Nota
Un triunfo de La Resistencia: el tambo cooperativo frenó el desalojo
La Corte Suprema de la provincia de Santa Fe suspendió provisoriamente la orden de desalojo contra el tambo cooperativo La Resistencia de Nuevo Alberdi, Rosario, que debía concretarse mañana. Hoy se realizará un festival en Ciudad Futura para celebrar el triunfo y seguir reclamando una solución definitiva.
El último tambo de la ciudad de Rosario, Santa Fe, se llama La Resistencia: pocas veces un nombre fue tan consecuente con su destino.
La Resistencia es una cooperativa de gestión social de 7 hectáreas, ubicada en el barrio Nuevo Alberdi: las últimas 250 hectáreas de campo en la ciudad, y el botín más deseado por los especuladores inmobiliarios que quieren generar diversos negocios privados amenazando también a las 200 familias que viven allí.
Los empresarios, que venían impulsando aprietes y el desalojo, sufrieron una dura derrota ayer, cuando la Corte Suprema provincial admitió el recurso de inconstitucionalidad presentado por el Partido para la Ciudad Futura, que participa de la gestión del tambo, y suspendió por unanimidad la orden de desalojo cuya fecha límite estaba prevista para mañana, jueves 8 septiembre.
La medida del máximo tribunal de Santa Fe dejó en suspenso el fallo de la Cámara de Apelaciones, cuya aplicación, no obstante, era de difícil cumplimiento por el rechazo que generaba. Para resistir la expulsión, se había organizado un festival y vigilia en el tambo con, entre otros, las actuaciones de Bruno Arias y el cantante rosarino Homero Chiavarino.
El festival se realizará igual, hoy a las 17 horas, para celebrar la decisión judicial y reclamar la suspensión definitiva de la orden de desalojo.
El mismo había sido promovido por la empresa Cimar S.A., de Mario Jáuregui, que, aparentemente, quiso emular las delirantes propuestas de aquellos que venden lotes en la Luna: aunque no poseía la propiedad de las tierras, vendía los terrenos.
Al leer la sentencia de la Corte, más de un buitre inmobiliario habrá dicho “qué mala leche”, lamentándose. Pero justamente la buena leche –la que más paga al productor, industrializada allí mismo en una mini planta láctea que le da valor agregado en origen– y el concepto que sustenta el proyecto –concebir a las periferias como un lugar de producción integrado a la comunidad para, así, discutir el modelo de ciudad y desarrollo urbanístico– son las que produjeron el enorme consenso social que salió en su defensa.
El fallo de la Corte no es, en efecto, fruto del azar, sino un triunfo de la movilización que generó la defensa del tambo, paradigma de un modelo de producción justa y sustentable.
No es, tampoco, el triunfo de un sector político determinado ya que su defensa fue asumida por buena parte de la comunidad y viralizada a través del lema “La Resistencia somos todos”.
La Resistencia es, entonces, mucho más que un tambo: es un ejemplo de lo que la construcción colectiva puede hacer.
Es un estornudo: contagia. Y lo hace en la cara de un patrón que intenta asociar el concepto de lo narco a la palabra periferia.
Por eso, La Resistencia es un territorio sin patrón que corporiza una disputa de época: comunidad versus corporaciones.
Y, por eso, también, es necesario adentrarse en sus vericuetos.
La leche vale más que un palo verde
Antonio Salinas es uno de los integrantes de Ciudad Futura que hace años está ligado al tambo. Desde Rosario, celebra el fallo del máximo tribunal provincial: “Es una buena noticia. El fallo es un manto de legitimidad para la resistencia y para seguir produciendo esa tierra”.
La sentencia de la Corte se generó a partir de un recurso de queja en rechazo a un fallo previo de la Cámara de Apelaciones, que había revocado una suspensión del desalojo por cinco años, dictada en primera instancia, basada en la Ley 13.334.
Dicha norma provincial establece que no pueden desalojarse unidades productivas familiares. Si bien la Corte ratificó el fallo original y frenó el desalojo, aún resta que se pronuncie sobre la cuestión de fondo.
Juan Monteverde es concejal de Rosario y uno de los referentes de Ciudad Futura. También se refiere a la resolución judicial: “La Corte dio admisibilidad al planteo ya que la decisión de la Cámara era arbitraria e inconstitucional”.
Lo que está por debajo del fallo judicial, y explica buena parte del resultado, es el poderoso trabajo desplegado –en el tambo y fuera de él– para exponer todo lo que está en juego a partir de esta situación puntual.
“La idea del tambo representa un ejemplo de lo que planteamos sobre las ciudades: que no sólo tienen que ser un lugar de consumo”, sostiene Tomás Monteverde, el hermano de Juan y también parte de la organización ligada a La Resistencia.
El lunes, antes del fallo de la Corte, Tomás estuvo en Buenos Aires para recoger algunas adhesiones frente a la orden de desalojo. En ese marco, también, propuso pensar el asunto más allá de la cuestión puntual: “La discusión del tambo grafica la lógica inmobiliaria avanzando sobre derechos sociales. El tambo resiste a eso: además de querer seguir produciendo, es un ícono de una forma de entender qué tipo de ciudad queremos. Se trata de la última área de tierra que queda en Rosario. Todo alrededor está lleno de emprendimientos inmobiliarios: al lado del tambo está el country Palo Verde, en el que viven funcionarios del gobierno».
El sistema
La cuestión que señala Tomás Monteverde expone la matriz del conflicto: quién define el diseño y la función de las periferias: ¿el mercado? ¿El Estado? ¿El vínculo espurio que establecen entre ambos? ¿Qué grado de participación tiene la comunidad? La matriz lleva el conflicto a la raíz: al origen.
El tambo La Resistencia surgió hace 40 años, fundado por Alberto Rodríguez. Dos décadas atrás, dejó el emprendimiento en manos de un empleado suyo, Oscar Licera, quien lo gestiona desde entonces. Cuando los integrantes de Giros, el movimiento social que fue el preámbulo de Ciudad Futura, comenzaron a militar en el barrio, conocieron a Oscar. A la par, se enteraron de los aprietes que sufría para despojarlo del lugar. La maniobra incluía una estafa: el comodato que Jáuregui, haciéndose pasar por el dueño de las tierras sin ningún documento que lo probara, le hizo firmar. Según ese curioso documento, el empresario le cedía al tambero la tenencia de las tierras en las que el productor ya tenía derechos.
Una estafa.
Tras ello, Jáuregui intentó todo tipo de maniobras para expulsar a Licera. Otros empresarios ligados a medios de comunicación rosarinos –La Capital– también quisieron meterse para sacar tajada. Varios miembros de Giros se mudaron al tambo para anticiparse a un posible desalojo y acompañar a Oscar.
Estaba empezando a nacer La Resistencia.
Tomás aporta pistas para comprender el embrollo: “En todo el expediente judicial no hay ningún documento que certifique que Jáuregui ni los otros empresarios que aparecieron después sean los dueños de ese lugar”. Más: “A lo largo del juicio, descubrimos que esta situación puntual es, en realidad, el modus operandi que tienen varios especuladores: van a un tipo como Oscar, que hace 20 años vive y labura ahí y tiene derechos adquiridos; le hacen firmar un comodato que, al vencer, les permite quedarse con esos derechos posesorios. Hacen un juicio por desalojo, la Justicia actúa por inercia, el que firmó el comodato se tiene que ir y con ese comodato vencido, automáticamente empiezan a hacer todos los trámites para quedarse con el título de propiedad definitiva”.
Ésa situación se repite en otros casos similares.
La vaca atada
El desarrollo del tambo merece dimensionar qué es lo que se quiere desalojar. Con tiempo y trabajo, La Resistencia atravesó un período de tecnificación y mejora de la capacidad productiva. Con financiamiento nacional de la gestión anterior, crearon una fábrica de dulce y otra de quesos, frente al tambo, lo que convirtió al lugar en una unidad de producción. Oscar y otros vecinos del barrio formaron una cooperativa –La Resistencia– que en medio de la actual crisis del sector lácteo produce entre 400 y 600 litros de leche por día, de los cuales se industrializa la totalidad para elaborar quesos y dulce de leche.
Pensando en un modelo de ciudad, crearon un mundo nuevo.
Esta es, también, otras de las facetas del tambo: él éxito de su modelo social de gestión, que también se verifica en la comercialización: generaron una red de socios que compran una canasta mensual de productos. Además, Ciudad Futura armó una cadena de distribución denominada Misión Antiinflación, que elimina intermediarios y permite comercializar el grueso de la producción a precios económicos.
Con estos elementos sobre la mesa, lo que se intenta desalojar no es sólo un tambo de la periferia de Rosario, sino un modelo de producción colaborativa que, junto a los vecinos del barrio, resiste la codicia de diversos proyectos inmobiliarios que aspiran a la especulación más salvaje.
Un dato más enmarca la avidez por esas tierras de Nuevo Alberdi: la zona es inundable. “El negocio está montado a partir de la inundabilidad –narra Tomás. Los operadores inmobiliarios cuentan con la información de qué zonas van a dejar de ser inundables a partir de determinada acción de gobierno. Una zona que cambia su rótulo de ‘inundable’ a ‘urbanizable’ aumenta su valor 1000 por ciento: ahí está el negocio”.
Agrega: “No es sólo el negocio de un par de gente, es un sistema. Esos terrenos se valorizan si el Estado hace cosas para que dejen de ser inundables. ¿Quién se queda con el valor urbano que se genera a partir de la debida intervención del Estado: la sociedad o un grupo empresario?”.
La respuesta explica por qué La Resistencia tiene un nombre exacto y por qué es mucho más que un tambo que produce quesos y leche.
La Resistencia es la comunidad.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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