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Neuquén: el crimen de Braian, asesinato de testigos, y la comunidad movilizada para finalmente hacer justicia
Primero fue el crimen de Braian Hernández, 14 años. Luego la muerte de un testigo clave, al que nadie protegió. Finalmente el policía Claudio Salas fue condenado a prisión perpetua por el crimen de Braian. El fallo de la Cámara Criminal Segunda de Neuquén, conocido la semana pasada, tiene dos sorpresas: un policía es juzgado por gatillo fácil; y la sentencia se da a menos de un año del hecho. Pero la pena, que vista a la ligera puede parecer un oasis en la justicia, llega tras la muerte del testigo Willy Gutiérrez, un día después de haber declarado, lo cual motivó una serie de reacciones sociales en medio de la discusión salarial de la policía, y el clima incertidumbre típico de los últimos diciembres.
“Uh, maté a un menor”
Braian Hernández murió el 21 de diciembre del 2012 en el hospital Castro Rendón de Neuquén, dos días después de recibir un balazo en la cabeza mientras iba en un auto junto a un grupo de amigos.
El fallo reconstruye, según todas las versiones y los peritajes, que el auto en que iban Braian y sus amigos no frenó ante un control policial (alrededor de las 2.40 de la madrugada). “No frenamos porque nos asustamos”, le dijeron a Elizabeth, la mamá de Braian, los compañeros de su hijo, que tienen entre 14 y 15 años. También le contaron que, en ese momento en que siguieron, y mientras otro patrullero los cercaba por delante, escucharon un disparo.
Frenaron. Habían bajado dos policías: una oficial de apellido Mardones y Claudio Fabián Salas que, al llegar al auto, según los chicos habría dicho: “Uh, no, son menores. Maté a un menor”.
Acción irracional
La bala de su arma reglamentaria había atravesado la luneta del auto y dado a Braian – que iba en los asientos de atrás junto a cuatro amigos- en la cabeza. El fallo determinó que “la acción de disparar el arma fue injustificada, irracional porque contaba con otros medios menos drásticos para repelerla procurando la menor lesividad hacia los ocupantes del vehículo que habrían evadido el control policial”.
Los oficiales pusieron a los chicos contra el piso, para que no vieran nada. Y empezó el encubrimiento: rompieron la luneta trasera para borrar la entrada de bala, llamaron a una ambulancia que llegó y se fue en silencio, plantaron un arma a los chicos para decir que el disparo había sido en defensa propia.
Sin embargo, tras la muerte de Braian por “muerte cerebral”, el policía Salas se declaró culpable y fue a prisión hasta que el juez Marcelo Muñoz lo dejó libre por “falta de mérito”, tomando la versión de que los oficiales pensaron que los chicos iban a disparar; este último fallo consideró que la versión del policía “no resultaba verosímil”. La querella de la familia apeló y Salas volvió a prisión, hasta la espera de la sentencia.
Maten a los testigos
Willy Gutiérrez era un testigo fundamental de la causa no sólo como chofer del auto en que iban Braian y sus amigos, sino porque era el único mayor de los acompañantes y quien ya había sufrido hostigamientos policiales. Estaba amenazado de muerte al igual que todos los testigos del caso y los miembros de la familia. “Me cansé de pedir el programa de protección”, dice Elizabeth, la mamá de Braian. La justicia sólo concedió 3 mil pesos a cada testigo para que pudiera pagar un alquiler en otro domicilio. “Y salieron a decir a los medios que se me había dado lo que había pedido. Nunca me dieron lo que pedí”, aclara.
En su declaración Willy no sólo señaló al policía Salas como responsable, sino que relató cómo él mismo era maltratado por los policías de la zona oeste de Neuquén. Elizabeth: “Hizo una denuncia terrible, quedé asombrada con lo que dijo. Fue muy valiente”. Un día después a Willy le dieron 6 disparos cuando llegaba a la casa de sus suegros –donde viven su compañera y su hija-, en una situación que se intentó definir como de “ajustes de cuenta” (problemas entre delincuentes, en los que los policías ofician como santos inocentes).
Elizabeth cuenta: “Mataron a Willy porque era el más vulnerable de todos los testigos. Los amigos de Braian son pibes que tienen 14 o 15 años: todos sabían que si les pasaba algo a esos chicos iba a ser evidente que era la policía, porque no tenían problemas ni causas. Pero Willy tenía una causa, había estado preso por robo… Era la persona que tenía antecedentes: si lo mataban podían jugar con la ida de un ajuste de cuentas. A lo que nosotros nos oponemos totalmente”
Paros y movilización social
El principal sospechoso de matar a Willy, conocido como “El gordo” González, fue detenido y se niega a declarar. “Creemos que lo llevó la policía, por eso no declara”.
El crimen de Willy motivó una serie de reacciones sociales que llevaron a un paro general de los principales gremios de la provincia y reunieron más de mil personas frente a los Tribunales el martes en que se dictaba la sentencia al policía. Y que terminó de sellar la justicia por Braian.
“La organización comenzó el día en que lo mataron a Braian. Logramos una lucha en la calle contra la represión y el gatillo fácil. No solamente se logró la cadena perpetua de este policía, sino que el juicio saliera a tan sólo un año del asesinato…”, dice Elizabeth sobre la condena. Pero aclara: “Para nosotros la perpetua tuvo sabor amargo, porque mataron a Willy”.
Saqueos y trincheras
Tras el asesinato de Braian en 2012, en Neuquén se sucedieron – como este año en otros lados del país- una serie de saqueos que llevaron al gobernador Jorge Sapag a pedirle expresamente a Elizabeth que no marchara por el caso de su hijo. “Yo accedí a frenar esa marcha porque quería que se hable de Braian”. Fue el único día 20 del mes que los Hernández no marcharon, como si la denuncia del gatillo fácil pudiera alentar a los desmanes sociales de fin de año, o desalentar a la fuerza policial que tuviera que contenerlos.
¿Qué pasa este año, que también tiene un cierre agitado como otros diciembres?: “La intención de ellos es que no marchemos porque tienen mucho miedo. Si bien se hizo justicia por Braian, todavía falta por Willy. Vamos a marchar igual”, asegura Elizabeth.
Como en otras localidades del país, en Neuquén los policías están acuartelados reclamando un aumento de sueldo. La sentencia a Salas y el repudio social motivado por los asesinatos de Braian y Willy atraviesan este conflicto: “Están los policías atrincherados pidiendo ajuste de sueldos, y al lograr nosotros la condena a uno de ellos, sienten que tienen que limitarse con el trato que tienen hacia los pibes”, dice Elizabeth.
Braian y el sistema
Salir a denunciar a la policía en Neuquén significa contrarrestar las voces que legitiman sus reclamos, y otras naturalizaciones: “Nosotros gritamos y hacemos ruido. Hicimos escraches en casa de policías, en la Casa de Gobierno. Pusimos la foto de Braian en todos los barrios: no quedó un lugar sin la foto de Braian. No solo denunciamos al policía sino al sistema corrupto. Fue terrible. Logramos unirnos sin importar las banderas, importaba la causa”.
Tras la sentencia, la organización sigue: “Seguimos creando espacios dentro de la multisectorial, en el oeste vamos a tener un espacio para poder llevar el mensaje a los pibes de que no están solos. La idea es salir a los barrios y escuelas a demostrar que podemos contra este sistema”.
Al mismo tiempo, sigue abierta una causa paralela a la de Braian que acusa a dos policías por falso testimonio (entre ellos la oficial Mardones que repitió el relato “inverosímil” de Salas), y la reciente causa por el asesinato de Willy Gutiérrez. “Ya no es solo Braian: es Willy y son todos los pibes que sufren este sistema, para que todos los responsables intelectuales y materiales estén presos”.
La sentencia completa del Caso Braian Hernández (en formato .doc)
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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