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Cómo es la entrada al mundo del trabajo: Bailando por un sueldo

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Falsas promesas, pocos derechos, meses a prueba y despidos precoces. Un relato encarnado en Marcelo, un rompecabezas de distintas voces de jóvenes que buscan empleo privado y encuentran cualquier cosa. Por Franco Ciancaglini.

Cómo es la entrada al mundo del trabajo: Bailando por un sueldo

Marcelo vio aparecer en la pantalla de su computadora la respuesta que, creía, estaba buscando:

“Tu CV ha sido seleccionado para el puesto de telemarketer, en la sección ventas. Por lo tanto, te espero este miércoles para una pequeña entrevista”.

Tuvo que fijarse el nombre de la empresa que aparecía junto a la firma de Agustina –la de Recursos Humanos- para ver cuál era de todas a las que había mandado: “Es importante conocer a la empresa”, recordó.

Encontró el mail, que decía: “Si sos afín a la comunicación, a la psicología, a la contaduría, mandanos tu cv”. Aunque después – se da cuenta- da igual: en el nuevo mail dice claramente telemarketer.

Lo mismo de siempre.

Lo que sigue lo sabe de memoria. Tiene que ir vestido entre formal y con estilo, digamos elegante sport: camisa (si no hay, chomba), jean oscuro (no celeste, ni tampoco pantalón de vestir) y zapatos, preferentemente marrones.

Lo mismo con el horario: una vez, en otra entrevista, llegó 20 minutos antes, lo recibieron, pero no quedó en el trabajo. Luego, charlando junto a otro amigo experto en flexibilización, entendió:

-No podés llegar antes. Eso demuestra que tenés tiempo de sobra, o algo peor: que estás desesperado por el trabajo. Ni 5 minutos antes ni 5 después: llegá exactamente a la hora en que te citan.

La entrevista

Llega puntual. Ya sabe que tiene que preguntar por Nuria, y eso es lo que hace en el mostrador que está en la entrada. Atrás se ven oficinas de vidrio y durlock, las típicas.

Como lo suponía, también hay otras personas que esperan a Nuria, y otras que van llegando mientras él la espera. Sin embargo, la entrevista es individual: está tercero de cinco. El primero tarda diez minutos reloj; el segundo, ocho; el tres sale antes de que Marcelo se dé cuenta.

Le toca.

Entra diciendo “buenos días” – es lo que hay que decir- y espera si la respuesta es cordial, amable o simpática, pero que se seca en un “hola, cómo te va”, sin signos de interrogación, es decir, sin interés de escuchar la respuesta. Marcelo sabe qué contestar contestar (“Muy bien”), qué repreguntar (“¿Usted?”) y mantener esa delgada línea entre cordialidad y simpatía, sin hacer – nunca- un comentario sobre el aspecto o la vida personal del otro.

Una de las primeras cosas que le piden es que dibuje el famoso test en el que hay que representar a “una persona debajo de la lluvia”. Pan comido: Marcelo sabe que tiene que dibujar un piso y, al menos, un paraguas para protegerse de la lluvia. También puede ser un techo, aunque, como nunca entendió bien la diferencia entre dibujar un paraguas y un techo, va a lo seguro: paraguas.

La cara de Nuria indica que está ok.

Ahora le piden que se defina, a él mismo, con una palabra. Con el tiempo, con las sucesivas e idénticas entrevistas, aprendió que debe decir “proactivo”. Esa es la palabra que garpa y que, a su vez, ellos (ella) esperan que diga: siempre hay que hablar desde el punto de vista positivo. Sabe que las empresas buscan gente (o palabras) con (o como) compromiso, liderazgo, comunicación, adaptación, cambio.

¿Qué significa proactivo? Que nunca se quedará quieto, ni esperando a que le digan qué tiene que hacer, aunque sabe que  -en la práctica- siempre tiene que esperar a que le digan qué tiene que hacer.  Al fin y al cabo, qué proactividad, qué liderazgo necesita para un callcenter.

-Proactivo- responde, ya inmerso en el juego de quién miente a quién.

Porque ya sabe: nunca un trabajo es lo que le ofrecen.

Le preguntan por qué le interesan las ventas: dice algo sobre la comunicación interpersonal, que por su carrera es súper importante, que estudia para sugestionar a las personas, para llevarlos por un lado… Se pinta chanta, digamos.

La siguiente pregunta nunca se la habían hecho: ¿Qué partido político tenía el centro cultural en el que trabajaste? Antes de responder duda, piensa: me estoy postulando para telemarketer, no para senador. Recuerda: tenés que ser pragmático, tenés que ser ordenado, tenés que ser apolítico, obviamente tenés que vivir en zonas, Caballito, Puerto Madero, Palermo, Flores… Y responde:

-No era político, era cultural– y es la verdad. Sabe que no debe decir mucho más: la pregunta es capciosa porque, en caso de extenderse en explicaciones sobre su anterior trabajo, se infiere que también podría proporcionar información sobre la compañía de Nuria en un futuro.

Los 3 meses de prueba

Sabe que pasó la entrevista: la propia Nuria se lo confirma, sin delays. Luego le consulta si tiene alguna pregunta: es su momento de aclarar dudas, para demostrar además interés por el puesto de trabajo.

Como Nuria es de Recursos Humanos, puede preguntar por su sueldo (si es personal jerárquico, es un mal plan). Le pagan bien: 10 mil pesos más premios. Aunque sabe que los premios no existen.

Obvio: 3 meses a prueba.

Sabe: lo pueden echar a los 2 meses, 29 días, 23 horas.

Sabe que lo van a echar.

Nuria aclara: “Pero todavía falta la capacitación”.

5 horas durante 3 días.

Si le va bien –que es, básicamente, que no abandone motu proprio antes de esos 3 días- el trabajo es de lunes a sábado, 6 horas. Eso cambió: antes nunca eran los fines de semana, piensa y se lamenta.

La capacitación

Al llegar a la capacitación lo llevan a una habitación con pupitres, junto a otras treinta personas. Les cuentan el speech, les tiran los tips, se los hacen repetir y a la hora – no más- los mandan a otro sector: el de boxes.

Una computadora para cada uno con un software para hablar por teléfono a través del micrófono. Auriculares y una base de datos de posibles llamados a distintas ciudades de España.

Sí: tiene que vender loterías a España.

Loterías.

A España.

-Tienen que poner acento medio neutro – les dicen a último momento.

Empieza, marca un número: nada.

Otro: nada.

Otro: nada.

Otro: lo atienden.(Nervios). –Buenas tardes, lo llamo porque salió beneficiado con un boleto de loter… Le cortan.

Otro: nada.

Otro: lo atienden.

–Buenas tardes, lo llamo porque salió beneficiado con un boleto de lotería.

-¿Qué lotería?

– Lotería España.

– Yo no jugué a ninguna lotería.

–Mediante este llamado usted es beneficiado con un boleto de lotería. Sólo tiene que conseguir a dos personas para obtener el premio. De esa manera, el premio lo tiene asegurado.

– Pero, hombre, ¿qué me está diciendo? No entiendo.

–Que usted ha sido beneficiado con boletos de lotería, y si consigue a dos personas más, usted recibe el premio.

Le cortan.

Escucha que desde algún otro box – que no llega a ver- alguien vendió. Al rato, otro grito, esta vez del supervisor:

-¡Bien, Tomás! ¡Vamos todos como Tomás!.

Marcelo piensa: “Y a mi los gallegos me sacan cagando”.

Al otro día ni siquiera hay una charla previa de capacitación: los mandan directamente a vender.

Al rato entra otro grupo de 30 personas, similar al del día anterior, y la misma historia: los capacitan una hora, y a vender.

Un pibe de dos asientos más allá se saca los auriculares, se levanta y se va.

A Marcelo le cae la ficha: “Nos están haciendo laburar a todos gratis”.

Sale atrás de él.

El laberinto

El mundo laboral no para de sorprenderlo. Y eso que ya trabajó de planillero para Greenpeace (debía conseguir donantes de dinero), de recepcionista (en una empresa de software), de asesor contable (debía perseguir morosos)…

El trabajo que más le duró –es decir, más de los 3 meses de prueba- fue el data entry: digitalizaba fotos de archivo del Estado.

Trabajó allí dos años e hizo, gracias a ese tiempo, algunas amistades, sobre todo con los que ya habían echado antes que a él. Salió de ahí, tiró cvs e instantáneamente lo llamaron para una entrevista. ¿De qué? De data entry.

-Pero, mirá, yo me acabo de ir…

El sueldo resultaba más bajo. Las horas eran más. ¿Cuál es el negocio?

Se dio cuenta de que pasaban los años y en su currículum solo tenía data entry. Y que cuando buscaba un nuevo trabajo, la marca carcelaria lo condenaba: sólo lo llamaban de esos trabajos, y no de otros. Y para pagarle cada vez peor.

El resto de sus empleos fueron siempre por los tres meses de prueba.

Durante esos meses la supervisión es constante. Es decir, el supervisor es un panóptico que monitorea la concentración y la intensidad de trabajo de las decenas de personas que entran al mismo tiempo. Una competencia implícita se despliega en la oficina, en la que todos luchan contra todos, al tiempo que simulan caerse bien. Sobre todo, caerle bien al más odiado: al supervisor.

El supervisor dice cosas como “yo los primeros 3 meses di lo mejor de mí”, o incluso peores, como una vez escuchó Marcelo: “Acá hemos despedido gente embarazada, gente con cáncer terminal, así que nadie tiene asegurado el puesto de trabajo”.

Sus compañeros murmuraban: “Menos mal que tengo trabajo”.

Él elegía callar.

Estudio o trabajo

Ahora elige estudiar: “Con el tiempo, cuando vi que se me iba complicando la posibilidad de estudiar dije: acá hay algo mal. Si estudiás y trabajás parece que sos Superman, cuando debería ser lo normal. Yo estudio, estudio muchísimo. Y lo que me pasa ahora es que, al ver mis buenas notas, se acercan mis compañeros y me preguntan: disculpame, Marcelo, ¿vos trabajás?”

Actualmente los padres de Marcelo mantienen sus sobrios gastos, y su hermano se hace cargo de la facultad en la que él brilla por sus notas.

Con el tiempo aprendió que la ilusión de independencia que genera el trabajo no es más que eso: una ilusión. Y – dice- que en vez de depender de su jefe o de un supervisor, a sus 27 años ahora depende de sus padres.

Cuando tenía 17 años, Marcelo quizás imaginó que a esta edad ya iba a estar recibido y trabajando de lo que le gustaba, es decir, de lo que estudió. “Hoy ese circuito se distorsionó, y esa biografía es mentira”, dirá desde la experiencia, junto a sus amigos que, cerveza de por medio, asienten con la cabeza.

Uno, estudiante de Ciencias Políticas, trabaja vendiendo calzones y medias en la calle. El sociólogo, en una empresa de fumigación, que es del padre de otro del grupo, un profe de guitarra. Dos se mueven por el centro haciendo lo suyo en una oficina contable y una pyme familiar de insumos electrónicos. Uno labura en una fábrica de cerveza y otro trabaja con los padres en un consorcio familiar. Está el kinesiólogo profesor de hockey, un boletero de subte los fines de semana y el que trabaja en una revista cooperativa.

Todos los días, desde hace años, escuchan historias como ésta.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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