Nota
Teoría sobre el sismo: los desafíos urgentes del movimiento feminista
En nombre del feminismo se escriben y dicen muchas cosas, pero este texto de María Galindo no es uno más porque está construido desde el sudor de la batalla cotidiana contra el fascismo golpista y la carcajada irreverente que hace arder miedos y mandatos. De todos los feminismos posibles, este es el de la creación de futuros posibles, otros, diferentes, y por lo tanto, su horizonte es la utopía, lo imposible, lo que no hay: vidas sin violencias ni miserias, alegría y abrazo. De todos los feminismo posibles, este es el que propone construir ese futuro a partir de un pacto ético y no ideológico, es decir, unirse por las formas de hacer y en el hacer. Así lo explica Galindo en un momento muy oportuno y en una fecha clave para pensarnos.

Escribo desde Bolivia, un país donde la materia prima principal es la dulzura, donde el recurso renovable estructurante de la vida es la esperanza, un país que está hoy atravesando de nuevo un sendero turbio, incierto, sembrado de manipulaciones gigantescas, de miedos y de sangre. Nuestro feminismo, mi feminismo, es el pequeño banquito que me ha servido para apoyarme y descansar luego de interminables jornadas de lucha. El feminismo es el micrófono que me ha servido para gritar alto y fuerte. Son los códigos que me han servido para descrifar las trampas y no caer en ellas.
Es el feminismo que me ha permitido no ceder a una visión polarizante, binaria, simplificadora y fascistizante de la situación que vive el país.
Es por eso que ese feminismo desde el que hablo es un tesoro político, una carta de esperanza, un lugar donde seguir construyendo y habitando libertad frente a un panorama fascistizante que no halla salida social a un callejón oscuro, donde los heroísmos masculinos vuelven a hacer de la historia su escenario de exhibición.
El feminismo como alianza ética
Todos los movimientos políticos en la Historia han tenido que confrontarse con el desacuerdo, mucho más si son movimientos que se han masificado. En el caso del feminismo -y partiendo de que no hay un feminismo sino muchos feminismos con diferentes visiones, diferentes practicas políticas, diferentes composiciones sociales, con diferentes formas de concebir el propio feminismo- el desacuerdo es una constante, sino inclusive su mayor potencia política. No estamos de acuerdo, no pensamos igual y, sin embargo, confluimos en eso que se llama feminismo y cuya definición y límite no es propiedad de nadie. Esa es la potencia mayor y, al mismo tiempo, aparentemente su debilidad mayor.
Feminismo es la palabra que nos envuelve y acoge políticamente, pero cuyos límites estan diluidos y cuyas raíces son múltiples.
La idea de que hay una sola verdad y de que toda verdad se expresa en antagonismos basados en la lógica formal de que lo positivo para ser tal es contrario a lo negativo, lo negro a lo blanco, lo bueno a lo malo, nos instala en una lógica binaria donde la complejidad múltiple no es posible, es incorrecta e indeseable. Donde no es posible que convivan no solo tres sino 5 ó 55 posibilidades y combinaciones de todo.
Esa idea única, monolítica, esencialista y que es “propiedad de Dios”, es fundante del patriarcado mismo, de la forma de gobierno, de la concepción misma de la lucha social como la imposición de una única verdad posible que debe ser hegemónica.
Es urgente cuestionarnos esa visión al interior mismo de los feminismos y plasmar otras formas de discusión y de construcción política.
En ese contexto les propongo el desafío de comprender los feminismos no como una alianza ideológica donde el acuerdo sea el punto de cohesión al que necesariamente tengamos que llegar, sino como alianzas éticas donde lo que pongamos en discusión sean las bases de construcción y no las visiones ideológicas. No pongamos en discusión cómo entendemos el feminismo sino cuáles son las prácticas políticas que lo sustentan. Eso traslada la discusión exactamente a las formas como construimos feminismos.
Lo que les propongo es, ni más ni menos, cambiar de matriz de discusión del qué al cómo, no para sustituir un único contenido por un único modo, sino porque si el modo único de pensar está introyectado, el modo único de hacer es siempre inevitablemente múltiple y diverso. En el modo de hacer hay siempre muchas posibilidades, múltiples recetas, infinitas combinaciones.
Este traslado de la discusión feminista de lo ideológico a lo ético nos colocará la discusión en temas tan urgentes como la relación con el Estado, la relación con la ley, la relación con las grandes corporaciones, en lugar de buscar a la fuerza alguna esencia ideológica. No nos vamos a poner de acuerdo, no tenemos por qué hacerlo, ni mucho menos no tenemos por qué llegar a discusiones altamente destructivas que se repiten cíclicamente.
Para aterrizar voy a adentrarme en una de las cuestiones aparentemente más álgidas y dentro de la cual tengo ademas posición tomada: la cuestión abolicionismo vs. trabajo sexual o regulacionismo. Son discusiones que se reeditan en el tiempo sin lograr evolución alguna, donde las posiciones se defienden con beligerancia y sentido de verdad absoluta. Tengo posición tomada al respecto: soy co autora del libro Ninguna Mujer Nace Para Puta, conozco la historia real de Sonia Sánchez y no la que inventa para sus financiadores y la prensa sensacionalista; el libro mismo me ha sido robado porque mi co autoría ha sido borrada de la discusión porque resulto un personaje incómodo y porque no le sirvo al abolicionismo. Bien, tomando esa discusión como ejemplo: ¿qué pasa si decidimos no ponernos de acuerdo? ¿Qué pasa si decidimos que no hay dos posiciones, sino muchas posiciones distintas al interior del universo de la prostitución como situación y como trabajo? ¿Que pasa si decidimos no jugar a Dios y no definir cuál posición es correcta y cuál no? ¿Qué pasa si en lugar de que una mujer hable a nombre de todas nos preguntamos por la construcción de espacios donde muchas mujeres desde la explotación sexual hablen desde sí mismas? Lo dejo ahí como desafío.
Lo cierto es que el antagonismo ideológico no es ni más ni menos que aceptar una simplificación de la cuestión que no sirve sino para inflar el ego o la billetera de unas o de otras, pero no para transformar nada.
La confluencia feminista
¿Cómo constuir una confluencia feminista entonces? ¿Cómo construir un punto de cohesión, de contención? ¿Cómo construir eso que nos resuene a todas? Pienso en la performance de Las Tesis, que nos resonó en los corazones y sin discusión alguna nos pusimos a contemplar, ensayar, viralizar y sentir como representativo de todas.
El desacuerdo enriquece, la deformidad/no uniformidad de los feminismos enriquece,pero necesitamos un punto de confluencia, un hilo que nos conecte como movimiento planetario. Un hilo que nos permita leernos y reconocernos unas a otras y otras sin perder las diferencias, sin reducir las diferencias a una sola matriz, ni a una sola posibilidad. Necesitamos un punto de confluencia que nos sirva de espejo y que represente lo que yo llamo un sentido de época para nosotras y todas nuestras luchas. Un sentido de época utópico, largo, ancho, contenedor, revolvedor, provocativo, seductor, sedicioso, sediento.
Un sentido de época que no minimice, ni relativice lucha alguna, que no sienta hegemonía temática ninguna, que no implique señalamiento de vanguardia.
Ni la igualdad hombre-mujer, ni los denominados derechos de las mujeres funcionan como tales porque ambos han sido deglutidos por el sistema, por el capitalismo, por el neoliberalismo, por la lavadora de la Historia que los ha convertido en retórica desechable para uso conveniente del utilitario de turno.
Permítanme decirles que la DESPATRIARCALIZACIÓN es esa palabra que puede englobar, cohesionar, abrir un nuevo sentido de época, marcarse como utopía general, como utopía en la que bordar contenidos, como sentido colectivo en el que inscribir prácticas y saberes. Despatriarcar, en su forma de verbo, es lo que queremos hacer y hacemos las feministas con la familia, con la tierra, con la comida, con el trabajo, con el arte, con la vida cotidiana, con el espacio, con la salud, con el sexo. Lo nuestro no es un proyecto de derechos: es un proyecto de transformación de estructuras y la despatriarcalización como horizonte de época refleja precisamente eso. Es una gran puerta donde caben caóticamente todas nuestras luchas.
La despatriarcalización nos ubica, además como movimiento sediento insaciable que no se lo puede devorar ninguna conquista, ningún gobierno.
El feminismo intuitivo vrs. el academicismo
Esta es otra de las contradicciones presentes al interior del movimiento: un feminismo académico con teóricas salidas de las universidades y que construyen y manejan un discurso feminista académico, academicista en muchos casos, y que se presenta como el nucleo teórico del feminismo. Un feminismo que básicamente ha anclado su pensamiento en un feminismo eurocentrado, del cual este núcleo es agencia importadora de discusiones y que se alimenta de la legitimación de la academia en los centros del Norte, frente a un supuesto feminismo “sin discurso propio” que vendría a ser el feminismo de la movilización y de la calle, que parece no tener otra alternativa que consumir ese feminismo académico.
Lo que planteo es que ese feminismo de la calle tiene nombre y se llama “feminismo intuitivo”. No responde a una instrucción ideológica y no responde a una lectura académica, sino que responde a una decisión existencial y a una lectura directa y vivencial de su cuerpo, de la calle, del cuerpo de su madre, de su tierra, del barrio, de la cárcel, de los juzgados, del desempleo.
No es un feminismo carente de discurso, sino un feminismo cuyas protagonistas son voces silenciadas sin foro, ni micrófono. Es el feminismo intuitivo que está llenando las marchas, las asambleas. Es el feminismo intuitivo que está desestabilizando al patriarcado.
Ese feminismo intuitivo necesita escucharse a sí mismo. Necesita foros deliberativos para conectarse como cuerpo actuante. No necesita foros de expertas a quienes ir a escuchar, sino que necesita foros de otorgación de reconocimiento y escucha horizontal. Eso son lo que desde Bolivia hemos llamado Parlamentos de Mujeres: la capacidad de escucharnos sin representación y búsqueda de acuerdo, sino construyendo colectivamente un mosaico complejo de visiones diferentes que se integran por su complejidad. El Parlamento de las Mujeres construido desde el feminismo es hoy en Bolivia el único lugar deliberativo, el único lugar social abierto y transparente que el poder no sólo no puede controlar, sino que tampoco puede siquiera entender.
Las alianzas éticas no ideológicas nos empujan a repensar alianzas no explicitadas que son las que hoy circulan sin ser discutidas.
Estas alianzas son:
- Las alianzas identitarias cuando hablamos, por ejemplo, de un feminismo indígena cuyo sentido de confluencia es una supuesta esencia indígena anti blanca.
- Las alianzas generacionales que terminan o instalando una mirada gerontocrática sobre las jóvenes, o a la inversa un rechazo generacional por las mujeres jóvenes hacia las mayores.
- Las alianzas victimistas construidas en torno del dolor como lugar de enunciación política y que repiten una y otra y otra vez el mismo discurso, son las alianzas que funcionan por ejemplo unicamente en torno del femincidio, el acoso o la violación, pero no funcionan en torno de otros horizontes o no repiensan esos mismos lugares no desde la victimizacion sino desde la rebeldía.
- Las alianzas territoriales que no se conectan más allá de un contexto geográfico.
Todas estas alianzas pueden ser legítimas, pueden ser espontáneas, pueden ser coyunturales. La pregunta es si son subversivas, si nos permiten repensar los feminismos y construir nuevos lenguajes.
El desafío
El feminismo nunca debería convertirse en un singular, sino mantener una estructura plural que le da su marco infinito de acción.
El feminismo no debiera destruirse en discusiones ideológicas en las que participan unas pocas voceras, pero que rompen y fragmentan la posibilidad de confluir.
El feminismo no debiera ser devorado ni por un gobierno, ni por un partido, ni por una consigna, ni por la oferta de un derecho ni por una corporación y para que eso no pase debiera construir un punto de confluencia anti sistemo, utopico e insaciable.
El desafio frente al cual estamos paradas es el de la privatización de la política y la necesidad de inventar otros marcos, por tanto no deberíamos actuar como restauradoras de los viejos marcos, sino dejarlos caer.
El desafio frente al cual estamos paradas es el del fascismo que viene directamente destruir el espacio abierto por nuestras libertades, rebeldías, irreverencias. No necesitamos buscar un salvador o salvadora, héroe o caudillo que nos proteja, sino que necesitamos multiplicar a tal escala esas rebeliones para que precisamente ese fascismo fundamentalista no logre hacer nada.
El desafío frente al cual estamos paradas es el de convertirnos en una máquina de producción de justicia feminista, pasar del colapso en el que hemos dejado a los sistemas de justicia estatales a la producción de justicia feminista.
El desafío frente al cual estamos paradas es el de producir nuevos sentidos y formular infinitas utopías para colocarnos dos pasos por delante de la amargura, de la cooptación, de la repetición.
Dejar de hablar de derechos y empezar a hablar de utopías.
Dejar de hablar de inclusión y pasar a hablar de revolución.
Dejar de hablar de feminización y pasar a hablar de despatriarcalización.
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


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Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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