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Radio Pocahullo: rebelde, comunitaria y multicultural

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En San Martín de los Andes, 150 vecinos y 50 trabajadores son dueños de esta emisora que ha sido clave para difundir la lucha del pueblo mapuche.

Radio Pocahullo: rebelde, comunitaria y multicultural

 
Camina rápido, habla con vehemencia y en cada oración agrega alguna frase fuerte. Fumador y bebedor de mate compulsivo, Roberto Arias es periodista y se le nota más que a nadie, por lo cual es fácil reconocer al director de la FM Pocahullo, la radio más conocida de San Martín de los Andes. La paradoja es que en esta ciudad -paraíso de turistas esquiadores y comerciantes- la Pocahullo es una emisora sobre todo rebelde, que abre las puertas a los vecinos para sus reclamos y, como si fuera poco, se ha convertido en un espacio de comunicación para el Pueblo Mapuche. Es Arias quien presenta, entonces, a esta emisora comunitaria, intercultural:
La radio comenzó siendo de cuatro personas del partido radical que buscaban un medio para hacer campaña y ganarle al Movimiento Popular Neuquino, tradicional brazo del justicialismo en Neuquén.
Pero mientras los patrones intentaban -sin suerte- su maniobra política; los trabajadores de Pocahullo comenzaron a relacionarse, casi sin darse cuenta, de un modo distinto con la audiencia, a tender lazos solidarios y generar una apertura hacia adentro de la radio. Derrotados en las elecciones del 90, los cuatro radicales quisieron venderla.
Así llegó el día en que Arias le dijo a los dueños:
No pueden, porque esta radio que quieren vender la construimos nosotros.
Y comenzó la pelea.
La única salida que les ofrecieron era venderles los equipos transmisores.
La pregunta fue entonces: «¿de dónde sacábamos nosotros esa cantidad de plata?», revive Arias.
La respuesta la ofreció la audiencia.
Era 1990 y en San Martín de los Andes, los trabajadores de la Pocahullo fueron notificados de que serían parte de una radio comunitaria con todas las letras. Los encargados de darles la noticia serían los propios vecinos. Fue el resultado de una colecta en la que 150 oyentes pusieron 60 pesos -dólares en ese momento- suficientes para comprar los equipos de la radio. Luego, echaron a los patrones. Por último, se organizaron como Cooperativa de Consumo y Provisión de Servicios Pocahullo y dieron vida, junto con los trabajadores, a la primera radio comunitaria de la zona.
La batalla del pueblo mapuche
La dictadura militar obligó, en San Martín de los Andes, al Pueblo Mapuche a sufrir un prolongado y silencioso encierro. A partir de la llegada de la democracia comenzaron, lentamente, a salir a mostrar su cultura. Con la salida, vino el choque y en los noventa, con el advenimiento masivo de empresas a la Patagonia, la pelea por la propiedad de las tierras estaba -como hasta hoy- en pleno estallido. En este complejo panorama comenzó a intervenir la Pocahullo. Daniel uno de los tres directores, cuenta de qué manera:
Nosotros no solamente ponemos el grabador al funcionario. Vamos a reuniones, a cortes de ruta y a movilizaciones.
Entre las muchas ideas que llevaron adelante los periodistas de Pocahullo para apoyar la organización del pueblo mapuche está la coordinación de la primera FM Mapuche y, ahora, la organización de la primera AM. Pero el aporte más interesante fue la creación de la Red de Comunicación Rural, que consistió en instalar pequeñas cabinas en cada paraje y capacitar a las personas que viven allí para que puedan utilizarlas. Las cabinas están comunicadas con la radio y son espacios comunicacionales que ejercen misiones salvadoras cuando nieva y quedan aislados, pero que también jugaron un rol importantísimo en los dos cortes de ruta que realizó el Pueblo Mapuche hace ya tres años. Arias duda un momento antes de comenzar a dar detalles, pero luego aconsejado por Daniel, despliega un apasionante relato:
La Red de Comunicación Rural tiene una frecuencia abierta que puede escuchar cualquiera. Cuando se desató el conflicto con las comunidades mapuches, ellos empezaron a contar sobre su situación desde esa cabinas; comunicaban cuales iban a ser las medidas de fuerza, cómo iban a cortar la ruta, por ejemplo. Fue en ese momento cuando nos empezaron a interferir. Logramos hacer una investigación interna y descubrimos que la interferencia provenía de la Brigada de Investigaciones de la Policía Provincial. ¿Cómo interferían? Y… cuando estaba hablando algún mapuche decían barbaridades, es decir operaban sobre la comunicación. Lo primero que hicimos fue disimular: hacer como que no sabíamos quiénes eran. Lo segundo, fue denunciar la violación contra la libertad de expresión. Y lo tercero, aprovechar que nos escuchaban para darles información falsa. Hacíamos ir a la policía a lugares donde no pasaba nada. Así, facilitábamos la llegada del movimiento hasta el verdadero lugar de la protesta. Además, empezamos a interferirles a ellos y a enterarnos de lo que hablaban. Les hacíamos creer que teníamos más fuerza; que pensaran que había gente apostada en diferentes lugares estratégicos que se comunicaban entre sí, pero en realidad estábamos en un mismo lugar y lo que hacíamos era pasarnos el handy uno al otro.
En paralelo, Pocahullo también tenía que transmitir:
Molestamos a todo el mundo porque pusimos ese conflicto al aire. Hicimos notas para Buenos Aires y para Neuquén capital, cosa que antes nunca sucedía», recuerda Arias.
Los cortes de ruta que menciona Roberto sucedieron en el 2002, camino al Cerro Chapelco. En ese momento los pueblos reclamaban por la contaminación del cerro y daban a conocer públicamente y por primera vez, la cantidad de niños y adultos enfermos por beber el agua con efluentes cloacales. La medida de fuerza fue el último recurso tras años de espera de justicia, ya el Pueblo Mapuche había llevado la denuncia a los tribunales que comprobaron -después de los cortes-que el nivel de contaminación era altísimo.
Por supuesto, la historia de esta batalla tiene algunos tramos menos luminosos:
Nuestra emisora fue saboteada, robada, y hasta hemos recibido amenazas de muerte», asegura Arias.
En 2002, alguien entró a las oficinas de Pocahullo y se robó una computadora. Un robo que podría considerarse simplemente eso: un robo. Sin embargo, en esa máquina había una grabación en la que el director de juntas vecinales, Adrián Pérez, proponía incendiar la radio. Al día siguiente, el auto de uno de los trabajadores de la emisora apareció con una estaca clavada en el asiento y un mensaje contundente: «te vamos a matar». Para dejar más clara la intención, dos días después el secretario del intendente municipal en persona esperó a Roberto Arias en la radio armado con un cuchillo y un revólver. Lograron esquivarlo y denunciar lo ocurrido y aunque jamás apareció la computadora con la grabación, al menos consiguieron que se echara al director de juntas vecinales.
La organización
Como cooperativa duraron poco, ya que Domingo Cavallo -en ese entonces ministro de Economía- resolvió que cada integrante debía pagar 100 dólares por cada miembro de la comisión directiva. Obligados a cambiar de figura jurídica, hoy son la Asociación Civil sin fines de lucro Jaime de Nevares -en honor al obispo ya fallecido- y sus integrantes son los 150 vecinos que la cobijan más los 50 trabajadores que sostienen día a día su programación. Tiene tres directivos sin plazo en el cargo y que, por lo tanto, pueden ser removidos en cualquier momento. Reciben la ayuda de pasantes de la carrera de Comunicación de la Universidad Nacional del Comahue y las decisiones de contenido se toman entre todos en asambleas semanales. Aun discuten si deberían o no ganar algunos pesos. Con publicidades y algunos esporádicos aportes internacionales -aseguran- les alcanza. Por ahora están seguros de que no quieren comercializar los espacios de la radio. «Nuestra tesis es que la radio es una herramienta de transformación social. Y no son para nosotros palabras. Lo hacemos cotidianamente, cuando damos información o cuando tenemos que poner el cuerpo junto a nuestros vecinos trabajadores o nuestros vecinos mapuches», concluye Arias.

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Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

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En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).

Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.

Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. 

Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.

Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.

Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.

Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.

El video de 3,50 minutos

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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