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#EsTortura: datos, testimonios y casos desde el colapso del sistema penitenciario

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El Registro Nacional de Casos de Tortura elaborado por la Comisión Provincial por la Memoria, la Procuración Penitenciaria de la Nación y el Grupo de Estudios Sobre Sistema Penal y Derechos Humanos releva una realidad alarmante. En Argentina hay un total de 1408 víctimas que padecieron más de 5000 tipos de tortura y malos tratos en cárceles federales y provinciales. Alcira Daroqui, una de las expertas que realizó el informe, explica por qué la prisión no puede ser el argumento del Poder Judicial para gestionar la penalidad. Por qué la cárcel sólo produce delincuencia. De qué forma la tortura se convirtió en el elemento constitutivo del encierro penal. La subordinación estratégica del Poder Judicial a las policías. Y el caso de M., tan sólo una demostración de la selectividad del sistema penal. Datos y testimonios que permiten describir las dimensiones del horror.
El informe anual 2017 del Registro Nacional de Casos de Tortura relevó 5328 tipos de tortura y malos tratos sobre un total de 1408 víctimas. Ese es el principal -y alarmante- dato que desprende de la investigación que todos los años realizan el Grupo de Estudios sobre Sistema Penal y Derechos Humanos (Gespydh) en conjunto con la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN) y la Comisión Provincial por la Memoria (CPM). “La tortura es una práctica sistemática en los lugares de encierro y en el despliegue de las fuerzas de seguridad”, sentencia, cuyos resultados permiten establecer una preocupante cartografía del sistema penitenciario argentino, tan solo un perverso eslabón del funcionamiento del sistema penal.
La magnitud de los datos del informe se explicitan en el despliegue del relevamiento:

  • 10 unidades penales de la provincia de Buenos Aires.
  • 6 unidades y una alcaidía del Sistema Penitenciario Federal.
  • 14 cárceles federales.
  • 1 alcaldía federal.
  • 6 unidades de servicios penitenciarios provinciales.
  • 3 institutos dependientes del Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes de CABA.
  • 23 cárceles del Servicio Penitenciario Bonaerense.
  • 7 centros cerrados del organismo provincial de niñez y adolescencia bonaerense.

De esa manera, les investigadores detectaron que ca si el 88 por ciento de las víctimas son varones, 167 son mujeres y tres son personas trans. Que el 64 por ciento de las víctimas tiene entre 18 y 34 años. Y que  el 54,5 por ciento solo entre 22 y 34 años.

Las dimensiones del horror

El registro divide la cantidad de hechos según tipo de tortura:

  • Agresiones físicas: 866.
  • Falta o deficiente asistencia de la salud: 830.
  • Aislamiento: 823.
  • Malas condiciones materiales de detención: 772.
  • Falta o deficiente alimentación: 586.
  • Amenazas: 354.
  • Impedimentos de vinculación familiar y social: 340.
  • Requisa personal vejatoria: 325.
  • Robo y/o daños de pertenencias: 188.
  • Traslados gravosos: 137.
  • Traslados constantes: 107.

La agresión física es el tipo de tortura más frecuente en el sistema penitenciario, cuya regularidad implica una sistematicidad de la violencia física penitenciaria, que incluye “actos combinados” de golpes de puño, patadas, palazos, y en ocasiones modalidades como gas pimienta o lacrimógeno, el criqueo/motoneta (acto de esposar violentamente a las personas detenidas, con los brazos atrás y levantados más allá de la cabeza) y el plaf plaf (golpes simultáneos con las dos manos en los oídos). Hasta balazos de goma.
El 29 por ciento de esas agresiones se deben a represiones ante pedidos o reclamos. El 17,5 por ciento, a torturas durante la circulación en la unidad.
El informe combina datos duros con testimonios. Compartimos algunos de ellos:

  • “El día 2 de febrero de 2017 un detenido alojado en la Unidad 12 entregó al Encargado de Pabellón un escrito dirigido a la Defensoría General porque se encontraba en el sector de aislamiento (‘buzones’) desde hacía 28 días esperando traslado a otra unidad. Refirió que el SPF no quiso certificarle dicho escrito, motivo por el cual inició una huelga de hambre. Luego de una audiencia con las autoridades por la medida de fuerza, manifestó que –entre el Encargado y el Jefe de Turno- le dieron palazos en los brazos, la zona de las costillas y cintura, produciéndole varios hematomas. A ello agregó: ‘estoy recibiendo amenazas por el Servicio y sigo siendo golpeado’”.
  • “El detenido relató que el día 13 de enero lo llamaron a una audiencia con el psiquiatra. Luego de ser asistido, fue trasladado hacia un pasillo de ingreso al Pabellón K, donde aproximadamente 6 agentes penitenciarios de Requisa comenzaron a propinarle golpes de puño y patadas en rostro y costillas. Seguido de ello, le quitaron su vestimenta y entre todos los agentes comenzaron a penetrarlo analmente mientras que uno de los agresores le dijo: ‘callate tuerto de mierda, estás re cogido’”.
  • “El detenido relató que el día 15 de noviembre dos Jefes de Turno intentaron abusarlo sexualmente por haberse declarado homosexual. Volvía de la facultad y lo dejaron último y cortaron el tránsito. Allí en el pasillo, le dijeron ‘sos gay, chúpame la pija’ mientras lo manoseaban. Se resistió y lo redujeron, le tocaron sus genitales e intentaron introducirle un dedo en el ano. Frenaron cuando llegó la Requisa. Al mismo tiempo le pisaron la cabeza y lo amenazaron con no cambiarle el alojamiento como solicitó. Por último, lo dejaron 3 horas en una celda solo y esposado”.
  • “La requisa apenas llegás ya te pega. Me dieron la ‘bienvenida’. Me dijeron ‘Poné las manos arriba, con los puños juntos, mirando a la pares’. Respiré y me dieron una banda de piñas (…) Me golpearon con guantes de cuero para que no me queden marcas”.
  • “El día 12 de enero el detenido reclamaba realizar un llamado a su familia dado que era el cumpleaños de una de las hijas. El personal penitenciario le negó esta posibilidad y, al continuar reclamando, ingresaron al pabellón entre 7 y 8 agentes penitenciarios. Allí, lo golpearon con los escudos y le arrojaron gas pimienta. Luego, lo esposaron, lo tiraron al piso, lo inyectaron en forma compulsiva, al tiempo que le propinaban cachetadas, piñas, patadas y palazos. Además, señaló que lo cortaron y lo golpearon en los oídos [Plaf-Plaf] y pies [PataPata]. Al finalizar la agresión, le tiraron agua fría y orinaron sobre su cuerpo. Lo relatado ocurrió mientras el detenido se encontraba desnudo y con los ojos tapados”.

El informe apunta que el 90 por ciento de las agresiones se corresponden con acciones grupales por los penitenciarios. “Los hechos en los que intervienen más de 10 agentes se corresponden mayormente con procedimientos de requisa ordinaria o extraordinaria, en las que la cantidad de penitenciarios puede alcanzar los 50, entre los que participan agentes de requisa, personal de seguridad interna y jefes. Frente a ello, el total de hechos de agresión física por parte de un solo funcionario resulta ser minoritario (9,8%)”.
El desagregado de los hechos descriptos en cárceles provinciales aporta otras dimensiones del horror:

  • Salud: “En promedio las víctimas sufren la falta o deficiente asistencia de salud 1 año y 2 meses”.
  • Aislamiento: “Un 23% de las víctimas permaneció aislado 60 días o más, con casos extremos de 2 o 3 años”.
  • Condiciones materiales: “Las víctimas indicaron 5017 deficiencias materiales, un promedio de 11 por persona”.
  • Alimentación: “Un 63,2% de los entrevistados sufrió dolencias físicas por la mala alimentación”.
  • Requisa: “El 81,2% de las víctimas fueron forzadas al desnudo total y en 3 casos se describieron abusos sexuales”.

La investigación subraya que la tortura, con diferentes modalidades e intensidades, persiste en el tiempo y se produce en todos los ámbitos de detención. “Por un lado son sistemáticas las violencias que impactan de manera particular y selectiva sobre determinadas personas en un momento dado: el aislamiento y las agresiones físicas por parte de funcionarios públicos (picana eléctrica, submarino seco o húmedo, abusos sexuales, golpizas). Por otro lado, también las vulneraciones generalizadas de derechos son persistentes y asfectan de manera extensiva a la población detenida: las malas condiciones materiales de detención, la falta o deficiente alimentación, los impedimentos para la vinculación familiar y social, y la falta o deficiente asistencia de la salud. Estas prácticas se insertan en el programa de gobierno carcelario produciendo y gestionando la degradación y la sumisión de los presos y las presas. El registro de estos hechos evidencia el carácter multidimensional, generalizado y sistemático de la tortura como elemento constitutivo de encierro penal”.

La maquinaria

“El encierro no puede ser el argumento del Poder Judicial para gestionar la penalidad”, afirmó Alcira Daroqui, directora del Gespydh, en el debate Cárcel y justicia: qué pena, realizado en MU con la presencia de Vanesa Orieta –hermana de Luciano Arruga y referente de derechos humanos-, Waldemar Cubilla –sociólogo, docente, director de la biblioteca popular La Carcova e integrante del Equipo de Reflexión y Aplicación Jurídico Penal de la UNSAM- y Verónica Heredia, abogada experta en derechos humanos (https://www.lavaca.org/notas/que-pena-apuntes-desde-el-colapso-del-sistema-penitenciario-y-por-una-nueva-agenda-de-derechos-humanos/).
Daroqui sustentó su afirmación no sólo con los datos previamente citados sino, también, con recorrido histórico. “En 2007, cuando hicimos la investigación sobre torturas, en Argentina no se hablaba de tortura. Si ocurría, era un como parte del pasado, de la dictadura, o algo específico de la provincia de Buenos Aires, que siempre es el patito feo, con la Bonaerense. Allí teníamos representantes del sistema federal que les daban clase a los bonaerenses como si éstos respetaran los derechos humanos. Entonces apareció una campaña muy fuerte del Poder Judicial, desde fiscales, jueces y la defensoría general, diciendo que no había tortura”.
Para la investigadora, es la expresión más clara del Poder Judicial como “garante, encubridor y legitimador” de las prácticas que garantizan la impunidad. La defensa cerrada continuó en medios progresistas y en funcionarios del kirchnerismo -gobierno de entonces-, que afirmaban que no había tortura en las cárceles federales. En consecuencia, el Gespydh lanzó el Registro Nacional, “no para contar torturados o cantidades sino para construir una masa de información que nos permita decir que la tortura se aplica, en forma sistemática y regular, en todas las cárceles, tanto del sistema federal como de la provincia de Buenos Aires”.
Las cifras y los testimonios también contrastaban con cualquier tipo de discusión sobre “seguridad democrática” que se pretendiera instalar, al menos, desde un montaje discursivo. “Que no me vengan a decir que puede haber un programa de seguridad que tenga que ver con el respeto de derechos”, apuntó Daroqui. “Eso ha sido perverso, y produjeron sentido político en todos esos años. No olvidemos que el Ministerio de Seguridad se creó en 2010, y después del conflicto en el Indoamericano (la toma que terminó con dos personas muertas y decenas de heridos tras la represión de la Policía Federal y la Metropolitana). Yo prefiero hablar de política criminal. Nos cambiaron el discurso: el neoliberalismo nos despojó de todas las seguridades y nos remarca que la única que nos tiene que preocupar es la del delito”.
Daroqui subraya que lo mismo pasó en 2013 cuando el Gobierno lanzó la Campaña contra la Violencia Institucional. “Un concepto perverso, porque diluye la violencia estatal. Entonces no hablamos más de tortura».
Allí entra en juego la prisión. “La cárcel está solo para producir delincuencia, no para producir otra cosa. Violencia entre los pobres”. Daroqui menciona el registro del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (SNEEP) que permite un acercamiento a la caracterización sociodemográfica de quienes ingresan a la maquinaria penitenciaria: varones, de entre 18 a 34 años, solteros, sin escolaridad obligatoria, sin trabajo formal, sin capacitación laboral. “Son todos pobres: está clarísimo que es una justicia de clase”.
La tendencia del Poder Judicial, además, es producir condenas cada vez más cortas. “Los jueces están mandando a gente a la cárcel por 15 días. ¿Por qué delito? Por resistencia a la autoridad, la figura que utiliza la policía para gobernar a los pobres”.
¿Qué puntos de fuga se pueden trazar ante este esquema perverso? “Que la justicia deje de producir daño. Hay que poner un límite al aparato judicial, que produce mucho más daño que la policía. El Poder Judicial, en su articulación con la policía y los servicios penitenciarios, siempre ha tenido más impunidad para la sanción social. Ellos otorgan impunidad a las fuerzas de seguridad y, luego, la sociedad les otorga impunidad en sus prácticas. No se habla del daño que producen y que legitima a la policía para actuar. Garantiza la reproducción de un orden clasista, porque no es cierto que la policía es el auxiliar de la Justicia, sino al revés: la criminalidad que le llega al Poder Judicial es la que decide la Policía. Están subordinados, pero no es un problema de mero sometimiento: es una subordinación estratégica. Por eso, nosotros sostenemos que no es que el poder funciona mal. Funciona, y muy bien”.

Los términos en los que hay que hablar

M. es un joven de 26 años que fue condenado recientemente a 6 años y 8 meses de prisión por un hecho ocurrido en 2013. Durante el proceso, M. estuvo en libertad; ahora, el Poder Judicial pretende encarcelarlo. “¿Para qué va a ir preso? Durante este tiempo M. no pasó ni un semáforo en rojo”, ilustra su abogada Verónica Heredia. El caso fue el puntapié de la jornada de debate Cárcel y justicia: qué pena, ocurrida en MU, y es tan solo una demostración del funcionamiento del sistema penal, una máquina que se pone en marcha desde la selectividad de la policía y continúa con un proceso cuyo último eslabón es la prisión.
Por esa razón, se reunieron referentes y especialistas para presentar datos y casos concretos que revelan el colapso del modelo penitenciario que impulsa el actual sistema judicial. “Lo que queremos evitar es que M. cumpla el ultimo eslabon de esta cadena, que va a garantizar no sólo la prisión, sino la tortura y la permanencia en el sistema”, explica a lavaca Heredia, experta en derechos humanos, que recurrió la sentencia a la Corte Suprema de Justicia.
En ese escrito, la doctora no sólo apunta que M. llegó a su condena a través del testimonio de un único testigo perteneneciente a una fuerza de seguridad, sino que argumenta que la “inseguridad descripta que padecen los jóvenes en Argentina” se agrava ante su consecuencia: la tortura en el sistema penitenciario. Allí cita el examen periódico que realizó en Argentina el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas (CAT) (entre el 26 y el 27 de abril del año pasado), en cuyas observaciones finales destacó su profunda preocupación por “la práctica recurrente de la tortura y el maltrato en los diferentes ámbitos de las fuerzas de seguridad así como en las rutinas del personal penitenciario, que arrastra el peso histórico de una estructura militarizada y corporativa”. (https://www.lavaca.org/notas/el-informe-del-horror-la-onu-denuncia-la-violencia-estatal/)
En ese sentido, Heredia subraya la necesidad crucial de señalar esa política criminal del Estado, con sus consecuentes eslabones que ponen en marcha la máquina penitenciaria de la tortura, para explicar lo que parece obvio pero no lo es: “El error del sistema modificó el proyecto de vida del joven M. durante estos 5 años y 6 meses, generándole el padecimiento de desconocer su destin, impidiéndole soñar y concretar su vida amorosa, laboral, educativa. Sin embargo, el joven M. no ha infringido durante todos estos años, ni antes, la más mínima norma, ni contravencional, ni social, menos penal”.
¿Por qué, entonces, enviar a un jover a la maquinaria? ¿Qué hacer con la prisión? Daroqui ofrece una respuesta: “Que el Estado se haga cargo que, mientras tengan estas cárceles,  no vaya gente a la cárcel. Que el Estado, al menos, se haga cargo de eso. Vos no podés retener a nadie mientras están violando derechos humanos. La cárcel nació para violar derechos. Mientras no hablemos en estos términos, nadie tiene que ingresar a esta maquinaria”.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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