas supuestamente comprometidas con la salud y el ambiente a que se expidan y rechacen esta posibilidad criminal de echar venenos a 10 metros”. Remata: “Se sabe que produce cáncer, malformaciones, daños genéticos, un montón de enfermedades y síntomas. Esto no puede salir de la Cámara de Diputados”.
María Luisa Chomiak, de Chaco, es la única diputada de Unión por la Patria que acompañó con su firma este proyecto. Argumentó: “Lo suscribí porque se necesita tener esta discusión. Toda iniciativa es perfectible y no hay nada más importante que la salud. Si se prioriza esto, celebro que estemos discutiendo este tema”. Sin embargo, en el proyecto no figura que la reducción de las distancias va en sentido contrario al principio de «no regresión en materia ambiental» que establece la Ley General de Ambiente y tratados internacionales como el Acuerdo de Escazú. Ni tampoco informa las pruebas científicas ya demostradas sobre la consecuencia de los plaguicidas: desde los efectos letales del glifosato en embriones anfibios, constatado por el ex titular del Conicet Andrés Carrasco, hasta los estudios de Delia Aiassa en la Universidad de Río Cuarto sobre daño genético, que comprobaron el riesgo aumentado de contraer cáncer. A partir de estas investigaciones hubo fallos judiciales en distintos puntos del país prohibiendo las fumigaciones terrestres a menos de 1.095 metros y las aéreas a menos de 3.000.
Antecedentes que enferman
Una de esas localidades es Pergamino, al norte de la provincia de Buenos Aires. Allí vive Sabrina Ortiz, una de las tantas personas que se enfermó por agrotóxicos. Perdió un embarazo de casi 6 meses y tuvo dos ACV. Sabrina tiene una particularidad notable: como no encontraba abogados que la defendieran, estudió Derecho y se recibió. Fue amenazada; le mataron a su perro como amedrentamiento. Después de años de denuncias y estudios científicos, la Justicia federal confirmó que el 3 de diciembre de 2025 comenzará el juicio oral contra tres productores agroindustriales por delitos de contaminación ambiental, según la Ley de Residuos Peligrosos (N° 24.051). En la causa se documentaron daños a la salud vinculados a la exposición crónica a sustancias como glifosato, atrazina y clorpirifós.
Sabrina, junto a varios colegas, acaba de presentar un escrito colectivo de abogadas y abogados de Pueblos Fumigados en donde solicitaron a las presidencias de las comisiones de Agricultura y Ganadería y de Recursos Naturales de la Cámara de Diputados de la Nación que convoquen audiencias públicas, foros y videochats de debate antes de tratar el proyecto de ley.
Marco Filardi es abogado especialista en derechos humanos y temas ambientales y es parte de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Medicina de la UBA. Le dice a lavaca: “Esta norma manda un mensaje a todas las provincias de que este (10 metros fumigación terrestre y dron, y 45 metros aérea) es el estándar mínimo, el piso ambiental y eso no lo podemos aceptar. Gran parte de nuestra población está expuesta cotidiana, sistemática y estructuralmente a la aplicación de más de 7.000 formulados comerciales con autorización vigente por el Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) en una cantidad de más o menos 500, 600 millones de litros de agrotóxicos al año. Tenemos el triste privilegio de ser el país que más agrotóxicos por persona y por año usa en el mundo y los resultados están en los cuerpos, están en los territorios”.
Desde los impulsores de la iniciativa no contactaron a científicos, ni profesionales de la salud, ni abogados, ni a ninguna de las organizaciones ambientales. Como por ejemplo la coordinadora “Por una vida sin agrotóxicos Basta es Basta”, de Entre Ríos, que se moviliza todos los martes desde 2018 frente a la Casa de Gobierno en Paraná. “La ley nacional es un ‘copy-paste’ de la que ya tenemos acá, aprobada a finales de 2024 y en la que habilitan fumigar a 5 metros de los cuerpos de agua, a 10 de las plantas urbanas y a 15 de las escuelas rurales. Ellos se amparan en las buenas prácticas agrícolas sin basarse en ninguna evidencia científica, a diferencia de todos los trabajos publicados en Argentina y en el mundo donde se demuestra el impacto que tiene el uso de los venenos sobre la salud y los ecosistemas, más allá de la dosis y la distancia. Lo que genera el daño es la presencia del veneno y si hay evidencia científica ya está: no hay más que hablar”.


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