Nota
Vandana Shiva en Argentina: la primera enemiga de Monsanto
Toda su historia es la historia de una batalla contra la desigualdad. Estudiar física en India, denunciar a las corporaciones biotecnológicas, crear comunidades de semillas para preservar la vida de la depredación corporativa. También es un ejemplo de qué rol cumple la prensa en esta guerra contra la naturaleza. En esta nota, Soledad Barruti traza un perfil indispensable para comprender qué significa hoy Vandana Shiva.
Toda su historia es la historia de una batalla contra la desigualdad. Estudiar física en India, denunciar a las corporaciones biotecnológicas, crear comunidades de semillas para preservar la vida de la depredación corporativa. También es un ejemplo de qué rol cumple la prensa en esta guerra contra la naturaleza. En esta nota, Soledad Barruti traza un perfil indispensable para comprender qué significa hoy Vandana Shiva.
(Soledad Barruti/lavaca) En 2014, en su última edición de agosto The New Yorker, la revista más influyentes de la cultura norteamericana, y una de las más leídas en el mundo con al menos un millón de suscriptores e incontables lectores online, dedicaba un despliegue insólito a un personaje que aparentemente no tiene nada que ver con lo que se vende entre esas páginas: Vandana Shiva. No era un perfil, tampoco un reportaje, parecía la obsesión de uno de los periodistas fijos del staff, Michael Specter (ex The New York Times y The Washington Post), por seguir los pasos de quien presentaba -palabras más, palabras menos- como la ambientalista hindú líder de una minúscula pero ruidosa oposición a los organismos genéticamente modificados, que avanza en ese país en detrimento del resto de la población. Alguien que urgía desenmascarar: por el hambre, la nutrición, la pobreza, la sustentabilidad; por lo que sostiene a la biotecnología entre nosotros hace añares: promesas que suenan al cielo.
Specter anduvo por India, visitó algunos productores, la filial Monsanto de por allá y descubrió lo que tantos viajeros que después reportan en Trip Advisor: un país colorido y especiado donde se ven cosas rarísimas como gente hablando por celular arriba de elefantes. Un país con pensamiento mágico. Un país de donde sale alguien como Shiva: una cortina de humo, una excentricidad for export enfundada en saris.
Es raro leer notas escritas con esa, llamémosla, animosidad en una publicación que se jacta de ser de lo más intelectual, y de preservar una mirada decididamente urbana. Sin embargo ahí estaba: páginas y páginas: “Shiva lleva un mensaje que ha perfeccionado por tres décadas: la ingeniería, el patentamiento, y la transformación de las semillas hacia un paquete de propiedad intelectual, ha llevado a compañías multinacionales como Monsanto, asistidos por el Banco Mundial, el gobierno de Estados Unidos y filántropos como Bill y Melinda Gates, a imponer un totalitarismo alimentario. Ella describe la lucha contra la agricultura con biotecnología como una guerra global de pequeños campesinos que dependen de lo que producen para sobrevivir contra un grupo de compañías gigantes”. Y nada de esto es verdad.
Por supuesto esta última línea no era así de clara, Specter se ocupó de no decirlo tan directamente, sino de llevar al lector a esta conclusión: son personas como Shiva las que no dejan avanzar a la ciencia cuando estamos en tiempo de descuento frente a un problemón, “vamos a tener dos Indias más en 2050, ¿cuál es la salida?”.
Semillas de duda, tituló el artículo. Y la editorial lo largó a la calle esperando que hiciera lo que hasta ahora no habían logrado. Porque ese año el grupo que publica The New Yorker -Conde Nast- había firmado un acuerdo con Monsanto para trabajar en distintas piezas sobre el futuro de la comida y la importancia de los transgénicos. Pero no venía siendo fácil: los periodistas estrellas especializados en alimentación no quisieron participar y las notas tradicionales dedicadas a la ciencia ya no surtían efecto.
Vandana Shiva era un blanco difícil. No sólo porque desde comienzos de los 90, se mantiene imperturbable en las listas de personas más influyentes de Times, Fortune, The Guardian. Tampoco porque en su país logró frena proyectos mineros, forestales, a Coca Cola, y a Monsanto (mucho gracias a que ella existe, India no permite la producción de alimentos transgénicos, sólo de algodón). Menos porque al hambre y malnutrición que les legaron años de colonialismo y tratados de libre comercio, responde con organización humana, bancos de semillas, tierras compartidas. Lo que realmente molesta de Shiva es que puede, si quiere, hablar su mismo idioma y quebrar el discurso desde adentro.
La no carrera de Vandana
Vandana Shiva es una filósofa aguda, escritora de un estante completo de libros, activista con más de un triunfo, pero antes que eso, se graduó como física, hizo una especialización en la teoría cuántica y dedico un tiempo a investigar. Es científica. Y como científica asegura que la ciencia occidental, reduccionista, rentada es lo más anticientífico que existe: “Estos científicos representan al 5 por ciento de la ciencia y, sin embargo, bloquean al mundo y sus carreras en un desarrollo como la biotecnología y la transgénesis, obturando otras posibilidades, algo que derrumba la idea misma de ciencia que tiene que estar abierta a nuevos paradigmas”, dijo Shiva más de una vez y del otro lado algo se escuchó romperse.
Specter hizo una nota larguísima, que incluyó miles de kilómetros, para poner a Shiva en potencial: nada era demasiado cierto. Ni sus títulos, ni sus investigación, ni la India que representaba. Shiva recibió la revista e hizo una larga respuesta punto por punto que concluyó: “El artículo es una señal de que la indignación mundial contra el control de las semillas y la alimentación está haciendo estragos en el mundo de la biotecnología. Creen que las calumnias van a destruir mi carrera. Lo que no entienden es que conscientemente di por terminada una «carrera» en 1982. La cambié por una vida de servicio. El espíritu de servicio inspirado en la verdad, la conciencia y la compasión no puede ser detenido por amenazas o ataques. Para mí, la ciencia siempre ha estado a punto de servicio, no la servidumbre”.
Así si algo hizo la nota del New Yorker fue prender la luz sobre la campaña multimillonaria con que Monsanto quería limpiar su imagen, y señalar quien era hoy su principal enemiga: esta mujer lúcida, de sonrisa luminosa, que transmite mensajes de paz mientras expone una a una las fallas del sistema. Una mujer con un trabajo de casi 40 años que encuentra eco en cada pueblo que se une a defender sus recursos, sus culturas, sus semillas. De la India a la China, Centro América, Brasil y ahora, Argentina.
Biografía de una científica diferente
Vandana Shiva nació en el valle de Doon, en el Himalaya rodeada de montañas aire, niebla, nubes, sol, agua y árboles de un verde furiosamente vivo. Sus padres eran parte del movimiento independentista, y ella hizo un esfuerzo descomunal para estudiar: contra la falta de dinero, su sexo que la condenaba, una idea de mundo que se imponía con fuerza bruta. Eligió física, y de la física esa teoría que cuestiona la composición de la materia para estudiar la interconexión en lo invisible que tiene todo lo que existe. Dice que lo hizo para entender como trabaja el mundo, con nosotros como parte de una red de animales, bacterias, volcanes, océanos. Y que en eso andaba, en Canadá, en los 70 cuando se enteró que el paisaje que la había formado estaba empezando a desaparecer, a desintegrarse, a caer como parte de una India que se entregaba de lleno y sin saber a un capitalismo corporativo que llegaría para quitar las flores de los altares y reemplazarlas por galletitas. Shiva supo que la única línea de defensa que se había armado eran campesinas que cuando sintieron el ruido de los troncos, las hojas, los pájaros, los insectos, estrellados contra el suelo se abrazaron al bosque que quedaba en pie inaugurando una de esas hermosas protestas de paz que son más poderosas que toda la violencia desatada. Si querían matar la vida que lo hicieran sin eufemismos: mostrando sangre, masacrando cuerpos, escuchando los gritos. La llamaron Chipko, duró años y Vandana volvió a India cada verano, aprovechando su tiempo libre, para sumársele como voluntaria. “No fue el posgrado, no fue el máster, fueron esas mujeres entre esos árboles las que me enseñaron todo lo que sé”, dice cada vez que puede.
Hambre y control
A esa primera batalla le siguió una inclaudicable por mostrar las grietas de la Revolución Verde que terminaron abriendo en su país un precipicio de miseria del que millones de agricultores no salieron más. Porque si bien era cierto que las plantas logradas por Norman Borlaug en laboratorio eran superproductivas, no estaban ahí para alimentar sino para exportar, especular, hacer todo eso que se hace con los commodities. En adelante, la fórmula que pretende dar de comer al mundo resultó siempre una desgracia. Sobre todo para los campesinos que venían de padecer la colonia, el despojo de sus tierras, el acorralamiento hacia la marginalidad. La solución al hambre pensada como más comida y mejores negocios a su alrededor tenía un cúmulo de dificultades: tener que comprar semillas y tener que hacerlo año tras año porque las híbridas no duraban. Precisar grandes extensiones cuando los campesinos tenían territorios más bien breves. Adquirir costosas máquinas, toneladas de fertilizantes y venenos que venían en el combo, para contener un ecosistema que no dejaba de buscar el equilibrio perdido mientras los insectos se hacían plagas; las hierbas, malezas; los suelos, un castigo; la vida, un infierno todavía más tóxico y más pobre. Punjab, la capital de la Revolución Verde recibía los 80 con 30 mil asesinatos. Bhopal hizo lo que faltaba: el escape de isocianato de metilo de una fábrica de plaguicidas norteamericana (Union Caribe, luego adquirida por Dow Chemical) en la que al menos 20 mil personas murieron, 600 mil quedaron intoxicadas y un territorio importante quedó desvastado e inhabitable mostró que “se trataba de un modelo productivo basado en la guerra”. Vandana Shiva escribió eso mismo en un libro que tituló: La violencia de la Revolución Verde, desafiando el discurso cerrado de producción-igual-seguridad-alimentaria que había terminado con Bourlang con el nobel de la Paz.
Con esa publicación, Shiva empezó a entrar a lugares que ni sabía que existían: reuniones de biotecnología, por ejemplo, donde se daban cita los científicos de las corporaciones más importantes. Terminaban los 80 y todo lo que anunciaban parecía un poco ciencia ficción: el plan era pasar de la hibridación a la transgénesis y de ahí al patentamiento. Le resultó ambicioso, mesiánico, pero no descabellado: “Si controlás el mercado de armas, controlás las guerras. Si controlás la comida, controlás la sociedad. Pero si controlás las semillas, controlás la vida en la tierra”.
Vandana feminista: la ciencia patriarcal
“Lo que llamamos ciencia es un proyecto estrecho y patriarcal para un corto momento de la historia. Erigimos una ciencia reduccionista y maquinal. Una ciencia basada en la dominación de la naturaleza. Es el conocimiento generado para la explotación el que fue tomado como conocimiento científico”, dice Vandana Shiva.
La cara más grotesca de esa ideología se vivió en India en 2005. Y no fue en torno a un alimento sino a un árbol no comestible llamado neem, que los pequeños agricultores e indígenas de su país usan hace miles de años para repeler insectos y hongos. Usos que el mundo occidental tomó siempre por supersticiones. Hasta que un grupo de investigadores de eso que andaban como andan buscando cosas nuevas que inventar en la naturaleza, comprobó que no. O que sí: que los hindúes estaban en lo correcto: que el neem era una especie de súper planta que servía para muchas cosas, como hacer biorepelentes por ejemplo. Y entonces comenzó lo que comienza con esos descubrimientos: una carrera corporativa por patentar el hallazgo. Diez años duró la lucha porque el neem siguiera siendo lo que fue siempre: un árbol sin copyright. Y ganarla fue el puntapié para darles fuerza a mucho de lo que iba a venir después: pelear contra Coca Cola y la privatización del agua, y contra el avance del algodón BT y las leyes de Monsanto, que elevaron los costos de producción en más de un 8 mil por ciento, asfixiando pequeños productores hasta el suicidio: 270 mil productores al menos.
“Las guerras son de todos los días”, empezó a ver Vandana. A comunicar. A denunciar. A combatir. “A donde mires, al rincón del planta que quieras ahora mismo vas a ver eso: una guerra por la apropiación de lo que es de todos, por el control.”
Así mientras Burlang dio con las semillas que dieron inicio al agronegocio (que se coronaría finalmente en los 90 con la llegada de los cultivos transgénicos), Vandana Shiva encontró con claridad por dónde había que cortar la cabeza de esta medusa que nos gobierna: hay que crear un nuevo paradigma basado en la construcción de saberes regidos, justamente, por una visión más científica del mundo, no estrecha, irreflexiva y limitada como la que sale de la necesidad de aumentar ganancias; sino curiosa, interdisciplinaria, altruista, como la que condujo a la ciencia antes de esta tremenda modernidad.
En Movimiento
Navdanya. Así se llama el movimiento creado por Vandana Shiva en India a fines de los 80 que transformó a las semillas libres en la punta de lanza de este urgente cambio de paradigma: por la ciencia digna y contra el cambio climático, la inseguridad y falta de soberanía alimentaria, la mercantilización de los bienes comunes; pero también, contra los efectos menos evidentes del sistema: la violencia, la criminalidad, la falta de empatía. Contra un sistema patriarcal que en su país detona una violación cada 20 minutos. Hoy Navdanya son 122 casas de semillas en 18 provincias con 750 mil campesinos que comparten y custodian ese patrimonio. Y por encima de eso es un movimiento por la democracia planetaria y el empoderamiento femenino donde se cultivan saberes, empatía y compasión. También es una universidad, La Universidad de la tierra. Y es un espacio permanente de trabajo y estudio en granjas, donde periódicamente se realizan informes y estudios con la idea de que las campesinas son científicos en cuanto a investigadoras y creadoras de saber. Ecofeminismo lo bautizó: porque sobre todo se trata de mujeres (“las semillas han sido seleccionadas por las mujeres generación tras generación, durante miles de años. Son las mujeres las que ocupan del 50 al 80 por ciento de la producción según el país. Y son ellas las que están en peligro: las parteras de la agricultura”, dice) trabajando por la agroecología, demostrando que la tierra cultivada a pequeña escala con respeto y entendimiento alimenta, estabiliza el medioambiente, y acerca a las personas. Lo contrario a lo que produce la agricultura industrial globalizada. “El sistema se funda en mentalidad patriarcal capitalista que ha agravado la violencia. Vivimos en un orden de guerra contra la tierra, contra el cuerpo de la mujer, contra las economías locales y contra la democracia. Y creo que tenemos que ver las conexiones entre todas estas formas de violencia. Todo está conectado. Es una sola pieza”.
Vandana Shiva está lejos de ser cándida, inocente, romántica. Ve con ojos bien abiertos todo, principalmente el daño. El pasado, el presente y el que se anuncia como potencial apocalipsis ahora nomás. Pero entiende que estamos buscando las soluciones en el lugar equivocado hace casi 100 años y que llegó el momento de sembrar algo distinto, algo mejor y más inteligente. “El monocultivo daña la mente: parte del problema al que nos enfrentamos en el mundo es que hay demasiadas soluciones individuales y globalizadas, ofrecidas sin cuidado. Tenemos que hacer que crezcan múltiples soluciones, porque la única solución que proponen los que tienen el poder, es una solución sin vida. En manos del paradigma que nos gobierna no hay futuro para la humanidad”, dice. “Creo que es hora de reconocer que hay millones de soluciones; hay tantas soluciones como personas. Y cada persona creativa, con desatar su empatía, puede trabajar por respetar los derechos de la Madre Tierra, los derechos de la humanidad, nuestra humanidad común, la igualdad entre hombres y mujeres, blancos y negros, jóvenes y viejos”. Un mundo que garantice, nada menos, la vida en la tierra, algo que hoy, así como van las cosas, todavía está por verse.
Nota
Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.
Por Claudia Acuña
Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.
Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.
Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.
A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Hasta lograrlo.
Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.
Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.
Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.
Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.
Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.
Quizá.
Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.
Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.
La presentación
Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.
Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.
Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».
El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.
Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

Nota
La Justicia esquiva la causa por el disparo a Pablo Grillo: “Hasta ahora no se investigó nada”

La recuperación de Pablo “es muy rápida” pero la investigación sobre su intento de asesinato, muy lenta, o directamente inexistente. Qué dijo el padre hoy frente al Hospital Ramos Mejía donde Pablo sigue pelando por su vida, aún en terapia intensiva pero con avances prometedores, y las abogadas del caso que presentaron ante la Justicia: primero Servini de Cubría y luego el candidateado a la Corte Ariel Lijo rechazaron la causa, y ahora se sortea en la Cámara Federal de Casación a qué juez le tocará investigar a quien le disparó y a sus superiores jerárquicos. Los dichos de Adorni en conferencia de hoy, y quién cortó el diálogo con la familia; las pruebas que se pidieron y las que se aportaron; y el texto de la presentación judicial en la que la familia pide ser querellante, con las pruebas que aportamos desde decenas de medios, fotoperiodistas y organizaciones sociales.
Por Francisco Pandolfi
Pablo Grillo todavía no está fuera de peligro, pero la mejoría día a día, paulatina y constante, le permite a la familia hablar ya no sólo de su estado de salud. Hasta hoy, el único foco era la supervivencia de este fotógrafo de 35 años impactado por una granada de gas lacrimógeno, fuera de toda legalidad, por las fuerzas de inseguridad comandadas por la ministra Patricia Bullrich.
La pérdida de masa encefálica y la fractura de cráneo con la que llegó de urgencia al Hospital Ramos Mejía –el miércoles 12 de marzo, cuando se desató la represión en la marcha por las paupérrimas condiciones en las que viven las y los jubilados–; la primera operación esa misma noche en la que se bajó la presión intracraneal y se le reconstruyó algo del tejido. Las pupilas que empiezan a reaccionar bien. La merma en la sedación. Los primeros movimientos – prematuros e inesperados por los propios médicos–. Otra operación por un derrame que es revertido a tiempo. La baja de los glóbulos blancos como síntoma de la baja en la infección. Y a solo una semana del disparo, Pablo abre los ojos. Y le sacan el respirador para ver cómo reacciona y lo hace agarrándole la mano a la mamá. Y por si fuera poco le susurra las palabras más hermosas a su papá: “Hola, viejo”.
Pablo continúa en terapia intensiva, en estado crítico, pero respondiendo bien neurológica y físicamente. “Es asombroso el nivel de avance que tuvo”, dice Fabián, su viejo, con los ojos emocionados e incrédulos por la mejoría impensada en tan poco tiempo. Esa sucesión de buenas noticias las que posibilitan a la familia convocar este viernes a una conferencia de prensa «para contar novedades en la causa judicial».
Primero, habla Fabián, su papá, sobre la salud de Pablo: “Las novedades son que está estable, por lo tanto es bueno. Está con los ojos abiertos y sigue sin respirador”.
Fabián lleva puesta una remera azul, con letras blancas que dicen: “Justicia por Pablo Grillo”. Se lo nota cansado, pero más distendido. Se ríe cuando cuenta: “Tengo un video con saludos de (Ricardo) Bochini, veremos si los médicos nos permiten que se lo pasemos. Si lo escucha al Bocha, va a volver a hablar seguro Pablo”. Mantiene los pies sobre la tierra: “Todavía la situación es grave: está en terapia y con riesgo de vida. Pero en ese marco todo lo que estuvo ocurriendo es favorable. A todos nos sorprendió su evolución. Incluso los médicos manifiestan que la evolución que está teniendo es asombrosa. Es muy rápida”.
Este jueves, el vocero presidencial Manuel Adorni dijo que el diálogo con la familia quedó roto desde que el padre de Pablo acusó a Bullrich de ser cómplice. Fabián le responde: “Nosotros no cortamos nada porque nunca existió el diálogo. Lo mío fue una respuesta a una declaración mentirosa de Bullrich, por tanto si es que alguien cortó el diálogo fueron ellos. Yo estoy dispuesto a escuchar, si alguien me llama”. Y agregó: “A esta altura no lo espero (ese llamado). Espero poco. Pero demostraría que tienen todavía un grado de humanidad”.
En relación a las mentiras de Bullrich sobre el trayecto del proyectil, expresó: “Me da vergüenza la forma en que fue acomodando la mentira. La va acomodando a medida que la realidad se lo desmiente, es hasta absurdo, burdo, grotesco: no sé que palabra utilizar”. Cuando le preguntaron si le diría algo al gendarme que, según los elementos reconstruidos hasta el momento, sería quien disparó (presuntamente, el cabo Guerrero), afirmó: “Personalmente no le diría nada. Sí lo vamos a decir de forma jurídica. El mejor diálogo que podemos tener con esta gente es en lo judicial”.
La causa, sin avances
Fabián estuvo acompañado por Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, y a Paula Litvachky, del CELS, organismos que patrocinarán legalmente a la familia, que este 21 de marzo se presentó ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº 1 para ser tenida en cuenta como querellante en la investigación judicial.
Lo más importante de la causa hasta ahora: desde el 12 de marzo “no se investigó nada y reclamamos que se empiece a investigar urgente”. Las abogadas cuentan el por qué: “La causa iniciada por la denuncia de la Procuvin (Procuraduría de Violencia Institucional) que dio inicio a la instrucción estaba presentada en el Juzgado 12 de Ariel Lijo, quien se la devolvió a la Jueza Servini de Cubría, que otra vez la rechazó. Ninguno de los dos quiere hacerse cargo de la investigación. Ahora irá a sorteo para definir quién la sigue. La Cámara Federal de Casación Penal tiene que resolver”. Agregan: “Hasta ahora el Ministerio de Seguridad dijo que no hará sumarios internos por el accionar de su Fuerza, lo que refleja el encubrimiento”.
La causa aún no tiene carátula porque no está radicada en ningún juzgado. La denuncia presentada es por tentativa de homicidio agravado, por abuso de autoridad e incumplimiento de funcionario público.
Dice Paula Litvachky, del CELS: “Es muy importante que la causa salga de este limbo judicial y se inicie el pedido de pruebas antes de que pase más tiempo”.
Dice Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos: “Esperamos que en estos primeros 9 días en los que no se hizo nada, no haya ninguna prueba que se haya destruido, modificado, alterado. Hay cámaras del Gobierno de la Ciudad que tienen un tiempo de duración determinado, o de negocios que también se van borrando y si no las pedís inmediatamente después ya no están. Es vergonzoso que un hecho así no lo esté investigando nadie”.
Las abogadas pidieron una serie de pruebas. Las más relevantes: “Quién dio las órdenes, cómo se manifestaron esas órdenes y cuáles fueron, antes y después del impacto; cuál fue el protocolo que se aplicó, quienes integraban el equipo donde estaba incluido el cabo Guerrero y qué órdenes se le impartió a ese grupo en particular; qué armas utilizaron”. También exigen que se lo llame a indagatoria a Guerrero. “Ya hay suficientes elementos para hacerlo”.
Completa Paula Litvachky: “Hicimos una presentación con los hechos, tenemos un montón de pruebas para que se reconstruya ese tramo del operativo de modo tal que se pueda tener la responsabilidad de quién disparó y de toda la cadena jerárquica”.
Concluyen ambas: “Las pruebas están. Nunca hubo tanto registro fotográfico y audiovisual. Necesitamos el acompañamiento social para empujar a que se haga justicia y que no quieran desviar el foco de la investigación”.
Nota
La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Traumatismo encéfalo craneano, herida cortante e irritación ocular: las heridas causadas a Beatriz Blanco (81 años) ya forman parte de una causa judicial que inició ella misma y también la Procuraduría de Violencia Institucional, y apunta contra dos efectivos que la gasearon y le pegaron, provocando su caída. También apunta a la responsable del operativo, la ministra Patricia Bullrich, que se desplegó el miércoles de manera feroz, pero que -plantea la denuncia- es parte de un “plan sistemático”. Beatriz fue golpeada a las 16:10, antes de los principales incidentes, mientras se manifestaba en una esquina: cómo fue el momento, según relata ella misma en la denuncia y cuenta su hija. Quién es esta jubilada que trabajó de todo. Cómo está: recuperándose, enojada y “con más fuerza que nunca”. La voz de una de sus hijas junto a quienes lucha por justicia, y paz.
Por Franco Ciancaglini.
La imagen de Beatriz Blanco cayendo en seco al suelo -tras ser gaseada y empujada por dos efectivos de la Policía Federal- dio la vuelta al mundo.
En el video se ve el fin de una secuencia más larga que inicia cuando la Policía Federal empuja de manera violenta a jubiladas y jubilados que se encontraban haciendo el clásico semaforazo de todos los miércoles en el Congreso.
“Ella lo que cuenta es que estaba con el grupo de jubilados, cortando Entre Ríos, para mostrar sus carteles. Y cuando el semáforo se pone verde se vuelven a la esquina. Y en ese momento vino la policía, apurando a todos los viejos a subirse a la vereda”.
La que habla es una de sus hijas, Paula.
El relato coincide con la temprana decisión de las fuerzas de abalanzarse sobre personas que hacen lo mismo todos los miércoles -un semaforazo, y luego una movilización que da la vuelta al Congreso-: Beatriz fue atacada a las 16:10.
Esta vez, por lo especial de la fecha, los Policías iban además con el gas apretado y el palo suelto. Cualquiera que estuvo en la manifestación pudo apreciar cómo apenas una persona se acercaba a los efectivos, o incluso estando a metros, sin hacer nada, podía ser gaseado. Incluso teniendo 81 años.

Los camiones hidrantes fueron parte de la cacería desatada. Foto: Lina Etchesuri.
El arma y la palabra
Beatriz Blanco no está afiliada a ninguna barrabrava ni milita en ningún partido político.
Es jubilada.
Trabajó toda su vida como empleada en cooperativa de fletes, empleada cuidando niños, costurera, y de casera hasta los últimos tiempos.
Tiene tres hijas.
Una de ellas, Paula Ippolito, cuenta que junto a su madre Beatriz y su hermana Paula suelen ir juntas a las marchas. “Esta vez fue sola porque justo yo estaba operada de la rodilla. Suele ir, no va todos los miércoles pero cuando puede va”.
Beatriz ya conocía a varios y por eso se acercó al grupo de jubilados que realiza los miércoles el semaforazo. Luego de que la empujaran a la vereda, se puso a hablarle a un cordón policial, una práctica habitual de jubilados anodados ante la violencia sin sentido que ejercen las fuerzas: “Ella siempre es de ir y hablar, de decir qué están haciendo, cómo no les da vergüenza; mi mamá siempre como que quiere hacer conciencia. Ella le debería estar gritando al policía que estaba de espaldas y lo toca con el bastón como diciendo ´mirame´. Ahí el chabón se da vuelta y le tira el spray, y el otro que le pega con el palo en la cabeza”.
Ese combo, que representa un ataque, de gaseo, empujón y golpe, hace que Beatriz pierda el equilibrio instantáneamente, y caiga al suelo.
La primera pregunta es cómo está: “Se está recuperando. Está en reposo, en observación por el golpe que recibió en la cabeza. Está con mucho dolor en todo el cuerpo, con un poco de inestabilidad, con el dolor en los ojos por el gas que le tiraron. Tiene los ojos muy hinchadas: le tiraron gas directo en la cara”.
Este dato del gas directo a sus ojos explica a la vez la pérdida del equilibrio, desechando por tierra las mentiras del Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que aseguró que se “cayó sola”. También el título de la empresa La Nación que habló de que la jubilada “atacó” a la policía previo a su “caída”: “Ella le tocó con su bastón para que se diera vuelta, para que la escucharan, no golpeó a nadie. Habría que mostrar los videos enteros donde la Policía increpa primero a los jubilados para que se suban a la vereda, con la agresividad que suelen tener”.

Beatriz Blanco, tras los gases recibidos y el golpe posterior. Foto: Lina Etchesuri.
El caso de Beatriz es uno de los dos -junto al del fotógrafo Pablo Grillo- denunciados por la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) ante la Cámara del Crimen. En esas denuncias a las que accedió lavaca, el organismo que se encarga de monitorear a las fuerzas -en estos tiempos, con menos entusiasmo- presenta como “pruebas” distintos recortes periodísticos alrededor del ataque a Beatriz. Y solicita a la justicia que requiera al Ministerio de Seguridad el personal policial afectado a los lugares de ambos ataques, así como los datos de la “sala de operaciones” a la que reportaban los agentes a cargo del operativo.
Por otro lado, la propia familia de Beatriz presentó una denuncia contra los dos agentes de la Policía Federal y contra la propia ministra Bullrich. Narra en su presentación lo mismo que refiere su hija en esta nota: “Siendo aproximadamente las 16:10 hs me encontraba en las inmediaciones de la esquina de las avenidas Entre Ríos y Rivadavia de esta ciudad (…) cuando fui rociada con una sustancia lacerante por un efectivo de la Policía Federal. Inmediatamente después, y también a manos de un efectivo de la PFA, recibí un golpe en la cabeza, con un elemento que creo se denomina ‘tonfa’, lo que provoca mi caída al piso”.
Tras el golpe, Beatriz fue derivada al Hospital Argerich, donde diagnosticaron lo producido por el ataque: traumatismo encáfalo craneano, herida cortante e irritación ocular.
Por eso, por un lado, reclama la identificación de los dos efectivos que la atacaron, plausibles de ser responsables de “delitos de lesiones leves” agravadas por tratarse de personal de la fuerza. Y por otro, califica a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich como “autora mediata” por ser responsable del operativo y algo más: la valiente presentación habla de que estos hechos son parte de un plan sistemático.

Una síntesis del plan sistemático. Foto: Juan Valeiro.
“Como en los momentos más aciagos de nuestra historia, desde el Poder Ejecutivo se ha montado un Programa de Miseria Planificada cuya consecuencia natural es la Protesta Social. Y sabido es que este tipo de políticas socioeconómicas sólo resultan aplicables cuando se pone a disposición de las mismas al aparato represor del Estado”.
Firma toda esta historia la propia Beatriz, acaso poniendo en contexto lo que representan los golpes que sufrió, su historia y el futuro por el que pelea junto a sus hijas. “Nosotras somos fieles a las marchas que son para los derechos del pueblo”, cuenta Paula, una de ellas. “No militamos en ningún partido político, siempre vamos independientes y solas”, aclara por si hiciera falta.
Paula habla siempre en plural femenino, pensando en su madre y su hermana. Desde ese lugar cuenta: “Nos están sacando todo. Nos están metiendo miedo para que no salgamos a las calles. Están imponiendo todo lo que quieren imponer. Siempre estamos atentas a todas las luchas. Esto va a por todos, no es solamente por los jubilados. A mi me han robado plata con la AFJP a pesar de que ya tengo 30 años de aportes. Estos vienen por todo, por todo lo que conquistamos”.
Junto a Natalia, las jóvenes militan tocando tambores en Batuka, uno de los conjuntos que lleva el ritmo a la calle y es la banda de sonido de la protesta social y la lucha. Hoy, del lado de la víctima, Paula asegura: “Estamos luchando para que esto no vuelva a suceder. Para que tengamos memoria y el pueblo no se duerma. No tenemos miedo. Ya la verdad que queda poco por perder”.
Esta lucha incluye, claro, a Beatriz: “Está más fuerte que nunca. Está enojada, muy enojada. Pero está fuerte para seguir la lucha”.
La lucha, ahora, es por justicia: “Solamente queremos que los responsables tengan justicia, sean los policías o la ministra de Seguridad: que la justicia trabaje a favor del pueblo. Y que no salga nadie más impune”.
¿Tenés esperanzas? “Y no. Pero hay que hacerlo igual: nos corresponde”.
La esperanza tal vez siga estando en la calle, mientras estas jóvenes sin contención psicológica ni asistencia estatal de ningún tipo enfrentan los golpes: “Estamos nosotras, las hijas, para cuidarla y para que se reponga de esto”.
¿Necesitan algo? “Sí: paz”.