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Volver a los 17: la Revolución Rusa vista desde abajo

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Una mirada diferente sobre el mayor suceso de la historia del cambio social que intenta recuperar lo que quedó sepultado bajo los escombros del triunfo de la revolución. Ezequiel Adamovsky –historiador y especialista en historia de Rusia– rescata los matices que permitieron la revuelta, separando mito de realidad y resaltando su diversidad.

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(Ezequiel Adamovsky*, para lavaca) Mirada desde el presente, la Revolución Rusa se nos aparece como un momento crucial de la historia de la humanidad. Fue la primera de las grandes revoluciones animada por un deseo explícito de destruir el capitalismo y reorganizar la vida social de un modo radicalmente diferente. Pero fue una revolución que no sólo no condujo a los fines de libertad e igualdad que anunció, sino que dio a luz, en cambio, a una sociedad incluso más opresiva que la que vino a reemplazar. Por tal destino, la Revolución Rusa casi inevitablemente evoca el sentido de una gran tragedia. Y es así como frecuentemente se la narra.

Los historiadores liberales han contado esa historia utilizando la estructura narrativa de las antiguas tragedias griegas, que casi siempre relataban episodios en los que la voluntad de hombres orgullosos o inconscientes resultaba frustrada y de algún modo castigada por los dioses, por la Fortuna, o por cualquier otro orden trascendente (en sentido actual podría ser, por ejemplo, las “leyes de la Historia”). En la mirada de esos historiadores, los soberbios revolucionarios de 1917 creían erradamente que podían cambiar el orden natural de la sociedad. Animados por esa inmodesta creencia, alteraron el curso “normal” y necesario de la historia y por su orgullo fueron castigados con un régimen monstruoso que devoró con su fuego incluso sus propias vidas. Y todo fue en vano, ya que, tras 74 años de penurias, Rusia terminó retomando el curso “normal”. Es decir, el capitalismo.

La moraleja conservadora de esta forma de narrar la revolución es evidente. Cualquiera que intente modificar el orden social tendrá el destino trágico del aprendiz de brujo: desatará fuerzas que luego no podrá controlar y que se volverán en su contra. El problema de esta forma de mirar los sucesos revolucionarios es que condena tanto a los deseos de emancipación de quienes fueron sus protagonistas como a los nuestros propios. Contra este sentido conservador, hoy necesitamos recordar a nuestros ancestros de 1917 de otra manera. Si termina imponiéndose sobre ellos una condena histórica tal, nuestros propios deseos emancipatorios sufrirán hoy una derrota similar.

Pero existe otro peligro que amenaza tanto a nuestros ancestros como a nosotros mismos. Además de la razón conservadora, pesa sobre los revolucionarios de 1917 la amenaza de la razón simplificadora y abstracta presente en las narrativas de la izquierda tradicional. Estas narrativas encorsetan el caudal múltiple del proceso revolucionario en un esquema “teórico” y lineal de la historia. La Revolución –sostienen– no fue otra cosa que el momento del paso de un modo de producción a otro. Ya que, según la teoría, no cualquier grupo social tiene en sus manos la misión de acabar con el capitalismo, se trató de una epopeya protagonizada por la clase obrera “consciente” (es decir, bolchevique) y su punto de consumación fue la toma del poder estatal en octubre. Así, los historiadores de la izquierda tradicional miden de acuerdo a esta vara todos los eventos del proceso revolucionario. Aquello que “contribuye” al esquema abstracto y lineal que tienen en mente, aparece resaltado y ocupa el centro de la escena. Lo que no, queda marginado, silenciado o es tergiversado. Una clase obrera abstracta, idealizada, es situada como sujeto privilegiado a expensas del resto de los grupos sociales que participaron en la revolución (y muchas veces a expensas de los obreros reales, de carne y hueso). Sin embargo, el relato está centrado en lo que sucede en la esfera del poder político: los cambios de gobierno, las ideas debatidas en los comités centrales de los partidos, las luchas entre facciones por orientar la acción de los obreros, etc. En definitiva, se trata de una narrativa protagonizada por elites políticas, en las que las masas son apenas el coro que enmarca una acción cuyos verdaderos sujetos son los líderes partidarios.

A su manera, como la razón conservadora, también la de la izquierda tradicional hipoteca los deseos emancipatorios del pasado y del presente sometiéndolos a un esquema abstracto y trascendente en el que los hombres y mujeres reales tienen poco lugar.

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Una revolución múltiple

La de 1917 fue mucho más que una revolución “obrera” o “rusa” o “bolchevique”. Quien se acerque a la historia de esas jornadas liberado de preconceptos percibirá de inmediato que existió una sorprendente multiplicidad de protagonistas, tanto desde el punto de vista de su origen social, como en lo que respecta a sus nacionalidades y orientaciones políticas. Fueron obreros, claro, pero también campesinos, estudiantes, soldados, intelectuales, feministas, trabajadores de cuello blanco, minorías nacionales, artistas de vanguardia. Se declararon por todas partes en rebeldía, no sólo en el territorio de Rusia, sino también en las periferias del antiguo Imperio en las que los rusos eran minoría. El significado de la revolución para cada uno de ellos podía ser muy distinto: podía expresarse en una ideología –comunismo, anarquismo, etc.–, pero también como anhelos de autodeterminación nacional, como rechazo de la moral y de la cultura burguesa dominantes, como un hastío por la guerra imperialista, como deseos de emancipación respecto del yugo de los varones y de los mayores o, entre los campesinos, simplemente de recuperar las tierras arrebatadas por el mercado o por los nobles y la Iglesia para vivir en sus comunas sin que nadie los moleste.

A pesar de tales diferencias, los diversos sujetos que hicieron la Revolución construyeron formas de articulación inéditas. Existió durante 1917 y en los tres años posteriores un efecto de “contagio” entre las experiencias de lucha de cada sector. En esos días era notable la existencia ubicua de un intenso rumor, un murmullo revolucionario, la comunicación y copia de experiencias y lenguajes que desafiaban las barreras de clase. Por todas partes la desobediencia, por todas partes el rechazo de cualquier forma de autoridad, por todas partes la adopción de formas asamblearias o soviéticas muy similares, por todas partes el esfuerzo por comunicarse directamente con los demás grupos sin confiar en mediaciones, por todas partes ejemplos de solidaridad y ayuda mutua. Campesinos que colaboran con soldados en fuga; soviets de obreros que mandan fondos para un soviet de campesinos; marineros que se solidarizan con obreros en huelga y reaccionan con indignación frente a los abusos contra los campesinos, mujeres que explican su subordinación de género utilizando analogías con la autoridad estatal o de clase. Los ejemplos se multiplican por cientos. Resultaba claro que cada lucha era diferente y singular, pero que todos de alguna manera habitaban un territorio subjetivo en común. Ese territorio desarrolló sus propias instituciones revolucionarias. Desde febrero de 1917 se fueron multiplicando en cada localidad los soviets –consejos de delegados de los diferentes grupos en lucha–, que a su vez crearon formas de coordinación de nivel nacional en los Congresos Panrusos (o “de toda Rusia”) de los Soviets, que fueron los órganos máximos de dirección del proceso revolucionario.

La Revolución fue todo esto: no se limitó a dos momentos de cambio de regímenes políticos. No hubo dos revoluciones –de “Febrero” y de “Octubre”– sino un único proceso marcado por las luchas de múltiples protagonistas, un proceso de profunda crítica y demolición de diversos aspectos de la dominación social y de construcción de formas de vida y de organización alternativas que duró desde febrero de 1917 hasta su fin en 1921. La Revolución es impensable sin la participación de todos estos grupos, sin sus huelgas, sus soviets rebeldes, sus tomas de fábrica, sus expropiaciones de tierra, su desobediencia en el ejército, sus manifestaciones callejeras, sus guerrillas, motines y sabotajes. Los partidos operaron en el nivel de las alternativas de dirección política en Petrogrado y en las principales ciudades, pero no organizaron ni dirigieron la mayoría de las acciones decisivas de la revolución, que fueron llevadas a cabo por el movimiento social autoorganizado.

El mito de Octubre

Uno de los mitos más persistentes acerca de la Revolución rusa es que los bolcheviques fueron el único partido verdaderamente revolucionario y que, por ello, la toma del poder que protagonizaron en octubre fue decisiva para asegurar el desplazamiento del Gobierno Provisional y, con él, el carácter definitivamente comunista de la revolución. Nada más alejado de la realidad.

En realidad, durante la Revolución hubo cuatro grandes partidos socialistas y partidarios de la revolución: los Mencheviques, los Socialistas Revolucionarios, los Bolcheviques y, a partir de noviembre de 1917, los Socialistas Revolucionarios de Izquierda. Además, había otros grupos y fracciones menores y un importante caudal de anarquistas que rechazaban agruparse como un partido.

Cuando se desataron los eventos en febrero, todos los partidos se encontraban en una situación similar. Tenían muy poca solidez y experiencia organizativa, debido a la situación de clandestinidad y represión que imponía el régimen zarista. Los líderes de todos los grupos estaban desde hacía años en el exilio. En general, los partidos eran federaciones más o menos laxas de grupos locales identificados con tal o cual idea, y por ello con tal o cual partido. Cuando a partir de marzo y abril de 1917 empezaron a regresar los líderes del exilio, comenzaron los intentos de convertir a esas federaciones laxas en organismos más centralizados y parecidos a lo que hoy llamamos un partido. No fue fácil: los militantes locales no conocían a sus líderes y menos aun los motivos de sus interminables peleas en el exilio. Esto era particularmente así para el caso del pequeño Partido Bolchevique, que no tenía nada que ver, como estructura organizativa, con lo que Lenin, su jefe máximo, tenía en mente. Se trataba, hasta entonces, de un partido bastante descentralizado, con mucha autonomía local y libertad interna. Su base era abrumadoramente obrera, aunque el liderazgo estaba compuesto por intelectuales. Todavía en estos meses a Lenin le costaba mucho controlar al resto de los dirigentes, y a éstos les costaba todavía más controlar a la masa de sus adherentes, que fue creciendo enormemente de febrero a octubre. Ese carácter abierto y libre fue lo que le permitió al partido estar en contacto estrecho con las masas en este momento.

El crecimiento de los bolcheviques estuvo relacionado con el fracaso del Gobierno Provisional, que había generado grandes expectativas cuando fue encabezado por Kérensky, un socialista, pero que pronto fue perdiendo aceptación ya que los miembros no socialistas del gabinete bloqueaban cualquier medida a favor de las masas.

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El partido único

A partir de septiembre de 1917, los partidarios de Lenin, que eran los únicos que no habían apoyado a Kerensky, fueron ganando la preferencia de los obreros y soldados rebeldes, especialmente los de la capital. En ese momento se inclinaron en su favor la mayoría de los delegados del soviet de Petrogrado, que era el más importante, y también de varios del interior del país. Por entonces, sin embargo, eran una minoría en el Comité Ejecutivo que había dejado constituido el Primer Congreso Panruso de los Soviets, que se había reunido tiempo atrás. Para el 25 de octubre se esperaba la reunión del Segundo Congreso, que daría la oportunidad de elegir un nuevo Comité Ejecutivo y una nueva línea política más acorde a la disposición más radical que ahora tenían las masas. Pero en la noche del día 24, a pocas horas de la apertura del Congreso, los bolcheviques, en una medida inconsulta, realizaron una acción militar para derrocar al Gobierno Provisional. Ante el tribunal de la historia se justificaron diciendo que de esa manera aseguraban el curso verdaderamente comunista de la Revolución, que estaba en peligro por una inminente reacción derechista. Hoy sabemos que, en realidad, no existía tal peligro y que, además, la mayoría de los delegados del Segundo Congreso tenían un mandato de las bases para decretar la toma del poder por los soviets. En otras palabras, el fin del gobierno de Kérensky y la instauración de uno nuevo que fuera completamente socialista estaba ya asegurada sin necesidad de la acción militar de la noche previa. Los motivos detrás de la estrategia bolchevique fueron en realidad otros.

Lenin exigió a sus camaradas adelantarse a la reunión para llegar así al Congreso con el hecho consumado y posicionar a su partido en un lugar de mayor prestigio para la composición de un nuevo gobierno. En efecto, en el Segundo Congreso los bolcheviques no alcanzaron la mayoría propia, por lo cual habrían debido aceptar formar gobierno con los demás partidos socialistas, cosa que Lenin quería evitar a toda costa. La apuesta salió según lo esperado: cuando los delegados se reunieron el día 25 se desató una fuerte polémica cuando muchos cuestionaron a los bolcheviques por su acción inconsulta. La discusión se volvió muy agresiva y muchos delegados que respondían a otros partidos decidieron abandonar la reunión como protesta. En ese contexto, los bolcheviques aprovecharon la inesperada mayoría para hacerse elegir como nuevo gobierno. La dirección de los soviets, que siempre había sido multipartidista, quedaba así en manos de un partido único.

La “Revolución de Octubre” pasó a la historia como un gran mito. En realidad, los eventos del 24 y 25 de ese mes fueron bastante modestos. No se trató de una gran movilización popular, sino de una pequeña acción militar calculada y organizada. Sin víctimas fatales y casi sin heridos, los grupos bolcheviques habían conseguido quitar del medio al desprestigiado Gobierno Provisional. A diferencia de los sucesos de febrero, no hubo en los de octubre ni huelgas, ni motines, ni grandes manifestaciones callejeras. Esa noche circularon los tranvías y hubo función en los teatros normalmente. Mientras se prolongaban las acciones militares contra el Palacio de Invierno el día 25, a pocas cuadras de allí la vida seguía con toda normalidad.

Lenin y Trotsky tuvieron un papel personal de enorme importancia en estos sucesos. Fueron ellos los que lograron convencer al resto de los líderes del partido y a las bases de realizar una acción de ese tipo. Muchos bolcheviques estaban en contra, y sólo aceptaron la situación bajo la promesa de que se preservaría la preeminencia de los soviets y se negociaría la entrada de otros partidos al gobierno. Sin embargo, aunque Lenin había llamado en varias ocasiones a que se entregara “el poder a los soviets”, en realidad nunca creyó que los soviets fueran organismos con capacidad de liderar una revolución: siempre apostó al partido (a su partido) como la organización revolucionaria por excelencia.

La joven María

A ojos de muchos obreros la acción decisiva de los bolcheviques en octubre les ganó un gran prestigio. Pero también fueron muchos los que la condenaron. Desde entonces se produjo una división definitiva en el campo revolucionario, que hasta entonces había permanecido más o menos unido más allá de las diferencias partidarias. Inmediatamente, los obreros ferroviarios amenazaron con decretar una huelga si Lenin no aceptaba formar un gobierno con los demás partidos. A regañadientes los bolcheviques se sentaron a negociar entre el 29 de octubre y el 5 de noviembre. Pero Lenin y Trotsky boicotearon las negociaciones, que no llegaron a nada. Desde fines de 1917 la popularidad del nuevo gobierno empezó a ir en picada. El Partido Socialista Revolucionario de Izquierda (PSRI), que formalmente quedó constituido en noviembre, comenzó a recibir cada vez más apoyo de los obreros y campesinos revolucionarios. Se trataba de un partido que en muchos sentidos tenía ideas tanto o más izquierdistas que las de los bolcheviques, aunque con un compromiso mucho mayor con la defensa de la democracia soviética. Curiosamente para la época, su máximo dirigente era una mujer muy joven, María Spiridonova. Ya en enero, cuando se reunió el Tercer Congreso Panruso de los Soviets, el PSRI contaban con la mayoría de los delegados. Por un error estratégico que lamentarían, en ese momento no aprovecharon la mayoría para formar un nuevo gobierno y se conformaron en cambio con ocupar algunos ministerios clave. Querían tener un poco más de tiempo para llegar al poder mejor preparados. Pero cuando se disponían a hacerlo, en el Quinto Congreso, los bolcheviques manipularon los mandatos de los delegados para arrebatarles la mayoría. El PSRI emprendió entonces una acción enérgica de protesta, que fue presentada por el gobierno como un intento de golpe de Estado contrarrevolucionario. Con esa excusa enviaron a la nueva policía política, la temible Cheka, a reprimir a los militantes del psri. Muchos fueron fusilados y otros encarcelados. Eso acabó con la única organización que estaba en condiciones, por su popularidad, de torcer el rumbo de la Revolución y preservar la libertad soviética.

Los marineros de Kronstadt

Desde mediados de 1918 los soviets se convirtieron en cascarones vacíos. El amedrentamiento de la Cheka en las elecciones de delegados, sumado a la proscripción en los hechos de otros partidos políticos de izquierda, los dejaron bajo control férreo de los bolcheviques. Desde entonces quedó claro que el gobierno estaba formalmente en manos de los soviets, pero el poder real se ejercía desde el partido único.

Varios movimientos huelguísticos y revueltas campesinas reclamaron en los meses siguientes la restauración de la democracia revolucionaria. El gobierno los enfrentó a todos con una feroz represión militar. La última gran rebelión de estas características fue la que protagonizaron los marineros de la base naval de Kronstadt en 1921.

Esa base había sido en 1917 uno de los baluartes más importantes de la Revolución. Sus bravos marineros habían asegurado militarmente a los soviets en varias oportunidades en las que la derecha amenazó con una reacción; el propio Trotsky los había llamado entonces “el orgullo y gloria de la Revolución Rusa”. Pero el descontento era tal que en 1920 la mitad de los que eran afiliados al Partido Bolchevique rompieron sus carnets como protesta. En 1921 el soviet de Kronstadt (en el que había delegados de varios partidos revolucionarios) se declaró en rebeldía, en apoyo de los obreros en huelga en la ciudad y por la restauración de las libertades en los soviets. Llamaban a una tercera revolución que asegurara los anhelos de las dos primeras contra el autoritarismo de los bolcheviques. Sin aceptar ninguna negociación, el gobierno de Lenin les envió un ultimátum en el que exigía la rendición incondicional. Como los marineros no aceptaran, el gobierno envió fuerzas militares al mando de Trotsky; tras una feroz batalla la guarnición fue derrotada. Más de 2.500 marineros fueron fusilados en los días posteriores a la derrota y otros tantos fueron encarcelados.

El desánimo se apoderó entonces de todos los revolucionarios del resto del país que aún se aferraban a anhelos igualitarios y democráticos. Al mismo tiempo, por propuesta de Lenin, se prohibió la organización de facciones internas dentro del Partido Bolchevique (que ahora ya se había redenominado Partido Comunista). Eso terminó incluso con la vida política libre al interior del partido único que detentaba el poder. Así terminó la Revolución Rusa y se consolidó un nuevo régimen dictatorial que fue alejándose paulatinamente de las bases que le dieron origen. El resto es historia conocida.

  • Ezequiel Adamovsky es doctor en Historia (University College London), investigador del CONICET y profesor de Historia Rusa en la Universidad de Buenos Aires (UBA)

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4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

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La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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