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Mundial de Fútbol Femenino: cartas de París a Buenos Aires

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El empate de la Selección ante Japón por 0 a 0 desató las emociones no sólo de las jugadoras sino de miles de personas que festejaron el primer punto de Argentina conseguido en un Mundial. «Supimos reflejar lo que es la mujer argentina. Pudimos reflejar esa lucha que está haciendo la mujer argentina por la igualdad”, dijo la capitana Estefanía Banini, elegida figura del partido. Por qué las pibas demostraron cómo se vive el fútbol femenino en el país. La garra de la lucha feminista. Y por qué hay que dejar las comparaciones con el fútbol masculino: «Banini fue elegida la mejor jugadora porque adentro de la cancha no fue ni sumisa ni devota». Las periodistas Analía Fernández Fuks (desde París) y Delfina Corti (desde Buenos Aires) cruzan esta correspondencia que es la mejor síntesis de un partido que fue punto de quiebre para la historia. Este intercambio también fue publicado por el colectivo periodístico La Tinta

Buenos Aires, 10 de junio de 2019
Anuka, querida:
Hace un par de horas terminó el partido y recién ahora tengo un tiempo para reflexionar tranquila. Mi mamá, quien jamás me manda mensajes sobre fútbol, me escribió: “estamos jugando muy bien, no?”. Y, cuando estuve a punto de responderle que sí, que estábamos muy concentradas y estábamos dejando todo, me puse a pensar en que lo que estaban haciendo las jugadoras iba más allá de un excelente planteo táctico y de dejar físicamente todo en la cancha.
Por eso, cuando terminó el partido y escuché que un periodista dijo que las jugadoras argentinas habían demostrado cómo se vive y se juega el fútbol en nuestro país, y cuando dio el ejemplo de cuando un equipo chico visita la Bombonera y se lleva un punto de La Boca, y cuando, también, hizo hincapié en que las argentinas jugaron a la altura de lo que les pide la camiseta argentina, grité para adentro. No. No. Y no.
Primero, si las jugadoras argentinas demostraron cómo se vive el fútbol en nuestro país no fue porque imitaron la garra de un equipo chico en la Bombonera. Demostraron cómo se vive el fútbol femenino porque tenían, a priori, todas las de perder como pasa con el fútbol femenino en nuestro país. Pero salieron a la cancha con un planteo defensivo y no dejaron jugar a las japonesas. “¿Quieren tener la pelota? ¿Quieren hacer el triple de pases que nosotras? Háganlos, pero sepan que no les va a servir de nada. Adentro de la cancha somos once contra once”, parecieron autoconvencerse las argentinas. Y se autoconvencieron porque estuvieron concentradas los 90 minutos y tuvieron una garra que nada tiene que ver con la del fútbol masculino. Como dijo la figura del partido y nuestra capitana, demostraron una garra que se desprende de la lucha de la mujer argentina.
Segundo, ¿las argentinas jugaron a la altura de lo que les pide la camiseta argentina? La camiseta argentina a las jugadoras no les pide nada porque es la camiseta argentina la que está en deuda con ellas. Un día antes, en conferencia de prensa, Carlos Borrello dijo: “A nosotros nos faltan décadas de desarrollo para llegar a niveles mundiales como el de Japón. Pero hay algo que es la pasión, esa furia de adentro. Y eso juega. Confío en que estas guerreras van a dar batalla”. Y así lo hicieron porque estas jugadoras saben lo que es jugar un partido donde tienen todas las de perder hasta que se plantan y se hacen escuchar y respetar. Lo hicieron varias veces durante este último año y hoy lo hicieron una vez más. Se plantaron frente a las japonesas como diciéndoles: “Si hay algo que vamos a hacer es luchar. Eso es lo que estuvimos entrenando durante el último año”. Y es por eso que Barroso fue la jefa de la defensa; Cometti perdió un diente, pero no perdió la marca de las japonesas; Banini se puso el equipo al hombro en el segundo tiempo -con varios lujos incluidos- cuando la parte física pasaba factura, y Jaimes  -única delantera en el planteo táctico- fue la primera defensora del equipo.
Y cuando el partido terminó, cuando Argentina logró su primer punto en un Mundial, cuando las jugadoras se abrazaron y lloraron, cuando pensé que ya no había nada que me pudiera emocionar, ¿viste, Anuka, lo que dijo Banini? Nuestra capitana, elegida como la mejor jugadora del partido, se plantó una vez más frente a las cámaras y agregó en palabras: “Supimos reflejar lo que es la mujer argentina. Pudimos reflejar esa lucha que está haciendo la mujer argentina por la igualdad”.
Por favor, dejen de compararla con Messi. Dejen de comparar al fútbol femenino con el masculino. Las jugadoras argentinas jugaron un partido que vienen preparando desde hace más de un año. Lucharon y le pusieron garra como lo vienen haciendo desde la Copa América. Y Banini fue elegida mejor jugadora, justamente, porque personificó durante el segundo tiempo aquellas palabras que dijo al final del partido. Fue elegida la mejor jugadora porque adentro de la cancha no fue ni sumisa ni devota.

Delfina Corti

Mundial de Fútbol Femenino: cartas de París a Buenos Aires
París, 10 de junio de 2019
Querida Delfi:
Hace cinco días estoy en esta ciudad y pareciera que ya pasó un mes, salvo porque todavía se me enreda la lengua cuando quiero decir otra cosa distinta a las tres básicas: bonyú, meggci bocú, orvuá. Hace cinco días, te decía, estoy acá y hoy es el primero que lloré. Puedo probar algunas hipótesis de este llanto, que fue a solas, desandado el camino de regreso del Parc de Princes a casa, en una noche de verano parisino que no oscurece.
Tal vez el llanto tenga que ver con el día histórico, con el peso del hito, del quiebre. Argentina nunca había ganado un punto en un mundial. Y lo hizo en su debut en Parc des Princes. Tal vez el llanto tenga que ver con la primera vez de muchxs. Para la mayoría de las jugadoras, la primera vez en una Copa del Mundo. Para la selección, volver después de doce años y 25 mil personas en el estadio mirando el partido. Un partido de un torneo que, por primera vez, en Argentina se transmite en la Televisión Pública y en Radio Nacional para todo el país. Un campeonato del mundo que amplifica, por primera vez, sus tribunas a distancia en las pantallas grandes que organizaciones, colectivos e instituciones ponen para ver el partido.
A lo mejor el llanto tenga que ver con que además de que es un punto histórico, justamente íbamos de punto. La presión las tenían ellas, las japonesas, las dirigidas por Asako Takakura-Takemoto, las campeonas en Alemania 2011 y subcampeonas en Canadá 2015. Las casas de apuestas deportivas pagaban veinte veces más nuestro triunfo que el de ellas. Ellas, las rápidas y precisas, las que están séptimas en el ránking FIFA, ellas las que ya nos habían ganado en Estados Unidos 2003 y China 2007 por  6 a 0 y 1 a 0. Las argentinas sabían y lo decían: “El rival es superior”. También el director técnico Carlos Borrello había enunciado la potencia de Japón en la conferencia de prensa el día anterior al partido pero había dejado algo en claro: “Estas guerreras van a dar batalla”
Puede ser que el llanto tenga que ver con los once mil kilómetros que recorrieron desde el estadio de Arsenal en Sarandí los pañuelos verdes y los cantos de la hinchada para estar ahí recibiendo a las jugadoras cuando bajaron del micro. “FIFA decime qué se siente que te copemos Parc de Prans…”,  “Si  a tu fútbol lo cuida la Policía, y nuestro fútbol es alegría, es disidente, es feminista”. Esas no más de quince agitaron la entrada del estadio como si fueran miles, como si con ellas estuvieran todas sus compañeras. Y esas quince que eran miles volvieron calurosa la tarde fresca parisina.
Quizás el llanto tenga que ver con ese nudo en la panza de lo que una espera y llega. “Es hoy. Hay que alentarlas” decían las redes sociales con las fotos de las jugadoras. Y un poco antes de las 18 horas salieron a la cancha. El DT cambió los planes y dibujó otro esquema. Y Argentina fue un muro de contención, impenetrable para los pases certeros de las japonesas. Y contuvimos los nervios y la presión rival. Tanto contuvimos que después, cuando llegó el pitido final, las jugadoras se abrazaron y gritaron. Como dijo Myriam Mayorga: “Lo teníamos guardado y lo sacamos”.
Así como el grito, el llanto.
Anuka
 

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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