Nota
Paul Auster: el idioma del azar
A Paul Auster le interesa el dinero, porque no siempre lo tuvo. Le interesa la tranquilidad, porque no siempre la obtuvo. Le interesa el azar, porque justifica cualquier presente. Y le interesa, fundamentalmente, la literatura porque es lo único que lo acompañó desde el principio del camino, como un perro fiel.
Esa trilogía de obsesiones marcó su biografía de escritor. El lo explica así, en un cuento que tituló Por qué escribo:
«Yo tenía ocho años. En ese momento de mi vida, nada era para mí más importante que el beisbol. Mi equipo era el Gigantes de Nueva York, y yo seguía la carrera de esos hombres de gorra negra y naranja con toda la devoción de un auténtico creyente». Ese pequeño Auster deslumbrado fue el que se cruzó una noche con su máximo ídolo y se atrevió a pedirle un autógrafo. El jugador aceptó, pero no pudo dárselo: Auster no tenía lápiz. Su padre, tampoco. Ni su mamá.
«Después de esa noche, empecé a llevar un lápiz a cualquier parte que iba. Se me hizo un hábito no salir nunca de casa sin asegurarme de llevar un lápiz en el bolsillo. No es que tuviera algún plan en especial para ese lápiz, pero no quería estar desprevenido. Una vez me habían sorprendido con las manos vacías, y no iba a dejar que pasara de nuevo. En todo caso, los años me enseñaron esto: si llevas un lápiz en el bolsillo, hay una buena posibilidad de que un día te sientas tentado a empezar a usarlo. Como me gusta decirle a mis hijos, así es como convertí en escritor».
Leyendo los detalles de su vida, que él mismo narró en su autobiográfico libro A salto de mata, se intuye que el verdadero cuento no es tan encantador.
Auster nació en Newark, Nueva Jersey el 3 de febrero de 1947. Un pueblo nada especial, para un chico que tampoco lo era. Sus padres se separaron cuando él era un adolescente y , desde entonces, aprendió a ganarse la vida como sea: fue mozo, cadete, jardinero, traductor, marinero, encuestador y periodista, todo por dos pesos y por diferentes geografías: desde su pueblo natal hasta Europa, ida y vuelta. En el medio -literalmente- terminó sus estudios en la Universidad de Columbia, donde recibió un master en Literatura Renacentista. Y en todo ese largo recorrido, usó su lápiz solo en los ratos que le dejaron libre sus necesidades más elementales. El resultado fue una convicción: jamás lograría ser, simplemente, un escritor. «Cuando al principio, y después de varios rechazos, no pude encontrar un editor para Ciudad de cristal, me preparé interiormente para ser un autor de textos que no se vendan».
Tuvo que escribir, pese a todo, dos libros más para que el destino lo desmintiera. Cuando, al fin, en 1987, se presentó la oportunidad, él estaba preparado. El primer éxito se llamó Trilogía de Nueva York y Auster aprovechó ese minuto en el que la gloria se detuvo ante él. Le entregó todo lo que tenía, a cambio de lo que él más necesitaba: dinero, tranquilidad, porvenir.
Hoy Auster está casado, tiene dos hijos, una granja en Vermont, un piso en Brooklyn y un estudio a pocas cuadras de allí, a donde se encierra a escribir siete horas por día. El último original que tipeó fue el relato de su propia vida, por el que la editora Viking le pagó medio millón de dólares sólo en concepto de adelanto por derechos de autor.
Desde entonces, se dedica, todos los primeros sábado del mes, a leer en la radio NPR de Nueva York historias ajenas que le envían los oyentes. El requisito: que sean graciosas, tristes o irónicas, pero reales y breves. Las mejores las editó en un libro que primero comenzó a vender a través de la emisora, por 25 dólares y con el beneficio de que la copia estaba autografiada por él.
El cuento, en todo caso, tiene un final a la medida de la felicidad que diseñó Auster. Y tal cual lo escribió Justo Navarro en el prólogo a El cuaderno Rojo, su moraleja es la siguiente:
«Una vez Paul Auster fue de excursión al bosque y encontró el idioma al que mucho más tarde trataría de traducir el mundo: encontró el idioma del azar, el idioma de la casualidad y las coincidencias, el idioma de los encuentros fortuitos que se convierten en destino. Pero el idioma del azar es también el idioma de la fragilidad: hay coincidencias y casualidades con las que te mueres de risa y hay coincidencias y casualidades con las que te mueres. Descubrir el poder del azar es descubrir que somos terriblemente frágiles y vulnerables, que dependemos de la casualidad, que una coincidencia estúpida puede destrozarnos en un segundo. Que una palabra estúpida oída por casualidad también puede fulminarnos. Recordar que las personas son terriblemente frágiles es una obligación moral: Paul Auster dice que es cazador de coincidencias por obligación moral.»
La cita con Paul Auster en la Argentina
Paul Auster estará en la Feria el 27 de abril a las 20:30 y el martes 30 de abril a las 18:00. También dará un seminario sobre Literatura y Cine el 29 de abril en Malba. El arancel es de 100 pesos y se realizará con traducción simultánea.
Nota
Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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