Nota
El tiempo no para (la teoría Bersuit)
¿Cómo describir la situación actual? Hace poco le pregunté a un amigo cómo le están yendo sus cosas: su trabajo, su vida.
Me respondió: «Aquí estoy, tratando de subirme a la lona».
Puede parecer sólo una humorada más, una simple exhibición de ingenio frente a la crisis. Pero si se piensa mejor en esa frase, resulta muy descriptiva de lo que está ocurriendo entre nosotros y -tal vez- en todo el mundo: estallaron los parámetros con los cuales comprendemos la realidad. Antes, estar mal era estar en la lona. Tirado. Peor, imposible. Ese era el límite. Ahora hay que recurrir a un humor casi surrealista para decir que existe un mundo incierto que se abrió más abajo de esa lona. Una especie de dimensión desconocida debajo del suelo que creíamos pisar.
Reventaron nuestros mecanismos de comprensión. No se trata de una cuestión de edad o de neuronas caducas. Lo descubrí a través de un incidente musical. Mis hijos, de 12 y 11 años respectivamente, tienen su propio equipo de música: estoy sobrellevando el asunto con cierta dignidad. Pero el otro día escuché a uno de ellos cantando:
- «Ya no tengo fechas para recordar, mis días se gastan de par en par, buscando un sentido correcto a todo esto».
Es una canción (El tiempo no para) de unos señores que se llaman Bersuit. Es un conjunto musical, cantan en pijama, y mis oídos están empezando a reconocer que ahí hay una música fuerte y muchas veces bella.
Y que, además, tienen razón: así andamos muchos, buscando un sentido correcto a todo esto. Lo cantan -y eso es lo más sugerente- una multitud de jóvenes, incluso los de 12 y 11.
Uno de los paradigmas que se derritió es la idea de progreso, de avance permanente de la historia hacia algún lugar determinado. Los señores de Bersuit dicen
- » Veo al futuro repetir el pasado».
El avance puede dar la sensación de ir hacia atrás o hacia abajo. Abajo de la lona. El tiempo no para, pero no sabemos si eso significa progreso o regreso. (Y tal vez por eso muchos progresistas parezcan nostálgicos, casi regresistas.)
Otro gran modo de pensar la realidad, otro paradigma que se rompió, lo explica gráficamente Ignacio Ramonet con el ejemplo de un ícono moderno: el reloj. Ramonet dice que en el siglo XVIII se consideraba que el reloj era la máquina perfecta. Lograba relacionar tiempo y espacio. En el espacio de la esfera uno lograba comprender el tiempo. La máquina, en un espacio, hacía coincidir cada pieza y cada engranaje, para lograr casi una utopía: la exactitud. Cuando todo estaba bien, se decía que las cosas funcionaban como un reloj. El universo y la naturaleza podían ser explicados como supremos mecanismos de relojería.
A partir de esa idea, se consideró que el modelo mecánico se podía aplicar en cualquier circunstancia. Se construyeron sociedades sobre el modelo de una máquina: un conjunto de elementos que se complementan. Si sobran o faltan piezas, la máquina no funciona. A su vez, la máquina hace funcionar, le da lugar e integra a todos los elementos que la componen.
En estos momentos, ese modelo de pensamiento ha dejado de servir. Murió. Hoy sabemos que la máquina fue superada, en una pantalla líquida podemos ver la hora, mientras los viejos relojes, sus piezas y engranajes, son exhibidos en las ferias de antigüedades como eventuales adornos, y crece un número criminal de personas que van quedando -como esas piezas- marginadas de la maquinaria del trabajo, excluídas de un sistema para el que parecen -parecemos- no servir.
A la inversa, es válido calcular que en realidad lo que no funciona es ese modelo: no le sirve a las personas. Esa tensión es el principal conflicto político y social de esta época.
Lo que Ramonet no alcanza a decir sobre el perdido símbolo del reloj como explicación que lograba relacionar funcionamiento social, tiempo y espacio, es que la desorientación en tiempo y espacio es una de las definiciones de la locura. Y esta es, literalmente, una época enloquecedora para mucha gente.
En Inglaterra Anthony Giddens lo planteó explicando que las sociedades modernas padecen inseguridad ontológica. No se sabe si lo real es lo real, se pierden horizontes, hay confusión sobre el sentido de las cosas, de los acontecimientos, y sobre el sentido de la propia vida. El señor Giddens habla de Europa. Propongo invitarlo una temporada a la Argentina, si desea cursar un verdadero master de inseguridad ontológica.
Cuando cae un paradigma, aparece otro. Lo que reemplazó a la idea de la maquinaria social es la noción del mercado. Pero ya sabemos que el mercado no es como la relojería. Buscando imágenes, podría pensarse en una especie de centrifugado que expulsa a las personas.
O en una cárcel.
Podría plantearse incluso que nociones como «libertad» y «mercado», en términos prácticos resultan cada vez más incompatibles entre sí.
Todo esto entró en un nuevo vértigo en los últimos años y creo que en el caso argentino podemos considerarnos una avanzada de lo que se ve actualmente en el mundo.
En la Argentina desaparecieron personas: por eso existen las Madres de Plaza de Mayo. Pero desaparecieron también industrias, riquezas. Desaparece el trabajo. Desapareció el dinero que la gente había depositado en los bancos. Desaparecen derechos.
Y todo forma parte de la misma lógica, que fue revelada por primera vez por Rodolfo Walsh en su Carta Abierta a la Junta Militar, de marzo de 1977, un año después del golpe, pocos días antes de convertirse, él mismo, en una víctima.
Allí Walsh describió con claridad absoluta todas las atrocidades cometidas por los militares. Habló de los cementerios lacustres, las fosas comunes, los vuelos de la muerte. Habló de la tortura que definió como «absoluta, intemporal y metafísica» aplicada con la tecnología de la picana eléctrica, para machacar la sustancia humana.
Pero en aquella carta hay un párrafo dirigido a los militares que propongo releer:
- «Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada».
¿A qué se refería Walsh? Veamos: reducción salarial masiva, redistribución de ingresos y concentración brutal de la riqueza, desocupación récord, derrumbe del consumo, éxodo de profesionales por la «racionalización» de la economía, endeudamiento externo histórico, atrofia de todas las funciones creadoras y protectoras del Estado, obediencia ciega a las recetas del FMI, reinado de los monopolios y de lo que llamó «nueva oligarquía especuladora». Hay más: desnacionalización de la banca, dominio extranjero del ahorro interno y el crédito, premio a las empresas que estafaron al Estado.
Quiere decir que la Argentina está hace décadas en el «corralito» (o en la cárcel) de una economía perversa. Miseria planificada. Aquellas palabras son recuerdos del futuro.
Para Walsh el crimen mayor de los militares no eran las atrocidades cometidas hora a hora, sino el plan económico que fue, en muchos sentidos, una premonición de esa práctica llamada neoliberalismo.
Un mercado absoluto, intemporal y metafísico.
Un neoliberalismo de guerra.
Aquel proyecto económico que acompañó un cambio cualitativo en el capitalismo -de lo productivo a lo financiero- ha sido redondeado en los años 90 por sucesivos gobiernos, con los resultados que tenemos a la vista.
Apenas se estudian los números argentinos referidos a marginación social, empobrecimiento masivo de la población, desnutrición, falta de salud, falta de trabajo, ruptura del tejido social, destrucción del aparato productivo, emigración y demás, se tiene la sensación de estar ante un país que pasó una guerra. Una especie de guerra invisible, de la cual sólo vemos sus resultados.
La Argentina, en varios sentidos, está exactamente sintonizada con el neoliberallismo de guerra que se percibe en América Latina y en el mundo.
El simple ejercicio de mirar arbitrariamente las páginas de cualquier diario y ver nombres como Bush, Powell, Menem, Brinzoni, Rico, hacen que cualquier ciudadano previsor empiece a buscar la cotización de las trincheras.
Hay planes y movimientos de militarización en amplias zonas de América Latina. Y hay amenazas. El señor Bush, que perdió las elecciones en su país pero se quedó con la presidencia de un modo que nunca ha sido debidamente explicado, ha dicho:
- » Hasta ahora, la historia la escribieron otros, pero de ahora en más la escribiremos nosotros».
Los que quieran escribir su propia historia, están advertidos. El imperialismo, que solía ser una denuncia que muchos consideraban exagerada, ahora es asumido orgullosamente por el propio gobierno estadounidense como un destino.
Las imágenes son elocuentes: si las agencias de espionaje estadounidenses han intervenido y «pinchado» los teléfonos de las delegaciones diplomáticas de las Naciones Unidas; si hay listas negras de actores norteamericanos que se pronuncian contra la guerra; si hay pleno empleo en las fábricas de armas y también en las de ataúdes, de ahí en más ya se sabe -más o menos- qué es lo que puede esperarse.
Es absolutamente personal y simbólico, pero no puedo dejar de mencionar el escalofrío que me provocó observar que el enviado del Papa para disuadir de su psicopatía bélica a George Bush fue Pio Laghi, el mismo que aquí se encerraba a conversar con Jorge Videla, o jugaba al tenis con Eduardo Massera.
Neoliberalismo de guerra. En algunos casos, las armas como método ostensible de expansión y consolidación de un modelo económico que, obviamente, no funciona. En otros, un nivel de violencia y sometimiento que hace pensar que los enemigos del poder son las sociedades civiles.
La democracia, mientras tanto, no da señales de vida. El descreimiento en las clases dirigentes tiende al absoluto, se rompen los mecanismos de representación.
El miedo, la violencia y la marginación, ya se sabe, generan electoralmente el resurgimiento de opciones y nombres que los señores de Bersuit definen así en su canción: «Ellos sumergieron a un país entero, pues así se roba más dinero».
¿Por qué entonces tienen apoyo? La teoría de Bersuit: «Y tu cabeza está llena de ratas, compraste las acciones de esta farsa, y el tiempo no para».
Ratas en la cabeza en ciertos casos, el fracaso (o la complicidad) de la política tradicional en otros, y también el poder disuasivo del empobrecimiento y la represión: tal vez allí haya que buscar explicaciones para entender esta política que parece la película Sexto Sentido, con tantos sujetos que parecían muertos pero andan caminando de aquí para allá.
Pero este mapa es parcial. También existe todo lo otro: los movimientos sociales, las luchas de trabajadores desocupados, las fábricas recuperadas por los obreros, los experimentos de nuevas formas de producción y de propiedad, las asambleas barriales, las experiencias comunitarias, la solidaridad genuina, la invención de modos de vida para sobrellevar la crisis, la voluntad de hacer cosas. Y una capacidad de resistencia, que en determinados casos ha sido emblemática.
La Argentina se ha transformado en un centro al cual acuden muchos investigadores y estudiosos que intentan comprender las nuevas formas que puede asumir la lucha social. Y es un fuerte punto de referencia para los movimientos mundiales de resistencia, muchos de los cuales han asumido como propio un aporte local: el «que se vayan todos». El tiempo dirá si la Argentina es un punto de inflexión, un Muro de Berlín del neoliberalismo.
Hablar sobre estos temas, en la sede de las Madres de Plaza de Mayo, no es más que confirmar cierta genética de la resistencia. No lo digo para halagar el oído de mi anfitrionas, sino para mencionar un asunto técnico.
¿Qué pueden transmitir y producir grupos como Madres, en estos tiempos violentos? Tecnología de la resistencia, y de lucha. El manual de instrucciones.
Si actualmente existe miedo, las Madres demostraron cómo se lo podía enfrentar. Más que al miedo, al terror sistematizado, al terrorismo de Estado. Si el miedo paraliza, había que moverse. Si el miedo aisla, había que juntarse.
Las Madres también demostraron cómo se puede enfrentar la realidad cuando todos nuestros mecanismos de comprensión estallan. Alguna vez Nora Cortiñas me dijo, al hablar de lo que significaba la desaparición de un hijo: «No nos daba la cabeza para entender lo que pasaba». Era enloquecedor. Las llamaron las madres locas. Sin embargo demostraron que les daban la cabeza y el cuerpo para la acción. Escaparon de la locura. No dejaron de moverse, y cambiaron la historia.
Por eso tienen lo que los científicos llamarían el «know-how» de la resistencia. Cómo llevarla a cabo. El valor de la firmeza, y la perseverancia, que no poseen tantos de los que se dicen progresistas.
La capacidad de hacer mucho, aunque se hable poco.
La noción de que siempre se está construyendo, aunque no lo parezca.
La idea de que ningún avance es pequeño, porque todo lo que se hace es importante. Más allá de los resultados, la propia acción es un resultado, que Madres ha logrado dirigir en dos sentidos que hoy resultan centrales para entender a los nuevos movimientos sociales: conservar la autonomía, pero romper el aislamiento.
El rol de los organismos de derechos humanos es crucial, incluso para darle un sentido a una democracia genuina. Hubo muchos asesinados en estos años, y en estos meses. Los organismos tienen mucho que hacer en la medida en que no se pierdan de vista dos palabras: Nunca más. Pero su papel también puede ser decisivo en un momento en el que se tiende a hacer desaparecer los derechos de las personas.
Como decía Walsh, la peor violación a los derechos humanos es la miseria planificada.
Muchos movimientos sociales actúan aisladamente. Madres es una de las instituciones que pueden funcionar como un gran punto de referencia para establecer nexos, crear redes de emergencia y de conocimiento entre movimientos y organismos, pensando en la acción.
Estamos ante unos meses en los que se van a definir muchas cosas, en el país y en el mundo. La historia ya enseñó que la peor derrota, en estos casos, es resignarse a no hacer nada.
Cantan los Bersuit, y cantan multitudes de jóvenes: «Las noches de frío es mejor ni nacer. Las de calor se escoge matar o morir. Y así nos hacemos argentinos».
Matar o morir. En ese clima, habrá que pensar que la idea de apostar por la vida es mucho más que una metáfora o una frase bella. Es el principal programa de acción que tenemos por delante, mientras escuchamos a una generación que nos recuerda que el tiempo no para.
Nota
Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.
Por Claudia Acuña
Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.
Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.
Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.
A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Hasta lograrlo.
Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.
Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.
Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.
Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.
Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.
Quizá.
Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.
Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.
La presentación
Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.
Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.
Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».
El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.
Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

Nota
La Justicia esquiva la causa por el disparo a Pablo Grillo: “Hasta ahora no se investigó nada”

La recuperación de Pablo “es muy rápida” pero la investigación sobre su intento de asesinato, muy lenta, o directamente inexistente. Qué dijo el padre hoy frente al Hospital Ramos Mejía donde Pablo sigue pelando por su vida, aún en terapia intensiva pero con avances prometedores, y las abogadas del caso que presentaron ante la Justicia: primero Servini de Cubría y luego el candidateado a la Corte Ariel Lijo rechazaron la causa, y ahora se sortea en la Cámara Federal de Casación a qué juez le tocará investigar a quien le disparó y a sus superiores jerárquicos. Los dichos de Adorni en conferencia de hoy, y quién cortó el diálogo con la familia; las pruebas que se pidieron y las que se aportaron; y el texto de la presentación judicial en la que la familia pide ser querellante, con las pruebas que aportamos desde decenas de medios, fotoperiodistas y organizaciones sociales.
Por Francisco Pandolfi
Pablo Grillo todavía no está fuera de peligro, pero la mejoría día a día, paulatina y constante, le permite a la familia hablar ya no sólo de su estado de salud. Hasta hoy, el único foco era la supervivencia de este fotógrafo de 35 años impactado por una granada de gas lacrimógeno, fuera de toda legalidad, por las fuerzas de inseguridad comandadas por la ministra Patricia Bullrich.
La pérdida de masa encefálica y la fractura de cráneo con la que llegó de urgencia al Hospital Ramos Mejía –el miércoles 12 de marzo, cuando se desató la represión en la marcha por las paupérrimas condiciones en las que viven las y los jubilados–; la primera operación esa misma noche en la que se bajó la presión intracraneal y se le reconstruyó algo del tejido. Las pupilas que empiezan a reaccionar bien. La merma en la sedación. Los primeros movimientos – prematuros e inesperados por los propios médicos–. Otra operación por un derrame que es revertido a tiempo. La baja de los glóbulos blancos como síntoma de la baja en la infección. Y a solo una semana del disparo, Pablo abre los ojos. Y le sacan el respirador para ver cómo reacciona y lo hace agarrándole la mano a la mamá. Y por si fuera poco le susurra las palabras más hermosas a su papá: “Hola, viejo”.
Pablo continúa en terapia intensiva, en estado crítico, pero respondiendo bien neurológica y físicamente. “Es asombroso el nivel de avance que tuvo”, dice Fabián, su viejo, con los ojos emocionados e incrédulos por la mejoría impensada en tan poco tiempo. Esa sucesión de buenas noticias las que posibilitan a la familia convocar este viernes a una conferencia de prensa «para contar novedades en la causa judicial».
Primero, habla Fabián, su papá, sobre la salud de Pablo: “Las novedades son que está estable, por lo tanto es bueno. Está con los ojos abiertos y sigue sin respirador”.
Fabián lleva puesta una remera azul, con letras blancas que dicen: “Justicia por Pablo Grillo”. Se lo nota cansado, pero más distendido. Se ríe cuando cuenta: “Tengo un video con saludos de (Ricardo) Bochini, veremos si los médicos nos permiten que se lo pasemos. Si lo escucha al Bocha, va a volver a hablar seguro Pablo”. Mantiene los pies sobre la tierra: “Todavía la situación es grave: está en terapia y con riesgo de vida. Pero en ese marco todo lo que estuvo ocurriendo es favorable. A todos nos sorprendió su evolución. Incluso los médicos manifiestan que la evolución que está teniendo es asombrosa. Es muy rápida”.
Este jueves, el vocero presidencial Manuel Adorni dijo que el diálogo con la familia quedó roto desde que el padre de Pablo acusó a Bullrich de ser cómplice. Fabián le responde: “Nosotros no cortamos nada porque nunca existió el diálogo. Lo mío fue una respuesta a una declaración mentirosa de Bullrich, por tanto si es que alguien cortó el diálogo fueron ellos. Yo estoy dispuesto a escuchar, si alguien me llama”. Y agregó: “A esta altura no lo espero (ese llamado). Espero poco. Pero demostraría que tienen todavía un grado de humanidad”.
En relación a las mentiras de Bullrich sobre el trayecto del proyectil, expresó: “Me da vergüenza la forma en que fue acomodando la mentira. La va acomodando a medida que la realidad se lo desmiente, es hasta absurdo, burdo, grotesco: no sé que palabra utilizar”. Cuando le preguntaron si le diría algo al gendarme que, según los elementos reconstruidos hasta el momento, sería quien disparó (presuntamente, el cabo Guerrero), afirmó: “Personalmente no le diría nada. Sí lo vamos a decir de forma jurídica. El mejor diálogo que podemos tener con esta gente es en lo judicial”.
La causa, sin avances
Fabián estuvo acompañado por Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, y a Paula Litvachky, del CELS, organismos que patrocinarán legalmente a la familia, que este 21 de marzo se presentó ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº 1 para ser tenida en cuenta como querellante en la investigación judicial.
Lo más importante de la causa hasta ahora: desde el 12 de marzo “no se investigó nada y reclamamos que se empiece a investigar urgente”. Las abogadas cuentan el por qué: “La causa iniciada por la denuncia de la Procuvin (Procuraduría de Violencia Institucional) que dio inicio a la instrucción estaba presentada en el Juzgado 12 de Ariel Lijo, quien se la devolvió a la Jueza Servini de Cubría, que otra vez la rechazó. Ninguno de los dos quiere hacerse cargo de la investigación. Ahora irá a sorteo para definir quién la sigue. La Cámara Federal de Casación Penal tiene que resolver”. Agregan: “Hasta ahora el Ministerio de Seguridad dijo que no hará sumarios internos por el accionar de su Fuerza, lo que refleja el encubrimiento”.
La causa aún no tiene carátula porque no está radicada en ningún juzgado. La denuncia presentada es por tentativa de homicidio agravado, por abuso de autoridad e incumplimiento de funcionario público.
Dice Paula Litvachky, del CELS: “Es muy importante que la causa salga de este limbo judicial y se inicie el pedido de pruebas antes de que pase más tiempo”.
Dice Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos: “Esperamos que en estos primeros 9 días en los que no se hizo nada, no haya ninguna prueba que se haya destruido, modificado, alterado. Hay cámaras del Gobierno de la Ciudad que tienen un tiempo de duración determinado, o de negocios que también se van borrando y si no las pedís inmediatamente después ya no están. Es vergonzoso que un hecho así no lo esté investigando nadie”.
Las abogadas pidieron una serie de pruebas. Las más relevantes: “Quién dio las órdenes, cómo se manifestaron esas órdenes y cuáles fueron, antes y después del impacto; cuál fue el protocolo que se aplicó, quienes integraban el equipo donde estaba incluido el cabo Guerrero y qué órdenes se le impartió a ese grupo en particular; qué armas utilizaron”. También exigen que se lo llame a indagatoria a Guerrero. “Ya hay suficientes elementos para hacerlo”.
Completa Paula Litvachky: “Hicimos una presentación con los hechos, tenemos un montón de pruebas para que se reconstruya ese tramo del operativo de modo tal que se pueda tener la responsabilidad de quién disparó y de toda la cadena jerárquica”.
Concluyen ambas: “Las pruebas están. Nunca hubo tanto registro fotográfico y audiovisual. Necesitamos el acompañamiento social para empujar a que se haga justicia y que no quieran desviar el foco de la investigación”.
Nota
La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Traumatismo encéfalo craneano, herida cortante e irritación ocular: las heridas causadas a Beatriz Blanco (81 años) ya forman parte de una causa judicial que inició ella misma y también la Procuraduría de Violencia Institucional, y apunta contra dos efectivos que la gasearon y le pegaron, provocando su caída. También apunta a la responsable del operativo, la ministra Patricia Bullrich, que se desplegó el miércoles de manera feroz, pero que -plantea la denuncia- es parte de un “plan sistemático”. Beatriz fue golpeada a las 16:10, antes de los principales incidentes, mientras se manifestaba en una esquina: cómo fue el momento, según relata ella misma en la denuncia y cuenta su hija. Quién es esta jubilada que trabajó de todo. Cómo está: recuperándose, enojada y “con más fuerza que nunca”. La voz de una de sus hijas junto a quienes lucha por justicia, y paz.
Por Franco Ciancaglini.
La imagen de Beatriz Blanco cayendo en seco al suelo -tras ser gaseada y empujada por dos efectivos de la Policía Federal- dio la vuelta al mundo.
En el video se ve el fin de una secuencia más larga que inicia cuando la Policía Federal empuja de manera violenta a jubiladas y jubilados que se encontraban haciendo el clásico semaforazo de todos los miércoles en el Congreso.
“Ella lo que cuenta es que estaba con el grupo de jubilados, cortando Entre Ríos, para mostrar sus carteles. Y cuando el semáforo se pone verde se vuelven a la esquina. Y en ese momento vino la policía, apurando a todos los viejos a subirse a la vereda”.
La que habla es una de sus hijas, Paula.
El relato coincide con la temprana decisión de las fuerzas de abalanzarse sobre personas que hacen lo mismo todos los miércoles -un semaforazo, y luego una movilización que da la vuelta al Congreso-: Beatriz fue atacada a las 16:10.
Esta vez, por lo especial de la fecha, los Policías iban además con el gas apretado y el palo suelto. Cualquiera que estuvo en la manifestación pudo apreciar cómo apenas una persona se acercaba a los efectivos, o incluso estando a metros, sin hacer nada, podía ser gaseado. Incluso teniendo 81 años.

Los camiones hidrantes fueron parte de la cacería desatada. Foto: Lina Etchesuri.
El arma y la palabra
Beatriz Blanco no está afiliada a ninguna barrabrava ni milita en ningún partido político.
Es jubilada.
Trabajó toda su vida como empleada en cooperativa de fletes, empleada cuidando niños, costurera, y de casera hasta los últimos tiempos.
Tiene tres hijas.
Una de ellas, Paula Ippolito, cuenta que junto a su madre Beatriz y su hermana Paula suelen ir juntas a las marchas. “Esta vez fue sola porque justo yo estaba operada de la rodilla. Suele ir, no va todos los miércoles pero cuando puede va”.
Beatriz ya conocía a varios y por eso se acercó al grupo de jubilados que realiza los miércoles el semaforazo. Luego de que la empujaran a la vereda, se puso a hablarle a un cordón policial, una práctica habitual de jubilados anodados ante la violencia sin sentido que ejercen las fuerzas: “Ella siempre es de ir y hablar, de decir qué están haciendo, cómo no les da vergüenza; mi mamá siempre como que quiere hacer conciencia. Ella le debería estar gritando al policía que estaba de espaldas y lo toca con el bastón como diciendo ´mirame´. Ahí el chabón se da vuelta y le tira el spray, y el otro que le pega con el palo en la cabeza”.
Ese combo, que representa un ataque, de gaseo, empujón y golpe, hace que Beatriz pierda el equilibrio instantáneamente, y caiga al suelo.
La primera pregunta es cómo está: “Se está recuperando. Está en reposo, en observación por el golpe que recibió en la cabeza. Está con mucho dolor en todo el cuerpo, con un poco de inestabilidad, con el dolor en los ojos por el gas que le tiraron. Tiene los ojos muy hinchadas: le tiraron gas directo en la cara”.
Este dato del gas directo a sus ojos explica a la vez la pérdida del equilibrio, desechando por tierra las mentiras del Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que aseguró que se “cayó sola”. También el título de la empresa La Nación que habló de que la jubilada “atacó” a la policía previo a su “caída”: “Ella le tocó con su bastón para que se diera vuelta, para que la escucharan, no golpeó a nadie. Habría que mostrar los videos enteros donde la Policía increpa primero a los jubilados para que se suban a la vereda, con la agresividad que suelen tener”.

Beatriz Blanco, tras los gases recibidos y el golpe posterior. Foto: Lina Etchesuri.
El caso de Beatriz es uno de los dos -junto al del fotógrafo Pablo Grillo- denunciados por la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) ante la Cámara del Crimen. En esas denuncias a las que accedió lavaca, el organismo que se encarga de monitorear a las fuerzas -en estos tiempos, con menos entusiasmo- presenta como “pruebas” distintos recortes periodísticos alrededor del ataque a Beatriz. Y solicita a la justicia que requiera al Ministerio de Seguridad el personal policial afectado a los lugares de ambos ataques, así como los datos de la “sala de operaciones” a la que reportaban los agentes a cargo del operativo.
Por otro lado, la propia familia de Beatriz presentó una denuncia contra los dos agentes de la Policía Federal y contra la propia ministra Bullrich. Narra en su presentación lo mismo que refiere su hija en esta nota: “Siendo aproximadamente las 16:10 hs me encontraba en las inmediaciones de la esquina de las avenidas Entre Ríos y Rivadavia de esta ciudad (…) cuando fui rociada con una sustancia lacerante por un efectivo de la Policía Federal. Inmediatamente después, y también a manos de un efectivo de la PFA, recibí un golpe en la cabeza, con un elemento que creo se denomina ‘tonfa’, lo que provoca mi caída al piso”.
Tras el golpe, Beatriz fue derivada al Hospital Argerich, donde diagnosticaron lo producido por el ataque: traumatismo encáfalo craneano, herida cortante e irritación ocular.
Por eso, por un lado, reclama la identificación de los dos efectivos que la atacaron, plausibles de ser responsables de “delitos de lesiones leves” agravadas por tratarse de personal de la fuerza. Y por otro, califica a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich como “autora mediata” por ser responsable del operativo y algo más: la valiente presentación habla de que estos hechos son parte de un plan sistemático.

Una síntesis del plan sistemático. Foto: Juan Valeiro.
“Como en los momentos más aciagos de nuestra historia, desde el Poder Ejecutivo se ha montado un Programa de Miseria Planificada cuya consecuencia natural es la Protesta Social. Y sabido es que este tipo de políticas socioeconómicas sólo resultan aplicables cuando se pone a disposición de las mismas al aparato represor del Estado”.
Firma toda esta historia la propia Beatriz, acaso poniendo en contexto lo que representan los golpes que sufrió, su historia y el futuro por el que pelea junto a sus hijas. “Nosotras somos fieles a las marchas que son para los derechos del pueblo”, cuenta Paula, una de ellas. “No militamos en ningún partido político, siempre vamos independientes y solas”, aclara por si hiciera falta.
Paula habla siempre en plural femenino, pensando en su madre y su hermana. Desde ese lugar cuenta: “Nos están sacando todo. Nos están metiendo miedo para que no salgamos a las calles. Están imponiendo todo lo que quieren imponer. Siempre estamos atentas a todas las luchas. Esto va a por todos, no es solamente por los jubilados. A mi me han robado plata con la AFJP a pesar de que ya tengo 30 años de aportes. Estos vienen por todo, por todo lo que conquistamos”.
Junto a Natalia, las jóvenes militan tocando tambores en Batuka, uno de los conjuntos que lleva el ritmo a la calle y es la banda de sonido de la protesta social y la lucha. Hoy, del lado de la víctima, Paula asegura: “Estamos luchando para que esto no vuelva a suceder. Para que tengamos memoria y el pueblo no se duerma. No tenemos miedo. Ya la verdad que queda poco por perder”.
Esta lucha incluye, claro, a Beatriz: “Está más fuerte que nunca. Está enojada, muy enojada. Pero está fuerte para seguir la lucha”.
La lucha, ahora, es por justicia: “Solamente queremos que los responsables tengan justicia, sean los policías o la ministra de Seguridad: que la justicia trabaje a favor del pueblo. Y que no salga nadie más impune”.
¿Tenés esperanzas? “Y no. Pero hay que hacerlo igual: nos corresponde”.
La esperanza tal vez siga estando en la calle, mientras estas jóvenes sin contención psicológica ni asistencia estatal de ningún tipo enfrentan los golpes: “Estamos nosotras, las hijas, para cuidarla y para que se reponga de esto”.
¿Necesitan algo? “Sí: paz”.
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