Nota
La Casona: moscato, pizza y autogestión
Luego de despidos, humillaciones y la posibilidad de que su fuente de trabajo cerrara y los dejara en la calle, los trabajadores de la mítica pizzería porteña La Casona tomaron el local y armaron una cooperativa. Enfrentaron a sus expatrones y a sus temores, y hoy están en plena batalla de recuperar la clientela expulsada por la anterior administración
Luego de despidos, humillaciones y la posibilidad de que su fuente de trabajo cerrara y los dejara en la calle, los trabajadores de la mítica pizzería porteña La Casona tomaron el local y armaron una cooperativa. Enfrentaron a sus expatrones y a sus temores, y hoy están en plena batalla de recuperar la clientela expulsada por la anterior administración.
Un mes antes de que le llegara el telegrama de despido, a Gustavo Correa, que le dicen Loro, los dueños lo habían castigado bajo la orden de quedarse parado en un sector de la pizzería, estático, sin realizar sus funciones diarias, sino atender cualquier cosa que sus patrones le exigieran. El reclamo que había provocado la reacción había sido considerado como una subversión: era encargado y un día dijo que no quería serlo más, que lo cambiaran de puesto y le aumentaran de sueldo, que había días que se quedaba hasta las 3 de la mañana y nunca vio un peso. Le respondieron que la plata ya iba a llegar, que se calmara, que lo necesitaban para las vacaciones.
Finalmente, lo cambiaron de lugar: lo dejaron parado al lado de la escalera. “Se reían, encima”, recuerda Correa. “¿Sabés la humillación que sentía?”.
La humillación se profundizó. “Un día me dan franco. Tenía el lunes. Trabajo el domingo, pero al día me llega el telegrama”, dice. Lo echaron. Había trabajado catorce años en La Casona, la pizzería ubicada en Corrientes y Maipú, pleno microcentro porteño. “Me había quedado un mes adentro; aguinaldo, vacaciones. No tenía un mango. Cuatro días a fideo y arroz hasta que conseguí algo en Once”, describe el Loro su media semana de desempleado. Pero no se quedó de brazos cruzados. Correa había trabajado en Los Chanchitos, La Mangiata y Soleada, restoranes que el año pasado fueron recuperados por sus trabajadores. Se comunicó con un amigo de Los Chanchitos, que lo comunicó con el presidente de la cooperativa que gestiona la parrilla, que lo comunicó con un contacto del Hotel Bauen, bastión de las empresas recuperadas en Argentina.
La conspiración se puso en marcha. Se sucedieron reuniones, charlas, debates. Había otros compañeros que habían pasado por su misma situación: ninguneos, humillaciones, despidos, deudas. Por si fuera poco, sabían que la empresa propietaria, New North S.A, estaban vaciando el local: habían sacado los aires acondicionado y desmantelado algunas oficinas.
La conclusión fue unánime: “Tomemos”.
Testaferros y castigos
“No sabía qué hacer, me estaba picando el estómago”, explica el Loro su decisión de llamar a su amigo de Los Chanchitos. “La pasamos mal, porque no teníamos plata, no teníamos recursos. Tenemos familia, chicos, todo; y estábamos mal con la patronal. Estaban sacando los aires, muchas cosas. Y nosotros, en la desesperación de quedarnos sin trabajo. Yo tengo 42 años. Hoy día buscar laburo es jodido: no hay”.
Daniel Fernández tiene cuatro hijos y hacía dos años que lo habían echado después de una década de trabajar en La Casona. “Nunca me pagaron nada”, dice. Era cajero y encargado de salón, y cuenta que las dueñas (Mabel de Angeli y María Rosa de Angeli, señalan los trabajadores) llegaron a tener otros cinco locales de comida en Mar del Plata, siempre con distintas razones sociales. “Era un teje y maneje con los temas legales”, señala. “Pero nunca figuraban como presidentes: siempre ponían testaferros”. No sólo eso: los trabajadores afirman que los dueños de New North S.A hacían firmar a los propios empleados como testaferros de sus empresas. “Para mantener tu continuidad laboral, firmabas”, comentan a lavaca. Incluso, remarcan, La Casona ha tenido que hacerse cargo de proveedores que los locales en la Costa no pagaban.
A Fernández también lo echaron por reclamar un aumento: “Es más, primero no me echaron: llegué y un encargado me dijo que me quedara parado acá (señala la escalera, la misma que señaló el Loro como su lugar de castigo) y sacá a los vendedores laburantes. No era mi laburo, pero lo hice. Al otro día me llegó el telegrama”.
Lo triste y lo alegre
Daniel Fernández recibió el llamado de sus compañeros y la propuesta de sumarse al proyecto de autogestionar La Casona. No dudó. Luego de su despido se había dedicado a vender libros. Cuando se enteró que a los empleados con mayor antigüedad también los habían echado, Fernández y sus compañeros supieron que la idea de sus patrones era cerrar la pizzería. “Cuando echaron a uno de los mozos, le dije: ´No te hagas drama, algo vamos a hacer. Ponemos una pochoclera, algún pancho. Algo de guita los fin de semanas vamos a sacar´”, pensaba, pero cuando los despidos alcanzaron al personal de mayor antigüedad, el miedo fue otro.
No conocía la experiencia de las fábricas recuperadas por sus trabajadores. Tras las reuniones en el Bauen, los despedidos y los que temían por el cierre de La Casona activaron el operativo. Llegaron al local, entraron, hablaron con los dueños y, maratónicamente, sin reacciones, les cedieron la llave de la pizzería. “La toma fue fácil: vinimos, estaba el encargado de turno que no se quiso quedar, dijimos que íbamos a tomar La Casona, armar una cooperativa y armarla nosotros, así no echábamos más a nadie y todos laburamos”, relata Fernández, como si se tratara de una decisión de todos los días. “Nos pusimos a llorar cuando nos dieron las llaves”.
-Lo vivieron como una conquista.
-En lo personal, sí. Los chicos nuevos por ahí no tanto, pero los más viejos lo sentimos. Nos rompieron el culo: todos nos fuimos con bronca de acá. Ahora hay que pedalearla. Estamos a veces sin dormir, pero si los chicos laburan como laburamos estos 10 días, no hay drama.
Fernández dice que sintió la toma como una conquista personal: volvía a la pizzería. “Yo di todo por la casa y me echaron. Estuve con psicólogo, con psiquiatra”, confiesa. “Me agarró una depresión. Si no fuera por mi señora, no sé qué habría pasado. Me bajoneó mucho. Y cuando los chicos me llamaron, dijimos que lo teníamos que hacer, porque, si no, La Casona iba a desaparecer”.
Deuda millonaria
“Como el procedimiento de recuperación se dio en feria judicial, pedimos habilitación e informamos al juzgado que la patronal se había retirado y que en defensa de los puestos de trabaja íbamos a continuar con la explotación”, explica Ataliva Dinani, abogado de los trabajadores y de la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo. “Los pasos siguientes son verificar los créditos de los trabajadores y pedir la compensación de las deudas laborales”.
Dinani sostiene que se abrió una instancia de negociación con los propietarios del inmueble, que no son los mismos que la patronal, para firmar un nuevo contrato a nombre de la cooperativa.
“El 80 por ciento de los trabajadores se quedó en la cooperativa. El 20 por ciento se fue con la propietaria, que estaría abriendo un nuevo local. La cooperativa no echó a nadie, sino que son trabajadores que eligieron seguir bajo relación de dependencia”, aclara el abogado
“La empresa tiene una deuda de AFIP gigantesca. Desde 2010 no pagaba ningún aporte ni contribución patronal. Tenía una deuda de aproximadamente un millón y medio de pesos en materia impositiva”, apunta, y destaca que New North S.A también tiene pedidos de quiebra por parte del Sindicato de Pasteleros.
Clientes recuperados
La Casona es un local enorme. Tiene capacidad para 500 cubiertos, y los trabajadores hoy reprochan que, a medida que los expatrones fueron degradando el lugar, la clientela mermó. “Hay que recuperar a esa gente para que sepan que estamos para laburar”, subraya el Loro Correa. Una de esas clientas es Ana Molina. Ya perdió la cuenta de cuántos hace que viene a La Casona. “Hace 18 años que vengo. No… ¡20!”, trata de recordar.
De todas maneras, no olvida el (mal)trato que vio que recibían los trabajadores. “A lo último los explotaban como basura, y no me gusta que los traten así, porque yo tengo empleados, y los trato bien”, dice Ana. “Estaban sin obra social, pero se la descontaban igual. Una vez un mozo perdió un dinero, como le puede pasar a cualquiera, y la dueña le dio para trabajar todo un sector: propina que le daban, propina que se apropiaba. Así estuvo dos semanas. Yo me fui, no lo pude soportar”.
Cuenta que estuvo dos años sin regresar al local. “Las personas que estaban me desagradaban”, explica. “Ahora funciona mucho mejor que cuando estaban los dueños anteriores”.
El cliente, dicen, siempre tiene la razón.
La Selección Pizzera
La toma fue el 25 de julio. A dos semanas, los trabajadores destacan hoy la importancia de haber recuperado y mantenido las fuentes de trabajo. “Somos más de 30 personas que trabajamos y nadie se quedó afuera”, dice, enorgullecido, Fernández. El Loro agrega: “Estos pibes laburan de memoria, no les podés decir nada: ya saben lo que tienen que hacer. Es lo mismo que decirle algo a la Selección Argentina: ¿qué podés decirle a Messi que haga? ¿Le podés decir algo? Nada. Acá crecimos juntos. Al que ahora es el presidente le digo: ´Los dos teníamos pelo largo´”.
Los trabajadores ya tuvieron sus retiros semanales y les explicaron la situación a los proveedores. “Arrancamos de cero”, expresan. A Cristian Sik, que hoy está en la caja, lo habían echado bajo la acusación de no rendir las mesas que había cobrado el día que Argentina enfrentó a Nigeria por la fase de grupos en el mundial de Brasil. “Era el mismo telegrama, exacto, que le habían mandado a otros compañeros. Lo mismo, una copia”, cuenta. “Al pizzero lo habían echado porque dijeron que le había pegado a un compañero. Todo inventado”.
Sik remarca que eso terminó. “Laburamos para nosotros, y lo primero es el cliente. Preferimos hacer el retiro más tarde, pero tener a todos los proveedores y el alquiler al día”.
Fernanda Juárez está trabajando como encargada de delivery, y cuenta que trabajó muchos años sin aportes ni obra social. “Los descuentos estaban, pero nunca recibí nada”, subraya. ¿Cómo vivió la experiencia de la toma y la posibilidad de autogestionar la pizzería? “Re nerviosa. Tengo a mi mamá de 80 años a cargo y a mi hijo de 2 años y medio. Y somos los tres solos. Me llamaron los chicos, y vine. No hay presión, somos todos compañeros. Acá siempre había un encargado nuevo que te quería poner los puntos. Hoy trabajás más tranquilo, ves en qué se gasta la plata, la ganancia, cuál es el ingreso“.
Y el Loro Correa define: “Estamos contentos. Nosotros queremos laburar nomás. Llevar el pan a nuestras casas, comer y mantener las fuentes de trabajo”.
¿Y vos quién sos?
El Loro recuerda el momento exacto cuando reclamó por un aumento, previo a su castigo y su posterior despido. Al no obtener respuesta, llegó a una conclusión: advirtió que se iba a limitar a trabajar lo que decía su recibo de sueldo. Eso desató la ira de las dueñas. El Loro evoca ese momento.
-¿Y vos quién carajo de creés que sos? –se acuerda que le espetó la contadora.
Su respuesta hoy le hace sacar una sonrisa.
-Míreme a los ojos, porque de esta cara se va a acordar toda la vida.
Correa, sentado al lado de la escalera donde lo habían castigado, dice: “Y se debe estar acordando, todavía. Mucha maldad hacia la gente tenían”.
A Correa, que hoy es secretario de la cooperativa, sus compañeros y amigos le hacen chistes: le dicen Don Loro.
Fotos de Lina Etchesuri
Nota
Mía: Cuando el arte abraza

Mía es una obra de teatro que podríamos encuadrar dentro del biodrama o autoficción. Y es mucho más: es grito, es abrazo y, también es un espejo. La actriz y médica psquiatra Mercedes Bertuzzi expone en escena su propia historia: una situación de violencia machista que sufrió por parte de una ex pareja. Este sábado 18 de marzo y en el marco del 8M, esta obra testimonial se presenta en MU Trinchera Boutique a las 21 hs, entradas a la gorra.
“Los primeros años, luego de salir, fueron de mucha confusión, angustia y mucha bronca. Escribir me permitía depositar esas emociones en el texto. El primer objetivo fue descargar. Siempre estuvo el deseo de poder denunciar a través de ese texto que iba escribiendo, pero no estaba segura de si iba a encontrarle la forma. En el proceso empecé a entrenar con Marina Otero, ella hace autoficción, y ahí algo se destrabó, la vi, vi la obra”, cuenta Mercedes. Al terminar de escribir el texto, tomó conciencia de que no era exclusivamente autorreferencial sino que involucraba la historia de muchas otras. Así tomó coraje para llevarla a la escena. “En cada función se me acercan decenas de mujeres emocionadas a abrazarme diciéndome ‘somos muchas’. Todas pasaron por una situación de violencia o acompañaron a otra mujer que la pasó. Siempre termino la función con ganas de gritar cada vez más fuerte el texto de esta obra. Siento que estoy entregando mi historia al colectivo y eso hace que ya no me pese, ya no lucho contra ella. Cada mujer que se identifica con la historia se la apropia un poquito y le va dando más cuerpo al personaje de Mía”.
Con sus herramientas artísticas, Mercedes logró una obra poética, sin golpes bajos, con ironía y momentos muy divertidos.
En una escena, dos niñas juegan a ser actrices, prueban vestuario y declaman en nombre del amor. Las palabras son extraídas de las típicas canciones románticas de cantantes famosos, las que hemos aprendido y cantado a lo largo de los años. “Para quienes fueron víctimas, no es fácil hablar. La violencia nos deja mudas, vacías, solas, no hay palabras que alcancen para explicar. El arte nos habilita un lenguaje a través del cual poder decir lo indecible, nos devuelve la voz, en la forma que cada una elija expresarse. Y para quienes son público, adentrarse a la temática desde una propuesta artística creo que les permite hacerlo sin tantas resistencias. Te permite escuchar con otra disponibilidad. El relato atravesado por la dramaturgia, la música, los cuerpos. Mantiene su fuerza y su crudeza, pero es amortiguado de ternura, poesía, risa. Y eso permite que hablemos de violencia con personas que quizás no se acercarían de otras formas”.

Cada vez que Mía fue presentada en distintos teatros —Mercedes quiere que la obra circule y abra a la reflexión— los comentarios de personas del publico se multiplican: “Presencié ese mismo diálogo”, “sentí exactamente eso”, “estuve en pareja con un tipo igual”. No solo es reparador para ella sino para muchas. “Romper el silencio es imprescindible. Me sigue sorprendiendo la cantidad de mujeres que se acercan después de la función a abrazarme emocionadas por haber ‘contado su historia’, estuvieron ahí mismo o acompañaron a otra. De todas las edades, todas las clases sociales. Es escalofriante, es triste. Pero es también esperanzador encontrarnos. Ya no nos estamos quedando calladas, estamos denunciando y estamos convencidas de cambiar esa realidad. El haber sido víctima de violencia ya no queda solo como una herida que duele y mejor callar y olvidar. Hoy somos víctimas enojadas, creativas y sobre todo, en red. Compartir Mía me abrió los ojos a eso… Es mi historia, es la de muchas otras y, por suerte, es parte de la historia que estamos modificando”.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143
Sábado 18 de marzo a las 21 hs
Actúan: Mercedes Bertuzzi, Juliana Gotta, Gonzalo Pungitore, María Tibi
Entradas “a la olla”.
Podés reservar en este link:
Nota
Punitivismo y feminismo en el caso de Lucía Pérez: una mirada sobre esa falsa dicotomía

La abogada trans Cristina Montserrat Hendrickse analiza por qué es falsa la dicotomía que pretenden instalar sectores que siempre trabajan para categorizar las divisiones del movimiento feminista. Así crean grietas sociales que les permiten alentar congresos, investigaciones y polémicas de las cuales viven.
Por Cristina Montserrat Hendrickse
Una corriente muy minoritaria de los feminismos entiende que reclamar la sanción penal del femicidio es una actitud punitivista.
Llegan a tal conclusión partiendo del concepto de que el castigo refuerza la violencia.
Evidentemente la idea de la que se parte es correcta, pero el error de la conclusión reside en asociar pena a castigo. En no distinguir la finalidad de la pena que impone nuestro Derecho de la triste realidad de castigo que significa la ejecución efectiva de las penas privativas de libertad.
Los feminismos en nuestro país se encuentran justificados jurídicamente en la Convención Contra Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) incorporada a nuestra Constitución en 1994; la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra La Mujer (Convención de Belem do Pará) que es un tratado internacional de jerarquía superior a las leyes; y las leyes nacionales y provinciales que reglamentan a estos tratados.
Nótese que la convención de Belem do Pará obliga a los Estados a “sancionar” la violencia de género, además de prevenirla y erradicarla. El marco jurídico “sancionatorio” por excelencia es el Derecho Penal.
De allí que en nuestro sistema de derecho pretender eludir o abolir la punición de la violencia de género resulta jurídicamente anticonvencional, y por tanto anticonstitucional.
No por ello se deja de valorar el aporte del antipunitivismo feminista en cuanto sostiene que el castigo refuerza la violencia. Pero el problema del antipunitivismo reside en cuestionar al sistema (de origen convencional interamericano) de sanción de la violencia de género, y no al sistema de castigo que en los hechos (y apartándose del Derecho) sucede con la aplicación de la pena.
En efecto, la finalidad esencial de las penas privativas de la libertad es la reforma y la readaptación social de los condenados (art. 5.6. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, también incorporada a nuestra Constitución en 1994), sin olvidar el mandato de que “…Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas…” (artículo 18 de la Constitución Nacional). De ambas reglas de jerarquía superior surge que la finalidad jurídica de las penas no es el castigo, como erradamente lo entiende cierta expresión del feminismo antipunitivista, sino la resocialización.
De allí que se impone una diferenciación entre “antipunitivismo” y “abolicionismo” que permita distinguir: si se pretende que la pena no se constituya en castigo sino como resocialización (antipunitivismo); o si se pretende abolir todo tipo de pena (abolicionismo penal).
La primera debería hacer foco en una reforma penitenciaria feminista, que lejos de reforzar el patriarcado lo deconstruya, no aboliendo las penas, sino modificando su ejecución a la finalidad que el impone el Derecho.
La segunda implicaría la abolición de todas las prisiones; y además, el desafío de construir respuestas ante los crímenes o lo que cada sociedad considera crímenes.
Evidentemente el castigo refuerza la violencia. Por lo que el mismo debe ser eliminado del sistema de ejecución penal, pero no el sistema de sanción; salvo que se sostenga el abolicionismo, teoría también respetable, pero que resulta anticonstitucional en nuestro sistema de Derecho, al menos en materia de violencia de género ya que la República Argentina se obligó ante la comunidad interamericana a sancionarla.
Toda decisión que se aparte de ese compromiso violentaría el sistema jurídico argentino y comprometería a nuestra Nación frente a la Comunidad Interamericana exponiéndonos a ser destinatarios de reclamos, cuando no de sentencias condenatorias, ante el sistema interamericano de Derechos Humanos.
En resumen: debatamos sobre las cárceles, no sobre las penas.
Cristina Montserrat Hendrickse
Nota
Pergamino: sentencia contra los agrotóxicos y triunfo de la comunidad frente a un intendente

La Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la distancia de 1.095 metros dentro de las cuales están prohibidas las fumigaciones terrestres con agrotóxicos, y de 3.000 metros para las aéreas. De ese modo denegó el recurso de amparo presentado por el intendente pro agronegocio de Pergamino, Javier Martínez. La denuncia original había sido presentada por Sabrina Ortiz (en la foto principal), vecina de Pergamino, que en su reclamo contra el envenenamiento cotidiano que sufrían ella, su familia y sus vecinos, y sin encontrar quien la defendiera legalmente, terminó recibiéndose de abogada para encarar sus propias causas. La sentencia de primera instancia había sido dictada por el juez del juzgado penal 2 de San Nicolás Carlos Villafuerte Ruzo.
Frente a la ratificación de la Corte dijo a Sabrina Ortiz a lavaca, entre otras cosas:
- “Se me vinieron a la mente un montón de recuerdos de personas que la pasaron muy mal, personas que ya no están incluso, que fueron víctimas de este modelo y que perdieron la vida por esta causa”.
- “Celebro por duplicado porque cada batalla que damos tenemos oponentes muy fuertes, corporaciones, intereses políticos, corrupción, sectores del agronegocio. Entonces, en parte estoy feliz porque aunque sabemos que la solución sería que sea agrotóxicos cero para todo el mundo, no sólo para esta región, podemos decir que es un pasito más que estamos dando hacia el buen vivir”.
Publicamos además la nota completa realizada en la revista MU.
Por Francisco Pandolfi

Un fallo de la Corte Suprema de Justicia ratificó la distancia de 1.095 metros de prohibición de fumigaciones terrestres y de 3.000 metros para las fumigaciones aéreas, denegando el recurso de amparo que había presentado nada menos que el intendente de Pergamino, Javier Martínez, pretendiendo fumigar en todas partes, pese a las denuncias sobre los efectos de los agrotóxicos en la comunidad, el suelo, el aire y el agua.
El fallo en primera instancia, apelado por Martínez, había sido del Juez Carlos Villafuerte Ruzo, titular del Juzgado Penal Número 2 de San Nicolás, en septiembre de 2019, como medida protectoria paliativa urgente frente a las masivas fumigaciones.

Quien realizó la denuncia original ante la justicia federal fue la activista ambiental y abogada Sabrina Ortiz, también víctima de los agrotóxicos. Ante este fallo de la Corte Suprema de la Nación, explica a lavaca: “Esperábamos la resolución desde hace bastante tiempo, con muchas expectativas, pese que los últimos fallos que ha tenido la Corte en materia ambiental no han sido para nada alentadores. Sin embargo, para nosotros era casi seguro que iba a fallar a favor. Se me vinieron un montón de situaciones a la cabeza, sobre todo por cómo comenzó esta causa, por la salud de mis hijos, por las afectaciones que tuvieron, con las afectaciones que tuve en mi cuerpo; se me vinieron a la mente un montón de recuerdos de personas que la pasaron muy mal, personas que ya no están incluso, que fueron víctimas de este modelo y que perdieron la vida por esta causa. Fueron recuerdos muy tristes, muy angustiantes, dolorosos, del vivir cotidiano, de hecho todavía están en controles mis hijos y hay un montón de gente que la sigue sufriendo”.

Relata también con asombro: “Me da mucho dolor, que sea el propio municipio el que intenta ir en contra de la salud de las personas. Me da mucha impotencia que el intendente Javier Martínez sea quien quiere que nos fumiguen en la cabeza. Al mismo tiempo, celebro por duplicado porque cada batalla que damos tenemos oponentes muy fuertes, corporaciones, intereses políticos, corrupción, sectores del agronegocio. Entonces, en parte estoy feliz porque aunque sabemos que la solución sería que sea agrotóxicos cero para todo el mundo, no sólo para esta región, podemos decir que es un pasito más que estamos dando hacia el buen vivir”.
Aquí, el viaje, la investigación y la nota completa sobre la situación en Pergamino publicada en la revista MU: La capital del veneno.
https://lavaca.org/mu163/mu-en-pergamino-la-capital-del-veneno/

-
MU180Hace 1 semana
La exaltación presidencial: Agrotóxicos en Exaltación de la Cruz
-
NotaHace 2 semanas
La guerra y la paz: una mirada sobre las películas que se disputan el Oscar a mejor film extranjero
-
MU180Hace 1 semana
Elogio de la locura: Agroecología y biodinámica en Mendoza
-
MU180Hace 1 semana
Mecha Corta
-
NotaHace 1 semana
Teatro Sanitario de Operaciones: Ser parte de la escena
-
MU180Hace 1 semana
Historias autogestivas: Nuevo libro de AReCIA
-
NotaHace 1 semana
Atanor contamina: El Juzgado Penal de San Nicolás confirma lo denunciado por las y los vecinos y advierte sobre la falta de control
-
MU180Hace 1 semana
La Sirena: Sofía Dieguez, cantante y actriz