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Normalidad vs. Anormalidad. Por María Galindo

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La actualidad, los prejuicios, los mandatos, l@s amantes, el sistema, la leche tibia, el endeudamiento, la diversión, las esperanzas. María Galindo, la fundadora del grupo Mujeres Creando, de Bolivia, escribió este texto en llamas, publicado en el portal de Radio Deseo, de La Paz. María es artista, activista, intelectual, cineasta, escritora y autora de libros como A Despatriarcar. Entre la crónica, la denuncia y la poesía, la mirada de María contra la sumisión y la resignación.  

Como habitante vitalicia de la anormalidad, tengo la obligación de decirles que la anormalidad existe; su puerta de entrada es celeste color cielo, la llave para abrirla la desobediencia y el espacio a ocupar el universo entero.

La normalidad es sumisión, la anormalidad es insubordinación

La normalidad es aceptar todo tipo de clasificaciones, etiquetas y parámetros de valor o desvalor sobre tu cuerpo, tu color de piel, tu edad y tu existencia, la anormalidad es desobedecer para ti y todas tus relaciones sociales y afectivas todas y cada una de esas clasificaciones.

La normalidad es que te adaptes sin preguntar, la anormalidad que te desadaptes una y otra vez y no aceptes lo que no te gusta, y preguntes y dudes de lo que no parece justo.

La normalidad es el racismo, la anormalidad el amor por todas las diferencias.

Normalidad vs. Anormalidad. Por María Galindo

La normalidad es que te calles, la anormalidad es que hables y digas lo que piensas en la mesa, en el trabajo y en la calle.

La normalidad es ser hombre o ser mujer, la anormalidad no ser ninguno de los dos o los dos al mismo tiempo o combinar masculinidad y feminidad como el caos de tu cuerpo lo pida, o dedicarte día y noche a desmontar feminidad y desmontar masculinidad hasta la eternidad.

La normalidad es que tod@s tengan un auto, la anormalidad es que tod@s tengan una bicicleta.

La normalidad es ser madre, aunque no quieras por el simple hecho de haberte quedado embarazada, la anormalidad es que puedas decidir si quieres ser madre o no y no te mueras en un aborto clandestino.

La normalidad es que los animales estén encerrados en los zoológicos para que les vayamos a ver y aprendamos que cazarles, matarles, humillarles es normal porque somos seres superiores, la anormalidad es respetar a los animales y no casarles, matarles, someterles ni humillarles.

La normalidad es consumir para sentirte feliz, la anormalidad es saber tener alegrías que no pasan por el consumo.

La normalidad es que la industria de armamentos siga fabricándolos, la anormalidad es que quiebren y cierren y en vez de que escaseen los alimentos empiecen a escasear las armas.

La normalidad es seguir talando árboles en la amazonia para ampliar la frontera agrícola y sembrar soya transgénica y maíz transgénico para que Kellogg y Monsanto sigan acumulando capital, la anormalidad es que el agronegocio se vuelve un mal negocio porque nadie les quiera en su tierra.

La normalidad es que un niñe trans se suicide porque el colegio le rechaza, la anormalidad es que se le respete desde su niñez. 

La normalidad es la privatización del agua, de la salud, de la educación, la anormalidad es que todo sea público y que tod@s tengamos salud, educación, vivienda y trabajo.

La normalidad es que nos endeudemos para subsistir y consumir, la anormalidad es que nos paguen la deuda a nosotras los que siempre nos explotaron, la anormalidad es que nos paguen la deuda a nosotras los banqueros.

La normalidad es que las mujeres cocinemos, lavemos, ordenemos, limpiemos, planchemos y criemos gratis, la anormalidad es que nos paguen por hacerlo, la anormalidad es que dejemos de hacerlo. La anormalidad es que nuestros trabajos de cuidado de ser amor y pasen a ser trabajo.

Normalidad vs. Anormalidad. Por María Galindo

Lo que separa la normalidad de la anormalidad es un muro, un adjetivo una herida, una decisión.

Me detectaron profesoras y vecinas, madre, padre, hermanos, amigas y amigos pronto mi anormalidad y me advirtieron con declararme públicamente anormal. Me amenazaron con encerrarme en un psiquiátrico hasta que aceptara la normalidad. Tuve pánico. Me amenazaron con expulsarme de su maravilloso mundo, de la familia, del colegio y me dijeron que no sería digna de amor ni de respeto jamás en la vida si es que decidía habitar la anormalidad. Se lo que es ese miedo a la expulsión del mundo, ese insomnio buscando una respuesta que no está en los libros. Recuerdo esa piel que suda de miedo, ese corazón que se agita, esa sensación de pequeñez de que no lo lograrás de que morirás en el intento, de que te matarán, de que te marginarán, piensas que todas las puertas se cerrarán.

Ese miedo pasa la lesbiana cuando se le obliga a ser heterosexual, ese miedo pasa la acosada cuando se le obliga a callar y aceptar, ese miedo pasa la violada cuando se le obliga a callar y aceptar, ese miedo pasa la trans y la trabajadora sexual. Ese miedo pasa la india desobediente cuando no quiere ser trabajadora del hogar, ese miedo pasa la negra cuando dice no, ese miedo pasa la madre soltera, ese miedo pasa la migrante cuando saca su pasaporte en la frontera. 

Hoy está la sociedad entera allí en la noche de la pregunta, en la noche sin respuesta; podemos aceptar lo que llaman la nueva normalidad que no es más que la antigua sumisión o habitar la anormalidad que ser fieles con nuestros más profundos deseos.

Pudimos haber muerto de coronavirus, aun puede sucedernos, no muramos de resignación.

La fiesta, el baile y la juerga no son monopolio de la normalidad, el placer, el sexo y la diversión no son monopolio de la normalidad, los parques y los abrazos no son la normalidad son la afectividad y es nuestra.

La nueva normalidad es que los de siempre manden y sigan destruyendo el mundo, la anormalidad es que no nos dejemos meter en el redil, que no nos dejemos engañar y que no volvamos a la normalidad.

La nueva normalidad es la vieja sumisión.

La nueva normalidad es la continuidad de la destrucción y la explotación capitalista.

Salimos del miedo gracias a enfermeras, gracias a la música y los libros, gracias a la paciencia y la leche tibia, gracias a los mates caseros y los ungüentos, gracias a la esperanza no gracias a la industria automotriz, no gracias al estado ni gracias a los enlatados, ni gracias a los cancerígenos, ni gracias a los analgésicos. No estamos vivas gracias a los bancos, sino a pesar de ellos.

Salimos de esta gracias a las cartas y los mensajes de l@s amantes

Mientras los millonarios buscan ganancias y protegen privilegios, las enfermeras limpian las camas y los basureros, estamos aquí por ellas.

Mientras los millonarios acceden a información privilegiada cosechadores de fruta y verdura aprovisionan los mercados a riesgo propio y sin información disponible, estamos aquí gracias a ell@s.

La normalidad europea es que l@s extranjeros que cuidan a l@s niñ@s y viej@s no tengan derechos, la anormalidad es que no sólo tengan derechos, sino que se haya entendido que su trabajo es imprescindible.

La normalidad europea es que l@s estranjer@s cosechadores de fruta y verdura no tengan derechos, la anormalidad es legalizarles ya.

La normalidad del sur es rendirle pleitesía al europe@ y aceptar sus condiciones y modos de vida como modelo, la anormalidad es dejar de ser colonizad@s y pensar por nosotr@s mism@s.

La normalidad es la familia violenta y violadora, la anormalidad es la comunidad que expulsa al violento y deja de ser normal para convertirse en feliz.

La normalidad es mucho trabajo y poca diversión, la anormalidad es menos trabajo y más diversión.

La normalidad es aprender a competir, la anormalidad es aprender a colaborarnos y complementarnos.

Normalidad vs. Anormalidad. Por María Galindo
María Galindo en MU, en uno de sus viajes a Buenos Aires

La normalidad es no tener tiempo para pensar y dejar que otros piensen y decidan por ti, la anormalidad es tomarte el tiempo para pensar.

La normalidad es vivir en tu cuerpo como si fuese alquilado, y vivir tu vida como si fuese prestada y organizar el tiempo como si fueses esclav@.

Habitar la anormalidad es como aprender a volar, es volverse de repente cóndor y poder mirar más allá, es recordar los sueños y saberlos interpretar, es sentir con una plenitud y una libertad que en el mundo de la normalidad no existe y es peligrosa.

EDICIÓN: HELEN ÁLVAREZ – PERIODISTA

Normalidad vs. Anormalidad. Por María Galindo

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

Taller: ¡Autogestioná tu Podcast!

De la idea al audio: taller de creación de podcast 

Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.

¿Cómo hacer sonar una idea? Desde el concepto al formato, desde la idea al sonido. Vamos a recorrer todo el proceso: planificación, producción, grabación, edición, distribución y promoción.

Vas a poder evaluar el potencial de tu proyecto, desarrollar tu historia o propuesta, pensar el orden narrativo, trabajar la realización sonora y la gestión de contenidos en plataformas. Te compartiremos recursos y claves para que puedas diseñar tu propio podcast.

¿A quién está dirigido?

A personas que comunican, enseñan o impulsan proyectos desde el formato podcast. Tanto para quienes quieren empezar como para quienes buscan profesionalizar su práctica.

Contenidos:

  • El lenguaje sonoro, sus recursos narrativos y el universo del podcast. De la idea a la forma: cómo pensar contenido y formato en conjunto. Etapas y roles en la producción.
  • Producción periodística, guionado y realización sonora. Estrategias de publicación y difusión.
  • Herramientas prácticas para la creación radiofónica y sonora.

Modalidad: presencial y online por Zoom
Duración: 4 encuentros de 3 horas cada uno
No se requiere experiencia previa.

Docente:

Mariano Randazzo, comunicador y realizador sonoro con más de 30 años de experiencia en radio. Trabaja en medios comunitarios, públicos y privados. Participó en más de 20 proyectos de podcast, ocupando distintos roles de producción. También es docente y capacitador.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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