Nota
Ni hermanos, ni patrones: Suárez recuperada
Una empresa familiar quebrada fue recuperada por sus trabajadores, que lograron comprar el local y las máquinas para seguir produciendo. Hoy son nueve que imprimen folletos y volantes para distintos clientes. Cómo es la historia de esta fábrica sin patrón que en mayo cumplirá seis años.
Por Giansandro Merli para lavaca.org
Desde fuera parece una casa, un ph como hay muchos en Liniers. Adentro asemeja a una familia, con hombres y mujeres como un cuerpo único. A pesar de las apariencias, no es ni una casa, ni una familia: la Gráfica Trabajadores Suárez es una empresa recuperada que el próximo mayo cumplirá su sexto cumpleaños.
A las raíces
La Gráfica Suarez Hermanos fue fundada por una familia española hace casi 80 años. Los últimos dueños que tuvo antes que pasase bajo control obrero fueron dos hermanos. «Uno había fallecido y él que quedaba estaba enfermo y era mayor. Siempre había manejado la empresa solo, sin otros familiares. En 2010 empezó a acercarse una de sus hijas, con su pareja. Decía que nos quería ayudar. Las cosas ya iban mal, los negocios se estaban cayendo. Con esta persona se pusieron peores. Más que ayudar estaban vaciando», cuenta a lavaca Juana Ajalla, una de las trabajadoras.
Los síntomas del decaimiento fueron los comunes: retraso en los pagos; falta de abonos de la obra social, de jubilación, de la AFIP; disminución de horas de trabajo; desaparición del aguinaldo. Pero en el caso de esta empresa gráfica hubo ojos atentos y sensibles que miraron el cuerpo enfermo e hicieron el justo diagnóstico. Antes de que fuera ya tarde.

Los trabajadores de Suárez.
Juana, que entró en la gráfica en 1986, se ocupaba de encuardenación. Dado que había hecho varios cursos de capacitación en computación y contabilidad, llevaba unos años ayudando también en administración. Era el nexo entre el taller de la planta baja y la oficina de la planta arriba: estaba al tanto con todo. «En el 2011 veíamos los movimientos que había. A los proveedores no les pagaban. Cuando entendimos que estaba todo mal, decidí ir a estudiar presupuestos en el sindicato gráfico. Ahí comenté lo que estaba pasando y me dijeron: ¿por qué no hacen una cooperativa? Y yo pensé: ‘¿que es una cooperativa?’».
Por entonces el dueño aseguraba que iba a vender, pero los trabajadores desconfiaban. La idea de un nuevo inversor con continuidad laboral para los empleados, sabían, era una promesa que muchas veces implica traición, otras divisiones y diferencias, pero siempre despidos. «No le creíamos: nadie compra una empresa con obreros con 30 años de trabajo. Indemnizarlos puede costar mucho», sigue Juana enrollando la cinta de recuerdos de aquellos meses.
Tantos años en la empresa, tantos años en el barrio producen relaciones sociales, conocimientos mutuos, efectos. «Una immobiliaria que está acá cerca nos avisó que querían vender el predio. Así nos pusimos en alerta. Es más, habían vendido ya una parte».
Mientras tanto, los trabajadores habían empezado a reunirse después del horario de trabajo en un club social a pocas cuadras de la gráfica, el Rincón del Círculo, para discutir en asambleas qué hacer. Pronunciaban la palabra antes desconocida: “Cooperativa”.
«Un día nos encontramos con que estaban todas las máquinas amontonadas al lado. No podíamos esperar mas. Se venía un fin de semana largo. Nos reunimos el viernes anterior y dijimos: ‘el lunes lo hacemos’. Ese día, el 21 de mayo 2012, vinimos con un cerrajero. Entramos, cambiamos la cerradura y nos quedamos. Durante un año, nos turnamos para no dejar nunca el predio vacío».
Como un todo
El barrio de Liniers y el movimiento cooperativo fueron clave en la lucha de estos trabajadores. «Los vecinos nos habían estado advirtiendo cuando los dueños se llevaban cosas de dentro el predio. Cuando entramos para no salir, nos ayudaron mucho: hasta nos llevaban comida», dice Juana, quien también subraya la ayuda de la Red Gráfica, del sindicato de gráficos y de algunas otras cooperativas. «Nos respaldaron desde el punto de vista administrativo y contable. También, nos daban clases de cooperativismo, de cómo organizarnos entre nosotros y manejar todo esto».
El proceso de recuperación fue menos duro que el de muchas otras recuperadas. El dueño tenía una deuda muy grande con la AFIP y los trabajadores pudieron cerrar un acuerdo por la propriedad, para la transferencia del predio a la cooperativa y de las máquinas a los socios. Otra ventaja: eran los trabajadores los que estaban en contacto directo con los clientes. Juana: «Esto fue fundamental. Tenían confianza en nosotros. Explicamos la situación a los clientes y todos nos suportaron, sino uno. Renegociamos la deuda con los proveedores: aunque no era nuestra dueda, los necesitabamos para seguir trabajando».
La producción no paró nunca: es evidente que para imprimir una revista o un folleto hace falta papel, tinta, maquinarias y trabajadores, pero no es necesario ningún patrón.
Gabriel Enna es el secretario de la cooperativa. Además de un appellido que lleva la imaginación a una ciudad de Sicilia, tiene 24 años de servicio en la gráfica. Gabriel habla de los desafíos del modelo cooperativista mientras sigue trabajando en la impresión, en una de esas máquinas que los obreros conquistaron por sus trabajo y sus luchas. A su lado se encuentra Francisco Godoy, quien lleva 30 años entre los papeles y los rodillos de este predio de dos plantas y tiene el rol de presidente. Dice: «Lo más importante es que es un proceso colectivo de aprendizaje. Somos pocos, pero a veces seguimos con malentendidos sobre el tema de la responsabilidad común. Este año habrá que renovar el consejo de administración: queremos que haya una rotación entre los compañeros. Para que todos crezcan tanto en producción, como en administración, y las funciones sean compartidas. Para que se trabaje como un conjunto».
Ventajas y dilemas
La temporada no está fácil para las empresas gráficas. Según dicen los trabajadores, las causas de crisis son varias. Por un lado, las evolucciones tecnológicas convierten el papel en algo cada vez menos necesario: las facturas impresas se vuelven electrónicas; los manifiestos se hacen banners para redes sociales; las tarjetas personales ya casi desaparecieron. Por el otro, la coyuntura política y económica de la Argentina afecta duramente el sector.
Rocío Huerta fue integrada en la empresa después de la constitución de la cooperativa, trabaja en administración y enumera los varios problemas: «En pocos meses, los gastos de luz se han triplicados. Teníamos un subsidio del Ministerio de Energía, pero ya se acabó. Además, lo que necesitamos para trabajar se paga en pesos, pero se cotiza en dólares: el papel, la tinta, todo. Por lo tanto, se está volviendo cada vez más caro. Por último, la demanda, respecto a la de 2014 y 2015, va por la mitad. Hay que hacer malabares para no quedar afuera del mercado, ni regalar el trabajo. Tuvimos que modificar el horario porque nos veíamos sentados sin tener nada para hacer».
Sin embargo, Francisco sigue sonriendo incluso cuando la discusión llega a este tema: «Sí, hay una crisis. Estamos de baja. Pero pasó y pasará otras veces. Juntos se pueden superar estas temporadas: lo nuestro es la lucha».
Se sabe, ante una crisis las recetas de las empresas recuperadas nunca recurren al ajuste de derechos ni a los despidos y las dificultades se abordan de forma colectiva. Mismos problemas, nuevas soluciones.
Juana cuenta más transformaciones con respecto al período previo: «Cambiaron muchas cosas en comparación con el tiempo en que había el patrón. Si tenemos que venir más temprano, venimos más temprano. Si tenemos que salir más tarde, salimos más tarde. Si hay que hacer encuadernación, la hacemos todos juntos. Al mismo tiempo, somos más flexibles y comprensivos entre nosotros. Si necesitás salir un dia, lo hablás y lo hacés. Antes para ir al médico tenías que preguntárselo al dueño, al que siempre le molestaba que faltase». Añade Gabriel: «Antes trabajabas 9 horas, salías de acá, cerrabas la puerta y te ibas a tu casa. Ahora, no. Te llevás el trabajo con vos. Seguís pensando y hablando del trabajo. Antes, cada uno era una función, tenía una tarea bien específica. Ahora no: hay que saber hacer un poquito de todo». Rocío, la trabajadora más joven que encontramos, suma otra variante: «Yo estudio y poder acomodar los horarios es algo que en relación de dependencia es imposible».
No estamos en una utopía ni en un paraíso, sino escuchando otra forma de organizarse y trabajar acá y ahora. Dentro del reino capitalista, en su corazón económico. Y lo que manda fuera, no se queda en la puerta. «Todo esto no es fácil. No es fácil entender que es tuyo y tenés que cuidarlo. No es fácil ni a nivel individual, ni a nivel familiar. No es fácil porque trabajás el triple y ganás la mitad. Pero es completamente distinto, es… nuestro», afirma Francisco. Y pone el accento en la
última frase con una sonrisa ancha atrás de los anteojos.
Dificultades, contradicciones, problemas. Pero tambien democracia, horizontalidad, intercambio. Y orgullo. Concluye Juana: «Sí, estamos orgullosos de lo que hicimos. La verdad es que cuando comenzamos pensábamos: pero ¿lo podremos hacer? ¿LLegaremos? Y la verdad es que llegamos mucho más allá de donde habíamos pensado».
Desde la calle Acassuso, del barrio de Liniers, llega una voz más que dice que sí: sin patrón se puede.
Esta nota forma parte de una nueva actualización del libro Sin patrón, llevada adelante entre lavaca y el periodista italiano Giansandro Merli. Pronto pondremos a disposición el padrón actualizado del sector y nuevas historias de la nueva camada de empresas recuperadas.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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