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Vida moderna: Papá en el corralito

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El día del Padre es una excusa perfecta para analizar cómo afecta la crisis la vida cotidiana de la clase media acorralada. Hijos que se hacen cargo y padres que sienten la carga de que sus vástagos hereden un futuro que pinta cada vez peor.

La composición escolar tenía un objetivo concreto: que los chicos escribieran al ritmo de su imaginación, impulsados por una combinación disparatada de palabras. La maestra lo explicó así en la reunión de padres: con la realidad encerrada en un corralito, la escuela debe -más que nunca- convertirse en un espacio donde todo es posible. Con este objetivo secreto, había entregado a cada uno de sus alumnos de quinto grado una tarjeta que combinaba sustantivos y adjetivos inesperados. En la reunión de padres leyó, como ejemplo de lo que obtuvo, una de esas composiciones.

Las palabras elegidas: armadura voladora.

La historia: un tal Tobías tenía en el sótano de su casa una armadura que podía volar. Pero él no lo sabía. Le avisó el fumigador, que había bajado al sótano para matar unas ratas. Muy contento con la noticia, Tobías enseguida decidió hacer algo: venderla. «Así ganó plata y pudo pagar todas las deudas, gracias a su armadura voladora».

La maestra cuenta que entonces se le ocurrió preguntarle en quién estaba pensando cuando escribió su relato. Sonriente, el alumno le contestó:

-En mi papá.

El papá, presente en la reunión, alcanzó a balbucear:

-¡Pero cómo sabe que tengo deudas si yo nunca le dije nada!

Fue a otro padre al que se le ocurrió contestarle con un chiste:

-Le habrá avisado el fumigador.

Hugo Villagrán, un arquitecto tucumano padre de tres hijos, no se enteró a través del fumigador, pero sí del colegio que su hijo de ocho años estaba preocupado por la falta de trabajo. En la prueba de Ciencias Sociales le habían hecho una pregunta concreta: ¿qué le daría felicidad a este país?. Su respuesta: que todas las personas tengan trabajo. «No es una preocupación que debería tener un chico de ocho años y, sin embargo, está compartiendo con los adultos ese peso. Y se hace cargo. Después me di cuenta cómo: todos los días me traía el vuelto de las monedas que yo le daba para que se comprara algo en el recreo. Me sorprendió porque, con mi mujer, tratamos de hablar de nuestras resignaciones en privado, para no contaminar a los chicos. Pensábamos que controlábamos al menos eso, que no le transmitíamos nuestras preocupaciones económicas y, de pronto, con esa respuesta nos dimos cuenta que captaron todo. Y entendí porque, el otro día, mi hijo de diez años me pidió que no comprara una gaseosa, porque había sobrado un poquito del mediodía y con eso se arreglaban. Es como si ellos sintieran que ahorrar es una forma de ayudarme a mí».

Hugo es arquitecto. Fue Director de Obras y Servicios Públicos de un municipio, trabajó luego en relación de dependencia y, por último, se quedó sin ingresos fijos, cotizando presupuestos que nunca se concretaban. En los últimos tiempos consiguió un trabajo temporario como supervisor de encuestas. Su mujer, Lucía, es empleada del Departamento de Recursos Humanos de la empresa Scania, que en los últimos meses decidió discontinuar la jornada laboral. Así, con cada vez más tiempo libre y menos plata, los dos se refugiaron en sus hijos. «Estamos más encima de ellos -explica Hugo- De alguna manera, compensamos las carencias materiales enriqueciéndolos afectivamente. Yo, por ejemplo, soy el que los llevo y los voy a buscar al colegio. Disfruto ese tiempo que estoy con ellos y, también, de transformar cada limitación en alguna ventaja. Por ejemplo, ahora se nos fundió la camioneta y tenemos que viajar en colectivo. Entonces, aprovecho para enseñarles a viajar, porque ya están cerca de la edad en que van a querer moverse solos».

Del padre ausente tras una larga jornada laboral al padre presente que acompaña a los hijos en la rutina cotidiana hay una diferencia: nuevas ausencias. No es únicamente el tiempo en blanco que deja la falta de trabajo, sino también el vacío que deja el fin del modelo que compensaba el esfuerzo puesto en lo económico con la recompensa del progreso familiar. El sociólogo Artemio López, responsable de la consultora Equis, lo explica así:. «Hoy, los padres sabemos que nuestros hijos van a vivir una realidad social y económica peor que la nuestra. A diferencia del resto de Latinoamérica, donde lo mejor está por venir, aquí hay una clase media empobrecida, refugiada en su hogar, con sus ahorros confiscados, lo cual significa que le quitaron la estrategia que habían armado para enfrentar la crisis, el último salvavidas. Por eso y por primera vez en la historia, la utopía argentina quedó atrás. Ya fue». Esa utopía fue definida por la escritora Beatriz Sarlo de la siguiente manera:«ser argentino designaba tres cualidades vinculadas con derechos, capacidades y posibilidades: ser alfabetizado, ser ciudadano y tener trabajo. Eso formaba lo que podemos llamar una identidad nacional. Ningún argentino menor a treinta años tiene hoy esos derechos garantizados».

No es difícil entonces imaginar a qué han echado mano en medio de la tormenta aquellos que cargan con la responsabilidad de conducir el timón familiar. Los padres de la crisis, impotentes como están ante la situación económica, se dedican a transmitir aquello que no tiene precio: los valores. Hugo, el arquitecto tucumano, lo intenta cuando «trato de inculcarles que si bien tenemos que resignar pequeñas cosas -alguna salida, algún regalo- podemos compartir más tiempo juntos, andado en bicicleta por el Parque Guillermina Guzmán, haciendo un pic-nic. Pero también trato de inculcarles que no por eso hay que resignar derechos. Que sean dignos. Y ser dignos es ganarse la plata trabajando, aunque sea poca; y sin atajos como lo son la viveza o la corrupción».

La primera consecuencia inesperada de la crisis, entonces, es este cambio en el modelo paternal. «Del padre sponsor al padre compinche», señala el psicoanalista Juan Carlos Volnovich. «El padre sponsor sería aquel que invertía en su hijo como una manera de convertirlo en competitivo para el cada vez más exigente mercado laboral. Pagaba inglés, pagaba computación, pagaba colegios caros, talleres, cursos, psicólogos, deportes. Pagaba y pagaba, a costa de tener que trabajar cada vez más y, por lo tanto, tener menos tiempo para compartir con la familia, porque esa inversión en educación le parecía un seguro contra la desocupación futura de su hijo. Este modelo se convirtió en una carga muy grande para todos: para el padre, pero también para el hijo. El primer cambio, en este sentido, llegó de la mano de la tecnología. Frente a una computadora, un chico tiene más poder que un adulto. Sabe más. Recuerdo una publicidad en donde el padre le rogaba al chico: Matías, vení; dale, vení; rápido que no puedo. Y el chico le contestaba: esperá, te dije que estoy haciendo la tarea. Y lo que necesitaba el padre era que el chico le prendiese la computadora. Esa relación de dependencia invertida, lejos de crear distancias, funciona como un puente, acerca, genera complicidades. Hay un pequeño ida y vuelta. El hijo recibe protección, cuidado, seguridad y devuelve algo de todo eso con aquello que él solo puede dar a su padre. La crisis acentuó este proceso, que ya estaba abierto o insinuado. Y en este camino, ganaron mucho más los padres que las madres. De alguna manera los hijos siguen reclamando y sosteniendo al padre como un modelo a imitar. Golpeado como está por la crisis económica, ellos lo sostienen. Sostienen su narcisismo, su vanidad, instalándolos en un lugar de ídolos. Hacen el esfuerzo de construir una tarima, subir allí al papá y compensar con ello aquello que no van a encontrar en ningún otro lugar».

El diagnóstico puede parecer exagerado. Sin embargo, la imagen de un niño haciendo upa a su papá no es más que la consecuencia natural de una situación que ha puesto todo patas para arriba. Juan Carlos Chávez tiene cinco hijos (Juan Gabriel, de 21; Carlos Augusto, de 20; Federico, de 12 y Emiliano y Andrea, los mellizos, de 7) y en cada uno de ellos reconoce encontrar aquello que pierde en cada jornada laboral: energía, fuerza, ayuda, tolerancia, apoyo, comprensión. «Estoy catorce horas fuera de casa y con verlos una hora diaria me alcanza para recargar pilas para el día siguiente». La terapia incluye un show personalizado (los mellizos cuentan que ayer le interpretaron Caperucita Roja), el postre de alguna charla con los dos mayores en donde los hijos preguntan, escuchan, alientan y hasta aconsejan (hace poco tiempo él planteó que quizá deberían irse del país; lo dejaron hablar, desahogarse, hasta que finalmente el mayor le dijo: «vos ya perdiste muchas cosas, no creo que además debas perder tus raíces») y el regalo de una buena nota que Federico le entrega como un remedio para espantar malhumores.

En pocos días más Juan Carlos estará desocupado. Es empleado en una distribuidora de productos alimenticios que está por cerrar. Ya sabe, entonces, que tendrá que inventarse otra manera de ganarse el pan y en su casa encontró la solución y la receta. «Tenemos un proyecto familiar para salir de esta: una distribuidora de quesos y fiambres. Como los inmigrantes de principios de siglo, planeamos una estructura muy ajustada y una organización del trabajo basada en la familia. Los chicos mayores -que no saben todavía manejar un auto- van a aprender, sacar el registro y dedicarse al reparto y la atención de los clientes. Mi mujer, en el tiempo que le queda libre porque los chicos están en el escuela, atenderá el negocio. Federico, el de doce, se ofreció a llevar y traer a los mellizos del colegio. Y, yo por supuesto, haré todo lo que haga falta. Sé que es un momento complicado, pero también que mi familiar es el único pilar que tengo y pienso apoyarme en eso. Si se afloja esa base se desmorona todo. Pero si se la tiene firme, creo que nada es imposible. Esto tiene que mejorar. No se puede estar tan mal tanto tiempo. Y mientras dure el temblor, es mejor estar con mi familia, aguantándolo.»

La especialista en estudios de consumo, mercado y tendencias, Vida Lutzelschwab realizó una investigación que confirma esta sensación: la familia se ha transformado en el único territorio no hostil. «Su vida es su casa» sintetiza la especialista. «La familia aparece como una fuente de alegría y felicidad, cada vez más aglutinada y menos dispersa frente a un mundo que se diversifica y multiplica en dificultades. No solo es contenedora, sino que sostiene la esperanza del cambio. Es vivida como el único lugar donde puede formarse algo nuevo. Los lazos familiares son cada vez más sólidos porque están unidos por varios ejes comunes: tienen los mismos intereses y proyectos, tienen idénticos padecimientos y todos comparten las tareas que tienen en común. En esta simetría, se produce una necesidad de diferenciar del todo, algo. Y como el contenido es lo igualitario, lo que lo distinguen entonces son las formas: hombres y mujeres ya no son lo mismo. Los roles se reparten. El hombre debe ser varonil y la mujer, femenina. No indica esto debilidad o fortaleza, pero sí reparto concreto en algunas tareas. Mientras el padre transmite, por ejemplo, los valores; la madre se encarga de hacer rendir el peso y la comida. Este padre no es ya el patriarca dominador. Se ha enriquecido con todos los cambios que se impusieron en la familia en los últimos años. Es un padre valorizador, que sabe valorar el esfuerzo de la mujer y los hijos, que agradece y acompaña, capaz de permitirse demostrar cariño. Es un padre que forma, instruye». Vida distingue en esta palabra todos los cambios que resumen los últimos y agitados tiempos. «»Formar significó, prioritariamente y en algún momento, estimular la inteligencia, la capacitación, la especialización. Significaba educar para el éxito. Formar también significó estimular la rapidez, la capacidad de dar respuesta. Hoy formar tiene la connotación de ofrecer seguridad, afecto, valores. Es creer en la educación como forma de alcanzar felicidad y, en este sentido, el éxito ya no es un objetivo en sí y por eso ya no significa una exigencia tan grande ni para el padre ni para el hijo, sino un compromiso».

Alejandro Ramírez es profesor de matemática y conoce de memoria el significado de estas palabras. Exigencia y resultados han sido, desde siempre, parte de las fórmulas con que se han dado latigazos a varias generaciones de estudiantes secundarios. No es el estilo de Alejandro, preocupado desde siempre por impartir otro tipo de razonamientos en los alumnos que desfilan ante él, en tres turnos diferentes, desde las 7.30 hasta las 21 horas y desde hace varios años. Padre de María Clara, de 14 y Juan Martín, de 12, cuenta que cuando al fin de la jornada llega a su casa está «desesperado de hambre y compañía, aunque reconozco que la crisis me cansa más que el trabajo». La cena familiar, entonces, se convierte para él en una ceremonia sagrada. «Hablamos de todo y eso me estimula. Cuando estoy muy cargado, trato de darme una ducha antes de cenar, como para estar solo diez minutos y no intoxicarlos a ellos con mis problemas. Sin embargo, son los días en que mis hijos vienen con sus cuadernos, sus logros. Me doy cuenta que lo hacen para cambiarme el ánimo. Y la verdad es que funciona».

Para Alejandro, dos más dos es cuatro. Por eso saca así sus propias cuentas: «Yo renuncio sin problemas a comprarme ropa, a comer todos los mediodías por 5 pesos, a no tomar ni en broma un taxi. Pero el límite del ajuste son ellos. Podemos recortar otras cosas, pero no su educación. Lo hacemos por el futuro de nuestros hijos, pero también lo hago por mi presente. Ese es nuestro límite.» Ahora mismo se ha impuesto un desafío. «Mi hija va a cumplir quince años y vamos a hacer la fiesta aunque el indio no quiera (Alejandro no explicita quien es el indio en cuestión, pero cada quien puede darle la identidad que prefiera). La haremos austera, pero lo haremos. Es ya una cuestión personal, una batalla en la que peleo por imponer un límite: hasta dónde nos van a sacar. Para mi es importante porque para mi hija lo es y siento que si no hacemos esa fiesta sería casi una derrota, algo demasiado frustrante.» Su hijo, Juan Martín, lo embarcó en otra batalla. «El solito vino un día y me planteó que quiere dar el ingreso al Nacional Buenos Aires. Sé que es difícil, pero él quiere hacerlo y vamos a acompañarlo todos en esa tarea. Dijimos: adelante. Nadie puede quitarle a mi hijo el derecho de intentarlo».

Todos los fines de semana, Alejandro va de aquí para allá, en colectivo o caminando, acompañando al varón a un partido de fútbol, a la nena a un partido de tenis; a cada uno a un baile o un cumpleaños. » Me da placer acompañarlos de un lado a otro. No lo tomo como un trabajo extra, sino como una forma de compartir nuestro tiempo libre. Es cierto que cuando juegan un partido, me pongo nervioso porque me gustaría que les vaya bien. Pero por lo menos me pongo nervioso por algo distinto a lo que me consume el resto de la semana. Estar ahí, al costado de una cancha, al sol, al aire libre, después de estar toda la semana encerrado, es algo que no tiene que ver con el dinero, no cuesta nada y, sin embargo, para mi es toda una terapia.»

Ramiro Ferlatti tiene 31 años, dos hijos (Santiago de 4 y Sofía de uno y medio) y una profesión tremenda: es neurocirujano oncológico. Es lógico, entonces, que diga que todos los días «trato de llegar a casa sacándome antes de encima los problemas del trabajo, aunque ellos son los que finalmente licúan mi mala onda. Me pongo a leer un cuento, a jugar, a armar un rompecabezas y me olvido del mundo. El efecto es balsámico. Los miro y me digo: cómo te vas a hacer problemas si tenés estas dos preciosuras al lado».

Diciembre, enero y febrero fueron para él el momento en el que puso a prueba su paciencia, su sistema nervioso y sus finanzas. «Teníamos un crédito hipotecario y estaba en ascuas. Tenía que pasarme tres o cuatro horas en el banco con la intención de cancelar la deuda y encima, no me dejaban. Sin embargo, traté de no hacerme mala sangre. En mi trabajo veo cosas tan desgraciadas, de esas que no se arreglan ni con plata ni con nada, que con tener lo chicos sanos me parecía que ya no tenía derecho a preocuparme». Para Ramiro, la principal preocupación tiene que ver con otras cosas que pusieron al descubierto estos cambios. «Cuando comencé a estudiar sabía que formándome me garantizaba la posibilidad de tener trabajo. Hoy estudiar no es garantía de nada. Podés tener formación universitaria, ser bilingüe, tener experiencia y estar desocupado. Tengo un montón de amigos en esas condiciones y andan por la vida saltando de aquí para allá por un bizcocho. Sé que mis hijos todavía no captan esas angustias porque son chicos, pero no sé por cuánto tiempo lograremos mantenerlos al margen. Los otros días vino Santiago, me puso la mano en el hombro y me dijo: ¿qué te pasa papá?. Parecía una persona grande, con una voz aguda y el cuerpo de un enanito. Me dio tanta gracia, tanta ternura, que me olvidé de lo que me pasaba».

Así lo siente también el mendocino Rodrigo Sepúlveda, padre de Tomás de 2 años y ocho meses y de Manuel, de 11 meses. «A veces pienso que por lo menos es una suerte que sean tan chicos, porque no tengo que explicarles tantas cosas. Pero me doy cuenta que igual perciben nuestra angustia, aunque no la entiendan. Se dan cuenta que a veces estoy esquivo y entonces me reclaman atención con más insistencia y hasta con más gracia. A veces me siento a mirarlos mientras duermen y me pregunto si este país les dará una oportunidad, un futuro. Ese es hoy mi verdadero corralito. Y ellos son los únicos que pueden, con una sonrisa, darme las fuerzas para saltarlo».

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Matar por matar: la violencia policial porteña y el crimen en Lugano de Gabriel González

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Gabriel González, 45 años, pintor, fue asesinado por personal de la Policía de la Ciudad el jueves navideño en el barrio de Lugano, en un nuevo caso de gatillo fácil que además fue registrado por las cámaras de los vecinos. Gabriel intentó intervenir cuando la policía le estaba pegando a uno de sus hijos. Estaba sin remera, descalzo, desarmado. Lo fusilaron a corta distancia, las imágenes que aquí reproducimos están disponibles y se observa perfectamente quién le disparó. En el barrio sostienen que hubo violencia policial, además, sobre algunos de los testigos, para que hagan el silencio necesario para permitir la impunidad del y los autores.

En la foto de portada se ve a la derecha a Gabriel en el momento en el que es impactado por los disparos policiales.

Además de su trabajo como pintor, Gabriel se dedicó especialmente a la contención de jóvenes con consumos problemáticos. Presentamos la información publicada por el diario Tiempo Argentino, integrante junto a lavaca de la Unión de Medios Autogestivos, un símbolo y una realidad sobre la violencia institucional de estos tiempos.  

Amigos, allegados y vecinos de Gabriel González, el muchacho de 45 años que murió en medio de una violenta represión de la Policía de la Ciudad, ocurrida en Navidad en Villa Lugano, marcharon en reclamo de justicia. La familia aseguró que fue asesinado a mansalva y denuncia un nuevo caso de gatillo fácil. 

Matar por matar: la violencia policial porteña y el crimen en Lugano de Gabriel González

Las lágrimas de Nelly, la viuda de Gabriel González. (Foto: Gentileza Pablo Lecaros)

Nelly, la viuda de Gabriel, aún habla de su marido en tiempo presente. En diálogo con la prensa que se movilizó hasta Cruz y Escalada, en Lugano, donde se concentró la movilización, expresó: “Hace más de 25 años que comparto con él, que vivo con él, que la luchamos, salimos a laburar todos los santos días. Tanto él como yo, salimos a trabajar para tener las cosas que tenemos y lo que pudimos construir. La peleó siempre. No es una mala persona. No se merecía morir de esa forma. Quiero justicia por la vida de Gabriel”. 

La mujer recordó que llegó a la escena del crimen cuando a su pareja “ya le habían pegado. Tenía toda la cara ensangrentada. En todo momento traté de pararlo y que no le sigan pegando, porque lo estaban lastimando. Escuchaba cómo lo incitaban a pelear con ellos. Todo el tiempo lo incitaban a pelear. Él estaba enojado y ellos eran cada vez más. Le dieron un tiro muy de cerca”. Nelly también recibió heridas en las piernas y en los brazos. 

Matar por matar: la violencia policial porteña y el crimen en Lugano de Gabriel González

Foto: Gentileza Pablo Lecaros.

Entre sollozos, la viuda pidió a sus vecinos que no la dejen sola. “Luchemos. No es la primera vez que pasa algo así. Ellos vienen a matar, no vienen a apaciguar las cosas, a tranquilizar, sea lo que sea que esté pasando. Al amigo de él lo cagaron a palos, lo llevaron a la comisaría y le dijeron que no diga nada”. 

La mujer se refiere al amigo de Gabriel que en los videos, donde quedó registrada toda la secuencia, se advierte que intenta calmar a la policía. Gerardo, el hermano de la víctima, también mencionó “al muchacho que se llevaron preso, lo golpearon y lo amenazaron que lo iban a matar, le dijeron que conocían a su familia y a su casa. Para que no declare”.

Según pudieron reconstruir, el amigo de Gabriel fue liberado de la Comisaría 8A a eso de las 5 de la madrugada de este viernes. “Le aflojaron todos los dientes, le pegaron en las costillas entre el policía que disparó y había otro peladito. Todo para encubrir la cagada que se mandaron ellos”.

Matar por matar: la violencia policial porteña y el crimen en Lugano de Gabriel González

Foto: Gentileza Pablo Lecaros.

Por su parte, la abogada de la familia, Romina Ávila, precisó que “cuando le tiran a Gabriel, le tiran estando totalmente desarmado, indefenso y a una distancia prudencial del personal. Esto quiere decir que en ese momento no estaba agrediendo al personal. Tampoco se puede argumentar que hubo un exceso en legítima defensa, es lo que nosotros llamamos gatillo fácil”.

La asesora de la familia señaló en Radio Con Vos que esperan los resultados de la autopsia y las pericias, cuyos análisis preliminares deberían estar para este sábado. “Está documentado que quien dispara es un policía que bajó del patrullero. Tenemos su rostro, imagen por imagen. Ahora a pedido de la justicia, la Policía de la Ciudad, debería identificarlo”, esgrimió.

Matar por matar: la violencia policial porteña y el crimen en Lugano de Gabriel González

Foto: Gentileza Pablo Lecaros.

Gabriel era pintor y solía contener a los chicos del barrio que padecen consumo problemático. De hecho, comenzó con esa tarea social tras un contexto de abuso de drogas por parte de su hijo. “Era una persona humilde, hijo de migrantes, muy pujante, una persona que trabajaba y en ocasiones como esta, un festejo popular, participaba. Lo grave de su conducta ayer fue salir a la vereda a compartir con los amigos, sus vecinos. Es común eso acá. Los encuentros se comparten por más que a ellos no les gusten. Es parte de la cultura”, analizó la abogada. 

“Acompañaba a chicos con consumo, porque con su hijo dio una larga lucha por esa misma situación”, añadió Ávila, quien concluyó: “La Policía de la Ciudad sigue deambulando y caminando por acá. Son los mismos policías de la Comisaría Vecinal 8A que ayer estaban tomándole declaración a sus mismos compañeros que horas antes habían ido a herir de muerte a GabrielConviven con nosotros y el miedo es grande y está”

Respecto a la autopsia, la mujer indicó que los restos fueron trasladados este viernes a las 8 a la morgue judicial y que los resultados «van a ser sumamente clarificadores de lo que creemos y que sostenemos como teoría del caso, que para nosotros se trató de un hecho de violencia institucional. Que no tuvo ningún tipo de defensa, ni exceso en legítima defensa por parte del personal policial».

Matar por matar: la violencia policial porteña y el crimen en Lugano de Gabriel González

Foto: Gentileza Pablo Lecaros.

“Mi primo asesinado por la policía era un chico trabajador, nacido acá en el barrio, en la Villa 20. Era papá de Dante y Ángel de 21 y 25 años. Re familiero. En cumpleaños o reuniones familiares él siempre estaba en la parrilla haciendo el asado. Le encantaba compartir, era fanático de la pesca, un arquerazo del equipo del barrio que hace poco salió campeón. Cariñoso, amable, sencillo, solidario. Gabriel era muy valiente, no le tenía miedo a nada”, dijo a Tiempo Oscar Villaverde, primo de Gabriel y docente de la Escuela Técnica N° 13, Ingeniero José L. Delpini de Villa Lugano.

Fue el propio Oscar quien publicó en las redes en la tarde noche de ayer el asesinato de su primo: “Hoy en un forcejeo con la policía tras defender a su hijo asesinaron a quemarropas a mi primo Gabriel González e hirieron de bala a su mujer”.

El video filmado por un vecino dejó en evidencia el asesinato a quemarropa denunciado por quienes fueron testigos del brutal crimen. Se lo ve Gabriel sin remera, defendiéndose de los golpes contra media docena de efectivos policiales que lo golpean sin piedad.

De golpe, uno de ellos saca su escopeta y le dispara. La muerte fue instantánea y uno de los disparos hirió a la compañera de vida del asesinado y a otros vecinos que observaban con asombro la brutalidad policial.

https://twitter.com/mapadelapolicia/status/2004682374236569608?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E2004682374236569608%7Ctwgr%5Eac1d97fec004d4b6f43c539db126fd40cbc95cf4%7Ctwcon%5Es1_&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.tiempoar.com.ar%2Fta_article%2Fgatillo-facil-en-lugano-no-es-la-primera-vez-que-pasa-algo-asi-ellos-vienen-a-matar-no-vienen-a-apaciguar-las-cosas%2F

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Se confirmó el procesamiento del gendarme Guerrero por el ataque al fotógrafo Pablo Grillo

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El gendarme Héctor Guerrero será procesado por el ataque que hirió gravemente en la cabeza al  Pablo Grillo el 12 de marzo pasado (la foto de portada muestra a Pablo durante su recuperación, que aún continúa). La Sala II de la Cámara Federal porteña ratificó la decisión de la jueza María Servini que había sido apelada por el acusado. Además, pidieron investigar las posibles responsabilidades de quienes estuvieron a cargo del operativo. Presentamos aquí la información del diario Tiempo Argentino, uno de los integrantes de la Unión de Medios Autogestivos.

La Sala II de la Cámara Federal de Apelaciones confirmó el procesamiento del gendarme Héctor Guerrero por las lesiones gravísimas producidas al fotógrafo Pablo Grillo y por el abuso de armas en otras cinco oportunidades durante la manifestación de los jubilados del 12 de marzo pasado.

Se confirmó el procesamiento del gendarme Guerrero por el ataque al fotógrafo Pablo Grillo

El gendarme Héctor Guerrero el día de su declaración ante la jueza María Servini.

El fallo de la Cámara lleva las firmas de los jueces Eduardo Farah, Martín Irurzun y Roberto Boico. En su voto, Boico además, exigió que se profundice la investigación por las eventuales responsabilidades de las autoridades a cargo del operativo.

La situación del gendarme Guerrero había llegado a la cámara de apelaciones luego de un planteo de la defensa del acusado en la que pidió revocar el procesamiento como presunto autor del disparo con una pistola lanza gases contra Pablo Grillo, quien sufrió heridas gravísimas durante la represión policial a aquella protesta de jubilados en el centro porteño.

El planteo de la defensa se produjo en el contexto de varias resoluciones judiciales polémicas que se dieron durante en la semana posterior al triunfo electoral de La Libertad Avanza (LLA), que tuvieron como principales beneficiarios a Mauricio Macri y Javier Milei, y como principales perjudicados a Cristina Kirchner y Guillermo Moreno. Sin embargo, el oportunismo no funcionó y este viernes los tres camaristas le dio un revés al gendarme al entender que el acusado debe ir a juicio.

Guerrero, asistido por los abogados Martín Sarubbi y Claudio Nuncija, solicitó revertir el procesamiento que oportunamente había sido dictado por la jueza federal María Servini. La defensa sostuvo que no está acreditado que el gendarme haya sido el autor del disparo y afirmó que su conducta se ajustó a los protocolos vigentes para el uso de armas lanzagases.

En tanto, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), que interviene como querellante, respaldó la resolución de Servini y la validez de las medidas de prueba, entre ellas el relevamiento en el lugar del hecho, un informe balístico de la Policía de la Ciudad y la reconstrucción denominada “Mapa de la Policía”, elaborada por realizadores audiovisuales y peritos forenses.

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MU 210: La batalla final

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MU 210: La batalla final

El femicidio de Lucía Pérez a manos de dos narcos de Mar del Plata motivó el primer Paro Nacional de Mujeres. Tras una larga luchar familiar y social se logró la condena, pero ahora una nueva maniobra judicial puede dejar impunes a los culpables. Un ejemplo de que todo lo que conseguimos está en peligro. ¿Podrán?



Las notas de esta edición:

MU 210: La batalla final

Negacionismo de Estado: Informe 2025 del Observatorio Lucía Pérez

¿Qué hay detrás de la avanzada oficial para negar los femicidios? Radiografía de cómo cada poder del Estado, por acción u omisión, busca ocultar las causas y consecuencias del asesinato de mujeres. Y por qué lo hace. Por Claudia Acuña


MU 210: La batalla final

El Aleph (versión putas): Entrevista a Georgina Orellano

¿Cuánto cuesta la vida? ¿Cuánto vale? La dirigente de AMMAR y la actualidad desde la esquina: lo que se ve, lo que no se escucha, las falsas soluciones progresistas, lo que hay que abolir. Lo narco, la revolución, el cuerpo, la salida. Una recoridapor sus tatuajes, y todo lo que significa ser puta. Por Claudia Acuña y Lucas Pedulla



MU 210: La batalla final

Carla Soggiu: La impunidad avanza

Carla recibió un botón antipánico por las agresiones de su pareja, que la ató, golpeó y violó delante de su hija de dos años. Semanas después de ese hecho, accionó cinco veces ese botón pero la policía no la encontró. Apareció muerta en el Riachuelo. Las complicidades, las burocracias, el rol de Diego Santilli y la lucha de una familia que define el caso como un femicidio de Estado. Por Francisco Pandolfi



MU 210: La batalla final

Alma y vida: El femicidio de Lucía Pérez, hoy

¿Qué es la justicia? ¿Cómo enloquecer a una familia? ¿Por qué buscan eliminar la figura de
femicidio? ¿Cuál es el rol práctico del Estado y el negacionismo? El Tribunal de Casación resolvió que el de Lucía Pérez no fue un femicidio. La política de la misoginia como aversión hacia las mujeres y el paralelismo con lo narco que vende droga junto a las escuelas. Las “sumisitas”, la violencia y el sometimiento. Marta y Guillermo: una familia que trabaja en comunidad, y las claves para que las pesadillas no sigan asesinando a los sueños. Por Sergio Ciancaglini



MU 210: La batalla final

Crónicas del más acá: Al trote

POR CARLOS MELONE



MU 210: La batalla final

El Caliban y las brujas: La obra Fuerza mayor, protagonizada por jubiladas

La alianza entre Jubilados Insurgentes con integrantes del Teatro Caliban parió está obra que pone en escena lo que pasa todos los miércoles frente al Congreso. Una forma creativa de elaborar la actualidad con las herramientas del teatro, para hacer sentir, pensar e interpelar a los más jóvenes. Por Franco Ciancaglini



MU 210: La batalla final

Sin berretines: Lo que nos cuenta la cárcel

Estudiantes de Sociología y Trabajo Social que cumplen condena en la cárcel de San Martín comparten sus reflexiones sobre la libertad, el encierro, y la actualidad más acá de las rejas. ¿Cómo funciona lo narco? ¿Qué implica buscar plata fácil? Lecciones sobre educación, berretines y prejuicios, el sentido de la vida, y la teoría de la bobalización. Por Sergio Ciancaglini



MU 210: La batalla final

Sin protección: Ley contra el Acoso y después

Perdió estado parlamentario el proyecto de ley de acoso en ámbitos laborales y académicos: una muestra de la desidia y el abandono de las políticas de género. Del caso Brieger a Milei, cómo sigue la organización de las mujeres para empujar lo imposible en tiempos de motosierra, fascismo y un Congreso estancado. Por Evangelina Bucari



MU 210: La batalla final

Con horizonte: 38º Encuentro Plurinacional en Corrientes

Cien mil personas participaron del 38º Encuentro Plurinacional de Mujeres y Diversidades. MU lo registró con crónicas día a día, que pueden leerse en lavaca.org. Compartimos aquí parte del registro fotográfico y una mirada sobre la trastienda de debates que explican mucho de lo que pasó en un evento extraño y extraordinario. Por Claudia Acuña. Fotos de Line Bankel



MU 210: La batalla final

Sin cuerpo: La ¿impericia? en la causa de Cecilia Basaldúa

A lo largo de este 2025 la nueva instrucción que investiga el femicidio de Cecilia Basaldúa, ocurrido en el año 2020 en la localidad cordobesa de Capilla del Monte, Cambió fiscales, tomó nuevas pruebas y amplió testimoniales. Sin embargo, en el marco de un proceso judicial que avanzaba, una noticia coronó la impunidad en esta causa: hace cuatro años que el cuerpo de Cecilia fue retirado de la morgue judicial sin el consentimientode la familia. Por María Eugenia Marengo


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