Nota
A un año del 19 y 20: Tiempo al tiempo
Desde la asamblea de Juan B. Justo y Corrientes se vislumbra este balance: «Pese a las infinitas urgencias de un país en el que todo –la salud, la educación, el trabajo-está derrumbado, hay que entender que no hay apuro, que la construcción demanda mucho tiempo si se la quiere levantar sólidamente, que los movimientos tienen fllujos y reflujos y que todo se puede revisar».
Todavía no ha pasado un año, desde el 19 y 20 de diciembre del 2000.
Pero, sin dudas, parece mucho más.
El fenómeno urbano de las asambleas se precipitó por esos días y, sin armazón previo, copó las calles.
A prueba de ensayo y error, y a una velocidad inusitada para un movimiento social inédito, los vecinos se sumaron a un nuevo entramado ideológico, hasta entonces ajeno a gran parte de la clase media post menemista argentina: los movimientos de campesinos y desocupados que ya hacía tiempo que luchaban en el país y las premisas de horizontalidad y anticapitalismo de las agrupaciones que en todo el mundo se oponían a la globalización neoliberal.
En menos de un año las asambleas lograron imponer socialmente el discurso que históricamente los partidos de izquierda intentaron y no pudieron hacer masivo: la oposición al FMI y a la política imperialista de los Estados Unidos, el no pago de la deuda externa, las fallas intrínsecas del sistema capitalista. Si bien no hay un acuerdo general sobre estos tópicos, en la agenda social comenzaron a discutirse temas hasta ahora vedados fuera de los reductos militantes.
Dado el colapso nacional, podría decirse que -a grandes rasgos- el discurso de la izquierda acertó en el diagnóstico de la situación pero no en los métodos de resolución. Una falencia de larga data que, sin embargo, se exige que las asambleas (y en muchos casos a vecinos sin tradición ni experiencia de militancia) puedan resolver en menos de un año. Socialmente, parece mucho pedir.
«Las asambleas se murieron», dicen muchos de los que nunca participaron en ellas.
«Cada vez somos menos», reconocen los propios integrantes.
No hay dudas de que el movimiento asambleario atraviesa una crisis.
Pero el diagnóstico no es mortal.
Un año es buen tiempo para reorganizar ese armazón que surgió espontánemente. Lo mejor que le puede pasar a las asambleas es mantenerse fieles a ese espíritu inicial -enmarcado en los movimientos antiglobalización- de cuestionar todas las estructuras, sin dar nada por sentado. Ni siquiera lo propio, ni lo ya acordado.
- Sigue siendo una esquina el mejor lugar para reunirse? Quizás una esquina ruidosa y con gente cruzándose permanentemente era el marco adecuado para un movimiento que nació en verano y al son de las cacerolas y no para uno que debe ahora meditar y superar esa primera etapa -declamativa- para diseñar un plan de construcción.
- ¿Sigue siendo necesario reunirse un día fijo todas las semanas cuando esas reuniones cada vez son menos concurridas y más difíciles de sobrellevar para los propios concurrentes?
- ¿Hay que ir a todas las protestas, dar apoyo a todas las marchas o concentrarse en menos aspectos pero profundizarlos a fin de obtener efectos más reales?
Es evidente que no son cuestiones meramente formales u organizativas las que están en juego atrás de estas preguntas: es la forma y el concepto mismo de lo que es una asamblea la que está puesta en cuestión.
Por citar un ejemplo:
A las reuniones de los martes a las 21, en la esquina de Corrientes y Juan B Justo van cada vez menos vecinos y, sin embargo, ésos u otros se dan cita en otros puntos:
- Corrientes y Humboldt, domingos, a las 20. Desde hace tres meses realizan una olla popular que se convirtió en punto de encuentro de vecinos ocupados y desocupados y cartoneros. «Somos conscientes que sólo dar de comer no es la solución», dice el volante que imprimieron los asambleístas». Pero es un primer paso. Y no es pequeño. «La solución está solo en nuestras manos. Por eso creemos que es tan importante construir y sostener juntos espacios solidarios y creativos como el de esta olla popular».
- Corrientes y Juan B. Justo, sábados, a mediodía. Se realizan choriceadas cuyas ganancias se dividen: la mitad va para la familia de desocupados que se encarga de la parrilla y la otra mitad para el sostenimiento de la olla popular
- El 30 y el 31 de octubre se organizaron dos jornadas de vacunación en las que se vacunó a unas 650 personas. La experiencia se va a repetir en diciembre.
- Organizaron varias proyecciones de videos y charlas debate.
- Preparan un mapa que releva las instituciones del barrio.
¿Quién hizo esas cosas? ¿Fueron los pocos vecinos que se reúnen los martes, o los muchos que no van a esas reuniones pero que sí participan de los otros proyectos?
¿Es mucho o es poco lo que lograron?
¿Es asistencialismo, reformismo, o cambio en profundidad? No es bueno minimizar estos actos con rótulos categóricos y engañosos. La solidaridad cubre, en este país, los vacíos del Estado. Y no es poco. Ni un mal comienzo para la construcción de una alternativa «Hay poder fuera del Estado», dice John Holloway
Pese a las infinitas urgencias de un país en el que todo -la salud, la educación, el trabajo-está derrumbado, hay que entender que no hay apuro, que la construcción demanda mucho tiempo si se la quiere levantar sólidamente, que los movimientos tienen fllujos y reflujos y que todo se puede revisar.
Un año es buen momento para hacerlo
Porque es mucho lo que se hizo en poco tiempo.
Porque finalmente un año no es tanto tiempo.
Aunque parezca mucho más
Nota
Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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