Nota
Hasta León, siempre
(Por Pablo Marchetti) León Ferrari se murió mientras el papa Francisco andaba de gira por Brasil. Justo en plena papamanía, en plena franciscomanía, en plena panchomanía. Justo en el momento en que los medios (todos los medios) y los dirigentes (todos: políticos, empresarios, sindicales, etc) quieren vendernos las bondades de este papa canchero, austero, rebelde, casi punk.

León Ferrari. Foto: Cooperativa Sub
El asunto es doblemente paradójico: por un lado, porque fue León el que había lanzado a Jorge Bergoglio al estrellato. Por otro, porque fue Bergoglio quien lanzó a León Ferrari al estrellato. Aquel año 2004, aquel diciembre, cuando se inauguró la retrospectiva de León en el Centro Cultural Recoleta, marcó un antes y después para ambos. Desde entonces, el cardenal se convirtió en Papa. Y también desde entonces el hasta ese momento artista contestatario pero ajeno al mercado del arte se convirtió, primero, en el más cotizado del país y, luego, en el ganador de la Bienal de Venecia, el premio más importante del arte en el mundo. Y en más cotizado, claro.
En 2004, el entonces cardenal Bergoglio encabezó la cruzada contra la muestra retrospectiva de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta. El argumento de Bergoglio tenía su lógica ideológica: decía que no quería censura, simplemente no quería que se pagara con el dinero de los contribuyentes una muestra blasfema, injuriante contra la fe católica. Y justamente esa es la discusión que quería dar León: ¿cómo es posible que el Estado sí sostenga económicamente un credo (en este caso, la Iglesia católica) pero no pueda solventar una muestra de arte? ¿Está bien que el Estado sostenga el arte sacro del Museo de Bellas Artes, pero mal que sostenga el arte blasfemo de León?
La cruzada de Bergoglio incluyó una horda de fanáticos que rompieron algunas obras. Lógico: para quienes rompieron las obras, aquello no se trataba de arte. Porque no era pintura ni escultura: apenas objetos, instalaciones, hechas con vírgenes y cristos de santerías. Pero, ¿quién define qué es el arte? La justicia dictaminó que hubo agresión y que debía haber un resarcimiento monetario. León donó lo recaudado a la CHA, la Comunidad Homosexual Argentina. Como para que quede claro que una cosa es la fe personal y otra imponer esa fe a la fuerza. O sea, lo que denuncian sus obras.
Conocí a León Ferrari a mediados de los 90. En el 96 hicimos un show-happening con mi banda de entonces (Sometidos por Morgan) que se llamó Navidad Hereje. Tocamos en el Centro Cultural Recoleta (sí, allí mismo, donde ocho años después se montaría la muestra del gran quilombo) y expusimos obras de distintintos artistas. La idea fue que cada uno hiciera un árbol de Navidad. Y León hizo una selección de obras herejes, que proyectamos en una pantalla.

León Ferrari. Foto: Cooperativa Sub
En el 2000, grabamos con Sometidos (en Jogging, el segundo disco de la banda) una canción con letra suya. En realidad musicalizamos un poema suyo que es una instalación imposible, con fragmentos de cuerpos de distintos asesinos de la dictadura militar. Ese mismo año toqué esa canción (“Escultura” se llama) en la fiesta del cumpleños 80 de León, en el Espacio Giesso. En el 2010 León hizo una muestra en la Casa de la Cultura, del Fondo Nacional de las Artes, y me pidió un texto para el catálogo. Yo escribí este poema, que publiqué el año pasado en mi libro El amor.
A León le gustó mucho el poema. Tanto que usó el título como título de la muestra. En la inauguración se lo leí y tocamos con el Conjunto Falopa, también por pedido de él.
La muerte de León duele, claro: es uno de los artistas indispensables, un genio absoluto, un revulsivo ético y estético. El detalle es que su muerte llegó en el momento justo, cuando alguien debía llamar la atención sobre este despropósito que resulta de la combinación de fe e institucionalización. Y ni hablar si a eso le sumamos el chauvinismo. Hacia allí apuntó su muerte León. Y, una vez más, a sus 92 años, acertó.
El infierno no existe, León, eso ya nos lo enseñaste vos. El cielo tampoco, eso ya lo sabíamos desde siempre. Pero seguro que el lugar donde estás vos ahora (no descansando, siempre creando) es mucho mejor que el cielo, el infierno o cualquier otra creación artística perversa que nos quieran vender por gran obra.

León Ferrari. Foto: Cooperativa Sub
a león ferrari
león escribe.
león dibuja.
león puede ser abstracto y lírico cuando escribe y concreto y demoledor cuando dibuja.
león también puede ser concreto y demoledor cuando escribe, y abstracto y lírico cuando dibuja.
león es todo el tiempo abstracto y concreto.
león es todo el tiempo lírico y demoledor.
león es todo el tiempo todo junto.
león es todo el tiempo lo que menos se espera de él.
nunca queda claro si lo que hace león es escribir o dibujar.
tampoco queda claro si para león una imagen vale más que mil palabras o si una palabra vale más que mil imágenes.
el arte de león está hecho de imágenes y de palabras.
león vive buscando imágenes y palabras.
león también consigue hechos.
león es hechos y palabras: ese bien podría ser un slogan de campaña.
león presidente.
león pura comunicación.
león para todas y para todos.
león sabe y quiere.
león se ríe.
¿león presidente?
ja, león.
león escribe.
león dibuja.
león hace garabatos.
león conecta con sus antiguas caligrafías y envía mensajes cifrados.
león se cuelga.
león vuela.
león escribe cartas a pulso, después de haber pasado años mandando mails.
león ya no hace arte correo.
¿o sí, león?
león hace arte lo que sea.
león usa una caligrafía abstracta ilegible.
león no usa estampillas.
¿son realmente cartas las que escribe león?
león llena el plano de colores.
león traza líneas.
león no cree en las reglas.
la regla de león se tuerce.
los marcadores de león baten palmas.
las plasticolas de colores de león van por cualquier lado.
león pinta.
sí, león pinta.
león traza líneas y parece que estuviera haciendo una maqueta para una de sus esculturas de alambre.
león recorta figuritas.
león abandona, por ahora, esos collages fotográficos directos y contundentes que solía enviar por mail.
león llena papeles con trazos.
león hace un gran papel.
león actúa en el cine.
león dibuja, pinta y escribe.
un gran papel, león.
león crea partituras para sus músicos gigantes.
león les da letra a esas criaturas enormes salidas de una lámpara maravillosa.
león frota el aerosol y sale un músico de espuma.
león frota la lámpara y se encienden todos los deseos.
león frota el papel y suena la música, viven los músicos.
león quiere una comunicación menos directa.
león quiere también una comunicación más espiritual.
león quiere, entonces, una comunicación más directa.
¿en qué quedamos, león?
león es más directo.
león es menos directo.
león es más poético y menos político.
león sabe que para ser político hay que ser poético.
león se vuelve poético.
león se vuelve político.
león se vuelve críptico.
león se vuelve cósmico
león se esdrujula.
león hace, una vez más, lo que se le canta.
no, león, no se puede ser tan libre, no se puede ser tan ágil, no se puede estar tan alto.
no se puede ser tan adolescente, león.
no se puede ser tan niño, león.
no se puede ser tan sabio, león.
no, león, no podés andar tan desatado.
no, león, tené cuidado.
las alas, león.
te van a crucificar, león.
no, león, no puede importarte tan poco el qué dirán.
no, león, no podés estar tan poco atado a todo.
no, león, no.
tanto compromiso, no, león.
tan desatado, tanto compromiso, no león.
no puede ser, león.
no, león, la verdad.
la verdad, león.
y león se ríe.
a león no le importa.
nada, a león no le importa nada.
nada más que la verdad, león.
nada, león.
león ya no piensa en infiernos ni en el diablo ni en dios ni en la iglesia.
león ya no piensa en el papa, ni en la virgen.
león ya no piensa en el juicio final de miguel ángel.
león ya ni piensa, ya.

León Ferrari. Foto: Cooperativa Sub
¿para qué león?
¿para qué pensar, león?
león se deja llevar.
león crea.
león cree.
león es dios, y por eso es ateo.
león es el diablo, y por eso quiere abolir los infiernos.
león se ríe.
león se divierte.
león la pasa bien, muy bien.
león es el artista total.
león es el arte.
león es lo que hay que decir.
león es cómo decir eso que hay que decir.
león es forma y contenido.
león se ríe, pero esta vez se ríe del poder.
una vez más, león se ríe del poder.
y otra vez más, león.
como siempre, león se ríe del poder.
león arrastra su sonrisa por esa idea humana tan absurda.
león y el poder.
león barre todo aquello que edificó el deber ser.
león llena el aire de desobediencia.
león llena el plano de trazos, de caminos que no llevan a ninguna parte.
león llena el espacio de poesía, de mística pagana.
león sigue su camino.
león es lo que no debe ser.
león es lo que debería ser.
león pasa una escoba por todos los prejuicios.
león es brujo.
león es chamán.
león manda a los prejuicios a un infierno de cristos y vírgenes de plástico.
león ya está en el infierno.
león sabe que no son necesarias altas temperaturas para hacer arder en las llamas diabólicas a esos muñecos made in china que se venden en las santerías.
león sabe que sus santos y sus cristos made in china van a derretirse pronto.
león sabe que sus obras son frágiles.
león sabe que sus obras van a arder.
león no quiere obras ignífugas, quiere obras reales.
león quiere aquí y ahora.
león busca una eternidad de este aquí y ahora.
león se sienta y mira.
las llamas arden y león se sienta y mira.
al calor de las llamas, león se sienta y mira.
león medita.
león piensa.
león opina.
león muestra.
contra el deber ser, león muestra todo.
como debe ser, león.
como debe ser.
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


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Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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