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Marcha antifascista y antirracista en 160 plazas de todo el país y 15 ciudades del mundo

La Marcha nacional Antifascista y Antirracista autoconvocada y autogestionada por el movimiento LGTBI+ se replicará en las principales plazas: hay más de 160 convocatorias en todo el país y 15 en las principales ciudades del mundo.
En la ciudad de Buenos Aires está convocada en el Congreso a las 16 horas para caminar rumbo a Plaza de Mayo.
La propuesta incluye un abanicazo: «Salvaremos al mundo revoleando el abanico, amor» plantea la convocatoria. «Convocamos a todes a marchar contra el fascismo este sábado con el abanico y el orgullo bien en alto».
El detonante de la movilización lo provocó el discurso de odio del presidente Javier Milei en el Foro Económico de Davos, aunque la escalada de violencia verbal y el recorte de derechos es una constante de este gobierno. En el marco de ese clima hostil hacia el colectivo, un hombre en Cañuelas prendió fuego la casa de una pareja lesbiana, luego de hostigarlas durante varios meses.
La Marcha será encabezada por el colectivo Trans Travesti, No Binario, junto a Madres, Abuelas y la columna antirracista: afro, pueblos originarios, migrantes. «Se sumarán las personas que lleven carteles con los conflictos y demandas más urgentes y que afectan a la comunidad: la Marcha es plural, colorida y diversa» reafirman.
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Viajar al Pepe: crónica de la despedida a José Mujica

Jardinero, humanista, vendedor de flores, guerrillero, preso, torturado, legislador, presidente, y etcéteras al infinito. Un tipo (poco) común y (poco) corriente. Un símbolo de su país y un pedazo de historia contemporánea de América Latina, al que la gente de Uruguay fue a ver por última vez, para homenajearlo, llorar, reír, recordar sus historias y mandarle mensajes.
Por Francisco Pandolfi (enviado a Montevideo)

Es una coreografía, aunque no lo parezca.
Una danza, aunque no se baile.
Una performance, aunque no haya teatro, ni música.
Es una coreo y una danza y una perfo perfecta lo que hace el pueblo uruguayo sin proponérselo. No piensa, no imagina que ese asistir al homenaje, al velorio, al llanto por la muerte y a la celebración por la vida, lo que termina produciendo, organizando, creando, es una puesta en escena maravillosa para despedir allí, en el Palacio Legislativo de Montevideo, a José Pepe Mujica, 89 años –32866 días– que no pasaron intrascendentes.
Un repaso a velocidad 2x de WhatsApp: un pibe que nació en la pobreza, un adolescente estudioso que vendía flores y hacía ciclismo, un militante social comprometido, un guerrillero (tupamaro), un perseguido, un preso, un torturado, un liberado, un diputado, un senador, un ministro y un presidente entre 2010 y 2015. Un compañero, un jardinero, un humanista. Un tipo (poco) común y (poco) corriente. Un símbolo de su país y un pedazo de historia contemporánea de toda América Latina, al que un ejército de fieles llegan para verlo por última vez.

Los pies se mueven pasito a pasito, cansinos y arman un ballet durante horas y horas, en dos días consecutivos (miércoles y jueves) para acercarse al Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo donde yace su cuerpo a cajón cerrado. Es imponente cómo se mantienen los más de 300 metros de fila pese al paso del tiempo y de las personas. Cada vez pasa más gente a saludarlo, cada vez llega más pueblo a la cola. Y con el correr de la tarde del jueves esa columna alargada de cuerpos se estira al punto que quedan muchos sin poder entrar antes de las 16.30, la hora estipulada como cierre.
Esta no es una crónica sobre la vida de José Mujica, ni respecto a sus postulados políticos, ni en relación a sus aciertos y sus contradicciones como primer mandatario. Esta es una crónica desde los ojos de quienes hoy lo lloran, lo respetan, lo aman, lo critican (pero igual agradecen haberlo tenido), lo valoran por todo lo que hizo.

“No me roben la libertad”
Juan Cousillas tiene 56 años pero todavía no sé su nombre ni su edad cuando lo veo llorar desconsoladamente, sentado en el cordón de esa vereda virada a punto de apoyo de quienes salen de darle el ¿último? adiós. Está mirando una foto de Pepe y llora como si fuese alguien de 56 años al que se le fue una persona que le atravesó su vida por completo. Es obrero de la construcción y un “militante de toda la vida” que se había “descreído de la política hasta que él llegó y rompió todos los esquemas, tanto culturales como sociales. Hizo campaña en una bicicleta, subiendo a los colectivos. El MPP (Movimiento de Participación Popular que fundó Pepe en 1989) nació haciendo mateadas en plazas, con cero recursos económicos. No era el tipo de traje, sino uno más de nosotros que trajo la misma propuesta de Artigas: los más humildes serían los más privilegiados. Y así fue”.

Juan Cousillas, obrero de la construcción y una idea genuina de lo que significa la libertad.
Cuenta una anécdota: “Yo viví diez años en España y en una de las veces que volví, en 2009, me lo encontré en un bar, porque a él te lo encontrabas en cualquier lado. Me acerqué a saludarlo y le conté un problema: pese a que existía un acuerdo entre Uruguay y España que regía desde 1920 para tener la doble nacionalidad, no se cumplía. Pepe sacó una libretita y anotó. No pasó mucho tiempo y ya lo había resuelto. Era eso: la política al servicio del pueblo”.

Juan se vistió para la ocasión: una remera gris con la cara de Mujica y otra de sus frases célebres: “No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje. Vivo con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”. Le brilla la mirada al resaltar que cuando era presidente donó el 90% de su sueldo para construir casas para los más pobres y que cedió, junto a su compañera de vida Lucía Topolansky, un terreno pegado a su chacra para construir una escuela agraria estatal. Años después, hizo lo mismo con cinco hectáreas para construir viviendas destinadas a ex presos. “Además de ser ejemplo de vida generó un montón de transformaciones, aplicando la distribución social. Rompió con la máxima de que si crecen los salarios crece la inflación. Nosotros crecimos por encima de la inflación; él nos abarató la vida tajándole la torta a las grandes riquezas. Por eso para la derecha fue un callo”.

Mensaje al más allá
Rosalina está cerquita de los 70 y envuelta con la bandera del Frente Amplio. Dice que fue el mejor presidente, por ser el único que luchó por y para los pobres. “No trabajó para los ricos; sí para quienes más lo necesitábamos”. Dice que le dejó el mayor de los legados, que no tiene más que agradecerle porque es de “cortas palabras pero que dicen mucho” y pide una única cosa, “si es verdad el tema de la reencarnación”: “Le pido que desde donde ahora esté, reencarne en otra persona que sea como él, y que venga a ayudarnos a los pobres”.
Jorge y Pablo salen abrazados del Palacio Legislativo. En realidad, Pablo está sosteniendo a Jorge, visiblemente angustiado. Pablo tiene 30 y es el hijo. Jorge, 59, el padre. Como la zozobra le permite, dice: “Se nos fue un grande, un bueno, uno que hacía todo para mejorar la sociedad, que nos mostró el camino para dejar de ser avariento. El consumismo nos va a consumir y ya sucede, nos estamos matando entre nosotros”. Se limpia las gotas que le caen por la mejilla y asegura que marcó una escuela, no sólo entregando la mayoría de su sueldo sino exigiendo que los integrantes de su partido hicieran lo mismo. “Pepe Mujica es un prócer de la humanidad”.

Jorge y Pablo, padre e hijo, emoción y una reflexión: «El consumismo nos va a consumir. Ya se ve. Nos estamos matando entre nosotros».
Verónica Leal, 49 años, asegura con los ojos rojos que Pepe hizo visibles a los invisibles. “Vine a despedir a mi compañero, a mi amigo”. No se hicieron cercanos de casualidad. “Mi hija Romina iba a morirse, el deceso era inevitable. Hacía cinco años que esperaba un órgano y no llegaba. Hasta que fui a hablar con él, e impulsó que en septiembre de 2014 se aprobara la ley de donantes tácitos, inédita en nuestro país. A diferencia de lo que pasaba antes, hoy toda persona adulta es donante, excepto que se oponga explícitamente. A partir de la ley, mi hija consiguió ser trasplantada con éxito. Pero un tiempo después falleció, fue determinante todo el tiempo perdido antes”. Desde que le avisaron de su muerte no tiene casi palabras, (dice, con las que le quedan) y agrega que Pepe le hizo valorar mucho más la vida.
El ballet de la gente
José Mujica falleció este martes 13 de mayo, tras pelearle duro a un cáncer de esófago. Su cuerpo ahora está ahí, dentro de un cajón de madera sobre el que se extienden una bandera de Uruguay y la creada por José Artigas en la guerra independentista (por la cual el Frente Amplio tomó los colores rojo, azul y blanco). Encima, un puñado de ramos de flores.
El ballet conjunto frena únicamente en dos momentos: en un sitio donde se le escriben mensajes de despedida –en libros que pronto se quedan sin hojas–, y cuando se pasa frente a él. Ahí, cada uno despliega el sentir a piacere.
Le tiran besos, se llevan una mano al corazón, le levantan el pulgar. Se persignan con la señal de la cruz, lloran, le dejan flores. Se ríen, le dicen “vamos”, le dicen “gracias”. Le hacen reverencias de las más variables, se lo quedan mirando, le alzan el puño. Mueven la cabeza como quien dice que “no” (no puede ser que te hayas muerto), o mueven la cabeza como quien dice que “sí” (y se golpean el pecho de orgullo).

Hay un montón de familias. Y un popurrí de todas las edades. Hay militantes del Movimiento Sin Tierra de Brasil que viajaron especialmente, hay argentinos que le dejan como tributo la bandera de Argentina, chilenos que le dejan como tributo la bandera de Chile, que se mezclan a incontables uruguayas, algunas de Palestina y un par de whipalas originarias. La pila de ofrendas crece y crece a medida que pasan las horas. Hay infinidad de flores (se venden afuera a cien pesos uruguayos, que equivalen a unos 2.800 argentinos), banderas (doscientos), pero también otros distintivos: una maceta que luce una flor rosa; o una pelota azul que le regaló un nene.
Hay varios bebés en brazos y madres y padres llevando a bebés. Hay menos bebés que mates. Hay personas en silla de ruedas, con andador, con bastón. Hay gente que lo saluda, pasa de largo, pero se dan vuelta y rompen en llanto. Están quienes le hacen el gesto de abrazarlo varios metros antes de llegar frente al ataúd, como si así alargaran un cachito más la despedida. Y hay quienes rompen el silencio sepulcral y aplauden aún con el temor del apercibimiento y es ahí cuando el ballet ya no solo coordina los pies. Las manos todas se sumergen en un aplauso cerrado, respetuoso, tanto que dan ganas de llorar ahora mismo que se escriben (y se leen) estas letras.
Machismo y derechos humanos
A Irene, 70, y a Susana Prunell, 67, les conmueven “las gurisitas conmovidas por un viejo de noventa, en una ciudad de viejos como es Montevideo”. Casi que no lo conocieron, “pero ahí están despidiéndolo como si hubiesen vivido su época y todo lo que hizo por Uruguay”.
¿Qué hizo? Susana: “Con él, mi jubilación se fue para arriba”. Irene: “Las leyes del aborto y del matrimonio igualitario aprobadas en su gestión fueron maravillosas”. Destaca esto, incluso, cuando en un volumen más bajito opina que “era un poco machista”. No es la única crítica, entre varias flores: “También era muy miliquero. Estuvo muy cercano a los militares, buscando conciliar con ellos”. No haber promovido con la fuerza esperada la investigación de los delitos de lesa humanidad y la búsqueda de desaparecidos es el punto que más le reclaman los organismos de derechos humanos y otros sectores de la sociedad uruguaya. Hay una nota en el medio uruguayo Brecha de imprescindible lectura donde se hace un minucioso repaso de su gestión en la presidencia “con sus luces y sombras”. Pepe fue preso en la dictadura militar uruguaya por casi 15 años, y 13 años consecutivos entre 1972 y 1985.

Irene y Susana hablaron sobre las luces, sin desconocer las sombras de una figura a la que en cualquier caso consideran una brújula. «Les cambió la pisada a los gurises».
Para Irene hubo más luces que sombras. “La sencillez y la coherencia. Era un humanista, súper formado, sabía de todo, desde plantas a pensadores del siglo XVIII”. Para Susana también: “Era auténtico. Lo llamaban terrorista pero no lo era. Sí fue guerrillero, como Artigas. Uruguay tuvo en su historia tres hombres grandes llamados José, a quienes les doy el mote de superhéroes porque vinieron a salvar lo que otros habían destruido. Artigas logró la independencia, Batlle y Ordóñez revolucionó todo y Pepe les cambió la pisada a los gurises, o sea, les cambió la vida. Iban por un camino y los hizo pensar para que no se desviaran. Se nos acaba de ir la brújula de esa gente joven, que lo tenía como un referente. Perdimos el norte sin él”.
El elogio opositor
Esa gurisada está acá, por todos lados, aunque digan que es una ciudad de viejos. Y está acá, en algunos casos, sin ser del mismo partido de Mujica. Como Valentina, que tiene 25 y es “de otro sector del Frente Amplio. Pero eso no importa. Vi hasta militantes del Partido Colorado”, de tendencia liberal. Sintetiza el por qué: “Porque Pepe es pa’ todos”.
O como Maite González, también de 25, que lleva una bandera uruguaya que le cuida la espalda. Es del Partido Nacional (centroderecha, del mismo que el ex presidente Luis Lacalle Pou), pero eso no le quita la emoción de los ojos. “Pese a las diferencias con nuestro partido, Pepe fue una gran persona. Y muy humilde”.
Quien sí es del MPP fundado por Pepe es Rodrigo, de 16 años. Creció en un ámbito familiar de militancia, empezó a estudiar y vio “la necesidad de mejorar el sistema educativo”. Dice que “milita desde que nació”, pero que a los 12 sintió una conciencia mayor. Desde hace dos meses forma parte de Gurises MPP, la juventud del partido que incluye a jóvenes de 14 a 29 años. Esboza una despedida: “Fue un fiel creyente de la Patria Grande y de los avances políticos ideológicos, todo eso mostrando un don: la humildad y la prioridad puesta en los más necesitados”.
Florencia (21) y Agustina (22) son amigas. Flor dice que vino a acompañar a Agus, la más afectada: “Influyó mucho en lo que pienso ahora. Es la historia de Uruguay, fue, es y será un referente grande para mí. Empecé a ver más allá por mi papá, y al ir creciendo y escuchar a Pepe, me di cuenta de lo que pasa, de lo que quiero hacer. Gracias a él siento que estoy entendiendo”.

Florencia, Agustina y una idea: «Los derrotados son quienes no luchan».
Si tuvieran que elegir una característica de Mujica para dársela al resto de la humanidad, ¿cuál optarían?
Florencia: “Su sencillez, el desprendimiento del materialismo como forma de vida”.
Agustina: “Luchar siempre, porque los derrotados son quienes no luchan. Yo lo voy a seguir haciendo”.

No me voy, estoy llegando
Las despedidas no sólo se perciben en los rostros.
Están en el aire, en cada uno de los pasacalles escritos con manos y no con máquinas, que adornan la ciudad con frases suya elegida para afirmar el presente y reafirmar el futuro: “La vida se nos va, pero las causas quedan”; “No me voy, estoy llegando”.
Están en cada banderín naranja (del MPP) o rojo, azul y blanco (del Frente Amplio, confluencia de varios partidos que lo catapultó a la presidencia) colgados de balcones, ventanas y puertas de innumerables casas.
Están en las paredes. Desde grafittis más sofisticados con su cara sonriendo, acompañado por un “Hasta siempre viejo querido”, hasta inscripciones más sencillas y austeras (como lo era él, dirán) como un “Mujica”, a secas (porque no hace falta más) escrito con crayón negro sobre una pared celeste gastado.
Están en el montonazo de banderas de Uruguay (el nacionalismo está a simple vista, igual que las personas en situación de calle, que multiplican a las banderas) que circundan el microcentro montevideano, todas a media asta como protocolo del duelo oficial que durará hasta este viernes incluido.
Están en los cuadros, como el que llevan tres generaciones en una imagen en la que Mujica ríe junto al también ex presidente Tabaré Vásquez.
María de los Ángeles (77): “Perdemos a un caudillo impresionante. A quienes estábamos allá abajo, nos miró y sobre todo nos elevó. E hizo de todo, pero de todo por sacar a los jóvenes del mal camino. Lo vamos a extrañar mucho”.

Mari Recalde (59): ¿Saben lo que vale haber tenido un presidente que siempre dijo la verdad y que desistió de vivir con honores y ostentación, y nunca abandonar su humilde chacra? No tiene precio.
Shiomara (17): “Siento tristeza, porque era guía para una juventud que hoy está perdiendo los valores”, dice con palabras entrecortadas con sollozos. Siente alegría, también por lo que regó: “Bondad, conciencia, empatía”.
Están en los gestos, como el de Nicolás (50 años), que está petrificado, con termo y mate en mano, mirando a la multitud ingresar al Congreso. Él ya lo hizo, minutos atrás. Cuando lo despedía, pensó en “todas sus políticas sociales, en el habernos puesto a todos por igual. Eso logró Pepe, que todos tengamos los mismos derechos, pero de verdad”. Nicolás laburó toda la noche en el ferrocarril “que ahora volvió a estar olvidado”, y se vino sin dormir: “Empieza una nueva era. No habrá otro igual”.
Sobre la vida y el puchero
Y están en las remeras, como la que lleva el Vasco (Oscar). No es cualquier pilcha: está él, cortándole el pelo a Mujica, en la chacra, con Manuela jugando en los pies de su amo(r).
El Vasco era (es, será) su peluquero. Lo va a despedir una vez, camina, llora, y se mete en la cola de nuevo para volver a despedirlo. “Me siento triste. Una vez me dijo, ‘Vasquito, metete donde la gente te necesita, porque la vida es hoy’”. El Vasco, hoy enseña a cortar el pelo en las cárceles de Uruguay.
Dice que aprende más de un velorio que de un asado porque un velatorio lo ayuda a reflexionar que la vida es limitada. ¿Y este en particular? “Me enseña porque fijate las emociones que mueve. Pero ojo, en tres días esto se apaga, y lo que debe generar es un efecto de compromiso con las causas necesarias. Eso transmitía Pepe, que fue un padre para mí”.
El Vasco le empezó a cortar el pelo un par de días antes de que asumiera como presidente el 1 de marzo de 2010. “Estábamos en su chacra y le pregunté qué pensaba hacer”. La respuesta la lleva guardada como si fuese ahora.

–Yo qué sé. La barra (el partido, la gente) te empuja y te dice “dale vos, te toca”, pero no sé lo que voy a hacer. Sólo una cosa estoy seguro: voy a pelear por el puchero de la gente.
Termina el velorio. Se cierran las puertas para el público y su amigo Mauricio Rosencof, con quien fueron parte del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, cierra la ceremonia privada. Cuenta que hace unos días nomás recordaban con Pepe que en los calabozos habían dejado una biblioteca enorme: “No en formato de libro, claro. Se dice que estuvimos 13 años incomunicados y sin vernos… sin vernos es verdad, pero incomunicados no. Porque pudimos reinventar la forma de comunicarnos entre nosotros. De alguna manera reinventamos el morse”. Lo que sigue es un aplauso que da escalofríos. Pareciera que no va a parar nunca. Y quizá sea así. Alguien grita “vuela alto, querido viejo, que nosotros te seguimos”. Y se abren las puertas del palacio para ahora sí, la despedida final de su pueblo.
Los músicos Mario Carrero y Numa Moraes interpretan en las escalinatas del Palacio Legislativo “A don José”, en referencia a Artigas y que en Uruguay se considera un himno. Ahora, se lo cantan a José Mujica. La última estrofa genera una emoción general:
Si la patria me llama aquí estoy yo.
Con libertad, ni ofendo ni temo.
¡Qué don José!
Oriental en la vida y en la muerte también.
La frase en el cartón
Son unos minutos que se extinguen tan rápido y que a la vez son eternos. Pepe está ahí, sobre una base de la larga escalinata, vitoreado y aplaudido por una multitud que le da el gran abrazo colectivo final. “Buen viaje, viejo”, se grita. Cuando el coche fúnebre arranca, se canta “olé, olé, olé, olé, Pepe, Pepe”, y lo que sigue es un llanto común. Como si ese ballet coordinado de pies o manos ahora fueran de lágrimas. “Se nos fue el mejor de todos los presidentes”, dice una mujer a la que le brotan de repente y ya no puede hablar más. Son horas inolvidables. Emocionantes. Una muestra de cariño irrepetible, de purísimo amor y gratitud. Este viernes, el cuerpo de José Mujica habrá sido cremado y sus cenizas esparcidas en su chacra de Rincón del Cerro (en las afueras de la capital), bajo un árbol, junto a su perra Manuela fallecida en 2018.
¿Cuánta gente de Uruguay, de Argentina, de América Latina, del mundo, hoy tendría un chau así de enorme, un hasta siempre tan gigante, un gracias por todo tan humano, silencioso, respetuoso, íntimo, hermosamente triste?
La respuesta es directamente proporcional a la figura que fue José Pepe Mujica para un pueblo que lo lloró, ¡un montón!, pero que sobre todo lo veneró.
Alcanzaría con ver ese pedazo de cartulina blanca escrito a mano, a puño y corazón, con un error de ortografía que a nadie nunca jamás le va a importar por más que se espante cualquier letrado.
Ese pedazo de cartón que está debajo del cajón, en el que algún representado por Mujica le habla (le cuenta) directo a él, sin intermediarios. Porque así fue siempre el diálogo, la escucha, la historia. Y así seguirá.
–Grasias Pepe, hoy tengo un hogar digno.

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La revolución de la vereda

Gas pimienta a mansalva, golpes con los escudos, violencia estatal absurda. El protocolo de Patricia Bullrich funcionó durante la marcha de jubilados de este miércoles en modo preelectoral, antes del comicio porteño del domingo. Fue visible la provocación policial, tanto por el estilo del operativo como por el caos creado en la zona. La violencia tuvo un saldo de aproximadamente 100 personas heridas y cuatro detenidas. El cura Francisco “Paco” Olveira fue metódicamente gaseado (al menos cuatro veces) junto a otros cinco religiosos (en la foto de portada, el sacerdote Rodolfo forcejeando con las fuerzas de seguridad). En medio de los golpes, y antes del Padrenuestro y el Himno, Paco dijo que los jubilados con su movilización están protagonizando “la revolución de la vereda”.
Desde temprano se vio la maniobra del ministerio de Seguridad que encabeza Patricia Bullrich. Las llamadas fuerzas de seguridad cortaron insólitamente la Avenida Rivadavia a la altura del Congreso.

La prefectura no sabe o no quiere custodiar el mar (pesca ilegal), ni los ríos (narcotráfico a granel). El misterio: ¿qué estará custodiando en esta vereda porteña? (Fotos: Tadeo Bourbon/lavaca.org)
Eso obligaba al tránsito que venía por Rivadavia a girar obligatoriamente a la derecha por Callao, en una zona angosta por la presencia de las propias vallas policiales. Había muchos más efectivos que manifestantes.
Los jubilados y jubiladas hacían sus clásicos semaforazos pero la Policía y la Prefectura se lanzaron a agredir a la gente que estaba no sobre el asfalto sino sobre la vereda de Callao.
Método policial: le pegan con el escudo a personas de más de 70 y 80 años. El segundo método fue la lluvia de gas pimienta sobre gente que no estaba interrumpiendo tránsito alguno (la circulación de vehículos, se reitera, era interrumpida por el propio operativo con sus vallas). Hubo decenas de afectados, incluyendo a toda la prensa (los cronistas y reporteros de lavaca tampoco fueron privados de tal entusiasmo policial, cosa reflejada por otros medios como Cítrica e Infonews).

Óleo calcáreo para los atacados con gas pimienta . (Fotos: Tadeo Bourboun/lavaca.org)
La presencia de Francisco “Paco” Olveira (cura en Opción por los Pobres) junto a otros cuatro sacerdotes y un pastor exacerbó a los cuatro drones policiales que sobrevolaban Callao, y a los efectivos “antidisturbios” con sus cascos y pertrechos, que en las últimas semanas eternáuticas comenzaron a ser llamados “cascarudos”.
Ante cada agresión policial, los religiosos intentaban interponerse con lo cual los golpes y gases se re-direccionaban también hacia ellos. La gente se preocupaba pero Paco respondía, con los ojos inyectados y tosiendo: “Yo estoy bien, los que están mal son los jubilados”. Había una imagen de la Virgen que también recibió su fumigación de gas pimienta, aunque al menos no le pegaron con los escudos.

Uno de los detenidos. (Fotos: Tadeo Bourboun/lavaca.org)
Esto se repitió varias veces. La policía forcejeaba con jubilados y también con sacerdotes, que terminaron rezando un padrenuestro y cantando el Himno Nacional. Entre los drones que sobrevolaban Callao y la inflación represiva a ras del piso, apareció una mariposa que se refugió entre periodistas y provocó un revuelo fotográfico: una nota color. Poco después, emigró hacia lugares menos inhóspitos.
Cuando todo parecía calmado y sobre Callao ya no había policías, otro grupo apareció cortando parte de la avenida, y estuvo allí una media hora sin aplicación de protocolo alguno y con los autos que de todos modos circulaban por el carril que les dejaban: nueva demostración de lo arbitrario de la violencia estatal. Recién después aparecieron prefectos, que le ganaron de mano a los motoqueros policiales y dispersaron al grupo de manifestantes que se fue antes de que lo echen.

El enemigo policial: los ancianos. (Fotos: Tadeo Bourboun/lavaca.org)
Paco Oliveira dejó algunas reflexiones para lavaca. “Los jubilados están haciendo la revolución de la vereda. Lo que estamos viviendo se parece a la dictadura, pero no nos pueden hacer desaparecer. Aunque me quieran hacer un juicio, yo digo que son actitudes y políticas nazis”. Otro aspecto del tema: “Ya pegaron la semana pasada, ahora lo mismo. Me rompieron la estola, que para mí es un símbolo sagrado. Fue con violencia. Y nos pegaron y gasearon estando en la vereda”. La idea original era rezar en la vereda del edificio Anexo de la Cámara de Diputados, pero el sector era inaccesible por las vallas policiales. “Me parece que nos tienen miedo a los curas, o tienen miedo de que recemos. No vamos a dejar de rezar ni de movilizarnos con los jubilados y jubiladas, que son quienes están pagando la mayor parte de este ajuste”.

El cura Paco atendido tras uno de los ataques que sufrió. (Fotos: Tadeo Bourboun/lavaca.org)
Dirigiéndose a la policía que lo miraba impasible: “Soy un ser humano, todos los que estamos aquí lo somos. Yo sé que los mandan a hacer esto, pero por lo menos hagan el menor daño posible. No pongan esa saña, porque así nunca vamos a tener una patria de hermanos”. Luego los religiosos y laicos con sus imágenes rezaron un Padrenuestro y cantaron el Himno.
Según informó la Comisión Provincial de la Memoria hubo al menos 100 heridos, y cuatro detenidos como saldo de una represión de las fuerzas federales que califica como “brutal”.

El cartel describe una forma de política de Estado. La gendarmería al acecho. (Fotos: Tadeo Bourboun/lavaca.org)
“Frente a una movilización pacífica, los efectivos avanzaron contra los manifestantes golpeando con sus escudos y palos, y lanzando gases químicos, incluso con pistolas Byrna. Siguieron reprimiendo y golpeando cuando la gente ya estaba en la vereda, y mientras se asistían a las víctimas de la represión. Entre las personas heridas, hay 5 curas y un pastor, personal de salud de la Posta de Salud y Cuidados, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios e integrantes del equipo de la CPM que se encontraba monitoreando el despliegue policial en el marco de la protesta social”.
Entre tantos temas, de lo que casi no se habló aunque es el trasfondo de todo, es de la destrucción sistemática de los ingresos y del sistema de salud destinado a jubilados que, como decía el sacerdote, son los que en mayor medida pagan el ajuste.

Inesperada aparición de una mariposa en medio de los disturbios. (Fotos: Tadeo Bourboun/lavaca.org)

Jubilados y policías: bastones de distinto tipo. (Fotos: Tadeo Bourboun/lavaca.org)

Lo que ataca la violencia estatal. (Fotos: Tadeo Bourboun/lavaca.org)

El recuerdo para el fotógrafo Pablo Grillo, que sigue pelando por su salud. (Fotos: Tadeo Bourboun/lavaca.org)

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Pablo Grillo: ocho semanas y una vida

Desde el Hospital Ramos Mejía llegó la mejor de las noticias: después de 55 días en terapia intensiva, el fotógrafo Pablo Grillo salió a dar sus primeros pasos fuera de la habitación. “No fue por ningún estudio ni chequeo, salió a disfrutar un poco de aire fresco”, cuentan familiares y amigos. “La alegría es total. El agradecimiento es eterno”. Pablo sonreía en la terraza, cubierto con un gorro rojo de uno de sus amores: Independiente.
Salió de terapia intensiva por primera vez desde aquel 12 de marzo en el que un gendarme le fracturó el cráneo con el disparo de una granada de gas lacrimógeno cuando estaba ejerciendo su oficio durante la marcha de jubilados, y la violenta represión encarada por el Estado bajo las órdenes de Javier Milei y Patricia Bullrich.
Pablo perdió masa encefálica, se temió siempre lo peor, se intuyó que podría quedar en estado vegetativo, pero poco a poco fueron restableciéndose los signos vitales, las señales, el movimiento, la evolución de ese joven de 35 años.
Ocho semanas después Pablo salió de su habitación. Fue este miércoles por la tarde a unas 15 cuadras del Congreso, mientras se producía otra marcha de jubilados.
No podría haber sido de otra manera.
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