Nota
Los gritos de la Feria del Libro N° 28
Lo que los diarios publicaron en sus portadas no era una noticia. Resulta previsible que en un contexto social de cacerolazos, asambleas populares y corralito, el público que concurrió especialmente para eso a la inauguración oficial de la 28 Feria del Libro recibiera a las autoridades oficiales al grito de «ladrones» y «que se vayan todos». Que el Secretario de Cultura de la Nación, Rubén Stella, se haya tomado el trabajo de escribir un discurso que, luego de los abucheos, decidió no pronunciar, no prueba más que la miopía que arrastra la clase dirigente para entender qué está pasando en el país.
Lo más importante del acto del viernes no fueron los insultos sino el interés que despertó la propuesta de Joan Manuel Serrat y Roberto Fontanarrosa en charla, frente al público. Por primera vez en muchos años, la gente hacía cola para participar de la inauguración. La sala estaba colmada y 4000 personas siguieron lo que ocurría desde afuera, en pantalla gigante. Hasta ahora solo había despertado cierto interés – aunque mucho menor que el de esta vez- la presencia de Juan José Saer en una de las aperturas.
Fue un acto con un solo discurso.
Con pocas formalidades.
Con mucho diálogo
Espontáneo.
Fresco.
Protagonizado por hacedores.
Por artistas.
La lección de la Feria ya fue dada el primer día: hay que barajar y dar de nuevo.
1) Los organizadores
En su discurso inaugural, el presidente de la Fundación El libro, Hugo Levin, apuntó a los mismos dos blancos que -desde diciembre- está apuntando gran parte de la sociedad: los políticos (que prometen pero no sancionan la Ley del Libro) y los medios de comunicación. Se irritó con los «vaticinios agoreros» que repetían que la muestra era más modesta: «pobre pero limpita», dijo uno de los periodistas por televisión.
A simple vista, la exposición no parece -ni en su propuesta estética ni en la cultural- ni mejor ni peor que las ediciones anteriores. Tan «ni» como siempre.
De todas formas, si fuera más modesta, ¿qué?
Resultaría un síntoma de buena de salud.
Un sinceramiento en un país donde ya nada es lo que era.
Si -aún a riesgo de lucir menos fulgurantes- los organizadores alquilaran el espacio para los stands a mucho menos de 300 o 400 pesos el metro cuadrado, podría revertirse lo único realmente grave del achicamiento: que los costos dejaron fuera del predio a muchas pequeñas editoriales.
Seríamos lo que somos.
Pobres, pero limpitos.
2) los medios
Los organizadores reaccionaron como reaccionan los viejos amigos traicionados. Y lo digo con conocimiento de causa; durante años cubrí la Feria para Clarín y puedo dar cuenta de esa mutua relación por conveniencia. Y también de la parte de culpa que me cabe en ello.
Cuando Serrat y Fontanarrosa subieron al escenario, el público comenzó a gritarle a cronistas y camarógrafos que se corrieran porque interferían.
La gente.
Los artistas.
Y los medios que no dejaban ver.
Es indudable que el periodismo debe barajar y dar de nuevo.
3) la industria
La crisis de diciembre puso en evidencia un sistema de producción y comercialización que -hacía rato- daba síntomas de esclerosis. Editores, libreros, imprenteros, gráficos deben replantear el modo de financiamiento y los costos. Exportar. Aumentar en proporción a las subas reales de los insumos y no por redondeo. Sustituir los productos extranjeros. Y venderlos y comprarlos a precio nacional y no importado.
Responder a la economía con creatividad.
Aunque en la Feria puedan encontrarse mesas con ofertas, el precio de tapa de los libros aumentó en todos los stands: entre un veinte y un cien por ciento, según el caso.
«Subió como subió todo», dicen.
Pero así lo único que no aumentan son los lectores.
Tanto los editores nacionales como los visitantes extranjeros resaltan que -a pesar de todo- Buenos Aires es una ciudad lectora, una «ciudad de libros», como dice el lema de la Feria.
Probablemente sean muchos menos que décadas atrás.
O lean otras cosas
O de otra manera
Pero ya sabemos que nada es lo que era.
Y esos lectores que todavía quedan se merecen cuidado.
Porque están más pobres, pero siguen con la cabeza limpita.
4) El Estado.
Un apoyo real a la lectura no pasa porque el Gobierno de la Ciudad regale las entradas a la exposición, como se hizo el año pasado, restándoles fondos a otras áreas de la cultura para -finalmente- llegar a la Feria siguiente con una entrada de dos pesos. Una política a largo plazo no se sostiene con golpes de efecto.
Así como, en relación a la economía, no podemos dejar de pensar en dólares, en cultura no podemos dejar de razonar en números: cuántos asistentes, cuántos stands, cuántos metros ocupados, cuántas novedades. Y la cantidad no garantiza más que eso: cantidad
En la charla frente al público, Serrat y Fontanarrosa contaron cómo nació en ellos el placer por la lectura.
El cantaautor dijo que aprendió a leer en las calles.
El humorista dijo que las peluquerías hicieron más por la lectura que las bibliotecas.
Ambos se formaron con colecciones populares.
Con revistas.
Con historietas.
Fueron las publicaciones desmerecidas bajo el rótulo de literaturas marginadas las que hicieron de ellos lo que son.
Ninguno dijo nada de la escuela
Por eso las autoridades deben barajar y dar de nuevo
Luego de 28 años de funcionamiento, la Feria del Libro ha elaborado sus propias verdades. Una -repetida por organizadores, editores y empleados- es que el resultado de la exposición nunca puede medirse por los resultados del primer día. La experiencia indica que el número de asistentes crece con el avance de las semanas y la esperanza es, siempre, que las ventas aumenten a la par.
«Menos que menos puede arriesgarse que pasará esta vez», argumentan.
En algún sentido, sin embargo, la Feria es más previsible de lo que parece y -a la distancia- muchas de sus inauguraciones sirvieron de termómetro social. El clima fue enrareciéndose desde aquellas en las que las autoridades, los editores y el público presentes parecían no tener nada que reprocharse, hasta llegar a la que Carlos Menem sufrió una manifestación en sus propias narices.
Esta es una Feria en crisis.
Y las crisis, por complejas que sean, siempre abren dos caminos: la profundización de un fracaso o la posibilidad del cambio. Eso sí. Es una apuesta a todo o nada.
Nota
De la idea al audio: taller de creación de podcast
Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]
Taller: ¡Autogestioná tu Podcast!
De la idea al audio: taller de creación de podcast
Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.
¿Cómo hacer sonar una idea? Desde el concepto al formato, desde la idea al sonido. Vamos a recorrer todo el proceso: planificación, producción, grabación, edición, distribución y promoción.
Vas a poder evaluar el potencial de tu proyecto, desarrollar tu historia o propuesta, pensar el orden narrativo, trabajar la realización sonora y la gestión de contenidos en plataformas. Te compartiremos recursos y claves para que puedas diseñar tu propio podcast.
¿A quién está dirigido?
A personas que comunican, enseñan o impulsan proyectos desde el formato podcast. Tanto para quienes quieren empezar como para quienes buscan profesionalizar su práctica.
Contenidos:
- El lenguaje sonoro, sus recursos narrativos y el universo del podcast. De la idea a la forma: cómo pensar contenido y formato en conjunto. Etapas y roles en la producción.
- Producción periodística, guionado y realización sonora. Estrategias de publicación y difusión.
- Herramientas prácticas para la creación radiofónica y sonora.
Modalidad: presencial y online por Zoom
Duración: 4 encuentros de 3 horas cada uno
No se requiere experiencia previa.
Docente:
Mariano Randazzo, comunicador y realizador sonoro con más de 30 años de experiencia en radio. Trabaja en medios comunitarios, públicos y privados. Participó en más de 20 proyectos de podcast, ocupando distintos roles de producción. También es docente y capacitador.




Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
- Revista MuHace 3 semanas
Mu 204: Creer o reventar
- AmbienteHace 3 semanas
Contaminación: récord histórico de agrotóxicos en el Río Paraná
- ActualidadHace 3 semanas
Los vecinos de Cristina
- ArtesHace 5 días
Vieron eso!?: magia en podcast, en vivo, y la insolente frivolidad
- ActualidadHace 4 semanas
Universidad, ciencia y comunidades: encuentro en Rosario y debate frente a la policrisis