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Derechos Humanos

Estela, 95 años y 140 nietos recuperados: ¡que los cumplas feliz!

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Hoy cumple 95 años Estela Barnes de Carlotto, actual presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Su utopía era la de una vida normal. No pudo ser: la directora de escuela “antiperonista y aburguesada” sufrió el secuestro de su marido primero (liberado tras el pago de un rescate a los grupos de tareas) y más tarde el de su hija Laura, que parió en cautiverio y luego fue fusilada por la espalda. Para Estela comenzaba otra historia. Desde los gritos ante la Rosada, los cumpleaños simulados y las búsquedas insólitas, hasta el hallazgo de 140 vidas e identidades. ¿Qué simbolizan Abuelas? Modos posibles de ser y de hacer, frente a lo peor, y sin odio. Acción más que los discursos. Carácter, eficiencia y alegría. El efecto Milei y un consejo abuelístico. La nota publicada en MU, como humilde homenaje a una mujer. Y al Estilo Estela. Por Sergio Ciancaglini.

Estela, 95 años y 140 nietos recuperados: ¡que los cumplas feliz!
Estela de Carlotto. Foto: Lina Etchesuri

Tal vez sea una persona rara: no odia a nadie.

Esta señora que hoy cumple 95 años va a contramano del agujero negro cultural, político y mediático que ha convertido al odio en un lugar común, una guerra cotidiana. Le han dado sobrados argumentos para odiar, pero no hay caso. “No me sale”, dice sonriendo. De pronto se pone muy seria, señala la mesa y me ordena abuelísticamente: “Te dije que te comas esa bola de fraile”.

Aquí se narran algunas aventuras y desventuras de esta señora, de un grupo insólito de mujeres y de una tecnología que les permitió: 

actuar en momentos de desquicio,

sin ninguna ideología, doctrina o tutorial que las guiase,

en la peor de las situaciones imaginables o inimaginables,

y descubrir pese a todo formas de acción con logros que ya son parte de ciertas hazañas de la historia humana. 

Golpe y mafias

Enriqueta Estela Barnes, clase 1930, fue siempre la Ñata para su familia. Infancia feliz en Villa Sauce, La Pampa, con su papá como jefe de Correos. Familia amorosa, dos hermanos, regreso al universo bonaerense y platense, y ella se convirtió en docente y luego directora en Brandsen de una de las llamadas Escuelas Láinez, de zonas marginales. “Los años en esa escuela fueron de una felicidad enorme para mí” dice la señora. Ñata se casó con el joven Guido Carlotto que tenía una pequeña fábrica de pinturas en Avellaneda y luego en La Plata. Pareja con proyecto utópico: “Queríamos una vida normal y tranquila. Tener nuestros hijos, con el tiempo jubilarnos, y cuidar nietos en una familia en la que no hubiera sillas vacías”. 

Parió Estela dos varones y dos nenas. La mayor era Laura, nombre inspirado en una película de amor y suspenso de Otto Preminger protagonizada por Gene Tierney. La vida en los 70 se politizó al infinito. “Guido y yo votábamos a los radicales, a Ricardo Balbín, que encima era vecino nuestro en La Plata. Pero no me interesaba nada la política, y era muy antiperonista, muy esa cosa aburguesada”. Al revés, los Carlotto Jr., se lanzaron a la militancia en la Juventud Peronista.

En 1973 los jóvenes celebraron el triunfo de Héctor Cámpora contra el candidato de sus padres, pero sobre todo contra la dictadura que proscribía al peronismo. Luego festejaron el triunfo del propio Juan Perón también contra Balbín. En 1976 se produjo el golpe. “Estábamos asustados por nuestros hijos. Laura estaba en prensa de Montoneros. Queríamos que se fuera del país. Lloraba porque desaparecían sus compañeros, pero no quería irse. Les respetamos a nuestros hijos siempre sus proyectos y decisiones”. El trasfondo: no se educa para que los hijos hagan lo que quieren los adultos, sino para que sean libres de hacer sus propios proyectos. 

Pero el primer desaparecido de la familia no fue de la rama juvenil, sino papá Guido, el conservador votante de Balbín, el 1º agosto de 1977. El amor y el suspenso se hicieron realidad. “Laura le había pedido la camioneta para una mudanza. Allanaron la casa de la que se había mudado, mi marido fue a buscarla y allí lo secuestraron”. Los militares lo intentaron con la propia Estela pero ella no estaba en su casa: “Por eso no fui yo también una desaparecida”. La propia idea de la desaparición era impensable entonces: “Yo creía que debían estar detenidos en alguna parte”.  

Pidió licencia en la escuela y empezó la primera de sus búsquedas. Estuvo en el arzobispado platense, apareció un contacto en nombre de un profesor de la ultraderechista Concentración Nacionalista Universitaria (CNU) llamado Recalde Pueyrredón “que andaba siempre con un perro de policía”. Extorsionaron a Estela pidiéndole 40 millones de pesos (80.000 dólares negros, hoy “blue”, de aquellos tiempos), lo que demuestra cómo la represión que iba a salvar a la Patria era en realidad un negocio mafioso. Estela corrió a pedir préstamos para completar esa cifra y pagó. Habló con el general Reynaldo Bignone que luego sería comandante del Ejército y presidente de este extraño país. A los 25 días, no se sabe si por el dinero o por los contactos, Guido fue abandonado vivo en un basural de Lanús. “Estaba hecho un espectro, pesaba 15 kilos menos. Nunca se recuperó del todo”. Lo peor: “Contó cómo policías y militares torturaban personas para sacarles información, las inyectaban hasta desmayarlas o matarlas, y después las metían en bolsas que se llevaban. El horror”. El objetivo militar: la aplicación de un plan económico ultraliberal a cargo de José Alfredo Martínez de Hoz, la llamada “patria financiera”, con miles de obreros secuestrados y desaparecidos y visitas frecuentes de miembros de la hoy mentada perrunamente Escuela Austríaca a la Bolsa de Comercio y  encuentros con el dictador Jorge Videla.    

En noviembre de ese 1977 fue secuestrada Laura junto a su marido, Walmir Montoya. Los Carlotto no sabían que estaba embarazada. Estela salió a buscar a esa hija esfumada. Un secretario de monseñor Plaza fue contacto para la nueva extorsión de Recalde Pueyrredón en nombre de policías y militares. La ironía panadera anarquista del siglo XIX convertida en terror cotidiano, con esa madre desesperada y el país sometidos a vigilantes y bolas de fraile. Esta vez le exigieron 150 millones de pesos, que el matrimonio logró reunir y pagar. Ella volvió a ver a Bignone en el comando en jefe del Ejército. “Estaba como loco, con una pistola arriba del escritorio, gritando. Le dije que si Laura era culpable la juzgaran, pero no que la mataran. Me dijo: ‘En Uruguay tienen presos a los Tupamaros y es peor, convencen a los guardias. Acá hay que hacerlo’. Eso quería decir: acá hay que matarlos”. Ella respondió: “Si ya la mataron, devuélvanme el cuerpo, no quiero volverme loca buscando en las tumbas NN de los cementerios”.  

Estela pudo saber por una liberada que Laura estaba embarazada. Que quería que su hijo se llamase Guido si era varón. Seguía recorriendo comisarías hasta que su consuegra Nelba Falcone, madre de María Claudia Falcone (estudiante secundaria de 16 años que reclamaba el boleto escolar y fue una de las seis adolescentes asesinadas tras su secuestro en la Noche de los Lápices, en 1976) le dijo: “No estés sola. Hay otras abuelas que buscan”. Así conoció al grupo Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, primer nombre de Abuelas de Plaza de Mayo. En 1978 la convocaron de la Comisaría 9ª y le dijeron: “Su hija ha fallecido”. Atinó a responder: “Asesinos”. No quiso ver el cuerpo. Tramitó su jubilación como docente: “Ya no iba a poder estar en esa escuela que amaba”. Se dedicó literalmente con alma y vida a buscar con las Abuelas a cada uno de los bebés secuestrados por la dictadura, tarea que en ese momento parecía totalmente absurda. 

Estela, 95 años y 140 nietos recuperados: ¡que los cumplas feliz!
Las sonrisas de Estela y Laura Carlotto, pre 1976. La mamá era votante y vecina del radical conservador Ricardo Balbín: “No me interesaba la política”. Laura militó en la Juventud Peronista y en prensa de Montoneros: fue secuestrada y fusilada por la dictadura después de parir. Estela se unió a Abuelas buscando a ese nieto que finalmente encontró en 2014, sin dejar por eso la búsqueda de todos los que faltan. ¿La política de la organización? “Lograr cosas buenas, útiles, sanas y positivas”.

Gritar ante la Rosada

Estela posa para las fotos en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo: “Nunca hay que perder la sonrisa”, dice. Retoma la historia. “En Abuelas no queríamos que vinieran nuestros maridos. Para los malditos los hombres eran peligrosos y las mujeres éramos unas bobas, que no servimos para nada. Se equivocaron feo, ¿viste? La primera vez que fui a la Plaza me llevaban de la mano entre otras dos Abuelas. Yo tenía miedo. Era impresionante. Todavía no se hacían rondas. Nos acercábamos a la Rosada y gritábamos: ‘salgan, digan dónde están’. Los asesinos no abrían la ventana, y nos sacaban fotos desde arriba”. 

Difícil imaginar mayor muestra de valentía que el de ese puñado de madres y abuelas desafiando a los gritos desde la calle a una dictadura sangrienta. Para hacerlo, además, ignoraron a partidos políticos y organismos de derechos humanos que, por lo que fuera, eran de los que planteaban que hacer eso era una locura, que derivó en el mote de “locas de Plaza de Mayo”.  

En esa escena de las mujeres frente al poder militar absoluto, ¿dónde estaba la locura y dónde la racionalidad? ¿Dónde estaba el coraje y dónde la cobardía? Las protagonistas: “Algunas éramos docentes, otras ni habían podido hacer la primaria, otras profesionales, jubiladas. Pero todas abuelas impecables” cuenta sobre esas  señoras hasta entonces dedicadas al hogar, los teleteatros, sus trabajos, votando a Balbín o como me confesó una de las emblemáticas fundadoras y anterior presidenta de Abuelas, Chicha Mariani: “La verdad es que yo lo había votado a Paco (Francisco) Manrique” (militar que intervino en la Revolución Libertadora). 

Las mujeres no sabían qué hacer: “Nos decían que un chiquito en una escuela podía ser uno de los nietos que buscábamos, porque lo llevaban con custodia. Una se escondía detrás de un árbol con una máquina de fotos, otra hacía como que esperaba un nene. Era una tontería, una fantasía de que así podríamos verlos. Pero al menos hacíamos algo. Veíamos a jueces que nos mentían, o nos maltrataban”. Por ejemplo, la jueza Delia Pons, del Tribunal de Menores de Lomas de Zamora, les dijo: “Solo sobre mi cadáver van a obtener la tenencia de esos niños”. Hablaban por los viejos teléfonos en clave: el señor Blanco era el Papa, y se referían a sus nietos desaparecidos como “flores” o “cacharritos”. Se encontraban en la porteña confitería Las Violetas para poder hablar pero simulaban un cumpleaños y cambiaban de tema cuando se acercaba un mozo. “Nos acompañábamos, también peleábamos, pero todas hicieron un trabajo increíble” dice Estela. En 1985 el cuerpo de Laura fue exhumado por el Equipo de Antropología Forense: “Vi sus huesitos, su pelo, las balas. Le habían disparado por la espalda, a la cabeza, a 30 centímetros. Por la pelvis se demostró que había tenido un hijo. Allí hice el duelo”. Su otro duelo fue en 2001 cuando falleció Guido, su marido. 

El resultado más visible de lo hecho por Abuelas hasta hoy tiene una cifra: 140 nietos y nietas con una historia recuperada. Uno de ellos es Ignacio Montoya Carlotto.  

Estela, 95 años y 140 nietos recuperados: ¡que los cumplas feliz!

Consejo para nietas 

La charla y la experiencia de Abuelas son técnicamente infinitas. Estela salta al presente y define a Milei. “Me indigna por su falsedad, por todo lo que tiene tan feo como persona. Su proyecto es dejar un país diezmado y arrasado. Insultar y humillar. Creo que hay cada vez más gente arrepentida. Ni hablar con la corrupción que ya se sabe que hay. Cuando ganó yo estaba con dos de mis nietas adolescentes. Les dije: ‘No lloren más. Acá empieza la lucha. Hay que pelearla. No lloren, chicas, todo pasa en la vida. La vamos a pasar mal, pero no es para siempre. Hay que seguir haciendo cosas como hicimos toda la vida, respetando, y sin ofender a nadie”. El diagnóstico: “Milei me resulta un hombre increíblemente malo”. Dice que nunca fue de insultar: “No le deseo la muerte a nadie, solo me sale pensar que ojalá les cambie el cerebro y actúen distinto. Si alguien es un asesino no digo que es, perdón, un hijo de puta: con decir que es un asesino, ¿qué hay peor? Soy tranquila. Me gusta decir la verdad sin ofender, y si es necesario, ofendo pidiendo disculpas”. 

Por esas cosas las Abuelas son un caso de autoridad. También de investigación e inteligencia, capacidad de trabajo, acciones más que discursos, paciencia, voluntad, decisión, todo construido a base de desesperación por la vida, amor y guapeza. El amor para ellas no es una gesticulación con los dedos ni un emoji en las redes. 

Simbolizan la dignidad, la identidad, los derechos, la memoria. ¿Cómo sería una persona sin esos atributos? Tal vez un zombi o un fantasma. Se estima que lo mismo le puede pasar a una sociedad. 

Son mujeres que han llorado, pero nunca lloriquearon ni fueron quejosas, teniendo muchos más motivos que gran parte de los quejosos en loop. 

Pudieron actuar juntas porque las unía un proyecto, no una discusión teórica o doctrinaria. Siempre hablaron poco e hicieron mucho, al revés que gran parte de ese conjunto estrafalario denominado “dirigencia”. 

Si tuvieron miedo, no las paralizó, y lo superaron haciendo cosas juntas. Actuaron con sentido común, entendido como pensamiento, sentimiento y acción. Estuvieron siempre llenas de ideas, pero no dan sermones ni venden conferencias. Transmiten serenidad y lograron una eficiencia inédita. Hablaron y hablan mirando a los ojos. Nunca quisieron hacer justicia por mano propia. Jamás propusieron la violencia. No postulan la venganza sino la reparación del daño. Tienen un carácter fuerte que ha sabido plantársele a criminales de Estado, a líderes mundiales, a obispos mudos o corruptos, a jueces impresentables, a la política zombi. Pero ese carácter es alegre. La potencia de la alegría de las Abuelas debería ser un tema de estudio, aprendizaje y contagio para imaginar cómo crear otros horizontes.  

Sin alardear de nada resolvieron problemas de una complejidad inconcebible y siempre hicieron verdadera política sin funcionar como panelistas mediáticas. No les interesan la fama ni los seguidores. No hablan de cambiar el mundo, pero sembraron el mundo con la certeza práctica de que las cosas pueden cambiar. El proyecto parece modesto: Estela dice que le gusta lograr cosas que sean “buenas, útiles, sanas y positivas”. Los resultados son asombrosos.

Ya no hay facturas sobre la mesa. Estela cuenta: “Lo que me hace feliz es seguir encontrando nietos. Es un triunfo maravilloso de la vida”. Un auto espera para llevarla a su casa de Tolosa. “Me voy a descansar un poco pero ya te dije: no es que soy vieja, sino que tengo mucha juventud acumulada”. 

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Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”

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Quiénes estuvieron y quiénes no, a siete meses del ataque al fotoreportero durante una de las marchas de jubilados. El significado de la solidaridad y la amistad: «Estamos revirtiendo eso de que ser turro esté de moda» dijo Fabián, el padre de Pablo.

Por Claudia Acuña

Sobre Hipólito Yrigoyen, a pocos metros de Solís, hay una herida en el asfalto que marca el lugar exacto en el que la Gendarmería Nacional atentó contra la vida del fotógrafo Pablo Grillo. Ahí mismo un manojo de colegas están ahora pegando con plasticola su foto, mientras Fabián, su papá, sintetiza todo lo que este festival solidario significa: “Quisieron matarlo, pero no les salió. Pablito está mejor y lo que lograron es potenciar el amor del pueblo. Ahora acá estamos revirtiendo eso de que ser turro esté de moda para que podamos mirar al otro como un amigo, un colega, un par”.

Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”

Fabián Grillo y las armas de creación masiva. «Pablito está mejor y lo que lograron es potenciar el amor del pueblo».

Hay chicos jugando al ajedrez y chicas pintando con acuarelas flores y pájaros. Hay músicos cantando rap y músicas cantando tangos. Hay jóvenes y veteranos bailando rock y milongas. Hay sol, mate y bandejas de sándwiches y alfajores caseros que se comparten. Hay fotos colgadas en las rejas de la plaza y en los cuellos de colegas de Pablo que acompañan a las familias, amigos, amigas y vecinos que se reunieron allí para acompañarse.

Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”

Chicas y chicos jugando y pensando.

Hay jubilados y jubiladas, por supuesto, porque finalmente Pablo estaba allí para registrar su batalla de todos los miércoles. Aquel 12 de marzo no era uno cualquiera: se habían sumado a la ronda hinchas de todos los clubes de fútbol con la intención explícita de proteger a las y los jubilados de la represión que sufrían cada miércoles y que ese día fue más brutal. Así lo ordenó la ministra de Seguridad Patricia Bullrich –ahora candidata a senadora, quizá para esconder las consecuencias legales tras los fueros– y la noticia fue otra: no ya el apoyo que podría haber contagiado la solidaridad de otros sectores, sino la imagen de un joven fotógrafo agonizando en el asfalto con el cráneo destrozado. “Si Pablo tiene la fuerza para pelear por su vida, nosotros también”, sintetiza Fátima, una de sus amigas de Remedios de Escalada, donde todos los viernes se realiza un semaforazo para exigir justicia y todos los meses un festival como este, que al cumplirse siete meses decidieron trasladar a la escena del ataque.

Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”

Jubilados acompañando la movida. El ataque a Pablo fue durante una de las marchas de los miércoles, el 12 de marzo.

Lo que no hay deja flotando un interrogante: a una semana se las elecciones nacionales no hay partidos ni políticos que ni siquiera se acercaran para la clásica foto. ¿Dónde están? Tampoco hay organizaciones sociales ni otros aparatos que aporten ni gente ni logística, que la familia consiguió a puro abrazo. Por ejemplo, el de SiPreBA –el sindicato de prensa porteño– que entre otras cosas se hizo cargo del sonido y los dos baños químicos exigidos por el gobierno porteño para otorgar el permiso, que se convirtieron en cinco: cuando la empresa proveedora se enteró para qué eran decidió aportar tres más.

Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”
Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”

La cicatriz en el asfalto, y el homenaje a Pablo, que sigue recuperándose.

Lo que sobra es armonía, esa extraña cualidad en peligro de extinción y que allí, sobre el asfalto herido, cura.

Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”

La vida sobreponiéndose a los proyectos de muerte.

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Desde Roma: la sociedad contra la guerra

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Crónica de una movilización histórica en Roma más de un millon de personas) después de semanas de huelgas y manifestaciones en todo el país. Fueron siete horas de manifestación transversal, diversa y enérgica contra el genocidio en Gaza. La calle, los carteles hechos a mano, las noticias de la flotilla secuestrada por Israel, y las voces que plantean que la paz es una responsabilidad colectiva.

por Franco Ciancaglini (desde Roma)

La ciudad amaneció este sábado convertida en el centro de una protesta histórica. Más de un millón de personas marcharon en Roma durante siete horas contra el genocidio en Gaza, en lo que se considera una de las movilizaciones más masivas de los últimos años en Italia.

Desde Roma: la sociedad contra la guerra

Gente marchando: la antiquísima y siempre nueva lucha por la paz.

El contexto inmediato fue la detención de la Global Sumud Flotilla, integrada por 42 embarcaciones que partieron desde puertos de España, Túnez, Italia y Grecia para llevar alimentos y medicamentos a Gaza y denunciar el bloqueo israelí. Israel interceptó el último barco, el Marinette, a 42 millas de la costa, y detuvo en total a 473 tripulantes. Durante cuatro días no hubo noticias de ellos.

Entre los detenidos figuran cuatro argentinos:

  • Celeste Fierro, legisladora porteña por el Frente de Izquierda;
  • Carlos “Cascote” Berola, dirigente social de larga trayectoria;
  • Ezequiel Peressini, militante socialista y exlegislador cordobés;
  • Nicolás Calabrese, profesor de educación física nacido en Paraná y actualmente radicado en Brasil.
  • (A última hora se confirmaría que al menos Calabrese y otro de los argentinos hombres, sin identificar, fueron liberados).
Desde Roma: la sociedad contra la guerra

Porta San Paolo, de Roma, donde se recuerda la resistencia contra el fascismo: punto de encuentro de parte de la manifestación que reunió 600.000 personas contra la guerra y el genocidio.

Este mismo sábado Israel informó la deportación de 137 detenidos hacia Turquía, pero ninguno de los argentinos figura en esa lista. El gobierno argentino no realizó un reclamo por ellos. La única información desde que fueron detenidos llegó gracias a un equipo jurídico internacional: se encuentran en una cárcel de máxima seguridad en Ketziot, donde fueron “atados, arrodillados y sometidos a humillaciones” (https://elpais.com/internacional/2025-10-03/los-activistas-de-la-flotilla-comparecen-ante-un-tribunal-en-una-carcel-de-maxima-seguridad-de-israel.html).

Mientras las columnas de manifestantes recorrían Roma otra noticia llegaba desde Medio Oriente: 46 palestinos fueron asesinados en nuevos bombardeos, entre ellos siete niños, según reporta La Repubblica (https://www.repubblica.it/).

Desde Roma: la sociedad contra la guerra

Pancarta escrita a mano: «El silencio nos hace cómplices».

La chispa

La chispa que encendió esta ola de protestas en Italia comenzó el 22 de septiembre. Ese día, los trabajadores del puerto de Génova anunciaron que bloquearían las mercancías a Israel si la flotilla Global Smund no llegaba a Gaza (https://www.eldiario.es/internacional/trabajadores-puerto-genova-amenazan-bloquear-mercancias-israel-si-flotilla-no-llega-gaza_1_12572177.html).

La flotilla no llegó. Y los trabajadores cumplieron.

Tras el ataque con drones a dos embarcaciones –una en Túnez y otra en aguas internacionales– el sindicato paró y marcó un antes y un después. Esa noche 50 mil personas marcharon en Génova. En Roma también hubo una movilización improvisada, convocada apenas un día antes. “Ese día cambió todo: había un aire”, explica a lavaca Giansandro Merli, periodista de Il Manifesto, el medio italiano que más sistemáticamente siguió el tema (https://ilmanifesto.it/). “La CGIL, la gran central sindical, se negaba a tomar posición, decía que los trabajadores solo debían defender sus derechos laborales, pero las bases empezaron a presionar planteando que había un genocidio y no se podía mirar para otro lado”.

Desde Roma: la sociedad contra la guerra

No es un miércoles en Congreso, sino un sábado ante el Coliseo.

Finalmente la CGIL se sumó a las huelgas junto con la Unione Sindacale di Base (USB) y otros gremios de base: “Hace muchos años que vemos lo que pasa al lado nuestro. Es mucha impotencia”, sintetiza. Lo que para la dirigencia sindical y muchas personas de otros lados del mundo resulta difícil de comprender, es simple: se trata de una batalla por la paz y un símbolo de la solidaridad mundial, como un espejo de resistencia contra las ultraderechas en todo el mundo.

Durante tres días seguidos Italia vivió un paro general que detuvo el funcionamiento de puertos, trenes, hospitales y escuelas, con manifestaciones en ciudades importantes: Milán, Nápoles, Turín y Florencia. Se calcula que más de dos millones de personas participaron en esas jornadas de huelga y protesta, que abarcaron además al menos 100 ciudades (https://ilmanifesto.it/un-movimento-eclettico-e-spiazzante).

Una de las mayores paralizaciones laborales de las últimas décadas en Europa.

La huelga se sintió en todos los sectores: transporte interrumpido, vuelos cancelados, servicios sanitarios reducidos, partidos de fútbol suspendidos. Un país detenido. “Las bases movieron a las cúpulas”, resume Merli. “Y cuando las cúpulas se movieron, lo hicieron sin preaviso, con una huelga general que unió a todos los sindicatos. Italia no se había visto así en décadas”.

Ese clima es el que desemboca hoy en Roma. Después de la huelga nacional y de tres días de protesta sostenida, el país estaba preparado para una demostración de fuerza que trascendiera al sindicalismo: una marcha nacional, diversa, transversal, que muestra que la causa palestina traspasó las fronteras de los colectivos tradicionales y se instaló en la conciencia social. Italiana, europea, y global.

Desde Roma: la sociedad contra la guerra

Los llamados a la huelga para liberar a Gaza del genocidio.

Un país bloqueado

El punto de encuentro era Porta San Paolo, donde una placa recuerda los combates que tuvieron lugar en septiembre de 1943, durante la resistencia a la ocupación de Roma por parte de las tropas alemanas.

Hacia ese lugar partieron unas veinte columnas desde distintos puntos de la ciudad. La escena era múltiple: estudiantes con pancartas improvisadas, sindicatos con banderas de colores, colectivos migrantes, movimientos sociales okupas, familias con cochecitos de bebé. No era una marcha de aparato partidario sino un verdadero mosaico social que caminó sin parar durante todo el día. Sin descanso, puro movimiento.

A mitad de camino al llegar al Coliseo romano, el contraste fue elocuente: las columnas daban la vuelta mientras un cordón policial intentaba separar a los manifestantes de la otra Roma, la de turistas de todas partes del mundo. Muchos, sin embargo, se acercaron a fotografiar, aplaudir y grabar videos. El anfiteatro más famoso del planeta se transformó así en el telón de fondo de una protesta política de escala internacional. Con la policía como escudo.

Desde Roma: la sociedad contra la guerra

“Hagan silencio cuando los niños duermen, no cuando mueren”.

“Los italianos nos rebelamos”

El clima se multiplica en los camiones con parlantes que funcionan como faros móviles: allí se escuchan consignas, se canta Bella Ciao –himno de la resistencia antifascista italiana, resignificado ahora como canto por Palestina– y se informa sobre la situación de los detenidos. Cuando desde un altavoz se anuncia la liberación de algunos tripulantes de la flotilla –que al cierre de esta edición siguen llegando al país– la multitud estalla en aplausos.

La diversidad se ve en los testimonios. Elisa, llegada desde Milán, dice a lavaca: “Es la sociedad contra la guerra. Meloni habló en la ONU de reconocer a Palestina, pero nadie le cree. Ella está con Trump y Netanyahu, no habla por nosotros”.

A pocos metros, María Ana pinta con marcador negro un cartel que dice: “Meloni: no en mi nombre”.

Y explica: “¿Quién puede estar de acuerdo con matar 20 mil niños? ¿Quién? Solo los fascistas: Hitler, Trump, Netanyahu y Meloni”.

¿Quién es Meloni?  “Ella es esclava de Trump: hace lo que él dice”.

¿Por qué está tan condicionada? “Porque tiene miedo de que la izquierda gane espacio y la gente no vote por ella la próxima vez”.

¿El genocidio es un tema electoral? “Todo es político: Netanyahu hace la guerra porque teme ir preso. Ha hecho tantas cosas que, si pierde el poder, iría preso”.

Una joven sostiene un cartel en italiano que dice “Fate silenzio quando i bambini dormono e non quando muoino” (“Hagan silencio cuando los niños duermen, no cuando mueren”). Luego explica: “Aunque pensemos que no podemos cambiar las cosas hay que estar acá, hablar, movilizarse, decir lo que duele”. Al terminar su testimonio, sus amigas la aplauden: una escena pequeña que muestra como emerge una voz individual convertida en celebración colectiva.

Otro estudiante señala: “Esto no es de partidos, es de la gente normal como yo, que no aguanta más lo que pasa. No es un problema político, es un problema de humanidad. Los italianos nos rebelamos”.

Un cartel tiene de un lado la siguiente frase: “Definición de asesino”y la cara de Netanyahu. Del otro: “Definición de cómplice”y la cara de Trump. Un grupo de jóvenes llama por un megáfono a “liberarse de esta gobernanza que produce armas y muerte. La protesta por la paz y contra el genocidio tiene también nombres propios, responsables: Netanyahu, Trump y Meloni.

Desde Roma: la sociedad contra la guerra

Un palco improvisado en la plaza San Juan de Letrán, para hablar sobre muerte y vida, sobre guerra y paz.

La atmósfera no puede no rememorar a las jornadas de resistencia antifascista. El hit italiano de estas jornadas dice:

Los pueblos que luchan

Escriben la historia

Palestina libre

Hasta la victoria

La multitud sigue machando y Roma se encuentra literalmente bloqueada: calles cerradas, avenidas tomadas, transporte interrumpido.

Los camiones de sonido anuncian la llegada de nuevas columnas: “En este momento está llegando el movimiento migrante de Abruzzo”. La gente aplaude. Y aplaude más cuando se informa que algunos de los detenidos de la flotilla están siendo liberados en ese momento.

Los altoparlantes también relatan algo inusual: se suspendieron partidos del Calcio (el torneo de fútbol) como símbolo de solidaridad. Un detalle que muestra que la protesta atravesó todos los ámbitos de la vida cotidiana.

Continuará

La movilización concluye con un acto en la Plaza San Juan de Letrán en el que jóvenes palestinos tomaron la palabra. Desde el escenario improvisado se habló sin eufemismos: genocidio, holocausto, guerra mundial. Palabras que en otro tiempo parecían lejanas y que hoy resuenan otra vez en Europa.

“Recuperar la energía”, dice un orador. “Hablemos de amor mundial. Hablemos de solidaridad mundial”, agrega otro. El tono es al mismo tiempo político y emocional.

Al final, mientras las columnas comenzaban a dispersarse, la policía cargó contra los manifestantes que permanecían en el centro de Roma. Hubo carros hidrantes, corridas y al menos un herido. Las sirenas llenaron las calles vacías en un contraste brutal con la multitud enérgica de horas antes. Un intento –que en Argentina ya conocemos– para  desdibujar el sentido histórico de esta movilización.

Lo que queda es la imagen de un país que después de semanas de huelgas y protestas salió a ocupar su ciudad capital y a decir que Palestina no está sola.

Como resumía una pancarta escrita a mano: “La paz es una responsabilidad colectiva”.

O como planteó un joven palestino desde el escenario: “Tenemos que poner un freno ya. ¡Y lo estamos haciendo!”.

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Vera Jarach: ahora y siempre

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La Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora Vera Vigevani de Jarach murió a sus 97 años. Llegó a la Argentina escapando del fascismo, su abuelo murió en Auschwitz y la dictadura argentina le arrancó a su única hija, Franca Jarach, desaparecida el 25 de junio de 1976, a sus 18 años. Desde entonces no dejó de buscarla y participar en cada acto de lucha, como se la ve en esta foto por la defensa del espacio de memoria en la ESMA, con una sonrisa. La despedida a Vera será este viernes, de 17 a 20 horas, en la Legislatura porteña (Perú 160), y continuará el sábado de 8 a 10. El cortejo partirá luego al cementerio de Chacarita.

Gracias, Vera. Por la lucha, el compromiso y esa sonrisa.

Franca presente, como vos.

Ahora y siempre.

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