Derechos Humanos
Estela, 95 años y 140 nietos recuperados: ¡que los cumplas feliz!
Hoy cumple 95 años Estela Barnes de Carlotto, actual presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Su utopía era la de una vida normal. No pudo ser: la directora de escuela “antiperonista y aburguesada” sufrió el secuestro de su marido primero (liberado tras el pago de un rescate a los grupos de tareas) y más tarde el de su hija Laura, que parió en cautiverio y luego fue fusilada por la espalda. Para Estela comenzaba otra historia. Desde los gritos ante la Rosada, los cumpleaños simulados y las búsquedas insólitas, hasta el hallazgo de 140 vidas e identidades. ¿Qué simbolizan Abuelas? Modos posibles de ser y de hacer, frente a lo peor, y sin odio. Acción más que los discursos. Carácter, eficiencia y alegría. El efecto Milei y un consejo abuelístico. La nota publicada en MU, como humilde homenaje a una mujer. Y al Estilo Estela. Por Sergio Ciancaglini.

Tal vez sea una persona rara: no odia a nadie.
Esta señora que hoy cumple 95 años va a contramano del agujero negro cultural, político y mediático que ha convertido al odio en un lugar común, una guerra cotidiana. Le han dado sobrados argumentos para odiar, pero no hay caso. “No me sale”, dice sonriendo. De pronto se pone muy seria, señala la mesa y me ordena abuelísticamente: “Te dije que te comas esa bola de fraile”.
Aquí se narran algunas aventuras y desventuras de esta señora, de un grupo insólito de mujeres y de una tecnología que les permitió:
actuar en momentos de desquicio,
sin ninguna ideología, doctrina o tutorial que las guiase,
en la peor de las situaciones imaginables o inimaginables,
y descubrir pese a todo formas de acción con logros que ya son parte de ciertas hazañas de la historia humana.
Golpe y mafias
Enriqueta Estela Barnes, clase 1930, fue siempre la Ñata para su familia. Infancia feliz en Villa Sauce, La Pampa, con su papá como jefe de Correos. Familia amorosa, dos hermanos, regreso al universo bonaerense y platense, y ella se convirtió en docente y luego directora en Brandsen de una de las llamadas Escuelas Láinez, de zonas marginales. “Los años en esa escuela fueron de una felicidad enorme para mí” dice la señora. Ñata se casó con el joven Guido Carlotto que tenía una pequeña fábrica de pinturas en Avellaneda y luego en La Plata. Pareja con proyecto utópico: “Queríamos una vida normal y tranquila. Tener nuestros hijos, con el tiempo jubilarnos, y cuidar nietos en una familia en la que no hubiera sillas vacías”.
Parió Estela dos varones y dos nenas. La mayor era Laura, nombre inspirado en una película de amor y suspenso de Otto Preminger protagonizada por Gene Tierney. La vida en los 70 se politizó al infinito. “Guido y yo votábamos a los radicales, a Ricardo Balbín, que encima era vecino nuestro en La Plata. Pero no me interesaba nada la política, y era muy antiperonista, muy esa cosa aburguesada”. Al revés, los Carlotto Jr., se lanzaron a la militancia en la Juventud Peronista.
En 1973 los jóvenes celebraron el triunfo de Héctor Cámpora contra el candidato de sus padres, pero sobre todo contra la dictadura que proscribía al peronismo. Luego festejaron el triunfo del propio Juan Perón también contra Balbín. En 1976 se produjo el golpe. “Estábamos asustados por nuestros hijos. Laura estaba en prensa de Montoneros. Queríamos que se fuera del país. Lloraba porque desaparecían sus compañeros, pero no quería irse. Les respetamos a nuestros hijos siempre sus proyectos y decisiones”. El trasfondo: no se educa para que los hijos hagan lo que quieren los adultos, sino para que sean libres de hacer sus propios proyectos.
Pero el primer desaparecido de la familia no fue de la rama juvenil, sino papá Guido, el conservador votante de Balbín, el 1º agosto de 1977. El amor y el suspenso se hicieron realidad. “Laura le había pedido la camioneta para una mudanza. Allanaron la casa de la que se había mudado, mi marido fue a buscarla y allí lo secuestraron”. Los militares lo intentaron con la propia Estela pero ella no estaba en su casa: “Por eso no fui yo también una desaparecida”. La propia idea de la desaparición era impensable entonces: “Yo creía que debían estar detenidos en alguna parte”.
Pidió licencia en la escuela y empezó la primera de sus búsquedas. Estuvo en el arzobispado platense, apareció un contacto en nombre de un profesor de la ultraderechista Concentración Nacionalista Universitaria (CNU) llamado Recalde Pueyrredón “que andaba siempre con un perro de policía”. Extorsionaron a Estela pidiéndole 40 millones de pesos (80.000 dólares negros, hoy “blue”, de aquellos tiempos), lo que demuestra cómo la represión que iba a salvar a la Patria era en realidad un negocio mafioso. Estela corrió a pedir préstamos para completar esa cifra y pagó. Habló con el general Reynaldo Bignone que luego sería comandante del Ejército y presidente de este extraño país. A los 25 días, no se sabe si por el dinero o por los contactos, Guido fue abandonado vivo en un basural de Lanús. “Estaba hecho un espectro, pesaba 15 kilos menos. Nunca se recuperó del todo”. Lo peor: “Contó cómo policías y militares torturaban personas para sacarles información, las inyectaban hasta desmayarlas o matarlas, y después las metían en bolsas que se llevaban. El horror”. El objetivo militar: la aplicación de un plan económico ultraliberal a cargo de José Alfredo Martínez de Hoz, la llamada “patria financiera”, con miles de obreros secuestrados y desaparecidos y visitas frecuentes de miembros de la hoy mentada perrunamente Escuela Austríaca a la Bolsa de Comercio y encuentros con el dictador Jorge Videla.
En noviembre de ese 1977 fue secuestrada Laura junto a su marido, Walmir Montoya. Los Carlotto no sabían que estaba embarazada. Estela salió a buscar a esa hija esfumada. Un secretario de monseñor Plaza fue contacto para la nueva extorsión de Recalde Pueyrredón en nombre de policías y militares. La ironía panadera anarquista del siglo XIX convertida en terror cotidiano, con esa madre desesperada y el país sometidos a vigilantes y bolas de fraile. Esta vez le exigieron 150 millones de pesos, que el matrimonio logró reunir y pagar. Ella volvió a ver a Bignone en el comando en jefe del Ejército. “Estaba como loco, con una pistola arriba del escritorio, gritando. Le dije que si Laura era culpable la juzgaran, pero no que la mataran. Me dijo: ‘En Uruguay tienen presos a los Tupamaros y es peor, convencen a los guardias. Acá hay que hacerlo’. Eso quería decir: acá hay que matarlos”. Ella respondió: “Si ya la mataron, devuélvanme el cuerpo, no quiero volverme loca buscando en las tumbas NN de los cementerios”.
Estela pudo saber por una liberada que Laura estaba embarazada. Que quería que su hijo se llamase Guido si era varón. Seguía recorriendo comisarías hasta que su consuegra Nelba Falcone, madre de María Claudia Falcone (estudiante secundaria de 16 años que reclamaba el boleto escolar y fue una de las seis adolescentes asesinadas tras su secuestro en la Noche de los Lápices, en 1976) le dijo: “No estés sola. Hay otras abuelas que buscan”. Así conoció al grupo Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, primer nombre de Abuelas de Plaza de Mayo. En 1978 la convocaron de la Comisaría 9ª y le dijeron: “Su hija ha fallecido”. Atinó a responder: “Asesinos”. No quiso ver el cuerpo. Tramitó su jubilación como docente: “Ya no iba a poder estar en esa escuela que amaba”. Se dedicó literalmente con alma y vida a buscar con las Abuelas a cada uno de los bebés secuestrados por la dictadura, tarea que en ese momento parecía totalmente absurda.

Gritar ante la Rosada
Estela posa para las fotos en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo: “Nunca hay que perder la sonrisa”, dice. Retoma la historia. “En Abuelas no queríamos que vinieran nuestros maridos. Para los malditos los hombres eran peligrosos y las mujeres éramos unas bobas, que no servimos para nada. Se equivocaron feo, ¿viste? La primera vez que fui a la Plaza me llevaban de la mano entre otras dos Abuelas. Yo tenía miedo. Era impresionante. Todavía no se hacían rondas. Nos acercábamos a la Rosada y gritábamos: ‘salgan, digan dónde están’. Los asesinos no abrían la ventana, y nos sacaban fotos desde arriba”.
Difícil imaginar mayor muestra de valentía que el de ese puñado de madres y abuelas desafiando a los gritos desde la calle a una dictadura sangrienta. Para hacerlo, además, ignoraron a partidos políticos y organismos de derechos humanos que, por lo que fuera, eran de los que planteaban que hacer eso era una locura, que derivó en el mote de “locas de Plaza de Mayo”.
En esa escena de las mujeres frente al poder militar absoluto, ¿dónde estaba la locura y dónde la racionalidad? ¿Dónde estaba el coraje y dónde la cobardía? Las protagonistas: “Algunas éramos docentes, otras ni habían podido hacer la primaria, otras profesionales, jubiladas. Pero todas abuelas impecables” cuenta sobre esas señoras hasta entonces dedicadas al hogar, los teleteatros, sus trabajos, votando a Balbín o como me confesó una de las emblemáticas fundadoras y anterior presidenta de Abuelas, Chicha Mariani: “La verdad es que yo lo había votado a Paco (Francisco) Manrique” (militar que intervino en la Revolución Libertadora).
Las mujeres no sabían qué hacer: “Nos decían que un chiquito en una escuela podía ser uno de los nietos que buscábamos, porque lo llevaban con custodia. Una se escondía detrás de un árbol con una máquina de fotos, otra hacía como que esperaba un nene. Era una tontería, una fantasía de que así podríamos verlos. Pero al menos hacíamos algo. Veíamos a jueces que nos mentían, o nos maltrataban”. Por ejemplo, la jueza Delia Pons, del Tribunal de Menores de Lomas de Zamora, les dijo: “Solo sobre mi cadáver van a obtener la tenencia de esos niños”. Hablaban por los viejos teléfonos en clave: el señor Blanco era el Papa, y se referían a sus nietos desaparecidos como “flores” o “cacharritos”. Se encontraban en la porteña confitería Las Violetas para poder hablar pero simulaban un cumpleaños y cambiaban de tema cuando se acercaba un mozo. “Nos acompañábamos, también peleábamos, pero todas hicieron un trabajo increíble” dice Estela. En 1985 el cuerpo de Laura fue exhumado por el Equipo de Antropología Forense: “Vi sus huesitos, su pelo, las balas. Le habían disparado por la espalda, a la cabeza, a 30 centímetros. Por la pelvis se demostró que había tenido un hijo. Allí hice el duelo”. Su otro duelo fue en 2001 cuando falleció Guido, su marido.
El resultado más visible de lo hecho por Abuelas hasta hoy tiene una cifra: 140 nietos y nietas con una historia recuperada. Uno de ellos es Ignacio Montoya Carlotto.

Consejo para nietas
La charla y la experiencia de Abuelas son técnicamente infinitas. Estela salta al presente y define a Milei. “Me indigna por su falsedad, por todo lo que tiene tan feo como persona. Su proyecto es dejar un país diezmado y arrasado. Insultar y humillar. Creo que hay cada vez más gente arrepentida. Ni hablar con la corrupción que ya se sabe que hay. Cuando ganó yo estaba con dos de mis nietas adolescentes. Les dije: ‘No lloren más. Acá empieza la lucha. Hay que pelearla. No lloren, chicas, todo pasa en la vida. La vamos a pasar mal, pero no es para siempre. Hay que seguir haciendo cosas como hicimos toda la vida, respetando, y sin ofender a nadie”. El diagnóstico: “Milei me resulta un hombre increíblemente malo”. Dice que nunca fue de insultar: “No le deseo la muerte a nadie, solo me sale pensar que ojalá les cambie el cerebro y actúen distinto. Si alguien es un asesino no digo que es, perdón, un hijo de puta: con decir que es un asesino, ¿qué hay peor? Soy tranquila. Me gusta decir la verdad sin ofender, y si es necesario, ofendo pidiendo disculpas”.
Por esas cosas las Abuelas son un caso de autoridad. También de investigación e inteligencia, capacidad de trabajo, acciones más que discursos, paciencia, voluntad, decisión, todo construido a base de desesperación por la vida, amor y guapeza. El amor para ellas no es una gesticulación con los dedos ni un emoji en las redes.
Simbolizan la dignidad, la identidad, los derechos, la memoria. ¿Cómo sería una persona sin esos atributos? Tal vez un zombi o un fantasma. Se estima que lo mismo le puede pasar a una sociedad.
Son mujeres que han llorado, pero nunca lloriquearon ni fueron quejosas, teniendo muchos más motivos que gran parte de los quejosos en loop.
Pudieron actuar juntas porque las unía un proyecto, no una discusión teórica o doctrinaria. Siempre hablaron poco e hicieron mucho, al revés que gran parte de ese conjunto estrafalario denominado “dirigencia”.
Si tuvieron miedo, no las paralizó, y lo superaron haciendo cosas juntas. Actuaron con sentido común, entendido como pensamiento, sentimiento y acción. Estuvieron siempre llenas de ideas, pero no dan sermones ni venden conferencias. Transmiten serenidad y lograron una eficiencia inédita. Hablaron y hablan mirando a los ojos. Nunca quisieron hacer justicia por mano propia. Jamás propusieron la violencia. No postulan la venganza sino la reparación del daño. Tienen un carácter fuerte que ha sabido plantársele a criminales de Estado, a líderes mundiales, a obispos mudos o corruptos, a jueces impresentables, a la política zombi. Pero ese carácter es alegre. La potencia de la alegría de las Abuelas debería ser un tema de estudio, aprendizaje y contagio para imaginar cómo crear otros horizontes.
Sin alardear de nada resolvieron problemas de una complejidad inconcebible y siempre hicieron verdadera política sin funcionar como panelistas mediáticas. No les interesan la fama ni los seguidores. No hablan de cambiar el mundo, pero sembraron el mundo con la certeza práctica de que las cosas pueden cambiar. El proyecto parece modesto: Estela dice que le gusta lograr cosas que sean “buenas, útiles, sanas y positivas”. Los resultados son asombrosos.
Ya no hay facturas sobre la mesa. Estela cuenta: “Lo que me hace feliz es seguir encontrando nietos. Es un triunfo maravilloso de la vida”. Un auto espera para llevarla a su casa de Tolosa. “Me voy a descansar un poco pero ya te dije: no es que soy vieja, sino que tengo mucha juventud acumulada”.
Derechos Humanos
A 40 años de la sentencia: ¿Qué significa hoy el Juicio a las Juntas?
Este martes 9 de diciembre se cumplen 40 años de la lectura de la sentencia del Juicio a las Juntas Militares. Habrá un acto en la Corte Suprema de homenaje a los jueces Carlos Arslanián, Ricardo Gil Lavedra, Guillermo Ledesma y Jorge Valerga Aráoz (fallecieron los otros dos integrantes de aquella Cámara Federal: Andrés D’Alessio y Jorge Torlasco).
Testigo privilegiado de muchas de las audiencias por su cobertura para el diario La Razón, Sergio Ciancaglini, actual periodista de MU y coautor del libro Nada más que la verdad (junto a Martín Granovsky) repasa escenas, revelaciones y el contexto de una experiencia inédita en el mundo en la que por primera vez se juzgó un crimen masivo cometido desde el Estado por una dictadura.
Los testigos, los alegatos, las sorpresas, la ubicación de la locura y de la cordura. Los gestos de Videla, Massera y Viola. Los testimonios de las mujeres sobre los ataques y violaciones que sufrieron. El antisemitismo militar. El peso desde el cual los médicos calculaban que era factible torturar. El sitio de lo impensable, y la proyección de aquella historia pensando en los derechos humanos del presente.
Por Sergio Ciancaglini

Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Derechos Humanos
Andalgalá: intimación de la CIDH al Estado argentino por violaciones a los derechos humanos

El Estado argentino deberá responder por las sistemáticas violaciones contra los derechos humanos de las vecinas y vecinos de Andalgalá ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en el marco del rechazo y la movilización que genera en la comunidad el proyecto de megaminería a cielo abierto denominado MARA (Minera Agua Rica-Alumbrera). El organismo internacional ya notificó al Estado nacional y le otorgó un plazo de tres meses para que presente sus observaciones en el marco de la denuncia impulsada por la Asamblea El Algarrobo. Se trata de un logro de la movilización del pueblo de Andalgalá que desde lavaca.org y MU venimos siguiendo desde hace más de 15 años. Llevan 821 caminatas, una por semana, los sábados a las 19, en rechazo a la megaminería. Una resistencia que no bajó los brazos pese al hostigamiento y la violencia institucional del Estado durante todos estos años.
(Fuentes: Asamblea El Algarrobo – Andalgalá, página No a la Mina y lavaca.org)
Fotos: Susi Maresca para la Asamblea El Algarrobo y para lavaca.org

La causa contra el Estado por violaciones a los derechos humanos fue presentada en abril del año 2024 por vecinos y vecinas de Andalgalá. Luego de ser estudiada por la CIDH, se les notificó de esta decisión. El Estado argentino deberá rendir cuenta por las acciones que ha adoptado la provincia de Catamarca durante todos estos años, como ser la vigilancia, judicialización, represiones, detenciones arbitrarias, criminalización de la protesta social, persecución e intimidación.
Sin embargo, estas son apenas algunas de las vulneraciones que han sufrido por defender el agua, el territorio y la vida, pero además por la sistemática denegación de sus derechos constitucionales de vivir en ambiente sano por parte del Poder Judicial provincial y la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN), con el único objetivo de avanzar con la explotación del proyecto Agua Rica, hoy denominado MARA (Minera Agua Rica Alumbrera). Se trata del yacimiento de oro, cobre y molibdeno Agua Rica que utilizaría la infraestructura de la mina Alumbrera, es decir, sus instalaciones para el procesamiento del mineral.
248 víctimas
La presentación fue efectuada por la abogada de la Asamblea, la doctora Mariana Katz en representación de más de 100 vecinos y vecinas, acompañada por el Colectivo Yopoy (los abogados Juan Pablo Vismara, Gabriel Bicinskas y Marcos Filardi), denunciando que 248 andalgalenses han sido víctimas del accionar violento y violatorio de derechos humanos por parte del Estado Argentino y ante el accionar del Estado catamarqueño, que se encuentra probado en 44 causas judiciales. Entre éstas, están las iniciadas por los vecinos y vecinas para defender sus derechos humanos, y que no han tenido respuestas. Además, se está denunciando el accionar persecutorio a través del Poder Judicial, con el armado de causas en contra de los defensores y defensoras del ambiente, a las que la justicia local aún no ha dado respuesta alguna, ignorando así derechos constitucionales.

El reclamo trasladado a los tribunales de Buenos Aires.
El proyecto MARA , que busca producir cobre, oro, plata y molibdeno en pleno cerro Aconquija, está comandado por tres empresas: la canadiense Yamana Gold, la suiza Glencore Internacional y la estadounidense Newmont Corporation. También son tres las normas jurídicas que debieran imposibilitar su realización: la Ley General del Ambiente, la prohibición de la explotación minera a cielo abierto que rige para la cuenca del Río Andalgalá y la Ley Nacional de Glaciares. “Sin embargo, vino la pandemia y en medio del aislamiento autorizaron la exploración avanzada en el Cerro Aconquija, que afecta también a la cuenca del río Choya. Ahí piensan hacer una escombrera, donde volcarán la explotación que realicen en la montaña, o sea, la cobertura vegetal y lo que ellos llaman la roca estéril, que para nosotros es nuestra biodiversidad”, dice a lavaca Sergio Martínez, uno de los antiguos vecinos de la asamblea El Algarrobo”.
Parte de las acciones de Glencore pertenecen a Blackrock, el fondo «buitre» de finanzas comandado el norteamericano por Larry Fink. Ese fondo tiene intereses en múltiples empresas, los principales bancos argentinos, yacimientos mineros en San Juan, y posee -a través de la propia Glencore- la propiedad de Viterra que, asociada al grupo Bunge, es una de las principales corporaciones del agro negocio a nivel mundial.

Las marchas en Andalgalá: todas las generaciones.
La Corte Suprema desoye el reclamo
Esta notificación de la CIDH da inicio al proceso de verificación de todas las violaciones de Derechos Humanos que la Asamblea El Algarrobo viene denunciando desde hace más de 15 años, pese a la violencia institucional de la que suele ser víctima.
Con la apertura del proceso ante la CIDH, de ahora en más la población de Andalgalá litigará con el Estado argentino: la respuesta a sus reclamos tendrá que ser brindada por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y la Dirección de Derechos Humanos de la Cancillería de la Nación, y esto implica que el Ministerio de Minería de la provincia no podrá emitir nuevas autorizaciones sobre la “etapa de exploración avanzada”, que implica un inicio de explotación de manera encubierta.
Esta decisión de la CIDH contrasta nítidamente con la tomada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que días atrás rechazó el recurso extraordinario federal que interpuso la Asamblea para que no se cierre el amparo judicial iniciado en enero del 2010, y que tenía por objetivo que se impida la explotación del yacimiento Agua Rica, y que también ayer ratificó esa decisión, dejando abstracto este reclamo.
El fallo de la CSJN es apenas una muestra de cómo el Estado argentino en su conjunto desoye el reclamo y vulnera el derecho a vivir en un ambiente sano y apto para la vida digna.

La causa para rechazar el RIGI
La Asamblea El Algarrobo fue notificada además sobre la apertura de un expediente para evaluar la solicitud realizada ante el Ministerio de Economía, para que se rechace el pedido de adhesión al Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI), solicitado por Glencore. Ese es otro trámite que muestra las múltiples vías de resistencia encaradas por la comunidad, tanto en la calle, marchando todas las semanas, como en el ámbito judicial. Reconocen los vecinos y vecinas el apoyo que han recibido de diversas organizaciones, especialmente el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ) y a Amigos de la Tierra.
La Asamblea hizo saber a todos los funcionarios y empresarios que Andalgalá «no va a bajar los brazos», que van a continuar en esta lucha. Plantean: «Lo está en juego es la vida, el presente y el futuro». Y exigen que se cumplan las leyes y se respeten sus derechos: «Ese es el deber del Estado que el pueblo demanda».

El Aconquija: parte de lo que defiende la Asamblea El Algarrobo.

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