Nota
Teoría sobre el sismo: los desafíos urgentes del movimiento feminista
En nombre del feminismo se escriben y dicen muchas cosas, pero este texto de María Galindo no es uno más porque está construido desde el sudor de la batalla cotidiana contra el fascismo golpista y la carcajada irreverente que hace arder miedos y mandatos. De todos los feminismos posibles, este es el de la creación de futuros posibles, otros, diferentes, y por lo tanto, su horizonte es la utopía, lo imposible, lo que no hay: vidas sin violencias ni miserias, alegría y abrazo. De todos los feminismo posibles, este es el que propone construir ese futuro a partir de un pacto ético y no ideológico, es decir, unirse por las formas de hacer y en el hacer. Así lo explica Galindo en un momento muy oportuno y en una fecha clave para pensarnos.

Escribo desde Bolivia, un país donde la materia prima principal es la dulzura, donde el recurso renovable estructurante de la vida es la esperanza, un país que está hoy atravesando de nuevo un sendero turbio, incierto, sembrado de manipulaciones gigantescas, de miedos y de sangre. Nuestro feminismo, mi feminismo, es el pequeño banquito que me ha servido para apoyarme y descansar luego de interminables jornadas de lucha. El feminismo es el micrófono que me ha servido para gritar alto y fuerte. Son los códigos que me han servido para descrifar las trampas y no caer en ellas.
Es el feminismo que me ha permitido no ceder a una visión polarizante, binaria, simplificadora y fascistizante de la situación que vive el país.
Es por eso que ese feminismo desde el que hablo es un tesoro político, una carta de esperanza, un lugar donde seguir construyendo y habitando libertad frente a un panorama fascistizante que no halla salida social a un callejón oscuro, donde los heroísmos masculinos vuelven a hacer de la historia su escenario de exhibición.
El feminismo como alianza ética
Todos los movimientos políticos en la Historia han tenido que confrontarse con el desacuerdo, mucho más si son movimientos que se han masificado. En el caso del feminismo -y partiendo de que no hay un feminismo sino muchos feminismos con diferentes visiones, diferentes practicas políticas, diferentes composiciones sociales, con diferentes formas de concebir el propio feminismo- el desacuerdo es una constante, sino inclusive su mayor potencia política. No estamos de acuerdo, no pensamos igual y, sin embargo, confluimos en eso que se llama feminismo y cuya definición y límite no es propiedad de nadie. Esa es la potencia mayor y, al mismo tiempo, aparentemente su debilidad mayor.
Feminismo es la palabra que nos envuelve y acoge políticamente, pero cuyos límites estan diluidos y cuyas raíces son múltiples.
La idea de que hay una sola verdad y de que toda verdad se expresa en antagonismos basados en la lógica formal de que lo positivo para ser tal es contrario a lo negativo, lo negro a lo blanco, lo bueno a lo malo, nos instala en una lógica binaria donde la complejidad múltiple no es posible, es incorrecta e indeseable. Donde no es posible que convivan no solo tres sino 5 ó 55 posibilidades y combinaciones de todo.
Esa idea única, monolítica, esencialista y que es “propiedad de Dios”, es fundante del patriarcado mismo, de la forma de gobierno, de la concepción misma de la lucha social como la imposición de una única verdad posible que debe ser hegemónica.
Es urgente cuestionarnos esa visión al interior mismo de los feminismos y plasmar otras formas de discusión y de construcción política.
En ese contexto les propongo el desafío de comprender los feminismos no como una alianza ideológica donde el acuerdo sea el punto de cohesión al que necesariamente tengamos que llegar, sino como alianzas éticas donde lo que pongamos en discusión sean las bases de construcción y no las visiones ideológicas. No pongamos en discusión cómo entendemos el feminismo sino cuáles son las prácticas políticas que lo sustentan. Eso traslada la discusión exactamente a las formas como construimos feminismos.
Lo que les propongo es, ni más ni menos, cambiar de matriz de discusión del qué al cómo, no para sustituir un único contenido por un único modo, sino porque si el modo único de pensar está introyectado, el modo único de hacer es siempre inevitablemente múltiple y diverso. En el modo de hacer hay siempre muchas posibilidades, múltiples recetas, infinitas combinaciones.
Este traslado de la discusión feminista de lo ideológico a lo ético nos colocará la discusión en temas tan urgentes como la relación con el Estado, la relación con la ley, la relación con las grandes corporaciones, en lugar de buscar a la fuerza alguna esencia ideológica. No nos vamos a poner de acuerdo, no tenemos por qué hacerlo, ni mucho menos no tenemos por qué llegar a discusiones altamente destructivas que se repiten cíclicamente.
Para aterrizar voy a adentrarme en una de las cuestiones aparentemente más álgidas y dentro de la cual tengo ademas posición tomada: la cuestión abolicionismo vs. trabajo sexual o regulacionismo. Son discusiones que se reeditan en el tiempo sin lograr evolución alguna, donde las posiciones se defienden con beligerancia y sentido de verdad absoluta. Tengo posición tomada al respecto: soy co autora del libro Ninguna Mujer Nace Para Puta, conozco la historia real de Sonia Sánchez y no la que inventa para sus financiadores y la prensa sensacionalista; el libro mismo me ha sido robado porque mi co autoría ha sido borrada de la discusión porque resulto un personaje incómodo y porque no le sirvo al abolicionismo. Bien, tomando esa discusión como ejemplo: ¿qué pasa si decidimos no ponernos de acuerdo? ¿Qué pasa si decidimos que no hay dos posiciones, sino muchas posiciones distintas al interior del universo de la prostitución como situación y como trabajo? ¿Que pasa si decidimos no jugar a Dios y no definir cuál posición es correcta y cuál no? ¿Qué pasa si en lugar de que una mujer hable a nombre de todas nos preguntamos por la construcción de espacios donde muchas mujeres desde la explotación sexual hablen desde sí mismas? Lo dejo ahí como desafío.
Lo cierto es que el antagonismo ideológico no es ni más ni menos que aceptar una simplificación de la cuestión que no sirve sino para inflar el ego o la billetera de unas o de otras, pero no para transformar nada.
La confluencia feminista
¿Cómo constuir una confluencia feminista entonces? ¿Cómo construir un punto de cohesión, de contención? ¿Cómo construir eso que nos resuene a todas? Pienso en la performance de Las Tesis, que nos resonó en los corazones y sin discusión alguna nos pusimos a contemplar, ensayar, viralizar y sentir como representativo de todas.
El desacuerdo enriquece, la deformidad/no uniformidad de los feminismos enriquece,pero necesitamos un punto de confluencia, un hilo que nos conecte como movimiento planetario. Un hilo que nos permita leernos y reconocernos unas a otras y otras sin perder las diferencias, sin reducir las diferencias a una sola matriz, ni a una sola posibilidad. Necesitamos un punto de confluencia que nos sirva de espejo y que represente lo que yo llamo un sentido de época para nosotras y todas nuestras luchas. Un sentido de época utópico, largo, ancho, contenedor, revolvedor, provocativo, seductor, sedicioso, sediento.
Un sentido de época que no minimice, ni relativice lucha alguna, que no sienta hegemonía temática ninguna, que no implique señalamiento de vanguardia.
Ni la igualdad hombre-mujer, ni los denominados derechos de las mujeres funcionan como tales porque ambos han sido deglutidos por el sistema, por el capitalismo, por el neoliberalismo, por la lavadora de la Historia que los ha convertido en retórica desechable para uso conveniente del utilitario de turno.
Permítanme decirles que la DESPATRIARCALIZACIÓN es esa palabra que puede englobar, cohesionar, abrir un nuevo sentido de época, marcarse como utopía general, como utopía en la que bordar contenidos, como sentido colectivo en el que inscribir prácticas y saberes. Despatriarcar, en su forma de verbo, es lo que queremos hacer y hacemos las feministas con la familia, con la tierra, con la comida, con el trabajo, con el arte, con la vida cotidiana, con el espacio, con la salud, con el sexo. Lo nuestro no es un proyecto de derechos: es un proyecto de transformación de estructuras y la despatriarcalización como horizonte de época refleja precisamente eso. Es una gran puerta donde caben caóticamente todas nuestras luchas.
La despatriarcalización nos ubica, además como movimiento sediento insaciable que no se lo puede devorar ninguna conquista, ningún gobierno.
El feminismo intuitivo vrs. el academicismo
Esta es otra de las contradicciones presentes al interior del movimiento: un feminismo académico con teóricas salidas de las universidades y que construyen y manejan un discurso feminista académico, academicista en muchos casos, y que se presenta como el nucleo teórico del feminismo. Un feminismo que básicamente ha anclado su pensamiento en un feminismo eurocentrado, del cual este núcleo es agencia importadora de discusiones y que se alimenta de la legitimación de la academia en los centros del Norte, frente a un supuesto feminismo “sin discurso propio” que vendría a ser el feminismo de la movilización y de la calle, que parece no tener otra alternativa que consumir ese feminismo académico.
Lo que planteo es que ese feminismo de la calle tiene nombre y se llama “feminismo intuitivo”. No responde a una instrucción ideológica y no responde a una lectura académica, sino que responde a una decisión existencial y a una lectura directa y vivencial de su cuerpo, de la calle, del cuerpo de su madre, de su tierra, del barrio, de la cárcel, de los juzgados, del desempleo.
No es un feminismo carente de discurso, sino un feminismo cuyas protagonistas son voces silenciadas sin foro, ni micrófono. Es el feminismo intuitivo que está llenando las marchas, las asambleas. Es el feminismo intuitivo que está desestabilizando al patriarcado.
Ese feminismo intuitivo necesita escucharse a sí mismo. Necesita foros deliberativos para conectarse como cuerpo actuante. No necesita foros de expertas a quienes ir a escuchar, sino que necesita foros de otorgación de reconocimiento y escucha horizontal. Eso son lo que desde Bolivia hemos llamado Parlamentos de Mujeres: la capacidad de escucharnos sin representación y búsqueda de acuerdo, sino construyendo colectivamente un mosaico complejo de visiones diferentes que se integran por su complejidad. El Parlamento de las Mujeres construido desde el feminismo es hoy en Bolivia el único lugar deliberativo, el único lugar social abierto y transparente que el poder no sólo no puede controlar, sino que tampoco puede siquiera entender.
Las alianzas éticas no ideológicas nos empujan a repensar alianzas no explicitadas que son las que hoy circulan sin ser discutidas.
Estas alianzas son:
- Las alianzas identitarias cuando hablamos, por ejemplo, de un feminismo indígena cuyo sentido de confluencia es una supuesta esencia indígena anti blanca.
- Las alianzas generacionales que terminan o instalando una mirada gerontocrática sobre las jóvenes, o a la inversa un rechazo generacional por las mujeres jóvenes hacia las mayores.
- Las alianzas victimistas construidas en torno del dolor como lugar de enunciación política y que repiten una y otra y otra vez el mismo discurso, son las alianzas que funcionan por ejemplo unicamente en torno del femincidio, el acoso o la violación, pero no funcionan en torno de otros horizontes o no repiensan esos mismos lugares no desde la victimizacion sino desde la rebeldía.
- Las alianzas territoriales que no se conectan más allá de un contexto geográfico.
Todas estas alianzas pueden ser legítimas, pueden ser espontáneas, pueden ser coyunturales. La pregunta es si son subversivas, si nos permiten repensar los feminismos y construir nuevos lenguajes.
El desafío
El feminismo nunca debería convertirse en un singular, sino mantener una estructura plural que le da su marco infinito de acción.
El feminismo no debiera destruirse en discusiones ideológicas en las que participan unas pocas voceras, pero que rompen y fragmentan la posibilidad de confluir.
El feminismo no debiera ser devorado ni por un gobierno, ni por un partido, ni por una consigna, ni por la oferta de un derecho ni por una corporación y para que eso no pase debiera construir un punto de confluencia anti sistemo, utopico e insaciable.
El desafio frente al cual estamos paradas es el de la privatización de la política y la necesidad de inventar otros marcos, por tanto no deberíamos actuar como restauradoras de los viejos marcos, sino dejarlos caer.
El desafio frente al cual estamos paradas es el del fascismo que viene directamente destruir el espacio abierto por nuestras libertades, rebeldías, irreverencias. No necesitamos buscar un salvador o salvadora, héroe o caudillo que nos proteja, sino que necesitamos multiplicar a tal escala esas rebeliones para que precisamente ese fascismo fundamentalista no logre hacer nada.
El desafío frente al cual estamos paradas es el de convertirnos en una máquina de producción de justicia feminista, pasar del colapso en el que hemos dejado a los sistemas de justicia estatales a la producción de justicia feminista.
El desafío frente al cual estamos paradas es el de producir nuevos sentidos y formular infinitas utopías para colocarnos dos pasos por delante de la amargura, de la cooptación, de la repetición.
Dejar de hablar de derechos y empezar a hablar de utopías.
Dejar de hablar de inclusión y pasar a hablar de revolución.
Dejar de hablar de feminización y pasar a hablar de despatriarcalización.
Nota
La Ley del Cáncer: avanza un proyecto que permite fumigaciones con agrotóxicos a 10 metros de viviendas

Una Ley Nacional que proviene del sector del agronegocio avanza en la Cámara de Diputados, impulsada por la UCR y la Coalición Cívica. Se trata de la norma que regula, entre otras cosas, la aplicación de agrotóxicos. El punto clave de este proyecto legislativo figura en el artículo 9, donde se establecen distancias mínimas para fumigar desde los 10 metros para aplicaciones terrestres y con drones, y 45 metros para aplicaciones aéreas. La primera reunión informativa contó solo con oradores promotores de la iniciativa y solo dos voces críticas; crónica de esa reunión y la opinión del médico Damián Verzeñassi, la enfermera del Garrahan Meche Méndez, el abogado Marcos Filardi y Sabrina Ortíz, vecina fumigada y abogada que acaba de presentar un escrito para convocar a audiencias públicas y foros de debate para evitar que se apruebe esta Ley que prioriza el negocio a la salud social y medioambiental. FRANCISCO PANDOLFI
Esta semana se presentó en la Cámara de Diputados el proyecto de ley nacional “de presupuestos mínimos de protección ambiental para la aplicación de productos fitosanitarios”. Es decir, de agrotóxicos.
El proyecto fue escrito por la Red de Buenas Prácticas Agrícolas, integrada por más de 80 instituciones públicas y privadas vinculadas con el agronegocio, y dentro del recinto encabezan la iniciativa los diputados Atilio Benedetti (UCR – Entre Ríos), presidente de la Comisión de Agricultura en la Cámara de Diputados, y Maximiliano Ferraro (Coalición Cívica). La nueva norma ya cuenta con el acompañamiento de 32 legisladores, entre un abanico variopinto que engloba a La Libertad Avanza, Unión por la Patria, UCR, PRO, Coalición Cívica, Encuentro Federal, entre otros partidos.
El punto clave de este proyecto legislativo figura en el artículo 9, donde se establecen distancias mínimas para fumigar desde los 10 metros para aplicaciones terrestres y con drones, y 45 metros para aplicaciones aéreas.

Exposiciones sin consenso
El martes pasado se llevó a cabo una primera reunión informativa en la cual las y los oradores sólo fueron personas, organismos y corporaciones a favor de la iniciativa.
En la comisión conjunta realizada entre Agricultura y Ganadería y Recursos Naturales y Conservación de Ambiente Humano hubo entidades gubernamentales, de productores, de ingenieros agrónomos, de acopiadores, de empresas de tecnología agropecuaria y ONG a favor de la ley. Maximiliano Ferraro expresó que “el proyecto no tiene una mirada sectorial”. Y que “nace de un diálogo. Un diálogo y consenso, que podemos ampliar”.
Sin embargo, se dijo, no hubo invitaciones a voces disonantes.
Las únicas dos ponencias que no se alinearon al lobby de la producción con plaguicidas fueron el diputado Juan Carlos Giordano (Izquierda Socialista – FIT Unidad) y su par Blanca Osuna (Unión por la Patria). Dijo Giordano: “Deben darle espacio a quienes estamos en contra de esta ley. Hay una lista de un montón de organizaciones que quieren venir a exponer las barbaridades que ocurren por el uso de agrotóxicos. Fumigar a 10 metros de ninguna manera puede ser una buena práctica agropecuaria”. Dijo Osuna: “Es indispensable escuchar voces de otros sectores, estamos en falta si no. Los expertos científicos deben estar acá, están ausentes en este proyecto. Primero debe estar la salud, luego la producción”.
La evidencia del modelo
Tras el encuentro del martes, distintos actores se manifestaron en contra del proyecto. Damián Verzeñassi es médico generalista y es el director del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario, desde donde se hicieron desde 2010 a 2019 más de 40 campamentos sanitarios en diversos pueblos de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba para relevar puerta a puerta la situación de la salud en localidades fumigadas. ¿Qué demostraron esos resultados? Que en las comunidades rurales se multiplicaban los trastornos endócrinos, los abortos espontáneos, las malformaciones y el cáncer. Opina Damián: “Si se aprueba esta ley permitiría que se fumigue a 10 metros con productos que pueden generar cáncer de mama, cáncer de tiroides, alteraciones endocrinas en las glándulas, disminución de la capacidad de nuestro sistema inmunológico de defendernos. Por ejemplo, el herbicida atrazina está prohibido en 37 países, pero en Argentina está autorizada. Este tipo de cosas avala la ley que quieren aprobar”.
Sin embargo, el diputado por la Libertad Avanza Pablo Ansaloni, que proviene de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) dijo en la reunión informativa: “Desde nuestra actividad, que la vengo ejerciendo durante 30 años, manipulamos el cereal y estamos en contacto todos los días con el fitosanitario. Podemos dar fe que no tenemos ningún enfermo”.
Meche Méndez es enfermera de Cuidados Paliativos del Hospital Garrahan y desde hace años viene dando una pelea (casi en soledad) para que exista una historia clínica ambiental que pueda demostrar la relación de los agrotóxicos con las enfermedades. Le dice a lavaca: “El sistema de salud sigue sin considerar el daño, en muchos casos irreparable, que los tóxicos utilizados desde hace décadas en el modelo extractivo están produciendo en el ambiente, los territorios y por ende en los cuerpos de quienes los habitamos, atendiendo los síntomas y/o la enfermedad una vez producida, pero sin asociarlo cómo posibles causa”.
Sobre el proyecto de ley, analiza Méndez: “Sólo puedo compartir mi absoluto rechazo. Ya está comprobadísimo por la ciencia sin conflicto de interés que la deriva (movimiento de plaguicidas en el aire) no tiene control, que los venenos enferman y matan. Necesitamos medidas aún más protectoras de las que tenemos actualmente y sobre todo dejar de usar esos tóxicos. Hago un llamado urgente a los profesionales de la salud, a las sociedades científicas supuestamente comprometidas con la salud y el ambiente a que se expidan y rechacen esta posibilidad criminal de echar venenos a 10 metros”. Remata: “Se sabe que produce cáncer, malformaciones, daños genéticos, un montón de enfermedades y síntomas. Esto no puede salir de la Cámara de Diputados”.
María Luisa Chomiak, de Chaco, es la única diputada de Unión por la Patria que acompañó con su firma este proyecto. Argumentó: “Lo suscribí porque se necesita tener esta discusión. Toda iniciativa es perfectible y no hay nada más importante que la salud. Si se prioriza esto, celebro que estemos discutiendo este tema”. Sin embargo, en el proyecto no figura que la reducción de las distancias va en sentido contrario al principio de «no regresión en materia ambiental» que establece la Ley General de Ambiente y tratados internacionales como el Acuerdo de Escazú. Ni tampoco informa las pruebas científicas ya demostradas sobre la consecuencia de los plaguicidas: desde los efectos letales del glifosato en embriones anfibios, constatado por el ex titular del Conicet Andrés Carrasco, hasta los estudios de Delia Aiassa en la Universidad de Río Cuarto sobre daño genético, que comprobaron el riesgo aumentado de contraer cáncer. A partir de estas investigaciones hubo fallos judiciales en distintos puntos del país prohibiendo las fumigaciones terrestres a menos de 1.095 metros y las aéreas a menos de 3.000.
Antecedentes que enferman
Una de esas localidades es Pergamino, al norte de la provincia de Buenos Aires. Allí vive Sabrina Ortiz, una de las tantas personas que se enfermó por agrotóxicos. Perdió un embarazo de casi 6 meses y tuvo dos ACV. Sabrina tiene una particularidad notable: como no encontraba abogados que la defendieran, estudió Derecho y se recibió. Fue amenazada; le mataron a su perro como amedrentamiento. Después de años de denuncias y estudios científicos, la Justicia federal confirmó que el 3 de diciembre de 2025 comenzará el juicio oral contra tres productores agroindustriales por delitos de contaminación ambiental, según la Ley de Residuos Peligrosos (N° 24.051). En la causa se documentaron daños a la salud vinculados a la exposición crónica a sustancias como glifosato, atrazina y clorpirifós.
Sabrina, junto a varios colegas, acaba de presentar un escrito colectivo de abogadas y abogados de Pueblos Fumigados en donde solicitaron a las presidencias de las comisiones de Agricultura y Ganadería y de Recursos Naturales de la Cámara de Diputados de la Nación que convoquen audiencias públicas, foros y videochats de debate antes de tratar el proyecto de ley.
Marco Filardi es abogado especialista en derechos humanos y temas ambientales y es parte de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Medicina de la UBA. Le dice a lavaca: “Esta norma manda un mensaje a todas las provincias de que este (10 metros fumigación terrestre y dron, y 45 metros aérea) es el estándar mínimo, el piso ambiental y eso no lo podemos aceptar. Gran parte de nuestra población está expuesta cotidiana, sistemática y estructuralmente a la aplicación de más de 7.000 formulados comerciales con autorización vigente por el Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) en una cantidad de más o menos 500, 600 millones de litros de agrotóxicos al año. Tenemos el triste privilegio de ser el país que más agrotóxicos por persona y por año usa en el mundo y los resultados están en los cuerpos, están en los territorios”.
Desde los impulsores de la iniciativa no contactaron a científicos, ni profesionales de la salud, ni abogados, ni a ninguna de las organizaciones ambientales. Como por ejemplo la coordinadora “Por una vida sin agrotóxicos Basta es Basta”, de Entre Ríos, que se moviliza todos los martes desde 2018 frente a la Casa de Gobierno en Paraná. “La ley nacional es un ‘copy-paste’ de la que ya tenemos acá, aprobada a finales de 2024 y en la que habilitan fumigar a 5 metros de los cuerpos de agua, a 10 de las plantas urbanas y a 15 de las escuelas rurales. Ellos se amparan en las buenas prácticas agrícolas sin basarse en ninguna evidencia científica, a diferencia de todos los trabajos publicados en Argentina y en el mundo donde se demuestra el impacto que tiene el uso de los venenos sobre la salud y los ecosistemas, más allá de la dosis y la distancia. Lo que genera el daño es la presencia del veneno y si hay evidencia científica ya está: no hay más que hablar”.

Nota
Entrevista a Celeste Fierro, tras ser detenida en la flotilla de ayuda humanitaria a Gaza
Al llegar al país luego de estar 8 días detenida (junto a otros tres argentinos, entre un total de 443 personas que conformaban la flotilla Global Sumud) la legisladora habló con lavaca.

Celeste Fierro durmió sólo algunas horas, y de manera intermitente, y apenas se levanta habla con lavaca. Llegó anoche de Jordania, donde fue trasladada desde la cárcel de Ktzi’ot. Allí estuvo presa del 3 al 7 de octubre, después de que el Estado israelí interceptara el barco en el que pretendía llegar a Gaza como parte de la flotilla Global Sumud. Del 1 al 2 tuvo dos días de traslados, y el día 7 la llevaron también a Jordania, desde donde partió el vuelo a Buenos Aires.
La historia es conocida: en aguas internacionales, el Estado de Israel interceptó todos los barcos de la flotilla, tomó su mando y los dirigió a tierra para detener a sus tripulantes. “Sabíamos que, lo más probable, era que pasara lo que pasó”, se sincera Fierro respecto a la misión humanitaria que buscaba 1) romper el bloqueo naval israelí sobre Gaza y 2) hacer visible la crisis humanitaria allí.
Lo primero no lo lograron. Lo segundo, sí.
Lavaca fue el único medio argentino presente en la masiva movilización en Roma que, tras conocerse la noticia de la detención de los tripulantes de esta flotilla, reunió a un millón de personas para pedir el fin del genocidio israelí en Gaza y, entre otras cosas, la liberación inmediata de los recientes detenidos. Ese mismo día, por la noche, llegaron a la capital 26 personas italianas que habían sido detenidas, las primeras que largó el Estado de Israel.
Los cuatro argentinos (Ezequiel Peressini, Carlos Bertola, Nicolás Calabrese, y Celeste) fueron de los últimos.
Finalmente ayer, después de 8 días, volvieron a pisar su tierra.
Desde aquel 1 de octubre hasta ahora, Celeste no había vuelto a tomar mate. Está en eso mientras conversa y revela que su mate, al igual que todas sus pertenencias (a excepción del pasaporte) le fueron sustraídas por el Estado de Israel.
La primera pregunta es obvia: ¿Cómo estás?
Entera, lo cual es un montón. Y muy contenta de estar de nuevo acá. Eso es lo primero, pero también muy preocupada porque entiendo que todavía hay compañeros detenidos de la Global Sumud y que, además, interceptaron a la Freedom Flotilla (145 detenidos). Así que poniéndome en contacto con compas de otros países para estar a disposición.
Durante dos días no se supo nada de vos; luego lo que llegaba era casi nada. ¿Qué pasó en esos primeros momentos?
Lo que nos pasó no se compara con lo que pasan los presos palestinos en las cárceles de Israel; no se compara con lo que viven las familias palestinas en la franja de Gaza. Pero, en ese momento, lo que más preocupaba era que no supieran que estábamos vivos. Desde que nos detuvieron estuvimos 48 horas hasta que logramos ver a un abogado. Y después, la visita de la cancillería fue recién el viernes o el sábado, 3 días después de la intercepción. Lo único que yo quería que avisaran era que estábamos vivos.
¿Les iban informando qué harían con ustedes?
Los primeros que salen son los italianos. En las intercepciones preguntaron por los italianos, ya veíamos claramente que iban a liberarlos más rápido. Los que quedamos detenidos fuimos los del sur global, no solo América, Sudáfrica, Nueva Zelanda.
¿Por qué Italia primero?
Lo de Italia fue por la presión social hacia el propio gobierno italiano de ultraderecha. Hubo una huelga general una semana antes de la intercepción; eso hizo que Meloni mandara un barco, que fue directamente para responder a la huelga; y también para que los italianos desistan de esas misiones. No lo lograron.
¿Cómo fueron los días previos a que los interceptaran?
Ya habíamos tenido una situación previa el día anterior, donde rodearon dos de los barcos de la flotilla. Con alguna cosa magnética cortaron los radares, los teléfonos, como que esos barcos perdieron la comunicación. Y luego se retiraron. Ahí tuvimos el primer intento, ya antes habíamos tenido los ataques con los drones.
¿Cómo es un ataque con drones?
Los primeros dos ataques fueron en puerto de Túnez. Nosotros no habíamos llegado ahí todavía. Pero también entendimos que eran para intimidar, para amedrentar. Es un ejército muy preparado: si hubieran querido hundir un barco lo hacían. Lo que hicieron en el puerto dos días distintos a dos embarcaciones distintas fue tirar como unos explosivos. Y se logró contener ese fuego rápidamente y no pasó a mayores y lograron seguir esas embarcaciones.
En altamar también siguieron las intimidaciones
Todas las noches teníamos drones arriba. Una vigilancia permanente 24×7, fundamentalmente a la noche. Dos días antes de llegar a Creta, entre Sicilia y Creta, ya no eran algunos sino que eran decenas de drones que pasaban por todos los barcos. Y a las 11 de la noche empezamos a tener interferencia en las radios. Empezó a sonar ABBA a todo volumen, nos mirábamos porque no sabíamos qué estaba pasando… Y a los 15 minutos escuchamos la primera detonación… Tiraban esos explosivos que explotan cuando tocan algo; a uno de los barcos les tiraron uno de los mástiles… a otro directamente le rompieron una vela. A otros era solamente el sonido y veías una luz muy fuerte. Era sistemático: cada 15 minutos sentíamos una detonación. A otro le cayeron líquidos, que no sabemos qué eran. No los escuchábamos, veíamos luces, era mucho el miedo.
¿En algún momento temiste por tu vida?
Creo que todo el tiempo. Desde ese momento, hasta que logramos salir (por anteayer). En el momento de los drones, al día siguiente hablábamos: siguen intentando que no continuemos. Y la fuerza estaba puesta en continuar. Y a la noche siguiente estaba en la guardia y no hubo drones. Fue una guardia muy tranquila. Fue el primer día que dije: y mirá si llegamos… Había crecido la presión internacional. Pero no pasó.
Y el día en que los interceptan, ¿cómo fue?
Cuando nos interceptan –no me acuerdo la hora pero era de día, habrán sido las 7PM- nos llega un mensaje de uno de los barcos que en un radar habían visto que se acercaban 10 o 12 barcos. Ahí nos preparamos con los protocolos que veníamos manejando, y en menos de una hora y media ya habían llegado. Empezaron a rodearnos lanchas rápidas, no las veías porque era de noche. Nos tiraron primero agua a todos los barcos. Luego por un altoparlante decían que no teníamos que seguir navegando, que si nos quedábamos ahí iba a estar todo bien… Todo eso duró como una hora. Hasta que se subieron alrededor de 10 o 12 marines israelíes, con armas largas, caras tapadas. Lo primero que hicieron fue desactivar todas las conexiones de Internet. Y ahí efectivamente nos detuvieron, agarraron el mando de nuestro barco. Nos cachean, nos piden los pasaportes. Revuelven todo. Y nos metieron en los camarotes, éramos muchos más de los que entran en los camarotes, estábamos todos amontonados. Estuvimos 24 horas metidos ahí, sin comer nada. Hasta que llegamos al puerto, 24 horas más, y después a la cárcel, donde nunca nos dieron agua potable, estuvimos hacinados, con precintos; a compañeros les vendaron los ojos. Sufrimos maltrato físico. Y la mayor preocupación era que se sepa dónde estábamos.
¿Cómo se siente en el cuerpo esa impunidad?
Nosotros sabíamos que el escenario más probable era lo que nos terminó sucediendo. También hay que decir que lo que significó la flotilla en cuanto al impulso, a multiplicar las acciones, es muy fuerte. Es fuerte saberse parte de una acción internacional que hace lo que los Estados no hacen, dando una respuesta solidaria, humanitaria, a una causa que es de toda la humanidad; fue muy importante. A mí me recordaba a las brigadas internacionalistas de la Guerra Civil Española, Nicaragua… Y creo que eso también fue lo que nos protegió, más allá de la violencia que se sufrió, que todos los ojos estén puestos en Gaza y en la flotilla hace que hoy estemos en casa. Esa firmeza de continuar a pesar de los ataques. Y repito: lo que a nosotros nos pasó, ni se comprara con lo que pasa Gaza. Eso es lo que nos daba más fuerza y firmeza para continuar y de estar juntos.
¿Qué pudiste compartir con los compañeros y compañeras de otras partes del mundo, respecto a lo que estaba pasando, a la situación de Gaza, a cómo articular el reclamo a nivel global?
Para mí fue muy importante. Como experiencia militante, como experiencia de vida. Quienes somos militantes, internacionalistas, lo vivimos de forma permanente, pero esto fue encontrarnos con gente que nunca habíamos tenido contacto, que hablamos distintos idiomas, que venimos de distintas historias. Había sindicalistas, periodistas, enfermeros, médicos, compañeras activistas, artistas. Eso es lo que fortaleció la misión y sobre todo el reclamo y le dio potencia. El internacionalismo, sabernos todos levantamos una misma causa logró potenciarlo y ver que en todos los rincones del mundo se esté denunciando el genocidio y levantando la causa palestina, porque la causa del pueblo palestino es hoy la causa de toda la humanidad. Ese fue el sentido de la flotilla.
¿En qué nivel ves que está el reclamo en Argentina?
En los últimos meses se ha multiplicado la participación. Nosotros lo venimos levantando desde hace décadas, pero creo que hubo un cambio grandísimo. Me acuerdo patente el domingo que fue el Día del Padre, que hubo una movilización gigante, había familias enteras. Desde ese día hasta ahora se ha multiplicado el acompañamiento, no solo en la Ciudad de Buenos Aires, sino en lugares inhóspitos del país. Se fue extendiendo y tenemos que ser cada vez más.
Ahora hay un supuesto nuevo “alto al fuego”. ¿Cómo lo interpretan?
No hay que conformarse hasta el alto el fuego que hay ahora, que no sea un nuevo invento. Lo que venga del imperialismo yanqui creo que es un nuevo acuerdo de ocupación colonial que no va a resolver de forma definitiva las necesidades del pueblo palestino. Acá una paz justa es una paz donde haya derecho al retorno, donde la Palestina sea única, del río al mar y no es lo que se está proponiendo. Hay que seguir multiplicando las acciones por eso, y en nuestro país seguir exigiendo: no en nuestro nombre. Tenemos que tomar lo que dicen nuestros compañeros judíos: que este Estado apoye a ese genocidio, a ese criminal de guerra como es Netanyahu, no es en nuestro nombre, cuando sabemos lo que significa un genocidio en nuestra historia. El genocidio de los pueblos originarios, el genocidio de la última dictadura: tenemos que decir no en nuestro nombre y seguir reclamando la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales. Hoy es un momento en el que Israel está aislado internacionalmente, así que hay que presionar.
El gobierno nacional también parece estar en ese mismo aislamiento…
Por eso, hay que seguir denunciando a este gobierno que no solo es cómplice de ese genocidio sino que viene llevando adelante un desastre en materia económica y social y que por eso está recibiendo fuertes golpes. Acá vamos a estar para plantear una alternativa.
¿Cómo se comportó el gobierno nacional con ustedes los detenidos?
Cancillería hizo… el trabajo administrativo para saber que estábamos ahí, y comunicarse con nuestra familia. Nos lo dijeron con claridad: estuvo el cónsul, pero no fue el embajador. Y esa es una decisión política. Hubo una decisión política de no exigir nuestra inmediata libertad y eso fue lo que sucedió. Estuvimos en Jordania con los diplomáticos de Uruguay, que fueron quienes nos buscaron y acompañaron en el proceso de volver a casa.
Llegaste. Y ahora, ¿qué vas a hacer?
Hoy pretendo quedarme un rato en mi casa. Ayer no me despegué de mi hija desde que llegué al aeropuerto… Y después que la logré dormir me fui a Aeroparque a recibir a Cascote, el compañero que llegó de madrugada. Volví, dormí unas horitas, y acá estoy.
¿Qué edad tiene tu hija?
9 años.
Nota
9 años sin Lucía Pérez

La familia de la joven realizó una marcha en Mar del Plata a nueve años del crimen. Lucia tenía 16 años al ser víctima de un narcofemicidio. El aniversario llega en el marco de un nuevo proceso que tiene a sus padres, Marta y Guillermo, otra vez en los laberintos de una justicia que no resuelve el caso y hasta descartó que se haya tratado de un femicidio. «Hoy es un día demoledor, pero lejos de estar tirados en la cama estamos luchando por todos», dijo Marta (en la foto de portada, rodeada por Guillermo y su hijo Matías). Recordó que hace nueve años habla de «narcofemicidio», figura que hoy se pone de relieve con los asesinatos de Lara Gutiérrez, Brenda del Castillo y Morena Verdi. Por eso, la familia pidió: «Despertemos. Esto que nos está pasando es un Estado narco y ausente en todos los derechos».
Marta Montero, mamá de Lucía Pérez, agarró el micrófono durante la marcha en Mar del Plata y lo primero que hizo fue agradecer: “Gracias por estar juntos una vez más, por esta lucha que llevamos todos, por ustedes, nuestros padres y abuelos”. Después, mirando a la marcha de jubilados y jubiladas que había llegado hasta el monumento a San Martin en Mar del Plata, unió agendas y resistencias: «Hoy ustedes cumplen 2 años de su lucha”. Y, finalmente, abrazó: “Hoy se cumplen 9 años del femicidio de Lucía. Para nosotros es un día demoledor, pero lejos de estar tirados en la cama, estamos luchando por todos”.
Marta Montero pronunció estas palabras en un aniversario que tiene a la causa sumida en un laberinto que la justicia no resuelve hace nueve años. Primero, fue un juicio que absolvió a los acusados de femicidio: los jueces Pablo Viñas, Facundo Gómez Urso y Aldo Carnevale dictaminaron que no hubo femicidio ni abuso sexual sino que condenaron a Matías Farías y Juan Pablo Offidani por comercialización de estupefacientes.

Imágenes del acto en las calles marplatenses. Foto: Florencia Ferioli.
La familia logró iniciar un jury político a los jueces Urso y Viñas (Carnevale consiguió la jubilación anticipada en tiempos de María Eugenia Vidal en la gobernación), pero resultaron absueltos. El proceso sentó un precedente sobre el control social y político a nivel judicial.
En 2023, la lucha de la familia, apoyada por todo una red de organizaciones nucleadas en la Campaña Somos Lucía, logró tirar abajo ese primer juicio y realizar otro que terminó condenando a perpetua a Farías por «abuso sexual con acceso carnal agravado por resultar la muerte de la persona ofendida, por el suministro de estupefacientes y en el marco de un contexto de violencia de género, en concurso ideal con femicidio«. En el caso de Offidani, le dieron 8 años de condena como partícipe secundario del femicidio que, sumados a la condena previa por el delito de “tenencia de estupefacientes con fines de comercialización agravado por ser en perjuicio de menores de edad y en inmediaciones de un establecimiento educativo”, le significan 15 años de prisión.

Foto: Florencia Ferioli.
Sin embargo, este año la Sala IV del Tribunal de Casación Penal, integrada por los jueces Víctor Violini y María Florencia Budiño, descartó que haya sido un femicidio y remitió las actuaciones al Tribunal Oral en lo Criminal 2 de Mar del Plata para que establezca una nueva pena para Farías, pero sólo por el delito abuso sexual con acceso carnal agravado, cuya pena máxima es de 15 años. La instancia judicial de «cesura», como es llamada, reveló las contradicciones de un sistema judicial que expone a la familia nuevamente ante el dolor de tener que explicarlo todo otra vez. Así, entre instancias de apelación a la Corte Suprema, en un país cuyo presidente y ministro de Justicia niegan la figura de femicidio, con la sociedad conmovida ante otro triple narcofemicidio bonaerense, llega el noveno aniversario de Lucía.

Foto: Florencia Ferioli.
En Mar del Plata, las columnas caminaron por las calles de la ciudad hasta llegar a la Municipalidad donde se gritó “Presente” cada vez que se nombró a Lucía y a larga lista de víctimas de femicidios que sacuden nuestro país: según el Observatorio Lucía Pérez son 203 los femicidios y travesticidios solamente en lo que va del año. La marcha fue una de las más de 170 que recorrió calles de todo el país exigiendo justicia durante el 2025.
“Hace 9 años cuando mataron a Lucia hablábamos del narco, del dealer, y hoy desgraciadamente lo vemos con el triple femicidio y con cada una de las mujeres que nos matan”, dijo Marta. Y se preguntó: “Lucía era la hija que cualquiera tiene, eso era Lucía. Nuestra lucha es por nuestras hijas, por nuestros hijos. ¿Qué país queremos construir? ¿Qué país queremos dejar? Despertemos. Esto que nos está pasando es un Estado narco y ausente en todos los derechos”.
En diálogo con lavaca Marta mandó un video que termina en una pregunta. Mirando a cámara interpeló: “Hoy se cumplen los 9 años del narcofemicidio. Esto era lo que nosotros hablábamos hace 9 años. Lo que estábamos viendo. Lo que hoy nos está pasando con nuestras pibas. El tríple femicidio, narcofemicidio quedó muy al descubierto. Esto nos pasa en los barrios. Esto es lo que nos está pasando hoy. ¿Qué hacemos?”

Foto: Florencia Ferioli.

Foto: Florencia Ferioli.

Foto: Florencia Ferioli.

Foto: Florencia Ferioli.

Foto: Florencia Ferioli.
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