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Esto no es mala leche

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Ciudad Futura, Rosario. Universitarios que se dedican a ordeñar vacas. Productores que cobran más y consumidores que pagan menos. Escuelas para aprender a hacer y gestionar los propios sueños. Un partido político que es movimiento y se mueve. Experiencias para conocer, debatir y pensar sobre este lugar llamado La Resistencia. ▶ SERGIO CIANCAGLINI

Esto no es mala leche

En La Resistencia mugen las vacas que aportan la leche mejor paga del mercado tambero. También conversan y ríen unas 1.200 personas que son consideradas “gente común haciendo cosas fuera de lo común”. Se escuchan cumbias, rancheras, chamamés y los solemnes acordes de La petisita culona.

Es un encuentro político-gastronómico del Frente Ciudad Futura, extraño partido de Rosario que nació, entre otras cosas, de un tambo en extinción, de movimientos sociales criados en paradójica oposición a los partidos políticos, y del conflicto por tierras en las periferias urbanas para evitar un destino de lápida: convertirse en barrios privados.

Nació también del tema narco en los barrios más pobres, intentando quebrar otro destino fluido para adolescentes y jóvenes: ser soldaditos del mercado transa-policial como principal pronóstico de vida. O de muerte.

Ese curioso partido debutó en 2013 con unos 20.000 votos, pero alcanzó 87.648 en 2015 (16%) sin hacer ni una promesa y sin aparecer en los medios comerciales. Fue tercero tras el Frente Progresista (23%), el PRO (20%), y le ganó al FpV kirchnerista, colocando un trío de concejales: por eso saludan con tres dedos de la mano izquierda, mientras miran hacia las elecciones 2019 para la intendencia, rumiando a su modo la frase “se puede”.

Movimiento, partido, quesos, polémicas, escuelas de gestión social, leche verdadera, cooperativas de producción y el dulce de leche cortazeano Tan violentamente dulce son algunos de sus modos actuales de imaginar una ciudad futura.

Y de paso lograron armar una plataforma colectiva frente a una de las tendencias psicóticas de estos tiempos: la inflación.  Organizaron un sistema de compras que representa un ahorro de hasta el 40% para los consumidores.

Pero tal vez convenga ordenar y ordeñar esta historia.

El fin del country

La fiesta tiene como anfitriones a 100 militantes que visten remeras rojas con un lema: “Hacer”. La mayoría son estudiantes y profesionales. Mayoría también de mujeres. Reciben a vecinas y vecinos, y a quienes han venido desde el centro de Rosario para comer pollo, pasar el día al aire libre, y conocer el tambo ubicado en Nueva Alberdi, zona rural en la frontera con la ciudad.

“Hay una imagen: las ideas de izquierda son justas y nobles, pero para gobernar y gestionar la única efectiva es la derecha. Nosotros queremos cambiar esa lógica”,  dice la concejala Caren Tepp. A su lado, su colega y pareja, Juan Monteverde, 31 años y altura como para jugar al básquet, recuerda que estudiaba Comunicación cuando fundó Giros: Grupo Independiente Rosarino Organizado Solidariamente.

Era 2005.

“Tenía 20 años y ganas de militar”, cuenta Juan en una especie de living rural al aire libre, con fardos como sillones. “Después de 2001, el kirchnerismo fue una recomposición de lo político, pero no nos veíamos representados por nadie. Éramos muchos en esa situación. Pensamos que había que ir a los barrios más castigados, a construir un proyecto político que tenía que nacer en la periferia. Nunca militamos en la universidad. Tampoco queríamos ser cuatro iluminados discutiendo abstracciones, sino ir a los problemas cotidianos y concretos”.

Se tomaron el 107 un sábado hasta Nueva Alberdi, conocieron a Luisa, una de las vecinas que organizaba una copa de leche. Volvieron al sábado siguiente y se quedaron. “Nuestra referencia eran los movimientos sociales como el zapatismo o los Sin Tierra de Brasil. Y experiencias de gobierno como Venezuela y Bolivia. Queríamos hacer algo político, pero sin buscar representar a nadie, sino ayudar a construir un sujeto político que se autorepresente”. 

Las 250 hectáreas de Nueva Alberdi eran un dulce de leche para los negocios inmobiliarios. Comenzaron a aparecer juicios, órdenes de desalojo, presiones a unas 200 familias, avances municipales. El barrio organizó una asamblea vecinal de la que participó Giros. Hubo  movilizaciones, acampes, caminatas, resistencia y el lanzamiento de la campaña ¡Ya Basta! contra la privatización de las tierras. Giros reunió cada vez más apoyo y se logró presentar un proyecto de ordenanza ante el Concejo Municipal. Uno de los actos de esa campaña se llamó El velorio de los barrios privados.

Juan: “En 2010 se aprobó el proyecto que prohibió la figura de nuevos barrios privados, algo sin antecedentes en el mundo. Ahí le dimos muerte a una forma de concebir la ciudad, que privatizaba la tierra a favor de los sectores más ricos”.

Política & leche

Recuerda Juan Monteverde: “Muchos nos entusiasmaban para presentarnos a elecciones, pero nosotros discutíamos otra cosa: si no hay barrio privado, ¿cuál es el modelo? Podríamos habernos metido en algún partido copado, pero insistimos en poner toda la fuerza en el territorio. Ahí empezamos a usar el concepto de Antonio Gramsci: la ciudad futura”.

Armaron la Escuela del Territorio Insurgente Camino Andado (ETICA), de gestión social, con títulos reconocidos tiempo después gracias a que movimiento y vecinos acamparon y tomaron el Ministerio de Educación provincial, lo cual solucionó cierta hipoacusia de las autoridades.

Juan: “La alegría nuestra es que hay unos 120 chicos, y además abrimos un jardín. El año pasado se recibieron unos 30 y, algo que es inédito en barrios como estos,  10 ya están cursando en distintas facultades: Economía, Derecho, Enfermería. Armamos incluso un equipo de acompañamiento, porque la universidad es totalmente expulsiva, ni hablar si es un pibe de barrio”.

Pese al ¡Ya Basta! continuaba el juicio de desalojo contra el pequeño tambero Oscar Liceri. Varios integrantes de Giros se mudaron al tambo como para anticiparse a un posible desalojo sin llorar sobre la leche derramada. A Caren y Juan -que ya eran pareja- se sumaron Tony y Manuel. Así lograron rechazar amenazas, intromisiones y hasta presencias parapoliciales mientras se hacía el juicio.

“Había que lograr que esto fuera políticamente indesalojable”. En uno de los momentos en que parecía que el fin era inminente, decidieron ocupar más notoriamente el lugar con alguna construcción. “Como íbamos a perder mucho tiempo  levantando una casa, con uno de los programas de apoyo estatal que tenía el emprendimiento compramos un container y lo trajimos con una grúa. Un herrero del barrio le abrió ventanas y lo usamos como vivienda”. El container sigue en La Resistencia.

Instalaron y mejoraron, además, el propio tambo con máquinas ordeñadoras, exprimiendo todos los presupuestos. Aprendieron el trabajo con el tambero Oscar y comprendieron que si ese era el último tambo vivo que quedaba en Rosario, era porque todos los demás habían sucumbido ante el llamado mercado, en realidad monopolizado por empresas lácteas que pagaban cada vez menos por la leche.

Levantaron la fábrica con un subsidio de Desarrollo Social y otro de Agricultura Familiar, estirando cada peso a fuerza de trabajo autogestivo. Un quesero de Pergamino donó una máquina. Oscar puso toda la sapiencia del oficio y junto a siete integrantes de Giros armaron la Cooperativa de Trabajadores Rurales Unidos, más conocida como La Resistencia.

La clave: pagar la leche como corresponde.

Oscar: “Yo recibo 4,20 por litro, cuando afuera están pagando 2,80 ó 3, a lo sumo. Teníamos 20 vacas, ahora 60. Como la fábrica está acá mismo, no tenemos costos de transporte y así los quesos y el dulce se pueden vender a muy buen precio”.

Ana explica: “Somos ocho. Nos turnamos para ordeñar a las 5 de la mañana y a las 4 de la tarde. Yo estudiaba Trabajo Social, pero ahora me dedico a esto y estoy haciendo una tecnicatura en Alimentos. Ninguno de nosotros había visto una vaca, pero ya podemos procesar hasta 7.000 litros de leche semanales; en esta época un poco menos por el frío. Le pagamos a Oscar muy buen precio por la leche, pero el queso es más barato para el consumidor. Ni hablar de lo sano. La muzzarella la tenemos a 113 contra 150 del supermercado. El reggianito a 150 contra 200. Demostramos que podíamos hacer una unidad productiva sustentable, no hay explotación de los tamberos y te entusiasmás con la práctica, con construir cosas reales en lugar de andar divagando”.

¿Y la idea de convertirse en partido político?

Juan: “Lo primero fue consultarlo con el barrio. La gente nos decía: ‘Los respetamos, porque ustedes no vienen a buscar votos’. Entonces le preguntamos a cada vecino qué opinaba, y todos estuvieron de acuerdo. Claro: era resultado de haber estado siete años trabajando y viviendo allí”. Nació formalmente el Partido Ciudad Futura. Juan fue el candidato en 2013, sin llegar a ganar la banca.    

Narcos

Otro movimiento, el 26 de Junio, andaba por Villa Moreno, allá por 2012, sufriendo las consecuencias del crimen de tres de los chicos del barrio: Mono, Patom y Jere. Uno de sus referentes, Pedro Salinas (Pitu), y los familiares de las víctimas, tuvieron la cabeza y el corazón suficientes como para mantener vivo ese caso, que implicaba a bandas narcos con protección policial. El movimiento 26 de Junio se sumó a Ciudad Futura. En 2014 hubo condenas a los cuatro autores materiales del crimen de los chicos, a un promedio de 30 años de prisión. Resta el juicio por el encubrimiento policial.

Razona Pitu Salinas: “No es casual que estemos en un tambo hablando de tres compañeros asesinados por bandas de economías narco criminales. Son los problemas estructurales más candentes de la ciudad y la provincia: el déficit habitacional, la tenencia de tierra y, del otro lado, el enquistamiento narco en las periferias y la ingobernabilidad de la seguridad pública. Esa fue la lucha de los movimientos sociales estos años: hacer eso visible no solo a la militancia sino a toda la ciudadanía. Y pensar, además, qué alternativas superadoras pueden darse para materializar una ciudad distinta”.

Ciudad Futura creó también el D7, bar y centro cultural ubicado en el centro de Rosario, que ayudó a financiar cuestiones partidarias, convertido en otra unidad de producción autogestiva. Allí venden, además, los productos del tambo.

Se organizó también un bachillerato popular en Tablada y, más recientemente, la Universidad del Hacer. Uno de los que se sumó es el psicólogo Franco Ingrassia, casi 40, con el linaje de mucho de lo que ocurrió y se pensó a partir de diciembre de 2001: “Somos 35 docentes ad honorem. Pensamos: así como hay modos estatales y modos mercantiles de gestionar, nosotros creemos que hay modos sociales de gestión que hay que promover. Empezamos este año con una Tecnicatura en Gestión Social para poder multiplicar lo que estamos haciendo en toda la ciudad. Ya hay 96 inscriptos, y funciona como una universidad pública no estatal, en edificios de la Universidad de Rosario”.

Anti inflación

Buscando vender quesos y dulce de leche como valor agregado del tambo, en Ciudad Futura conocieron el concepto de Consumo Colaborativo y, como suelen hacer, lo pusieron en práctica. Así nació la Misión Anti Inflación, descripta como “un bypass al mercado monopólico de los alimentos y su distribución a partir de organizar los dos extremos de la cadena productiva”. Traducción: productores y consumidores.

Describe Ana: “Se organizan 3 ó 4 familias con uno que coordina y hacen un pedido por Internet. Buscan los productos una vez por mes y los distribuyen entre ellos. Todos nos decían que eso no iba a caminar, que era mucho lío. Pero ya son 900 familias organizadas así. Y se ahorran del 30 al 40% de lo que gastan en supermercado”.

Hay pan, vino, verduras, pastas, azúcar, frutas, desodorantes, pescado, jugos, hamburguesas, champúes, libros, salchichas, discos, fiambres, cervezas, frutos secos, prepizzas, y todos los etcéteras supermercadísticos. Están creando además una federación de cooperativas (con fábricas recuperadas como Mil Hojas y La Cabaña) a la que suman pequeños productores locales. Emmanuel Rossi, cuya familia tiene la fábrica de pastas Tradición Italiana, calcula: “Entrar a la Misión significó aumentar la producción y la venta un 30 ó 35%”. Federico, en el tambo, plantea una clave: “Ser tan o más eficientes que los privados, pero con un producto social”.

Todos los productores cobran más que vendiendo al mercado convencional.

¿Cómo se  logra entonces bajar los precios hasta en un 40% para los consumidores?

Pitu: “Evitamos a los intermediarios y a los supermercados. La manteca, por ejemplo, se hace con leche de Rosario, se lleva a Rafaela, vuelve para acá y el precio se va multiplicando en el ida y vuelta. Pagamos 15 pesos la leche en el súper, pero el productor cobra menos de 3. Entonces cambiamos el paradigma. Un amigo armó la plataforma web y el sistema enseguida se puso en marcha. Estás cambiando las relaciones de producción y entre las personas. A este tipo de proyectos los llamamos Prefiguración: mostrar ahora cómo podrían ser las cosas. Si nosotros pudimos armar esto, quiere decir que se puede plantear algo así en cada barrio y crear un mercado diferente de acceso a los bienes de consumo para toda la ciudad”. 

Plata y amenazas

¿Cómo manejan lo económico? Los profesores en la Universidad del Hacer o en la ETICA, por ejemplo, no cobran. Lo hacen por entusiasmo, y tienen otros trabajos. Los concejales y sus 20 asesores igualaron sus ingresos en 13.400 pesos. “Los concejales cobran unos 50.000 y los asesores unos 25.000, pero donan la diferencia al partido”. Esa cifra, 13.400, es la que cobran también los 12 integrantes del D7.

El tambo viene atrasado. Ana: “Estamos en 8.500, pero esperamos ponernos a la par del resto”. ¿De qué modo? “Aumentando la producción. Están acercándose más tamberos que saben que se paga bien por la leche, y entonces con la estructura armada podemos incrementar lo que producimos sin sumar horas de trabajo”.

Pitu: “Al transparentar las cuentas se enojaron los concejales oficialistas y opositores, que no querían que dijésemos cuánto ganan”.

Sobre financiaciones externas, dice Pitu: “No es cierto que nos apoyó Venezuela. Tuvimos relación con organizaciones de ese país, pero no económicas. Del exterior sólo hicimos un convenio con la Universidad de Manchester (Inglaterra) para la instalación del tambo”.

Juan: “Los recursos se consiguieron por las buenas, con funcionarios que apoyaban el emprendimiento productivo, o por las malas, con acampes y movilizaciones para que nos escucharan. Y cada peso que se consiguió se multiplicó por 100 con el trabajo de militancia. Necesitás un bebedero: en lugar de pagarlo 3.000, comprás los materiales por 1.000 y lo armás vos. De todos modos, si hubiésemos imaginado un proyecto, jamás hubiera sido un tambo,  que te obliga todos los días, todas las horas. La situación nos llevó. Era una realidad que estaba en el territorio amenazada por el modelo especulativo. Y mirá lo que es ahora”.

Pitu agrega: “No perdemos de vista el contexto, que explica muchas cosas. Estamos en una ciudad portuaria, que capta las divisas del agronegocio, el boom inmobiliario, la especulación financiera. Terminó siendo una plaza atractiva para el lavado de dinero y, por lo tanto, para el narcotráfico. Ese es el territorio”.

En ese territorio, el tambo fue invadido en abril por sujetos armados que le pegaron a uno de los integrantes de Ciudad Futura con el siguiente mensaje: “Ustedes de acá se tienen que ir. Si no, les vamos a meter una bomba. Vos sabés quién nos manda. Decile a Juan Monteverde que se vayan”.

La causa: el 7 de abril se comenzó a avanzar en el planeamiento de la urbanización de las 250 hectáreas de Nueva Alberdi. Se suspendió judicialmente la amenaza de desalojo y el poder político (intendenta Mónica Fein y el Concejo Municipal) se comprometieron a elaborar un plan integral para la zona.

Las 7 hectáreas del tambo parecen pocas, pero están en un lugar estratégico. “Por eso apareció la violencia de los especuladores inmobiliarios”, sostiene Juan: “Acá demostramos que se puede producir, que se pueden hacer viviendas populares, y hasta viviendas de alta gama. Hay que hacer un proyecto integral que dispute el concepto de que las mejores tierras tienen que ser para los ricos”.

Todo culminó con un gran festival de música y la adhesión de casi todo el ambiente político, el de derechos humanos, el universitario y el sindical.

Charlas políticas

Ciudad Futura se plantea como socialismo del siglo 21. Juan aclara: “Pero no nacimos para ser izquierda, sino para ser mayoría. Algunos se sienten de izquierda, otros nada, otros pobres, otros comunes. Hay que construir esa identidad común que nos reúne. Y para eso no podemos quedarnos hablando entre nosotros, si no salir a discutir afuera. Pero en lugar de hacer alianzas pensando en sacar más votos, apostamos por decir lo que queremos”.  Por eso no hicieron promesas de campaña.

Pitu: “No prometemos sino que mostramos nuestro trabajo, cosas que creemos que hay que convertir en políticas de Estado. Y nos basamos en cuestiones concretas. Por ejemplo: impugnamos la forma de gestión educativa que tiene el oficialismo provincial, pero no en un comunicado de prensa, sino explicando que tenemos escuelas secundarias funcionando en los barrios más postergados de la ciudad. Cuestionamos y somos críticos de cómo se gestiona la producción, pero tenemos el último tambo que queda en la ciudad y una fábrica láctea. Discutimos la gestión de la cultura, y hacemos nuestro centro cultural. Impugnamos lo que pasa con la economía, y armamos la Misión Anti Inflación. Así con todo. Salimos del estereotipo del concejal simpático que denuncia todo sin construir nada”.

Sobre los liderazgos: “No creo que haya que evitar los liderazgos, sino reformularlos. Hablamos de liderazgos colectivos, que no representan, sino que son la expresión de todo un proyecto. Acá no estamos en la pata social de un partido, sino que los movimientos son la raíz de todo. Somos tres concejales, pero afuera hay 80 compañeras y compañeros más preparados que nosotros como para cambiar figuritas en cualquier momento”.

Juan: “Somos un partido de movimiento, que es totalmente distinto a un partido tradicional”.

Los han relacionado con el kirchnerismo. Pitu: “Lo que pasa es que identificamos en el kirchnerismo algunas políticas saludables en términos de lograr autonomía de la política con respecto a las corporaciones. Pero nunca estuvimos de acuerdo con su forma de construcción, con la relación con los movimientos sociales, con los movimientos K, y por eso nunca íbamos a participar ni militar con ellos. Han hecho organizaciones que nacen de arriba para abajo, desde los ministerios. Y lo que se construye así, cuando no está más ese gobierno, va todo para atrás. Lo que pasa hoy. Nosotros nacimos acá, en los barrios, y llegamos por las nuestras a las instituciones. Cobramos sueldos de gente común. Cuando hay un acto por Cristina, la política empieza y termina en colmarle ese acto. Con obediencia ciega. Y todo condicionado a la razón de Estado. Entonces no podés ni hablar de Lázaro Báez por la razón de Estado”. De todos modos en el balotaje del año pasado, se movilizaron: “No nos gustaba Scioli, pero claramente no queríamos que ganase Macri”.

Ante estos dilemas Caren, que estudia Ciencia Política, reconoce que la política no es una ciencia: “Para nosotros es un modo de vida, una forma de entender el mundo”.

Franco Ingrassia: “Venía de participar en 2001 de una militancia que se alejaba de los partidos políticos para construir movimientos. Y acá decían: ‘somos hijos del 2001’. Pero los dos movimientos sociales más desarrollados de la ciudad planteaban construir un partido diferente de aquellos de los que nos habíamos alejado. Pensar un partido desde el movimiento:  ese fue el desafío, y creo que en ese sentido soy fiel al 2001. La hipótesis es: es posible poner al Estado en función del desarrollo de la autonomía de lo social. Si es así, tiene sentido dar esta pelea. Y ganar la intendencia para convertir en políticas de Estado todo lo que se está haciendo”.

Desde diciembre están en el Concejo Municipal: “Todavía no pudimos sacar ninguna ordenanza propia, como la de institucionalización de los clubes de barrio, o la de crear una Unidad de Empoderamiento de Víctimas, para acompañar y atender a víctimas y familiares de la violencia en una ciudad que triplica la media nacional de homicidios. Lo que sí pudimos apoyar es la ordenanza de descanso dominical obligatorio para los trabajadores de hipermercados (se acabaron los hiper domingueros en Rosario) y la del cupo laboral trans (cinco ingresos anuales obligatorios a la planta municipal). Esperemos hacer más, tenemos que aprender a manejarnos en medio de la rosca permanente de los legisladores, que parece universitaria, sin perder de vista nuestra raíz que es el trabajo territorial, con la gente”.

Pitu vuelve a otra idea: “Lo que transforma las cosas es el poder de la gente común. Es un poder que no es izquierdista. Aunque parezca raro, lo más progresista del mundo es cuando la gente común sale a interpelar a la gente común”.

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