Nota
Los premios a la peor publicidad del mundo
En España, los anuncios más machistas, engañosos y falsos también tienen su galardón. Una nota de Isidro Jiménez Gómez, en Periódico Diagonal.

Entrega de los ‘Goldener Windbeutel’ a algunas empresas galardonadas
Una mujer mulata, ataviada únicamente con un tanga y abrazada a una palmera mientras cae la noche en una paradisíaca playa. Y sobreimpreso el eslogan “Este oscuro objeto de deseo”. Aunque no es fácil elegir el anuncio más machista de la historia de la publicidad, hay algunos clásicos, como éste de Ron Barceló, que siguen reeditándose incansablemente año tras año. A pesar de las quejas y denuncias por parte de instituciones de defensa de los derechos de las mujeres y de asociaciones de consumidores, el tiempo ha demostrado la dificultad de acabar con ciertas prácticas publicitarias.
De hecho Autocontrol, la asociación creada por la propia industria publicitaria en 1995 para juzgar este tipo de conflictos, resolvía hace años que el anuncio no es machista, porque “la simple representación del cuerpo humano, ya sea desnudo o con sugerentes vestimentas, no puede ser entendida per se como un atentado contra la dignidad de las personas”, y que con “oscuro objeto de deseo” el anuncio se refiere a la bebida y no a la joven que lo protagoniza. Aunque Autocontrol, como explica María Jesús Ortiz, del Instituto de la Mujer, ha pasado en los últimos años de tratar el asunto como un “problema de gusto o decoro social” a uno de trato discriminatorio, este organismo ha preferido juzgar cada anuncio de forma atomizada y anecdótica, como si el permanente goteo publicitario no generara estereotipos que influyen decisivamente en el imaginario colectivo.
Desde esta perspectiva, la asociación de consumidores Facua denuncia directamente que el papel de Autocontrol permite a la industria publicitaria y a los anunciantes “evitar leyes que aumentan las restricciones a la publicidad y mayores controles por parte de las administraciones”. Justamente por ello, esta y otras organizaciones de consumidores prefieren dirigir a otras instituciones sus reclamaciones sobre la publicidad que consideran engañosa o ilícita.
Pero además, Facua también utiliza sus propios medios de difusión para llamar la atención sobre algunos anuncios, por ejemplo, a través del premio al Peor Anuncio del Año, un certamen que realizan desde el año 2010 con las votaciones de consumidores y consumidoras. Este año el premio se lo ha llevado un anuncio del Mercado Lonja del Barranco de Sevilla, donde se decía que el “plan perfecto” para un hombre es que una mujer se beba cinco copas.

Publicidad ganadora en los premios al Peor Anuncio del Año 2015. / Facua
Pero todavía más solera tienen los Premios Sombra de Ecologistas en Acción, que nacen en 2008 como respuesta a los Premios Sol de publicidad, el festival más resplandeciente de la industria de la publicidad española.
Desde entonces, el objetivo de los Premios Sombra ha sido denunciar aquellos anuncios “que han destacado en los últimos 12 meses por transmitir valores sexistas, xenófobos, insolidarios, consumistas, o por hacer pasar un producto como ecológico sin serlo”, explican.
Y al mejor Lavado Solidario…
Próximamente se conocerán los finalistas de esta última edición, que abarcan distintas temáticas bajo exóticos nombres como premio “tortilla de silicona” al anuncio que promueve malos hábitos alimenticios o premio “lavado solidario” al que presenta inmerecidamente a una empresa como socialmente responsable.
De momento, nos adelantan que el premio Sombra “a toda una trayectoria” será este año para una empresa que lleva años diciendo que sus coches son muy limpios, pero que resulta que modificaba sus motores para que pasaran los controles de contaminación.
“La publicidad es mucho más que un instrumento de persuasión para que compremos más y más”, explica Charo Morán, responsable del Área de Consumo de Ecologistas en Acción: “Es también un canal privilegiado para transmitir ideas, valores, conductas y para desinformar. Todo con tal de que este modelo de consumo siga creciendo bajo la peligrosa ilusión de que el planeta tiene ilimitados recursos”.

La campaña de Repsol en la prensa canaria, ganadora de los Premios Sombra en 2015 / Ecologistas en Acción
Un año después de que empezaran a rodar los Premios Sombra, la ONG alemana Foodwatch creó unos premios más específicos, con el objetivo de trasladar a la opinión pública el engaño que hay tras algunos productos de la industria alimentaria. El símbolo del galardón, el “Goldener Windbeutel”, hace referencia a un tradicional pero empalagoso bollo de crema.
Entre los premiados y finalistas destacan año tras año productos de Nestlé, Danone o Unilever. Con la entrega del bollo de crema dorado en la empresa ganadora se cierra un proceso en el que intervienen un jurado compuesto por cinco especialistas y los más de 100.000 consumidores y consumidoras que votan.
En esa línea temática, pero cerrando el foco en la publicidad y no sólo en el producto, la asociación VSF Justicia Alimentaria Global ha creado los Premios Rancios al Peor Anuncio Alimentario de la Historia, un galardón que tiene como objetivo destapar que reclamos como “tradicional”, “casero” o “artesano” muchas veces no son más que palabras vacías.
El premio es parte de la campaña “Mentira Podrida”, donde VSF Justicia Alimentaria Global explica algunos de los trucos publicitarios de la industria alimentaria. Por ejemplo, cuando escuchamos que un producto “contribuye al funcionamiento normal del sistema nervioso” o “al transporte normal del oxígeno en el cuerpo”.
La asociación explica que otorgar propiedades milagrosas a un producto “se ha convertido en una tarea demasiado fácil”, que consiste en “añadir a un producto una cantidad mínima de un ingrediente que científicamente esté comprobado que es beneficioso para la salud. Después anunciarán que el producto en concreto es beneficioso para el organismo y trabajo hecho”.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
Nota
Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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