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Rosario narco (2): discurso oficialista, home office delictivo, cuatro propuestas y la enseñanza de The Wire

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Al menos cuatro crímenes a mansalva en las últimas semanas que no se sabe con certeza por quién fueron ordenados. Denuncias por violaciones a los derechos humanos en las cárceles. Letreros con amenazas al gobernador de Santa Fe y al intendente rosarino ampulosamente expuestos en una peatonal. La incertidumbre sobre lo que está ocurriendo. Y la sensación de triunfo de la confusión y la violencia, entre lo delictivo y los supuestos despliegues de seguridad. El contexto de las noticias cotidianas según el criminólogo y sociólogo Máximo Sozzo. Los efectos de la licuación económica y la exclusión social motorizadas por el gobierno nacional. El discurso de Milei y el combo explosivo. Y cuatro propuestas para cambiar el tipo de discusión sobre la seguridad en el país. Texto Sergio Ciancaglini

“Pullaro-Javkin, narcoprogresistas. Haganse los turros que van a ver plomo”.

“Pullaro-Javkin, tremendos vende humo. Con la mafia no se jode o llueve plomo”.

Esos mensajes manuscritos y altisonantes dirigidos a gobernador Maximiliano Pullaro y al intendente Pablo Javkin aparecieron en carteles pegados en la peatonal Córdoba de Rosario. En etapas tan confusas, es difícil determinar si son amenazas reales o fraguadas, y qué es lo que en realidad buscan como operación de comunicación. El término «narcoprogresistas» llama la atención, entre tantos discursos cruzados en muchos oficialismos de estos tiempos.

La noticia se agrega a las denuncias presentadas del Servicio Público Provincial de la Defensa Penal de Santa Fe (SPPDP) sobre tormentos (picana eléctrica, submarino seco, golpes) aplicados a detenidos en los pabellones 7 y 8 de la cárcel de Piñero. Es la cárcel en la que se mostraron fotos de decenas de detenidos en el piso, rodeados de guardias camuflados, pertrechados y con el rostro oculto, copiando el estilo de imágenes que suele difundir el gobierno salvadoreño de Nayib Bukele. Esa publicación en redes fue acompañadas por un texto también ampuloso y altisonante del ministro de seguridad provincial Pablo Cococcioni, que podía interpretarse en clave de amenaza: “Cada vez la van a pasar peor”. 

La ministra Patricia Bullrich ordenó el patrullaje a cargo de 450 efectivos en algunos barrios rosarinos, cifra 10 veces menor a anteriores despliegues de las fuerzas de seguridad.

La historia había comenzado con un colectivo penitenciario baleado, el asesinato de dos taxistas (Héctor Figueroa y Diego Celentano, en ambos casos utilizando balas policiales) y un colectivero (Marcos Daloia), más el crimen del trabajador de una estación de servicio, Bruno Bussanich.

Para intentar comprender el contexto de lo que está ocurriendo, lavaca entrevistó al criminólogo Máximo Sozzo, abogado, doctor en Derecho, profesor de Sociología y Criminología de la Universidad Nacional de Litoral, en la que además dirige la Maestrìa en Criminología y el Programa Delito y Sociedad. Es además profesor de la School of Justice de la Queensland University of Technology (Australia).

Rosario narco (2): discurso oficialista, home office delictivo, cuatro propuestas y la enseñanza de The Wire

Biografía de lo narco

¿Cómo entender lo que está pasando en Rosario? “Lo primero que diría es que hay un fenómeno de larga duración que tiene más de una década, con la formación de grupos más o menos rústicos vinculados al mercado de las drogas ilegales en la ciudad de Rosario. En distintos momentos históricos estos grupos tuvieron diversas relaciones entre sí de competencia o de cooperación”.

Cuando no había cooperación, aparecía la violencia: “A veces en forma instrumental, ligada a la lógica del negocio ilegal y a veces buscando generar reafirmaciones de identidad, búsqueda de respeto, etcétera”.

Un síntoma de esa cuestión fue el aumento de la tasa de homicidios en Rosario: “Tasas altas para Argentina y a nivel regional. Pero este entramado, tiene otro costado que es el de los fuertes niveles de complicidad policial,  penitenciaria, judicial, política. Eso se ha revelado y conocido incluso por investigaciones judiciales, con imputaciones y condenas al demostrarse la presencia activa de policías jugando roles en ese entramado ilegal y corrupto. En menor cantidad de casos aparecen actores del Servicio Penitenciario e incluso del mundo judicial”.

Follow the money

El motor de lo que describe Sozzo es un bien muy escaso para demasiada gente en estos tiempos crueles: el dinero. El criminólogo razona: “Todo lo que estamos mencionando combina con un nivel de rentabilidad extraordinariamente alto, con patrones de consumo de esas drogas ilegalizadas que son muy altos”.

Y se agrega una de las claves de la época: “La presencia de una extraordinaria capacidad de lavado de activos, de circulación de dinero entre la economía ilegal y la economía legal, de múltiples actores que funcionan en el mundo económico como una interfaz para que ese dinero circule, lo cual también hace florecer de algún modo ese mercado ilegal”. Interfaz significa la conexión física y funcional entre dos aparatos o sistemas independientes. Esa articulación de lo ilegal con lo legal es la pista en la cual encontrar el origen de muchos de los problemas actuales. Sozzo comenta: “Una alumna me dijo: tenés que ver The Wire. Es una serie norteamericana que me pareció excepcional. Y una frase me dejó marcado para siempre: follow the money (seguí el dinero). Me quedó siempre como una frase para pensar las dinámicas contemporáneas”.

Reacción y cárcel

“Las instituciones estatales y la política santafesina han venido reaccionando en general con la estrategia de generar una especie de imagen de ser duros con el delito” explica Sozzo. “Y que se ha traducido fundamentalmente en prácticas de control que se han revelado bastante poco efectivas en términos de reducción tanto del espacio de ese mercado ilegal como de los niveles de violencia, que se asocian directa o indirectamente al mismo”.

Ocurrió al revés: crece el mercado narco y crece la violencia.

“Esto genera efectos muy dramáticos, como por ejemplo en el encarcelamiento. La provincia de Santa Fe en los últimos 10 años entró en fase de encarcelamiento masivo: en 2013 había 135 presos cada 100.000 habitantes y ahora hay 290. Un incremento extraordinario, superior a la media nacional por mucho, traducido a situaciones de sobrepoblación, de hacinamiento, de condiciones de vida indignas, de niveles de conflictividad exacerbados dentro de la prisión. También impacta en las comunidades de donde proviene la mayor parte de las personas encarceladas, los sectores vulnerables económica y socialmente. Entonces hay una larga sombra de la prisión metida en la vida cotidiana de barrios enteros de ciudades como Rosario o Santa Fe”.

Versión paroxística

Pero todo eso es el pasado (tan presente). “Ahora hay que sumar que tenemos un nuevo gobierno provincial que lo que hace es construir una versión paroxística de cosas que ya estaban presentes anteriormente”.

Lo paroxístico significa lo exacerbado, ensañado, exaltado: “Y se refleja en el escenario de las prisiones. Lo primero que hace el gobierno es construir en tiempo récord una nueva Ley de Ejecución Penal y una nueva Ley Orgánica del Servicio Penitenciario. Dos reformas que uno podría acordar que era bueno hacer porque los instrumentos que teníamos eran anticuados. En el caso de la Ley Orgánica provenía de la dictadura, totalmente infectada por un legado autoritario extraordinario”.

Las reformas lanzadas por el Ejecutivo provincial se realizaron sin un debate serio en el parlamento, explica Sozzo. “Ni siquiera se debatió en comisiones. Y se generó también una extraña tendencia: diputados y senadores de la oposición también votaron esta reformas sin ningún tipo de consulta con ningún actor u organización que tenga algún tipo de saber o de experiencia vinculado al mundo penitenciario”.

Alto perfil

¿El resultado? “Una exacerbación de la tendencia punitivista” dice en referencia a lo que la calle llamaría rigor y mano dura. “Por ejemplo, se establece el rango de presos de alta peligrosidad. Esa condición ya existía, porque la había regulado administrativamente el propio Pullaro como ministro de seguridad del gobierno de Miguel Lifschitz entre 2015 y 2019. Pero ahora se convirtió en Ley, por lo cual se autorizan a fondo medidas restrictivas con respecto a su vida cotidiana”. 

¿Cuál es el efecto? “La regulación es muy vaga y amplia, le da mucha discrecionalidad las autoridades penitenciarias y de hecho no se establece ningún mecanismo de revisión judicial. Entonces el Servicio Penitenciario decide quién es preso de alta peligrosidad o alto perfil como le llaman y quién no lo es, sin ningún tipo de control por parte de una autoridad externa al propio Servicio Penitenciario”.

Home office

El mensaje del gobierno es que se está reconstruyendo el control estatal en las prisiones, porque los presos de alto perfil hacían lo que querían. Informa Sozzo: “Organizaban actividades delictivas desde la prisión, el home office delictivo, como como le han llamado públicamente las autoridades gubernamentales. Y por lo tanto esos presos de alto perfil son los máximos responsables de buena parte de las actividades ilegales que suceden en la ciudad de Rosario. Es cierto que algunas investigaciones judiciales han mostrado órdenes que han partido de la prisión para producir actos extorsivos, actos violentos”.

Pero siempre hay un pero: “De ahí a decir que esa es la única fuente de desenvolvimiento de actividades delictivas en la ciudad de Rosario es como otro paso que suena a exageración, pero se generan restricciones muy fuertes para la vida de esas personas. Restricción de visitas, regímenes más estrictos de encierro en cada pabellón, y demás. Estos presos de alto perfil ya tenían dificultades para hacer cosas fuera del pabellón, incluso ir a clases escolares y universitarias, pero ahora las restricciones son mucho mayores e incluyen requisas permanentes”.

La amenaza y lo descabellado

En estos casos pronto se llega al ejemplo Bukele, en El Salvador: “Es que todo esto ha sido publicitado imitando el estilo Bukele, con cuerpos desnudos en posiciones de sumisión, arrodillados o sentados con la cabeza gacha, esposados uno al lado del otro, amontonados, rodeados de oficiales penitenciarios altamente armados con el rostro tapado y todo está acompañado por heavy metal. Se percibe un alto nivel de humillación y degradación, que a mi juicio muestra lo que te decía: la versión paroxística del punitivismo”.

Sozzo señala una frase. “Con la frase ‘cada vez la van a pasar peor’ el gobierno genera una dinámica de la amenaza. No era del todo descabellado pensar que estas organizaciones más o menos rústicas podían producir respuestas por supuesto crueles, que merecen una condena extrema, pero que están encadenadas con estas dinámicas”.

Torturas

“Es muy interesante ver cómo las autoridades gubernamentales todo el tiempo dicen ‘estamos haciendo cosas dentro de la ley’. En algunos casos esto podría ser discutido –postula Sozzo. Uno no puede generar tratos crueles inhumanos o degradantes dentro de una prisión porque está prohibido por convenciones internacionales. Todo esto en un contexto en el que no hay muchos mecanismos estatales de control de las prácticas penitenciarias. Santa Fe es una de las provincias que no tiene un comité local de prevención de las torturas. Ni siquiera se sancionó una ley para su creación porque siempre ha sido resistida fuertemente por los sectores de la política santafesina”.

Finalmente, en este punto, el Servicio Público Provincial de la Defensa Penal de Santa Fe (SPPDP) pudo investigar y recabar información para esas primeras denuncias por torturas en las cárceles presentadas el 7 y el 14 de marzo. 

El campeón y la deriva autoritaria

¿Cómo empalma en todo esto el discurso tanto del Presidente como de la ministra Patricia Bullrich que, además, gozan de gran consenso mediático y en parte de la población? “Esos discursos del gobierno nacional juegan un rol muy importante, que a la vez expresan tendencias de un marco político y cultural. Bullrich venía elogiando a Bukele, con su experiencia de encarcelamiento ultramasivo. No tenemos siquiera categorías conceptuales para para definir lo que está pasando en El Salvador, que duplicó su tasa encarcelamiento en un par de años y que hoy es el país que más encarcela en todas las Américas en términos proporcionales, lo que es verdaderamente un récord nefasto” define Sozzo.

“La tasa de encarcelamiento hoy del Salvador está en niveles delirantes. Supera los 800 presos cada 100.000 habitantes. Triplica el escenario santafesino y supera a Estados Unidos que es el gran campeón del encarcelamiento a nivel global en los últimos 40 años, aunque en los últimos 10 años ha experimentado un pequeño descenso. Me parece que esto forma parte de este clima signado por lo que podríamos llamar una deriva autoritaria”.

Exterminio y consenso

Esa deriva tiene método: “Hay una búsqueda de construir un lenguaje además simple, fácil de transmitir, que conecta con un sentido común difundido que demoniza a un conjunto de actores y los transforman un enemigo. El único resultado que puede haber es el exterminio o la neutralización perpetua, a través de un contexto de encierro”.

Un síntoma de otro tenor que confirma esa fiebre de autoritarismo: “No es casual que las mismas autoridades se expresen a favor de romper uno de los consensos de la transición a la democracia en nuestro país, que es el consenso que se construyó a través de la legislación sobre Defensa y Seguridad Interior entre los años 80 y comienzos de los años 90: la no intervención de las fuerzas armadas en asuntos de seguridad interior” recuerda Sozzo.

Ineficacia del espantapájaros

“Tanto la ministra Bullrich como el presidente Milei, explícitamente anuncian la necesidad de reformar la Ley de Seguridad Interior para ampliar el uso de las Fuerzas Armadas para combatir el delito y el gobernador Pullaro en declaraciones públicas declaró su acuerdo con esa la idea. Es decir: a la militarización de nuestras policías militarizadas ahora le agregaríamos la militarización de la ciudad a través del despliegue efectivo de fuerzas armadas en el ámbito civil”.  

“El resultado que esto puede traer aparejado no puede ser más dramático. Se ha visto un despliegue enorme en 2014, con Sergio Berni a la cabeza de fuerzas federales, que venían a resolver los problemas de Rosario. Diez años después ya vimos que su ineficacia fue extraordinaria. Hoy se está informando de 450 efectivos, un volumen tremendamente limitado”.

Pero advierte: “Mi problema es con la práctica en sí misma. Poniendo en marcha los operativos de saturación puede haber un resultado marginal en términos de reducción del delito”.

Sozzo describe a este tipo de operativos como espantapájaros: “Tal vez alguien no alguien no cometa un acto delictivo porque ve cerca fuerzas de seguridad. Pero es difícil pensar que ese es un remedio para la motivación de cometer esos actos delictivos y violentos. Los mismos actores encontrarán otros momentos y otros lugares donde delinquir”.

Vocación por lo ilegal

El problema de los patrullamientos perpetuos: “N son un remedio. El efecto va a ser siempre limitado. ¿Por qué? Porque no lidiás con las condiciones de fondo que hacen que exista gente dispuesta a disparar armas de fuego o traficar sustancias ilegalizadas”.  

“Los operativos de saturación policial han sido siempre acompañados de un incremento de la vulneración de los derechos de los ciudadanos, especialmente los jóvenes varones de piel oscura que son pobres y habitan en barrios marginales de nuestras grandes ciudades. Este tipo de acción policial, en medio de esta situación económica, termina reforzando en todo caso la vocación por participar en la economía ilegal”. Nuevamente aparece aquí la tesis de The Wire: se investiga y ralea a los jóvenes, a la mano de obra de soldaditos, pero no se sigue la otra enseñanza: follow the money, que acaso  permitiría descabezar el negocio, actividad que no parece generar demasiado entusiasmo en las autoridades.  

Otra descripción de este criminólogo de la Universidad del Litoral es que la policía termina cumpliendo funciones de cordón sanitario entre los sectores vulnerables y el resto de la geografía urbana. “Pero además esa policía ha sido descubierta como cómplice activa de las actividades delictivas vinculadas al mercado de las drogas ilegales. El problema es que no hay en la agenda del gobierno provincial ningún discurso acerca de la necesidad de reformar esa policía y transformarla. ¿Se puede con esos mismos actores construir un resultado positivo? Se puede decir no todos los actores policiales están involucrados en el mercado de drogas ilegales y seguramente es el caso, pero ¿podemos construir una apuesta por la policíalización de la ciudad cuando no hicimos nada en términos de reforma y depuración de esa misma policía? De hecho en los eventos delictivos dramáticos que acontecieron en los últimos tiempos se han descubierto balas policiales. No es un elemento menor, claro”.

Cuatro propuestas

¿Qué ideas podrían plantearse hacia adelante, tratando de buscar otros horizontes? Plantea Máximo Sozzo:  

  • “Es indispensable para enfrentar este fenómeno abordar la dimensión económica de ese mercado de drogas ilegales. Eso implica generar investigaciones y sanciones de actores privilegiados del mundo económico rosarino, que trabajan activamente en la producción de ese lavado de dinero, que es lo que vuelve esa economía rentable”.
  • “Es indispensable discutir qué estructura estatal puede hacerse cargo de investigar delitos relativamente complejos, cómo organizarla, quién lo tiene que organizar y quién lo tiene que llevar adelante, para lo cual hay todo un proceso de construcción de capacidad estatal que parece bastante ausente en estos últimos 10 años o con resultados extraordinariamente limitados”.
  • “Es indispensable discutir la reforma estructural de la Policía de la Provincia de Santa Fe. No es no es posible promover una política que dice querer enfrentar ese fenómeno sin revisar el rol de las instituciones policiales”.
  • “Es indispensable crear también un Servicio Penitenciario democrático, en el cual haya mecanismos de control. Hoy nuestras prisiones tienen muy débiles mecanismos de control sobre lo que el Estado hace con las personas privadas de la libertad”.

“Creo que ahí tenemos cuatro líneas de ataque entre muchas otras más que son tan relevantes como estas que planteo, que sería importantes tomar en consideración”.

¿Cree que los ataques y muertes de inocentes son una respuesta al endurecimiento de la vida carcelaria? “Es lo que se nos presena como información. Pero es difícil de determinar. Tal vez haya otras fuerzas en juego que no vemos. Puede haber disputas policiales involucradas en la producción de estos hechos: ya ha ocurrido el uso de la violencia para generar algún tipo de negociación o intercambio. Pero no sé si tenemos toda la información, y no quiero aparecer como alguien que dice ‘sé cómo son las cosas’. Está recién empezando a pasar”.

Sobre el discurso público y político desde que asumieron las nuevas autoridades nacionales y provinciales: “Los defectos y debilidades de las intervenciones sociales del Estado en los territorios de la vulnerabilidad y la exclusión social forman parte también del entramado que genera estos resultados”.

“Las políticas contra la inclusión social del gobierno de Milei el único efecto que pueden generar es acrecentar los niveles de vulnerabilidad y exclusión social. Y esa es una de las bases de la construcción de esta dinámica –en los sectores populares especialmente– que permite el reclutamiento constante de jóvenes dispuestos a participar de ese tipo de actividad. Esa es una condición de base, de fondo, un elemento macroscópico de este gobierno ultra neoliberal, y que toma decisiones cada vez más exacerbadas. Entonces, claramente, es esperable que el combo se vuelva explosivo. Tal vez haya alguien con un tono más optimista. A mí me está costando trabajo encontrarlo”.

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Carne

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Por Claudia Acuña.

Son las siete y cuarto de la tarde y en la sucursal del supermercado Coto de la calle Castro Barros, barrio de Almagro, hay cuatro mujeres haciendo fila en la sección carnicería. La primera es una anciana que tiene en las manos apretado el monedero y la mirada atenta en el corte de la carne que pretende: ojo de bife. Le pide al muchacho que tiene el cuchillo expectante en el trozo que le saque toda la grasa que pueda para que pese menos. El muchacho lo hace con esmero. La mujer le pide luego que lo corte lo más finito que pueda. El muchacho lo hace con precisión milimétrica. “Doscientos gramos”, le anuncia y la mujer agradece. Dirá luego, sonriendo, que quiere darse ese “gustito” porque hace tiempo –no dice cuánto, pero suena a demasiado– que no come carne. El muchacho le entrega la bolsa sin mirarla a los ojos: fija la vista en la siguiente mujer, más joven, que está acompañada por su hija, que no supera el metro de altura y parece estar cantando para sí misma Ojalá, el tema de María Becerra.

“Oja-ojalá-lá

que te vuelva el karma
Eras un muñeco

porque no tenías alma….”

La mujer pide dos churrascos de paleta. Otra vez: cortados finitos.

El muchacho vuelve a esmerarse y luego, los pesa.

Teclea en la calculadora de la balanza. La mujer está expectante de los números digitales y cuando asoma el resultado ordena:

“Deja solo uno”.

La balanza vuelve a dictar la cotización.

La mujer señala entonces con esperanza un fragmento que quedó en la tabla.

“Probá con ese que parece más chico”, pide.

El muchacho prueba.

La balanza dictamina el mismo precio que con los otros dos.

“Dejá uno solo”, repetirá la mujer casi sin voz.

Cuando el muchacho le entrega la bolsita, agrega:

“Perdón”.

La tercera mujer pregunta si hay huesos para caldo.

El muchacho responde que ya se los llevaron todos.

La mujer se va.

La cuarta soy yo, que estoy sin palabras.

El silencio obliga la mirada del muchacho directo a los ojos.

“Así, todo el día”, dirá.

¿Hace falta decir algo más?

(Imagen, diario Tiempo Argentino)

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San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

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Desempleo, estampitas, falta de comida, espigas, chicha (nueva droga que invade los barrios, gracias a la crisis), vetos, bendiciones y maldiciones, goleadas, votos, malos pensamientos, arrepentidos, desquicios, la forma actual de la corrupción, la inseguridad, los zombies. Los temas que no aparecen en la política, resurgen con San Cayetano, que volvió a reunir a la gente para pedir y agradecer trabajo entre otras cosas, para tener paz y para marchar a lo largo de 15 kilómetros hasta Plaza de Mayo. Conversaciones en ese trayecto que atraviesa varias avenidas del presente.  

Por Lucas Pedulla

Fotos: Juan Valeiro

Marcela, 52 años, vende espigas a 1.000 pesos en la estación de Liniers. Llegó de Lanús a las nueve de la noche del miércoles para vender en las inmediaciones de la iglesia de San Cayetano, patrono del pan y del trabajo, en su versión 2025. Lo primero que percibió fue la cantidad de personas que iban a pedir comida. «Un montón, el año pasado traían sus viandas», compara.

No le sorprende: ella está más ajustada, el alquiler sube y las matemáticas para alimentar tres hijos necesitan otras audacias. No habla de cifras, solo dice que «cuesta más».

¿Y el gobierno? Revolea los ojos: «Soy de derecha, pero no lo voté».

¿A quién votó? «A Bullrich. Después no voté porque no me convencían ni Massa ni Milei. Por eso ahora tampoco voy a ir a votar». Bullrich está en el gobierno y como ministra de Seguridad es la que reprime todas las semanas a jubiladas y jubilados. Marcela levanta los brazos: «Estoy en contra de que hagan eso, como también de las barbaridades que está haciendo con los vetos».

Marcela ofrece espigas a quienes pasan, y vaticina las próximas elecciones: «Para mí le va a ir mal. Está desquiciado».

San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

De los gases a las espigas, la alegoría de Marcela refleja también algo de esta Argentina, un día después de la dura goleada sufrida por el gobierno en la Cámara de Diputados (12 a 0 entre leyes votadas y vetos rechazados), en medio de otra cruda represión a jubilados y trabajadores de prensa. Entre ellos, el fotógrafo de la agencia AP Rodrigo Abd, que salió un rato de la clínica a donde lo atienden para ver la marcha que hoy no pudo cubrir: le están haciendo estudios por una inflamación en la parte media de su oído derecho por el impacto del chorro del camión hidrante que recibió ayer en la Plaza de los Dos Congresos. Fue uno de los atacados por la policía de un gobierno que publica en las redes propias y de sus asalariados: “No odiamos lo suficiente al periodismo”.

San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

Pensamientos y bendiciones

Sobre la calle Cuzco, entre puestos de estampitas y velas con promos de dos por 1.000, siguen las filas para que los curas bendigan espigas, estampas y velas. Ema, 65 años, y Marcelín, de 68, son una pareja de jubilados que cobran la mínima y también se vinieron de zona sur, de Glew. Marcelín dice que la cosa está brava: «Uno viene a agradecer por todo lo que San Cayetano nos ha dado hasta ahora. La situación está bastante comprometida: todo lo que es para bien lo vetan enseguida». Por eso, suma Ema, hay que agradecer: «Y pedir por los hijos y los nietos. Está difícil para los jóvenes, no hay expectativa para un chico de 20».

Ema pide si podemos, por favor, no hablar de política. «Uno viene para tener paz y transmitirle paz al otro. Si todo el tiempo estamos con malos pensamientos…», dice pero no termina la frase porque la fila avanza y el cura está ahí y ella va rumbo a la bendición: «Nos vemos».

San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

La agenda invisible

Desde allí se prepara para salir la novena movilización que los movimientos sociales nucleados en la UTEP organizan en el día de San Cayetano. También adhirieron y convocaron gremios, sobre todo de las dos CTA, que caminaron unidas. La marcha cruza toda la ciudad por una de sus arterias principales, Avenida Rivadavia, que conecta el territorio porteño con un oeste infinito. Liniers, casa de la iglesia, oficia de punto neurálgico donde también llegan vecinas y vecinos de todo el conurbano. 

La distancia total a Plaza de Mayo es de 15 kilómetros. Hubo una posta en Flores, frente a la Basílica donde comenzó su carrera Jorge Bergoglio. Lo recordaron con un audio suyo, ya como Papa Francisco, donde habla de cuidar el medio ambiente y luchar por paz, pan, tierra, techo y trabajo. Es el primer San Cayetano sin Francisco como actor espiritual y político.

San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

La marcha arrancó a las 9 de la mañana, llegó a Casa Rosada cerca de las 14, y tuvo en Congreso la sumatoria de columnas nutridas que cruzaron la 9 de Julio en dirección a Plaza de Mayo, a donde llegaron, como llegan hace nueve marchas, con una agenda de temas tan profundos que no entran en los debates políticos: comedores, trabajadoras de cuidado, jóvenes en proceso de recuperación de adicciones, recorte de alimentos, falta de acceso a la tierra, y parálisis de la obra pública de integración socio-urbana que lo único que permite es el avance de la narcoestructura territorial.

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Cuando te comen la cabeza

Mauricio, 27 años, es uno de los que puede jactarse de caminarse todo. Milita en la JP Evita. Vino del barrio Victoria, en Moreno, la última estación del tren Sarmiento. «Laburo para pibes desde 18 años y la cosa está fea. La última vez salimos a repartir 320 porciones de comida. En un día. Es un montón. Y vemos que mucha gente del barrio que antes no venía, ahora llega. Impresiona: cada vez se suman más».

Otra cuestión es el consumo problemático: «Está a full, y sube cada día. Intentamos hablar con los jóvenes para que no caigan, pero es una problemática que crece. Peleamos para frenarla. Pero al pibe le comen la cabeza. El transa de la esquina les dice: ‘Vendé acá y te doy plata». Y los pibes, lamentablemente, con eso los compran. Pero no les dan nada».

Para Mauricio, el hambre y el consumo son dos temas ausentes del actual debate político. ¿Cómo buscar de nuevo a esos pibes? “Siempre les hablo para enamorarlos de la política. Le digo: ‘En la política está todo’. Hay desencanto, sí, pero por cómo está el país entienden que tienen el poder para cambiarlo. Hasta con un voto”.

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La estrategia electoral de Arturo

Por Rivadavia también marcharon jubilados que todos los miércoles están en Congreso. Uno de ellos es Arturo, vecino de Almagro, que tiene una de las mejores estrategias de comunicación alguna vez creadas: con una sartén ya rota por los golpes que le propina con un utensillo de metal, se mete en cuanto comercio o local ve abierto. Y grita, por cuadras: “Fuera Milei, estafador. ¡Gobernás para los ricos!”. Se asoma a kioscos, verdulerías, cafeterías y aprovecha los momentos que las puertas de algún COTO o banco se abren: “Fuera Milei, ¡fuera!”. Hasta algunos policías ya sonríen. El cálculo de Arturo: “Hoy conseguí 1.000 votos”.

Arriba de un tractor cruza la 9 de Julio el padre Toto, de la parroquia Virgen de Caacupé, de la Villa 21: “Esta marcha es donde tengo que estar”. Una entrevista con Toto y su trabajo en el barrio sobre la cuestión de consumo se publicará en la próxima edición de MU.

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La chicha y los zombies

Samantha, 30 años, es de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) de Rafael Castillo, en La Matanza. En el comedor dan de comer a 30 personas por día y cada vez son más. “Los maridos se quedan sin trabajo y no les alcanza para pagar las cuentas. Dejan de pagar las tarjetas de crédito. Los chicos sólo comen gracias a los comedores de los colegios”. 

Cuenta que entró una droga nueva al barrio, a la que llaman “chicha” y definen como peor que el paco: “La consumen muchos jóvenes, pibes de 14 o 15 años. Los deja como zombies. A veces ni te reconocen. Chicos que iban al colegio y de pronto dejan”. Al debate político también le falta una discusión seria sobre seguridad, explica Samantha: “Es un tema llevar a mi nene a las 6.30 a la escuela. No voy con el celular porque no sabés lo que puede pasar”. 

Para las elecciones que vienen, La Libertad Avanza propuso como candidato de la Tercera Sección Electoral, donde predomina La Matanza, al excomisario Maximiliano Bondarenko. Samantha abre los ojos: “Pero eso es más corrupción. Necesitamos un debate en serio”. Piensa que hay condiciones: “Muchos vecinos se han arrepentido de haberlo votado a Milei. Creyeron, pero te dicen: ‘Me equivoqué’. Algunos tenían un almacén, o capaz que otro negocio, y lo tuvieron que cerrar”.

San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

Potenciar narco

Vanesa, 33 años, vino de Melchor Romero, en La Plata, y lleva una pechera del Partido Comunista Revolucionario (PCR). «Soy comunista y banco al Papa», se presenta. «Es el primero que habló de techo, tierra y trabajo».

¿Cómo está el barrio?: «Se la está pasando malísimo: desde que asumió Milei, a los comedores no van más alimentos. La mayoría de la gente no llega a fin de mes. El Potenciar Trabajo está congelado en 78.000 pesos y no se mueve. ¿Cómo hacés? A nuestro comedor vienen más de 100 personas por día. Las compañeras sacan de su casa para la olla porque no alcanza. Los barrios se organizan: unos dan merienda, otros dan cena, pero a fin de mes es tremendo, con jubilados, desempleados. Hoy ves gente revolviendo basura en cada cuadra».

De nuevo, el hambre como tema. Y el narco consumo: «Creció horrores. El narcomenudeo arrasa. Pibes que dejan el colegio para ser ‘soldaditos’ de los transas. Les ofrecen plata fácil, pero los hacen mierda. Desde que asumió Milei, todo está peor: ves nenes de 8 o 9 años consumiendo paco».

A este combo le agrega que llegó la factura de luz de 200.000 pesos. Y 36.000 a otro comedor. «Las garrafas de gas están a 15.000 cada una. No duran nada. Muchos cocinamos con leña para estirar».

¿Cómo salir de esto? Vanesa sigue marchando y tiene una hipótesis: «Uniéndonos y saliendo a la calle. Milei vino a sacarnos nuestros derechos. La única forma es resistir organizados» dice rodeada de gente, de espigas y tal vez de preguntas.

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Pegarle al mensajero

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La marcha de jubilados de este miércoles se transformó en la verificación de la política oficial de atacar al periodismo, sin razón, fuera de lugar y sin otra necesidad que la de demostrar que la frase “no odiamos lo suficiente al periodismo” no se queda en los tuits. En la foto, Rodrigo Abd, de AP, tras ser atacado por el violento chorro de un camión hidrante por el que terminó en el hospital. Al mismo tiempo Diputados dio media sanción al proyecto de financiamiento universitario y el de emergencia sanitaria, que incluye al hospital Garrahan, aunque todo avance de este tipo será seguramente sometido a vetos. Lo que expresa la calle, hasta con pompas de jabón respondidas con golpes, provocaciones policiales y disparos de proyectiles con gas pimienta.

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi

Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Nicolás Suárez tiene una cámara de fotos en sus manos. Es reportero del diario La Nación, entre otros medios. Está parado en la esquina de Rivadavia y Paraná, donde también hay una fila de oficiales de la Policía de la Ciudad. Y un camión hidrante. “Estaba frente a los escudos y un policía empezó a empujarnos y luego vació el tarro de gas de frente a mis ojos. A otros compañeros les pasó lo mismo. Fue un ataque a la prensa directo”. 

Nicolás tiene 37 años: “Hoy fue muy claro el direccionamiento hacia la prensa. Los que quedábamos en esa esquina éramos todos reporteros gráficos. Empezaron a mojar con el hidrante, sin ningún tipo de sentido, nadie estaba haciendo absolutamente nada malo. Yo estaba en la vereda cuando un policía me empezó a empujar con el escudo, le pregunté por qué me estaba empujando y al rato fue el mismo que me tiró directo a los ojos”. 

El fotógrafo Rodrigo Abd (AP) recibió el impacto del chorro de agua del hidrante en la cabeza, que lo derribó al piso. Tenía la máscara antigás puesta, uno de los tantos artefactos con los que los periodistas tenemos que trabajar hoy en la calle frente a la represión. Ni siquiera eso sirvió. “Estoy mareado”, le dijo a los profesionales de salud cuando lo socorrieron. Terminó en el hospital.

Pegarle al mensajero

Rodrigo Abd señala el lugar en el que le golpeó el violento chorro del camión hidrante antidisturbios, que le arrancó su máscara antigás y lo tiró al piso. Lo obvio: no había disturbio alguno, solo violencia gubernamental sobre la prensa.

Al cronista de Crónica TV, Emanuel Herrera, le rompieron el micrófono del móvil y terminó reporteando desde el teléfono. Diego Gómez también fue gaseado. Ya en abril había sido atropellado por un policía motorizado.

Pegarle al mensajero

Diego Gómez.

Agustín Lecchi es el secretario general del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA). Dice a lavaca: “Una vez más las y los trabajadores de prensa fuimos víctimas de la represión en la cobertura de las marchas de jubilados frente al Congreso y hoy volvemos a ratificar, en este caso y por segundo miércoles consecutivo que la Policía de la Ciudad, no solamente las fuerzas federales que dependen del gobierno nacional y Patricia Bullrich, ataca específicamente con una saña particular a quienes están garantizando una cobertura periodística y esto es porque no quieren que mostremos lo que está sucediendo, no quieren que se visibilice la protesta y quieren generar miedo y atemorizar a toda la sociedad para que no se multipliquen las protestas. Nosotros desde el SiPreBA así como lo han hecho otras organizaciones como Periodistas Argentinas hemos presentado amparos y hecho denuncias internacionales, y no podemos ni debemos naturalizar esta represión a la prensa ni a la protesta. El trabajo que ejercemos es fundamental para mostrar la movilización de quienes son atacados por un gobierno que baja retenciones a grandes dueños del campo e impuestos a empresarios, y al mismo tiempo veta el aumento de jubilaciones y la ley de emergencia en discapacidad».

Todo lo ocurrido este miércoles sucedió un día después de otro exhibicionismo, a través de la patética prepotencia policial ejercida el martes contra familiares y personas con discapacidad.

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Afuera y adentro del Congreso

La marcha de cada semana de jubiladas y jubilados coincidió este miércoles con una sesión maratónica del Congreso donde la oposición logró el quórum para buscar la aprobación de proyectos incómodos para el gobierno de Javier Milei, que viene de vetar el aumento del 7,2% a las jubilaciones, la moratoria previsional y la Ley de Emergencia en Discapacidad. Mientras la Policía de la Ciudad reprimía a jubilados y trabajadores de prensa como la semana pasada, la Cámara de Diputados, completamente vallada, discutía el financiamiento al Hospital Garrahan y a las universidades. Este último proyecto de ley logró la media sanción con 158 votos afirmativos.  

En la calle todo era pacífico. La mayor curiosidad fue una de las manifestantes que lanzaba pompas de jabón a los policías blindados.

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Pompas de jabón vs golpes y gas pimienta de policías blindados: el objetivo policial en estos actos según fue visible todo este año es el de generar violencia. Los autos, además, no pudieron circular por los cortes de calle efectuados por la propia policía, como pasa todas las semanas, lo que desmiente la teoría del «protocolo».

La respuesta de las fuerzas de seguridad fue de otro tipo. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) reportó al menos 25 personas heridas por la brutalidad policial. Denunció que el cuerpo de infantería avanzó disparando proyectiles de Byrna (los balines con pimienta en su interior), “lanzando gas pimienta a mansalva y agua con productos químicos”. El organismo volvió a describir el despliegue como “desproporcionado e irracional” y que el tránsito –supuesto objetivo del Protocolo Antipiquetes– se vio interrumpido por los propios cordones policiales. 

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La concentración de este miércoles estuvo marcada por la presencia de muchas otros reclamos además del de jubiladas y jubilados: trabajadores del sector público contra el desguace y desfinanciamiento (INTA, INTI, hospital Garrahan, Vialidad Nacional, Comisión Nacional de Energía Atómica), o la gráfica Morvillo, que a inicios de este año cerró sus puertas. Hubo un actor que hoy no estuvo, a diferencia de todos los miércoles anteriores: los trabajadores de la Empresa Secco despedidos desde el año pasado y que esta mañana fueron reprimidos por la Policía Federal.

Al Congreso también llegó Silvina, desde Trelew (Chubut), viajando más de 1.300 kilómetros con su nieta Ambar, de 7 años, que tiene parálisis cerebral. Vienen cada cuatro meses para atenderse en el Garrahan. Por eso, dice Silvina, esta situación las afecta doblemente: el desfinanciamiento en discapacidad y al hospital de referencia en pediatría. “Si no tuviéramos la obra social, no podríamos estar costeando nada”, explica. “No hay trabajo, no hay salud, no está dejando sin nada. ¿Qué les diría a los diputados? Que voten a favor del pueblo”.

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El papel de Milei

Ricardo tiene 88 años y está sentado en su andador ortopédico. Dice: “Estoy convencido que están ejecutando un plan sistemático, maquiavélico, tendiente a eliminar viejos”. Hace una pausa sutil, y agrega: “No tengo la menor duda de que es así, porque cuando vos le negás a un enfermo oncológico su medicina, y al resto de los jubilados los remedios, es condenarnos a morir. Lo que hace Milei cuando veta nuestro aumento, es desempeñar un papel, una obra de teatro que es de terror. Es un miserable, un energúmeno al servicio de Estados Unidos. Esta situación es insostenible”.

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La situación a la que alude Ricardo sumó un nuevo capítulo el lunes pasado, cuando el gobierno nacional vetó el aumento de 7.2% de las jubilaciones, el retorno de la moratoria previsional y la ley de emergencia en discapacidad. Al ratificarse el veto, el aumento de agosto para las y los jubilados fue del 1,62%, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51 en lugar de los 441.600 que establecía la ley. Tras el veto, al Poder Ejecutivo le alcanzará con un tercio de sólo una de las cámaras del Congreso para bloquear cualquier intento de confirmación de las leyes. 

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Calentando motores

Amanda tiene 86 años y varios carteles: “Fuerza Pablo. Justicia”, “Con los chicos no”, “Nunca más. 30000”. También un guardapolvo blanco escrito a mano donde resalta toda una declaración de principios: “Soy barra, ¡ojo! Y patotera”. Es vecina del Congreso y cuenta que viene porque no puede estar en casa los miércoles: “Me siento impotente ante tanta crueldad, mentira y falsedad. No puedo estar sola en casa. Por eso, vengo”. Amanda mira a su alrededor y se emociona al ver trabajadores universitarios, estatales, del Garrahan, del INTI: “Ojalá no abandonemos nunca la lucha. Ustedes, jóvenes, no la abandonen”.

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En la radio abierta que realiza cada miércoles la mesa de todas las organizaciones de jubilados piden “por una gran movilización unificada”, le exigen a la CGT “un paro general que rompa la tregua que tiene con el gobierno” y marcan un camino: “Hay que ir calentando motores. Si confirman el veto en el Congreso, cientos de miles saldremos a la calle, en un gran paro general y una masiva movilización”, imaginan.   

Al lado de donde se establece la radio, con decenas de oradores, hay una señora que se pasa gran parte de la concentración tocando un silbato  mientras ygolpea un palito de madera contra una lata de arvejas vacía. Lleva colgado un cartel; “Jubilada de la mínima por un aumento real. No nos mientan más”. La señora se llama Silvia, tiene 69 años y vive en Ensenada. Es hipertensa y le sacaron dos remedios que recibía de forma gratuita. “Tengo mucha bronca. Venía de chiquita a esta plaza a darle de comer a las palomas y ahora tengo que venir acá, con mi edad y mis piernas que ya no dan más, a estar parada peleando por lo que no nos dan. Trabajé toda mi vida y lo que recibimos del presidente son risas en nuestra cara. Comemos mal, dormimos mal, vivimos mal, no es justo pasar así nuestra vejez”. 

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Cuenta que su papá era un obrero de la construcción y que le dejó una frase como legado: “Un país sin construcción no tiene futuro”.

Mientras habla, la columna de las y los trabajadores de Vialidad Nacional se hace cada vez más grande, con personas que vinieron de muchísimas provincias del país como Chubut, Santiago del Estero, Tucumán, San Luis, Corrientes, Neuquén, Entre Ríos, Formosa, por nombrar algunas. 

Remata Silvia, con un análisis socioeconómico y un presagio de lo que vendrá: “La plata está mal repartida, nos sobraría porque somos un país rico, pero la guita se va en los poderosos de turno. Nunca vivimos así; el aumento que nos vetaron ni siquiera se acerca a lo que deberíamos cobrar por la canasta básica pero está se va a terminar. Esto irá creciendo cada vez más, porque día a día habrá más y más desempleados, que se venían salvando y mañana van a estar acá”.

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