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Ronda de Pensamiento Autónomo: desafíos en clave electoral

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La Ronda de Pensamiento Autónomo impulsada por el MTD de Solano y Lanús se constituyó en uno de los espacios más ricos y genuinos de los nuevos movimientos de resistencia. En esta reunión se debatió, entre otras cosas, el impacto del síndrome pre electoral y la represión que azota a estas organizaciones sociales. Reflexiones en voz alta que, sin dogmas ni preconceptos, intentan sintetizar y compartir un diagnóstico colectivo.

-¿A alguien le quedan dudas de que vamos para atrás?, desafió una chica de la Asamblea de Flores -A mí, dijo otro. Yo no estoy tan seguro de que vayamos para atrás. La cuarta Ronda de Pensamiento Autónomo había empezado: el primer sábado de cada mes, a partir de las diez de la mañana, se realiza en Lanús un encuentro de reflexión, abierto a todos los sectores populares. En la última reunión, para los participantes fue inevitable mirarse hacia adentro: la crisis que, a más de un año de la euforia participativa que estalló el 19 y el 20 de 2001, atraviesan los movimientos de resistencia. El predio donde se realizan los debates perteneció a Roca Negra, una antigua fábrica de producción de metales para barcos, y luego fue utilizado también por la firma Siam, para sus heladeras. Desmantelado desde hace tiempo, fue recientemente cedido por la Asociación Madres de Plaza de Mayo a los Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de Solano y de Lanús. Es imposible sustraerse de la fuerza simbólica del lugar. Esa infraestructura fue, décadas atrás, parte del sueño de pujanza de una Argentina que se creía destinada a la grandeza. Tierra finalmente arrasada a donde van a empezar a crecer, dentro de poco, los primeros cultivos plantados por los desempleados en la huerta y granja orgánicas que están levantando para proveerse de lo básico: un futuro. Con lúcida conciencia de que no solo se vive de lo que se come, es justamente de ese sector desbordado de urgencias de donde surgió la convocatoria: juntarse a discutir, en una jornada que no dura menos de seis horas, en un galpón donde todo es precario, menos la voluntad de encontrar nuevos pensamientos. «Horizontalidad, autonomía, democracia directa, lucha», está escrito en rojo en una de las pocas paredes que guarecen a la ronda de alrededor de sesenta personas, entre las que predominan los representantes de asambleas. A modo de improvisada instalación, en el centro, sobre el suelo, quedaron pisoteados unos papeles impresos en computadora: «Bush-Blair-Hitler», «Hoy Irak por petróleo, mañana acá por el Alca». Antes de separarse en grupos más pequeños para discutir, los participantes consensuan los temas a debatir, bajo el seguimiento de un coordinador que se cuida bien de no extralimitarse en sus funciones de moderación, sin más voz ni autoridad que el resto. La consigna es que cada uno se presente, al empezar a hablar. Pero son pocos los que lo hacen. Más que el nombre y el apellido, lo que señalan los oradores es su procedencia (una asamblea, un colectivo, una asociación) y eso resignifica los discursos; no importa quién lo dice sino a qué experiencia particular remite para que pueda ser integrada al conjunto. El listado de las propuestas a discutir es enorme: la represión, la defensa de los recursos naturales, la gestación de actividades colectivas, el proyecto político de autonomía y horizontalidad, las políticas de resistencia y las elecciones. Y deja en evidencia la encrucijada -entre lo urgente, el mediano y el largo plazo- en la que deben sacudirse estos movimientos. «Las elecciones reinstalan debates que parecían ya saldados. Se vuelve a pensar si

Menem o Carrió y resurge la falsa disyuntiva que enfrenta democracia con dictadura cuando, ya está visto que puede haber represión en democracia. Yo creo que es inevitable pensar en que viene la represión y la pregunta entonces es cómo vamos a asumir la violencia, qué vamos a hacer frente a ello. -comenta un integrante de la asamblea de Colegiales-.Creo que la forma descentralizada de estos movimientos tiene sus ventajas para enfrentar a la violencia. Para nuestros problemas pequeños, de barrio, frente a la policía, nos sirvió. Habría que ver, claro, qué pasa si nuestros problemas son más grandes». El proceso transitado por la Asamblea de Villa del Parque es paradigmático -según coincidieron los participantes- de lo ocurrido con este movimiento urbano, nacido en los barrios porteños. «Al principio llegamos a ser trescientos y, luego de un largo período de aparataje de los partidos políticos de izquierda, quedamos treinta. Despojados de esos discursos creo que atravesamos una dificultad mayor, porque ya sin la presencia de los partidos, lo que quedan al descubierto son nuestras propias contradicciones lo cual, paradójicamente, nos parece un avance». Alguien preguntó, bastante después: «¿los partidos de izquierda son adversarios o enemigos?» Un integrante del MTD de Solano contó que esa misma semana ellos se habían reunido para debatir la crisis interna que atraviesan: los punteros políticos llegan a cotizar a los miembros del movimiento y a darles -lisa y llanamente- planes Trabajar y plata a cambio de que abandonen la militancia. Sin reprocharles a los compañeros esa actitud y midiendo cada palabra porque se niegan a calificarlos de «traidores», admiten que «la crisis es cuantitativa y no cualitativa». A esa provocada decantación sobrevivieron menos militantes, pero más convencidos. La articulación y la organización. Esas fueron las claves del camino a seguir para todos los participantes, cuando -ya pasado el mediodía-se reunieron otra vez en ronda para tratar de acordar algunas conclusiones entre un torbellino de ideas: «deberíamos organizar la autodefensa»; «revalorizar el boicot»; «entender a los medios de comunicación como parte de la política represiva»; «tenemos que hacer prácticas diferentes, antisistema»; «a veces el exceso de horizontalidad no acciona la autonomía»; «hay que construir transversalidades». La dificultad de los movimientos para concretar estas ideas y plasmarlas en la práctica en conjunto es una de las grandes deudas que -según dijeron los participantes-los movimientos dejaron pendientes para sí mismos, incluso en este cuarto encuentro.

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Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

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En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).

Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.

Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. 

Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.

Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.

Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.

Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.

El video de 3,50 minutos

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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