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Los vecinos de Cristina

En el barrio donde vive CFK hay gente que llega a apoyarla, cruzándose con los vecinos de siempre. Un kiosquero que votó a Milei, cuyas ventas caídas crecieron desde el martes. Un desocupado que banca a Macri pero salió a vender tortafritas. Dos jóvenes antipolítica que trabajan de mensajería y Rappi para pagar una pensión de 300 mil pesos mensuales. Dos peluqueros dominicanos que celebran el bullicio. Una vecina que se aterra de vivir así por seis años. Otras que gritan de alegría cada vez que Cristina sale al balcón. Una dominicana que extraña a la gente con dinero. La jefa de un bar que necesita bancar los arreglos. El playero de GNC al que le importa lo suyo, pero además habla de sus abuelos. Recorrimos el barrio donde está el edificio de San José 1111, esquina Humberto Primo. Hubo desalojo de la policía de la Ciudad el domingo a la madrugada, pero en el va y viene de estos tiempos, la gente volvió. Voces, historias, pintadas y carteles, entre aromas de chorizos y bombos de murga, en la zona donde Cristina pidió cumplir su condena.
Por Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro y Tadeo Bourbon
Cuando Jorge Luis Borges escribió El aleph en 1949, acerca del lugar donde era posible ver todos los mundos y desde todos los ángulos, ambientado en un húmedo sótano del barrio porteño de Constitución, no era posible que imaginara un punto donde se viera todo lo que el Chino y Matías están viendo mientras se comparten unos bizcochitos Don Satur.
Un cartel que dice “Magnetto mafioso”. Puestos de choris, bondiolas, patis y vacíos. Un pasacalle del sindicato de municipales de Lanús. Puestos de remeras de Lula, Evita, Fidel, el Che, el Diego y una que dice “Yegua, Puta y Montonera”. Una gigantografía del presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti, con una presentación: “Soy mulo del poder”. Otra de su colega Carlos Rosenkrantz, ex abogado del mayor multimedios argentino, con un galardón que hace referencia: “Premio a nuestro mejor empleado. Clarín”. Una bandera del SMATA. Otro puesto que no sólo vende cerveza y fernet, sino también gancia y vodka.
El Chino y Matías observan a esas personas que desde el martes están cortando las calles de San José y Humberto Primo, en la Constitución de Borges. Ambos conversan de cosas que no tienen nada que ver con aquel grupo que canta contra los gorilas o con aquel otro que vigila sin pestañear ese balcón que tienen a sólo veinte metros de donde viven –una puerta verde sobre San José que da a una pensión– y por donde, cada tanto, se asoma Cristina Fernández de Kirchner a saludar, momento en el que esa gente grita, llora, enloquece.
“Yo no opino, a mí no me jode, cada uno con lo suyo”, dice Matías, 25 años, con desdén, porque de todos modos él tiene que trabajar para pagar la pieza con baño de la pensión que le cobra 300 mil pesos por mes. Para eso hace Rappi con la bici, todos los días, de seis de la mañana a tres de la tarde, nueve horas, para sacar 300 mil pesos por semana.
El Chino, cuatro años mayor que él, hace trabajos de mensajería por el conurbano para pagar el mismo precio en la misma pensión. Tampoco le molesta el olor a chori, los cantos a cualquier hora del día, las cámaras de la televisión en todo momento. “Capaz sí, un poco, cuando se llena mucho de gente y suena la alarma de la moto”, dice, aunque recalca que cada uno tiene el derecho a reclamar por lo que quiera.
“Igual, de política, cero”, aclara Matías, que nunca va a votar.
“Mis últimas tres elecciones fueron en blanco”, dice el Chino, que comparte la misma sensación anti con su grupo de amigos futboleros. “De diez, siete votaron en blanco”.
No hay mucho más argumento. Simplemente, no le dan importancia. En la Comuna 1, donde La Libertad Avanza sacó el 31,60 % de los votos (32.839) sobre el 26,12 % (27.147) de Es Ahora Buenos Aires, fue una elección marcada por lo que estos dos muchachos están diciendo: la participación más baja en 20 años de la Ciudad. Pero si uno focaliza en Constitución en particular, el mismo barrio del Chino, Matías y Cristina, el opositor Leandro Santoro le ganó al vocero oficialista Manuel Adorni por más de cinco puntos.
Una simultaneidad de mundos muy enmarañada hasta para el propio Borges.

Fotos: Juan Valeiro para lavaca.
Los desalojados que volvieron
La casa de Cristina queda en San José 1111. La búsqueda de la dirección en Google Maps se convirtió en otro de los escenarios de disputa virtual. Hace unos días la referencia que salía era “La casa de la chorra condenada”, luego mutó a “Puerta de Hierro CFK. Proscripta”, y al menos hasta este domingo la leyenda que se había asentado era otra: “Casa de la mejor presidenta de la historia”. Debajo del piso –que pertenece a su hija, Florencia– hay un cartel en venta de la compañía inmobiliaria ZipCode, un departamento de ocho ambientes, con patio y balcón, valuado en 275.000 dólares y con expensas de 175.000 pesos.
En la puerta hay custodia y una constelación de carteles, dibujos y escritos con fibrón, que el domingo a la madrugada un operativo de la policía de la Ciudad hizo volar, junto con el desalojo de toda la gente que había allí en vigilia. Los carteles.
- “X vos pude estudiar”.
- “Gracias por devolvernos la dignidad”.
- “El pueblo no olvida a quien no lo traiciona”.
- “Yegua te amamos”.
- “No es Rapunzel en la torre. Es la mejor presidenta que tuvo la Argentina”.
- “Gracias a Cristina mis papás se jubilaron”.
- “Aguante Cristina, manga de caretas”.
Otra de las pintadas que hay por todo el barrio es la de las siglas CFK sobre la V, emulando la vieja mitología peronista de la P y de la V, que significó: Perón Vuelve. Será difícil para los policías borrarlas, de las paredes y de las intenciones de mucha gente. De hecho, después del desalojo policial de la madrugada, la gente fue volviendo hasta ocupar nuevamente la esquina, pegando de paso otra vez sus carteles, reclamos y deseos.
Enfrente está el kiosco de Bernardo, 31 años, a quien las cosas le importan un poco más que al Chino y a Matías. No le molesta la gente. “Se está vendiendo”, sonríe, y hasta cuenta que el jefe extendió el horario de atención para aprovechar un poco más la suerte de tanto inesperado público. Sobre el motivo de esta calle repleta, sin embargo, titubea: “Cómo explicarlo. Porque la acusan de que ella es esto, que hizo aquello, que la van a meter presa, que no, y entonces llega un momento en que la gente ya no cree. Capaz que sí robó, pero como estuvieron jugando tanto tiempo, ya no tienen credibilidad. Aparte, vamos a ser sinceros, los que la están juzgando no tienen el historial limpio, porque si hace tanto tenían las pruebas, ¿por qué no hicieron nada?”.
Bernardo se frena y atiende a una señora con su hija. Le compran un Baggio de naranja. Luego dice que el gobierno de Cristina “tuvo su época” y que no fue “todo malo”, pero por algo después no salió elegido. Entonces llegó Macri, después Alberto, y ahora Milei. “Este gobierno todavía está por verse –dice–. Por ahora quiero ver qué pasa, porque todavía no puedo tomar una decisión. Macri, después de cuatro años, sabés que fue un desastre”.
Entonces Bernardo reconoce, entre dientes, que votó a Milei: “Y… quería un cambio, pero estamos viendo qué cosas hace bien y qué no”.
Las cosas que sí: “La estabilidad económica, hay precios planchados, pero este país cuesta”.
Las cosas que no: “Todo el tema de las criptos”.
Otra madre entra a preguntar por un paquete de tutucas.
Afuera, todavía, se escuchan bombos.

Fotos: Tadeo Bourbon para lavaca.
El macrista desocupado
Todo el tiempo a toda hora hay circulación de gente y entrada de organizaciones, como lo está haciendo ahora el PJ de Lomas de Zamora. El corte permanente desde el martes había motivado que los colectivos de las líneas 60 y 126, que pasaban por Humberto Primo, y los de la 102, por San José, circularan por las calles aledañas. Algunos vecinos sacan sus autos en contramano por San José, pero otros pasan lento entre la multitud, como olas que se abren aun en mares tempestuosos.
Enfrente de la pensión del Chino y Matías hay un hombre al que varios saludan de lejos, como un vecino de siempre. Se llama Omar, tiene 50 años, y las vidrieras que dicen “despensa” son, en realidad, su casa. Le baja el precio a la calle, encogiéndose de hombros: “No es que los vecinos estamos revolucionados, eh. Pasa que ellos no son muy sociables. Capaz, el único, es Máximo, que se cruza hasta la verdulería y saluda”.
Sin embargo, no es común tener a una expresidenta condenada en diagonal a tu casa. Omar entonces pone de ejemplo a la señora de la esquina. “¿Ves esa casa?”, señala. Es imposible no verla: es una casa blanca, con una escalera en espiral que da a un balcón y a una terraza, y que fue usada por militantes, fotógrafos y camarógrafos todos estos días, como un palco VIP con vista privilegiada a la calle y al balcón de CFK”.
Omar cuenta que se le subieron “ochenta monos” a los balcones sin permiso.
La dueña de casa les dijo: “Flacos, bajen”.
Y le contestaron: “No bajamos nada, tenés que entender que la jefa está pasando un mal momento”.
Omar cuenta la historia y se indigna: “¡Es su casa!”. Aclara que él no es de ningún partido político. “Sobre la condena, le tocó a ella. Después, que vengan los demás, pero tenemos que empezar por uno. Acá la gente hace lo que quiere. Hay jueces incluso que tienen yates, propiedades que no pueden justificar. Roba el de arriba, el del medio, el de abajo, y el que no roba es un gil”.
Como sus vecinos de enfrente, no vota a nadie, aunque hay una excepción a su regla: “Acá el único que hizo, te guste o no te guste, fue Mauricio. Macri. Hizo el metrobús cuando la gente decía que no y que no, y ahora todos lo usan. Arregló Puerto Madero, todos contentos. Arregló Barracas-La Boca, que se inundaba todo”.
¿Y Milei? Hace una mueca extraña: “No, quiero hechos. ¿De qué Fondo y qué dólares me hablás si no tengo ni diez centavos en los bolsillos?”. Está desocupado: “Ahora salí con esto, a ver si podemos hacer algo con esta gente”.
Omar, el desocupado macrista se refiere a que vende café con torta frita a 2.000 pesos y agua caliente a 1.000.

Fotos: Tadeo Bourbon para lavaca.
Sobre ventas y fisuras
En diagonal a Omar hay un bar que entendió todo: desde el martes la televisión está con C5N de fondo. La calle, además de comprar cervezas (una por 4.000 pesos, tres por 10.000), sándwiches de milanesas con bebida (10.000) o súper pancho más gaseosa (3.500), se puede informar mirando esa tele, y mientras la mira tentarse con algo.
Un varón con gorro de Boca atiende desde la puerta de vidrio cerrada. Al contarle que es para una nota, dice que no quiere hablar. “Andá a hablar con ella”, señala. Ella está atrás del mostrador.
Se llama María, tiene 28 años y se ríe: “Otro canal no podía poner”. Harvard tendría que estudiar economía y mercado desde este aleph, aunque no todo es teoría del derrame. “Hoy estamos atendiendo así porque el martes fue un desastre”, dice y mueve la cabeza. Cuando dice “así”, quiere decir desde la ventana, y cuando dice “martes”, habla del día de la condena: luego de la concentración frente al PJ en la calle Matheu al 100, una caravana acompañó a Cristina hasta esta esquina, justo enfrente. Miles de personas que peregrinaron con ese enojo por cuadras, a quienes se sumaban personas que no habían ido al momento del fallo porque era horario laboral, llegaron hambrientas, sedientas y con ganas de ir al baño.
El salón explotó. “No podíamos ni caminar nosotros por adentro”, dice María, que susurra que después del caos faltaron bebidas, vasos y hasta cucharas de café. “Por la tele vi que decían que cobrábamos el baño (500 pesos) pero tuvimos que arreglar la cañería”, suspira. “Además reponemos papel higiénico, jabón. Pero no hay caso”.
María no lo dice renegando, porque hasta bajaron precios pensando en los bolsillos de la gente: “Las ventas nos ayudaron un montón. Abrimos hace un año y medio, y justo teníamos que hacer un arreglo de gas, por eso no tenemos comida-comida”, dice, refiriéndose a algo más casero. Los caños están a la vista: “Tenían que venir esta semana, pero no aparecieron. ¿Será por esto?”.
No es de ningún partido político, dice María. Sobre Cristina: “No la quiero ni la desquiero. Indiferente. Ni amor ni odio, aunque entiendo el cariño que le tienen. Pero mucho de política no sé. No tiro para ningún lado: laburo desde los 14”. Entonces, quizá, tenga alguna comparación: “En cuanto al laburo antes nos iba mejor, sí. Ahora no hay mucho aumento de precio como antes, pero pasa que a mucha gente no le alcanza. Y esto es un restorán. Lo concreto: ya no vendemos tanto como antes”.
Lo que sí nota es un cambio en el barrio: “Vivo acá hace 10 años y desde que vino Cristina la cuadra está bastante tranquila. Antes estaba lleno de paqueros, de fisuras, te robaban en la puerta, y desde que vinieron siempre están los custodios mirando”. Hay, sin embargo, gente durmiendo en la calle, que se refugia debajo del techo de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, hoy tomada en rechazo de la condena.
Pero María está más tranquila.
Dice que no se acuerda a quién votó en las elecciones legislativas.
En el balotaje de 2023, sí: “A Massa”.
Noticias en el kiosco y la barbería
Enfrente de María hay dos vecinos dominicanos, Lucas (31) y José (33), trabajadores de la barbería Eddy (cualquier corte, barba o cabello, sale 5000 pesos), que tienen una cachorrita llamada Luna. José parece disfrutar del bullicio: “Es normal, están metiendo presa a una ex presidenta, ¿cómo no van a hacer quilombo?” dice mezclando el caribeño con el porteño. Lucas sonríe: “La Argentina es así, hermano”. Mientras habla, José le corta el pelo a un joven, que dice mientras las tijeras surcan su cabeza: “Yo banco y apoyo, obvio”. Otra vecina, Yanina, 46 años, espera su turno sentada mientras acaricia a Luna, y sólo afirma: “Estoy muy enojada por todo lo que pasó”.
Al cruzar Humberto Primo y los todavía cuerpos amuchados –sobre todo al calor del fuego de las parrillas–, en diagonal a la entrada del edificio de Cristina, está el kiosco de Inés, otra dominicana de 48 años. Como María, la del bar, observa el cambio en su cuadra: “Era un desastre, como sabrás la fama que tiene Constitución, arrebatos, consumo de porquerías. Pero ahora cambió todo a nivel seguridad. Lo único que puedo tener es agradecimiento”.
No le preocupa el tumulto cotidiano: “Es una señal de apoyo que ella se tiene ganado, como también hay personas que la odian por sus razones. Pero sé que todos los que están acá tienen un punto de apoyo”. Sus ventas, estos días, permanecen estables, aunque revolea los ojos: “Soy de las personas que no se aprovecha de la situación y mantengo los precios. Lo que sale, sale”, dice, mientras vende un paquete de cigarrillos a un militante.
Por lo demás, la cosa viene dura. Desde los 18 años trabaja por su cuenta, sea en casas de familia o comedores comunitarios, pero la plata hoy escasea, ni hablar de los impuestos: la luz le pasó de 20.000 a 200.000 pesos, y el gas está en 30.000. “¡Tengo un kiosco! Si tú me dices que es una casa de familia, es una cosa, pero encima soy sola”.
Señala al balcón. “La diferencia que veo es que cuando ella estaba en el gobierno era como que la popularidad (se refiere al pueblo) manejaba más el dinero, que es el dinero que me llegaba a mí –grafica, en una tesis que ninguna carrera de Ciencias Económicas explicará tan claro como esta dominicana–. Porque la casta grande, acá no va a venir, ni por cortesía”.
Se corta la charla. Atrás hay una fila de cuatro compradores esperando.
Con las bolsas de compras
Del edificio de al lado de la barbería cierra la puerta Alicia, saluda a los vecinos de la pensión de enfrente, y cruza la calle con bolsas de compras. Tiene la edad que este lunes cumplen los bombardeos en Plaza de Mayo de 1955: 70 años bien redondos. Hace 34 que vive en el barrio. “No me pidas que opine políticamente –pide y suspira, ladeando la cabeza–. Opino diferente, pero soy cristiana, creo en Jesucristo, no puedo tener odio porque él amaba a todas las personas. Tengo amor por ella, pero creo que la justicia existe”.
¿Usted cree en esta justicia?
-La verdad que masomenos.
Mira la calle –su calle– con resignación, en un gesto como si dijera que recién vamos por el cuarto día. “Siento que estamos como invadidos –explica su rostro–. ¿Sabés lo que es estar en el balcón y que entre olor a asado todo el día? Soy libre porque Jesús me hizo libre, pero te digo con el corazón, no es un lugar para que quede detenida acá, porque si todos los días vamos a tener esta gente, ¿vamos a estar seis años así?”. De pronto, los años de condena encienden una alarma impensada, de la que tomó plena dimensión el martes a la noche, día del fallo y de la caravana desde la sede del PJ Nacional a su cuadra: “Ay, eran miles, de una cuadra a la otra, con la bandera de Patria Grande”, dice y se tapa la mitad de la cara.
Sin embargo, entre los bombos, las canciones, los gritos a cualquier hora, el alcohol y las cenizas que –según dice– las parrillas depositan en los rincones de las veredas, reconoce algo: “A la noche hemos podido dormir. Hay respeto, sí”.
¿Y a usted cómo le va, Alicia?
–Yo estoy bien.
¿Le gusta el gobierno actual?
–Hay cosas que sí y cosas que no.
¿Qué cosas sí y qué cosas no?
–Me gusta que haya bajado la inflación. Pero no hay trabajo, los jubilados viven muy mal, traen muchas importaciones, nuestros productos se desvalorizan y cada vez el trabajo en negro es mucho mayor. Yo no sé de dónde van a sacar plata para las próxima jubilaciones.
¿Cree que esa estabilidad es más importante que todo eso que usted dice?
–No lo veo. Tampoco podemos esperar toda la vida.
Alicia se despide. De pronto la calle, todavía repleta, aunque apacible, estalla en un rugido. Por el balcón que da a la calle San José aparece Cristina. Todo se activa: los gritos, las canciones (“a donde vayan los iremos a buscar”), los celulares, muchos lloran, los niños ríen, y en el quinto piso del edificio de Alicia salen vecinas de dos departamentos distintos: sus brazos se agitan como si estuvieran en la final del Mundial.
Los saludos de Cristina desde el balcón duran unos minutos pero dejan a la calle en un estado de excitación que se prolongará por horas, sin importar el frío. La sensación, agitada por los bombos de las murgas que saltan y bailan, parece activar estómagos. Preparada para la ocasión espera Tamara, 24 años, que vende choris y patis a 6000 pesos cada uno. Es de Isla Maciel, en Avellaneda, y trabaja “de esto” en marchas, canchas, recitales. “Donde vea que pueda me meto –dice, y cuenta que tiene un hijo de dos años–. Acá vengo por las dos cosas: para hacerme unos mangos y por Cristina, obvio”. Su hijo, dice sin dudar, va a ser “choripanero”.
El trabajo es familiar: en el puesto de allá están sus primos, en el otro su mamá y su hermana. ¿Por qué quiere tanto a la ex presidenta? “Porque siempre piensa en los más humildes. A mí me dio la Asignación Universal por Hijo, que me ayuda un montón para comprarle cosas. Hoy está difícil. La leche me pasó de 400 pesos a 2.000, pensá que tengo que comprar tres o cuatro por día. Sólo espero un milagro y que la liberen”.
Sabe, sin embargo, qué implica la condena.
Y dice: “Entonces vendremos todos los días con el puesto, hasta que salga”.
El playero y sus abuelos
Así pasan los primeros días en San José y Humberto 1º desde la llegada de Cristina al barrio. Entre bombos de murga, canciones desaforadas, ofertas de fernet y vodka, choripanes, caravanas, personas que miran el balcón en una espera a lo Shakespeare, y la permanente amenaza de desalojo policial para mostrar una “Buenos Aires limpia”. Todo eso convive con el amor de algunos, o con el horror de otros en base a una proyección de sus vidas de aquí a seis años. Todo lo que se pueda contar, escuchar, sentir o mirar en varias horas de trabajo a lo largo de estos días es poco en relación con las veinticuatros horas de este aleph que sincronizó tantos mundos como pueden existir en una Argentina cada día más laberíntica.
A quien todo esto parece no importarle demasiado, salvo por las horas que tiene que venir a trabajar desde su conurbana Quilmes, es a Facundo, 25 años, playero de la estación GNC en la otra esquina, en San José y San Juan. “No me interesa Cristina”, dice con algo de bronca, y describe algunas escenas de los baños de la estación que los lectores no quisieran tener en su imaginación. También comenta que, adentro en el kiosco, faltaron algunos chocolates. Insiste en que no le gusta Cristina ni la política, pero sí Milei.
Su argumento: “Me aumentaron el sueldo seis veces en lo que va del año”. El dato asombra, en comparación a cómo les está yendo a otros oficios y tareas. “Pienso por mí. Sé que hay gente que está mal, sin trabajo”. Le pregunto, con respeto, si no cree que hay algo individualista en ese pensamiento, pero no duda: “Pasa que el resto no me da de comer”.
La pregunta siguiente, entonces.
¿Tenés abuelos?
-Sí. Están en la lona. No tienen para comer, literal. Capaz que un día les doy 15 lucas, para que tengan, y mi abuela se pone a llorar. A mi abuelo se le explotan las venas en la pierna, no sé cómo se llama eso, y ninguna obra social se lo quiere cubrir. Cobra nada más que 300 lucas.
Hay un silencio. Se quiere despedir y volver a trabajar.
Una última pregunta. Sus abuelos, ¿a quién bancan?
Facundo parpadea: “A Cristina”.

Fotos: Juan Valeiro para lavaca.
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El tren fantasma: paro por otro trabajador del subte muerto por el asbesto

Un paro este lunes 4 de agosto será la primera respuesta de los metrodelegados ante el fallecimiento de Walter Berhovet, la quinta muerte sufrida por los trabajadores como consecuencia de la exposición al asbesto (o amianto) presente en vagones comprados a países como España durante la gestión de Mauricio Macri en la Ciudad. Walter falleció tras un cáncer de pulmón. Además de los cinco fallecidos hay actualmente 114 afectados, cuatro con cáncer, y 2.179 bajo control médico. Cada uno, bajo la angustia de no poder saber si la enfermedad se desencadenará también en su caso.
La Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP-Metrodelegados) informó que el paro del lunes abarcará a todas las líneas de subte y premetro, de 13 a 15, en repudio al fallecimiento, por cáncer de pulmón, de Walter Berhovet, uno de los trabajadores que se vio letalmente afectado por la exposición al asbesto presente en determinados vagones de los trenes subterráneos.

La situación de Walter y los demás trabajadores ha sido monitoreada y confirmada por la Superintendencia de Riesgos del Trabajo. Los metrodelegados plantean: “La muerte de nuestro compañero nos llena de tristeza e indignación porque pudo haberse evitado: el asbesto está prohibido en Argentina desde el año 2003. A pesar de ello, durante muchos años trabajamos sin ser informados de la presencia de asbesto en nuestro ámbito laboral″.
Agrega el documento gremial: “La empresa y las autoridades lo negaron hasta que nuestro sindicato demostró que los trenes CAF 5000 contenían ese mineral cancerígeno usado como aislante” y que más tarde “se comprobaría su presencia en otras flotas e instalaciones de la red”.

Los metrodelegados explican: “A las autoridades, que miran para otro lado, les exigimos máxima celeridad en los procesos para garantizar el urgente cambio de las flotas que contienen asbesto. Necesitamos que se aceleren las tareas de descontaminación en base a un plan integral de desasbestización” y reclaman que todas las personas que trabajan en ese ámbito deben ser puestas bajo vigilancia médica”.
Aquí, una de las investigaciones previas realizadas por lavaca y la revista MU con respecto a este tema.
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Vetos y votos

El presidente Javier Milei vetó este sábado las leyes de aumento a las jubilaciones y de emergencia en discapacidad que había aprobado el Senado el 10 de julio. Ahora es el turno de la oposición que deberá conseguir dos tercios de la Cámara para ratificar los proyectos, en un contexto de negociaciones cruzadas marcadas por la agenda electoral de septiembre en la provincia de Buenos Aires y octubre a nivel nacional.
El proyecto de jubilaciones –aprobado en el Senado con 52 votos afirmativos, 4 abstenciones y ninguno negativo– aumentaba 7,2% los haberes y el bono de $70.000 a $110.000, que se actualizaría por inflación. También habían aprobado la restitución de la moratoria previsional. En tanto, la ley de Emergencia en Discapacidad –56 votos afirmativos, sin abstenciones ni negativos– proponía regularizar pagos, actualizar aranceles para prestadores de servicios, reformar el sistema de pensiones no contributivas y cumplir con el cupo laboral para personas con discapacidad, entre otros.
Diversas organizaciones que luchan por los derechos de personas con discapacidad (Asociación Civil Creando Huellas, NeuroCEA y el especialista Eduardo Sotelo, entre otros) lanzaron un video en redes denunciando la situación crítica con números concretos:
- $270.000 las terapias domiciliarias.
- $600.000 un centro terapéutico media jornada o el acompañamiento escolar.
- $70.000 la consulta con un psiquiatra para la medicación.
- $825.000 el cannabidiol para pacientes con epilepsia refractaria.
“Los apoyos para nuestros hijos con discapacidad son un derecho, no un privilegio. El acceso a los apoyos y recursos que necesita una persona con discapacidad es un derecho universal”. El video puede verse aquí
Héctor, jubilado, tiene 75 años y se acaba de enterar de un veto que ya sabía que iba a llegar antes del lunes, cuando terminaba el plazo. Le dice a lavaca: “Me siento impotente, si tengo que decir algo ahora, lo tengo que mandar a …ya sabés dónde. Pero no merece decirle nada”.
Al ratificarse el veto a los jubilados, la actualización de agosto será del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51 en lugar de los 441.600 que establecía la ley.
Patricia tiene 68 años y vive en el barrio porteño de Flores. “Es repugnante que justo una semana después de bajarle las retenciones al campo, vete subir nuestras jubilaciones. Da mucho dolor Tengo una mezcla de sentimientos, bronca, indignación, ira, tristeza, dolor”.
Toda esa combinación de sentires se le hacen eco en su voz. “Nos ha costado añares y muchas vidas la conquista ciertos derechos, ver que ahora se aniquilan de un plumazo es terrible. Milei no tiene idea de la realidad que estamos pasando. Es la peor época que estoy viviendo, desde lo económico, pero también desde lo social, por el impacto que nos genera en nuestra salud, psíquica y emocional. Estoy jubilada con la mínima y debo seguir trabajando (de abogada) porque si no, no podría subsistir. Pareciera que tengo un privilegio por continuar trabajando, pero tendría que estar descansando y disfrutando de mis nietos después de tantos años de esfuerzo”.
Ahora será el turno del palacio y la calle. Mientras el Gobierno negocia con la llamada “oposición dialoguista” buscando conseguir los 87 votos que ratifiquen el veto, tal como sucedió en septiembre del año pasado con la ley de movilidad jubilatoria, el movimiento de jubiladas y jubilados –el más activo en Argentina contra las políticas de ajuste– saldrá a las calles este miércoles, como cada semana.

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Mendoza movilizada: sábado de caravanazo contra la minera San Jorge

Bajo el lema “el agua pura no se negocia”, las asambleas ambientales están organizando una movilización desde distintos puntos de la provincia hacia la localidad de Uspallata, epicentro de conflicto y donde este sábado el gobierno provincial convocó a una audiencia pública para tratar el proyecto San Jorge “en pleno territorio minero, en zona de montaña y de muy difícil acceso”, explican los vecinos.
El lugar: el campamento de la propia empresa.
El objetivo oficial del gobernador proto libertario Alfredo Cornejo es hacer la audiencia -obligatoria por ley-, pero en un lugar al que la gente no concurra para que parezca que no hay oposición al emprendimiento minero, que en realidad es rechazado por la población desde hace 18 años.
La decisión de las comunidades fue hacer una contra-audiencia “con el pueblo y para el pueblo”. Un viaje colectivo que empezará este sábado a la madrugada desde el sur e irá subiendo por las rutas mendocinas hasta el norte. La advertencia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cuyo sobre los químicos que usaría la minera y las voces de la comunidad: “Nada de lo que haga el gobierno de Cornejo podrá evitar que sigamos defendiendo el agua pura”.
Por Francisco Pandolfi
La cordillera está en peligro.
Eso dice Eugenia Segura, vecina de la localidad mendocina de Uspallata, cuando habla con lavaca.
En ese pueblo del norte provincial del departamento de Las Heras, a 120 kilómetros de la capital y a 90 del paso fronterizo con Chile, el tándem gobierno mendocino y empresa multinacional Solway Holding busca imponer el proyecto minero de cobre y oro San Jorge.

El mapa de la movilización prevista para este 2 de agosto.
Audiencia «pública» en el propio campamento minero
Así como a principios de este año la estrategia fue amedrentar a la comunidad con detenciones y la violencia de patotas oficialistas (https://lavaca.org/notas/megamineria-patotas-y-cornejo-junto-a-milei-la-asamblea-de-uspallata-resiste-al-proyecto-san-jorge/), la idea para esquivar la falta de licencia social fue hacer este sábado 2 de agosto una audiencia pública en un sitio peculiar: el gobierno al mando de Alfredo Cornejo la convocó en el campamento de la propia empresa minera, en una zona de montaña, de difícil acceso y a 45 kilómetros del centro de la ciudad. Por eso, desde la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Uspallata y la Asamblea por Necesidad y Urgencia de Mendoza, junto al resto de asambleas ambientales de la provincia, se decidió hacer una audiencia paralela, en simultáneo (desde las 10 de la mañana) pero “en el territorio, con el pueblo y para el pueblo”. Argumenta Eugenia: “Queremos que los niños puedan expresarse sobre el destino del agua que van a beber. Que se escuchen las sabias voces ancianas. Ya en la Audiencia Pública del 2010 les fue dicho hasta con dibujitos este ‘NO’ que sigue intacto”.
Lo que se está tejiendo en Mendoza es una movilización histórica. Otra más, como la que en 2019 marchó en contra de la derogación de la Ley 7722 que regula la actividad minera prohibiendo el uso de sustancias tóxicas para el cuidado del ambiente y el agua, lo cual se revirtió gracias a aquel evento conocido como Mendoaguazo.
El punto de encuentro de vecinas y vecinos autoconvocados y nucleados en las Asambleas Mendocinas por el Agua Pura es a las 9 de la mañana del sábado en Uspallata. Y para eso, desde las localidades Malargüe y General Alvear, bien al sur provincial, saldrán a las 3 de la madrugada. A las 4 se sumarán desde San Rafael. A las 5.40 desde la Ciudad de San Carlos. A las 6, desde Tupungato, Tunuyán y la Ciudad de Mendoza. Y a las 7.30 desde Potrerillos, para completar el Caravanazo organizado bajo la consigna «el agua de Mendoza no se negocia».
Dice Eugenia: “Avisen en Esquel, Andalgalá, Salar del Hombre Muerto. Avisen donde sea que la última ola de codicia se ensañe. Porque si les sale bien esta jugada de convocar Audiencias Públicas en el medio de la montaña en pleno invierno, la van a querer replicar en todos los territorios, como en las selvas a 45 grados. Pero si sale bien la nuestra, para que cada quien pueda decir su verdad desde el corazón y desde las evidencias, otra va a ser la historia”.
Frente a la trampa: agua y escribano público
En la audiencia del pueblo se hará un plenario donde habrá un escribano público que certifique todo lo que se diga ahí. Se transmitirá en vivo, habrá música y comida compartida durante toda la jornada. “El agua es cuestión de vida, de dignidad. Negarse a que nos pongan en lo que llaman zona de sacrificio, a merced de los caprichos empresariales”.
Las asambleas denuncian que la audiencia oficial viola principios constitucionales y el Acuerdo de Escazú al impedir la participación amplia y accesible. Sin embargo, recibió el visto bueno de la Fiscalía de Estado en relación al lugar elegido. Nora Moyano es parte de la Asamblea de las Heras por el Agua Pura de Mendoza: “¿Cómo íbamos a ir a una audiencia manipulada por Cornejo en la casa del mismísimo patrón, el territorio de la minera San Jorge?”.
Las trampas: “Nos están haciendo muchas zancadillas el gobierno, la minera, los empresarios y los medios de comunicación. En Uspallata no hay luz desde hace dos días y esta mañana cortaron el agua. Hicimos un hábeas corpus para que el gobierno garantice nuestra seguridad en el caravanazo, pero el poder judicial lo rechazó; ya sabemos quiénes son los jueces y los fiscales, y para quién juegan. Pero nada nos va a detener, haremos tanto el caravanazo como la audiencia pública del pueblol”.
El Proyecto San Jorge pretende explotar minerales en las nacientes de la Cuenca del Río Mendoza, con uso intensivo de agua y químicos, poniendo en riesgo el agua que llega a diferentes comunidades. Al respecto, en mayo pasado la Facultad de Medicina de la Universidad de Cuyo advirtió sobre las consecuencias del uso de los cuatro químicos necesarios para llevar a cabo el proceso: Poliacrilamida Aniónica (APAM), Óxido de Calcio (CaO), Isobutil Xantato de Sodio (SIBX) y Metil Isobutil Carbinol (MIBC). “Se desaconseja utilizar los productos químicos analizados y se enfatiza en la importancia de explorar todas las alternativas disponibles antes de recurrir a estos compuestos”.

En otro apartado informa: “Es posible que el proceso industrial movilice en el agua una gran cantidad de elementos que potencialmente pueden ser tóxicos para la salud humana y ambiental. A diferencia de otros tóxicos, los elementos no son biodegradables, y por tanto una vez que ingresan a los diferentes ecosistemas su persistencia ambiental es elevada”.
Por eso Nora, que tiene 74 años y la jovialidad floreciente, mantiene una convicción inquebrantable: “Logramos que la parroquia de Uspallata nos preste el lugar, pero si no, íbamos a hacer la audiencia igual bajo la nieve, como ya lo hicimos antes en toda esta lucha que llevamos desde 2007. Estamos totalmente en rebelión y ninguna otra zancadilla que nos hagan, ni toda la suma del poder público contra nosotros, podrá evitar que sigamos defendiendo el agua”.
Eugenia propone una imagen: “Toda el agua del mundo va a hablar por nuestras voces y, como en el 2019, van a escuchar al pueblo”.

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