CABA
La década perdida: 10 años sin Luciano Arruga
Símbolo de las violaciones a los derechos humanos en democracia, la desaparición y muerte del joven de 16 años cumplió una década. Sin grieta, la mano dura convertida en fuente del delito. La hermana de Luciano, Vanesa Orieta: las nuevas madres, el Estado, los barrios y la construcción colectiva de la condena social. POR LUCAS PEDULLA
en la habitación principal, después de entrar por una puerta de madera tras flanquear las rejas del chalet pintadas de colores, hay varios estantes con libros de poesía, de política y derechos humanos, pero Rocío ubica el tiempo y el espacio en menos de un segundo: “Estamos donde se recepcionaban las denuncias”. Hay novelas, cuentos y guitarras, un pasillo que conecta con un baño, otras dos habitaciones y una cocina donde se sale a un patio que ahora tiene pinturas, murales y una huerta comunitaria. Hace diez años este lugar era un destacamento policial donde se torturó a Luciano Arruga, joven de 16 años.
Es un chalet en un barrio residencial convertido en destacamento policial por pedido expreso de un grupo de vecinos que lindan con el barrio 12 de Octubre, de Lomas del Mirador, La Matanza, donde vivían Luciano y su familia. Según consta en denuncias que encontraron culpables a efectivos policiales, Luciano fue torturado allí tres meses antes de que lo vieran por última vez, en ese mismo lugar, luego que comenzara a ser hostigado porque se había negado a robar para la policía. El pedido vecinal de “mano dura” y “empoderamiento de la seguridad” y la realidad: una fuente de reclutamiento de menores para que roben para la policía.
Pero Luciano dijo no. El 31 de enero de 2009 Luciano desapareció, y el 17 de octubre de 2014, cinco años y ocho meses después, hallaron su cuerpo. Según la reconstrucción, Luciano había cruzado a las 3.21 de la madrugada del 31 de enero con ropa que no era de él por un lugar inaccesible de la General Paz “desesperado, como si estuviera escapando de algo”, según declararon testigos. Lo atropellaron, murió en el Hospital Santojanni -donde su familia fue a preguntar si había ingresado algún joven y le respondieron que no-, lo derivaron al Cuerpo Médico Forense y fue enterrado como NN en el Cementerio de Chacarita. El circuito revela cuál fue la trama de encubrimiento de uno de los hechos más resonantes de nuestra democracia, y cómo el Estado no está preparado para buscar a un joven desaparecido. Las prendas nunca aparecieron, y un testigo declaró ante el Juzgado Federal de Morón que vio desde la autopista una camioneta doble cabina de la Bonaerense con las luces bajas.
En el medio, una causa por desaparición forzada y un juez de garantías (Gustavo Banco) y dos fiscales (Roxana Castelli y Celia Cejas) con pedido de jury político por pinchar los teléfonos de la familia y desviar la investigación que apuntaba a la Bonaerense.
Ahora, en este lugar que fue recuperado con acampes, radios comunitarias y una expropiación de la Legislatura bonaerense, funcionan talleres de música, de teatro y apoyo escolar. Hoy es el Espacio Social y Cultural Luciano Arruga y aquí está su hermana, Vanesa Orieta, que junto a su mamá, Mónica Alegre, son dos de las voces más fuertes que denuncian las violaciones a los derechos humanos en democracia y el carácter sistémico de esa violencia estatal que no reconoce colores políticos ni grietas sociales.
Aquí están, también, Rocío, Laura, Natasha y Matías, algunxs de lxs integrantes de Familiares y Amigos, el colectivo que corporizó la búsqueda de verdad y justicia.
Salir del gris
¿Cómo hay que dimensionar estos 10 años?
Vanesa: Los familiares vamos transitando procesos. Hay muchas cosas que las movilizamos desde el dolor más descarnado, pero hay algo que te da la posibilidad de organizarte y luchar con otros, que es ir formándote y tener un panorama más completo de lo que pasa. Quizás en algún momento me reconocía mucho más en el lugar de víctima. Ahora me planto desde otro lugar, despojándome, y aunque seguimos siendo víctimas de un proceso cruel que nos tortura sistemáticamente, nos afirmamos como sujetas, como madre o hermana, intentando poner una palabra desde ahí. No es una mirada como víctima sino como cualquier persona que salió de ese lugar gris y se presenta con nombre y apellido con una voz analizada, que ya no parte solo del dolor sino desde un proceso de formación. Pero son 10 años en los que cae la ficha de que no hemos podido avanzar en una causa judicial que necesita una resolución, porque los familiares necesitamos cerrar una etapa y que se condene a los responsables. Pero la Justicia es el lugar que más nos revictimiza, pone en peligro y genera impunidad.
¿Cómo se sale del lugar de víctima?
Vanesa: El grupo tiene una importancia fundamental, porque diferente hubiese sido si tanto mi mamá como yo nos quedábamos solas. Este grupo tiene un factor humano enorme que corrige, en buenos términos, muchas situaciones. No siempre los familiares nos movemos de la mejor manera, por lo que tener un grupo que pueda darte una palabra en una situación concreta, donde todo es poner el cuerpo, es formativo. Tener un colectivo que contenga y abrace es un salto de calidad. El factor humano no se puede dejar de lado. Es lo que nos permitió avanzar y relacionarnos, entender la problemática desde el barro más barro. Pero siempre volviendo a un grupo en donde lo volcamos todo. Y así vas saliendo del gris que te genera ser absolutamente víctima.
Rocío: Desde el inicio de la desaparición, se armó una coordinadora. No nos quedamos en dolor sino en avanzar en poder construir politicamente. El actor es siempre colectivo. Y la mirada fue más allá, de plantear que Luciano es un desaparecido en democracia, una figura que hasta el año pasado la seguían discutiendo. Luego pasó lo de Santiago Maldonado, y se pudo poner sobre la mesa. Pero por algo conseguimos más cosas desde lo político que desde lo judicial, porque allí sigue habiendo un nudo que no se puede romper.
Desde lo judicial lograron la condena a 10 años de prisión de Julio Torales, el oficial a cargo del destacamento, por las torturas a Luciano en 2008.
Vanesa: Esa causa no está volcada a la de desaparición forzada. Lo entendemos como un acto inteligente de parte de la Justicia para seguir generando impunidad, porque parcializa causas e investiga por separado hechos que tienen una relación directa. El daño que se hizo en la causa es tan irreparable que pueden seguir por esa vía para que no sigamos en el proceso de verdad. Han pasado cuatro jueces y tres fiscales diferentes y terminamos quedando en el rol de tener que confiar en cada nueva fiscalía que aparece. Pero ya no se puede. Porque hablamos de pruebas que se perdieron, datos que no podemos recuperar. Ya no nos queda en quién confiar. Podríamos haber encontrado un cuerpo que hablara, pero obtuvimos restos óseos. Y yo tuve que reconocer los restos de mi hermano por la paliza que le dieron en 2008. Fueron 10 años sin escuchar a la familia. Al revés: nos investigaban a nosotros. Pero nunca generar datos para ir hacia los culpables. Y en la medida en que esta información no aparezca en la causa principal, vamos a estar siempre recordando fechas, denunciando a la justicia y van a pasar 20 años y vamos a estar en la misma situación. Salvo que la justicia termine sacando un disparador inesperado.
Matías: Lo vemos en el juicio por los desaparecidos en La Tablada: militares ocultaron todo durante años, en el juicio se largaron a llorar y contaron todo. Hagan la prueba: sienten a los policías ahí. Los dos compañeros de Torales, en el juicio, se declararon presentes en el lugar del hecho mientras torturaban a un menor. La Justicia podría avanzar. Y el juicio dejó algo fundamental: más allá de las pericias sobre las lesiones de Luciano, se tomó la voz de la familia y de los testigos para que hablen por la víctima con peso probatorio y condenatorio. Ahí está el correlato: tres meses antes, policías de ese mismo destacamento habían torturaron a Luciano.
Vanesa: La condena sirve para que no se naturalicen los golpes que padecen los pibes. Parece normal que pibes villeros se encuentren con cachetazos, sin ver que ahí hay una relación de poder, y que hay una persona avalada de privarte de tu libertad y ponerte una mano encima sin que la sociedad se plante. Es una pequeña batalla ganada para poner en palabras: no son apremios ilegales, es tortura, física y psicológica, sobre un pibe de 16 años en una relación desigual de poder. Pero hoy los policías acusados por su desaparición siguen libres, seguramente pensando cómo poner más obstáculos para atravesarnos con el miedo, porque así buscan paralizarte. Hay que romper eso.
Otras madres
Si existe una condena social respecto de estos casos, ¿es porque hubo una organización que de manera colectiva politizó este tipo de hechos?
Vanesa: Nosotros aparecemos en un momento determinado, pero antes hubo madres que denunciaron hechos represivos que vincularon a distintas fuerzas. Todos tenemos a Rosa Bru, la mamá de Miguel, denunciando la desaparecion de su hijo en la mesa de Mirtha Legrand, en un contexto democrático. O los familiares de Darío Santillán y su sentido de constancia en la lucha. De María Millacura, la mamá de Iván Torres, que se plantó en una comisaría en Comodoro Rivadavia para saber dónde estaba su hijo. Luciano también trae algo puntual: discute la figura de pibe chorro. Él se negó a robar para la policía, pero si hubiese sido un pibe chorro, nos hubiéramos plantado de igual manera, porque el hecho violento es la desaparición forzada de un joven de 16 años en democracia. Todo lo demás lo tenemos que discutir en una problemática que es la pobreza, el lugar del que se sirven estos actores con poder para seguir explotando la vida de nuestros jóvenes. Necesitamos discutir qué pasa con estos pobres, porque hay un control, y ya no sirve ocultar la problemática o suavizar palabras, hablar de “violencia institucional”: es represión estatal. Discutamos el concepto. Y también qué esta pasando en la vida de nuestros pibes y pibas. Sin embargo, del otro lado tenemos al poder que va a intentar suavizarlo para dejar de lado responsabilidades, y empezar a hablar de gobiernos un poco más buenos que otros. Lo que hay que decir es que el tema represivo atraviesa a todos.
Sin grieta
En 10 años, sólo en la provincia de Buenos Aires, pasamos de Scioli a Vidal.
Vanesa: Lo que nos parece injusto al querer discutir es que nos planteen mirar particularidades de los gobiernos. Nos corren desde un lugar en el que si me decís que estoy poniendo en mismo lugar un gobierno que el otro, me estás cagando. Los familiares tenemos la necesidad de discutir la problemática represiva. Y, ahí, las lógicas son similares. Claro: pasa que yo pido condena para personas que otros quizá deban amar. El tema es que, en esto, somos los familiares de un pibe que no está. Y buscamos responsabilidades. Ahora, si hay que discutir, hagámoslo en serio y pensemos qué puntos en común atraviesan a todos los gobiernos en la era democrática. Algo han alimentado gobiernos anteriores para que hoy tengamos funcionarios que se declaren públicamente a favor de que la policía tire y mate. La doctrina Chocobar no se construye de la noche a la mañana: hay un recorrido histórico.
Desde esa noción de cómo conmover a la sociedad, ¿cómo perciben el barrio?
Vanesa: Me cuesta mucho pensar si cambió o no. Quisiera que la gente tenga acceso a todos sus derechos. Que una niña y un niño puedan crecer felices. Que tengan la posibilidad de elegir, aun atravesados por muchas cuestiones culturales que influencian ese deseo, pero que lo puedan hacer en la mayor libertad posible. Ese cambio nos gustaría, donde la gente deja de pedir limosnas que le sobran a un Estado. Para evitar que se sigan formando culturalmente futuros hombres machistas y violentos, pibes que salgan a chorear o pibas que terminen rehenes de diferentes formas de explotación. Como organizaciones podemos hacer cosas, pero otras nos exceden. Acá tiene que aparecer el Estado. Y fuerte: acompañando procesos de las familias que sufren estos hechos, políticas de proteción, de promoción. No basta con familias que politicen esto si después no hay un acompañamiento real. Y eso cuesta dinero: en lugar de poner recursos allí se los pone en función de más patrulleros. El 12 de Octubre es un barrio chiquito, pero la Santos Vega es más grande, con muchos pibes asesinados y muchísimas problemáticas. La pasta base está arrasando la vida de los pibes. Hay que ser cuidadoso en no criminalizar a los barrios, pero tenemos que hablar de lo que pasa: hay una reproducción de la violencia que hace que muchas vidas se pierdan. Y eso no se resuelve con un grupo de militantes, sino con una política de Estado bien clara.
En la Marcha contra el Gatillo Fácil del año pasado, fue muy impactante ver a todas las mamás marchando, entre ellas Mónica. ¿Qué se está urdiendo ahí?
Vanesa: Las familias nos terminamos convirtiendo en receptores de muchas denuncias. Se nos pone en un lugar que a veces lo relaciono con el Estado: nos preguntan qué hacer en la causa, conseguir un abogado, y la desesperacion es muy grande porque querés encontrar que el organismo se acercque, pero hay limitaciones muy grandes que se tienen que discutir al interior de cada grupo. No sólo estamos atravesados por el dolor de haber perdido un familiar sino que, al mismo tiempo, somos atavesados por el dolor de otros familiares. Ahí nos ponemos una exigencia más: formarnos. En lo juridico, para ver que hacer en las primeras instancias. Se está construyendo un movimiento de madres que es muy interesante. Es un momento de acompañarlas fuerte. Es un grupo de mujeres que, en este contexto, viene a discutir los derechos violentados pero también los que queremos conquistar. Además, no son la mujer hegemonica: son la villera, la pobre, la negra, la india. Están discutiendo un montón de cosas. No sólo tenemos que hablar quienes terminamos colocados como “referentes”, sino todas las mamás y papás, porque incluso desde el dolor más absoluto te están hablando de una problemática y una lógica.
Hay organizaciones, hay palabras, hay demandas. ¿Es necesario pensar en canalizarlas en nuevos organismos o alguna otra forma específica?
Vanesa: Hay una verdad: la mayoría de los familiares que sufren estos hechos no tienen resuelto nada. Mientras denuncian al Estado, tienen un hijo con un problema de adicción, otro está encerrado; están apretados por la policía, con quilombos con el transa, y viven 10 hacinados en una casa, sin un trabajo fijo. Cuando hablamos de lo humano, hablamos de ver esto en la vida de todos los familiares. Eso hace más difícil armar una práctica cotidiana, y ahí nos detenemos en el cómo. Cómo hacemos para acompañar, si estamos hechos mierda. Aprendimos mucho de las agrupaciones de familiares, de las Madres y de las Abuelas. De Nora Cortiñas, siempre presente. De Pablo Pimentel, de la APDH de La Matanza, la primera persona que nos acompañó.
prendimos de la historia de lucha de esos organismos de derechos humanos. Hay que discutir la independencia de los organismos pero también pensar organizaciones de familiares entendiendo que es una realidad diferente a otras lógicas y otros momentos de la historia donde estábamos en otra situación económica y social. Acá ocurre que a una madre le matan a un pibe, pero en esa familia está todo detonado.
Matías: Al haber una ausencia total del Estado, y más allá del proceso interno nuestro, fuimos acompañados y acompañamos a un montón de familias con las que empezamos a pensar otra manera de hacer las cosas, de hablar. Desde ahí, ¿estaría bueno otro tipo de organismo? Sí, pero no sé si para construir algo téorica o físicamente superador, sino para cambiar las formas y no reproducir estructuras verticalistas donde no hay lugar para lo humano. Cuando te encontrás con un familiar, hallás una paz y comprensión que en otro lugar no hay. Y en las estructuras que existen hay pocos lugares que permitan una cuestión genuina. A veces se le exige a un familiar estar presente en tal escenario, con tal bandera y con tal “compañero de militancia”, cuando no se resolvió si ese familiar tiene para parar la olla a la noche. Y ni hablemos del abogado o cuestiones de salud. Ahí está la clave: el cómo. Eso sería lo fundacional de alguna nueva forma de acompañar estos procesos.
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El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.
Por María del Carmen Varela
El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.
La propuesta reza:
El Teatro está Abierto: ENTRÁ.
La historia no se repite igual, pero rima.
El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.
La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.
Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».
El texto poético que acompaña el mitín:
Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada
Ayer fue incendio, hoy es apagón
Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito
Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva
Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital
En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.
Entrá porque es urgente
Entrá porque es ahora.
El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.
Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)
[email protected]
Instagram: @festivalentra
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Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.
Por Francisco Pandolfi
Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra).
La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.
La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.
Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra.
Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran:
• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.
• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.
• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.
• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.
• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.
• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.
Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:
• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.
• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.
• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.
La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.
Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.
¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?
Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.
¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?
Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.
¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?
Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.



La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.
Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.
Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.
Actualidad
Marcha de jubilados: balas y bolitas

Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales.
Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.
Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.
Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.
Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.
Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla.
- “Vacas gordas, jubilados flacos”.

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.
Números y un café
Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.
Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.
De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.
Abus en la calle
Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.
En la marcha hubo muchos carteles al respecto:
- No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
- Ni veto ni represión: fuera el FMI
- No al veto a las leyes en jubilaciones
- No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei).
Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”.

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.
Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.
Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”.

Jubilado hablándole a la pared.
Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”.
Vallas a donde vayas
El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.
Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”.

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.
Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.
La violencia y las bolitas
Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando.

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar).
La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

¿Qué escudan los escudos?
Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”.
Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.
Sin embargo, la gente no se fue.
La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió.
“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.
Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.
De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.
Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:
–Juguemos a las bolitas.
Todos se rieron, por el absurdo de la situación.
De nuevo, frente al horror, la creatividad social.
Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

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