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Patagonia rebelde: Asamblea No a la Mina Esquel
Pasaron 21 años del plebiscito del NO a la mina. Los proyectos mineros siguen al acecho y la asamblea más permanente que nunca: se suman estos jóvenes de la foto que hablan por primera vez en una nota sobre el legado que encarnan como lucha por los bienes naturales, contra la megaminería. Del histórico del 82% en rechazo a la mina, a los engaños electorales y corporativos, cómo se plantan en la era Milei (o “Suley” como le dice una asambleísta”). Por Francisco Pandolfi.
“En 2003 yo tenía 15 años y estaba enamorada. Ganamos la consulta popular el 23 de marzo y todo era posible en ese mundo que todavía estaba por conocer. Haber crecido a la sombra de grosas y grosos como ustedes, no solamente hizo que nuestra montaña siga en pie, sino que también me formó como persona en lo más fundamental: su fortaleza es referencia para mí desde esos días. Vivir de cerca esta experiencia de democracia popular, lucha, valentía y una unión que yo nunca antes había visto en mi ciudad, me enseñó que el amor hecho trabajo cambia el mundo y por eso titulo esta carta “Amor que sigue haciendo de herramienta”, como dice la canción Domingo, de Silvio Rodríguez. Y por eso, también, no quiero quedarme sin decirles de nuevo, y siempre, GRACIAS”.
Estas líneas las escribió a mano y en una hoja blanca con birome negra “Lucía, vecina de Esquel”, y las dejó por debajo de la puerta del “localito” que tiene la Asamblea No a la Mina en el centro de la ciudad, cuando el año pasado se cumplieron 20 años del plebiscito en el que el pueblo rechazó por goleada (81%) el desembarco de la megaminería. Esa sentencia popular se convirtió en una barrera que traspasó fronteras y en la madre de las siguientes batallas que vendrían –y que vendrán– en el país en defensa de los bienes naturales.
UNA HISTORIA SIN FIN
Dos vecinas llegan a la hora preestablecida para el encuentro con MU. “Aprendí a ser puntual en aquellos años. Si la cita era a las seis, una esperaba hasta las seis y cinco; si la otra persona no llegaba, había que irse”. No hace falta preguntar nada más. Lo que sigue es el silencio, que empieza a romperse con la venida de más y más integrantes de la Asamblea No a la Mina de Esquel.
La palabra circula y se arranca por el principio, por los orígenes. Se habla de la resistencia, de la creatividad, de la potencia colectiva. Esta película que no tiene fin comenzó en 1997 cuando se descubrió un yacimiento en el Cordón Esquel –a 6,5 km de la ciudad– que contenía 80 toneladas de oro y 125 toneladas de plata. A inicios de 2002 el gobierno provincial anunció su explotación; a mediados, la empresa canadiense Meridian Gold adquirió el proyecto por 270 millones de dólares y realizó una campaña mediática voraz para lograr la “licencia social”: publicidad en radio y televisión; donaciones de computadoras a escuelas; la construcción de una sala de emergencias en el Hospital Zonal. El desembolso de miles de dólares en propaganda venía adosado a las promesas de progreso y cientos de empleos.
Un puñado de vecinas y vecinos se interiorizaron sobre la “minería moderna” a “cielo abierto” y el clic –ese momento bisagra de la historia que desencadenaría en otros momentos bisagras de la historia– sucedió durante una conferencia organizada por Meridian Gold, cuando el representante de la empresa Dupont informó que su compañía proveería un producto químico esencial para la extracción del oro y la plata: el CIANURO de sodio. La disputa era desigual, pero esas siete letras generaron un cimbronazo y ya no hubo vuelta atrás de parte de la comunidad: charlas informativas, mesas de debate, talleres sobre la problemática, difusión en las instituciones más importantes desembocaron en una campaña por el NO al CIANURO que se convirtió en un movimiento imparable que hoy, 21 años después, sigue su curso.
Marta Sahores tiene 81 abriles, y una vitalidad que evidencia todo el camino que ha transitado desde aquel primer día. “Junto a Silvia González, otra docente universitaria, escuchamos las primeras mentiras sobre las bondades del cianuro y nos decidimos a investigar, a difundir de manera urgente y entendible, porque la química no es algo fácil de comprender. Esa primera charla fue en julio de 2002 y al plebiscito del 23 de marzo de 2003 la gente fue a votar sabiendo, habiendo abierto los ojos, con conciencia plena. No se partió del plebiscito, sino de antes y esto lo subrayo por las comunidades que tendrán que empezar a luchar en el futuro: lo primero, lo fundamental, es la difusión del conocimiento”.
En octubre de 2002 Meridian Gold presentó el estudio de impacto ambiental y el pueblo denunció el deterioro que generaría la actividad: fractura de 40.000 toneladas de roca diaria; un consumo de agua por día como el de una población de 6.000 habitantes; uso de 6 toneladas de cianuro de sodio diario; liberación de metales pesados al ambiente (1.400 kg de óxido de plomo) entre otras problemáticas. La sociedad empezó a juntarse: primero 60, después 300, luego 600. Así se gestó la Asamblea de Vecinos Autoconvocados por el No a la Mina de Esquel, “un movimiento social que atraviesa transversalmente la comunidad, al margen de las asociaciones gremiales y partidos políticos, sin orgánica de conducción, tomando decisiones en asamblea y realizando tareas mediante comisiones libremente conformadas”.
Un flaco y alto y con una voz firme toma la palabra. Robert es docente y lleva puesta una remera blanca, impoluta –como si fuese un guardapolvo recién estrenado–, con el lema “No a la Mina”. En otros cuerpos de esa ronda que se va a ampliando con el correr de los minutos, cambia el color de la camiseta… negro, gris, azul, pero no la leyenda inscripta, la proclama, el grito desesperado hecho realidad: “No a la Mina”. Dice Robert: “Lo que pasó en Esquel es un motivo de mucho orgullo porque hicimos oír nuestra voz frente a semejante poder de empresas gigantescas. Esas primeras reuniones, con vecinos de los más variados, fueron una cosa hermosísima. Se expusieron un montón de argumentos, toda la gente participaba desde su lugarcito, su creencia, de lo que se había estudiado para contrarrestar lo que decía la minera”.
A fines de noviembre de 2002 comenzaron las intimidaciones y amenazas de muerte a miembros de la asamblea; en paralelo, como las críticas aumentaban, el gobierno provincial suspendió la audiencia pública a realizarse el 4 de diciembre para aprobar el estudio de impacto ambiental. A partir de ese día, la comunidad decidió marchar todos los 4 de cada mes, ejercicio vital y móvil que se mantiene ininterrumpidamente hasta la actualidad y que se replica en múltiples ciudades del país en contra de las diferentes caras del extractivismo.
Silvina vivía en Buenos Aires cuando explotó el conflicto y cuenta que le “partió la cabeza”. Varios años después, se mudó con su familia y se convirtió en una más de los motores. También docente, contextualiza aquellos años en los que se rechazó a los rimbombantes augurios y las dádivas mineras: “La negativa del pueblo se dio en un momento en que la gente estaba cagada de hambre en todo el país y las afueras de Esquel no eran la excepción; la sociedad sin tener laburo igual dijo que no a la mina; eso es lo loable y lo admirable; eso es lo que conmueve.
El 23 de marzo de 2003 se realizó el plebiscito: el 81% de los electores (11.046 votantes) se pronunciaron en contra del proyecto minero y el 17% a favor (2.561). Ante el triunfo del NO, el Concejo Deliberante declaró a Esquel “Municipio no tóxico y ambientalmente sustentable”. También hubo consecuencias a nivel provincial: se sancionó la Ley Nº 5001 que prohíbe la minería a cielo abierto con utilización de cianuro en todo Chubut.
Marta, que lleva mil batallas en su lomo curtido, advierte: “La lucha no se terminó en el plebiscito, es permanente”. La amenaza nunca se fue de la ciudad. Hoy el proyecto minero se llama Suyai, el mayor accionista es la empresa canadiense Yamana Gold y sigue emplazado en el Cordón Esquel, al acecho para dar el zarpazo. Añade Marta: “Durante estos años hicieron un montón de artimañas para instalar la minera y ahora con Milei avanzará el modelo. Se viene un camino de resistencia que en realidad es el mismo que venimos transitando. Yo siempre digo que el pueblo es el que cuida la montaña, que permanece de pie gracias a su gente. Nosotros vamos a tener que seguir igual; aunque vengan y se instalen seguiremos en la calle, porque somos la única garantía”.
La era Milei
El presidente Javier Milei convocó, en el discurso de apertura de sesiones ordinarias en el Congreso, a firmar un “contrato social” que llamó Pacto de mayo. El acuerdo, que quiere rubricarse el 25 de Mayo en Córdoba, contiene diez principios. El número 6 establece: “Un compromiso de las provincias de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país”. En definitiva, se explicita lo que los gobiernos anteriores escondían en sus palabras, pero ejecutaban en hechos: “Avanzar en la explotación de los recursos naturales”.
No fue ni la primera ni la última muestra de esta gestión merced a la extirpación de los bienes naturales. En cuanto a la minería, concretamente, el Decreto de Necesidad y Urgencia que el gobierno publicó en el Boletín Oficial el 21 de diciembre –y que pese al rechazo en Senadores continúa vigente hasta ser tratado en Diputados– introduce reformas en favor de las empresas del sector. Denuncia la asamblea: “Además de la eliminación del pago de un canon obligatorio establecido por la Ley de Comercio Minero, el DNU deroga dos leyes que liberan lo referido a la información que las empresas deben proporcionar sobre el desarrollo de la actividad; es decir, les da vía libre para hacer cuanto y como quieran sin rendir cuentas al Estado y por lo tanto al pueblo”.
¿Qué dice el DNU? “La minería es otra área con gran potencial en el país y se encuentra notablemente subdesarrollada. En línea con ello, deben eliminarse costos en el sector minero con la derogación de la Ley N° 24523 del Sistema Nacional de Comercio Minero y la Ley N° 24695 del Banco Nacional de Información Minera”.
¿Qué dice la asamblea? “El DNU mantiene el régimen de beneficios especiales para el sector minero y, además, viene a legitimar que la actividad minera se realice sin ningún tipo de controles habilitando a las compañías a depredar los ambientes y desarrollar sus actividades en territorios liberados y bajo su exclusivo control. A este descontrol se le suma el beneficio de que puedan comprar las tierras sus corporaciones extranjeras o los mismos ejecutivos. La afirmación de Milei sobre que las empresas pueden contaminar todo lo que quieran un río porque el río no es de nadie, resulta así una profecía autocumplida”.
Marta no nombra al presidente por su apellido. No quiere, no puede. “Yo no creo en los políticos y mucho menos en los que están ahora… Suley pretende profundizar no sólo la minería, también la agricultura transgénica y muchas cosas más. Y encima pone como excusa que es para que la gente no tenga hambre…”. Marta se ríe, para no llorar. Y se ríe, porque no han podido arrebatarle la esperanza: “Seguiremos adelante”. Silvina escucha, aprende y reafirma: “Lo que se viene es más extractivismo. Hace un par de años atrás ya denunciamos que Eduardo Elsztain –empresario amigo de Milei– compró parte del proyecto Cordón Esquel. Hoy es el máximo representante del extractivismo en Argentina: está con el litio, la soja transgénica, la megaminería y es tenedor de la deuda argentina como accionista de la empresa Black Rock; lo tenemos por todas partes”.
Gabriela completa: “El DNU y el proceso de la ley ómnibus demostraron que quienes hoy gobiernan no son democráticos. No es democracia si no se respeta la división de poderes. Tenemos un déspota presidiendo, que no escucha”. ¿Por qué ganó en el país con el 55%? ¿Por qué ganó en Chubut con más del 59%? “Que haya sido votado por una mayoría abrumadora en la provincia, igual que Nacho Torres como gobernador, tiene que ver con los enojos, las insatisfacciones de los mandatos anteriores. Pero eso no quita que el pueblo de Esquel y de Chubut no sepa de qué hablamos cuando hablamos de megaminería”. Gabriela no duda: “No va a haber manera de que la introduzcan; no van a pasar. Y no es simplemente un eslogan, es una realidad. Cuando haya un pequeño atisbo de imponernos esa bestialidad, la gente va a salir a la calle porque sabemos lo que nos jugamos. Hoy hablaba con mi marido, íbamos caminando y la tranquilidad que hay acá no la tenés en otros pueblos. El estar con sed y saber que podés tomar agua del lago o del río, no lo negociamos; no lo podemos perder”.
Al consultar sobre la negativa a la megaminería, además del masivo uso del agua y del despedazamiento de la montaña, los argumentos fluyen como en una vertiente (caudalosa). Gabriela: “No hay forma de que la minería sea sustentable, hay miles de fundamentos para estar en contra, pero ese el más simple”. Cristina: “Los proyectos que se instalan y se desarrollan sirven para financiar la imposición de la megaminería en otros territorios; no queremos ser la fuente de inversión de las empresas para que vayan y hagan con otros pueblos lo que siempre hacen. En el mundo no existe lugar que haya sido minero y sea próspero. Hay empresas que contaminan más, otras que contaminan menos, pero todas contaminan”. Titi, como la apodan, hace una pausa y parece tomar carrera y fuerza, como para que no queden dudas. “Todas”, enfatiza. Y continúa: “Y lo peor que dejan, además de la contaminación ambiental, es la contaminación social. La sociedad hecha mierda, sin la posibilidad de organizarse y de confiar el uno en el otro para luchar y saber quién es realmente el enemigo. En un pueblo que hay megaminería ya no puede haber nada más, porque rompe las instituciones y el entramado social”. Robert: “Puede quedar liviano decir que contaminan; lo hacen a un nivel brutal, masivo y a perpetuidad, no hay forma de frenarla cuando llega la contaminación; queda el territorio afectado para siempre, no hay solución”. Julieta: “Todos sabemos cómo funciona, te prometen que va a acabar con el hambre, con la falta de trabajo, que va a desarrollar la localidad porque va a haber más asfalto, más casas y no es cierto; los pueblos donde hay megaminería son cada vez más pobres, llenos de enfermedades como cáncer, contaminación del agua y del aire, problemas con la fauna y la flora. O sea, quedan destruidos. Y es algo básico: todo lo que está vivo necesita agua”.
Pensar en asambleas
En un paréntesis donde no se habla de los orígenes, ni de Milei, ni del extractivismo de ayer, de hoy y de mañana, Robert siente la necesidad de hacer una aclaración. Como si algo le picara en el cuerpo, inquieto, puntualiza: “Por las dudas, tiene que quedar claro que todo lo que estamos diciendo son apenas unos pantallazos de lo vivido, porque son más de 21 años en los que ocurrieron muchísimas cosas”. Y así, como quien no quiere la cosa, empieza a enumerar sucesos clave, y el resto lo acompaña y se arma una cronología de hitos que ayuda comprender el tamaño de la contienda.
Algunos:
–“Un momento fuerte fue en 2006, cuando nos mandaron desde Buenos Aires los audios de una reunión minera en un hotel donde hablaban de los planes para torcer la voluntad de Esquel. Desde la asamblea se los difundió y la minera demandó a seis vecinos. Dos años duró todo ese proceso, fue incómodo y angustiante”.
–“En 2012, en una de las tantas jornadas de lucha, en las puertas de la Legislatura de Rawson nos liberaron la zona y vinieron a pegarnos con palos y cadenas supuestos militantes de la UOCRA”.
–“En 2014, se registró una foto del diputado Gustavo Muñiz (del Frente para la Victoria) intercambiando mensajes por celular con el gerente Gastón Berardi de la empresa Yamana Gold, quien le pedía modificar un proyecto sobre la iniciativa popular presentada por la ciudadanía para que se convirtiera en ley la prohibición de la explotación minera de cualquier tipo en Chubut”.
–“En 2015 se descubrió el espionaje a vecinas y vecinos de la asamblea (por parte de la AFI), como a otros referentes sociales y de pueblos originarios”.
–“Como reciente, el chubutazo en 2020, en el que nos opusimos al proyecto de zonificación que, de aprobarse, iba a instalar la minería en la provincia”.
La sucesión de acontecimientos que refleja cómo la asamblea jamás pudo bajar la guardia, es la antesala para pensar el aquí, el ahora y lo que viene.
¿Cómo enfrentar lo que se viene? Desde la Asamblea plantean cuatro antídotos.
1) La relación persona a persona, mirándose a los ojos.
Alejandra comparte la estrategia: “El éxito que tuvimos como asamblea para resistir fue la estrategia ‘vecino le informa al vecino’, porque la mirada convence, así como el decirte en la cara ‘mirá, esto es lo que va a pasar’”. Robert: “Hay un sistema más sano para interactuar y crecer juntos, que es el juntarse y hablar presencialmente. Hay una generación acostumbrada a participar a través de WhatsApp o las redes sociales, que es poco eficiente, poco vital y no construye mucho. Vale la pena destacarlo en estos tiempos”.
2) La difusión del conocimiento.
Apunta Silvina: “El lema de la asamblea es: ‘nuestra lucha se basa en la información y en la difusión’ y yo le agrego que también se basa en el conocimiento y en la difusión de ese conocimiento. Cualquier tema requiere de un proceso de aprendizaje y enseñanza, que como no entra dentro de la educación formal no se la ve de esa manera, pero es un proceso educativo y sumamente intenso”. Fati tiene 18 años y le cuesta hablar. Primero muestra su timidez y a medida que se va largando a hilvanar letras, palabras y oraciones, demuestra toda su valentía: “No vengo de una familia que se haya involucrado en el tema, lo ve de otra manera. Yo me enteré, me informé y me pareció justo luchar por el futuro, porque son nuestros bienes naturales quienes nos permiten vivir tranquilos”.
3) No abandonar la calle.
Silvina transmite la fórmula infalible, que en realidad se la susurró una persona tan chiquita como gigante: “Norita Cortiñas en varias oportunidades de alerta máxima nos dijo bien claro: ‘No abandonen las calles’. Lo cierto es que a pesar de las acciones judiciales, los proyectos de ley presentados, las denuncias y cuántas cosas más, lo principal siempre fue la movilización popular; lo más importante y lo más fundante”. Horacio cita a otro de los faros que los sigue guiando: “Cuando vino Osvaldo Bayer nos preguntó dónde querían poner la mina. Cuando lo vio, desesperado, nos dijo: ‘Salgan a la calle’”.
La primera vez que intervino Chugo en esta ronda-entrevista-charla dijo que esperaba no emocionarse para hablar de corrido… pero nada de eso pasó. Chugo, que nació en Esquel a mediados de los 80 y en el plebiscito de 2003 arañaba los 18, transmitió con emociones, gestos y ojos humedecidos. Entre medio, también pudo decir, con oraciones entrecortadas, lo que aprendió del camino: “Esté el color político que sea en el poder, tendremos que estar en la calle, porque todos quisieron imponer a la megaminería. Un claro ejemplo es el del ex gobernador Mariano Arcioni, que hizo su campaña diciendo que no iba a haber minería y cuando estaba por finalizar su mandato buscó instalarla con un proyecto de ley que el pueblo logró derogarlo. ¿Cómo? Estando en la calle. Es emocionante saber que continuamos unidos y que las futuras generaciones tienen la lucha en la piel. Mi hijo, por ejemplo, habla del No la Mina todo el tiempo”.
Chugo calla. Se lleva las manos a sus ojos, como si fueran dos limpiaparabrisas. Los desempaña. Recién ahí lo mira a Joni, de 11 años, que está a su lado. Y sonríe.
4) La formación de adolescencias e infancias.
Alejandra: “Este momento espantoso socioeconómico que nunca imaginamos iba a llegar, llegó; cuesta mucho recuperar la esperanza, pero es inevitable que esté puesta en los más chicos, en los jóvenes, en su educación”. Agrega Gabriela, compañera de Chugo y mamá de Joni: “Este movimiento está integrado por un montón de nenas, de nenes, de adolescentes, de jóvenes comprometidísimos con la causa”.
Hay presente
El encuentro con un puñado de integrantes del No a la Mina Esquel da pie a otro, dos días después: una asamblea sub 15 de pibas y pibes que nacieron post 2003 y que conforman la tercera generación de un movimiento colectivo, horizontal, que prevalece en el tiempo. Y que tiene algo claro: mientras haya oro y plata en la montaña, no habrá descanso.
Son once, como un equipo de fútbol. Y se presentan con su nombre, su edad y su juego favorito:
–Soy Cata, tengo 7 y me gusta jugar a la Barby con mi hermano.
–Salvador, 10 y mi juego preferido es el fútbol.
–Violeta, 10 años y juego al básquet.
–Alma, 10 y me encanta la escalada.
–Samira, 10 años, también la escalada.
–Jonathan, 11, mi juego favorito es el fútbol.
–Felipe, tengo 12 y juego mucho al Sonic.
–Martina, 13 años, la escalada.
–Sofía, 13, también la escalada.
–Mailén, 15 años y me gusta la sardina enlatada, un juego parecido a la escondida.
–Camilo, tengo 15 y juego al básquet.
La primera que se lanza a hablar es Alma. Lo hace con una seguridad, con una firmeza que estremece: “Para mí la naturaleza lo es todo. No más pensar en el incendio que hubo hace poco acá, en el Parque Nacional Los Alerces; se murieron un montón de animales, de plantas… se murieron seres vivos. Tenemos un problema cuando los humanos no nos pensamos igual que una planta, por ejemplo; no se toma conciencia de que hay cosas que, si las hacemos, les van a doler. Son esos árboles los que nos dan oxígeno. O sea, la naturaleza nos cuida”.
La naturaleza nos cuida, claro, pero no hay reciprocidad. Esa frase de Alma queda resonando en el aire y es el tobogán para que siga Mailén: “Esquel es una ciudad muy especial; yo nací acá, de acá no me moví nunca y creo que no me voy a ir. La aprecio y la respeto mucho”. ¿Por qué es especial? “Porque vivimos rodeados de montañas a las que siempre cuidamos y nunca entregamos”. Samira destaca sus “bonitos paisajes”; Sofía “la hermosura de los bosques” y Martina la siente “parte de una”.
Alma encuentra lo especial de su ciudad natal en lo comparativo: “En Buenos Aires está todo contaminado; no debemos llegar a eso”. Viole no da vueltas como en la calesita: “Es fácil. Solo se trata de cuidar el lugar donde vivimos”. Cata, la más peque, hace un arte de la simpleza y la contundencia: “Si no cuidamos la naturaleza se va a morir la planta favorita de ustedes”. Felipe, con su pelo largo moviéndose a voluntad del viento, expone lo esencial, visible a sus ojos: “Hay lagos, lagunas, agua natural. Si se contaminan, no tendremos nada para tomar”.
Feli trae el agua como tema y el resto se suma a contar su relación en la vida cotidiana. Alma: “Para mí el agua es todo. Hay gente que no piensa eso y va y tira una botella que tarda como mil años en desintegrarse. Acá nosotros somos muy afortunados porque tenemos mucha agua bien limpia, no pasa en todos lados”. Cata, que está escuchando atentamente, relata como si fuera un cuento, que no tiene nada de ficción: “En Buenos Aires había un río que a toda la gente le gustaba, pero después se contaminó todo porque tiraron latas y muchas cosas más. Así se van a contaminar nuestros ríos si no los cuidamos y no vamos a poder ir más”.
Camilo, espigado como un tallarín, no es flaco de conocimientos. Da placer escucharlo: “No a la Mina se basa fundamentalmente en proteger el agua, porque la megaminería la utiliza masivamente para limpiar los productos que saca de la montaña. Los derrames que generan las mineras en el agua son completamente nefastos para la vida de la Tierra, con los seres humanos incluido. Es una autodestrucción lo que se hace. Afectamos a un ciclo, directa o indirectamente, a corto y a largo plazo”. Salvador completa lo que debiera ser obvio: “Vivir, comer, tener aire limpio, beber sin miedo a envenenarnos. Eso es lo que queremos”.
¿Cómo le explicarían a alguien que no conoce qué es la megaminería? Alma: “Les diría que si la instalan no vamos a respirar bien, ni tomar agua potable y saludable como tenemos ahora; se destruirán los árboles, o sea, todo se haría bosta. Primero lo primero. Y lo primero es la vida”.
Camilo: “La megaminería es una extracción masiva de recursos, que puede hacerse de diferentes formas; una, como la que se quería implementar acá, es a cielo abierto. Los principales problemas son el uso masivo del agua, vital para nuestra existencia, y la contaminación tremenda que produce. Es un problema gravísimo. No sé si se sabe mucho, pero hay una ciudad de Río Negro que se llama Sierra Grande, desde donde se accede a Playas Doradas, en la que estuvo la minería durante un tiempo. Era una mina de carbón. En un momento dio trabajo, movilizó un montón a la ciudad, pero unos años después se convirtió en un pueblo completamente fantasma. Hoy es un lugar recontra horrible para visitar. Es gris. Y la gente que vive ahí te explica su propia experiencia negativa con la mina”.
Mailén, igual que Camilo, quizá no lo sepa aún. Pero ya es docente. Sin título, informal, popular, asamblearia; una maestra a quien el resto escucha maravillado. “Lo que sé lo aprendí en la escuela que lleva el nombre de ‘23 de marzo’, por el día del plebiscito. Quienes estudiamos ahí hacemos un máster contra la instalación minera. Si le tengo que explicar a alguien que no tiene idea de qué se trata todo este embrollo, arrancaría por el lado, digamos, melancólico, sobre lo que perderíamos: el agua, el aire puro, la montaña, el lago, el parque. Todo eso desencadena la megaminería”.
Joni desbloquea un recuerdo: “Antes se decía que esta era la ciudad del oro. Y venía un montón de gente de afuera, turista, asombrada por eso”. Camilo piensa y cree entender el porqué: “Eso lo generan las empresas, el querer cada vez más y más y más y más y más y más”. Tras la enumeración –que podría haber seguido un poco más–, resume: “Esa es la descripción del sistema capitalista en sí, que termina afectando al mundo”.
Remata Joni: “Yo acompaño a mi mamá y a mi papá en cada actividad, y para mí es un orgullo pertenecer al movimiento, porque de no existir, ¿cómo evitaríamos la contaminación? Sin embargo, siento que en algún momento el No a la Mina Esquel tiene que desaparecer, porque sería el resultado de que la megaminería abandone la ciudad de una vez y vivir con la felicidad de que ya no volverá”.
La charla termina con aplausos. Y con Felipe confesando que estaba “muy nervioso porque fue la primera vez” que hablaba para una nota, pero que igual la pasó “bien”. Y con su hermana Cata, que está en tercer grado, que le encantan las matemáticas y que saca la cuenta de que ella disfrutó “hablar del agua limpia, de las montañas sanas y del futuro”.
Son cuerpos chiquitos y mentes no contaminadas. Son la prueba fehaciente, tangible, concreta, empírica, que la lucha continúa y continuará. Y que habrá con qué bancarla.
El equipo completo se levanta de la ronda. Un par se va con su familia. La mayoría se queda a jugar, a correr por la plazoleta donde la asamblea tiene su “localito”. El viento que se intensifica en un hermosísimo atardecer recuerda que estamos en Esquel, en Chubut, en la Patagonia, en un día domingo que va regalando sus últimas horas.
Domingo, como la canción de Silvio Rodríguez.
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