Nota
#ENM día dos: la revolución según Trelew
A lo largo de 50 cuadras, 60 mil mujeres, travestis, trans y lesbianas celebraron en una danza plural sin coreografía, abierta a la improvisación desde el registro y el goce de la compañera de al lado. El Encuentro Nacional en Chubut dejó así una síntesis clara: el feminismo no retrocede, sino que avanza y crece. Nuestra crónica y reportaje fotográfico de una marea verde que hizo hervir a la Patagonia.

Foto: Martina Perosa.
60 mil mujeres, travestis, trans y lesbianas dieron la vuelta a Trelew. El encuentro fue tan o más numeroso que otros años. La forma de habitar el espacio público por todo Trelew fue imponente. La marcha se dirigió a los puntos de siempre: municipalidad e iglesia incluidos. Sin embargo, gran parte de los cantos eran para les vecines de la ciudad elegida. Una mujer que marcha se emociona al ver a una señora agitar su pañuelo verde desde el balcón mientras se canta que cada vez somos más abortistas. Un niño está parado en una esquina y muestra a las que pasan un cartel que dice ni una menos y las que marchan lo aplauden y le gritan vivas nos queremos. Y así el foco está puesto en movilizar la ciudad en que les vecines no sean indiferentes.

Foto: Martina Perosa.
La columna que parecía eterna fue insistente con cada mujer que se encontraban en la calle y el grito «mujer, escucha, únete a la lucha», sonó con fuerza. Una marcha en la que cada agrupación ponía especial atención en que nadie provoque disturbios. El grito al pasar fue el mismo que recorrió los dos días: «Si no hay aborto legal, qué quilombo se va armar». La mayoría de las organizaciones tenían carteles o consignas que no apuntaban a lo partidario. Revolución en luces de neón o se va a caer eran las banderas. Jóvenes de menos de veinte años eran las que cantaban desde los megáfonos. Los aullidos, gritos y abrazos llenaron Trelew tanto con canciones sobre placer como sobre política. Los balances sobre lo debatido serán muchos pero algo para muchas era seguro: el feminismo no retrocede, avanza y crece.
Y busca cambiarlo todo.
Las cosas como son
«Está lleno de mujeres. Y dicen las cosas como son», se le escuchó decir emocionada a una señora grande de Trelew.
En este fin de semana, su ciudad se revolucionó. La potencia del abrazo, del autocuidado y de la escucha pudo más que el miedo que quisieron generar en la previa. Miedo de que alteremos la supuesta tranquilidad de esta ciudad pequeña y pongamos en cuestión aquello que permanece como «privado».
En última instancia, miedo de que trastoquemos los pactos de silencio y digamos las cosas como son.

Foto: Martina Perosa.
La plaza Centenario fue el escenario privilegiado para el compartir. Formas de expresión artística, asambleas, risas, partidos de fútbol, ocio y prácticas de comercio cara a cara que habilitan un circuito económico singular y en gran medida sostienen el viaje que muchas emprendieron hasta acá. En los talleres, se escuchó a muchas levantar la mano y empezar a hablar: «Este es mi primer encuentro». Una a una nos aplaudimos, a modo de recibida, y compartimos nuestras historias. Desde el intercambio, colectivizamos y politizamos nuestras experiencias.
En la tarde del domingo, como cada año, nos dimos cita en el evento central de esta fiesta. Esa marcha-marea-cuerpo colectivo. A lo largo de 50 cuadras, decenas de miles nos celebramos en una danza plural sin coreografía, abierta a la improvisación desde el registro y el goce de la compañera de al lado. A cada paso, sentimos debajo de nuestra suela la huella de las que caminaron antes. En cada pisada, profundizamos el surco en el cemento para abrirle el camino a las que llegan. Desde las casas de los barrios más populares de Trelew agitaron sus pañuelos, nos pasaron botellas con agua y se sumaron a nuestra fiesta.

Foto: Martina Perosa.
En los distintos talleres y espacios, procuramos repensar las distintas categorías identitarias y posiciones de sujeto que nos atraviesan y nos constituyen. En particular, desde los días previos a la apertura, se escuchó fuerte la demanda por construir un encuentro plurinacional.
Los encuentros nacionales y sus marchas son transformación.
De las ciudades que nos alojan, de cada mujer que participa y también de los espacios por los que circulamos a nuestro regreso. Este año, la marcha nos encontró aún más cerca, porque en los últimos meses fueron muchos los encuentros en distintos puntos del país y frente al Congreso de la Nación en la lucha por el aborto legal.
Como cada año, le volvimos a poner el cuerpo a nuestra lucha.
Una lucha que se canta, que se baila, que se celebra.
Una lucha en la que nos pintamos en la piel.
Una lucha que se comparte en los abrazos, en las trenzas y en los besos: «La revolución se baila, se transpira y no se calla». Esta noche, en Trelew hizo calor.
Y nos lo llevamos en el cuerpo.

Foto: Martina Perosa.

Foto: Martina Perosa.

Foto: Martina Perosa.

Foto: Martina Perosa.

Foto: Martina Perosa.

Foto: Martina Perosa.
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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