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Síndrome sojero: China empezó a cuestionar los transgénicos

“Garantizar la seguridad absoluta del suministro de alimentos es una política firme de Estado. Sobre la cuestión masiva de la salud humana y la vida, no tenemos espacio para el ensayo y error” plantea el artículo.

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“Garantizar la seguridad absoluta del suministro de alimentos es una política firme de Estado. Sobre la cuestión masiva de la salud humana y la vida, no tenemos espacio para el ensayo y error” plantea el artículo Debemos enfrentar los daños causados ​​por la soja transgénica importada a 1.300 millones de chinos, escrito por el teniente general chino Mi Zhen-Yu, ex vicepresidente de la Academia de Ciencias y representante ante el Congreso Nacional del Pueblo. Los alcances del artículo son difíciles de predecir, incluso para las economías volcadas a un modelo de monocultivo de soja transgénica destinada a ese mercado que parece empezar a preguntarse por sus efectos.

Síndrome sojero: China empezó a cuestionar los transgénicos

El artículo con las declaraciones del militar chino Mi Zhen-Yu


Una secuencia de hechos es la siguiente:

  1. El artículo fue publicado el 25 de abril en Science & Technology Abstracts Newspaper, como se conoce en inglés a la publicación del Ministerio de Ciencia y Tecnología de China.
  2. A mediados de mayo se supo que el Ejército es ese país empezó a prohibir el suministro de alimentos transgénicos a sus soldados.
  3. En julio el propio Mi Zhen-Yu y otros militares, científicos y académicos chinos, participaron en un Foro internacional organizado por la Universidad de Yunnan en la ciudad de Beijing, junto a invitados de diversos países entre quienes se encontraban personalidades como Vandana Shiva (India), Irina Ermakova (bióloga, de la Academia de Ciencias de Rusia), Don Huber (Estados Unidos), Monika Krueger (Alemania), Stephanie Seneff (del MIT-Massachusett Institute of Technology) entre otros 30 invitados.

Entre los argentinos participó el médico Medardo Ávila Vázquez, de la Red Universitaria de Ambiente y Salud, quien explicó a lavaca: “Se nota un ambiente de preocupación porque están consumiendo masivamente alimentos provenientes de la soja con residuo de glifosato, y empezaron a aparecer casos de cáncer y malformaciones entre otras enfermedades”.

Síndrome sojero: China empezó a cuestionar los transgénicos

El foro de Seguridad Alimentaria y Agricultura Sustentable

¿Qué se está comiendo?

Mi Zhen-Yu participó en ese foro llamado Food Safety & Sustainable Agriculture (Seguridad Alimentaria y Agricultura Sustentable) realizado el 25 y 26 de julio en Beijing, junto al General de División Peng Guang-Qian, autor de Ocho cuestionamientos a los Alimentos Básicos modificados genéticamente.
El artículo escrito por Mi Zhen-Yu, editado también por la publicación del Foro, plantea el pasaje de China de exportadora a importadora de soja, a partir de 1994, con un volumen que en 2010 llegó a 50 millones de toneladas impoertadas y en 2012 a 63,38 millones. “Las semillas de soja GM (genéticamente modificadas, o transgénicas) importadas por China son principalmente las Roundup Ready (RR) de soja tolerantes al glifosato desarrolladas por la empresa transnacional Monsanto. Roundup es un herbcida patentado introducido por Monsanto en los años 70, que tiene especial afinidad con el Agente Naranja utilizado por el ejército estadounidense durante la guerra de Vietnam. La principal composición activa del Roundup es el glifosato, mezclado con surfactantes tóxicos, como el POEA”.
Explica luego que la fumigación con glifosato “no sólo causa una disminución grave de la composición de la nutrición en la soja RR debido a la falta de aminoácidos aromáticos, sino también hace que el glifosato penetre y se acumular dentro de las raíces, los tallos y las hojas de los cultivos, que no se pueden lavar y quitar. Los residuos de glifosato son difíciles de limpiar del cuerpo humano después de ser ingeridos con los alimentos con ingredientes transgénicos”.
Toma en cuenta un parámetro argentino: “En abril de 2013, Testbiotech, una institución alemana independiente, tomó muestras de soja RR cultivadas en Argentina para llevar a cabo la medición de los análisis de sus niveles de residuos de glifosato y encontró que el nivel de residuos de glifosato de 7 muestras, dentro de las 11 recogidas, superó 20 mg / kg , las más altas alcanzando 97,36 mg / kg”. O sea: sobre un piso ya alto de 20 miligramos, se encontró casi 5 veces más.
Mi Zhen Yu luego menciona trabajos de Anthony Samsel y Stephanie Seneff que “explican la relación causal entre la contaminación por glifosato y la diabetes , infertilidad, cáncer, desarrollo embrionario anormal, autismo, TDAH , enfermedad del hígado graso, enfermedades cardiovasculares, depresión , enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson, trombosis cerebral y hemorragia cerebral”.
Como las normas nacionales de China no se aplican a restricciones a los residuos de glifosato de la soja, el autor plantea que “hasta la fecha no hemos visto los informes oficiales de la medición en el nivel de residuos de glifosato de la soja GM importada”.
El artículo enumera más adelante datos sobre el deterioro del nivel de salud de la población china (malformaciones de recién nacidos, cáncer infantil en aumento, entre muchas otras menciones). “La salud nacional se ha deteriorado considerablemente en los últimos años . Aunque el clima, la contaminación del agua y otros factores también existen, el daño de la soja genéticamente modificada no se puede descartar. Garantizar la seguridad absoluta del suministro de alimentos es una política firme del Estado. Sobre la cuestión masiva de la salud humana y la vida, no tenemos espacio para el ensayo y error”.
Concluye: “Ahora es el momento de desmantelar la barrera de la información sobre los alimentos transgénicos Departamentos interesados ​​deben seriamente llevar a cabo investigaciones epidemiológicas, enfrentarse a la realidad, al control de los riesgos, llevar a cabo el principio de prioridad de la prevención, y adoptar medidas eficaces para garantizar la vida y la seguridad de la salud de las personas”.
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“Buscan información”

El foro chino sobre Seguridad Alimentaria y Agricultura Sustentable contó con la presencia de más de 300 miembros de diversas áreas gubernamentales e instituciones académicas de China. “Buscaban tener información directa de los actores sociales y científicos del tema para que les contáramos qué era lo que nosotros pudimos detectar y cuál es la evidencia que tenemos”, explica Medardo Ávila Vázquez a lavaca. La invitación les llegó a través de la Cancillería Argentina. El médico asegura que las autoridades chinas habían hecho traducir trabajos de la página web de la bían subido a la página web de la Red Universitaria de Ambiente y Salud.
“Es que en el área médica, los que más experiencia tenemos en impacto de agrotóxicos en humanos, somos nosotros en Argentina”, subraya. “Tenemos datos y un seguimiento de muchos años a través de la Red de Pueblos Fumigados con médicos que están en todas las provincias. Tenemos información clínica, que se suma a las investigaciones en laboratorios”.

Internas chinas

Ávila Vázquez precisa que la preocupación de los chinos se debe a que la soja forma parte de la dieta habitual de la población. Los porotos importados son industrializados y, con ellos, realizan concentrado de proteínas y aceite de soja, que es usado en la mayoría de las casas chinas debido a su bajo costo. “Y tienen residuos de glifosato”, dice. “Entonces están teniendo una epidemia de cáncer, y empiezan a aparecer las malformaciones. Ellos usan mucho los porotos para consumo humano. En Europa, la soja que vendemos se usa principalmente para forraje, pero en China termina yendo a la mesa de las familias”.
El teniente coronel Mi Zhen-yu menciona esto en su artículo. “El residuo de glifosato contenido en aceite de soja y en el polvo de proteína de soja procesada es incluido en las tres comidas diarias de la dieta china, penetrando continuamente en los cuerpos de la mayoría de los chinos, incluidos los niños de jardín de infantes, de primaria y de secundaria, universitarios y profesores, miembros del personal y los soldados del ejército chino, miembros del personal del Gobierno y otros consumidores”, escribe.
Ávila Vázquez expresa que hay un gran debate que se está dando en la sociedad china. “Hay encuestas de opinión donde el 75 por ciento está en contra de los transgénicos”, observa. “Tienen un problema muy grande porque ellos viven básicamente de arroz, y el arroz transgénico está prohibido. Pero, en junio, detectaron que había este tipo de arroz en dos provincias. Eso generó mucho debate, porque se está poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de lo que ellos mismos producen”.
Los cuestionamientos sociales, como pudo apreciarse en el Foro organizado por la Universidad de Yunnan, treparon hasta los despachos gubernamentales. “Hay algunas grietas dentro del Gobierno”, señala Ávila Vázquez. “El Ejército ya emitió una resolución ordenando a todas sus unidades proveerse de alimentos no transgénicos, pero a la vez el área de comercio exterior del Estado chino está muy vinculada a las empresas que comercializan los granos, y muy influenciada por Monsanto. Entonces aparecieron estos generales alertando sobre las consecuencias de estos productos para la salud humana”.

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El teniente general chino Mi Zhen-Yu, ex vicepresidente de la Academia de Ciencias

Contramarcha militar

El médico Ávila Vázquez señala otro antecedente asiático, ocurrido en Taiwan, que en 2013 comenzó a revisar los niveles de glifosato en la soja transgénica importada de Argentina, Brasil y otros países del mundo. Según consignó la agencia EFE, la decisión fue tomada por el subdirector de la Administración de Alimentos y Medicamenos, Tsai Shu-jen, tras la denuncia de un legislador que remarcó que los niveles de glifosato eran superiores a lo permitido en la normativa taiwanesa.
“Y la República Popular va por el mismo camino”, dice el médico argentino. “Los chinos no estaban midiendo los residuos. Uno de los reclamos que surge de este Foro es que van a empezar a medir la cantidad de pesticidas y, lo más probable, es que, cuando lo hagan, empiecen a cuestionar y quizás a devolver los embarques de soja que están excedidos en tóxicos. Y esto, obviamente, va a tener consecuencias porque nosotros estamos dentro de un sistema que, cada año, aplica más glifosato. Cuando empezaron con este sistema en 1996, acá se aplicaban tres litros de glifosato por hectárea. El año pasado aplicaron 12 litros”.
En mayo de este año, la página web de la oficina de granos de la ciudad de Xiangyang, en la provincia china de Hubei, anunció: “En años recientes, al desarrollarse continuamente el mercado de granos y aceite de China, ciertos granos y aceites productos de transgénesis han entrado al mercado chino. En vista de que no se han podido aclarar de manera satisfactoria las dudas sobre el efecto de los transgénicos para la salud, y de acuerdo con la petición del Departamento de Logística del Comando Militar de Guangzhou y el Centro de Suministros militares en granos y aceite, a partir de esta fecha sólo se permite a las estaciones militares de suministros comprar aceites y alimentos no-transgénicos a las empresas procesadoras designadas. Esto con el fin de asegurar la salud de los cuerpos militares de nuestra ciudad, por medio de garantizar la seguridad absoluta de sus alimentos y bebidas. Queda terminantemente prohibido suplir productos o aceite transgénicos a las unidades militares en sus áreas de administración”.

Mercado tóxico

Medardo Ávila Vázquez cuenta que, en su disertación durante el Foro de Beijing, explicó la lucha y el acampe que la localidad de Malvinas Argentinas, en Córdoba, mantiene contra la instalación de la planta que Monsanto, y la lucha de las Madres del Barrio Ituzaingó-Anexo, que se organizaron para reclamar por el impacto de los agroquímicos en la salud de las vecinas y los vecinos, que lograron llevar a juicio y a condena por homicidio a un productor y a un fumigador. Vandana Shiva se quedó con una de las camisetas del acampe.
“Hay formas de producir de otra manera. De hecho, en Europa están disminuyendo las tasas de uso de agrotóxicos porque los estados desalientan su uso”, apunta Ávila. “Pero, de repente, en Estados Unidos, Brasil y Argentina se promueve el uso y se oculta la peligrosidad de estos productos. Yo pienso que si los chinos empiezan a cuestionar este modelo, se van a poner de manifiesto los problemas que genera este mercado de agricultura tóxica. En muchas regiones se repiten estas luchas, que a su vez están convergiendo, y eso da la noción de que puede haber modificaciones. Desgraciadamente, lo más probable es que esas modificaciones en Argentina lleguen más rápido por problemas comerciales que por temas sanitarios o ecológicos, que son los que verdaderamente nos están impactando”.
Además del médico cordobés participaron en el Foro, por Argentina, Ana Broccoli, de la cátedra de Agricultura Familiar de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, y Miguel Ángel Fernández y Liliana Maldonado, de la Federación de Organizaciones de la Agricultura Familiar, junto a la doctora Judy Carman (de Australia, especialista en bioquímica nutricional y regulación metabólica, demostró en ratas la toxicidad de los trangénicos), la alemana Monika Krueger (denunció la presencia de glifosato en ciudadanos europeos, por la ingesta de alimentos con residuos del pesticida), o la norteamericana Stephanie Seneff (investigadora senior del MIT, que estudia el vínculo del Alzheimer y el autismo con la exposición a pesticidas).

Síndrome sojero: China empezó a cuestionar los transgénicos

Aviso de una ONG francesa presentado en el Foro

Desde otra perspectiva

La misma preocupación sobre las mutaciones de los chinos frente a los transgénicos parece reflejarse en el artículo de David Talbot “La investigación de transgénicos en China va más rápido que las aprobaciones” publicado en el MIT Tecnology Review, en el que se menciona el debate surgido por el permiso a experimentar con plantaciones de arroz transgénico: “Haber dado luz verde a estas nuevas variedades de arroz parece haber tocado un punto sensible de la opinión pública. Se han extendido los rumores en los foros de internet sobre los supuestos peligros medioambientales y para la salud de los alimentos transgénicos cultivados en el país, además de las inmensas importaciones de cereales transgénicos (hasta el punto de que los responsables militares de una provincia china prohibieron el uso de aceite de cocina con origen transgénico en la dieta de las tropas). ‘Necesitamos los transgénicos, pero por ahora nos enfrentamos a una importante oposición de la opinión pública en China.  Esto es un problema’, afirma el antiguo director del Instituto de Biotecnología dentro de la Academia China de Ciencias Agrícolas, Dafang Huang”.
Todo el artículo es una expresión de optimismo sobre el futuro de los transgénicos en China, lo cual muestra que la disputa está apenas comenzando y todavía es difícil determinar su alcance frente a una dinámica cotidiana y masiva centrada en productos transgénicos que empiezan a generar desconfianza. De allí la alarma de este tipo de medios por lo que perciben en la sociedad frente a los transgénicos: “Una reacción violenta, nacionalista y popular”.

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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