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Buena madera
Cooperativa de carpintería La Nacional. Se especializan en la construcción de stands y muebles a medida. Y en crear de cada necesidad una solución colectiva. Entre San Cayetano y la autogestión.
Lograr que cada pieza encaje a la perfección para obtener un mueble listo para usar no es tarea fácil. Precisa de paciencia, esfuerzo, dedicación y entusiasmo, los mismos requisitos que fueron necesarios a la hora de fundar La Nacional, cooperativa de trabajo nacida en el año 2001 para hacerle frente a la desocupación. Ante la falta de posibilidades de empleo, un carpintero, dos aprendices, un plomero, un gasista, un electricista y un fumigador propusieron un trueque de favores que consistía en utilizar durante el día un sector del local que ocupaba el movimiento Barrios de Pie con el fin de establecer allí la cooperativa, a cambio de ofrecer durante la noche un taller de oficios para capacitar a los chicos del barrio. Esto funcionó hasta que los invitaron a trasladarse a algún otro espacio debido a que la instrucción generaba mucho ruido. Con el alboroto a cuestas, comenzaron la búsqueda de un nuevo lugar donde retomar las actividades. “Era el momento de la crisis de 2001, la mayoría de los compañeros tenía más de 50 años, otros no tenían estudios, estaban fuera de la selección de personal de cualquier empresa, no había forma de inserción laboral que no fuera crear su propio trabajo. Todo esto surge de la necesidad. Veníamos de militar en ollas populares, cortando rutas. Ser piqueteros era una circunstancia, éramos todos trabajadores desocupados, pero trabajadores al fin”, cuenta Leonardo Duva, miembro de La Nacional desde sus inicios, motoquero y fumigador y ahora carpintero, encargado de dar a conocer las bondades del proyecto y entablar diálogo con los clientes, labor a la que se la suele denominar “relaciones públicas”. Mientras buscaban un departamento donde su padre, el carpintero experto de la cooperativa, pudiera vivir, dieron con una inmobiliaria en Boedo y un cartel prometedor: “Se alquila carpintería”. Justo lo que necesitaban: un lugar para trabajar y hacer ruido con las máquinas instaladas, ya que no contaban con propias. Ese sótano fue su primer refugio. “Teníamos lugar, teníamos las máquinas, así que imprimimos volantes para atraer clientes. Estábamos convencidos de que teníamos capacidad, que éramos buenos en lo que hacíamos. Empezamos de a poco, los vecinos del barrio fueron los primeros en encargarnos trabajos”, recuerda Leonardo.
Uno de los desafíos era competir con los muebles brasileños para armar, económicos y fáciles de instalar, aunque no se detuvieron a lamentarse sino que siguieron apostando a su potencial. Un día, la oportunidad de crecer vino de la mano del arquitecto de la vereda de enfrente: cruzó la calle con una propuesta y preguntó si se animaban a construir un stand publicitario. Y sí, se animaron y hasta lo hicieron de cedro. El peso del mueble era contundente y su traslado desde el sótano costó heroicos esfuerzos físicos. Luego llegaron nuevos clientes solicitando más stands y sin preverlo fueron incursionando en el mundo de las exposiciones. Pero ya no los fabrican de cedro, sino de fibrofácil, para evitar dolores intensos en la espalda. A esta altura de las circunstancias, el lugar ya les resultaba chico. El gran inconveniente era que si se iban de ahí, se quedaban sin maquinaria. En esta ocasión, acudieron a un aliado popular y con merecida aureola: le pidieron ayuda a San Cayetano, quien no tardó en demostrarles su infalibilidad en cuestiones laborales. Esta vez, un psicólogo evocó a su padre carpintero y les ofreció venderles las máquinas que había heredado, a un precio diminuto. Aceptaron, elevaron el monto a pagar, se mudaron contentos a Parque Patricios y siguieron creciendo.
Las ventajas
En sus orígenes eran siete trabajadores, actualmente son 16. Cada rubro de la cooperativa se maneja en forma independiente y todos aportan para cubrir los gastos fijos. Cobran todos una suma básica y el dinero se distribuye teniendo en cuenta el oficio y la responsabilidad. Cada tres meses se comparten los excedentes y el criterio de reparto responde a valorizar virtudes como la capacidad, el mérito y el compañerismo. Leonardo aclara: “Más allá de lo económico, la ventaja es la posibilidad de proyectar todos los días, si estás bajo relación de dependencia es más difícil que lo hagas. Lo importante es recuperar un proyecto de vida. Planificar es fundamental, sostiene a cualquier ser humano. Nadie se salva solo, solos no hubiéramos podido lograr todo lo que hasta ahora logramos, convencidos de que podíamos hacerlo. Ése es el fruto que le encontramos a la cooperativa, lo que hicimos nos generó algo que nos alegra el corazón, que es saber que lo logramos, pese a que muchos nos decían que no íbamos a poder. La mayoría habíamos perdido casi todo, desde casa, familia, dinero, ahora lo recuperamos, tenemos proyectos. A todo el mundo le decimos que se puede, cuando tenés ganas, voluntad y conocimientos, las cosas se pueden hacer bien”.
Ahora que otra vez les llegó el momento de mudarse porque no les renuevan el contrato de alquiler, es hora de buscar nuevos horizontes. Como cada situación que parecía ser desfavorable les trajo buenas oportunidades que supieron aprovechar, esta vez creen que el escenario no será diferente. Las perspectivas anuncian mejores condiciones, un local a la calle en donde puedan elevar el perfil, exponer lo que saben hacer y asegurarse la venta diaria de distintos tipos de muebles que no pueden faltar en una casa. De esta manera esperan generar más puestos de trabajo. Leonardo resume: “No estamos formados como empresarios, tenemos una visión de trabajadores autogestionados. No especulamos, sabemos que no queremos volver para atrás y creemos que las condiciones están dadas”.
En cuanto a los inconvenientes de trabajar bajo sus propias directivas, asegura que el cumplimiento del horario es una ardua tarea que no siempre se concreta. Hacerse cargo y asumir decisiones también ofrece por momentos algunas resistencias. Una de las recompensas más apreciadas aparece a la hora del almuerzo, cuando la mamá de Leonardo prepara la comida para todos y hace circular los platos rebosantes de arroz con pollo o fideos con estofado, según el menú asignado para la nutrición de cada día.
Además, planean abrir una escuela de oficios y contar con financiación estatal para poder cumplir este objetivo que rescata la cultura del trabajo: “Son desafíos que nos proponemos porque venimos de cortar rutas para poder comer. Hoy nuestra militancia está basada en la cooperativa. Estamos convencidos de que el proyecto de país tiene que venir de la mano del trabajo, la educación, la salud”.
En cuanto a la reglamentación que rige a las cooperativas, Leonardo hace hincapié en que no está acorde a la realidad, ya que hay derechos laborales que no están contemplados. Considera que el Estado las califica desde lo marginal, pese a que hay más de dos millones y medio de puestos de trabajo promovidos en estos ámbitos. Junto a otras cooperativas, aspiran a defender sus derechos mediante la unión de voluntades. Para eso están formando la Unión Productiva de Empresas Autogestionadas. Una vez más recurren a las alianzas esenciales, a la oportuna providencia de San Cayetano y al empeño cotidiano para construir una esperanza tan sólida y resistente como la madera.
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