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Revolución de revoluciones

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Raúl Zibechi analiza los claroscuros de la revolución cubana y cómo, en el momento más crudo del bloqueo, salió al frente con una revolución agroecológica con el Che y Fidel a la cabeza. La importancia de la descentralización de los alimentos y los roles de las granjas pequeñas y cooperativas: «Cuba es el primer país latinoamericano que está dando pasos para dejar atrás el extractivismo». Para Brecha.

La revolución cubana fue la que mayor impronta dejó en América Latina, un continente habituado a las revoluciones. Ni la primera revolución negra triunfante en el mundo, la haitiana de 1804, ni las descabezadas revueltas indias lideradas por Túpac Amaru y Túpac Katari, antecesoras de las independencias, lograron impactar tan profundamente en la región. Ni siquiera la revolución sandinista de 1979, ni la mexicana de Villa y Zapata o la boliviana de 1952, la menos conocida pero una de las más importantes que vivió este continente.
Una cuidadosa revisión de los ejemplares de Marcha desde 1959 permite comprobar que lo sucedido en Cuba electrizó a los lectores uruguayos, que inmediatamente tomaron partido en su inmensa mayoría por la joven generación que derrotó a Fulgencio Batista, un dictador con pésima reputación. Las páginas que acunaban las cartas de los lectores fueron escenario privilegiado de la polarización generada por las intervenciones de Fidel y el Che, los dos personajes que fueron referencia ineludible en los debates de la época.

Fracaso de la primera revolución

Las características de los líderes de la revolución cubana son similares a las de todas las dirigencias revolucionarias del siglo XX: sus cuadros fueron varones ilustrados, pertenecientes a las clases medias altas. Es posible que en aquella época no hubiera otra opción, cuando el patriarcado gozaba aún de buena salud. En muchos sentidos, la cubana fue una revolución hija de su tiempo. Emparentada, tanto en las luces como en las sombras, con la rusa y la china, entre las más relevantes del siglo XX.
Antes incluso de optar por los modos de la Unión Soviética, tomando distancias de la revolución cultural china que se propuso “continuar la lucha de clases bajo la dictadura del proletariado”, según el propio Mao, los dirigentes cubanos apostaron por un proceso de cambios donde el sujeto era el aparato estatal. Aunque su versión era bastante más radical de la que imperó después del fracaso de la cosecha de los 10 millones de toneladas de caña en 1970, el Che no dudaba de la centralidad del Estado en el tránsito al socialismo.
En los primeros años hubo decisiones simpáticas y ejemplares, pero que estaban condenadas al fracaso. La prioridad otorgada al trabajo voluntario como motor de la economía, el rechazo a los estímulos materiales y al dinero, llevaron al Che a suprimir los alquileres y las horas extra, y a decretar la gratuidad de servicios como el teléfono. Fueron años en los que la dirección cubana debatía sobre la vigencia de la ley del valor en el socialismo con intelectuales de la talla de Paul Sweezy, Charles Bettelheim y Ernest Mandel, entre otros.
Hubo, además de errores; algunos, horrores. La condena a los homosexuales (una “desviación”, según Fidel) pertenece a los segundos, aunque fue corregida en los años noventa. Hubo fusilamientos, como mínimo, apresurados y escasamente justificados, como el del comandante Arnaldo Ochoa en 1989, “héroe de la República de Cuba” por su brillante hoja de servicios. Ochoa fue fusilado junto a otros tres militares en un juicio en el que nunca reconoció los cargos de narcotráfico que le imputaba el tribunal.
La revolución cubana pretendió extenderse a todo el continente. Del 3 al 14 de enero de 1966 se reunió la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina en La Habana, conocida como la Tricontinental, que albergó fuerzas revolucionarias de 82 países. Defendía la lucha armada como el principal método para derrotar al imperialismo.
En 1967 se fundó la Organización Latinoamericana de Solidaridad (Olas) en un amplio encuentro en La Habana, que albergó a casi toda la izquierda de la región. En su discurso de clausura del 10 de agosto, Fidel criticó a los partidos comunistas: “Nadie se haga ilusiones de que conquistará el poder pacíficamente en ningún país de este continente, nadie se haga ilusiones; y el que pretenda decirles a las masas semejante cosa, las estará engañando miserablemente”.
En los meses y años siguientes se produjo un viraje profundo, tanto en la isla como en la región. En octubre de ese año cayó en combate el Che en Bolivia, y se palpaban los límites de la lucha armada. El fracaso de la cosecha de los 10 millones de toneladas llevó a la dirección cubana a acercarse a las posiciones “realistas” de la Unión Soviética. En 1970 Salvador Allende ganó las elecciones y se convirtió en el primer presidente marxista en llegar al gobierno por la vía electoral. Fidel fue el primer presidente extranjero en visitar a Allende en Chile, donde recorrió el país de norte a sur durante 24 días, en 1971.

La segunda revolución

En la revolución cubana hubo un “algo” que marcó diferencias. En la década de 1990, luego de la caída de la Unión Soviética y la apertura del llamado “período especial”, Cuba estuvo al borde de abismo. El PBI cayó un 34 por ciento entre 1989 y 1992. La vida cotidiana naufragaba en la penuria, conseguir comida era un problema mayor y el futuro lucía oscuro. Cuba perdió el 80 por ciento de sus mercados, las fábricas y autobuses dejaron de funcionar por falta de petróleo (las importaciones cayeron al 25 por ciento), hubo apagones diarios de hasta 14 horas. Un verdadero colapso económico.
El bloqueo yanqui se hizo más duro y estrechó el cerco contra la isla. Cuba no tuvo acceso a financiación y tuvo restricciones para importar comida. El racionamiento fue muy estricto, pero igualitario; se estima que los cubanos perdieron nueve quilos de peso en promedio.
Pero el régimen se mantuvo y no lo hizo en base a la represión. En otros países de América Latina, crisis menos profundas barrieron una decena larga de gobiernos en la misma década. La prensa internacional anunciaba todos los días la “inminente caída del régimen cubano”. Lo que ocurrió fue una revolución agrícola o agroecológica sin precedentes en la región. Fue una segunda revolución, en un sentido muy distinto al soviético, de hondo contenido guevarista.
El pueblo cubano comenzó a cultivar alimentos donde pudo, sobre todo en terrenos baldíos en las ciudades, apelando a la iniciativa popular más que a directrices del poder. En poco tiempo Cuba dejó de lado la revolución verde que sobreutiliza combustibles fósiles, con miles de tractores e insumos importados desde la Urss, y se volcó a una agricultura de subsistencia, orgánica, en pequeña escala.
Fue la cooperación y la ayuda mutua lo que salvó la revolución. Médicos, ingenieros, músicos, se hicieron agricultores en las ciudades. La mitad de la provisión de frutas y verduras de La Habana provino de huertas urbanas, una cifra que trepó hasta el 80 por ciento en pequeñas ciudades y pueblos. Con el tiempo, la espontaneidad se convirtió en sistema productivo apoyado desde el Estado, que hoy ocupa a 140 mil personas.
Crearon biopesticidas y biofertilizantes que hoy se están exportando. El 40 por ciento de las granjas estatales fueron divididas en parcelas que son usufructuadas por particulares que obtienen la tierra en usufructo pero no en propiedad. Las que más producen son las granjas familiares, luego las cooperativas y por último las granjas estatales que siguen el modelo soviético. Granjas más pequeñas y cooperativas más autónomas mostraron niveles de productividad mayores que las estatales.
La descentralización no sólo alcanzó a la producción de alimentos, que sigue siendo insuficiente, sino a muchas otras porciones de la vida cubana, incluyendo las universidades y la salud. La producción de azúcar nunca volvió a los niveles de los años ochenta, pero las exportaciones se diversificaron, ocupando la industria farmacéutica un lugar destacado. Cuba es el primer país latinoamericano que está dando pasos para dejar atrás el extractivismo.
Fue una decisión política del pueblo cubano, de sobrevivir, de seguir adelante, de no rendirse. Fidel y la dirección tuvieron la virtud de captar las iniciativas espontáneas de su pueblo, de apoyarlas y sistematizarlas. Siguiendo los pasos de Lenin y de Mao, quienes no inventaron ni los soviets ni las comunas sino que las popularizaron, Fidel supo estar –en los momentos difíciles– a la altura de su pueblo.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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