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Eduardo Cerdá: siembra política

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Es uno de los mayores difusores de la agroecología extensiva en el país. Viaja, difunde ideas sobre cómo producir sin venenos, y muestra resultados. Fue elegido director de Agroecología por el anterior gobierno: qué hizo y contra qué chocó. Cómo seguir plantando vida, entre fumigaciones, motosierras y monopolios libertarios. Por Sergio Ciancaglini.

Eduardo Cerdá: siembra política
Eduardo Cerdá. Foto: Lina Etchesuri

Una parte de esta historia nació entre el fútbol y la Luna. El niño cosecha 1961 nació en La Plata, ciudad en la que unos años después estalló el fenómeno de Estudiantes, dirigido por Osvaldo Zubeldía. Era un equipo acusado de resultadista: pragmático, utilitario, poco dado a los floripondios para la tribuna. Tenía entre sus pilares a Bilardo, Pachamé y Aguirre Suárez (con poco expertís en sutilezas) que convivían con jugadores como la Bruja Verón (el original), Madero, Etchecopar y varios señores que entraban al campo literalmente de saco azul, camiseta y cortos. Dos de ellos (Bilardo y Madero) estudiaban medicina y se recibieron, cosa inconcebible en el fútbol actual. Resultadismo eficiente: fue el primer equipo “no grande” que ganó un torneo argentino en la historia (1967). Luego consiguió tres Copas Libertadores al hilo, del 68 al 70. “Y la Intercontinental se la ganamos al Manchester United, de visitantes en Old Trafford” agrega saboreando cada palabra Eduardo Cerdá, aquel niño fascinado que jugaba, como correspondía, en potreros, plazas y calles de esa ciudad hecha –diría Spinoza– según el orden geométrico.

Un día vieron renguear al niño, que ni se enteraba porque lo único que quería era jugar. Lo estudiaron, y resultó ser una verruga bajo la piel de la planta del talón. El pediatra dijo que podían operarlo para extirpársela y limpiar toda la zona. Pero apareció una vecina que, cual Zubeldía maquinando cómo garantizar un triunfo, le propuso a la madre de Cerdá una táctica secreta: “¿Querés que se le cure la verruga? Lo que tiene que hacer Eduardo es hablarle a la Luna”. 

Le enseñaron cómo hacerlo, y él tomó el asunto con la seriedad que corresponde a los sub-10. Resultado: eliminó la verruga para siempre. 

“Desde esa época me quedó la idea de que hay cosas que tienen que ver con algo distinto: con la energía, con cómo te relacionás con lo que te rodea, con nuevos paradigmas. Cosas difíciles de explicar, pero que existen y funcionan”. Aquel niño precalentaba para jugar en la vida adulta aprendiendo que lo útil y lo sutil pueden jugar para el mismo equipo. 

Volver al futuro

En marzo de este 2024 el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá renunció a la Dirección Nacional de Agroecología cuando comprendió que nadie lo echaría. 

El gobierno conducido por el dúo Milei-Milei se dedica con énfasis a despedir a miles de personas (incluso a decenas de sus propios neofuncionarios) pero entre sus internas y la licuadora lisérgica relegó la situación de Cerdá, que esperaba que le mostraran la tarjeta roja según los usos y costumbres burocráticos. 

Aclaración para trolls & afines: no es que Cerdá aprovechara esos meses para hacerse de algunos sueldos más. Nunca cobró sueldo alguno (a diferencia de trolls & afines). Había aceptado el cargo en el gobierno de Alberto Fernández a condición de que fuera ad honorem. “Me jubilé como docente en la provincia tras 25 años de dar clases. En una época pude comprar unos terrenos en Claromecó y construí unas cabañas pensando que me podría dedicar al turismo. Pero eso al final lo maneja mi hermana, porque yo entendí que lo único que quería hacer era dedicarme a la agroecología. Y eso lo puedo hacer viajando y asesorando a gente que me invita”. Vivo muy austeramente con la jubilación y esos ingresos turísticos, y por eso rechacé cobrar algo del Estado: era una forma de sentirme libre de hacer lo que quisiera. Y si algo no me gustaba, me iba”. 

No lo hizo por desinteresado. Al contrario, lo hizo por todo lo interesado que está en hacer lo que considera útil. El tema que propondría cualquier discípulo de Spinoza y/o Zubeldía es: ¿Qué resultado deja esa gestión? ¿Qué se ganó? ¿Qué se aprendió? Y lo principal, ¿a qué juega la agroecología?

El margen bruto 

El joven Cerdá estudió Agronomía también en La Plata. Se entusiasmó con las clases de Cereales que dictaba el ingeniero agrónomo Santiago Sarandón, quien venía investigando y logró en 1999, por primera vez en el país, que Agroecología fuese una materia obligatoria en el programa de Ciencias Agrarias. Tres años antes el menemismo había aprobado por ley la introducción en el país de los transgénicos y sus agrotóxicos fundado en un informe de la empresa Monsanto que ni se molestaron en traducir al castellano. Cerdá trabajó en el municipio de Tres Arroyos (Buenos Aires), empezando a aplicar principios ecológicos en su contacto con los agricultores. 

“Me sorprendió siempre cómo la agroecología me ayudaba a pensar, me abría la cabeza, me vinculaba a la vida, no solo a la producción y a un negocio”. Comenzó también a asesorar a productores de ganado y cereales de Benito Juárez y encontró en uno de ellos, Juan Kiehr, del campo La Aurora (650 hectáreas), a un silencioso pero tenaz interesado en aplicar ese modelo. Juan vivía en el campo con su mujer Erna (suiza) y sus hijas, y estaba convencido de que esos venenos no podían ser sanos para el suelo, los animales, ni para su familia. Además de lo que costaban. 

Corrieron veloces las noticias sobre ese campo sin químicos y con sorprendentes resultados de rentabilidad: el margen bruto (ganancia) es un 40% mayor en La Aurora que en los campos agroquímicos de la zona. Llegaron visitantes de Guaminí, Lincoln, Bolívar, Gualeguaychú, Trenque Lauquen, Córdoba y muchos etcéteras. “Yo daba charlas y la gente se interesaba en la agroecología. Pero los que iban a La Aurora me decían que verla les cambiaba la cabeza, la mirada, y se volvían para empezar a hacer la transición en sus campos” cuenta Cerdá. 

Se creó la Red de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología (RENAMA). La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) señaló a La Aurora como un ejemplo emblemático de la agroecología en el mundo. La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) declaró al glifosato como probablemente cancerígeno, y hasta el Vaticano salió a defender el medio ambiente y la llamada “casa común” (el planeta) vía la encíclica Laudatio Si del papa Francisco. En paralelo crecía la producción agroecológica de verduras y frutas en el país, a través de organizaciones como la Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Tierra (UTT), entre tantas. (Los detalles de todas estas aventuras vitales y productivas en el libro Agroecología, el futuro llegó, de Lavaca Editora).     

Tales noticias derivaron en que el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca Luis Basterra (actual diputado) en 2020 decidiera crear la Dirección de Agroecología, con Cerdá al frente. Empezaban otros laberintos. 

El Estado desde adentro

El año 2020 fue de cuarentena y vericuetos burocráticas para formalizar la Dirección. Desde 2021 Cerdá asumió la Dirección en el Ministerio de Agricultura. Ni oficina tenían al principio. Armó un pequeño equipo de trabajo y se puso a difundir, fomentar y afianzar la agroecología. 

Estuvo bajo la órbita de tres ministros en tres años. “Basterra me nombró, así que al menos pude conseguir unos contratos para la gente que trabajaba y cuatro computadoras. Mi superior inmediato primero fue Marcelo Alonso y los últimos dos años fue Luis Contigiani (Secretario de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional, actual diputado). No me recibió nunca. Cuando le preguntaban decía que sabía que laburábamos bien, aunque jamás aceptó hablar ni nos habilitó o facilitó nada. Lo único fue que con los viajes yo iba en mi auto, hasta que un día dije: che, páguenme un pasaje, o por lo menos la nafta y los viáticos”.   

El segundo ministro fue Julián Domínguez. “Nunca me dieron una entrevista con él. Tenía un vocero que se llamaba Pablo que se entusiasmó con lo que estábamos haciendo. Hubo un encuentro en Cañuelas con toda la cúpula del ministerio, el INTA, la SENASA, donde Domínguez quería trazar un plan estratégico sobre el ministerio futuro”. En un descanso, el vocero recomendó al ministro que escuchara a Cerdá. “Le dije que hay que cambiar la mirada, que hay una demanda de la juventud que no estamos viendo, de gente que está pensando en el ambiente, en la salud y la alimentación, en nuevos modos de producción. Me contestó: ‘Me gusta eso que decís, ¿tenés algún material?’. Habíamos hecho un video institucional de un minuto. Al día siguiente planteó que el ministerio tenía que ir para ese lado, y pasó el video sobre que la agroecología es el futuro. Después me agarró y me dijo: ‘Quiero que pienses un programa, pero en grande’. A los diez días subió Massa y Domínguez renunció”. 

Detalle: en mayo de 2022, antes de la propuesta de pensar en grande, Domínguez y Contigiani (que, como diputado, había presentado un proyecto de ley de fomento a la agroecología) habían aprobado la introducción al país del trigo transgénico (HB4) que se agregó –pese a las advertencias científicas– a la dieta distópica del país. 

¿Bipolaridad, hipocresía, estrabismo productivo? Razona Cerdá: “Para mí falta mucha formación. Todavía no se entiende que la agroecología da respuestas a muchos problemas sociales y ambientales, porque si todo es traer más transgénicos que no alimentan, que son dependientes de fertilizantes y de agroquímicos que hay que importar, y cada vez dependemos más del costo de esas semillas que ellos patentan, eso no nos está liberando. Son divisas que se pierden. Entonces lo mejor que podría pasarle al campo es que produzca sin insumos. El propio INTA investigó que el deterioro de los suelos en la región pampeana llega hasta el 50%. Más que agricultura, es una especie de minería que extrae recursos, nutrientes y riquezas del suelo, y esa pérdida del 50% significa que nada de eso se repone”. El detrás de la escena de esa descripción es el negocio controlado por multinacionales como Bayer (dueña de Monsanto), Syngenta y demás corporaciones del agronegocio.     

El tercer ministro fue Sergio Massa, que incorporó Agricultura a Economía, y puso a Juan José Bahillo, de Entre Ríos, como secretario: “Fumigaba en los tambos que tiene en Gualeguaychú, imaginate. Así que tampoco fue muy favorable que digamos”. 

Cerdá no se sorprendió con esas anécdotas de las instituciones, porque él también tenía una estrategia sobre lo favorable. Podía irse cuando quisiera, pero se quedó: “Yo asumí sabiendo que no tenía que esperar nada del Estado, que todo lo habíamos construido por fuera. No me enganché con problemas de plata, de roscas, seguí en la misma tónica de que hay que generar nuevas ideas, salir de las viejas prácticas, hacer. Estamos ante un cambio gigante de paradigma, no lo entendemos, y por eso estamos como estamos. En todo caso nuestra función era potenciar lo que había en cada territorio. Eso es lo que no hay que abandonar nunca. Yo sabía lo que hacían ellos. Mi pregunta era: y nosotros, ¿qué hacemos?”.

¿Qué es la agroecología?

Con su auto o con pasajes, con o sin viáticos, Cerdá y su equipo se largaron a recorrer el país. El ingeniero brindó unas 150 charlas en tres años, y paralelamente iba escuchando y detectando áreas en las cuales actuar. “¿Un ejemplo? Supimos que había un programa llamado Cambio Rural. El Estado le paga a un promotor que es técnico para que acompañe a un grupo de productores. En muchos casos veíamos que se aprovechaba tener a esos grupos para venderles agroquímicos. Pero de unos 500 grupos, 34 eran agroecológicos o en transición. Empezamos a trabajar con Cambio Rural, y pasamos a 191 grupos agroecológicos o en transición, que incluyen a 1.670 productores y productoras, ocupando más de 200.000 hectáreas”. 

La RENAMA también creció: de 35 municipios a más de 100, empalmando con la conformación de la Red de Agroecología en Municipios (Redam), integrada por 105 gobiernos locales de casi todas las provincias. Se crearon los Nodos Agroecológicos Territoriales a partir de 16 de las 33 Facultades de Agronomía del país reunidas en AUDEAS (Asociación Universitaria de Educación Agropecuaria Superior), trabajando con la Sociedad Argentina de Agroecología (SAAE). Se hicieron capacitaciones que, en Misiones por ejemplo, reunieron a 3.400 docentes, e investigaciones locales sobre “Producción local de alimentos con enfoque agroecológico”, para calcular la superficie productiva necesaria para cubrir la demanda local de alimentos en cada municipio de la Redam. 

“Se logró además la aprobación de inversiones en 26 proyectos de infraestructura en municipios de la Redam para fortalecer la producción agroecológica de alimentos, incluyendo la construcción de galpones multiuso, salas de faena y de comercialización, usinas lácteas, biofábricas, centros de reciclado, entre otras obras”, en lugares ajenos a la Mátrix porteñocéntrica: Andalgalá y Fray Mamerto Esquiú (Catamarca); Concepción del Uruguay; Gualeguaychú (Entre Ríos); Escobar, General Rodríguez, Marcos Paz, Mercedes y Tandil (Buenos Aires); Lago Puelo y Trevelín (Chubut); Macachin (La Pampa); Merlo (San Luis); Rosario, Soldini y Zavalla (Santa Fe); Rawson y Villa San Martín (San Juan); San Roque (Corrientes); Trancas (Tucumán); Tunuyán y Lavalle (Mendoza); Villa Ciudad Parque y Los Reartes (Córdoba); Villa La Angostura y Zapala (Neuquén); Ushuaia (Tierra del Fuego).  

Además se creó un consejo asesor ad honorem reuniendo a científicos y agricultores (figuras como Miryam Gorban, Walter Pengue, Irmina Kleiner, Carlos Carballo, Antonio Lattuca, Damián Pettovello, Remo Vénica, César Gramaglia, Santiago Sarandón, Pablo Argilla, Amadeo Riva, Juan Pablo Oppen, Gabriela Apestegui, Cecilia Ambort, Lucrecia Celli, Mabel y Marisol Vesco, entre tantos y tantas) y a organizaciones y movimientos sociales, entre otros: Asociación Argentina de Agricultura Biodinámica (AABDA), Federación de Cooperativas Federadas (FeCoFe), Movimiento Nacional Campesino Indígena (tanto Somos tierra como Vía Campesina), UTT, Red de Agricultura Orgánica de Misiones (RAOM), Federación Argentina de Graduados en Nutrición (FAGRAN).  

El consejo propuso la siguiente definición para la agroecología:

• “Es un paradigma que promueve el diseño y gestión de sistemas agroalimentarios económicamente viables, socialmente justos y ambientalmente sostenibles, caracterizados por una mayor resiliencia socio-ecológica y orientados a fortalecer el buen vivir de toda la sociedad. 

• Se consideran como agroecológicos los sistemas de producción agropecuaria, recolección, pesca, elaboración, comercialización, consumo y comensalidad, que no usan insumos de síntesis química ni organismos genéticamente modificados o generados a partir de edición génica”. 

Agrega Cerdá: “Se incluyeron 13 principios que permiten entender que la agroecología se pueda hacer en un patio, una huerta de escuela, un campo grande, un tambo, de modo extensivo o intensivo, en cualquier región del país”. Se considera a la actividad como ciencia, como práctica productiva y como movimiento social. Los principios incluyen: diversidad, regeneración y cuidado del suelo, reciclaje, salud y bienestar animal, eficiencia, valores sociales y derechos humanos, soberanía y seguridad alimentaria, economía circular y solidaria. 

La guerra y la disgregación

Todo lo dicho hasta aquí choca de frente con los actuales aires oficiales que –al  margen del desquicio teórico y práctico con las prepagas– fomentan un avance corporativo que no remite al concepto de libertad, sino al de “aplastamiento”. Sostiene Cerdá: “No tiene sentido decir que el mercado va a acomodar la economía, en un país donde todos son monopolios. Es cierto que Milei detectó y comunicó insatisfacciones sociales. El Estado no daba soluciones, empantanaba, había que corregir, pero hacerlo bien, no la locura de esta gente. Nunca vi una persona con tanta insensibilidad. Se considera, y lo dice, un guerrero, y como todo guerrero lo que quiere es matar al que le ponen enfrente. Dice que su perro Conan era un león, que se conocieron en el Coliseo de Roma hace dos mil años y vienen de guerrear en otras épocas. Todo lo pone atrás”. 

La lógica parece similar a la del modelo que busca exterminar todo lo que no sea el cultivo transgénico. “Tal cual, y otro efecto de todo esto es la disgregación. Me lo hicieron ver los productores que me cuentan que la grasa de los animales se disgrega, no coagula, y entonces necesitan aditivos y conservantes. Eso es porque los cerdos, por ejemplo, están comiendo maíz y soja transgénicos. Me parece que ese efecto de disgregación que provoca el modelo productivo se puede aplicar también a lo social y a lo político. Cuando se descompone el equilibrio ambiental, se descompone también la comunidad”. 

Cerdá calcula que ya se están aplicando unos 700 millones de kilolitros de agroquímicos, cifra que convierte al país en el más fumigado per cápita del planeta. “Los campos están como drogados, necesitan cada vez más químicos y combinaciones más fuertes. Sin embargo hay cada vez más malezas, ya más de 30, algo que la agroecología planteaba hace ya 25 años”. 

¿Qué se hace frente a eso? “Asociamos cultivos para que no haya plantas que compitan sino que se potencien mutuamente. No se mata con veneno, sino que se diseña la producción. Si el suelo empieza a estar vivo ya no necesita estar drogado. El suelo agroecológico recupera los nutrientes reales. Los fertilizantes químicos no fertilizan, sino que reponen apenas dos o tres nutrientes de las decenas que tiene el suelo sano. La planta entonces crece sana y más fuerte, convirtiéndose en un alimento que hace más sanos y fuertes a los animales. Y también a nosotros. Y empieza todo un círculo. Te digo: hoy alimentarte con los productos de supermercado y los ultraprocesados, es perder vida”. La relación entre ultraprocesados (comestibles que no son alimentos) y diferentes enfermedades (incluidas las depresiones) es tema creciente de toda clase de investigaciones científicas internacionales, por el ataque que esos productos representan para la microbiota intestinal o “segundo cerebro”: más de 100 billones de microorganismos que funcionan como laboratorio del ecosistema que es cada cuerpo.      

Otros datos sobre alimentación: 

En la espinaca, 55 controles realizados por la SENASA detectaron en total el uso de 26 agrotóxicos: 73% no autorizados, 46% cancerígenos, 73% disruptores endocrinos (atacan a las hormonas). Cifras más o menos similares se registraron en manzana, acelga y lechuga. 

Las arvejas agroecológicas tienen el doble y las lentejas el triple de hierro que las de las marcas comerciales. 

El trigo agroecológico tiene 60% más hierro que el convencional, 50% más zinc, 10% más magnesio, 22% más selenio, 15% más potasio. 

El retorno de inversión en los campos agroecológicos (La Aurora como referencia investigada) es de 5,16 dólares por dólar invertido, contra 1,31 de los campos agroquímicos (que tienen casi el cuádruple de costos directos por pesticidas y fertilizantes químicos). 

Si esos son los números, ¿por qué no hay más agroecología? “Muchos productores creen que solo se puede producir con agroquímicos. Pero cada vez más se van sumando porque ven los rendimientos, y porque no quieren vivir en un ambiente que los enferma, que contamina el agua, que momifica los suelos. Ven que gastan menos y trabajan mejor: se sienten más libres”.  

Todo bien, pero el país necesita dólares en medio de una crisis. “Es que no se va a dejar de exportar porque se haga agroecología. Se puede tener la misma producción y con el valor agregado de mayor calidad, que es algo que reclama el mundo por todo lo que venimos hablando de los alimentos. Lo orgánico, por ejemplo, lo único que te garantiza es que no tiene tóxicos, pero no te garantiza la calidad y riqueza de cada alimento, porque no trabajan el suelo. Lo agroecológico implica mayor calidad, mayor contenido de los alimentos, además de todos los principios que contábamos, que incluyen el cuidado de la salud, del medio ambiente y de lo social. Y lo agroecológico busca un precio justo, accesible a toda la sociedad, que cuesten menos y no más, y no precios prohibitivos como lo orgánico”. 

La Dirección promovió entonces los Sistemas Participativos de Garantía, para que el público sepa que lo que está comprando es agroecológico. “Hay 46 SPG en el país, pero no pudimos lograr que salga una ley de certificación agroecológica, que serviría también para exportar porque es un tipo de producción nueva y mucho mejor para los mercados internacionales”. Entre los pendientes, reconoce que queda una mayor facilidad de acceso de quienes consumen a lo agroecológico. “Pero en esta época en que no se puede contar con lo nacional, veo muchas provincias y municipios que apoyan esto, con ferias como en Mar del Plata, Córdoba, Guaminí, Mendoza, muchísimos lugares. En las ciudades grandes, también tendremos que aprender a buscar y gestionar los alimentos, descubrir lugares que van apareciendo. En Buenos Aires yo antes vivía en Almagro y ahora en el centro, y cada vez encuentro más lugares que venden agroecológico”.  

Aunque todo esto pueda parecer una conversación (cada vez menos) minoritaria, aquel chico que festejaba los goles de una bruja y aprendió a hablarle a la Luna, no cree en las fuerzas del cielo y sí en la comprensión de lo que nos rodea. Y no pierde la confianza: “El siglo pasado le dieron el Nobel de Medicina al que inventó el DDT (Paul Hermann Müller) hasta que se entendió que lo que decían los críticos era la realidad, y hoy está prohibido en todas partes. Hasta hace muy poco se fumaba en todas partes, y parecía lo más normal del mundo. Va a llegar un día en el que nos preguntemos: ¿cuándo fue que se nos ocurrió alimentarnos con sustancias tóxicas, que se acumulan en el cuerpo y en el ambiente y terminan disparando enfermedades, contaminación y muerte? ¿No será que lo que nos falta es calma, no desintegrarnos, y abrir la cabeza? Por ahí es que viene el paradigma de la vida que hay que entender. Esto recién empieza”.

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